lunes, 14 de septiembre de 2015

CAPITULO 217





Paula miraba a través de la ventana el hermoso paisaje que le regalaba la Toscana, comenzaba a pintarse de hermosos tonos en marrón y naranja que anunciaba el otoño. Dejó libre un suspiro cerrando los ojos al recordar, que exactamente hacía cuatro años ella se sentía en la misma situación en la que se encontraba en ese momento, y no podía evitar que el corazón se le rompiese en cada latido al comprobar que una vez más se había lanzado al vacío confiando en una quimera… en Pedro.


—¿Estás segura que quieres hacer esto? —preguntó Jaqueline mirando la espalda de su amiga, consciente de cuánto sufría.


—Es lo mejor Jackie —respondió simplemente sin volverse a mirarla.


—Sigo pensando que deberías hablar con él… —decía y detuvo sus palabras cuando vio que Paula se volvía.


—Ya no tiene caso… además ¿para qué lo voy a hacer? ¿Para qué me humille de nuevo como lo hizo anoche? —inquirió mostrando su dolor y todo el resentimiento que se había acumulado en ella —. Si de verdad él estuviera arrepentido ya habría buscado la manera de hablar conmigo, en otra época sabes perfectamente que ni siquiera me hubiera quedado a esperar… y sin embargo, lo he hecho Jaqueline, pero a Pedro no parece importarle, así que ¿qué me demuestra con esto? — cuestionó.


—Quizás está esperando que los ánimos se calmen, Paula debes intentar ponerte en sus pies. Piensa lo que hubieras sentido tú si es Romina Ciccone quien hubiera llegado y te enteras que va a pasar la noche bajo el mismo techo de él —expuso mirándola a los ojos.


—Me hubiera enfurecido y le habría reclamado es cierto, pero no lo hubiera tratado como él lo hizo conmigo, dijo que me acostaría con Ignacio para darle una especie de premio de consolación, y además que acostumbraba hacerlo ¿cómo esperabas que reaccionara ante eso?


Se interrumpió sintiendo que una vez más la sangre en sus venas hervía ante la rabia y la impotencia que sentía, liberó un suspiro, el capítulo estaba cerrado, ya no podía decir que no se dio una oportunidad y que lo entregó todo para que su relación con Pedro funcionara. No resultó así, bueno debía seguir adelante con su vida, cada uno concentrado en lo que debía, después de todo lo suyo parecía no poder vivir más allá de un amor de verano.


Jaqueline la vio sintiéndose en verdad triste, no podía entender cómo una vez más ellos dejaban que el orgullo y los malos entendidos los separasen, le daba tanta rabia ver lo ciegos que estaban que tomó su bolso y caminó para salir de allí, no se quedaría para presenciar cómo Paula dejaba escapar su felicidad otra vez.


—Iré a verificar que hayan recogido todo —mencionó abriendo la puerta, pero antes de salir habló de nuevo—. Ambos se van a arrepentir toda su vida de lo que están haciendo, pero se lo merecen porque son unos cabeza dura, les vale más el orgullo que el amor que sienten… se suponía que habías aprendido la lección Paula, pero veo que no.


Su reproche era duro y directo, después de eso quizás su amiga también se molestara con ella, hasta podía perder la relación de doce años de amistad que tenían, pero no podía quedarse sin decir nada al ver la gran equivocación que estaba cometiendo, le dolió ver que Paula ni siquiera se inmutaba y salió del estudio.


—Yo lo di todo Jaqueline… lo di todo, pero no puedo dejar que él me cambie, no puedo perder mi esencia y lo que soy solo para complacer a Pedro Alfonso—susurró más para ella misma.



*****


Alicia llegó hasta la casa que estaban ocupando junto a Pedro y subió las escaleras corriendo, tropezando con Lisandro en el pasillo, su hermano la salvó de caer al piso sujetándola por los hombros.


—¡Hey! ¿Por qué estás así? —preguntó viéndola tan agitada.


—Necesito… ver a… Pedro —respondió de manera entre cortada por el esfuerzo físico que había realizado.


—¿Qué sucedió ahora? —inquirió exasperado, sin saber que esperar, iba a terminar loco.


—Paula… Paula se va —contestó mirándolo a los ojos.


—¡Carajos! Pero… ¿Será posible? Estos dos nos van a mandar al psiquiátrico, con razón tienen las profesiones que tienen, les gusta el drama —indicó viendo a su hermana—. Está con mamá, vamos a decirle para que reaccione y haga algo o si no, esta vez sí la perderá —agregó caminado con ella en dirección a la habitación de su hermano.


Estaban por abrir la puerta cuando Pedro la abrió y casi chocaron los tres, se miraron unos segundos desconcertados, hasta que Alicia se ubicó en el momento y fue quien primero habló.


—Pepe… Paula recogió todas sus cosas y está a punto de marcharse, fui a verla para saber cómo seguía porque anoche estaba muy mal y cuando vi a Diana con unas maletas le pregunté. Me dijo que regresarían a Roma con el equipo de producción… —decía, pero su hermano no la dejó
siquiera terminar.


Pedro salió corriendo y bajó las escaleras con la misma rapidez, atravesó el jardín sin preocuparse por las miradas que lo veían con desconcierto, entró a la cocina encontrándose con parte del personal que charlaba animadamente, todos felices de poder al fin retornar a sus hogares, pero en cuanto lo vieron en ese estado se quedaron perplejos.


—¿Dónde está Paula? —preguntó olvidándose incluso de las normas de educación, en ese momento solo pensaba en ella—. Necesito hablar con ella… —pronunció desesperado y se disponía a salir cuando Jaqueline entró por la puerta que daba al salón.


—Está en el estudio… y será mejor que te apresures pues Guillermo está desesperado por irse — contestó a sus palabras mientras lo miraba a los ojos y antes que Pedro saliera lo tomó por el brazo—. Más te vale que esta vez hagas las cosas bien porque está furiosa contigo y tiene muchos motivos para ello… así que ármate de paciencia porque la vas a necesitar —decía soltándolo, pero antes de verlo salir agregó algo más—. Ah, y que sea la última vez que la tratas así… hablo enserio Pedro Alfonso, Paula para mí es como una hermana y soy capaz de defenderla de quien sea ¿está claro? —preguntó mirándolo a los ojos.


—Está claro —confirmó asintiendo y salió para ir hasta el estudio.


Cuando entró, Paula se encontraba de espaldas mirando por el ventanal, sintió unos deseos enormes de acercarse a ella y abrazarla, aferrarse con tanta fuerza que nada los separase; pero sabía que debía reparar antes lo que había hecho, se acercó muy despacio y a mitad de camino ella se volvió al sentir seguramente su presencia, le dedicó una mirada fría y después regresó su mirada al ventanal ignorándolo.


—Paula… preciosa necesito que hablemos, por favor necesito que me perdones por… — esbozaba cuando ella comenzó a caminar para salir del estudio sin responderle. Él la siguió para impedir que abandonara ese lugar antes de escucharlo, la tomó del brazo deteniéndola—. Dame al menos la oportunidad de… —decía cuando ella se soltó con brusquedad de su agarre y lo miró con rabia.


—Aléjate de mí, Pedro —exigió en el mismo tono que usó la noche anterior y continuó con su camino.


—Paula… por favor —pidió una vez más siguiéndola, sabía que eso no sería fácil y que ella buscaría pagarle del mismo modo, pero eso no evitaba que le doliera su indiferencia.


La detuvo justo antes que saliera del estudio y cerró la puerta pasándole el pestillo, no la dejaría ir a ningún lado sin haberle dicho todo lo que sentía y haberla convencido de que se quedara a su lado, esta vez su final sería distinto, eso podía jurarlo.


—Déjame salir Pedro —le ordenó buscando alcanzar la manilla de la puerta pero él se lo impidió jalándola hacia atrás.


—Olvídalo y vas a escucharme lo quieras o no Paula —sentenció mientras la miraba a los ojos y la tomaba por los brazos.


—¡Pedro suéltame! Vas a hacerme daño —pronunció forcejando con él para liberarse, sentirlo tan cerca la descontrolaba.


—Lo siento… preciosa lo siento…Paula lo único que deseo es que me escuches —pidió buscando atrapar su mirada pero ella le rehuía.


—¿Acaso tú me diste la oportunidad de hacerlo anoche? ¡Pues no Pedro! las cosas conmigo o son equitativas o no son, yo no voy a estar exponiéndome para que tú me humilles cada vez que se te antoje, lo que hiciste ayer me dolió muchísimo, y si cada vez que tengamos un problema tú vas a salir huyendo para emborracharte, dejándome como lo hiciste entonces prefiero que acabemos esto aquí —dijo con firmeza al tiempo que le mantenía la mirada.


—¡No! no acabaremos nada… Paula por favor, comprende que lo hice para no empeorar las cosas, ambos estábamos muy ofuscados… y si seguíamos tal vez hubiéramos terminado diciendo o haciendo cosas que más adelante nos dolerían mucho más —expuso intentando controlar su tono para no lucir como un desesperado.


—¿Más? ¿Y es que acaso hubieras hecho algo que me doliera más que la manera en cómo me dejaste? —inquirió furiosa y asombrada.


—No olvides que tú también me lastimaste a mí Paula ¿o piensas que haberme abofeteado no me dolió? —preguntó mirándola a los ojos.


—Te lo merecías por insinuar que planeaba acostarme con Ignacio, eso fue tan estúpido de tu parte… Me ofendiste ¿y pretendías aun así que no reaccionara? —cuestionó de nuevo alejándose de él—. ¿Sabes qué? Ya déjame en paz, tú y yo no compaginamos Pedro, siempre estamos discutiendo, tú no confías en mí y además quieres cambiarme, quieres que me amolde a ti y a tus exigencias como si fuera una marioneta que puedes manejar a tu antojo… —decía completamente ofuscada.


—Paula… ¿De qué hablas? —preguntó él desconcertado.


—Hablo de lo que tú me haces sentir —dijo golpeándole el pecho con un dedo—. De eso hablo… yo estoy dispuesta a dejarte ser quien desees, apoyarte en todo, sin coartar tu libertad un solo instante y nunca he intentado obligarte a nada —pronunció dejando libre sus lágrimas.


—Paula… yo nunca he intentado —decía cuando ella lo calló.


—Quizás no lo has hecho de manera directa… pero ese afán tuyo por querer controlarlo todo me está asfixiando. ¿Sabes por qué te amo? —preguntó, pero no esperó una respuesta de él—. Porque se supone que contigo puedo ser yo, que solo a tu lado siento la libertad para expresar lo que siento sin sentir temor a ser juzgada… y odio cuando intentas alejar de mí esa libertad que me brindas, si tan solo comprendieras que no necesitas exigirme ni presionarme para que te entregue algo que ya es tuyo… si tan solo me dejaras volar —expresó en medio de un llanto amargo y al ver que él se quedaba en silencio aprovechó para salir.


Pedro se quedó allí analizando las palabras de Paula y buscando dentro de su cabeza esos momentos en los cuales, él la había hecho sentirse de esa manera, no podía entender en qué había fallado pues hasta ese instante siempre la había tratado bien, dándole su espacio para escribir, escuchándola, amándola con locura… ¿En que había fallado? Se preguntó sintiéndose frustrado y molesto.


De inmediato nuevos recuerdos comenzaron a llenar su cabeza, su decisión de ir hasta el casting había sido impulsiva es verdad, y no le había consultado a ella primero, no intentó comunicárselo aun teniendo los medios para hacerlo, pero quería sorprenderla y hacerle ver que había dado ese acto de fe que le pidió, ella no podía estar reprochándole eso. ¿Acaso fue por seguirla hasta Chicago?
¿Exigirle que dejara a Ignacio Howard apenas se reencontraron? Bueno eso podía entenderlo y su madre le había hecho ver que la había presionado mucho… pero… ¿Dónde estaba lo demás? No pensó que le molestaría que le pidiera que se mantuviera lejos de Guillermo Reynolds… aunque varias veces le dijo que la dejara manejar la situación, que confiara en ella… y él siempre insistió en intervenir. Cerró los ojos comprobando que en verdad había sido un imbécil, ella ni siquiera le hizo ver una sola vez sus celos por sus escenas con Kimberly, solo se limitaba a dejarlo actuar sin hacerlo sentir presionado o incómodo por tenerla presente. Así como esas, varias de sus acciones se fueron presentando con claridad dándole bases a los reclamos de Paula, se llevó las manos al cabello sintiéndose perdido.


El sonido del motor de un auto lo sacó de sus cavilaciones y un miedo atroz lo invadió al pensar que Paula podía haberse marchado, sabía que si algo como eso ocurría perdería toda oportunidad de tenerla a su lado, salió del estudio corriendo y por fortuna la vio caminando hacia el auto donde ya la esperaba el malnacido de Guillermo Reynolds mostrando una sonrisa de triunfo, y para amargar más su existencia también estaba Ignacio Howard esperando por ella, pensó de inmediato en decir algo que la hiciera quedarse, que atrapara su atención y le diera la oportunidad que le estaba pidiendo, en un segundo las palabras que no dijo cuatro años atrás colmaron su cabeza y supo que debía decirlo.


—¡Paula! —exclamó y su voz dejó claro que eso era un ruego—. La nota que te dejé en aquella maleta, junto a las fotografías hace cuatro años decía… —Pedro se detuvo a la espera de que ella se volviera a mirarlo al menos, quería decirle esas palabras viéndola a la cara.


Paula sintió todo su mundo tambalearse al escuchar su voz y buscó la fortaleza en su interior para no dejarse llevar una vez más, sentía que iba a terminar loca si Pedro no dejaba de torturarla de esa manera, cerró los ojos para escapar de la sensación que la azotaba.


—Pau… escúchalo —pidió Ignacio en un susurro mientras la miraba. Ella abrió los ojos mostrándole todo el dolor y la confusión que había en su alma, le dedicó una sonrisa para animarla —. Si yo estuviera en su lugar esperaría que la mujer que amo, me diera la oportunidad de mirarme en sus ojos… aunque fuera una última vez —agregó con la voz ronca.


Paula asintió en silencio aferrándose a una última esperanza de salvar ese sentimiento que se había convertido en su mundo, se volvió lentamente para mirar a Pedro y aunque su corazón estaba lleno de mucho dolor, verlo parado allí fue como vivir un dejavú que iluminó todo su universo, esperaba aquellas palabras que años atrás él no le dijo, las mismas que quizás le hubiera ahorrado tantos sufrimientos.


Pedro esperó paciente por Paula, ignorando la espantosa sensación que se apoderó de su estómago al ver que Howard le decía algo, quizás estaba pidiendo que no le prestara atención, que lo dejara allí. Pues no le importaba, aunque eso ocurriera él caminaría hasta ella y le diría eso que durante cuatro años estuvo guardado en su pecho. 


Cuando Paula se giró para verlo todo cambió y su mundo se pintó de colores de nuevo, ella le daba una oportunidad más, juraba por Dios que la aprovecharía, dio un par de pasos para acercarse, pero no tanto para no hacerla sentir presionada.


—Me muero por pedirte que te quedes y asegurar que puedo darte todo lo que deseas, pero no me atrevo a hacerlo porque estaría siendo egoísta, estaría limitándote y la verdad es que me encanta verte volar. Tampoco me animo a decirte que yo iré contigo a donde me pidas, me falta el valor para cambiar mi vida de esa manera… y más que eso, temo que termines decepcionándote de quien soy fuera de este lugar… Paula, te juro que daría todo lo que soy y lo que tengo por ser el hombre que deseas tener en tu vida, porque tú eres la mujer que yo deseo en la mía… pero el destino no nos jugó limpio y debo dejarte ir, solo te pido que no me olvides… yo te prometo que no te olvidaré. Gracias por salvarme… Pedro —mencionó con la voz trémula y las lágrimas corriendo cuesta abajo por sus mejillas, sintiéndose tan expuesto, como nunca antes lo había estado, ni siquiera la primera vez que le dijo que la amaba.


El silencio que envolvió el lugar era abrumador, todos los allí presentes parecían estar conteniendo la respiración, sus corazones latían agitados a la espera de una respuesta por parte de Paula o de lo que pudiera hacer Pedro, la tensión que los embargaba era tal, que incluso aquellos que no estaban al tanto de la relación se encontraban casi temblando, a la espera del desenlace de ese episodio.


Paula no podía definir la emoción que la recorría, una mezcla de alegría, dolor, rabia, impotencia y amor, corría por sus venas y desbocaba sus latidos, mientras las lágrimas bajaban con total libertad por sus mejillas. De pronto sintió cómo un sollozo rompió toda barrera haciendo que soltara el aire de golpe, apenas sintió cómo Ignacio le quitaba el bolso con su portátil del hombro, al tiempo que ella se ahogaba en los ojos azules y acuosos de Pedro que le gritaban que la amaban, mientras le pedían que no dejara morir el amor que compartían.


Todo lo demás desapareció y en ese lugar solo quedó Pedro, dentro de ella la necesidad de dar también un salto de fe, la llevó a correr hasta él mientras sus piernas temblorosas le hacían imposible de acortar la distancia entre los dos, y le parecieron horas en lugar segundos el tiempo que le había tomado poder fundirse en un abrazo. Su boca buscó la de Pedro, se unió a él en un beso ardoroso, desesperado, un beso profundo y completo que les aseguraba que ya no habría más despedidas.


Pedro la envolvió entre sus brazos con tanta fuerza que casi estaban a punto de volverse un solo ser, no quería que Paula se alejara de él una vez más, la quería para toda la vida, como su amiga, su amante, su compañera, la quería siendo suya y también siendo libre. Le acunó el rostro con
las manos para mirarla a los ojos y habló de nuevo.


—Ya no voy a ser el mismo cobarde de antes, esta vez estoy dispuesto a demostrarte que lo eres todo para mí Paula Chaves, iré a donde tú quieras que vaya, te seguiré y me quedaré a tu lado… porque nunca he sido tan feliz como lo fui junto a ti… como lo soy junto a ti —expresó sintiendo que el corazón le latía muy de prisa.


Pedro no me sueltes nunca más, no me dejes ir… nunca me dejes ir, porque nunca he sido tan feliz como lo soy contigo… tú eres el cielo donde quiero volar, no existe otro… no quiero ningún otro —pronunció ahogándose en los ojos mar y lo besó una vez más.


Ambos estaban dejando sus sentimientos en libertad, entregados al amor y la pasión que los había hecho unirse años atrás y los mantendría así para siempre, porque ese era el pacto. De pronto una ola de aplausos se apoderó del lugar sacándolos de la burbuja que los envolvía, ellos se sintieron extraviados pues se habían olvidado por completo de las personas a su alrededor. Pedro supo que necesitaban privacidad, ese era el momento que había estado esperando desde hacía mucho y aunque no sería de manera tradicional, lo que importaba era el sentimiento, vio que Jacobo sostenía las riendas de Misterio, se había quedado a mitad de camino de llevarlo al tráiler, se acercó al hombre que entendió de inmediato lo que deseaba y le aproximó a su caballo.


—Pepe —Amelia lo llamó y le entregó un sobre que llevaba en las manos mientras le sonreía—. Toma, es el momento para que se lo des.


Él asintió con una gran sonrisa recibiéndolo, caminó hasta Paula y la montó sobre el lomo del corcel, pudo ver su mirada llena de curiosidad, pero no le reveló nada, solo se subió con un movimiento ágil sobre el animal y lo animó a que se los llevara de allí al galope.












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