lunes, 3 de agosto de 2015

CAPITULO 81




La larga carretera ante sus ojos parecía formar parte de un sueño, todo el paisaje era tan espléndido, solitario y casi irreal, brindándole una libertad absoluta. La facilidad y suavidad con que el auto se desplazaba apenas si la hacía darse cuenta de la velocidad que llevaba, el auto era tan rápido que apenas hacía falta ejercer una mínima presión sobre el acelerador para salir disparada como un rayo. Y por supuesto por la compañía de U2 que sonaba desde el iPod de Pedro instalado en el reproductor de música, hacía que todo fuese sencillamente perfecto.


La adrenalina llegó al máximo nivel cuando la voz de Bono comenzó a entonar Vértigo, en la versión en vivo del cd grabado en Milán en el dos mil cinco. Paula pisó a fondo el pedal y el auto pareció volar en cuestión de segundos mientras ella sentía que lo hacía junto a éste, llena de felicidad y satisfacción comenzó a seguir la canción en voz alta mientras una sonrisa adornaba sus labios y su mirada brillaba tras los espejuelos de sus lentes de sol Chanel.



Lights go down it’s dark
The jungle is your head - can’t rule your heart
A feeling is so much stronger than
A thought
Your eyes are wide
And though your soul it can’t be bought
Your mind can wonder.
Hello, hello... (Hola)
I'm at a place called Vertigo (dónde estás?)
It’s everything I wish I didn’t know
except you give me something...
I can feel, feel.


Minutos después las concurridas, estrechas y adoquinadas calles de Florencia le daban la bienvenida. Cada tres manzanas había una pastelería que mostraba desde sus vitrinas los exquisitos postres que ofrecía al público, pero ella buscaba una en específico, ya conocía varios de los lugares que veía y sabía que todos contaban con excelentes recetas. Sin embargo, había probado los mejores en Badiani, una pequeña pastelería ubicada en la viale dei Mille, siguió esa ruta hasta encontrarla un par de minutos después.


Se detuvo al otro lado de la calle donde estaba permitido estacionarse, accionó el botón para cerrar el techo del auto y mientras éste subía paró la música silenciando a Bono, tomó su bolso, apagó el auto mostrando una radiante sonrisa de agradecimiento por el viaje que le había brindado y bajó notando varias miradas puestas sobre ella, o más bien encima del exuberante Maserati negro.


Cruzó la calle y entró al local que de inmediato la recibió con el delicioso aroma de los postres, se retiró los lentes colocándolos sobre su cabeza y paseó la mirada por la vitrina donde se encontraban los pasteles, unos más apetecibles que otros.


—Buongiorno, signorina ¿può aiutare lei?


Paula le sonrió a la dama rubia tras el mostrador, era delgada y elegante, parecía ser más la propietaria del lugar que una empleada. Pensó que al fin tendría la oportunidad para poner en práctica su italiano de nuevo, pues con Pedro todo el tiempo hablaba en inglés, sólo en ocasiones contadas lo hacían en italiano como un juego de palabras y la mayoría eran cuando tenían sexo; el pensamiento hizo que un calor cubriera sus mejillas y supo que se había sonrojado.


—Buongiorno —respiró y la saludo con una sonrisa amable.


Mantuvo la conversación con la mujer en el idioma de ésta, a pesar que intentó hacerlo en inglés al notar que ella era norteamericana, y sonreía al ver que se desenvolvía muy bien con el italiano. Le explicó lo que deseaba y estaba por escoger uno de los pasteles de chocolate que se encontraban en la vitrina cuando la mujer le hizo saber que le daría uno especial y que acababa de terminar.


Paula quedó encantada cuando la mujer le dijo que era un pastel de tres tipos de chocolates, con una cubierta firme y su centro era húmedo; que además tenía deliciosas cerezas rojas, almendras y trufas que lo hacían aún más provocativo a la vista y el paladar, ella no lo dudó pues sin siquiera probarlo ya tenía la boca hecha agua. Cuando la dueña de la tienda le preguntó si debía llevar alguna dedicatoria especial, ella lo pensó unos segundos pero después respondió de manera afirmativa mientras sonreía.


Sintió su corazón latir emocionado cuando vio escrito en una lámina de chocolate blanco “Tanti auguri Pepe”. Quiso usar su diminutivo como lo hacía su familia, aunque él no le había pedido nunca que lo hiciera, ella sentía que era una ocasión especial y podía tener ese pequeño privilegio, y a decir verdad ella tampoco le había mencionado que sus hermanos la llamaban Pau, pensó que quizás él también merecía esa información.


Le explicó a la mujer que aún debía hacer algunas compras más y tardaría un par de horas, así que pagó el pastel y lo dejó allí hasta que estuviera lista para regresar a la villa. 


Salió de la tienda con una sonrisa de satisfacción, cruzó la calle y mientras caminaba hacia el vehículo pudo notar que los hombres que se encontraban cerca no solo miraban la carrocería sino también a ella y más de uno le lanzó algún piropo. Pero los mantuvo lejos negando con la cabeza, sin embargo, no pudo evitar sonreír cuando con esa gestualidad tan característica que los italianos poseían, dos de ellos señalaban que les había roto el corazón, subió al auto y lo puso en marcha no sin antes despedirse con un ademán de su mano y una sonrisa, no estaba coqueteando, sólo era amable.


—Bueno… veamos que puedo comprarle señor Alfonso —se dijo a si misma encendiendo el iPod de nuevo.


Después de veinte minutos de dar vueltas por las calles de Florencia, no lograba dar con nada que le pareciera adecuado para regalar a Pedroy la molestaba darse cuenta que era muy poco lo que sabía en cuanto a sus gustos, más allá de saber sus cualidades para la cocina y sus conocimientos sobre vinos, que tocaba el saxofón, que hablaba varios idiomas y era un amante increíble; todo lo demás sobre Pedro le era desconocido.


Liberó un suspiro para evitar que el sentimiento de frustración se hiciera aun mayor y se detuvo un instante junto a una de las aceras, cerró los ojos intentando recordar algo en especial que la ayudara cuando de repente las notas de una canción que daba inicio en el reproductor encendió una luz en su cabeza. Apenas pudo contener la sonrisa que adornó sus labios y los nervios que de inmediato la recorrieron al ser consciente de la idea que se formaba en su mente.


—¡Paula Chaves has perdido la cabeza! —exclamó riendo y se encogió de hombros ligeramente, mientras ponía en marcha el auto una vez más y cantaba junto a Joe Cocker.


Le llevó otros diez minutos llegar a la famosa casa de lencería ubicada en el centro comercial más lujoso de la ciudad, estacionó el auto y armándose de valor salió de éste mientras se repetía como un mantra que era una idea brillante y a Pedro le encantaría.


Le llevó casi dos horas comprar todo para la sorpresa que le daría a Pedro esa noche, incluso la vendedora del establecimiento que resultó ser americana también y una de sus lectoras le dio indicaciones de donde buscar algunas cosas. Así retomó su camino hasta la villa de los Codazzi llevando con ella el delicioso pastel, un elegante sombrero Fedora y dos botellas de champagne que era producido allí e Italia y la vendedora le recomendó como lo mejor que podía probar pues nada tenía que envidiar a los franceses


Llegó y él no se veía por ningún lado, no había salido a recibirla y eso le extrañó pues debió escuchar el sonido del motor del auto, el lugar parecía vacío y por un momento tuvo la triste idea que quizás Pedro se había marchado a Roma al no soportar estar sólo en ese lugar y lejos de su familia. Pero de inmediato cayó en cuenta que no tenía un medio para trasladarse pues ella se había llevado su auto.


—A lo mejor no ha regresado de pasear con Misterio —se dijo en voz alta bajando del vehículo y eso la animó de nuevo.


Con rapidez bajó todo lo que había traído, cuidando de no mover mucho la caja del pastel para evitar que se dañara, maniobró para entrar en su casa, agradeciendo no haberla cerrado con llave, al fin lo hizo y dejó sobre la mesa de la cocina el pastel, guardó las dos botellas de champagne en el refrigerador, corrió hacia su habitación llevando las bolsas con la lencería de Victoria´s Secret que había comprado y deseaba lucir esa noche para Pedro.


Después de diez minutos de estar junto a la ventana de su habitación mirando a cada rincón donde su vista pudiera llegar, se sentía tan ansiosa por ver a Pedro que no pudo esperarlo más. Ni siquiera sabía dónde buscarlo con exactitud, pero suponía que no debía estar muy lejos y a ésas alturas ya ella se conocía muy bien los caminos que él tomaba cuando paseaba con Misterio.


Bajó con rapidez las escaleras, salió de la casa y estaba por entrar a campo abierto cuando escuchó el relincho del caballo en el establo, eso la desconcertó completamente, casi corrió hasta la cuadra y cuando entró sus ojos captaron al hermoso semental negro.


—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está tu dueño? —le preguntó al animal como si éste pudiera responderle. Negó con la cabeza y cerró los ojos para ordenar sus ideas, después abrió los párpados de nuevo y fijó la mirada en los grandes y hermosos ojos ónix del caballo—. Soy una tonta Misterio… tú no puedes responderme, se me ha pegado la costumbre de Pedro de hablarte, parece que con él sí te entendieras a la perfección —esbozó acariciándole la frente y sonrió cuando el animal movió su cabeza de manera afirmativa.


—Llegas a casa y al primero que buscas es a Misterio, creo que comenzaré a sentirme celoso de esa relación se traen ambos.


La voz de Pedro se dejó escuchar en todo el recinto, era suave y pausada, pero con esa fuerza que la hacía estremecer, sobre todo si la tomaba por sorpresa, se giró y su mirada se encontró con la de él que se hallaba debajo del umbral de la puerta.


—¡Pedro! —exclamó y corrió para rodearle el cuello con sus
brazos al tiempo que dejaba caer varios besos en los provocativos labios masculinos.


—Hola —saludó con una sonrisa.


—Hola. ¿Dónde estabas? Llegué y no te vi por ningún lado, llevó varios minutos aquí y comenzaba a preocuparme —mencionó viéndolo.


Pudo ver que tenía los párpados ligeramente hinchados y algo enrojecidos, de inmediato comprendió que había estado llorado, quizás hacía ya un par de horas, pero lo hizo y eso causó que su corazón se encogiera de dolor. Se esforzó por no demostrarle que lo había notado, no quería traer recuerdos dolorosos a él, por el contrario, quería que estuviera feliz, haría todo lo que estuviera en sus manos por verlo feliz.


—Llegué hace un rato, estaba cansado y subí a la habitación, me recosté y no sé en qué momento me quedé dormido —contestó intentando sonreír, al ver una veta de tristeza en la mirada de Paula, le acarició las mejillas con suavidad y mantuvo su mirada en la de ella, no quería arrastrarla a su pena.


—Estaba por salir a buscarte, aunque no sabía muy bien dónde, cuando escuché a Misterio y supe que no estabas fuera de la villa, en lugar de ir a la casa vine a preguntarle por ti —se detuvo riendo y después agregó—. Imaginó que si alguien se entera pensará que estoy loca, pero como veo a ti te funciona quise intentarlo.


—Quizás hubieras obtenido alguna respuesta —indicó Pedro en tono serio pero en su mirada bailaba la diversión.


—Tonto —esbozó dándole un golpe en el hombro.


—Me encanta molestarte… tus pecas se notan más y te ves tan hermosa —mencionó envolviéndola con sus brazos.


—¿Si? Pues yo siendo tú no me arriesgaría a enfurecerme, al menos no esta noche —dejó en el aire ése comentario.


—¿Algo especial que pueda perderme si te hago molestar? —preguntó elevando su ceja derecha y mostró una atractiva sonrisa.


—Puede ser —fue la respuesta evasiva de Paula.


La sonrisa de él se hizo más ancha mostrando su reluciente y perfecta dentadura, subió sus manos hasta el cuello de ella para envolverlo con una caricia sutil pero que le impidiera al mismo tiempo huir, después de eso deslizó sus labios por el tabique y besó la punta de la nariz de Paula, ella suspiró y él sonrió de nuevo, se dejó llevar por sus deseos y atrapó los
labios tibios y voluptuosos en un beso que después de varios minutos los hizo separar jadeantes, con la piel caliente y sonrojada.


—Te deseo —susurró Pedro contra sus labios que aún temblaban, bebiéndose el aliento tibio de Paula.


—Y yo a ti —murmuró ella aferrada a la cintura de él e impedirse así caer al suelo ya que sus piernas parecían de trapo.


—Ven —dijo él y se disponía a llevarla a la cuadra donde guardaba el alimento del caballo, pero ella se detuvo.


—¿A dónde? —preguntó desconcertada.


—Quiero hacerte el amor ahora, aquí, en este lugar.


—¿Aquí? —inquirió con la voz estrangulada—. No… no puedes hablar enserio ¡Pedro aquí está Misterio! —exclamó asombrada.


—¿Y? —preguntó divertido.


—¿Cómo qué, y? que no podemos tener sexo delante de tu caballo — respondió sonrojándose nada más de imaginarlo.


—No lo haremos delante de él sino en ésa cuadra —mencionó señalando el lugar con la mano.


—Igual… no pienso hacerlo… él va a escucharnos —susurró como si estuviera hablando delante de un niño.


—Pues tendremos que ser silenciosos —la mirada brillante y la picardía en su voz buscaban convencer a Paula.


—Pídeme algo más fácil —esbozó con molestia, cerró los ojos para ordenar sus ideas e ignorar el estremecimiento que barrió su vientre ante la sonrisa de Pedro—. Sabes perfectamente que no puedo controlarme cuando estamos juntos, que nada más basta con que comiences a besarme y acariciarme para comenzar a —se interrumpió mordiéndose el labio, sintiéndose excitada.


—Gemir y jadear, sí lo sé y eso me encanta en verdad… pero me gustaría más que te dejaras llevar —esbozó y llevó una de sus manos por la espalda de Paula hasta apoyarla en la curva de las nalgas, presionó hasta hacer que sus pelvis se encontrara.


—Sí —esbozó ella en medio de un jadeo cuando sintió la dureza de la erección de Pedro contra su vientre. Su lado racional se hizo presente justo a tiempo para salvarla—. ¡No! No Pedro… tengo planes para esta noche y me encantaría llevarlos a cabo por favor —pidió mirándolo a los ojos.


—¿Planes? —inquirió e intentó anteponer su curiosidad a la excitación que corría por sus venas.


—¡Sí, planes! Unos que estoy segura te encantaran… compré un pastel de tres tipos de chocolate, dos botellas de un champagne delicioso y… otras cosas que deseo mostrarte pero necesito que me des un par de horas, para eso te buscaba para invitarte a mi casa esta noche y celebrar allí tu cumpleaños —explicó observándolo.


—¿Debo esperar dos horas más para tenerte? Eso ya va sumando unas cuantas desde la última vez Paula —indicó, no estaba dispuesto a ceder, no tan fácilmente.


—Lo sé… pero sólo serán dos más y después de eso me podrás tener como desees —pronunció y le acarició el pecho mientras lo miraba a los ojos con esa mirada sumisa que dominaba a los hombres.


—Siempre tienes las palabras perfectas para que termine haciendo lo que deseas ¿no es así? —preguntó mirándola, a veces se sentía molesto por no poder manejar la situación con Paula como lo hacía con otras mujeres y al mismo tiempo todo eso lo excitaba de sobre manera haciéndolo desearla y complacerla en proporciones iguales, suspiró al ver esa sonrisa que ella le entregara y que iluminó la mirada café—. Bien, dos horas… pero después de eso prepárate porque no pienso cederte un segundo más ¿entendido? —la interrogó con seriedad y su mirada intensa quería intimidarla.


Ella asintió mientras sonreía con efusividad, subió sus labios y rozó los de él con un toque sutil, después de eso lo abrazó con fuerza cerca de un minuto y terminaron por abandonar el lugar.








CAPITULO 80




Paula sentía que el corazón le latía muy de prisa, la sola idea de presentarse ante los padres de Pedro en una situación como ésa era una completa locura, pero deseaba ayudarlo y no sabía de qué otra manera hacerlo.


—No me reconocerán y si lo hacen siempre pueden decir que soy amiga de la familia, no necesariamente tienen que relacionarme contigo, creo que eso sería lo más prudente en caso que decidas ir hasta Roma… te podrías ocultar cuando estemos por llegar —sugirió.


—¿En el maletero? —preguntó con media sonrisa entre incrédulo y divertido por el ingenio de Paula.


—Solo serán unos minutos —indicó ella dudosa.


Él se planteó la idea en silencio observándola y estaba por darle una respuesta cuando la voz de su padre al otro lado de la línea llamó su atención de nuevo.


Pedro cualquier cosa que decidamos será riesgosa, pero nada se compara con hacer que tú vengas hasta Roma, todo el mundo espera tener noticias tuyas el día de hoy y están ansiosos por hacer de todo esto un circo, créeme considero ridículo y exagerado que una decena de periodistas se hayan apostado desde la madrugada a las afuera de la casa… eso es sólo una pequeña muestra de lo que son capaces de hacer para obtener cualquier tipo de información, si vienes a Roma vas a colocarte en bandeja de plata.


—Alguien puede llevarme… y podemos despistarlos…


—Eso es arriesgado Pedro, si te soy sincero en éste punto no veo una salida que nos deje a salvo a ninguno… y aunque me cueste admitirlo creo que tu idea de quedarnos aquí y posponer este encuentro es lo mejor.


El desgano que se sintió en la voz de su padre hizo que un nudo de lágrimas se le formara en la garganta, cuando mencionó la idea de pasar ese día lejos de su familia lo hizo guardando aun la esperanza de poder verlos, ahora que parecía ser una realidad el peso que se instaló en su pecho estaba a punto de ahogarlo, tuvo que tragar para pasar las lágrimas y hablar de nuevo.


—Es lo mejor padre… por favor páseme a mi madre yo hablaré con ella —pidió y se aclaró la voz que se había tornado ronca.


Paula lo veía y también tenía ganas de llorar, sentía el corazón oprimido y un nudo en la garganta que intentaba asfixiarla. Inhaló despacio para pasar esa sensación y evitar llorar, sabía que Pedro estaba luchando por parecer fuerte y ella no le ayudaría en nada si dejaba que el llanto le ganara en ese momento.


Él le agradeció su apoyo llevándose la mano de Paula a los labios y dándole un tierno beso en los nudillos mientras la miraba a los ojos.


Escuchó el momento cuando su padre le pasaba el teléfono a su madre, suspiró y se llenó de valor para lo que le venía encima.


—¡No!


Fue la respuesta categórica de doña Amelia Alfonso.


—Madre, por favor…


—No Pedro y es mi última palabra. No dejaré que pases tu
cumpleaños en un lugar extraño y en completa soledad. Sé perfectamente que la hija menor de Cristina y Jacopo también está de cumpleaños el día de hoy y ellos viajaron a verla…


Pedro no podía creer que su madre estuviera informada de todos esos detalles, y de inmediato se preguntó ¿qué más sabría sobre su estadía allí? Porque era evidente que Cristina le había servido de una especie de espía que la mantenía al tanto de todos sus movimientos, quiso probar algo y lanzó un comentario casual.


—Estás en lo cierto madre, Cristina y Jacopo se fueron a ver a su hija en Pisa… pero eso no quiere decir que vaya a pasar mi cumpleaños completamente sólo, por si no lo recuerdas en éste lugar hay otra persona —dijo tirando el anzuelo y disfrutó de la reacción de su novia que lo miró con los ojos muy abiertos.


—Bueno… yo… estoy al tanto de algunas cosas, sé que tienes a una vecina, una chica americana que ocupa otra de las casas.


—Así es —esbozó dejando las palabras en el aire mientras se deleitaba con la expectativa de las dos mujeres—. Y seguramente Cristina también le habrá dicho que ella y yo somos muy cercanos —acotó sonriendo ante la cara de asombro de Paula.


Ella sentía que se mareaba ante cada nueva revelación que Pedro le hacía a su madre, incluso sentía que estaba temblando como una chiquilla, se mordió el labio para drenar la ansiedad.


—¿Qué tan cercanos?


La curiosidad de Amelia era su mayor debilidad y quizá tan grande como lo era en Paula, otro rasgo que compartían su madre y la hermosa mujer ante sus ojos que se estaba poniendo pálida.


—Muy cercanos… en realidad somos novios —mencionó con tanta naturalidad que él mismo se sorprendió.


—¡¿Novios?!


Él tuvo que alejar el auricular de su oído para no perder un tímpano, pero de inmediato soltó una carcajada ante la reacción de su madre y la de Paula que se colocó de rodillas sobre el mueble. Un ajetreo se escuchó al otro lado de la línea y la voz de su hermano cuando claramente le pedía a su madre que colocara el teléfono en altavoz, a la misma se le sumó la de su padre que también pedía lo mismo y no tuvo que ser adivino para saber que ella había cedido.


—Sí, somos novios… en realidad apenas llevamos algunas semanas y yo pensaba presentarla hoy a todos, pero tendremos que esperar a que se dé una nueva ocasión, el caso es que no voy a pasar mi cumpleaños sólo, lo haré con mi novia —dijo con satisfacción.


—Pues ahora más que nunca pienso ir hasta la villa de los Codazzi y así tenga que disfrazarme de mucama y ponerme una peluca lograré eludir a los periodistas.


—Usted no hará nada de eso, le prohíbo doña Amelia que haga semejante locura su mayor preocupación era que yo pasara éste día sólo, bueno tiene la certeza que no será así. Ahora prométame que se quedara en la casa con los demás y celebraran junto a mí aunque no estemos unidos —pidió intentando que su voz no demostrara cuanto le dolía pedirle algo así a su madre.


—Aun no me siento convencida del todo. ¿Quién me asegura que esto no sea una actuación de tu parte para intentar calmarme?


—Ok, usted gana… Paula podrías por favor decirle a mi madre que tú te quedarás junto a mí todo el día y que celebraremos, que no tengo motivos para deprimirme ni intentar colgarme de una soga —esbozó activando el alta voz.


—¡Pedro!


La voz de Paula se unió a la de su madre al mismo tiempo cuando ambas le reprocharon sus palabras. Él sonrió divertido al ver la coincidencia y se encogió de hombros mirando a la escritora que se sonrojó y se mordió el labio inferior mientras veía con terror el aparato inalámbrico frente a ella.


—Signora… signora Amelia —esbozó en italiano de manera torpe, tomó aire y se regañó intentando controlar sus nervios o quedaría como una estúpida delante de ella.


—Sí.


La voz cautelosa de la mujer se dejó escuchar al otro lado de la línea. Lo hizo en inglés para su alivio o su vergüenza, quizás pensó que no sabía hablar italiano. Tomó aire de nuevo y se armó de valor.


—Ciao, io sono Paula… —estaba por decir el apellido cuando Pedro le hizo señas y ella se detuvo.


—Sí le das tu apellido te buscará en google y en dos minutos lo sabrá todo de tu vida y nada evitará que venga hasta aquí para ver si de verdad su hijo por fin tuvo la sensatez de buscarse a una novia decente, hermosa y además inteligente —susurró mientras tapaba de nuevo la bocina del teléfono, le guiñó un ojo ante el desconcierto y agregó algo más—. Y habla en ingles le encanta hacerlo y casi no tiene con quien practicar.


Ella asintió en silencio y se apegó a la idea de Pedro, aunque deseaba conocer a la familia de su novio, no quería ponerlos en riesgo y sabía que la curiosidad de la madre de Pedro se intensificaría si ella llegaba a revelarle quien era.


—Soy Paula, encantada de hablar con usted.


—Es un placer… Paula, Amelia Alfonso… ¿Así qué eres la novia de Pedro?


—Sí, señora —respondió Samantha intentando que su voz no vibrara debido a los nervios.


—Bien… ¿y cuánto tiempo llevan de novios?


—Madre por favor… no empiece con sus interrogatorios, la va a espantar y le aseguro que Paula le agradaría mucho, es una chica maravillosa que ha logrado soportar el carácter insufrible de su hijo menor e incluso compró frutas y verduras para mí —mencionó él saliendo en defensa de la chica.


Le dedicó una sonrisa ante el gesto de sorpresa que Paula le entregó por su comentario, quizás pensaba que había olvidado aquel detalle que tuvo para con él meses atrás, su sonrisa se hizo más efusiva cuando Paula le devolvió una radiante.


—Tenemos poco más de un mes señora Alfonso y Pedro es… es un chico encantador —esbozó sonrojándose levemente.


—Es una actriz madre… ¿Cuánto le estás pagando Pepe para que finja que eres agradable?


La voz grave de Lisandro se dejó escuchar al otro lado y las notas de diversión era casi palpables en la misma. 


Paula se irguió en una actitud defensiva y Pedro tensó la mandíbula atajando una buena cantidad de improperios contra su hermano mayor.


—¡Cállate imbécil! —fue lo más decente que logró decir.


—No soy actriz Lisandro… en realidad soy una artista plástica —mintió esquivando la mirada divertida de Pedro, suspiró antes de continuar —. Y tienes razón, tu hermano puede ser un idiota algunas veces, sobre todo al principio pero si llegas a conocerlo bien te das cuenta que es… increíble. Además tiene un don especial para preparar platillos deliciosos; yo no soy de las chicas que viven esclavizadas por las dietas. Así que saca tus propias conclusiones —pronunció con altivez y sonrió al ver la mirada rebosante de orgullo que Pedro le mostró, eso la hizo sentir realmente bien.


—Iré a buscar el uniforme del chofer, ahora soy yo quien se muere por conocerte, no puedo creer que ese idiota haya conocido al fin a una mujer de verdad… ¿Paula dijiste que te llamabas?


—Sí, me llamo Paula y en verdad me gustaría conocerlos a todos, pero no creo que sea buena idea en estos momentos… —decía cuando la voz del hombre al otro lado de la línea la interrumpió.


—¡Oh, por favor! Créeme tengo la habilidad para eludir a unos cuantos periodistas y si ello me lleva a conocer a mi flamante y seguramente muy hermosa cuñada con mayor razón.


—Cuida tus palabras Lisandro que te estoy escuchando —lo amenazó el actor tensándose al sentir el interés de su hermano, sabía que él jamás se metería con ella pero eso no evitó que los celos se agolparan en su pecho creando una hoguera—. Y nadie vendrá a este lugar mientras no sea seguro… además tampoco eres tan bueno escapando de los periodistas si te atraparon de manera tan estúpida el otro día —indicó con sorna.


—No sabía que me estaban siguiendo y aún no es una decisión tomada, esta nueva revelación tuya cambia por completo las cosas.


Contestó dejando que la malicia se filtrara a través de sus palabras, al tiempo que sus palabras invitaban a su madre para que retomara su lucha por convencerlo una vez más. 


Sin embargo, ya él se encontraba listo para intentar lo contrario.


—Madre no he escuchado a Alicia… ¿está por allí? —preguntó no sólo usando como táctica para cambiar de tema, sino porque en verdad deseaba saber de su hermana.


—Sí, por supuesto Pedro… pequeña ven a saludar a tu hermano por favor.


Se hizo un silencio que a él le pareció muy largo, al fin escuchó un suave suspiro y una sonrisa se dibujó en sus labios, no tenía que verla para saber que era su hermana.


—Hola Pedro, feliz cumpleaños.


—Hola princesa, muchas gracias… ¿Cómo estás? Al fin puedo hablar contigo, mamá me dice que estás muy ocupada con lo del trabajo de grado —mencionó intentando entablar una conversación.


El tono de voz de Alicia no era él que esperaba, se notaba distante y apagada, muy lejos del desmedido entusiasmo que siempre le dedicaba, eso lo hizo sentir extraño y muy preocupado. Además que lo había llamado por su nombre completo, ella nunca hacía eso ni siquiera cuando se molestaba con él, algo ocurría, podía sentirlo.


—Sí, algo de eso… supongo que tú te encuentras bien, espero que la pases bien junto a tu novia, no te portes como un idiota con ella Pedro y bueno espero que algún día regreses…


—¿Qué sucede Alicia? ¿Por qué estás así princesa? —inquirió verdaderamente preocupado, sin dejarla continuar.


—Nada, todo está bien… como siempre Pedro. Te dejo tengo muchas cosas que atender, nos veremos cuando decidas volver.


Paula vio como el semblante de Pedro se cubrió de tristeza
ante las palabras de su hermana, ella estaba al tanto de su preocupación por la actitud distante de Paula, nunca pensó que las cosas estuvieran tan mal, ella prácticamente se había acercado a saludarlo por compromiso, su tono había sido tan frío e impersonal, como si le hablara a un extraño en lugar de a su hermano mayor.


—Está bien… cuídate mucho por favor y nos veremos dentro de poco, te lo prometo princesa —se despidió de ella y luchó contra la presión que se había instalado en su pecho y le resultó dolorosa.


—Bien, te paso a mamá.


Pedro suspiró pesadamente y cerró los ojos un instante para ocultar la veta de dolor que los cubrió ante esa despedida tan atípica de su hermana, si ella deseaba castigarlo con su indiferencia lo había conseguido, apretó los dientes para no llorar delante de Paula, ni agregarle más tensión a ese momento que desde hacía rato se le había escapado de las manos y había terminado en un desastre.


—Alicia ha estado un poco decaída… la presión la hizo enfermarse hace unas semanas por eso se muestra así Pepe, pero sabes que ella te adora, está en la etapa difícil ¿comprendes verdad?


Inquirió su madre intentando justificar el comportamiento tan inusual de Alicia, el silencio se había apoderado del lugar, ya no escuchaba a su padre o a su hermano conversando al fondo.


—Claro madre, no se preocupe por favor… sólo esté pendiente de ella y… sin importar lo que ocurra no le cuente nada de lo que me sucedió, no quiero que Alicia se entere…


—Lo sé Pedro, no te preocupes ella no se enterará de nada… hijo yo quiero, en verdad, quiero verte hoy. Ya sé que puede parecer arriesgado pero danos un voto de confianza, podemos eludir a esas personas y llegar a la villa o tal vez… no sé, quizás puedas llegar hasta la hacienda de tus abuelos y encontrarnos allá.


—Madre… —suspiró y se preparó para la batalla que sería hacerla desistir de la idea, aunque se le fuera medio día en ello.


Para su fortuna después de una hora había logrado convencer a su madre para que se quedara en su casa ese día, después de poner de su lado a su hermano y a su padre. Claro, también contó con la ayuda de Paula que se comprometió con doña Amelia a consentir mucho a su hijo y hacer un pastel del chocolate pues era su favorito, ante su propio asombro la escritora aceptó todo y se ganó la simpatía de su familia sin que ellos tuvieran que verla para hacerlo. Al fin su madre cedió, pero no sin antes dejarle claro que iría a verlo en cuanto esas personas se alejaran de la casa y entonces le daría todos los besos y los mimos que había estado guardando para él en ese tiempo lejos, reiterándole una vez más cuanto lo quería y lo extrañaba.


Pedro cortó al fin la llamada y no lo hizo porque estuviera cansado de hablar con su madre, lo hizo porque sabía que de continuar así él mismo iba a terminar pidiéndole que vinieran a verlo, la nostalgia que lo iba invadiendo poco a poco con cada promesa y cada palabra de despedida por parte de los suyos estaba a punto a de aplastarlo, y después de decirle por milésima vez a su madre que la amaba, pulsar el botón para colgar y liberar un suspiro cerró los ojos.


—Bueno… supongo que siempre hay una primera vez para todo ¿no? — inquirió dirigiéndose a Paula, intentando parecer casual.


Ella se acercó a él con una sonrisa amable buscando consolarlo, sabía que todo eso era muy difícil para Pedro, le quedó muy claro el inmenso amor que él le tenía a su familia y ése que recibía de vuelta por parte de ellos, si antes sintió envidia por algo que no sabía con certeza, ahora que lo hacía no podía más que desear lo mismo. Pero, sabía que nunca lo tendría pues su familia y ella misma eran muy distintas, todo lo referente a los Chaves era sobrio, estudiado, conservador, distante, y ella misma formaba parte de ello, incluso podía hasta sentirse extraña con una relación así.


El remolino de sentimientos y sensaciones que asaltaban a Pedro estaban a punto de romperlo, inhaló profundamente para contener las lágrimas, pensó que lo peor había pasado y abrió los ojos, su mirada atinó a enfocar el retrato de su familia sobre la chimenea. El dique que contenía todo su dolor se hizo añicos y él junto a éste, pero su orgullo lo llevó a cubrirse el rostro con las manos mientras su cuerpo se estremecía ligeramente a causa de los sollozos.


Pedro… Pedro no llores por favor —la sonrisa se borró de
sus labios al ver la actitud de él y de inmediato lo envolvió con sus brazos queriendo alejar toda la pena que lo embargó.


—Jamás pensé que llegaría el día en que los extrañaría de esta manera —esbozó Pedro y un sollozo le rompió la voz.


Paula se quedó callada sintiendo como un nudo se formaba en su garganta y las lágrimas también anegaron sus ojos, respiró profundamente para evitar liberarlas, aunque era pésima para dar consuelo sabía que no ayudaría en nada a Pedro si se ponía a llorar también, le rodeó los hombros y le dio un beso en el cabello.


Él intentó controlar sus emociones, respiró hondo y se limpió las lágrimas con las palmas de las manos, después acomodó su cabello; no quería darle a Paula la imagen de un marica niño mimado que se ponía a llorar por no tener a su familia junto a él. Subió su rostro para mirarla a los ojos, debía afrontar su ataque de vulnerabilidad y debía demostrar que se encontraba bien, que todo había pasado.


—Perdón… yo… —intentó pronunciar pero ella lo calló posando dos de sus dedos sobre sus labios, mirándolo a los ojos.


—No tengo nada que perdonarte ¿acaso me has hecho algo? —inquirió con una hermosa sonrisa mientras secaba con su mano los rastros de humedad que aún se apreciaban entorno a los ojos azules.


—Aparte de dar un espectáculo tan patético —contestó y bajó la cabeza esquivándole la mirada.


—Yo no vi ningún espectáculo patético, solo vi a un hombre
extraordinario que ama profundamente a su familia y se ha sacrificado por su bienestar —dijo Paula y al ver que él seguía con la cabeza gacha le acunó el rostro entre las manos y buscó sus ojos—. Pedro mírame… no tienes que sentir vergüenza por querer y extrañar a tu familia, eso no te hace lucir como un estúpido es todo lo contrario.


—Me hace ver débil, vulnerable… y yo, siempre he luchado por ser fuerte Paula, por demostrarle a todo el mundo que puedo manejar cualquier situación, que soy capaz de soportar las presiones y las pruebas que me coloquen… —ella lo interrumpió de nuevo.


—Sí, pero dime Pedro. ¿A dónde te ha llevado todo eso? ¿Qué has ganado por querer ser perfecto ante todo el mundo? —preguntó con seriedad mirándolo a los ojos.


Él se quedó en silencio analizando las preguntas de Paula y no le llevó mucho tiempo hallar la respuesta, no había encontrado nada y lo poco que había conseguido jamás compensaría todo el tiempo que perdió lejos de su familia, ni los momentos que no disfrutó de su adolescencia por estar trabajando, se había perdido de ser un chico normal, ver los partidos de fútbol junto a Lisandro, salir los fines de semana con una novia al cine, escaparse a medianoche con ella para tener sexo en su auto, el jardín de su madre o el garaje de los padres de ella. Nunca tuvo tiempo para ésas cosas, nunca tuvo un instante para actuar de manera corriente, para ser simplemente él… no hasta ese tiempo que había estado viviendo junto a Paula.


Pedro… yo no necesito que seas perfecto y tu familia no necesita que lo seas para ellos, ellos te quieren justo así como eres, te aceptan porque te conocen, han visto lo mejor y de lo peor de ti y a pesar de todo eso te siguen amando y lo harán siempre… ¿Sabes algo? Tú me encantas, eres un hombre muy guapo, y despiertas mi deseo como ningún otro
hombre lo ha hecho, pero quieres que te diga lo que en verdad me gusta — mencionó e hizo una pausa para captar por completo la atención de él, al ver que la tenía mostró una hermosa sonrisa y habló—. Me gusta lo que tienes aquí dentro —esbozó señalándole el pecho, él la miró sorprendido y ella disfrutó de eso—. Me gustan tus sentimientos y esa hermosa luz que puedo ver en tu mirada cuando me ves fijamente, justo como lo haces ahora. Lo amable que eres conmigo, me gustan tus sueños y que los
compartas conmigo… eres un buen hombre Pedro, incluso cuando te portas como un idiota y me haces rabiar —esbozó sonriendo al ver que había conseguido que él lo hiciera también.


—Vas a hacer que mi ego sea inalcanzable —indicó en tono de broma, y su corazón latía realmente emocionado.


—Bueno… incluso con ello puedo lidiar —señaló ella rodando los ojos con un gesto exagerado y después le entregó una sonrisa—. Creo en ti y en todo lo que llevas dentro, creo en tu talento, tu carisma y el amor que sientes por tu familia y sé perfectamente que extrañarlos no te hace débil o un idiota, te hace especial y… ¡Buen Dios! A veces te envidio porque yo quisiera tener una familia como la tuya, quizás no sepa cómo manejarla y termine enloqueciendo ante las excesivas muestras de cariño ya que en mi caso son prácticamente nulas y se limitan nada más a las fechas especiales… pero en serio me encantaría tener a una madre que me trate como una niña —se detuvo para sonreír al ver que Pedro fruncía el ceño—. También quiero un hermano que me moleste tanto como Lisandro lo hace contigo… bueno Nico es un poco así, pero ahora que entró al mundo militar temo que vaya a cambiar y se vuelva tan frío como mi padre —pronunció sin darse cuenta que se salía del tema.


Él le dedicó una hermosa sonrisa de ésas que iluminaban su mirada y la tomó por la cintura para subirla a sus piernas, le encantaba escucharla hablar con tanta soltura de su familia, antes apenas lo hacía, pero sobre todo le encantó que Paula deseara tener una familia como la suya y aunque no quiso profundizar en ello, él también se encontró deseando que algo así se hiciera realidad y ¿por qué no? Tener la oportunidad de verse en medio de una familia tan conservadora como la de ella.


—Tener un padre que me hubiera enseñado a cocinar en lugar de disparar y una hermana que en serio se preocupe por su tesis en lugar de por los chicos de la escuela… Diana es todo un caso y te aseguro que nos volverá a locos. En resumen quiero tener al menos por un tiempo una familia como la tuya y te juro que no me avergonzaría nunca de llorar porque extraño estar junto a ellos, en ocasiones lo hice por la mía, sobre todo antes de comenzar a compartir contigo —se detuvo y suspiró para liberar la presión que en cuestión de segundos se apoderó de su pecho.


—Eres grandiosa Paula —susurró él acariciándole la cintura.


—Gracias, ya lo sé —esbozó con una sonrisa, retomando su buen ánimo, ese instante de confesión había removido recuerdos, se acercó para besarlo, pero una idea se atravesó en su cabeza—. Necesito las llaves de tu auto… una vez me dijiste que si debía ir a Florencia podía usarlo ¿me lo prestas? —inquirió mirándolo a los ojos.


—Sí, pero ¿Por qué debes ir a Florencia? —contestó y preguntó.


—Es que prometí hacer un pastel de chocolate y no tengo la más mínima idea de cómo… así que me tocará comprar uno —contestó apenada y se mordió el labio para no reír de nervios.


—Entiendo, pero me puedes ofrecer a cambio algo mucho más delicioso que un pastel de chocolate —mencionó y deslizó su mirada hasta el escote de Paula disfrutando de la visión de sus senos hermosos y perfectos, al tiempo que bajaba sus manos y acariciaba con suavidad las redondas nalgas femeninas—. Y ahora que tenemos este lugar completamente para nosotros y no debemos preocuparnos por ser interrumpidos tal vez debamos retomar lo que dejamos de lado esta mañana ¿no le parece señora escritora? —inquirió con una sonrisa ladeada y buscó su mirada de nuevo.


—Pues lo siento mucho, pero hice una promesa y pienso cumplirla, dije que usted tendría hoy un pastel de chocolate y así será señor actor… así que deme las llaves de su auto —contestó aferrándose a su cordura que apenas pendían de un hilo.


—Paula —se quejó y frunció el ceño—. El sexo es mejor que el chocolate —puntualizó con una sonrisa maliciosa, al tiempo que sus pupilas se dilataban imaginando todo lo que podía hacer para demostrarle a Paula que estaba en lo cierto.


Ella se estremeció ante la intensidad que desbordaba la mirada de Pedro y contuvo la respiración cuando él se movió frotando su ligera erección contra su trasero. Sintió deseos de quedarse y salir después a comprar el bendito pastel o intentar hacer uno, pero de inmediato supo que de empezar con Pedro una batalla de cuerpos en ese instante lo más probable fuera que cayera la noche.


—Sólo serán un par de horas —señaló usando un tono sumiso.


—¿Qué me ofreces a cambio para dejarte ir en este momento? — preguntó buscando poner el juego a su favor.


—¿Ofrecerte algo? —contestó con otra pregunta, él asintió y elevó de manera arrogante la ceja derecha, Paula se mordió el labio buscando cualquier cosas que pudiera ofrecerle, de repente una sonrisa cargada de picardía adornó sus labios—. No te serviré el pastel en un platillo, lo haré sobre mi cuerpo y podrás comerlo directamente de éste —indicó con tono triunfante.


El deseo recorrió a Pedro con contundencia ante esa declaración de Paula, y quiso tenerla en ese preciso instante cubierta de chocolate de pies a cabeza para poder viajar a través de su cuerpo con lengua y labios, degustar cada rincón de ella. La tomó por la cintura y la movió hasta dejarla sentada sobre el sofá mientras él tenía la libertad para colocarse de pie; caminó hasta el perchero de llaves junto a la puerta y agarró las de su auto, después regresó hasta donde se encontraba Paula ya de pie.


—Aquí están las llaves… ahora ve y traen el condenado pastel de chocolate, que sea uno que tenga mucho para poder untar en todo tu cuerpo Paula pues tengo la firme intención de comerte completa esta noche — mencionó tendiéndole el llavero.


La sonrisa iluminaba por completo el rostro de Paula cuando las recibió, deslizó su pulgar por la suave superficie ónix y sintió después la forma del tridente que resaltaba con su característico tono plata, que identificaba a la casa automotriz italiana. Le dio la vuelta pues también percibió al otro lado del mismo unas figuras, su mirada captó las iniciales de Pedro grabadas en el mismo tono del símbolo que las hacían sobresalir del negro brillante.


—¿Personalizado? —inquirió asombrada.


—Beneficios de ser la estrella de su comercial —respondió Pedro sin darle mucha importancia, pero la arrogancia estaba ligada a cada una de sus palabras, pues disfrutó de ese detalle.


—Ya veo —dijo ella con una sonrisa, se acercó y le dio un beso para despedirse, apenas un toque que evitara dejarse llevar.


—Espera, yo te acompaño —indicó él abriendo la puerta.


Paula caminó hasta su casa para buscar su bolso y los lentes de sol, pues tenía planeado usar la función descapotable del vehículo. Pedro se había quedado calentándolo y el sólo sonido que hacía el auto cuando aceleraba en neutro hacía que su corazón latiera emocionado, aunque ya lo había conducido en su viaje a Varese, sabía que no era lo mismo hacerlo ella sola, nunca había tenido un auto como ése y no porque no tuviera los medios para comprarlo, la cuestión era que su madre no aprobaría algo tan llamativo para ella. Cuando al fin logró hacerse con uno se salvó de tener un anticuado Lincoln y a cambio de ello consiguió su precioso Cadillac Sixteen al cual adoraba, que esperaba siguiese intacto y lejos de su hermana Diana.


—¿Lista? —preguntó Pedro con una sonrisa, salió del auto y dejó la portezuela abierta para ella.


—Sí —respondió con entusiasmo—. Te diría que vinieras conmigo, pero lo más probable es que termines aburriéndote cuando deba bajar a hacer las compras —comentó lanzado su bolso al asiento del copiloto, se puso de puntillas y le ofreció sus labios.


—¿Compras? Pensé que solo irías por el pastel y nada más —mencionó mirándola a los ojos.


—Quizás se me ocurra traerte algo de regalo de cumpleaños —contestó sin darle mucho énfasis al asunto.


—Está bien… pero intenta no demorar mucho, yo saldré a dar una vuelta con Misterio mientras tanto.


—Perfecto… ahora me das mi beso de despedida —pidió apoyándose en el pecho de él para alcanzar sus labios.


Pedro la tomó cubriendo con sus manos las suaves mejillas de Paula y posó sus labios sobre los de ella, ejerció presión para persuadirla que abriera la boca, Paula lo hizo pero apenas dejó que rozara su lengua provocando que se quedara con ganas de más cuando la sintió alejarse de él.


A ella le resultaba verdaderamente difícil no dejarse llevar por los besos de Pedro, pero debía mantenerse en su postura, ya había hecho planes y nunca dejaba que nada interfiriera con ellos. Subió al auto y se acomodó en el asiento para pisar el acelerador, manteniéndolo en neutro, el motor rugió y una descarga de adrenalina recorrió su cuerpo.


—¿Cuál es el botón para retirar el techo? —preguntó con entusiasmo y deslizó sus manos por la suave piel del volante.


—Ése de allí y sabía que me preguntarías eso —indicó Pedro sonriente posando de cuclillas a su lado—. Pero no lo vayas a accionar hasta que tomes la vía a Florencia y la carretera sea de asfalto o de lo contrario te ahogara la nube de polvo —agregó mirándola.


—Bien, pero tampoco es que voy a ir a una velocidad exagerada como la que usas tú —afirmó con altivez.


Pedro rodó los ojos en un gesto tan infantil y ella dejó libre una carcajada, llevó una mano a la mejilla de su novio para acariciarla y le dio otro toque de labios. Él se levantó y cerró la portezuela.


—Cuide bien de mi auto señorita Chaves.


—Lo haré señor Alfonso, ya decía yo que era sorprendente que me lo cedieras tan fácil y además que no me lanzaras la advertencia de rigor de todos los hombres —esbozo sonriendo.


Él volvió a rodar los ojos y después le entregó una gran sonrisa, se alejó dándole la libertad a Paula para salir y le hizo un ademán de despedida con la mano. Ella respondió de igual manera emulando su gesto con mayor efusividad, y después de poner el auto en reversa para enderezarlo, salió del estacionamiento de Pedro, segundos después abandonaba el lugar dejando tras ella una nube de polvo.


—No que no iba a conducir de esa manera —se dijo para sí mismo mientras sonreía.


Caminó hasta la casa para colocarse algo más cómodo y después de eso fue hasta los establos a buscar a su fiel amigo, Misterio le ayudaría a olvidar la soledad y las penas que aunque quisiera ocultar seguían cubriéndolo ese día.