miércoles, 26 de agosto de 2015
CAPITULO 158
Entró a la habitación que se encontraba en penumbras pues mantenía las persianas cerradas para no enfrentarse con la vista, con suavidad la depositó en la cama y acomodó las almohadas, verla allí despertó en él un deseo inmenso de cuidarla, más allá del carnal que evidentemente estaba, ya que había soñado muchas veces con tener a Paula en su cama de nuevo, estaba ese que le pedía verla feliz e impedir que alguien pudiera dañarla. Se acostó detrás de ella deleitándose con su cercanía y su aroma, la acercó tanto como pudo para que todo espacio entre los dos desapareciera, pero después de unos minutos eso estaba poniendo a prueba su cordura al sentir la suavidad del trasero de Paula rozando su entrepierna, no pudo controlar la tentación y le acarició uno de los senos, la escuchó gemir y pegarse más a él provocando que el deseo lo recorriera como una ola de fuego.
—No voy a aguantar mucho más si me quedo aquí —se dijo a sí mismo cerrando los ojos, se movió cuidando de no despertarla y después de mirarla embelesado varios minutos se acercó para darle un beso en la mejilla—. Descansa preciosa, yo me quedaré contigo —susurró y le dio otro beso para salir al salón de la habitación.
Tomó su celular de la mesa donde lo había dejado y vio varios mensajes de su madre, allá debía ser cerca de medianoche, le contestó que todo estaba bien y que se comunicaría con ella temprano.
Vio el libro también y la rabia regresó hasta él con la misma intensidad de horas antes, lo agarró intentando acomodarlo pero parecía no tener remedio y lo lanzó a la mesa deseando estar frente a Susana Chaves y decirle unas cuantas verdades que se merecía.
De pronto una idea llegó hasta su cabeza, llamó a la recepción y pidió que le hicieran llegar los materiales que necesitaría para repararlo, seguramente le llevaría algunas horas, pero pensaba hacerlo y le daría la sorpresa a Paula.
Minutos después llegó uno de los botones con el pedido y
él dio inicio a su tarea. Estaba tan concentrado que se sobresaltó al sentir que algo comenzó a vibrar cerca de él, buscó el bolso de Paula y supo que era su teléfono, la idea de que fueran Howard le provocó un amargo sabor en la boca y no lo tomó, sencillamente lo dejó allí que se explotara si quería.
—¡Maldita sea, déjala en paz! —exclamó furioso y buscó el celular en el bolso de Paula para apagarlo, pero se detuvo al ver que las llamadas eran de Jaqueline Hudson.
La mujer parecía estar desesperada porque no solo le había dejado diez llamadas perdidas a Paula, sino también varios mensajes de voz y algunos por WhatsApp. El teléfono estaba desbloqueado pero él no tenía derecho a revisarlo, todo eso lo pudo ver por encima nada más, pensó en ir a despertar a Paula para que respondiera, quizás se trataba de alguna emergencia, pero antes de ponerse de pie notó que la luz de la pantalla del suyo se encendía anunciando una llamada entrante.
—Hola —contestó en inglés al ver que era un número nacional.
—Buenas noches señor Alfonso, soy Jaqueline Hudson, perdone que lo moleste, pero me gustaría saber si de casualidad usted sabe algo de Paula, teníamos que almorzar hoy juntas y nunca se presentó.
Pedro dejó ver una sonrisa antes de responderle a la mujer que se notaba bastante preocupada.
—Ella está conmigo —respondió y estaba por agregar algo más cuando la voz al otro lado de la línea lo interrumpió.
—¡Maravilloso! Yo muerta de preocupación y ustedes dos… ¿Podría por favor decirle que conteste mis llamadas? Le he dejado varios mensajes y llevo horas intentando localizarla.
El tono de voz de la manager de Paula cambió de inmediato, remplazando la angustia por una mezcla de alivio y reproche
—No puede ahora, pero le daré su mensaje… No tiene que preocuparse Jaqueline ella está bien —dijo con tono amable.
—¿Por qué no puede atenderme? ¿Dónde están ustedes?
Preguntó con desconfianza, Pedro lo supo por ese cambio que había dado su tono de voz de nuevo, pensó en evadir las preguntas, pero sabía que Jaqueline Hudson era capaz de aparecerse allí y formar un escándalo pensando que él tendría secuestrada a Paula.
—Paula está dormida ahora… tuvo un día complicado y necesitaba descansar —respondió sin entrar en detalles.
—¿Dormida?
La escuchó preguntar sorprendida y después susurrar un “la mato” que lo hizo sonreír, no tenía que ser adivino para saber lo que la rubia debía estar pensando, y él tampoco era quien para aclararlo.
—Ella está bien Jaqueline, quizás olvidó la cita que tenía con usted —decía y la voz al otro lado lo cortó.
—Sí, supongo que estuvo muy “ocupada”. Se suponía que nos veríamos después del almuerzo, ella tenía una reunión con su madre.
—La tuvo —contestó sintiendo la molestia de recordarlo—. Ya la pondrá al tanto de la misma, le daré su mensaje en cuanto despierte —mencionó en tono amable.
—Bien, le agradezco que lo haga y por favor cuide de ella.
—Lo haré, créame que si en mis manos está no dejaré que vuelvan a hacerle daño a Paula, sea quien sea —sentenció.
—Gracias Pedro, estamos hablando.
—Hasta luego, Jaqueline.
Con esas palabras se despidió de la rubia y se quedó unos minutos analizando su conversación con la agente de Paula, era extraño que ella no recibiera mal la noticia de que ellos dos estaban juntos, al parecer la rubia no tenía favoritismo hacia Ignacio, quizás el tipo no era el santo que Paula creía o a lo mejor Jaqueline apostaba más por él. Quizás tendría en ella una gran aliada para reconquistar a su escritora, aunque después de lo que habían vivido esa tarde suponía que las cosas entre ellos estaban bien, aunque no podía decir que fuera una reconciliación completa, su situación había dado un giro de ciento ochenta grados que indiscutiblemente lo favorecía, se dedicó de nuevo a continuar con su tarea, pero su cabeza no dejaba de lado las nuevas hipótesis que se iban formando a medida que analizaba la actitud de Paula.
CAPITULO 157
El resto del viaje lo hicieron en silencio pero sus miradas a momento se cruzaban y hablaban por ellos, cuando Paula estacionó en su plaza de la torre supo que tenía que hablar con él, había llegado el momento de decidir lo que harían, abrió la boca para empezar, pero Pedro la detuvo negando con la cabeza.
—Vamos, no podemos quedarnos aquí… puede llegar alguno de tus conocidos y no quiero exponerte Paula —le hizo saber mirándola.
—Claro, claro tienes razón —dijo con una sonrisa nerviosa.
Bajaron del auto para luego encaminarse hacia el ascensor, algunas personas se le unieron por lo que entendieron de inmediato que no podían hablar, los hombres que parecían ejecutivos marcaron el piso del restaurante, Paula marcó su piso y Pedro el suyo lo que la desconcertó, pensó que irían hasta su casa para hablar.
—Estaremos mejor en mi habitación —le susurró aprovechando que los hombres se encontraban entretenidos hablando de política.
Ella se tensó de inmediato y respiró profundamente para calmar los latidos de su corazón que se habían desbocado, sus rodillas comenzaron a temblar, internamente se reprochó por esa reacción tan exagerada que estaba teniendo, ni que fuera la primera vez que estaría junto a Pedro en un lugar
ellos dos solos, sin nadie más. Sin embargo, cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso veintiocho y él la tomó de la mano para guiarla sintió que se mareaba.
—Paula… todo estará bien —expresó al ver el pánico en ella.
Asintió y dejó que él la guiara por el pasillo tomándola de la mano, cuando llegaron frente a su puerta se las ingenió para extraer la llave magnética de su bolsillo, sin soltarla a ella ni al libro que se había empeñado en traer consigo, le abrió y la invitó a pasar mostrando una sonrisa radiante para que Paula confiara en él.
Ella lo hizo y miró a su alrededor como si fuera la primera vez que estuviera allí, le dedicó una sonrisa que ocultaba sus nervios cuando sintió que Pedro apoyaba su fuerte y cálida mano al final de su espalda para conducirla hacia el sofá gris en forma de L, donde el otro día se besaron y estuvieron cerca de terminar haciendo el amor.
Pedro colocó el libro, la llave y su teléfono móvil sobre la mesa junto a ella, se sentó dándole la espalda al inmenso ventanal para no toparse con su miedo y se quedó en silencio mirándola. De pronto recordó algo dejando ver una sonrisa mientras internamente le agradecía a su madre por ayudarlo aun desde la distancia.
—Dame cinco minutos… ya regreso —dijo poniéndose de pie.
—¿A dónde vas? —preguntó desconcertada e incluso llena de miedo.
—No voy a ningún lado, solo haré algo para ti —contestó y le dio un suave beso en los labios, deseando más que eso pero obligándose a hacer las cosas bien y despacio esta vez.
Ella confiaba en él así que se quedó allí a esperarlo, su mirada se topó con el libro viéndolo todo deforme y de nuevo su corazón se encogió, pensó que lo mejor sería echarlo a la basura o no podría olvidar ese amargo episodio con su madre, pero también le dolía deshacerse de éste porque sería en parte darle la razón. Suspiró y dejó que su mirada se perdiera en la hermosa vista de la ciudad que se tenía desde habitación, desde allí se apreciaba más cerca el canal y los barcos que lo transitaban, se sumió en el paisaje para olvidarse de lo que había ocurrido, pero las palabras de Susana llegaban hasta ella a momentos golpeándola de nuevo.
—Regresé —dijo Pedro acercándose con dos tazas con líquido humeante en sus manos— ¿Estás llorando de nuevo? —preguntó triste al ver que ella se limpiaba con rapidez una lágrima.
—Sí… pero no lo haré más, no puedo dejar que me siga afectando —contestó para después respirar profundamente y calmarse
.
—No puedes permitir que te afecte es cierto, pero si debes llorar hazlo Paula, no quiero que te cohíbas porque estás conmigo, sabes que yo te entendería… toma te hice un té —dijo con una sonrisa.
—¿Éste es el té que hacías en la Toscana? —inquirió acercándolo a su rostro con cuidado para apreciar el aroma a limón, canela y miel.
—Sí —respondió con una sonrisa al ver que ella lo recordaba, pues no lo colocó dentro del libro y pensó que lo había olvidado.
—Me encanta… lo acabas de hacer —comentó algo desconcertada.
—Tenía lo necesario aquí, el otro día hablé con mi madre y me hizo prometerle que me haría uno… porque lo necesitaba —dijo sin mirarla.
Paula se mordió el labio y asintió comprendiendo a lo que se refería, seguramente él también se había puesto mal después de su discusión y llamó a su madre para buscar consuelo en ella. Sopló el té para enfriarlo un poco y le dio un gran sorbo, no había olvidado ese delicioso sabor y no pudo evitar gemir de deleite cuando pasó el primer trago, Pedro la miró y le dedicó una sonrisa que la hizo sonrojarse, bebió de nuevo intentando no ser tan expresiva esta vez.
—Muchas gracias… me encanta —dijo con timidez.
Puso la taza casi vacía en la mesa de centro, se quitó los zapatos para subir sus pies también al sofá, por suerte llevaba pantalones y podía moverse como quisiera, aunque esa postura delataba que se encontraba nerviosa por estar allí con él a solas o lo que era más probable por la importancia del tema que debían tratar y ella no sabía cómo empezar.
Él terminó su té y dejó la taza también en la mesa, se acomodó apoyando su codo en el espaldar del sillón y posó su mirada en Paula mientras le sonreía al verla así.
Sentada de esa manera al otro extremo del sillón daba la impresión de tener quince años y los veintisiete que tenía, le extendia la mano libre.
—Ven aquí —dijo mirándola a los ojos.
Ella deseaba volver a tener la unión que tuvieron en su auto minutos atrás cuando todo fue perfecto, así que no lo pensó dos veces y gateó hasta él para acomodarse y terminar casi tendida sobre el pecho de Pedro, dejándose arrullar por los latidos del corazón del hombre que amaba y el calor que brotaba de su cuerpo.
—Sé que tenemos que hablar pero… —se interrumpió buscando las palabras adecuadas para dar inicio.
—No tenemos que hacerlo en este momento si no lo deseas, has tenido un día muy complicado hoy Paula y me lo advertiste, no deseas más presiones así que pienso respetar eso, mírame —le pidió tomándole la barbilla para subirle el rostro—. Sé que… me he portado como un idiota, te he estado acosando y solo he pensado en mí y en cuánto deseo tenerte a mi lado, pero no me he puesto en tu lugar, eso ha sido egoísta… lo admito y quiero que me perdones por ello preciosa. Prometo darte espacio… sé cuánto valoras que lo hagan, ya una vez me lo dijiste cuando estuvimos en Varese, así que lo haré —mencionó mirándola a los ojos.
—Gracias, gracias por todo Pedro, por comprenderme y sobre todo por estar aquí junto a mí en estos momentos —dijo ella perdida en sus hermosos ojos y por deseo llevó su mano hasta la mejilla de él.
—No tienes nada que agradecerme, estar a tu lado es lo que más deseo de ahora en adelante Paula —expresó con sinceridad.
Tomó la mano de ella para darle un beso en la palma, después entrelazó sus dedos y la apoyó en su pecho para que ella sintiera los latidos emocionados de su corazón, vio que iba a hablar de nuevo y la calló posando un par de dedos en sus labios, al tiempo que negaba.
Ella le entregó una hermosa sonrisa que iluminó su mirada marrón y se acurrucó a su lado envolviéndole la cintura con un brazo, Pedro también lo hizo pasándole uno por los hombros y se tendió en el sofá para estar más cómodos, comenzó a acariciarle el cabello disfrutando del aroma y la suavidad de las hebras castañas, sintiendo que el tiempo no parecía haber pasado para ellos.
Después de unos minutos notó que Paula se había quedado dormida, seguramente estaba agotada por toda la tensión que tenía encima y de la cual él también era culpable. Quiso que descansara mejor por ello con cuidado se movió para levantarse y llevarla en brazos hasta la habitación, ella se removió haciéndole pensar que despertaría, pero solo se pegó más a él hundiendo el rostro en su pecho.
CAPITULO 156
La mirada de Pedro se perdía ante la inmensidad del lago Míchigan y los distintos tonos de azules que iban desde el marino hasta un celeste casi trasparente, la suave brisa movía sus cabellos castaños con suavidad y traía hasta él las palabras de Paula cuando la llevó a Varese resonando en su cabeza, ella le había dicho que se sentía como estar cerca de casa, ahora comprendía por qué.
Había pasado dos días debatiéndose entre lo que debía hacer y lo que deseaba, cuando recibió la llamada de su madre no pudo mantenerla al margen de lo que había sucedido con Paula y aunque en ese momento había asumido que todo estaba perdido, que lo mejor era regresar a Italia y olvidarse de todo eso, su hermosa doña Amelia lo hizo desistir.
Se sentía tan dolido que le importaba muy poco si lo demandaban, si debía entregar la mitad de su dinero en compensación por el incumplimiento del contrato, si con eso lograba olvidarse de Paula, de sus caprichos y sus indecisiones, lo haría con gusto. Él había dado el primer paso, le había dicho que estaba dispuesto a todo, a darle lo que ella le pidiera con tal de una segunda oportunidad. ¿Y qué hizo? Nada, solo sacar excusas para ocultar la gran cobarde que era.
Así que gracias a los consejos de su madre aún se encontraba en ese lugar, ella le había sugerido que le diera un poco de tiempo, lo mismo que le dijeran Lucca y Lisandro, pensó que lo estaba haciendo, que Paula comprendería su actitud después de todo ella lo conocía y sabía que no era de las personas que se quedaban de brazos cruzados, quizás la haya presionado un poco con el tema de Howard, pero no podía controlarse, no podía siquiera imaginar que ese hombre tenía derechos sobre ella, que podía besar y acariciarla a su antojo.
Paula era suya y no le importaban los años que habían transcurrido, ella era suya porque así lo sentía cada vez que la tenía cerca, cada vez que respondía a sus besos y a sus caricias; podía jurar que no lo había olvidado, aunque le dijera que todo estaba acabado él sabía que no era verdad y en el fondo ella también lo sabía. Su corazón aceleró los latidos provocando en él esa sensación que viene cuando se tiene un presentimiento, movió la cabeza para mirar por encima del hombro a las personas en el parque tras él, todo le resultó igual de normal que minutos atrás así que se mantuvo en la misma postura, con sus antebrazos apoyados en la barandilla y la mirada en el paisaje.
—Será mejor que regrese —se dijo y comenzó a caminar.
Cuando entró a la vereda junto al estacionamiento uno de los autos allí detenido le llamó la atención, resaltaba entre todas las camionetas familiares y no creía que fuese de algunas de las personas en ese lugar, era un hermoso Cadillac Ciel modelo del año, su instinto masculino y amante de los autos lo llevó a enfocar mejor la mirada en éste, pero su sorpresa fue mayúscula cuando vio a la mujer dentro de él.
—Es Paula —susurró para sí mismo y se digirió hasta allí.
Llegó comprobando que su mente no le había jugado una mala pasada, era ella y además estaba llorando, de inmediato el corazón se le encogió al verla tan devastada y llevó sus dedos para tocar la ventanilla. La vio limpiarse las mejillas con ambas manos antes de mirar y acomodarse un poco el cabello, pudo ver que lo reconoció pero al parecer estaba debatiéndose entre si él era real o un producto de su imaginación.
—Abre la puerta Paula —pronunció haciéndole señas.
—No… necesito estar sola, por favor vete —pidió Paula desde el interior del auto mientras temblaba, no soportaría una discusión más ese día y siempre que hablaba con él terminaban peleándose.
—No me voy a ir hasta que sepa lo que te sucedió para que estés de este modo, así que abre la puerta —mencionó mirándola a los ojos.
—Estoy bien… no es nada —dijo encendiendo el motor dispuesta a marcharse, no podía contarle todo a Pedro, no sabía cómo reaccionaría él ante eso.
—Paula no seas terca y abre ya —ordenó moviendo la manija.
—Aléjate Pedro por favor o puedo lastimarte —indicó desviándole la mirada y movió la palanca de cambios.
—Perfecto —esbozó y se alejó pero no para permitirle a ella salir sino para apostarse detrás del auto móvil—. No me voy a quitar así que es tu decisión, o me abres la puerta o nos quedamos aquí todo el día y si quieres que me mueva apagarás el motor… no quiero sorpresas.
Se cruzó de brazos y elevó perfectamente su ceja derecha mientras la miraba por el vidrio mostrándose serio, la vio negar con la cabeza y llevarse la mano al rostro quizás para limpiarse las lágrimas, después apagó el motor y se movió para abrir la puerta del copiloto. Él caminó con rapidez antes que Paula fuera a cambiar de idea, subió al auto y posó su mirada en ella que no le daba la cara, solo observaba a las personas en el parque, estaba por hablar pero ella lo hizo primero.
—Te advierto que no estoy dispuesta a recibir una sola presión más, ni un reproche o un juicio, ya he tenido suficiente por hoy… en realidad he tenido suficiente en los últimos días —dijo sin mirarlo.
—¿Puedo preguntar al menos qué sucedió para que estés así? —inquirió mirándola, pero sin llegar a tocarla.
—Mi madre… se enteró de lo que tuvimos, no sé qué la hizo sospechar pero leyó el libro y me pidió que viniera hablar con ella, no me puso sobre aviso en ningún momento, esperó a que estuviéramos juntas.
Su voz sonaba ronca por el tiempo que había estado llorando y aunque deseó mostrarse impersonal, como si todo eso no le afectara demasiado, sintió una vez más las lágrimas acumularse en sus ojos.
No se le pasó por la cabeza que ese fuera el motivo por el cual ella estaba así, pero evidentemente la discusión con su madre tuvo que ser muy fuerte, le dolió verla tan mal y saber que él no estuvo presente en ese momento para defenderla, ese asunto era de los dos y aunque nadie tenía derecho a opinar y mucho menos a juzgarlos, si debían afrontar cualquier consecuencia debía ser juntos.
—¿Qué te dijo? —preguntó y su tono evidenció la molestia.
—Ya qué caso tiene Pedro… no importa —respondió y seguía sin mirarlo, sabía que si lo hacía terminaría llorando.
—¿Ella hizo eso? —le cuestionó mirando el libro destrozado en las piernas de Paula y un fuego se extendió por su pecho desatando la furia en su interior ante esa imagen.
—Sí —la palabra salió acompañada de un sollozo.
—Paula mírame —le pidió tomándola de la barbilla sintiéndola temblar y cuando vio sus ojos llorosos la ira dentro de él se unió al dolor.
—Ella me dijo que era lo peor que pude haber hecho en mi vida… que no debí publicarlo, que por el contrario tenía que estar avergonzada —hablaba dejando que las lágrimas bajaran por sus mejillas pesadas y cálidas mientras intentaba controlar los sollozos.
Pedro sintió que la furia le quemaba el estómago, tuvo que apretar con fuerza la mandíbula para mantener la boca cerrada y no mandar al Diablo a la madre de Paula, se acercó a su escritora y llevó sus manos hasta las suaves mejillas para retirar las lágrimas.
—No llores por favor preciosa, no me gusta verte así —le dijo con la voz ronca mientras la miraba a los ojos—. No tienes nada de lo que avergonzarte Paula, no cometiste ningún pecado ni has perjudicado a nadie con tu actitud y ella puede ser tu madre, pero no tiene ningún derecho a hablarte de esa manera ni mucho menos a hacer esto —mencionó con rabia tomando con una mano el libro y le dolió verlo así.
—Me dijo cosas tan feas Pedro… que era una cínica por haberte llevado a la casa y hacer que compartieras la mesa con ellos y con Ignacio, decía que estaba cegada… discutimos muy fuerte, le dije tantas cosas que me tenía guardadas, se supone que debería sentirme feliz y liberada… pero se trata de mi madre —pronunció sin poder dejar de llorar.
—Lo sé preciosa… lo sé, ya no llores más. Paula te juro que hubiera deseado estar allí y enfrentar todo eso contigo, hacerle ver lo equivocada que está con respecto a ti y a ese tiempo que vivimos juntos.
—No, todo hubiera sido mucho peor… ella podía llegar a ser dura y fría, pero hoy rebasó todos los límites —esbozó con decepción.
—Solo me bastó verla una vez para saber cómo es Paula, te creo y además no puedo explicarme cómo has dejado que te trate de esa manera por tantos años, odié cuando despreció tu trabajo al enterarse del embarazo de tu cuñada… pero eso va a cambiar, te prometo que no volverás a verte expuesta a una situación así nunca más, si me dejas yo cuidaré de ti y haré que te dé el valor que mereces, lo digo en serio, si quieres ahora mismo vamos hasta tu casa y dejas que hable con ella y con tu padre también, no les tengo miedo Paula —mencionó con determinación acunándole el rostro.
—Pedro por favor… eso sería complicarlo todo aún más, ella amenazó con destruirte si no hacía lo que me pedía… —decía cuando él la detuvo posando dos dedos sobre sus labios.
—Ella no puede hacerme nada Paula yo sé cómo defenderme.
—Pero… se lo hizo a Charles, le hizo la vida imposible a él por mi culpa y casi hace que pierda su beca —señaló mirándolo con miedo.
—Lo único que ella puede hacer para dañarme es alejarte de mí, nada me dolería más que eso Paula —expresó con su mirada anclada a la de ella, le dedicó una sonrisa y le acarició la mejilla—. Ella pudo dañar a Charles porque tenía poder sobre él, pero no lo tiene sobre nosotros preciosa —dijo para hacerla sentir confiada.
—No, y no la dejaré que haga nada… si se le ocurre intentar perjudicarte con la gente de la productora, porque sé que no se arriesgaría a hacer algo más público, pero si busca la manera de hacerte quedar mal con ellos, para que te saquen del proyecto lo lamentará. Se lo advertí, que no sería para nada sutil y le diría a todo el mundo la verdad… no dejaré que vuelva a controlar mi vida y mucho menos que te haga daño —mencionó con determinación sin predecir lo que sus palabras provocaban en Pedro.
—Aquí está, tú eres la Paula que conocí en la Toscana, gracias por ser tan valiente preciosa —esbozó tomándole el rostro entre las manos y sonrió emocionado.
Ella no pudo evitar sonrojarse ante el cumplido de él y su mirada se perdió en el azul de Pedro, se quedó en silencio solo observándolo y no supo si él se acercó primero o lo hizo ella, o quizás su mirada se lo estaba pidiendo, pero cuando lo sintió posar sus labios sobre los de ella cerró los ojos aferrándose a los fuertes brazos masculinos y abrió la boca para hacer el beso más profundo.
Pedro aceptó gustoso la invitación invadiendo con su lengua la boca de Paula para deleitarse en sus formas, su humedad y calidez, mientras le acariciaba las mejillas con los pulgares,
bebiéndose todos los gemidos que ella le entregaba en ese beso que ponía a latir su corazón con fuerza y a cantar la sangre que corría por sus venas porque era uno compartido y no robado, era uno que ella le estaba ofreciendo.
—¿Qué haremos? —preguntó Paula en un susurro cuando se separaron para tomar aire, tenía los ojos cerrados y la frente apoyada en los labios de él, sintiéndose aún flotar.
—Lo que nos haga felices —contestó de inmediato y se movió para buscar los ojos de Paula, necesitaba verlos.
Ella sabía que eso no era sencillo pero no ganaría nada con decirlo, solo arruinar ese momento y era lo último que deseaba pues se sentía muy bien estar así con Pedro, él la hacía sentir tan segura y tan confiada, llena de esperanzas y en el fondo era como si supiera que sin importar lo que sobreviniera siempre existiría una salida. Le dedicó una dulce sonrisa, pero después le esquivó la mirada apoyando su cabeza en el hombro de él, disfrutando de esa caricia que le dio en el cuello, y el suave y lento beso que depositó en su cabello, dejó escapar un suspiro pensando en todos los obstáculos que tenían delante de ellos.
Paula notó que un grupo de mujeres que se acercaban por la vereda miraban con gran interés hacia su auto, una alerta se disparó dentro de su cabeza y se movió con rapidez para separarse de Pedro, él la miró sorprendido por su arranque, pero no la retuvo así que ella le indicó con la mirada que viera.
—Tenemos que salir de aquí —le hizo saber encendiendo el auto.
—¿Quieres que me esconda en el portaequipaje? —preguntó en tono serio, pero en sus ojos brillaba la picardía.
—¡Tonto! —exclamó y después comenzó a reír.
Quiso darle un beso, pero las mujeres cada vez estaban más cerca y sabía que podía ser arriesgado si ellas los reconocían, así que puso el auto en reversa y con destreza salió del estacionamiento. Tomó la vía de regreso a Chicago y por alguna razón le parecía que su corazón latía a mayor velocidad de la que llevaba el auto mientras sentía la mirada de Pedro sobre ella, buscó mostrarse de manera casual activando el reproductor de nuevo, la música llenaría perfectamente el silencio.
—Esta lista de reproducción es muy vieja… —comentó sin mucho énfasis cuando comenzó a sonar una canción.
—No hay problema, me gusta esa canción Paula —le hizo saber con una sonrisa, le encantaba saber que estaba nerviosa.
Ella le respondió con el mismo gesto y puso su mirada en el camino de nuevo, intentando concentrarse en éste para organizar sus ideas, no sabía lo que sucedería en cuanto llegaran a su destino y la tensión estaba matándola, suspiró para aliviar un poco la presión en su pecho.
Pedro comenzó a seguir la canción en su cabeza y algo dentro de él pujaba para que lo hiciera en voz alta, miró el perfil de Paula sintiéndose tan profundamente enamorado de la mujer a su lado, por la que estaba y estaría dispuesto a todo si ella lo aceptaba a su lado, miró el libro destrozado en sus manos y eso lo llenó de valentía, antes de darse cuenta estaba cantando para ella.
—I'm not a perfect person; I never meant to do those things to you and so I have to say before I go that I just want you to know.
Ella pudo distinguir de inmediato la voz de Pedro por encima de la del vocalista de Hoobastank y su corazón se estremeció ante esas palabras, lo que significaban para ella viniendo de él.
—I've found a reason for me, to change who I used to be a reason to start over new and the reason is you —su voz sonó ronca por la carga de sentimientos que estaba impresa en cada palabra.
Paula aprovechó la luz roja del semáforo, se volvió a mirarlo sintiéndose primero sorprendida por su gesto y después tan conmovida que sus ojos se llenaron de lágrimas una vez más, pero ya no eran de tristeza sino de felicidad, lo vio tomar su mano y llevársela a los labios para darle un beso en el dorso mientras la miraba fijamente a los ojos.
—I've found a reason to show, a side of me you didn't know… a reason for all that I do and the reason is you —continuó la canción dejándole ver a través de esta parte lo que sentía por ella, limpió con su pulgar la lágrima que Paula dejó correr por su mejilla.
—Dame un beso Pedro —le pidió mientras soltaba el broche del cinturón de seguridad y se acercaba a él.
Pedro no dudó ni por un segundo en complacerla, también se liberó y tomó el rostro de Paula entre sus manos para besarla lleno de emoción, sintió la mano de ella acariciarle la nuca y después viajar entre su cabello entregándole esa caricia que tanto le gustaba. Mientras dentro de sus bocas estaban teniendo lugar esas maravillosas sensaciones, donde sus lenguas eran las protagonistas y podía sentir cómo su cuerpo iba ganando calor a medida que los besos se hacían más intensos.
El sonido de un claxon los sacó de la burbuja donde se encontraban, ambos se sobresaltaron separándose, Paula miró a través del retrovisor el auto tras ellos que esperaba para avanzar, elevó la mano pidiéndole disculpas y se puso en marcha de nuevo, mostrando una sonrisa radiante y cargada de picardía.
—La pueden arrestar y quitarle la licencia por hacer algo así señorita Chaves—esbozó juguetón al tiempo que le acariciaba una pierna.
—Y si no deja su mano quieta podemos terminar estrellándonos señor Alfonso —contraatacó mirándolo de reojo.
Ver que él se mordía el labio inferior hizo que algo dentro de ella, se contrajera de una manera tan deliciosa y dolorosa a la vez que no pudo evitar gemir, él movió su mano con lentitud, pero no para alejarse sino para colocarle de nuevo el cinturón. Ella le dedicó una sonrisa en agradecimiento y cuando Pedro le guiñó un ojo tuvo que suprimir un suspiro, tenía que controlarse o quedaría ante él como una tonta enamorada y puede que sí, ella estaba perdidamente rendida a él, pero aún quedaban cosas pendientes; Ignacio por ejemplo, debía hacer algo al respecto con su novio antes de entregarse de nuevo a Pedro.
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