Paula escuchó la conversación de su esposo e hijo sintiendo que el pecho se le llenaba de muchas emociones, la mayor de todas fue el orgullo. Escuchar a Pedro hablarle de esa manera a Franco fue extraordinario porque logró hacer lo que ella había intentado muchas veces sin obtener los mismos resultados, no sabía cómo manejar ese carácter Chaves que su hijo tenía tan arraigado, cómo hablarle desde la experiencia, pues ella también pasó por lo mismo a su edad y tiempo después.
—¿Les ayudo en algo? —preguntó acercándose hasta ellos y después de darle un beso en el cabello a su hijo buscó la mirada de Pedro dándole las gracias con ese gesto.
Él le dio un suave beso en los labios respondiéndole en ese lenguaje que no necesitaba de palabras, que no debía agradecerle nada, Franco también era su hijo y lo amaba con toda su alma.
—Tal vez puedas batir un par de huevos, nadie lo hace mejor que tú —comentó queriendo jugarle una broma.
Ella lo pellizco con disimulo en la cintura indicándole con la mirada que se encontraban en la presencia de su hijo, pero a Pedro pareció no importarle pues siguió riendo en medio del gesto de dolor que le provocó la reprimenda de su esposa.
—Yo pondré el agua para la pasta… estoy seguro que no tendré problemas con ello —señaló Franco reconociendo sin vergüenza su poca experiencia en la cocina.
—¿Y con la sal? —preguntó Pedro sonriendo.
—Tampoco los tendrá porque yo le enseñaré —salió Paula en defensa de su hijo, moviéndose para buscar el salero—. Tu padre lo hace con un cálculo que solo él conoce, pero nosotros lo haremos como los chefs profesionales… con medidas —dijo triunfante mostrando la cucharilla, la llenó llevándola a la olla que ya había puesto Franco pero antes de lanzarla miró a su esposo—. ¿Cuántas son para los canelones?
Pedro soltó una carcajada que retumbó en la cocina, ya sabía que ella le preguntaría eso. Paula lo miró con reproche sacándole la lengua y eso hizo que su risa aumentara contagiando también a Franco, quien miraba a su madre con pesar pero sin poder evitar reír.
—De esas dos y media —contestó una vez recuperado y se acercó para darle un beso en el cuello.
—Perfecto… algún día aprenderé, ya lo verás —aseguró haciendo lo que su esposo le indicaba.
La verdad es que ella había aprendido muchas cosas en el tiempo de casada con Pedro, aunque no podía decir que lo había superado, las ensaladas eran su especialidad y muchas le quedaban tan deliciosas como a él. Sin embargo, quiso mostrarse solidaria con su hijo poniéndose a un nivel más cercano y que no se sintiera como un inútil ante la destreza que mostraba su padre en la cocina, como le pasó a ella cuando apenas descubría el maravilloso chef que era su viejo vecino.
Disfrutaron del delicioso almuerzo en medio de un ambiente de risas y comentarios agradables, después de eso subieron a tomar una siesta como acostumbraban y que además Pedro y Paula pedían a gritos pues apenas habían dormido la noche anterior, así que al entrar a su habitación compartieron un par de besos y cayeron en un profundo sueño.
Los últimos rayos de sol de ese día bañaban la hermosa terraza cuando la familia Alfonso Chaves se reunió de nuevo en ella para seguir compartiendo en familia y disfrutar del rico helado que había hecho Paula de postre, pero que no alcanzaron a comer después del almuerzo pues no estuvo listo.
De pronto una melodía comenzó a sonar por los altavoces en el jardín, su padre tenía puesta una lista de reproducción con temas actuales que los chicos habían sugerido pero esa se coló y las miradas de los esposos se iluminaron pues era más propia de la época de ambos.
Él más animado, se puso de pie con una gran sonrisa y le extendió la mano a Paula quien no tardó un segundo en aceptarla mientras le devolvía el gesto y suspiró al quedar atrapada en los fuertes y cálidos brazos de su esposo.
—Baby, love never felt so good —susurró en su oído.
Paula le entregó una de sus mejores sonrisas, esa que era capaz de acelerar el corazón de Pedro en segundos y él deslizó sus manos por el esbelto talle de su esposa hasta posar sus manos en la curva que daba inicio a su perfecto trasero al tiempo que se movía junto a ella al ritmo de Love never felt so good de Michael Jackson.
Sus hijos comenzaron a reír mientras los veían tan enamorados y Justine fue la primera en sumarse a ellos
comenzó a mover su pequeño cuerpo imitando los movimientos de su madre mientras intentaba llevar la canción con un inglés que no estaba nada mal para su edad y no ser su lengua natal, pues allí hablaban más en italiano.
—¡Vamos! Vengan a bailar ustedes también —Pedro les hizo un ademán a los otros, quienes seguían sentados con una sonrisa radiante adornando sus labios.
Daphne fue la primera en ponerse de pie y aunque no se sabía la canción le siguió el juego a Justine que la imitaba, pero después de la segunda estrofa al menos ya repetía el coro como si la conociera de toda la vida. Gabriel también se puso de pie intentando llevar los pasos del cantante, él si lo conocía y le gustaba pues no era la primera vez que lo escuchaba, su padre le arrancó una carcajada cuando se puso a su lado para bailar igual.
Paula tomó las manos de sus hijas y comenzaron a bailar juntas mientras les cantaba para que ellas siguieran la canción también sin equivocarse, daban vueltas y reían pero de pronto Pedro le robó a la más pequeña, haciéndola volar en sus brazos unos segundos para hacerla bailar junto a él y besarle con ternura las mejillas, regalándole a su mirada uno de los cuadros más hermosos que pudiera ver.
Sin embargo, allí hacía falta alguien y de inmediato fue por él, se acercó a donde estaba Franco extendiéndole las manos para pedirle que bailara con ella, su hijo le dedicó esa media sonrisa que había heredado de Pedro pero negó con la cabeza.
—¡Oh, vamos! Es divertido… no le negarás un baile a tu madre —usó la estrategia que había aprendido de Amelia.
—Mamá… esa canción es muy vieja.
—¿Vieja? Estás loco jovencito, eso es un clásico —indicó Pedro que se acercaba para ponerla en repetición.
—Un clásico que escuchaban mis abuelos —dejó libre ese lado sarcástico que a veces tenía y volvió a negar.
—Yo más bien creo que tienes miedo de que no puedas bailar esa “vieja” canción como la bailo yo —lo retó mirándolo con burla haciendo un paso para demostrárselo.
Paula vio cómo la mirada de su hijo se oscureció, haciéndose más intensa y brillante, antes de que se pusiera de pie ella supo que había aceptado el reto de su padre, esa
también era una estrategia aprendida por Pedro, su esposo sabía que ningún Chaves podía resistirse ante un desafío.
Franco también conocía muy bien la manera de bailar del cantante porque era de los favoritos de sus padres y tíos, había crecido escuchando algunas de sus canciones y viendo sus conciertos, así que no le fue difícil imitar uno de sus pasos y dejar a su padre con la boca abierta.
Sintiéndose satisfecho por lo que había hecho se integró a sus demás hermanos, quienes seguían bailando, en menos de un minuto estaban con todo y coreografía mientras cantaban la canción.
'Cause baby, every time I love you
It's in and out of my life, in out baby
Tell me, if you really love me
It's in and out of my life, in out baby
'Cause baby, love never felt so good
—Baby, love never felt so fine and I'd doubt it was mine all mine… Not like you hold me, hold me —Paula susurraba la canción contra los labios de Pedro y se perdía en la intensa mirada azul de su esposo, quien le entregaba tanto amor que se sentía flotar.
—Oh baby, love never felt so good and I doubt if it ever could not like you hold me, hold me… And the night is gonna be just fine… Gotta fly, gotta see, can't believe I can't take it cause —cantó él acariciándole la espalda al tiempo que sentía que todo lo que tenía junto a Paula era maravilloso, era más de lo que algún día soñó tener.
Comenzaron a besarse dejándose llevar por ese sentimiento que era el principal motor que movía sus vidas, el mismo que había creado un mundo mucho más perfecto de lo que
pudieron imaginar y los hacía sentir que podían con todo, que estando juntos eran invencibles.
—Te amo con todo lo que hay dentro de mí —expresó él tomando el rostro de Paula entre sus manos.
—Y yo te amo como jamás imaginé que se podía, gracias por enseñarme lo que es el amor… —esbozó dándole suaves roces de labios, dejando escapar una exclamación cuando sintió que su esposo la tomaba en brazos.
Las risas de los niños acompañaron a la de Paula, quien sorprendida veía cómo su esposo giraban con ella en brazos y seguía cantándole, le puso una mano sobre el corazón para sentir el latido desbocado que no solo era motivado por el ejercicio, sino por ese amor que compartían.
Y así bajo el bellísimo cielo estrellado de Roma, sus miradas expresaron aquello que las palabras no podían, mientras los frutos de su amor los veían con las miradas cargadas de emoción y del mismo sentimiento del cual habían nacido.
Y el amor nunca se sintió tan bien…
Ayyyyyyyyyy, qué hermosa historia, nada mejor para una historia tan bella como Rendición!!!! Gracias Carme x adaptarla.
ResponderEliminarAmé recordar la historia tan bella que fue Rendición! Gracias por darnos este regalo!!!!
ResponderEliminarMe enamore profundamente de esta historia, genial! Felicitaciones ♡♡
ResponderEliminarMe enamore profundamente de esta historia, genial! Felicitaciones ♡♡
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