domingo, 2 de agosto de 2015
CAPITULO 78
El intenso calor de la mañana había sido aplacado por la repentina lluvia vespertina que se adueñó del lugar y bañaba los cristales del inmenso ventanal que daba hacia el paisaje toscano, creando un hermoso espectáculo sobre los mismos.
Pedro observaba de vez en cuando desde el sillón donde se encontraba leyendo, como las manos de Paula se movían con rapidez sobre el teclado de su portátil sin tener siquiera que mirar hacia éste, mientras sus pupilas seguían cada palabra que iba plasmándose en la pantalla y pocas veces la veía pausar para releer lo que había escrito.
Lucía muy hermosa cuando se concentraba en escribir, desbordaba un tipo de pasión en esos momentos que a él le encantaba y no lo hacía sentir relegado en absoluto. Ella se disculpaba con él cuando veía que pasaba horas sentadas ante la máquina y apenas le prestaba atención, pero él le
aseguraba que no había problema, en realidad no lo había, pues mientras Paula escribía él leía o la admiraba y cualquiera de esas dos actividades las disfrutaba, incluso llegó a quedarse dormido arrullado por el particular sonido de las teclas, las lluvias repentinas que siempre ocurrían para esa época del año lo limitaban para hacer cualquier práctica fuera de la casa.
Nunca se hubiera imaginando sintiéndose cómodo en una situación como ésa, pero lo cierto era que lo estaba. A lo mejor tantos años de un estilo de vida tan apurado y desequilibrado fue lo que causó su debacle, debió tomarse un tiempo como tantas veces le aconsejó su familia, dedicarse un tiempo para él como persona y no entregar todo al actor. Fue sacado de sus pensamientos por el sonido de la canción principal de Cinema Paradiso, Love Theme. El tono de llamada que usaba para identificar a su madre, ya que esa melodía era una de sus favoritas y siempre se la recordaba.
—Ciao mamma, ¿come stai? —la saludó en italiano y se levantó para salir del estudio, no quería distraer a Paula.
Le dedicó una sonrisa cuando sus miradas se encontraron, ella respondió al gesto de la misma manera, esa mirada de ternura que veía en ella cada vez que su madre lo llamaba estaba presente de nuevo en las gemas miel llenándolo de calidez y seguridad. Salió y estuvo cerca de una hora hablando con su progenitora, se sintió tentando a hablar de Paula y contarle lo maravillosa que era, lo bien que se la estaban llevando para que en doña Amelia se aligerara un poco el pesar por creerlo sólo y abandonado en ese rincón de Italia. Sin embargo, cada vez que las palabras llegaban hasta su garganta lo invadía un nerviosismo estúpido que no había sentido antes, ni siquiera cuando le habló de la primera chica que le gustó siendo apenas un adolescente de trece años.
Su madre le facilitó las cosas, no al preguntar por su vecina, sino al anunciarle que irían a visitarlo para celebrar su cumpleaños y pasarían con él varios días. Se había olvidado por completo que dentro de una semana cumpliría veintiséis años, dejó ver una sonrisa consiente que si lo había hecho era por la capacidad que tenía Paula para ocupar todos sus pensamientos y hacerle pasar por alto una fecha que era tan importante para él, pues estaba llena de maravillosos recuerdos y los mejores de ellos junto a su familia con quienes había compartido desde que tenía uso de razón.
La noticia lo emocionó como era de esperarse, después de más de dos meses sin ver a su familia reencontrarse con ellos era algo que desde ese mismo instante comenzó a anhelar. No reveló nada en relación a Paula para darles la sorpresa a todos y para evitar que fueran creando juicios
sobre ella sin conocerla. Por lo general su madre siempre lo hacía y la mayoría del tiempo no jugaba a favor de la chica, por lo contrario Amelia Alfonso se afincaba, aunque lo negara, en buscar todos los defectos de las parejas de Pedro. Y no podía contradecirla pues hasta ese momento la mayoría habían sido una larga lista de desaciertos, y decía que hasta ese instante, porque estaba seguro que Paula lograría ganarse la aprobación de todos en su familia, incluida su madre.
Terminó la llamada después de una hora y caminó hasta la cocina para tomar agua, su madre siempre lo dejaba con la garganta seca, aunque suponía que ella debía quedar peor porque hablaba hasta por los codos. La sonrisa en su rostro era imposible de disimular y la sensación de felicidad que lo embargaba a cada minuto se hacía más grande, tomó un par de manzanas y regresó hasta el estudio. Cuando entró pudo ver que Paula aún seguía sumergida en ese mar de letras que aumentaba cada segundo en la pantalla.
—¿Cómo está todo en Roma?
Preguntó sorprendiéndolo pues creía que apenas había notado su ausencia, se acercó a ella con una sonrisa y le extendió una de las manzanas mientras tomaba asiento intentando tener un pequeño adelanto de la nueva historia de su escritora favorita, pero Paula captó su atención de nuevo.
—Supongo que han ocurrido muchas cosas, duraste casi una hora hablando con tu madre… por cierto me encantó el tono de llamada que usas para identificarla —dijo antes de darle un mordisco a la fruta y suspirar con deleite pues estaba deliciosa.
—Es de Cinema Paradiso —comentó él con una sonrisa y también mordió la manzana.
—Lo sé, Love Theme de Ennio Morricone, es una de mis melodías favoritas y la película es una verdadera obra de arte, es hermosa, emotiva, real —esbozó mirándolo y disfrutando de la sonrisa que Pedro le dedicó por sus palabras.
—Algo más en lo que estamos de acuerdo Paula, la película es una de mis favoritas junto a la Dolce Vita, me gusta mucho el cine clásico… y respondiendo a tu pregunta anterior, todo está igual que siempre según mi madre, parece que nuevos escándalos en la farándula han desplazado la sobre atención que me estaban dedicando a mí hacia otros —mencionó en tono casual y tomó otro bocado de la fruta disfrutando del dulce jugo de la misma.
Paula sintió su corazón detenerse un segundo y su estómago se encogió presa de una desagradable tensión al ser consciente de lo que ese nuevo cambio en la vida de Pedro significaba, si todo comenzaba a normalizarse lo más probable es que él tuviera la libertad para regresar a
Roma y retomar sus cosas.
—¿Eso significa que ya puedes regresar? ¿Vas a volver a Roma? — preguntó sin poder evitarlo, tenía la mirada puesta en la manzana que ya no le pareció tan apetitosa.
—No —respondió él de inmediato.
Su reacción fue tan categórica y rápida que terminó sorprendiéndolo, pero no pudo contenerla pues la sola idea de dejar ese lugar que había pasado de ser una cárcel a un paraíso colmado de tranquilidad y dejar también a Paula hizo que rechazara la idea enseguida. Sabía que salir de allí cambiaria todo aun cuando le pidiera a Paula que lo acompañara, algo que tampoco podía dar por seguro pues ella podía siempre negarse a esa petición, igual esa aparente calma que mostraba su situación en Roma desaparecería en el mismo instante que él pusiera un pie allí, más si lo hacía con compañía, no se quedarían en paz hasta descubrir todo con relación a ella y podía verse afectada por su culpa.
—No creo que las cosas estén aun del todo bien para regresar y tampoco deseo hacerlo Paula… al menos no por ahora —agregó mirándola a los ojos, y le dio un mordisco a la manzana para restarle importancia a todo el asunto, pero apenas si podía masticar.
—Pero… debes extrañar mucho a tu familia Pedro, en realidad lo haces y mantenerte alejado de ellos cuando puedes tenerlos a tu lado es algo… absurdo ¿no crees? —inquirió de nuevo.
No sabía por qué lo hacía, por qué seguir buscando una respuesta que podía terminar causándole daño, o quizás necesitaba que él le dijera que se quedaría allí por ella, que no podía soportar la idea de separarse. Quería que él deseara eso, que ella fuera tan importante para Pedro que decidiera mantenerse por más tiempo en ese lugar, a su lado, ése era un sentimiento muy egoísta y se sintió mal por ello, pero no pudo reprimirlo.
—Lo hago… pero para eso también hay solución, mi familia vendrá a verme dentro de poco Paula, cumplo años la próxima semana y mi madre tiene planeado festejarlo aquí… será algo sencillo solo mis padres y mis hermanos, quizás Luca un gran amigo de la familia y que es como un padre para mí, y por supuesto mis abuelos si pueden y no tienen otras ocupaciones —informó.
La idea había alejado la sensación de angustia que lo había embargado, ahora de nuevo la felicidad por tener a los suyos cerca lo arropaba. Se deleitó con la sorpresa reflejada en el rostro de Paula y le dedicó una sonrisa que llegó hasta sus ojos, su apetito por la fruta había regresado así que se la llevó a la boca y cortó un trozo con su blanca y fuerte dentadura.
—¿Tus padres vendrán a verte? —preguntó Paula mirándolo.
Aunque había entendido perfectamente no terminaba de asimilar el hecho que dentro de una semana estaría conociendo a la familia de Pedro, respiró profundamente para calmar los latidos de su corazón, su mirada se ancló en la zafiro de Pedro.
—Sí, justo como lo escuchaste. Nunca he pasado un cumpleaños lejos de ello y puedo asegurar que ésta no será la primera vez, mis padres lograran eludir a los paparazzi, de eso estoy seguro —contestó mostrando una sonrisa.
—Es una noticia maravillosa Pedro, me alegro tanto por ti… yo, no sé qué más decir, sólo que espero ansiosa ese encuentro, en verdad deseo conocerlos —esbozó sintiendo esa extraña mezcla de felicidad, angustia y expectativa que comenzó a perturbarla.
—Me hace feliz escuchar eso Paula pues tengo la firme intención de presentarte frente a ellos ese día… —decía.
—¿Le dirás que somos amigos? —inquirió expectante.
—No lo sé —dijo disimulando su sonrisa, se sentía dichoso al ver el nerviosismo y la ansiedad en Paula, eso despertaba una agradable sensación dentro de su cuerpo.
—¿Por qué? —lo interrogó de inmediato, se sentía desconcertada, no esperaba una respuesta como ésa de parte de él.
—Porque de decirles que eres mi amiga, no podré escaparme a tu casa todas las noches para dormir contigo —respondió con una sonrisa que se hizo más amplia cuando Paula parpadeó y abrió mucho sus ojos marrones.
—Tienes pensado dejarlos… es decir, es tu familia Pedro y viene a verte después de más de dos meses separados, lo más lógico es que dediques esos días a compartir con ellos —indicó.
Paula intentó ocultar la felicidad que saber que él estaría junto a ella le provocó, no tendrían que guardar las distancias, no sería excluida de los días de Pedro por la llegada de su familia.
—Y lo haré, pasaré los días junto a ellos… y si te parece bien tú puedes acompañarme, claro cuando no estés escribiendo. Pero me niego rotundamente a pasar una noche lejos de ti teniéndote tan cerca Paula —pronunció con determinación y le tomó la mano.
Ella se quedó muda ante la declaración de Pedro, no sabía cómo interpretarla, o mejor dicho, temía hacerlo y terminar creándose falsas ilusiones o aun peor darle mayor espacio a esa relación que ya había acaparado mucho dentro de ella. No podía escapar de la mirada de él y tampoco encontraba las palabras adecuadas para responderle, se mordió el labio inferior para drenar la ansiedad.
—Dígame señorita Chaves ¿Cómo desea que la presente delante de mi familia? —inquirió Pedro tanteando el terreno.
La actitud callada de Paula lo había puesto alerta, no deseaba exponer todas sus cartas y quedar en ridículo en caso que ella lo rechazara, así que le pondría la decisión en sus manos y que fuera Paula quien decidiera el término que usarían.
—Yo… no lo sé —los nervios hicieron vibrar su voz— ¡Pedro! No puedes poner en mí esa decisión, es tu familia —agregó sintiéndose desesperada.
—Bueno, tenemos un serio problema aquí entonces y lo mejor será buscarle una solución cuanto antes —dijo mostrándose serio, se armó de valor y mirándola a los ojos habló de nuevo—. Te presentaré como mi novia Paula… —esbozaba pero ella no lo dejo seguir.
—No puedes hacer eso… ¿Pedro te has vuelto loco? ¿Qué dirán tus padres, el resto de tu familia? Ninguno me conoce, apenas saben que existo y que llegues de buenas a primera a presentarme como tu novia sería quizás contraproducente —argumentó y los nervios la hacían sentir asustada.
—¡Ah! Pero puedo hacerlo, por supuesto que puedo y créeme lo haré… ya tendrán algunos días para conocerte; estoy seguro que les caerás muy bien y así me libro de tener que estar alejando a mi hermano Lisandro de ti todo el tiempo. Además no quiero fingir ante ellos que somos simplemente amigos; no poder besarte, ni escaparme contigo sería una tortura — mencionó mirándola a los ojos.
Entrelazó sus dedos a los de Paula apreciando que los de ella temblaban y de pronto se sintió nervioso también. Sonrió con esa mueca de medio lado que era en algunas ocasiones arrogante, seductora o como en ese instante un gesto que intentó ocultar su desconcierto por las emociones que lo embargaban, atrapó con su mirada la de Paula y formuló esa
preguntaba que le estaba costando tanto pronunciar, como si se tratara de un estúpido inexperto que le pide por primera vez a una mujer que sea su novia. Se descubrió recordando entonces en ese momento, que hacían muchos años que no le pedía a una mujer que fuera su novia, últimamente sus relaciones siempre empezaban en una cama, con una extensa jornada de buen sexo y todo lo demás quedaba claro si ambos se entendían.
Con Paula había sido distinto desde el inicio, primero fue esa relación de rivalidad que mantuvieron las primeras semanas de conocerse, después vino su relación de amigos con la cual se sintió cómodo, sería absurdo negarlo pues aun a esas alturas seguían siendo cómplices a pesar de los avances que había hecho en otros aspecto. Recorrió con la mirada el rostro de Paula y su corazón se lanzó en latidos desbocados, sólo una mujer en su vida había hecho que su corazón latiera de esa manera. No, ni siquiera Martina tuvo ese poder, él no era un adolescente en ese instante, era un hombre adulto y la mujer frente a sus ojos lo tenía completamente rendido a sus pies; ya había admitido que la quería, debería ser más fácil pedirle que fuera su novia, en realidad así lo fue, pues ni siquiera notó cuando abrió la boca de nuevo y su voz salió llenando el espacio.
—¿Quieres ser mi novia Paula? —preguntó con la voz ronca a consecuencia de las emociones que giraban dentro de él.
Ella parpadeó y después fijó su mirada en Pedro a la espera que él comenzara a reír diciéndole que todo había sido una broma, cuando vio que nada de eso pasaba comenzó a sentir como la ansiedad estaba a punto de quebrarla. Abrió la boca para responder pero no encontró dar con su voz, la
cerró de nuevo un par de veces mientras movía su cabeza ligeramente, al fin se obligó a reaccionar.
—¿Lo dices en serio? —inquirió y cuando vio que él se disponía a responder elevó su mano para detenerlo—. No espera, ok vamos a actuar como si fuéramos novios formarles delante de tus padres… claro para cubrir las apariencias. ¿Ése sería el acuerdo verdad? —inquirió mirándolo a los ojos para que fuera sincero.
Pedro dejó libre un suspiro para drenar la tensión que sentía, en serio Paula a veces le resultaba la mujer más incomprensible del mundo, la mayoría lo era, pero ninguna como ella.
—No he mencionado ningún acuerdo, te estoy pidiendo que seas mi novia ¿siempre te resulta tan complicado responder cada vez que alguien te lo propone o sólo se trata de mí? —interrogó con sarcasmo, elevó su ceja derecha taladrándola con la mirada.
—¡Sí! Es decir… no, no se trata de ti, es sólo que no me esperaba algo como esto —esbozó con timidez y posó la mirada en su mano entrelazada a la de Pedro, sintió como su corazón se aceleró.
—¿Por qué no? Hemos sido amigos… fingimos ser esposos, somos amantes ¿qué hay de extraño en que seamos novios? —preguntó una vez más y llevó su mano libre hasta la barbilla de ella, obligándola a que lo mirara a los ojos y le diera una respuesta.
—Supongo que nada… hasta tenemos fecha de aniversario —comentó con una sonrisa nerviosa.
—Hasta eso tenemos… pero sigo esperando tu respuesta.
Ella tomó una bocanada de aire y lo miró, lo hizo como quizás no había hecho hasta ese momento, él era un hombre muy apuesto pero más allá de eso era el hombre que hacía que su corazón latiera como nunca antes, que parecía conocer su cuerpo mejor que ella misma, era su amigo, alguien con el cual podía sentarse hablar por horas sin aburrirse o sentirse incómoda.
Con él podía ser simplemente ella, no era necesario pretender ser perfecta, podía equivocarse, temer o dudar con libertad porque Pedro no la juzgaría, ni le exigiría nada, sólo la dejaría ser, ya se lo había demostrado muchas veces.
Así que ¿por qué no confiar en él una vez más? ¿Por qué no ponerse en sus manos y simplemente dejarse llevar, por una vez en la vida? Pudo ver en la mirada azul la expectativa y quizás algo de miedo a ser rechazado, ya había visto esa mirada antes, pero esa vez no dejaría que sus miedos la dominaran, no lo lastimaría. Mostró una sonrisa radiante y asintió un par de veces antes de hablar.
—Sí… ¡Sí Pedro! —expresó sintiéndose feliz, casi pletórica y dejó libre una carcajada cuando él soltó el aire que contenía de golpe.
Pedro sintió como si le hubiera quitado un bloque de granito de los hombros y su corazón latió con tanta rapidez que pensó saltaría de su pecho. Si un par de meses atrás alguien le hubiera dicho que ésa sería su reacción ante lo que estaba viviendo, sencillamente no le hubiera creído, porque incluso en ese momento cuando la estaba experimentando no podía creer que una emoción tan grande pudiera existir.
Tomó el rostro de Paula entre sus manos y le apretó las mejillas ejerciendo un poco de presión para castigarla por hacerlo esperar tanto, le gustó ver como las pecas en su rostro se hacían más visibles y recordó el apodo que le había puesto su hermano “chispas de chocolate” antes le parecía ridículo, ahora le divertía.
—¡Al fin! Eres la mujer más difícil de convencer que he conocido en mi vida Paula Chaves… ya estaba comparándote con Julia Roberts en Novia fugitiva, te gusta hacerte de rogar —dijo riendo.
—¡No exageres! —le reprochó dándole un suave golpe en el pecho, pero seguía riendo y terminó haciendo un puchero.
—Sólo digo la verdad —la tomó en sus brazos y la hizo tenderse de espaldas encima del mueble que ocupaban, ella liberó un grito de sorpresa y él sonrió con malicia—. Ahora me pregunto ¿será posible que mi novia deje que le haga el amor o seguirá haciéndose de rogar? —le cuestionó mirándola a los ojos.
Cuando ella asintió mordiéndose el labio inferior y se movió en el mueble para tener una posición más cómoda, Pedro sintió que su cuerpo era envuelto por llamas, se quitó la camiseta que llevaba con rapidez y la lanzó a un lado. Sus manos viajaron al short de jean desgastado que llevaba Paula y en un movimiento lento lo sacó del cuerpo de la chica, después siguió con su blusa. Se detuvo un momento admirándola y era que Pedro comenzaba a tener un evidente fetiche por la ropa interior se Paula, le gustaba verla desnuda pero había algo sumamente excitante en mirarla también cubierta por esas pequeñas prendas, deslizó sus dedos por la suave tela del brasier en tono salmón y con movimiento ágil abrió el broche delantero del mismo, los senos de Paula quedaron expuestos para su deleite, los acarició con posesión haciéndola gemir y arquearse para exponerlos hacia él.
Pedro se entretuvo un par de minutos excitando los pezones de su novia y por ultimo bajó hasta alcanzar la diminuta panty de encajes y algodón que hacía juego con el sostén, la sostuvo entre sus dedos cerca de un minuto durante el cual disfrutó de los leves estremecimientos que le entregaba Paula y de ver como su piel se erizaba y se calentaba al mismo tiempo tiñéndose de un hermoso rubor. Comenzó a deslizarla muy despacio, sus ojos que seguían el recorrido de la prenda descubrieron una pequeña sombra de humedad en la misma que hizo que el miembro ya tenso de él casi se convirtiera en una columna de granito.
—Pedro—susurró ella cuando se sintió desnuda frente a él.
La voz de Paula lo sacó del trance en el cual se encontraba, sin siquiera tener que mirar lo que hacía se despojó de su propia ropa con premura y segundos después la cubrió con su cuerpo.
—Presiento que voy a disfrutar mucho de este encuentro ahora que tengo la certeza que eres mía —esbozó con una hermosa sonrisa mientras la miraba a los ojos, perdido en ese hermoso tono miel que comenzaba a pintarse de castaño oscuro cuando las pupilas de Paula se dilataron a causa del deseo, se abrió espacio en medio de las largas y torneadas piernas que cedieron a él de inmediato.
—Y yo estoy segura que lo haré tanto como tú ahora que sé que eres mío —mencionó envolviendo las caderas de Pedro con sus piernas para tenerlos más cerca, suspiró ante el roce de sus pieles desnudas y subió sus labios pidiendo un beso.
Pedro no era de los que se hacía de rogar y mucho menos por Paula que se había convertido en su mayor tentación y debilidad, así que se apoderó de la voluptuosa y rosada boca de ella con un beso profundo que dio inició a la danza de sus lenguas.
Su unión fue perfecta como de costumbre y lo que vino después fue un derroche de pasión y ternura, pues como él le había dicho harían el amor.
Ahora eran novios, las cosas debían ser diferentes aunque sólo fuese en términos y no en esencia, o al menos eso quisieron creer ambos para eludir el grado de compromiso que ese paso que habían dado les planteaba.
CAPITULO 77
Pedro miraba a través del ventanal la silueta de las colinas que se dibujaban perfectamente bajo el resplandor de la luna, pero él apenas apreciaba el paisaje, las emociones que lo recorrían y las palabras de Paula resonando en sus oídos lo abofeteaban con fuerza, golpes que parecían ir ablandando sus cimientos hasta hacerlo tambalearse. Su estúpido egoísmo lo había cegado de tal manera que dio todo por sentado con Paula, al igual que lo hizo con las demás mujeres en su pasado, aun consciente que lo que tenía con ella no era para nada parecido a lo que vivió hasta el momento, lo que ellos tenían era mejor, más intenso y compenetrado, era algo que no quería perder, que no soportaría perder, al menos no tan pronto.
Se giró y vio la puerta del baño cerrada, con largas zancadas llegó hasta ésta y rompió ese límite que Paula había colocado, la abrió; caminó encontrándola en la ducha, ella estaba de espalda y no pudo verlo. Desnuda y hermosa provocó el deseo en él, pero más que eso despertó la necesidad de sentirla cerca y suya, en muchos más aspecto que sólo el sexual. Se despojó de su ropa con rapidez y una sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio que ella parecía descargar la furia en la pobre esponja que estrujaba contra su cuerpo, no quería que lo siguiera haciendo, corrió la puerta de cristal muy despacio.
—No pagues con esa pobre esponja la rabia que yo te provoqué — susurró pegándose a ella, le envolvió la cintura con los brazos, la sintió tensarse y buscó la manera de relajarla dándole suaves besos en la nuca—. Lo siento… fui un imbécil Paula, no tenía ningún derecho a reprocharte nada, no cuando yo he fallado contigo y además un montón de veces… —susurró, deseando que ella percibiera la sinceridad y el arrepentimiento en sus palabras.
Su aliento se estrellaba contra la piel erizada del cuello de ella, mientras sus brazos mantenían una estrecha unión entre ambos, buscaba calmar esa necesidad de sentirla junto a él y que nada lograría separarlos, no mientras estuviera en sus manos conservarla.
Paula tragó con fuerza para pasar las lágrimas que intentaban ahogarla, cerró los ojos evitando que más siguieran corriendo por sus mejillas y dejó la esponja de lado, apoyó sus manos en los brazos de Pedro, no lo hizo con la intensión de alejarlo de ella, sino para acariciarlo y era que el simple hecho de sentirlo así, de sus palabras diciéndole que lo sentía, sus besos suaves y tibios.
Todo eso era demasiado para que pudiera soportarlo, mantenerse ecuánime y relajada, para separar lo que sentía y deseaba de lo que en realidad debía hacer.
Le estaba sucediendo algo con Pedro, algo que no podía seguir negándose y que tampoco podía controlar por más que lo deseara, él tenía el poder de mover todo su mundo a su antojo, ponerlo de cabeza, jugar con sus emociones, sentía que eso no era justo y a la larga iba a terminar sufriendo las consecuencias.
—Dime algo… dime qué quieres que haga. Me porté como un estúpido, un inmaduro y te estoy pidiendo disculpas por ello Paula, no te quedes callada por favor —mencionó de nuevo, el dolor que le provocaba verla así comenzaba a molestarlo— ¿Por qué no intentas ponerte en mi lugar un momento? Todo esto… todo lo que nos está ocurriendo es nuevo para mí y no sé cómo manejarlo, sé que no tengo derecho a exigirte nada… que tienes una vida lejos de aquí y yo no formó parte de ella… —hablaba cuando ella lo interrumpió volviéndose.
—Qué voy a ganar poniéndome en tu lugar y qué ganas tú poniéndote en el mío si ambos estamos igual —esbozó mirándolo a los ojos y después hundió su rostro en el pecho de Pedro para ocultar sus ojos llorosos —. Quiero estar contigo, pero a veces me resulta tan difícil comprenderte… me pides que sea más cálida y que te entregue más de mí, y no comprendes Pedro que quizás ya lo tienes todo o al menos mucho más de lo que alguna vez le he entregado a otro, que yo soy así… no soy una mujer de sentimientos, soy práctica y reservada… —dejó libre un suspiro trémulo y deslizó sus manos por la espalda de Pedro, abrazándolo, pegada a él, sintiendo su calor.
—Paula… yo —intentó hablar, pero no conseguía las palabras, sentía su corazón latir demasiado rápido.
—Sólo quiero que me aceptes como soy… que no intentes cambiarme, ya te lo dije antes… odio que me presionen Pedro, y sobre todo odio que lo hagas tú, porque has sido el único hombre ante el cual me he mostrado tal y como soy —pronunció mirándolo a los ojos, dejando que los de ella derramaran las lágrimas contenidas.
Él comenzó a besarla muy despacio, dejó que sus labios viajaran por todo el rostro de Paula, secó las gotas de agua que caían de la regadera y se confundían con el llanto de ella, la abrazó con fuerza cuando la sintió temblar y se movió para quedar él también bajo la copiosa lluvia de agua caliente, llevó sus manos hasta el cuello y después las subió acunando el pequeño rostro.
—Es con esta Paula con la que quiero estar, sólo con ésta que estoy viendo justo ahora, no quiero a ninguna otra, eres tú a la que deseo, con la que quiero compartir tanto como pueda, tanto como nos quede en este lugar, no quiero cambiarte Paula, no lo quise antes y no lo quiero ahora… por favor no pienses algo así, ya sé que me porto como un idiota a veces y tienes todo el derecho de molestarte conmigo, no sé siquiera por qué actué como lo hice —suspiró lentamente y cerró los ojos sintiendo que el latido de su corazón se hacía más pesado—. No puedo comprenderlo.
—No importa. Eso no importa Pedro… no analices nada, no lo hagamos ninguno de los dos. ¿Qué ganamos con ello? Tú me deseas y yo te deseo, eso es lo único que necesitamos… no le busquemos más explicaciones a esto —esbozó apelando a algo seguro y conocido que los mantuviera a salvo.
Ella también sentía emociones que la perturbaban y la llenaban de miedo, no quería ir más allá. Por primera vez Paula no quería satisfacer su curiosidad y buscar la respuesta a todo lo que estaba sintiendo, sólo se dejó llevar por esa pasión que la llenaba cada vez que él la tenía entre sus brazos.
CAPITULO 76
Una ligera brisa fría que recorría el lugar, envolvió a Pedro y
Paula en cuanto se encontraron fuera de la casa de los conserjes. Ella llevó las manos a su cuerpo para controlar el escalofrío que la invadió y brindarse algo de calor, se sentía embriagada del vino y una agradable sensación de felicidad. Pedro notó que ella tenía frío y con gesto protector le envolvió los hombros con un brazo, atrayéndola a su cuerpo para darle calor, Paula lo miró agradecida y él le dedicó una tierna sonrisa, después elevó la mirada y el cielo colmado de estrellas le entregó un verdadero espectáculo.
—Pedro… gracias por no aclararle a Jacopo y a Cristina la verdadera naturaleza de nuestra relación, ellos en realidad piensan que tenemos un compromiso formal —mencionó ella para romper el silencio que los envolvía a los dos, no supo a ciencia cierta por qué lo hizo, pero lo sintió necesario.
—¿Y cuál es la verdadera naturaleza de nuestra relación Paula? — preguntó, sintió como la tensión de horas atrás se apoderaba de él de nuevo, así como la molestia al recordar el término usado por ella.
—¿Cómo cuál? —inquirió desconcertada y lo miró parpadeando. Él se mantuvo en silencio y ella pensó que quizás esperaba que fuera quien lo determinara, le resultó absurdo tomando en cuenta que los dos estaban claros en ello—. Pues, nosotros somos… somos un par de amigos que comparte la intimidad —indicó con algunas dudas.
—¿Amantes quieres decir? —preguntó sin sutilezas y ella asintió, aunque se mostró un poco incómoda por el término, Pedro tensó la mandíbula y pensó en callarse, pero la resolución no le duró un minuto, así que habló de nuevo— ¿Sabes algo? Eso no fue lo que me pareció esta tarde… pensé que las cosas habían cambiado —dijo y se detuvo ante la puerta de la casa de Paula.
Ella lo miró sorprendida por el comentario y por verlo detenerse allí.
¿Acaso no pensaba entrar? Se preguntó en pensamientos e intentó hablar, pero no dio con las palabras adecuadas, abrió la puerta y la dejó así tras ella, dejándole a él la libertad de irse o quedarse.
Pedro posó la mirada un segundo en la casa que él ocupaba y le pareció tan solitaria y fría que despertó de inmediato su rechazo, dejó libre un suspiro sintiéndose derrotado por Paula y sus propias necesidades, cerró los ojos y no analizó sus acciones, sólo entró tras ella y cerró la puerta después.
—Estoy cansada… voy a subir ya —mencionó al ver que él se dirigía a la cocina y abría la nevera para tomar algo.
—Bien —esbozó con parquedad.
Bebió el agua que se había servido de un solo trago, mientras su mirada estaba fija en la figura de Paula que subía las escaleras. Pensó en quedarse allí hasta que esa sensación de molestia lo abandonara, pero una vez más fallaba en su objetivo. Verla tan tranquila, como si todo estuviera normal y no hubiera hecho nada horas atrás lo enfurecía, no podía entender como Paula podía ser tan fría con respecto a su relación, no era que pidiese que se desviviera en cumplidos y atenciones para con él, pero por
primera vez en su vida se sentía en el papel de aquel que sólo se buscaba para calmar las ganas y nada más.
—Voy contigo —mencionó y se encaminó hacia la escalera.
Ella se volvió a mirarlo pero continuó con su camino, no lo esperó y tampoco le respondió con palabras, su actitud distante la molestaba; la frustraba, ya estaba harta de tener que estar lidiando con sus cambios de humor todo el tiempo, odiaba cuando se mantenía callado, como esperando que ella adivinase lo que le pasaba, mientras su mirada le enviaba mensajes que la confundían, que la exasperaban; lidiar con Pedro cuando se ponía así era agotador, y era lo último que ella deseaba hacer aquella noche. Entró a la habitación encendiendo las luces, después caminó hasta el tocador, se recogió el cabello en un moño de bailarina, se quitó las sandalias dejándolas en su lugar en el armario y estaba por quitarse el vestido cuando lo vio entrar. El gesto de molestia en el rostro de Pedro casi hizo que deseara no verlo allí.
—Me voy a dar un baño, me siento agotada —le informó de manera fría, sin mirarlo siquiera.
—Yo también me siento cansado, voy a dormir —esbozó deshojando los botones de su camisa, mientras con sus talones se quitaba los zapatos y tampoco la miraba.
¿Dormir? Ellos se encontraban supuestamente de “aniversario” y él le decía que se iba a dormir. Ahora sí que estaba pasando algo y muy grave.
Paula sencillamente no podía creer lo que había escuchado,
Pedro nunca había mostrado intensiones de dormir, al menos no antes de tener sexo con ella hasta entrada la madrugada, y ahora sin más terminaba la velada de esa manera, diciéndole que estaba cansado ¿cansado de qué? ¿De ella, de lo que tenían? Estaba por entrar al baño cuando la ira se apoderó de su cuerpo y terminó por estallar saliendo al exterior con fuerza.
—¿Se puede saber qué demonios te ocurre? —preguntó volviéndose para mirarlo con furia.
Él se encontraba sentando en la cama, con la espalda apoyada en la cabecera y las piernas estiradas, aún llevaba puesto el pantalón de vestir azul marino, cuando siempre se desnudaba por completo antes de irse a la cama, estaba revisando el móvil. ¿Para qué carajos lo hacía si nadie le escribía, su familia siempre lo llamaba al teléfono de la casa? ¿O las cosas habían cambiado y ella no lo sabía?
—¿Tiene que ocurrirme algo? —inquirió, elevó una ceja sin dejar de mirar el calendario en su celular y mover su pulgar sobre las fechas.
—¡No! Al menos no debería, pero tu actitud no dice lo mismo ¡Y mírame a la cara que te estoy hablando! —exclamó llena de rabia.
—No tienes que gritar, no me encuentro en otra habitación sino en ésta —arrastró las palabras y posó su mirada en ella.
Paula hubiera preferido que no lo hiciera, era fría y oscura, carente de la emoción que siempre le dedicaba a ella, las ganas de llorar le llegaron de golpe, pero luchó contra esa emoción y se irguió para hacerle ver que no se acobardaría ante su gesto.
—Si te vas a mostrar de esa manera… entonces es mejor que te vayas y me dejes sola —esbozó y sintió que algo dentro de su pecho se quebraba, sobre todo al ver que Pedro mantuvo su semblante impasible, como si no la hubiera escuchado o peor como si no le importara lo que había dicho.
—¿Eso es lo que quieres? —preguntó ocultando su dolor con una máscara de frialdad y se puso de pie.
—¡No, eso es lo que tú quieres! Lo haces demasiado evidente Pedro y te sientes cansado, pues déjame decirte que yo también lo estoy… —se detuvo para tragar y pasar el nudo de lágrimas—. Si no quieres decirme lo que te pasa estás en todo tu derecho, pero no vengas a tratarme con esa frialdad y esa distancia porque no lo merezco — puntualizó derramando al fin las lágrimas, las limpió con un movimiento rápido y brusco.
—¿Y yo sí Paula? ¿Yo merezco que me mantengas siempre lejos de ti? ¿O cómo crees que me sentí hoy cuando prácticamente me lanzaste fuera del estudio porque estabas hablando con tu hermano? ¿Acaso no fuiste fría y distante? —echó afuera todos los reproches que se había guardado hasta el momento.
—¿De qué hablas? —preguntó ella desconcertada.
—¿De qué habló? ¡Por Dios, Paula! Esta tarde fue tan evidente tu incomodidad cuando entré al estudio, y como si eso no hubiera sido suficiente le dijiste a tu hermano que yo era solamente “tu vecino” ¿Cómo crees que me hizo sentir eso? —inquirió mirándolo con resentimiento.
—¿Qué querías que le dijera? ¡Es mi hermano! No le podía decir que como si fuera lo más natural del mundo “Nico, te presento a mi amante, llevamos apenas dos meses conociéndonos, pero he tenido más sexo con él de lo que he tenido en toda mi vida con otros” —esbozó con sorna, sintiéndose sorprendida por sus reproches.
—No era necesario entrar en detalles, yo jamás te expondría de esa manera delante de tu familia Paula, sé muy bien que existen límites, pero podías haberme pedido que me acercara y haberme presentado como un amigo, no veo que eso tenga algo de malo o vergonzoso para ti ¡Que al menos supieran de mi existencia! —le recriminó furioso.
—¿Acaso tu familia sabe de la mía? —preguntó ella con el mismo sentimiento que a él lo poseía.
—¡Por supuesto! —indicó de inmediato.
—¡Claro! Ellos lo saben… saben que soy tu vecina, nada más, así que si te molestó que no te presentara a Nico, créeme a mí no es que me agrade mucho que aún a estas alturas, tú tampoco le hayas mencionado a tu familia al menos que somos amigos —mencionó dejando salir también aquello que se había callado por más tiempo.
Él se quedó en silencio sintiéndose en jaque, no podía hacer nada en su favor, Paula tenía toda la razón y ahora que era él quien había sido obligado a ponerse en su lugar se daba cuenta, ella se había mantenido conforme con su papel en ese juego, no había hecho ningún tipo de reclamos, así que ¿con qué derecho venía a hacerlos él?
—Creo que estamos a mano Pedro —esbozó con desgano.
Le dio la espalda y se metió al baño cerrando la puerta tras ella, dejándolo fuera de ese lugar, colocando un límite más que evidente. Se esforzó por mantener las lágrimas a raya, aunque su corazón pujase por dejarlas en libertad sabía que no ganaba nada con ello, no tenía sentido ponerse a llorar como una idiota simplemente porque él creyese que a ella no le importaba si su familia la conocía o no. Se desvistió con rapidez para entrar a la ducha y dejar que el agua se llevara el cansancio y esa tristeza que la envolvía, o poder llorar con libertad pues de esa manera ocultaría su llanto.
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