lunes, 14 de septiembre de 2015

CAPITULO 219





Después de la partida de Pedro y Paula, todos en la villa habían quedado como sumidos en un sueño, la mayoría de ellos felices por la pareja, otros poniéndose al tanto entre murmullos de la verdadera historia que había detrás de ese romance y sintiendo que a veces la vida lograba superar a la ficción. Tal fue el caso del dueño de la productora, que se encontraba aún perplejo por lo sucedido, y le dio un aumento a su asistente en el momento que éste le confirmó en un susurro que había grabado todo, o por lo menos desde que el italiano empezó a decir lo que había escrito en la nota, hasta la huida en el corcel negro cual cuento de hadas.


—Eres un genio —mencionó por lo bajo mientras reía—. Haz un respaldo de ese vídeo de inmediato, pero eso sí, cuida que no se vaya a colar en la red —le advirtió mirándolo—. Quizás hasta yo me ponga a escribir y haga mi propio guión —dijo guiñándole un ojo, mientras le palmeaba el hombro.


Ignacio se negó a viajar con el equipo de producción, decidió pedir un taxi y se escondió en el estudio mientras esperaba, no le molestaba que Paula hubiera encontrado al fin la felicidad que deseaba, pero tampoco podía decir que verla en brazos de otro le fuera indiferente. Al final logró marcharse de ese lugar, dejándole una nota donde le decía que ella lo había animado a buscar a Juliana, que no descansaría hasta tenerla a su lado de nuevo y darle la felicidad que merecía, también le deseó todo lo mejor en su nueva vida.


Mientras se desplazaba en el auto, en la radio comenzó a sonar una canción que terminó derribando todas las barreras que se había puesto hasta ese momento y mientras lloraba en silencio, los recuerdos junto a Paula comenzaban a desvanecerse, quizás era su corazón que buscaba protegerse y los fue guardando en un rincón dentro de su alma, ése donde estaba todo aquello que había perdido. Lara Fabian continuó con su melodía cantándole Perdere l'amore y él no pudo contener las emociones que lo azotaban, ignorando la presencia del chofer dejó que sus lágrimas corrieran libremente y el corazón sacara todo aquello que lo lastimaba.



Perdere l'amore, quando si fa sera
Quando fra i capelli un po'd'argento li colora
Rischi d'impazzire, può scoppiarti il cuore
Perdere una donna e avere voglia di morire


Minutos después se encontraba en la estación de trenes de Florencia, debía regresar hasta Roma para tomar un vuelo a casa, para regresar con la única mujer que siempre estuvo a su lado y que él ignoró por imbécil, ahora le tocaría rogarle por una oportunidad, pero lo haría, la recuperaría.



****


Se encontraban acostados de lado mientras se miraban brindándose suaves caricias, besos cargados de ternura y miradas que expresaban el amor que sentían, dándole tiempo a sus corazones de sosegar sus latidos. Paula se interesó de nuevo por las escrituras de la villa y aún no podía creer que Pedro la hubiera comprado, ese lugar era inmenso y debió costarle una fortuna, no era que él no tuviera dinero, pero tanto como para comprar uno de los mejores viñedos de Italia, no creía.— ¿Cómo hiciste para comprarla? —preguntó mirándolo.


—Con mis ahorros —contestó en tono casual y posó su mirada en la unión de sus manos, se la llevó a los labios para besar la de ella.


Pedro… —mencionó para atraer su atención.


—Tuve que hacer un préstamo y vender una casa que tenía en Capri, casi no la visitaba así que no… —decía cuando ella lo detuvo.


—¿Todo eso? —inquirió asombrada mientras parpadeaba.


—Sí, pero lo vale… tú me dijiste la primera vez que te traje a este lugar que era tu paraíso, yo quería regalártelo y lo he conseguido —mencionó con determinación mirándola a los ojos.


—Pero… esto es demasiado —esbozó abrumada.


—No, para hacerte feliz nada es demasiado Paula y además, podemos verlo como una inversión a futuro… el vino que está en las barricas le pertenece aún a Davide Codazzi, pero en cuanto se lo lleve podremos comenzar a producir uno nosotros —dijo entusiasmado.


—Bueno… viéndolo así es un negocio maravilloso, además sé que tú serás feliz, pero sigo pensando que es mucho para que tú corras solo con los gastos, y como yo soy la copropietaria… también haré una inversión —esa vez era él quien la interrumpía.


—De ningún modo, esto es un regalo que yo deseo hacerte y seré quien lo pague —indicó mostrándose serio.


Pedro… no vamos a caer de nuevo en lo mismo —indicó pero al ver que el fruncía el ceño y se cohibía de hablar cedió un poco—. Hagamos algo… no te ayudaré a cubrir el pago de la villa, pero debes aceptarme como socia en el negocio del viñedo ¿qué dices? —preguntó buscando su mirada y le acercó los labios para convencerlo.


—Ofrecerme tu boca para que acepte es soborno —acotó elevando una ceja y al ver que ella sonreía dejó libre un suspiro—. Está bien, seremos socios a partes iguales… ¡Dios! Ni siquiera nos hemos casado y ya estoy accediendo a todo lo que me pides —expresó fingiéndose exasperado, pero soltó una carcajada después que ella lo besó.


—Y tengo muchas más peticiones… las casas en América las pondré yo, ahora que eres reconocido allá, seguramente tendrás muchas ofertas de trabajo y deberás pasar temporadas en mi país, así que nos quedamos con mi departamento en Chicago —señaló mirándolo a los ojos.


—Bien, con eso no hay problema, es tu hogar y no te pediré que lo vendas, podemos usarlo si me sale un trabajo allá o cuando vayamos a visitar a tu familia —decía accediendo a su propuesta.


—Perfecto… y la casa en L.A., también la compraré yo —agregó con rapidez, pero no le dio tiempo de cortar su protesta.


—Paula… yo seré tu marido, es mi deber darte un hogar… por ahora es complicado que te pueda comprar una casa en L.A., pero si la quieres la tendremos… me falta la mitad del pago por grabar Rendición.


Pedro… —se detuvo para liberar un suspiro—. Yo sé que quizás te incomoda el hecho de que crean que te estás aprovechando de mí, pero eso en estos momentos no tiene ningún sentido. Primero eres casi o más famoso que yo… segundo le demostrarás a todos que eres en verdad talentoso, que no necesitas colgarte de nadie para obtener reconocimiento y tercero, cuando las personas se enteren, que te aseguro lo harán, que has comprando la villa donde se grabó Rendición para que vivamos juntos ¿qué crees que dirán? —inquirió atrapando su mirada.


—¿Qué me pagaron mucho? —contestó con otra interrogante en tono de broma, aunque estaba interesado en lo que ella diría.


—Bueno… eso lo pueden pensar —dijo riendo—. Pero no, ellos dirán que Paula Chaves, futura señora Alfonso… es la mujer más afortunada del mundo, que no solo tiene a su lado a un hombre guapo y talentoso, sino que está tan enamorado de ella que le compró un paraíso solo para hacerla feliz —expresó sintiéndose emocionada.


—Y eso es cierto… yo haría todo lo que estuviera a mi alcance para verte alegre, para saber que a mi lado nunca te faltará nada, que puedes creer en sueños —puntualizó acariciándole la mejilla—. Sin embargo, creo que se nos está olvidando algo, aún no tengo tu firma Paula, debes aceptar todo esto y eso también me incluye a mí —mencionó buscando con la mirada el sobre donde estaba el documento.


—Bueno, es una oferta imposible de rechazar… ¿tiene un bolígrafo señor Alfonso? — preguntó apoyándose sobre su codo.


—Sí, ayer mientras lo revisábamos dejamos uno en el sobre —dijo tomándolo y se lo extendió junto con las hojas.


—¿Todos en tu familia lo saben? —preguntó sin poder creer que nadie dijera nada, ella ni siquiera lo sospechó.


—Sí, incluso Jaqueline me ayudó… ella fue la que me ofreció tus datos y también estuvo como tu representante —contestó.


—¿Jackie? —inquirió asombrada y él asintió—. Es decir, que eso de ganarte a la mejor amiga para conquistarme ¿iba en serio? —cuestionó de nuevo mientras buscaba dónde apoyarse.


—Complemente —respondió riendo—. Apóyate en mi pecho Paula —sugirió tendiéndose de espaldas y le guiñó un ojo.


Ella respondió con una sonrisa y extendió el papel sobre el fuerte pecho de Pedro, buscó el renglón donde debía estampar su firma y sintiendo su corazón latir muy rápido, consciente de que estaba a punto de obtener su boleto a ese mundo caóticamente perfecto, a una vida de verdad, la que en el fondo de su corazón siempre había soñado, deslizó con cuidado la pluma sobre la línea y sonrió con emoción.


—¡Listo! Ahora soy completamente suya señor Alfonso y este paraíso es de los dos —expresó acercándose para besarlo.


Pedro recibió el beso mientras guardaba de nuevo el documento, lo puso a un lado junto a sus ropas y una vez más abrazaba a Paula con el deseo renovado, estaba seguro que de continuar así les daría la noche, pero no le importaba; amar a su mujer bajo el cielo estrellado de la Toscana también había sido uno de sus sueños, y a partir de ese momento podía hacerlos todos realidad.


Después de esa segunda entrega decidieron ir hasta el río, quisieron aliviar el calor de la tarde y quitar la transpiración de sus cuerpos, además que ambos tenían el cabello lleno de hojas y briznas de la hierba. El agua estaba mucho más fría que las veces anteriores, pero Paula mostrándose valiente entró junto a Pedro, después de liberar algún grito y varios jadeos que provocaron las carcajadas de su novio, logró acostumbrarse mientras era abrazada por él, con la cabeza apoyada en el hombro de Pedro, se sentía tan amada y su mente se iluminó


—Quiero darte algo —esbozó buscando la mirada de él.


—¿Qué será? —preguntó sonriendo, hipnotizado por el brillo en esos hermosos ojos marrones, le encantaba mirarse en ellos.


—Vamos a la cascada… —respondió dándole un beso, le entregó una sonrisa y después se sumergió.


Paula le había perdido el miedo a ese lugar, animada por Pedro y su curiosidad, había conseguido desenvolverse en el mismo con seguridad, por ello no necesitó de él para atravesar la cascada, se volvió para mirarlo antes de atravesar la cortina de agua, justo como lo hiciera él la primera vez que estuvieron allí. Tal como imaginó el calor que se desprendía de la roca, hacía el ambiente en ese lugar más cálido, eso le ayudaría a que su voz no vibrara tanto.


—Bienvenido —esbozó cuando lo vio emerger del agua, se acercó tomando el rostro de Pedro entre sus manos y lo besó.


—Me estoy muriendo de curiosidad —indicó rozando sus labios.


—Pensé que la única curiosa era yo —dijo riendo, se sentía nerviosa y necesitaba algo para relajarse, suspiró armándose de valor—. Cuando veníamos en el avión tú me dedicaste Ma so proteggerti… y yo prometí que buscaría una canción para ti, ya la tengo —agregó mirándolo a los ojos.


Cántala… quiero escucharla Paula —pidió emocionado.


Ella asintió dedicándole una sonrisa mientras le acariciaba el pecho, sintiendo bajo sus dedos el latido desbocado de su corazón, eso la emocionó llenándola de seguridad y su voz comenzó a entonar Vivimi.


Non ho bisogno pi di niente, adesso che... Mi illumini damore immenso fuori e dentro — empezó dándole gracias a su voz por no sonar desafinada, disfrutó de ver que la mirada de Pedro se iluminó reconociendo la canción, continuó—. Credimi se puoi, credimi se vuoi... Credimi e vedrai non finir mai... Ho desideri scritti in alto che volano, ogni pensiero indipendente dal mio corpo... —su voz iba ganando fuerza a medida que avanzaba, sintiendo que en verdad estaba expresando lo que llevaba dentro del pecho.


Pedro la miraba completamente cautivado por su hermosa voz y el sentimiento con el cual le cantaba una de sus canciones favoritas, la verdad nunca imaginó que Paula pudiera hallar una tan perfecta.


Ella seguía cantando y su voz comenzaba a vibrar pero no era debido al frío sino a las lágrimas que iban colmando su garganta y pujaban por salir, se detuvo un instante para liberar a través de un suspiro tembloroso la presión que sentía y prosiguió animada por la sonrisa que él le dio.


Vivimi senza paura... Che sia una vita o che sia unora non lasciare libero o disperso, questo mio spazio adesso aperto ti prego... Vivimi senza vergogna anche se hai tutto il mondo contro... Lascia lapparenza e prendi il senso... E Ascolta quello che ho qui dentro.


Paula sentía que apenas podía mantener su voz, las lágrimas comenzaron a hacerse presente y la suave caricia que le dio Pedro en la mejilla la hizo temblar, cubrió con su mano la de él suspirando para continuar, quería dedicársela completa, que él supiera lo que sentía.


Pedro también dejó que sus lágrimas lo rebasaran, no podía contener sus emociones ante el significado que tenía esa canción para ellos y la petición que le estaba haciendo Paula. Se acercó para apoyar su frente en la de ella mientras le acariciaba la mejilla con ternura.


Qui tra le cose che ho... Ho qualcosa di pi, che non ho avuto mai... Hai bisogno di vivermi di pi —esbozó él mirándola a los ojos y sentía que el corazón se le iba a salir del pecho—. Continúa preciosa… quiero seguir escuchándote —la animó cantando él esa estrofa al ver que su voz se quebraba ante un sollozo, la vio asentir mientras sonreía y eso lo hizo inmensamente feliz.


Hai aperto in me... La fantasia, le attese i giorni di unillimitata gioia... Hai preso me, sei la regia... Mi inquadri e poi mi sposti in base alla tua idea —su voz fue reemplazada por un sollozo parecía salirle del alma.


No pudo contener más sus emociones y terminó aferrándose a él, incapaz de soporta el poder que tenía el sentimiento que la embarga, ese amor que era absoluto en todos los aspectos, un amor que no esperó nunca vivir, en ese instante supo que había valido la pena cada lágrima, cada noche lejos de él, que conocerlo había sido el regalo más hermoso que el destino le había dado y un nuevo sollozo se escapó de sus labios al recordar la primera vez que lo vio, su vida cambió en ese momento.


Vivimi senza paura... Anche se hai tutto il mondo contro... Lascia lapparenza e prendi il senso... e ascolta quello che ho qui dentro.


Fue la voz de Pedro la que terminó la canción en medio de lágrimas que él también derramaba, esforzándose para que las sensaciones que vivía en ese instante no le quebraran la voz, tomó el rostro de Paula para mirarla a los ojos y el amor en ellos lo elevó; acercándose atrapó la boca de ella en un beso cargado de todo el sentimiento que los colmaba. El amor que latía dentro de sus cuerpos despertó el deseo y entre besos y caricias se entregaron una vez más, disfrutando de las sensaciones, del sonido que producía la cascada, el excitante roce de sus cuerpos y el amor que flotaba en el aire que los envolvía.








CAPITULO 218





Misterio corría a través de las extensas llanuras de la Toscana como si apenas fuera consciente del peso de las dos personas que llevaba encima, mientras la brisa desordenaba la espesa crin negra que lucía reluciente bajo los intensos rayos del sol de media tarde. Pedro lo apuraba buscando alejarse de la villa tan rápido como le era posible, sentía que debían dejar libre las palabras que tenían dentro del pecho.


El hermoso campo de girasoles se mostró ante los ojos de Paula con toda su belleza, era casi irreal justo como lo que estaba viviendo en ese momento. Sin embargo, sentir la poderosa presencia de Pedro envolviéndola, su respiración agitada y el roce de sus brazos mientras sostenían las riendas de Misterio, le confirmaban que así como ese campo era verídico, todo lo demás también lo era.


Pedro fue bajando el trote de su caballo a medida que se acercaban al lugar que se había convertido en su refugio, le había entregado el sobre a Paula para que ella lo sostuviera y evitar perderlo. Cuando llegaron, él fue el primero en bajar para después tomarla a ella por la cintura y ponerla de pie, la tomó de la mano dedicándole una amplia sonrisa, mientras caminaban a ese espacio que siempre ocupaban y que tantas veces fue testigo de sus entregas, ocultándolos del mundo.


—Ábrelo —le pidió Pedro antes de que se sentaran.


—¿Qué es? —preguntó destapando el sobre, al tiempo que lo miraba a los ojos para ver si podía descubrir algo en su mirada.


—Dejaré que seas tú quien lo descubra —contestó sonriendo.


Paula sacó varias hojas de lo que parecía ser un documento notarial por el papel donde estaba escrito, miró a Pedro antes de comenzar a leer pero sus ojos no le decían nada, aunque brillaban haciendo el azul más intenso. Ella sonrió sintiéndose nerviosa y paseó su mirada por las
primeras líneas, tal como sospechó era un registro notarial y a medida que avanzaba sus manos temblaban más, mientras sus ojos se abrían sin poder dar crédito a lo que estaba leyendo.


—¡Oh, por Dios! No puedo… Pedro esto es… es —se interrumpió llevándose la mano a los labios y sus ojos se movían con rapidez por las líneas, releyendo para comprobar que había leído bien.


— Sigue leyendo —mencionó él, ya que intentaba ver por dónde iba.


Paula sintió que el corazón se le iba a salir del pecho cuando vio escrito su nombre en el documento, junto al de Pedro y comenzó a llorar, se secaba las lágrimas con rapidez para evitar que cayeran en el papel, buscó la mirada de Pedro de inmediato intentando que la suya le dijera lo que estaba sintiendo, pues su voz había desaparecido y el cúmulo de lágrimas que se habían formado en su garganta, la limitaba aún más, pudo ver que sus hermosos ojos azules estaban cristalizados por contener el llanto, dejó escapar un suspiro tembloroso.


Pedro sentía que el corazón le latía pesadamente, mientras se ahogaba en la mirada de Paula y le pedía en silencio que lo aceptara, aunque recordó que aún no había formulado la
pregunta más importante, así que mostrando la mejor de sus sonrisas fue bajando lentamente hasta quedar de rodillas ante ella y le tomó una de las manos.


—¡Oh, cielo santo! —expresó ella sollozando mientras más lágrimas rodaban gruesas y cálidas por sus mejillas, su mirada se ancló en la de su novio mientras el corazón parecía tener los latidos de un colibrí.


—Paula… —esbozó y se aclaró la garganta tragando para pasar el nudo que la cerraba, entrelazó sus dedos a los de ella— ¿Me harías el honor de ser mi esposa y compartir este paraíso conmigo? —preguntó con la voz ronca, con el corazón abierto de par en par.


Ella asintió varias veces con la cabeza mientras sonreía en medio de lágrimas, sintiendo que apenas podía creer que todo eso estuviera sucediendo y justo allí, en medio de ese mundo que ellos habían creado y que era suyo, que a partir de ese momento era verdaderamente suyo, vio las intenciones de Pedro de ponerse de pie y antes de que él lo hiciera ella se puso de rodillas para quedar a la misma altura de él.


Pedro… amor, apenas puedo… respirar, no sé… no sé cómo expresarte lo que siento — decía con voz trémula mientras lo miraba, él dejó ver una hermosa sonrisa y apoyó la frente sobre la suya—. Quiero que siempre estemos así, de pie… de rodillas o acostados… siempre iguales, como las dos partes de un todo —expresó temblando y dejando que las lágrimas corrieran con libertad.


Pedro la abrazó con fuerza igual como lo hiciera minutos atrás, era uno de esos abrazos de los que amarraban de por vida. Paula creía que la felicidad completa era lo que tuvo cuatro años atrás junto a él, o los meses pasados; en ese instante supo que el sentimiento crecía, que la felicidad se hacía cada vez más grande, más perfecta y era tan inmensa que no se podía encerrar en un espacio, ni en un tiempo, ni siquiera podían hacerlo dentro de ellos porque los rebasaba.


Él deslizó sus manos hasta el cuello de Paula y atrapó su boca en un beso intenso, deslizando su lengua sobre la de ella, gimiendo al sentir que le correspondía de igual manera, la pegó a su cuerpo haciendo que todo espacio entre ellos desapareciera, al tiempo que sentía las manos de Paula darle una suave caricia en la espalda, sintiendo además que aún tenía en sus manos las escrituras de la villa. Poco a poco fueron bajando hasta quedar tendidos sobre la hierba, sin dejar de besarse y acariciarse, gimiendo mientras sus cuerpos despertaban a la pasión.


Ella dejó el documento de lado dentro del sobre y comenzó a desnudar a Pedro, lo deseaba con la misma intensidad de siempre, como solo se desea al hombre que se ama; sentía las manos de él encargarse de sus prendas también y el calor en su piel aumentaba a cada instante, gemía mientras
intentaba llevar el ritmo de los besos que le daba Pedro y la ansiedad hacía estragos dentro de su cuerpo.


Sus encuentros en ese lugar siempre habían sido con premura, pues el tiempo corría en su contra cada vez que lograban escaparse, pero en ese instante ya no tenían porqué esconderse, al fin le habían gritado a todos que se amaban, incluso desde hacía mucho tiempo. Sin poder contener sus emociones dejaron ver que Rendición era su historia, o al menos muchos llegarían a esa conclusión después de haber presenciado la declaración de Pedro.


Tenían todo el tiempo del mundo para amarse, podían decir que sus vidas comenzaban en ese instante y él se lo demostró, recorrió con sus labios todo el cuerpo de Paula, dejando caer besos que la hacían estremecer por la devoción y el amor con la que los daba. Sus manos acompañaban el roce de sus labios recorriendo cada rincón, adorando a la diosa que lo había conquistado, y que sería suya para toda la vida.


—Te amo… te deseo… lo eres todo para mí Paula —decía dejando caer besos en los senos, disfrutando de ver los pezones rosados y erguidos, deslizó su lengua por uno—. Te voy a adorar toda mi vida.


—¿Soy la mujer de tus sueños? —preguntó con una sonrisa.


—No… eres la mujer de mi realidad y eso es mucho mejor —susurró contra los labios de ella y al verla compartió la hermosa sonrisa que le entregó, mientras acariciaba el cuerpo de su mujer con el suyo.


No había nada más maravilloso y excitante que saberla verdaderamente suya y poder expresarlo libremente, su mundo giraba más de prisa, tenía un sentido diferente, como si todo fuera más vivo e intenso, así se sentía el amor.


Paula mantenía los ojos cerrados para que los intensos rayos del sol no hiriesen sus pupilas, mientras su cuerpo parecía estar suspendido en el aire, sostenido solo por el amor que Pedro le entregaba y la envolvía por completo, sintiendo sus besos, sus caricias. Todo era tan maravillosamente perfecto y placentero, pudo sentir cómo sus besos se concentraban en su vientre, haciéndola arquearse mientras gemía, sus ojos se abrieron de golpe cuando la lengua tibia, húmeda y ágil se apoderó de su intimidad con caricias lentas, profundas.


—Mi amor… —esbozó ella después de un suspiro, su mano salió en busca de Pedro y se enredó en el sedoso cabello castaño.


Él se había sumergido en el paraíso entre las piernas de Paula y solo era consciente de lo placentero que le resultaban cada uno de los gestos que ella le entregaba, esos temblores cuando deslizaba su lengua sobre el tenso clítoris, los gemidos al deslizar sus dedos muy profundo en su interior y después los sacaba impregnando con su esencia esos labios carnosos, rosados y suaves que le encantaba besar tanto como a los otros.


—Cada espacio de tu cuerpo… es hermoso… perfecto —susurraba entre besos, suspirando completamente extasiado—. Paula, quiero beberte toda —expresó rozando los labios con su lengua. Con el pulgar de una mano presionó con suavidad su nudo de nervios y con la otra, acariciaba su ano, deslizando lentamente un dedo en su interior. Ella empezó a temblar.


El amor y el éxtasis hicieron de las suyas en el cuerpo de Paula, llevándola a ese cielo maravilloso donde solo volaba junto a Pedro. Algo dentro de ella le decía que eso sería para siempre, ya no habrían más despedidas, ni soledad, ni reproches. Él la inspiraría, él sería su motivo para despertar todas las mañanas con una sonrisa, la vida le estaba dando más de lo que alguna vez soñó y lo que más quería era vivirlo a plenitud.


Después de unos minutos la consciencia regresaba a ella, podía sentir a Pedro recorriendo con besos sus cuerpo, dándole tiempo para disfrutar de ese exquisito orgasmo que le había regalado, comenzó a acariciarlo y deseosa de darle lo mismo, se movió para tumbarlo sobre su espalda, le dedicó una sonrisa cuando él la miró complacido.


—Yo también quiero adorarte con mi cuerpo, con mis manos, con mi boca… —expresó deslizándose sobre él, rozando sus senos con el pecho fuerte y sudado, aspirando su aroma, probando su sabor—. Tú también eres hermoso y todo en ti es perfecto… eres mi hombre ideal —agregó con una gran sonrisa al ver la sorpresa reflejada en la mirada de él.


—Pensé que no creías en ellos —indicó acariciándole las nalgas.


—No lo hacía… hasta que tú me hiciste el amor y me demostraste que eras todo lo que deseaba en la vida, que eras mi hombre perfecto —esbozó llena de felicidad y le dio un toque de labios.


Después bajó a su cuello, dejando caer una lluvia de besos intercalados con roces tibios y húmedos de su lengua, disfrutando de los gemidos y los suspiros que él le entregaba mientras le acariciaba con sus perfectas manos la espalda, continuó descendiendo hasta llegar a la maravillosa hombría de Pedro que le mostraba una orgullosa erección, haciéndole una invitación a la cual no pudo resistirse y de inmediato sus labios se apoderaron de ella, lamiendo con lentitud mientras la tenía dentro de su boca y después succionando con mayor ímpetu cuando llegaba hasta la cima, cerrando sus labios sobre ese apetitoso glande, que le había enseñado lo placentero que le resultaba también a ella complacerlo de esa manera, queriendo siempre darle más y justo así lo llevó al borde del orgasmo, se detuvo para hacerle una petición.


—Hazme tu mujer Pedro… desde este momento quiero sentirme la señora Alfonso — susurró contra los labios de su hombre.


Pedro casi estalló de la emoción, le hizo el amor a Paula sintiéndola suya, no hacía falta que ella tuviera un anillo en su dedo, o que alguna autoridad los hubiera declarado marido y mujer; deseaba casarse era verdad, pero lo que sentía dentro no necesitaba de testigos, ni firmas. Lo que le hacía sentir le bastaba para saber que eso era lo único que necesitaba para ser feliz, con esa certeza el orgasmo se lo llevó, haciéndolo volar en ese cielo abierto, siendo parte de la dueña de su vida.








CAPITULO 217





Paula miraba a través de la ventana el hermoso paisaje que le regalaba la Toscana, comenzaba a pintarse de hermosos tonos en marrón y naranja que anunciaba el otoño. Dejó libre un suspiro cerrando los ojos al recordar, que exactamente hacía cuatro años ella se sentía en la misma situación en la que se encontraba en ese momento, y no podía evitar que el corazón se le rompiese en cada latido al comprobar que una vez más se había lanzado al vacío confiando en una quimera… en Pedro.


—¿Estás segura que quieres hacer esto? —preguntó Jaqueline mirando la espalda de su amiga, consciente de cuánto sufría.


—Es lo mejor Jackie —respondió simplemente sin volverse a mirarla.


—Sigo pensando que deberías hablar con él… —decía y detuvo sus palabras cuando vio que Paula se volvía.


—Ya no tiene caso… además ¿para qué lo voy a hacer? ¿Para qué me humille de nuevo como lo hizo anoche? —inquirió mostrando su dolor y todo el resentimiento que se había acumulado en ella —. Si de verdad él estuviera arrepentido ya habría buscado la manera de hablar conmigo, en otra época sabes perfectamente que ni siquiera me hubiera quedado a esperar… y sin embargo, lo he hecho Jaqueline, pero a Pedro no parece importarle, así que ¿qué me demuestra con esto? — cuestionó.


—Quizás está esperando que los ánimos se calmen, Paula debes intentar ponerte en sus pies. Piensa lo que hubieras sentido tú si es Romina Ciccone quien hubiera llegado y te enteras que va a pasar la noche bajo el mismo techo de él —expuso mirándola a los ojos.


—Me hubiera enfurecido y le habría reclamado es cierto, pero no lo hubiera tratado como él lo hizo conmigo, dijo que me acostaría con Ignacio para darle una especie de premio de consolación, y además que acostumbraba hacerlo ¿cómo esperabas que reaccionara ante eso?


Se interrumpió sintiendo que una vez más la sangre en sus venas hervía ante la rabia y la impotencia que sentía, liberó un suspiro, el capítulo estaba cerrado, ya no podía decir que no se dio una oportunidad y que lo entregó todo para que su relación con Pedro funcionara. No resultó así, bueno debía seguir adelante con su vida, cada uno concentrado en lo que debía, después de todo lo suyo parecía no poder vivir más allá de un amor de verano.


Jaqueline la vio sintiéndose en verdad triste, no podía entender cómo una vez más ellos dejaban que el orgullo y los malos entendidos los separasen, le daba tanta rabia ver lo ciegos que estaban que tomó su bolso y caminó para salir de allí, no se quedaría para presenciar cómo Paula dejaba escapar su felicidad otra vez.


—Iré a verificar que hayan recogido todo —mencionó abriendo la puerta, pero antes de salir habló de nuevo—. Ambos se van a arrepentir toda su vida de lo que están haciendo, pero se lo merecen porque son unos cabeza dura, les vale más el orgullo que el amor que sienten… se suponía que habías aprendido la lección Paula, pero veo que no.


Su reproche era duro y directo, después de eso quizás su amiga también se molestara con ella, hasta podía perder la relación de doce años de amistad que tenían, pero no podía quedarse sin decir nada al ver la gran equivocación que estaba cometiendo, le dolió ver que Paula ni siquiera se inmutaba y salió del estudio.


—Yo lo di todo Jaqueline… lo di todo, pero no puedo dejar que él me cambie, no puedo perder mi esencia y lo que soy solo para complacer a Pedro Alfonso—susurró más para ella misma.



*****


Alicia llegó hasta la casa que estaban ocupando junto a Pedro y subió las escaleras corriendo, tropezando con Lisandro en el pasillo, su hermano la salvó de caer al piso sujetándola por los hombros.


—¡Hey! ¿Por qué estás así? —preguntó viéndola tan agitada.


—Necesito… ver a… Pedro —respondió de manera entre cortada por el esfuerzo físico que había realizado.


—¿Qué sucedió ahora? —inquirió exasperado, sin saber que esperar, iba a terminar loco.


—Paula… Paula se va —contestó mirándolo a los ojos.


—¡Carajos! Pero… ¿Será posible? Estos dos nos van a mandar al psiquiátrico, con razón tienen las profesiones que tienen, les gusta el drama —indicó viendo a su hermana—. Está con mamá, vamos a decirle para que reaccione y haga algo o si no, esta vez sí la perderá —agregó caminado con ella en dirección a la habitación de su hermano.


Estaban por abrir la puerta cuando Pedro la abrió y casi chocaron los tres, se miraron unos segundos desconcertados, hasta que Alicia se ubicó en el momento y fue quien primero habló.


—Pepe… Paula recogió todas sus cosas y está a punto de marcharse, fui a verla para saber cómo seguía porque anoche estaba muy mal y cuando vi a Diana con unas maletas le pregunté. Me dijo que regresarían a Roma con el equipo de producción… —decía, pero su hermano no la dejó
siquiera terminar.


Pedro salió corriendo y bajó las escaleras con la misma rapidez, atravesó el jardín sin preocuparse por las miradas que lo veían con desconcierto, entró a la cocina encontrándose con parte del personal que charlaba animadamente, todos felices de poder al fin retornar a sus hogares, pero en cuanto lo vieron en ese estado se quedaron perplejos.


—¿Dónde está Paula? —preguntó olvidándose incluso de las normas de educación, en ese momento solo pensaba en ella—. Necesito hablar con ella… —pronunció desesperado y se disponía a salir cuando Jaqueline entró por la puerta que daba al salón.


—Está en el estudio… y será mejor que te apresures pues Guillermo está desesperado por irse — contestó a sus palabras mientras lo miraba a los ojos y antes que Pedro saliera lo tomó por el brazo—. Más te vale que esta vez hagas las cosas bien porque está furiosa contigo y tiene muchos motivos para ello… así que ármate de paciencia porque la vas a necesitar —decía soltándolo, pero antes de verlo salir agregó algo más—. Ah, y que sea la última vez que la tratas así… hablo enserio Pedro Alfonso, Paula para mí es como una hermana y soy capaz de defenderla de quien sea ¿está claro? —preguntó mirándolo a los ojos.


—Está claro —confirmó asintiendo y salió para ir hasta el estudio.


Cuando entró, Paula se encontraba de espaldas mirando por el ventanal, sintió unos deseos enormes de acercarse a ella y abrazarla, aferrarse con tanta fuerza que nada los separase; pero sabía que debía reparar antes lo que había hecho, se acercó muy despacio y a mitad de camino ella se volvió al sentir seguramente su presencia, le dedicó una mirada fría y después regresó su mirada al ventanal ignorándolo.


—Paula… preciosa necesito que hablemos, por favor necesito que me perdones por… — esbozaba cuando ella comenzó a caminar para salir del estudio sin responderle. Él la siguió para impedir que abandonara ese lugar antes de escucharlo, la tomó del brazo deteniéndola—. Dame al menos la oportunidad de… —decía cuando ella se soltó con brusquedad de su agarre y lo miró con rabia.


—Aléjate de mí, Pedro —exigió en el mismo tono que usó la noche anterior y continuó con su camino.


—Paula… por favor —pidió una vez más siguiéndola, sabía que eso no sería fácil y que ella buscaría pagarle del mismo modo, pero eso no evitaba que le doliera su indiferencia.


La detuvo justo antes que saliera del estudio y cerró la puerta pasándole el pestillo, no la dejaría ir a ningún lado sin haberle dicho todo lo que sentía y haberla convencido de que se quedara a su lado, esta vez su final sería distinto, eso podía jurarlo.


—Déjame salir Pedro —le ordenó buscando alcanzar la manilla de la puerta pero él se lo impidió jalándola hacia atrás.


—Olvídalo y vas a escucharme lo quieras o no Paula —sentenció mientras la miraba a los ojos y la tomaba por los brazos.


—¡Pedro suéltame! Vas a hacerme daño —pronunció forcejando con él para liberarse, sentirlo tan cerca la descontrolaba.


—Lo siento… preciosa lo siento…Paula lo único que deseo es que me escuches —pidió buscando atrapar su mirada pero ella le rehuía.


—¿Acaso tú me diste la oportunidad de hacerlo anoche? ¡Pues no Pedro! las cosas conmigo o son equitativas o no son, yo no voy a estar exponiéndome para que tú me humilles cada vez que se te antoje, lo que hiciste ayer me dolió muchísimo, y si cada vez que tengamos un problema tú vas a salir huyendo para emborracharte, dejándome como lo hiciste entonces prefiero que acabemos esto aquí —dijo con firmeza al tiempo que le mantenía la mirada.


—¡No! no acabaremos nada… Paula por favor, comprende que lo hice para no empeorar las cosas, ambos estábamos muy ofuscados… y si seguíamos tal vez hubiéramos terminado diciendo o haciendo cosas que más adelante nos dolerían mucho más —expuso intentando controlar su tono para no lucir como un desesperado.


—¿Más? ¿Y es que acaso hubieras hecho algo que me doliera más que la manera en cómo me dejaste? —inquirió furiosa y asombrada.


—No olvides que tú también me lastimaste a mí Paula ¿o piensas que haberme abofeteado no me dolió? —preguntó mirándola a los ojos.


—Te lo merecías por insinuar que planeaba acostarme con Ignacio, eso fue tan estúpido de tu parte… Me ofendiste ¿y pretendías aun así que no reaccionara? —cuestionó de nuevo alejándose de él—. ¿Sabes qué? Ya déjame en paz, tú y yo no compaginamos Pedro, siempre estamos discutiendo, tú no confías en mí y además quieres cambiarme, quieres que me amolde a ti y a tus exigencias como si fuera una marioneta que puedes manejar a tu antojo… —decía completamente ofuscada.


—Paula… ¿De qué hablas? —preguntó él desconcertado.


—Hablo de lo que tú me haces sentir —dijo golpeándole el pecho con un dedo—. De eso hablo… yo estoy dispuesta a dejarte ser quien desees, apoyarte en todo, sin coartar tu libertad un solo instante y nunca he intentado obligarte a nada —pronunció dejando libre sus lágrimas.


—Paula… yo nunca he intentado —decía cuando ella lo calló.


—Quizás no lo has hecho de manera directa… pero ese afán tuyo por querer controlarlo todo me está asfixiando. ¿Sabes por qué te amo? —preguntó, pero no esperó una respuesta de él—. Porque se supone que contigo puedo ser yo, que solo a tu lado siento la libertad para expresar lo que siento sin sentir temor a ser juzgada… y odio cuando intentas alejar de mí esa libertad que me brindas, si tan solo comprendieras que no necesitas exigirme ni presionarme para que te entregue algo que ya es tuyo… si tan solo me dejaras volar —expresó en medio de un llanto amargo y al ver que él se quedaba en silencio aprovechó para salir.


Pedro se quedó allí analizando las palabras de Paula y buscando dentro de su cabeza esos momentos en los cuales, él la había hecho sentirse de esa manera, no podía entender en qué había fallado pues hasta ese instante siempre la había tratado bien, dándole su espacio para escribir, escuchándola, amándola con locura… ¿En que había fallado? Se preguntó sintiéndose frustrado y molesto.


De inmediato nuevos recuerdos comenzaron a llenar su cabeza, su decisión de ir hasta el casting había sido impulsiva es verdad, y no le había consultado a ella primero, no intentó comunicárselo aun teniendo los medios para hacerlo, pero quería sorprenderla y hacerle ver que había dado ese acto de fe que le pidió, ella no podía estar reprochándole eso. ¿Acaso fue por seguirla hasta Chicago?
¿Exigirle que dejara a Ignacio Howard apenas se reencontraron? Bueno eso podía entenderlo y su madre le había hecho ver que la había presionado mucho… pero… ¿Dónde estaba lo demás? No pensó que le molestaría que le pidiera que se mantuviera lejos de Guillermo Reynolds… aunque varias veces le dijo que la dejara manejar la situación, que confiara en ella… y él siempre insistió en intervenir. Cerró los ojos comprobando que en verdad había sido un imbécil, ella ni siquiera le hizo ver una sola vez sus celos por sus escenas con Kimberly, solo se limitaba a dejarlo actuar sin hacerlo sentir presionado o incómodo por tenerla presente. Así como esas, varias de sus acciones se fueron presentando con claridad dándole bases a los reclamos de Paula, se llevó las manos al cabello sintiéndose perdido.


El sonido del motor de un auto lo sacó de sus cavilaciones y un miedo atroz lo invadió al pensar que Paula podía haberse marchado, sabía que si algo como eso ocurría perdería toda oportunidad de tenerla a su lado, salió del estudio corriendo y por fortuna la vio caminando hacia el auto donde ya la esperaba el malnacido de Guillermo Reynolds mostrando una sonrisa de triunfo, y para amargar más su existencia también estaba Ignacio Howard esperando por ella, pensó de inmediato en decir algo que la hiciera quedarse, que atrapara su atención y le diera la oportunidad que le estaba pidiendo, en un segundo las palabras que no dijo cuatro años atrás colmaron su cabeza y supo que debía decirlo.


—¡Paula! —exclamó y su voz dejó claro que eso era un ruego—. La nota que te dejé en aquella maleta, junto a las fotografías hace cuatro años decía… —Pedro se detuvo a la espera de que ella se volviera a mirarlo al menos, quería decirle esas palabras viéndola a la cara.


Paula sintió todo su mundo tambalearse al escuchar su voz y buscó la fortaleza en su interior para no dejarse llevar una vez más, sentía que iba a terminar loca si Pedro no dejaba de torturarla de esa manera, cerró los ojos para escapar de la sensación que la azotaba.


—Pau… escúchalo —pidió Ignacio en un susurro mientras la miraba. Ella abrió los ojos mostrándole todo el dolor y la confusión que había en su alma, le dedicó una sonrisa para animarla —. Si yo estuviera en su lugar esperaría que la mujer que amo, me diera la oportunidad de mirarme en sus ojos… aunque fuera una última vez —agregó con la voz ronca.


Paula asintió en silencio aferrándose a una última esperanza de salvar ese sentimiento que se había convertido en su mundo, se volvió lentamente para mirar a Pedro y aunque su corazón estaba lleno de mucho dolor, verlo parado allí fue como vivir un dejavú que iluminó todo su universo, esperaba aquellas palabras que años atrás él no le dijo, las mismas que quizás le hubiera ahorrado tantos sufrimientos.


Pedro esperó paciente por Paula, ignorando la espantosa sensación que se apoderó de su estómago al ver que Howard le decía algo, quizás estaba pidiendo que no le prestara atención, que lo dejara allí. Pues no le importaba, aunque eso ocurriera él caminaría hasta ella y le diría eso que durante cuatro años estuvo guardado en su pecho. 


Cuando Paula se giró para verlo todo cambió y su mundo se pintó de colores de nuevo, ella le daba una oportunidad más, juraba por Dios que la aprovecharía, dio un par de pasos para acercarse, pero no tanto para no hacerla sentir presionada.


—Me muero por pedirte que te quedes y asegurar que puedo darte todo lo que deseas, pero no me atrevo a hacerlo porque estaría siendo egoísta, estaría limitándote y la verdad es que me encanta verte volar. Tampoco me animo a decirte que yo iré contigo a donde me pidas, me falta el valor para cambiar mi vida de esa manera… y más que eso, temo que termines decepcionándote de quien soy fuera de este lugar… Paula, te juro que daría todo lo que soy y lo que tengo por ser el hombre que deseas tener en tu vida, porque tú eres la mujer que yo deseo en la mía… pero el destino no nos jugó limpio y debo dejarte ir, solo te pido que no me olvides… yo te prometo que no te olvidaré. Gracias por salvarme… Pedro —mencionó con la voz trémula y las lágrimas corriendo cuesta abajo por sus mejillas, sintiéndose tan expuesto, como nunca antes lo había estado, ni siquiera la primera vez que le dijo que la amaba.


El silencio que envolvió el lugar era abrumador, todos los allí presentes parecían estar conteniendo la respiración, sus corazones latían agitados a la espera de una respuesta por parte de Paula o de lo que pudiera hacer Pedro, la tensión que los embargaba era tal, que incluso aquellos que no estaban al tanto de la relación se encontraban casi temblando, a la espera del desenlace de ese episodio.


Paula no podía definir la emoción que la recorría, una mezcla de alegría, dolor, rabia, impotencia y amor, corría por sus venas y desbocaba sus latidos, mientras las lágrimas bajaban con total libertad por sus mejillas. De pronto sintió cómo un sollozo rompió toda barrera haciendo que soltara el aire de golpe, apenas sintió cómo Ignacio le quitaba el bolso con su portátil del hombro, al tiempo que ella se ahogaba en los ojos azules y acuosos de Pedro que le gritaban que la amaban, mientras le pedían que no dejara morir el amor que compartían.


Todo lo demás desapareció y en ese lugar solo quedó Pedro, dentro de ella la necesidad de dar también un salto de fe, la llevó a correr hasta él mientras sus piernas temblorosas le hacían imposible de acortar la distancia entre los dos, y le parecieron horas en lugar segundos el tiempo que le había tomado poder fundirse en un abrazo. Su boca buscó la de Pedro, se unió a él en un beso ardoroso, desesperado, un beso profundo y completo que les aseguraba que ya no habría más despedidas.


Pedro la envolvió entre sus brazos con tanta fuerza que casi estaban a punto de volverse un solo ser, no quería que Paula se alejara de él una vez más, la quería para toda la vida, como su amiga, su amante, su compañera, la quería siendo suya y también siendo libre. Le acunó el rostro con
las manos para mirarla a los ojos y habló de nuevo.


—Ya no voy a ser el mismo cobarde de antes, esta vez estoy dispuesto a demostrarte que lo eres todo para mí Paula Chaves, iré a donde tú quieras que vaya, te seguiré y me quedaré a tu lado… porque nunca he sido tan feliz como lo fui junto a ti… como lo soy junto a ti —expresó sintiendo que el corazón le latía muy de prisa.


Pedro no me sueltes nunca más, no me dejes ir… nunca me dejes ir, porque nunca he sido tan feliz como lo soy contigo… tú eres el cielo donde quiero volar, no existe otro… no quiero ningún otro —pronunció ahogándose en los ojos mar y lo besó una vez más.


Ambos estaban dejando sus sentimientos en libertad, entregados al amor y la pasión que los había hecho unirse años atrás y los mantendría así para siempre, porque ese era el pacto. De pronto una ola de aplausos se apoderó del lugar sacándolos de la burbuja que los envolvía, ellos se sintieron extraviados pues se habían olvidado por completo de las personas a su alrededor. Pedro supo que necesitaban privacidad, ese era el momento que había estado esperando desde hacía mucho y aunque no sería de manera tradicional, lo que importaba era el sentimiento, vio que Jacobo sostenía las riendas de Misterio, se había quedado a mitad de camino de llevarlo al tráiler, se acercó al hombre que entendió de inmediato lo que deseaba y le aproximó a su caballo.


—Pepe —Amelia lo llamó y le entregó un sobre que llevaba en las manos mientras le sonreía—. Toma, es el momento para que se lo des.


Él asintió con una gran sonrisa recibiéndolo, caminó hasta Paula y la montó sobre el lomo del corcel, pudo ver su mirada llena de curiosidad, pero no le reveló nada, solo se subió con un movimiento ágil sobre el animal y lo animó a que se los llevara de allí al galope.