lunes, 17 de agosto de 2015

CAPITULO 127





Pedro había llegado a la fiesta minutos antes que Paula, pero su aparición apenas si causó algunos comentarios, eso no lo sorprendía y hasta esperaba algo así, él no tenía conocidos en ese lugar por lo tanto no tendría a nadie a quien saludar. Sin embargo, varias miradas se posaron en ellos, sobre todo entre las damas quienes se mostraron más interesadas en el trío, que el resto de los asistentes.


De inmediato su mirada recorrió el salón en busca de Paula, pero no logró dar con ella, así pasaron varios minutos, él fingía seguir la conversación casual que Lucca y su hermano llevaba, pero su vista nunca dejó de buscarla. Algunas personas pasaban a su lado y podía percibir el interés en sus miradas, pero ninguno se atrevía a acercarse para preguntarle algo y a él le resultaba mucho mejor así.


Al fin encontró a la causante de la mezcla de sentimientos que lo colmaban, notó que apenas estaba llegando a la fiesta, ya que la misma mujer que los recibió a ellos venía ahora con ella, su hermana y su agente. Las dejó junto al grupo de la producción que disfrutaban de la velada, vio a Paula sonreír de manera amable a cada uno y abrazar a las mujeres.


Lucía verdaderamente hermosa, no tenía nada que envidiarle a las demás mujeres presentes en ese lugar, por el contrario ella resaltaba entre todas, el vestido moldeaba su silueta a la perfección y sabía que no podía ser de otra forma, ella tenía el cuerpo más exquisito que hubiese visto nunca.


De pronto vio cómo su semblante cambiaba y los demás parecían apresurados en hablar sobre algo, pero ella ya no se veía como antes, ahora parecía otra mujer, su mirada y sus gestos evidenciaban que algo la había irritado y allí estaba de nuevo, esa fuerza y pasión que él conocía tan bien, podía ver cómo poco a poco se apoderaba de ella haciéndola lucir como tanto le gustaba.


Odiaba a la Paula sumisa, a la conformista, a la controlada, esa que le había mostrado desde que se vieron de nuevo, no era a esa a la que había venido a buscar, sino a la que justo en ese instante tenía ante sus ojos.


—Lucca, dame el contrato, ha llegado el momento de entregarlo.


La voz de Pedro sorprendió a sus acompañantes, quienes se habían concentrado en observar a los invitados en vista de lo poco comunicativo que estaba el actor, comprendían que él no pudiese hablar de nada que estuviese relacionado con la película y estando en ese lugar eran pocos los temas de conversación que podían tener, tampoco se aventuraban a hacerlo en italiano porque sabían que en cuanto alguien los escuchase no les sería difícil sacar conclusiones.


—Por supuesto… ¿Sucede algo? —preguntó intrigado, siguiendo la mirada del castaño y el lugar donde la tenía enfocada le dio la respuesta—. Al parecer están un poco tensos, quizás sea por tu causa —comentó para que Pedro estuviese preparado.


—Es probable, por ello no los haré esperar más —señaló sin mucho énfasis y dio un par de pasos cuando se detuvo en seco.


Al otro lado del salón sus ojos captaron a un hombre que miraba descaradamente a Paula, sabía perfectamente que era a ella pues el tipo estaba siendo muy evidente, además como cazador Pedro sabía perfectamente como reconocer a otro y ese hombre lo era, su lenguaje corporal se lo dejaba claro, pero estaba loco si pensaba que lo dejaría salirse con la suya.


Hasta el momento no se había percatado de ello pues toda su atención se había concentrado en Paula, pero cuando recorrió el salón con la mirada pudo ver que el rubio no era el único que tenía los ojos puestos sobre su mujer, muchos más también lo hacían y ni siquiera disimulaban. Eso hizo que una hoguera cobrara vida dentro de su pecho y retomó su marcha con paso decidido, se tensó aún más al ver que el hombre había llegado hasta ella y le ofrecía una copa de champagne sacando parte de su artillería, lo que no sabía era que él tenía una gran ventaja sobre él y sobre toda la cuerda de miserables que la deseaban; ella había sido suya y podía jurar que seguía siéndolo.


—Buenas noches —mencionó encontrándose cerca, de inmediato todas las miradas se posaron en él, pero la suya solo lo hizo en Paula, en ese lugar no existía nadie más para él.


—¡Señor Alfonso! Buenas noches… Es grato verlo otra vez.


—Digo lo mismo señora Wilson, es un placer encontrarlos a todos de nuevo —contestó desviando apenas la mirada—permítanme presentarles a mi hermano, a mi agente el señor Puccini ya lo conocen —indicó señalando a su acompañante.


—Encantado, Lisandro Alfonso—por cortesía saludó primero a la mujer que su hermano había nombrado, pero después de ello su mano buscó la de la escritora—. Señorita Chaves es un placer conocerla, permítame expresarle mi admiración no solo por su gran trabajo sino también por su belleza —dijo mostrando una sonrisa.


—Muchas gracias señor Alfonso, yo también estoy encantada de conocerlo —mencionó Paula recibiendo la mano del hermano de Pedro mientras se obligaba a no temblar.


Se sentía perturbada primero por la manera en la cual él había hecho acto de presencia y todo empeoró al ver que venía junto a su hermano, podía jurar que todo quedaría al descubierto en ese momento, pero para su fortuna o Lisandro Alfonso era tan buen actor como Pedro o no la había reconocido.


Pedro pudo ver cierta veta de miedo en la mirada de Paula cuando lo vio llegar y se sintió extrañado ante esa reacción, así como ese saludo tan mecánico que le había dado a Lisandro, esperaba que ella sintiera lo mismo que percibió él cuando se presentó ante Diana. Por el contrario, su hermano usó la misma estrategia que con todas las mujeres que conocía, halagar algo que fuese importante para ellas y después lanzarse con un cumplido, eso provocó que quisiera golpearlo por querer jugar al Casanova.


Paula estaba tajantemente prohibida para él y se lo hizo saber de manera sutil dedicándole una mirada, vio el desconcierto reflejado en su semblante, y cayó en cuenta que él no estaba al tanto de nada, ya después buscaría la manera de dejárselo claro. Uno a uno se fue presentando hasta que llegó el turno para el rubio quien antes que Lisandro lo hiciese, se dirigió al actor y le extendió la mano.


—Así que usted es el famoso Pedro Alfonso… —decía extendiéndole la mano, cuando él lo interrumpió.


—Famoso en mi país, porque aquí soy un completo desconocido como se habrá dado cuenta — esbozó dándole un apretón firme.


—Aquí es solo cuestión de tiempo, de horas diría yo… Pero soy consciente que en su país es una especie de ídolo de generaciones, catorce años siendo considerado uno de los mejores actores italianos supongo que no es algo sencillo de mantener, sin embargo usted lo ha conseguido —señaló
mirándolo a los ojos.


—Parece estar usted muy bien informado señor…—se detuvo para hacerle saber que aún no había dicho su nombre.


—Que descuido el mío, perdone no me he presentado, soy Guillermo Reynolds —dijo mostrando una amplia sonrisa.


La sorpresa se reflejó de inmediato en el rostro de Pedro, él no se había interesado en buscar información sobre el dueño de la productora que había comprado los derechos de Rendición, pero lo imaginaba completamente distinto al hombre que tenía ante él. Lucca que si lo había hecho miraba desconcertado al rubio que no debía tener más de treinta y cinco años, ese no era el Guillermo Reynolds que él conocía, se disponía a hablar cuando el rubio vio sus intenciones.


—Mi padre es el presidente de la productora, llevamos el mismo nombre y esto se presta a confusiones, pero cuando habla conmigo es como si lo estuviese haciendo con él, llevamos la misma pasión en las venas… Justo ahora le mencionaba a la señorita Chaves que acabo de llegar de su país y logré firmar un contrato con el señor Davide Codazzi para utilizar su propiedad como escenario para Rendición… Es un lugar realmente hermoso, en pleno corazón de la región de la Toscana… —decía cuando el italiano lo interrumpió.


—Conozco la propiedad de los Codazzi… —mencionó sin poder evitarlo al sentir que su rechazo hacia ese hombre crecía. ¿Cómo pretendía darle a él referencias sobre su propio país? vio cómo Paula bajaba la mirada y se tensaba, no deseaba incomodarla así que buscó la forma de aclarar su comentario—. Nuestros abuelos tienen una propiedad cerca, pero se dedican a la crianza de caballos, un negocio de generaciones que empezó desde hace dos siglos, un tío abuelo de mi padre era amante de los caballos pura sangre y logró sacar grandes cruces, pero esa es otra historia. Como le decía, he tenido la oportunidad de visitar la misma en algunas ocasiones y me parece un lugar perfecto —acotó de manera casual.


—Así que usted también lo ha visitado, que coincidencia la señorita Chaves también pasó una temporada allí hasta donde tengo entendido, contaremos entonces con dos personas que conocen bien la propiedad, eso es maravilloso —indicó Marcus con una rictus en los labios que se suponía era una sonrisa—. Aunque creo que me estoy adelantando a los hechos ya que usted no nos ha dado una respuesta aún —agregó intentando no mostrarse urgido por esta.


—Tiene razón, ha sido una actitud completamente desconsiderada de mi parte, les pido disculpas por ello, pero cuente con esas dos personas para guiarlos dentro de la propiedad de los Codazzi — contestó Pedro mirando al hombre, podía sentir que él no le caía bien, pero poco le importaba eso, el sentimiento comenzaba a ser mutuo, le mostró una sonrisa arrogante y después se volvió hacia
Paula—. Lucca, ¿podrías pasarme el contrato por favor? —pidió.


—Por supuesto, aquí lo tienes —respondió él entregándoselo.


—Gracias —mencionó recibiéndolo, sin siquiera mirar a su agente, pues no apartó su vista de la escritora—. Paula —la llamó y la mirada marrón encontró de inmediato la azul de él—. Será un placer trabajar con usted y ser su Franco Donatti, señorita Chaves—pronunció en un tono suave y sumamente atrayente, haciéndole entrega a ella del contrato y sorprendiendo a todos en el lugar.


Un silencio incómodo se apoderó de los presentes, Pedro debía entregarle el contrato a Martha pues era a quien le correspondía, no a la escritora, ella no tenía nada que ver con el casting, su participación en las audiciones solo era para dar su visto bueno a los candidatos y nada más. Una vez más Pedro estaba dejando claro que la opinión de ella era la única que realmente le interesaba, apenas si se inmutó ante las miradas que le dedicaban las demás personas, la suya estaba clavada en la dueña de su alma.


Paula sentía que su corazón latía demasiado de prisa, escuchar a Pedro llamarla por su nombre otra vez había sido como un detonante para que cientos de emociones estallaran dentro de su pecho, estaba conteniendo la respiración y temblando al mismo tiempo, su mirada no podía escapar de la de él, fue como si todo a su alrededor desapareciera y el tiempo se hubiera detenido.


Apenas notó cómo su mano salió en busca de la de él, se topó con la carpeta, pero la manera en como el actor sostenía la misma hizo que inevitablemente sus dedos se rozaran.


—Gracias —esbozó, su voz era igual de suave, un susurro.


Sus dedos temblaron ante el cálido roce con los de Pedro, una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios cuando esa calidez subió por todo su cuerpo en cuestión de segundos y colmó su pecho, al tiempo que sus ojos se iluminaban. Él solo asintió en silencio, pero le regaló una sonrisa que llegó
hasta sus mágicos ojos azules, la misma sensación que había cubierto a Paula también lo envolvía a él, fue como si ese simple roce de pieles y el intercambio de palabras encerraran mucho más que el simple acuerdo que los demás creían, bueno al menos en su mayoría.


Jaqueline casi estaba que aplaudía ante la escena, sentía su corazón latir tan rápido, desbordando felicidad por su amiga, Paula estaba enamorada de ese hombre, podía empeñarse en negarlo una y otra vez, pero era evidente que aún lo amaba, nada más había que ver la forma en que se iluminó su mirada para descubrirlo; además debía resaltar la manera de proceder de Pedro Alfonso, si hasta a ella misma la había cautivado con esa declaración y el tono de voz que utilizó, había sido tan íntimo, tan sutil que tuvo que suprimir un suspiro para no parecer una quinceañera o arruinar la escena.


—Supongo… que esto quiere decir que ya tenemos protagonista de manera oficial —mencionó Patricia rompiendo el silencio.


Y por supuesto, también la burbuja que se había creado en torno a Paula y Pedro, ambos sintieron como si los acabasen de despertar de un sueño, uno muy placentero además. Ella se irguió dándose cuenta en ese momento que al parecer se había inclinado un poco hacia él, aún su corazón latía con mucha prisa y sus manos eran presa del temblor, respiró para llenar sus pulmones de nuevo, intentando hacerlo de manera disimulada y después de eso posó su mirada en la carpeta con el logo de The Planet.


—Aún no, todavía falta que Thomas y el señor Reynolds reciban el contrato y hagan el anuncio — señaló Marcus con su tono glacial.


—En ese caso, mi padre estará feliz de recibir el contrato en este preciso momento, creo que debería entregársela a Martha y que sea ella quien se la haga llegar. ¿No le parece Paula? — inquirió Guillermo mirándola mientras le sonreía.


La sonrisa se había desvanecido de los labios de Pedro cuando la guionista retomó la conversación, pero mantenía su felicidad interna al comprobar que no le era completamente indiferente a Paula. Sin embargo, cuando escuchó a ese hombre llamarla por su nombre de pila sintió que lo golpeaba en la cara, tensó la mandíbula y su mirada se volvió fiera.


Paula no se había percatado que aún mantenía la carpeta en sus manos, se encontraba abrumada por todas las sensaciones que la recorrían, apenada se la entregó a la encargada del casting.


—Por supuesto… perdón, toma Martha —mostraba una sonrisa amable que intentaba ocultar los nervios que sentía.


—No te preocupes Paula, bienvenido al equipo y a este proyecto señor Alfonso, ahora si no es mucha molestia le importaría acompañarme a ver al señor Reynolds por favor —pidió mirando con seriedad al joven. Se había sentido un poco dolida por cómo la ignoró entregándole la carpeta a Paula.


—Gracias Martha, será un placer acompañarla —contestó mirando a la mujer a los ojos, podía sentir la tensión en ella, así que le dedicó una sonrisa y le ofreció su brazo para compensarla por lo que había hecho. Antes de salir de allí miró a sus acompañantes y estaba por decir algo cuando su
hermano lo hizo.


—Ve tranquilo, nosotros seguiremos disfrutando de la velada —mencionó y le entregó una mirada que ambos conocían bien.


—Perfecto, nos vemos dentro de un rato, con su permiso —dijo observando una vez más a Paula.


—Esperen, nosotros también los acompañaremos, supongo que aún no ha saludado a mi padre, ¿no es así? —le preguntó a la escritora mientras le ofrecía su brazo.


—No, la verdad aún no he tenido la oportunidad… —contestó ella sin saber qué hacer ante el gesto del hombre.


Se sentía cohibida por la presencia de Pedro allí, pero una mirada fugaz a Jaqueline sirvió para que se decidiera, ella le había indicado de manera disimulada que aceptara la invitación de Reynolds.


—Permítame llevarla con él entonces para que pueda hacerlo, estoy seguro que estará feliz de verla —le dijo con una sonrisa.







CAPITULO 126




Desde el mismo momento en el cual se percató de la presencia de la escritora en ese lugar y más aún de lo hermosa que lucía esa noche, sus ojos no habían logrado apartarse un solo instante de su figura, la siguió mientras caminaba en compañía de su hermana y su agente por entre los invitados, mientras las personas a su alrededor seguían una conversación en la cual él solo participaba escuetamente. Por fin tuvo la oportunidad para excusarse con ellos, se liberó de ese círculo y caminó muy despacio pero sin perderla de vista, la verdad era que aunque quisiese no podía hacerlo.


Paula Chaves tenía la espalda más atractiva que hubiese visto en años y vaya que había visto muchas, pero esa tenía algo que lo hechizaba, que hacía que desease tocarla, se sentía tentado sobre todo por la manera en la cual se la mostraba, esplendorosa, con una desnudez sutil y sumamente sensual, caminaba hacia ella deleitándose con cada una de las curvas que adornaban el magnífico cuerpo de la afamada autora de su próximo proyecto.


Las personas en torno a Paula se encontraban perplejas por el cambio que había dado, y era que apenas sí podía ocultar la rabia que se había apoderado de ella. Jaqueline intentó causar una distracción pero fue poco lo que eso hizo en su estado de ánimo, lo único que deseaba en ese instante era encontrar a Pedro y decirle unas cuantas cosas, veía a su alrededor buscándolo.


—Quizás nos estamos preocupando de más, es probable que el señor Alfonso ya haya decidido aceptar el papel. Sin embargo, no es fácil asumir el modo en que cambiará su vida, este protagónico ha sido uno de los más cotizados en los últimos tiempos y supongo que él no debe estar acostumbrado a una avalancha así, pero es ante todo un profesional y no creo que se intimide, estoy segura de ello —mencionó Jaqueline dirigiéndose a todos, pero en especial a su amiga que parecía haber sido poseída.


—Yo pienso igual, la verdad se le notaba bastante calmado ayer cuando hablamos, lo que me hace imaginar que no nos dejará colgados con el papel, pero hay que reconocer que es un paso muy grande para alguien como él… de verdad se le notaba comprometido en las audiciones, no creo que ahora que ha conseguido lo que deseaba cambie de parecer, además, parecía tan interesado en tu opinión Paula que dudo que se esté tomando todo esto a manera de juego... —mencionaba Martha de manera casual cuando la escritora la detuvo mirándola con recelo.


—¿Qué quieres decir?¿Qué quería saber? —preguntó nerviosa.


—Pues su única preocupación parecía ser si tú te sentías satisfecha con su desempeño, cuando le mencioné que todo el equipo se encontraba contento por la selección que habíamos hecho, él solo me pregunto si tú también lo estabas —contestó un poco desconcertada por la actitud de ambos pues el señor Alfonso incluso le dio más valor a la opinión de Paula que a la del mismo Guillermo Reynolds, se obligó a centrarse en el momento y prosiguió—. Por supuesto, le hice saber que tú también te encontrabas muy contenta al igual que todos y después de eso se despidió mencionando que hoy tendríamos su respuesta, pero como ves, hasta el momento no se ha comunicado conmigo —
terminó su explicación.


Paula sentía que el fuego que hacía minutos colmaba su interior comenzaba a apagarse, pero no acababa por extinguirse, seguía allí latente, como un volcán que dormía pero que de un momento a otro podía entrar en erupción; la mezcla de sentimientos la hacía sentirse extraviada y a cada minuto que pasaba sentía que se desesperaba un poco más, quería acabar con eso de una vez por todas, encontrarse con Pedro, que ocurriese lo que tenía que pasar y terminar con esa tortura.


—Necesito algo de tomar —esbozó y se disponía a dar media vuelta, cuando alguien se detuvo tras ella y le ofreció una copa de champagne.


—Qué suerte ser tan oportuno —pronunció el hombre muy cerca del oído de la castaña.


Paula se volvió a mirarlo sin atreverse a recibir la copa, pero al ver que él esperaba, lo hizo por cortesía, su mirada se encontró con una aguamarina que le sonreía, ella bajó la suya para reconocerlo y los labios del hombre mostraban el mismo gesto. Era rubio, de facciones suaves y masculinas a la vez, nariz recta y labios finos pero que encajaban a la perfección con el rostro de él, llevaba una barba perfectamente recortada y aun estando ella con unos tacones de casi quince centímetros, él debía superarla por unos diez.


—Es un placer conocerla en persona finalmente señorita Chaves, permítame presentarme, soy Guillermo Reynolds —mencionó extendiéndole la mano.


—Encantada señor Reynolds, Paula Chaves —fue lo único que logró esbozar, aquel hombre la había desconcertado por completo, quizás por la manera en que la abordó. Le estrechó la mano y el toque era cálido y firme.


—Acabo de llegar de Italia y quería mencionarle que logramos alquilar la propiedad que mencionó para las grabaciones, debo confesar que es un lugar de una belleza increíble, imposible no sentirse hechizado por la misma, la verdad no se me hace difícil imaginar lo sencillo que debió resultar para usted inspirarse en un sitio como ese para escribir una historia como Rendición, por cierto déjeme felicitarla por la misma, es una gran novela —indicó con una sonrisa encantadora que mostraba su pulcra dentadura.


—Me hace muy feliz escuchar esa noticia, le agradezco que haya tomado en cuenta mi sugerencia señor Reynolds…—decía cuando él la interrumpió.


—Por favor llámeme Guillermo y no tiene nada que agradecer, para mí fue un placer hacerlo —esbozó mirándola con intensidad, pero sin dejar de sonreírle y después de eso le dio un sorbo a su copa.


Paula hizo lo mismo pero no para quedar en bien con él, sino porque de pronto sintió que los nervios regresaron hasta ella y su garganta en verdad se había secado, además se sentía atrapada.








CAPITULO 125




Al día siguiente, cuando Paula arribó a la mansión de Guillermo Reynolds en compañía de su hermana Diana y su amiga Jaqueline, los nervios recorrían todo su cuerpo como el caudal de un río a punto de desbordarse. Kevin Moore había pasado por ellas cerca de las siete de la noche, pero tuvo que esperar unos veinte minutos en el salón de su suite, pues Paula después de verse en el espejo casi se echa a correr para quitarse el vestido. Por supuesto Diana y Jaqueline se lo impidieron y así era como ahora se encontraba en ese lugar, luciendo espléndida pero igual de tensa que las cuerdas de un violín.


Los recuerdos de aquel momento llegaron hasta su mente mientras esperaban a que la fila de autos que se había congregado a las afueras de la mansión avanzaran.


Sus compañeras se habían apostado frente a las puertas del guardarropa para evitar que ella buscara algo más que ponerse, estaban empeñadas en que luciera el vestido que llevaba y que prácticamente la habían obligado a comprar el día anterior.


—Di, por favor ve a entretener al señor Moore, mientras yo busco algo para drogar a tu hermana —mencionó Jaqueline con los dientes apretados, mientras bloqueaba el armario.


—Ok, si necesitas algo me avisas, creo que tengo algunas pastillas por allí que podrían servirte —respondió la morena en tono de broma y después de eso salió de la habitación.


—Por favor Jackie, todo esto es ridículo… —decía Paula cuando la otra no la dejo continuar.


—¡Sí, es ridículo! Paula Chaves te estás comportando como una chica de quince años… no, qué digo de quince, ni siquiera Tiffany actúa de esta manera, ¿acaso no eres una mujer adulta? Porque no lo parece, te ves preciosa, sensual y sofisticada, pero para nada segura y si quieres demostrarle a Pedro Alfonso que él no tiene ningún poder sobre ti en estos momentos, pues no lo estás haciendo, es más déjame decirte que si continúas así le darás la imagen equivocada —le recriminó mirándola a los ojos.


—Y si voy vestida así entonces dirá que lo hice para él —se defendió intentando no levantar la voz.


—¿Y qué si lo hace? Déjalo que piense lo que quiera, igual terminará dándose cuenta que no es así. Tú te sentiste mal por lo que hizo él con la Dawson, pues haz que sienta lo mismo hoy, no será el único hombre en esa fiesta, y te puedo asegurar que más de uno se acercará a ti esta noche, luces como una reina, pero tienes que comportarte como una, deja de lado ya los nervios, olvídate de todo y concéntrate en disfrutar de este logro que es solo tuyo, no dejes que Pedro Alfonso arruine tu momento —le pidió tomándole las manos.


Ella asintió en silencio al tiempo que dejaba escapar una lágrima, Jaqueline se acercó y la abrazó con fuerza para llenarla de confianza, después de cinco minutos Paula salía de la habitación luciendo sencillamente espectacular, se había retocado el maquillaje, sus ojos marrones resaltaban
en el ahumado de las sombras oscuras y lo tupidas que estaban sus pestañas, que ahora parecían el doble de largas gracias al rímel, había acentuado el rosa natural de sus labios con un poco de brillo que los hacía lucir sumamente voluptuosos y el cabello se lo había recogido en lo alto de su cabeza, un peinado natural pero sofisticado y que le permitirá dejar a la vista el delgado y largo cuello que tenía, el toque final lo daban sus pequeños pendientes de diamantes, el anillo de la misma piedra que llevaba en su dedo medio para evitar confusiones con un posible anillo de compromiso, sabía que la prensa estaría allí esta noche y no dejaría de tomarle fotografías, solo lo hacía por eso no por lo que pudiese pensar Pedro Alfonso, al menos eso se decía, pero en el fondo de su corazón no quería lastimar al italiano y sabía que algo así podía hacerlo, quizás.


El vestido de Paula era blanco, de líneas rectas que caían de manera natural resaltando las curvas de su cuerpo, con dos cortes a la altura de sus caderas que la acentuaban y al mismo tiempo mostraban la estrechez de su cintura, sin escote en la parte frontal del mismo y las mangas le llegaban
hasta las muñecas, dando la impresión de ser un vestido elegante y muy conservador.


Pero al volverse el escote en su espalda dejaba a más de uno con la boca abierta, éste llegaba justo hasta el final de la misma mostrando la tersa y blanca piel salpicada por sutiles pecas que la hacían lucir muy tentadora. Su trasero por otro lado, lucía realmente despampanante gracias a la caída del vestido, y por supuesto que seguía siendo una de las cualidades de su cuerpo que más atraía las miradas de los hombres.


Kevin Moore fue el primero en halagarla esa noche, el hombre quedó pasmado en cuanto la vio y más aún cuando descubrió el escote en la espalda de la chica, generalmente Paula vestía de manera conservadora, conjuntos de sastres, vestidos hasta las rodillas, colores neutros; siempre siguiendo un estilo muy profesional, no podía ser tratada como una escritora de verdad si no vestía como tal.


Regresó de sus recuerdos cuando un caballero vestido con traje oscuro y que daba la impresión de ser alguien de seguridad llegó hasta el auto y abrió la puerta para ayudar a bajar a Jaqueline que se encontraba a su lado. Ella respiró profundo, se armó de valor y fue la última en bajar del coche sintiendo de inmediato que las miradas de muchas de las personas que la rodeaban se habían enfocado en ella.


—Buenas noches, bienvenidas señoritas Chaves, señora Hudson, por favor tengan la amabilidad de acompañarme, el señor Reynolds hará acto de presencia en un momento —les pidió una dama que las recibió en el vestíbulo de la mansión.


Las tres asintieron y saludaron a la mujer con sonrisas amables, después de eso la acompañaron.


La casa del señor Reynolds era todo eso que habían visto en revistas y mucho más, era sencillamente espléndida, derrochaba buen gusto y glamour por doquier, aunque ellas ya estaban acostumbradas a ese tipo de lugares por el medio en el cual se movían, sobre todo Diana que había cubierto varios eventos de ese tipo. Igual todas tuvieron que admitir que el hombre no había escatimado en gastos para preparar la celebración, la misma estaba a la altura de las grandes fiestas de Hollywood.


Todo se desarrollaba en un salón en forma de cúpula que estaba rodeado por varias terrazas, las que daban al jardín se encontraban iluminadas por luces indirectas que le daban un aspecto mucho más íntimo y tenue, mientras las otras que se abrían hacia el océano tenían mayor luminosidad y al
parecer la fiesta se había extendido también hasta allí.


Paula podía sentir cómo las personas se volvían a su paso, podía parecer exagerada pero era como si todas las miradas se fuesen clavando en ella a medida que avanzaba por el salón, las sonrisas de los caballeros la hicieron sentir un poco cohibida, se tensó pero logró mantener su postura erguida. Además de responderles con cortesía y conservar su andar decidido y natural, aunque por dentro temblaba.


—Buenas noches Paula, Jaqueline, Diana... —las saludó Patricia quien se encontraba junto a Martha y Marcus— ¡Qué felicidad verlas!, lucen magníficas —agregó la mujer dándoles abrazos.


—Buenas noches, gracias Patricia, tú también luces muy hermosa, igual tú Martha y usted señor Stevenson se encuentra muy elegante esta noche —mencionó Paula con una sonrisa.


—Gracias señorita Chaves, pero es evidente que todas las miradas se las está llevando usted, creo que incluso ha causado más revuelo que la misma Kimberly Dawson, que por cierto llegó hace unos minutos y ya se anda pavoneando por todo el lugar, aunque el señor Reynolds aún no ha hecho su anuncio oficial como la protagonista de Rendición  comentó el hombre con su habitual seriedad, para después beber de su copa.


—¿Esperaban a Paula para hacerlo? ¿O Thomas no ha llegado aún? —preguntó Jaqueline intentando ocultar su dicha por las palabras del hombre relacionas con la actriz.


—Thomas está reunido con el señor Reynolds en su despacho en este momento, ninguno de los dos se ha presentado en la fiesta, seguramente para que los periodistas no los acosen a preguntas y porque aún no pueden hacer el anuncio, les hace falta una firma —respondió Martha y su tono mostró algo parecido a la preocupación.


—¿Les falta una firma? No entiendo… ¿Qué quieres decir con ello? —la interrogó Paula sintiendo una extraña presión en el pecho.


—El italiano aún no se ha dignado a firmar, al parecer al señor le gusta mucho eso de darse importancia —respondió Marcus dejando ver su molestia por la actitud del extranjero.


—Él fue ayer hasta mi oficina, hablamos del contrato en general, de lo importante que era mantener un estricto silencio sobre todo esto, el tiempo de filmación y por supuesto el pago que recibiría y cómo estaría distribuido, ni él ni su agente mostraron ninguna objeción, aun así yo les dije como es habitual que podía tomarse un tiempo para analizarlo, pero dejando claro que debían darme una respuesta lo antes posible pues Guillermo deseaba anunciar hoy los nombres de los protagonistas y debíamos saber si contábamos con él… —explicaba la mujer a Paula cuando Patricia la detuvo.


—Pero hasta ahora el señor Alfonso no ha dado una respuesta y eso nos tiene un poco estresados a todos como podrás imaginar —acotó mirando a Paula a los ojos.


Ella sentía su corazón latir tan rápido que no se sorprendería si los demás lo escuchaban, se preguntaba, ¿qué significaba todo eso, por qué Pedro estaba actuando de ésta manera? Había llegado hasta allí por el papel de Franco, lo había obtenido y a pesar de ello se negaba a firmar.


¿Acaso estaba colocándole una prueba o quería demostrarle algo a ella? ¿Se atrevería a rechazar el papel? Los nervios comenzaron a ser desplazados por un sentimiento de rabia, ella no dejaría que él viniese a arruinar su proyecto.


—¿Dónde está? ¿Ya llegó o aún no lo ha hecho? —preguntó y el tono apacible y mesurado que siempre usaba había desaparecido.


—¿Quién? —contestó Martha con otra pregunta, se encontraba un poco aturdida por todo, pero más por el cambio de la escritora.


Pedro Alfonso, ¿dónde está? —inquirió de nuevo.


—Ya está en la fiesta, llegó hace unos minutos pero como es un completo desconocido no me sorprende que esté parado en un rincón, asombrado ante todo el derroche de lujo, seguramente es la primera vez en su vida que ve algo así —respondió Marcus con burla.


A Paula no le gustó nada el comentario del productor, había sido tan peyorativo que la hizo sentirse ofendida aunque no estuviese dirigido a ella, pero estaba demasiado furiosa con la actitud que mostraba Pedro para defenderlo en ese momento, si lo que estaba buscando con todo eso era llamar su atención, pues lo había conseguido y no de buena manera, quería un encuentro, bien ahora lo tendría y que se atuviese a las consecuencias.