jueves, 27 de agosto de 2015
CAPITULO 161
Después de estar un par de días fuera de la ciudad y otros dos más sin ver a Paula, sentía que estaba más calmado y listo para afrontar la situación que atravesaba con su novia.
Ella a veces era muy esquiva, sobre todo cuando se trataba de compromisos, pero él no le estaba exigiendo uno,
simplemente deseaba estar lo más cerca posible y por supuesto tener una familia, pero si aún Paula no se sentía preparada la comprendería, después de todo eran jóvenes y tenían tiempo de sobra para tener uno o dos hijos llegado el momento.
—Buenas noches Inés —saludó a la mujer con una sonrisa.
—Buenas noches señor Howard, pase adelante por favor —lo invitó haciendo un ademán y después lo guió al salón.
Él ya había renunciado a pedirle a la mujer que lo llamara por su nombre, en dos años no lo había conseguido y era consciente que no lo haría nunca, porque mantener las distancias era algo que Inés jamás olvidaba. Vio a Paula parada junto al ventanal mirando el paisaje y su mundo que había carecido de colores y calidez se llenó de todo eso en un instante, caminó hasta ella haciendo su sonrisa más amplia.
—Hola —dijo acercándose para darle un beso.
—Hola —Paula actuó con mayor rapidez y lo besó en la mejilla.
Él la miró extrañado, obviamente no esperaba un recibimiento como ese después de casi una semana sin verse, pero intentó no hacer tan evidente su decepción y la tomó de la mano para ir hasta el comedor.
—¿Cómo te fue? —preguntó Paula con una sonrisa.
Tenía que iniciar un tema de conversación, algo que aligerara la tensión que sentía, además estaba demasiado nerviosa, pero no podía echarse para atrás, había decidido hablar con él esa misma noche.
—Bien, todas las partes se sintieron complacidas y el negocio se cerró —contestó sin mucho énfasis y rodó la silla para que ella se sentara— ¿Y a ti, cómo te fue? ¿Qué hiciste en mi ausencia? —inquirió ocupando su lugar mientras la miraba.
—Estuve ocupada… Organizando algunas cosas —respondió y se detuvo al ver que Rosa se acercaba con la bandeja de ensalada para servirles. Esperó hasta que se fuera para continuar—. Fui a casa de mi madre y hablé con ella… —decía cuando Ignacio la detuvo.
—¿Qué era eso tan importante que quería hablar contigo? —inquirió mientras tomaba parte de los vegetales.
Paula tomó la copa con agua a su lado para darle un sorbo y pasar el nudo que se le había formado en la garganta y estaba a punto de asfixiarla, le esquivó la mirada a Ignacio.
—Lo mismo de siempre —mintió porque no quería llegar a ese tema aún, necesitaba estar más calmada y además sentía que él estaba alerta.
—¿Y la película? ¿Cómo van los planes? —una molesta sensación se apoderaba de su pecho al ver que Paula lo esquivaba.
Ella sentía que estaba en medio de un interrogatorio y eso no mejoraba en lo absoluto sus nervios, apenas había probado la ensalada y una vez más recurrió a la copa con agua, en momentos como esos se odiaba por ser tan cobarde.
—La gente de la productora tiene previsto viajar a Italia el próximo lunes, desean comenzar las grabaciones cuanto antes. El señor Reynolds planea que la película esté lista este mismo año y compita en los premios de la academia del próximo —contestó de manera casual.
Rosa llegó con el plato principal y Paula la vio como su salvadora, pensó que disfrutar de la cena sería la excusa perfecta para posponer la conversación, aunque fueran unos minutos.
—Bueno, espero que les vaya bien y que el señor Reynolds consiga su objetivo, por supuesto que sea un éxito también por ti princesa. Pero lo que realmente me hará feliz es que dentro de una semana te tendré de nuevo solo para mí —comentó esperanzado mientras le tomaba la mano y le daba un suave apretón mirándola a los ojos.
—Ignacio… yo necesitaba decirte algo con respecto a eso.
Ese era el momento, debía aprovecharlo, decirle que se iría a Italia al menos para empezar con eso y después hablar de su separación, tenía la excusa perfecta para hacerle las cosas más fáciles a Ignacio, ni siquiera tenía que mencionar a Pedro o su pasado con él; simplemente le diría que no tenía caso seguir con una relación a distancia.
—Claro, dime Paula —la instó a continuar al ver su repentino silencio y fijó su mirada en ella. —Yo… he decidido irme a Italia con el personal de producción, sabes que esa fue una de las principales condiciones que se colocó en el contrato cuando cedí los derechos de la obra y creo que es algo que ellos esperan que haga también —Paula sentía que ni ella misma lograba entender lo que decía, estaba demasiado nerviosa.
—¿Has decidido irte a Italia? —preguntó sin querer comprender lo que eso significaba para su relación.
—Sí, estuve pensando y… —decía pero él no la dejó continuar.
—¿Por cuánto tiempo Paula? —inquirió sintiendo una presión desagradable en el pecho.
—Si todo marcha bien… el rodaje podría estar listo en unos cuatro o cinco meses, intentaremos grabar la mayoría durante el verano —comentó queriendo mostrarse calmada.
—¿Cinco meses? Si tú estarás cinco meses en Italia… ¿Qué se supone que haré yo Paula? — preguntó y esa vez no pudo disimular su rabia.
Lanzó la servilleta sobre la mesa poniéndose de pie y se alejó de allí caminando hacia el salón, sintiendo que el pecho le ardía ante la furia y el dolor que lo invadían, incluso estaba a punto de llorar.
Paula se sorprendió al ver la actitud de Ignacio, él jamás había actuado así, en realidad era la primera vez que lo veía salirse de sus cabales, siempre había sido un hombre muy mesurado pero suponía que algo como esto no podía ser tratado con la misma calma de siempre, así que lo comprendía y se armó de valor para buscarlo.
—Cuando todo esto comenzó asumí que estarías en el proyecto y que incluso deberías viajar algunas veces a Italia para verificar que estuvieran haciendo todo bien… hasta pensé que podíamos aprovechar alguno de esos viajes para nosotros —pronunció con la voz ronca al sentir la presencia
de Paula en el salón a su espalda—. Pero ahora me dices que te irás por cinco meses y seguramente esperas que yo me quede aquí aguardando a que todo termine para que estemos juntos de nuevo… —decía dejando que el rencor se desbordara en sus palabras.
—No, no deseo eso Ignacio… yo sé que no tengo derecho a pedirte algo así —ella no pudo continuar.
—¿Qué demonios crees que soy Paula? —cuestionó volviéndose en ese momento y su mirada estaba llena de dolor, amor y odio, todo junto haciéndole girones dentro de él—. Dime qué esperas que haga, porque ya no comprendo nada y juro que vas a volverme loco.
—Ignacio por favor —pidió ella con voz estrangulada.
—¡Mírame! ¡Yo soy un hombre Paula! —le gritó dejando su llanto en libertad, se acercó a ella —. Soy un hombre maldita sea, no soy una máquina o una estatua que no puede sentir ¿Tienes idea de lo que me estás haciendo? —le preguntó tomándola por los brazos.
—Yo no quiero lastimarte... por favor, intenta calmarte y hablemos como dos personas civilizadas —mencionó viendo que estaba fuera de control, de pronto sintió miedo, jamás pensó que él llegaría a tratarla así.
—Siento que te me escapas de las manos y me pides que me quede sin hacer nada —susurró apoyando la frente contra la de ella.
Su respiración agitada se estrellaba en el rostro de Paula, subió sus manos en una caricia lenta y posesiva hasta apoyarlas en el delicado cuello, dejó libre un suspiro trémulo.
Paula podía sentir el dolor en Ignacio, pero eso no aliviaba el sentimiento de miedo que la embargaba, apoyó sus manos en el pecho de él para intentar tranquilizarlo de esa manera, pero al sentir que sollozaba dejó que sus propias lágrimas bajaran por sus mejillas.
—Ignacio… yo… —intentó hablar aprovechando el silencio.
—Sabes que yo te amo verdad Paula, ¿lo sabes? —preguntó abriendo los ojos y clavó su mirada atormentada en ella.
Paula asintió mientras lloraba y sentía que algo en su pecho se encogía con fuerza, el nudo en su garganta no la dejaba hablar.
—Dímelo —rogó acariciándole las mejillas con los pulgares.
—Sé que me amas Ignacio —esbozó como pudo mientras lo miraba.
—¿Entonces por qué me haces esto? —le preguntó con más dolor que rabia, sintiendo que el corazón se le quebraba.
Paula se quedó en silencio percibiendo de nuevo esa espantosa sensación de estar atrapada, siendo aplastada por las paredes a su alrededor, por el peso de saber que no tenía escapatoria. La angustia se apoderó de su cuerpo al no saber cómo responder a esa pregunta de Ignacio, no podía hacer nada más que llorar y mirarlo.
—Dime lo que deseas y yo te lo daré… te lo daré todo —susurró y se negó a dejarla ir, no podía perderla, no podía vivir sin ella.
Atrapó los labios de Paula en un beso que no tuvo preámbulos, tampoco se mostró mesurado o sutil, quería sumergirla en la pasión para demostrarle cuánto la amaba y la deseaba, que ella era todo lo que anhelaba para ser feliz.
La abrazó con fuerza pegándola a su cuerpo, envolviéndola de tal manera que no pudiera escaparse de sus brazos, quería sentirla suya como nunca había sentido a ninguna otra mujer.
Paula se tensó e intentó forcejear con Ignacio al principio, no estaba acostumbrada a que la tratara de esa manera y además le había hecho una promesa a Pedro, pero no quería lastimarlo aún más, así que no lo rechazó, solo se mantuvo inmóvil para que él mismo notara que no deseaba eso, hasta que sintió que las manos de él se dirigían hasta su escote y buscó la manera de detenerlo.
—No… no Ignacio… por favor —pedía liberándose del beso, pero él comenzó a besarle el cuello y a intentar subirle el vestido— ¡Ignacio basta! —le gritó empujándolo para que la liberara.
—Tú eres mía Paula —pronunció tomándola de la cintura.
—¡No! No soy tuya… —mencionó mirándolo a los ojos y le dolió profundamente ver el gesto en su rostro, como si lo hubiera golpeado—. Por favor Ignacio no tenemos que llegar a esto, yo no quiero lastimarte… Pero entiende que no vamos a ningún lado, yo no puedo darte lo que me pides porque… —se detuvo sin saber si decirle la verdad, podía ser duro pero quizás era la única salida que tenía.
—No puedes hacerme esto… por favor Paula… no nos hagas esto, yo puedo hacerte feliz, déjame demostrarte que puedo darte todo lo que desees… si quieres irte a Italia puedes hacerlo y yo te esperaré… o me iré contigo si lo deseas, haré todo lo que tenga que hacer para estar a tu lado — decía cuando vio que ella negaba.
—Yo no quiero que hagas algo así, tú debes seguir con tu vida… Ignacio yo no merezco que dejes todo de lado solo para estar junto a mí, eso no sería justo —intentó hacerle entender.
—Lo que no sería justo es que dejemos que nuestro amor termine de esta manera, ya me pasó una vez Paula y no dejaré que vuelva a suceder… amor podemos afrontar esta situación, podemos hacerlo y salir victoriosos de esta prueba, mírame —le pidió colocándole un dedo debajo de la barbilla— Solo tienes que decirme “Ignacio te quiero a mi lado para siempre” y te juro que nada en este mundo podrá separarme de ti —expresó dejando expuestas sus emociones cuando las lágrimas salieron de sus ojos y bajaron pesadas por sus mejillas.
Paula no soportó el peso de esas palabras y se dejó caer en el mueble llorando, pensando que la vida era tan malditamente injusta, que ella no podía hacer esto, no podía romperle el corazón a Ignacio, se llevó las manos al rostro ocultando su dolor al saber que si no lo dañaba a él entonces lo haría con Pedro y eso la hería aún más.
Ignacio se arrodilló delante de ella tomándole las manos para verla a la cara, no quería que Paula ocultara sus sentimientos de él, le acarició el rostro con suavidad mientras sus manos temblaban. Cuando al fin ella le descubrió su mirada vio tanto dolor y tanta culpa en esas bellas gemas miel que sintió su corazón quebrarse en dos.
—Llegué tarde… ¿No es así? —inquirió.
No hizo falta que Paula le respondiera, dejó ver una sonrisa cargada de tristeza y hundió su rostro en la tela de la falda de ella para dejar correr su llanto con libertad, estremeciéndose ante los sollozos. Sintió que Paula le acariciaba la espalda para consolarlo y dejó caer varios besos en su cabello, incluso podía sentir cómo temblaba mientras lloraba, y quizás se sentía al igual que él la otra noche, consciente que no podía hacer nada.
—No hagas esto… —se alejó de ella con rabia poniéndose de pie y se limpió la cara con brusquedad—. Mi única arma contra este gran amor que siento por ti es la rabia… necesito odiarte para poder sacarte de mi corazón Paula, déjame hacerlo.
—Yo no quiero que me odies… —dijo con dolor.
—¡Pero tampoco puedo amarte Paula! —gritó el furioso, la vio sobresaltarse e intentó calmarse un poco.
—Por favor Ignacio, solo intenta comprenderme, no puedo seguir con esto porque sería injusto, yo no deseo herirte y si me quedo a tu lado voy a terminar haciéndolo… te juro que si pudiera amarte lo haría y lucharía para hacerte el hombre más feliz del mundo, porque lo mereces pero… no puedo…
no puedo porque amo a otro hombre —confesó al fin sintiendo que se liberaba, pero al mismo tiempo sabía le había dado un golpe demasiado fuerte.
Él no dijo nada porque el dolor no le permitió hacerlo, pero la rabia lo llevó a actuar, caminó con rapidez hacia el pasillo que llevaba a las habitaciones, con largas zancadas llegó hasta la de Paula, se digirió al armario y tomó la maleta que había llevado hacía mucho tiempo cuando comenzó a quedarse a dormir junto a la mujer que creyó suya.
—Ignacio —lo llamó Paula que corrió tras él sin comprender su actitud cuando abandonó el salón.
—No es necesario que digas nada más —espetó mientras lanzaba sus prendas en la maleta luchando por no seguir llorando.
—No quiero que esto termine así —pidió ella.
—¿Qué esperas Paula? ¿Acaso que nos reunamos los tres para tomar el té? —preguntó con sarcasmo—. Lo siento pero no puedo ser tan estúpido o según tú, civilizado… yo también tengo orgullo y no dejaré que ese maldito infeliz lo pisotee —agregó cerrando la maleta.
Ella se quedó callada porque había hecho algo peor que eso, los había sentado a ambos en una mesa y además junto a su familia, incluso fue Ignacio quien lo llevó en su auto, se sintió verdaderamente miserable.
—Solo me llevaré esto, echa a la basura todo lo demás —mencionó tomando el equipaje.
Un último vistazo a la cama que había sido testigo de todas las veces que le hizo el amor a Paula creyéndola suya, hizo que su dolor y su rabia crecieran con fuerza dentro de él, y las lágrimas inundaron de nuevo sus ojos al darse cuenta que todo no había sido más que una mentira.
—No te vayas de esta manera Ignacio —esbozó Paula pues le dolía mucho verlo marcharse sabiendo que la odiaba.
—¿Para qué deseas que me quede Paula? ¿Para seguir rompiéndome el corazón? —inquirió desde la puerta sin mirarla.
—No, sabes que no quiero hacerte daño —expresó caminando hasta él.
—Ya es muy tarde para eso, adiós Paula —mencionó y salió.
Pudo escuchar que ella sollozaba y le dolió mucho dejarla así, solo la había visto llorando de ese modo la otra noche, y era tan estúpido que estuvo a punto de regresar para consolarla, porque aunque quería odiarla sabía que no lograría hacerlo jamás, no se detuvo a mirar ningún rincón de la casa para que los recuerdos no lo hicieran desistir.
Sin embargo, cuando se encontró caminando completamente solo por el pasillo que llevaba al ascensor, no pudo evitar que su memoria fuera invadida por el recuerdo de ese maravilloso día cuando conoció a Paula y su mundo se iluminó gracias a ella.
CAPITULO 160
Al día siguiente Paula se despertó sintiendo que flotaba en una nube, no podía creer que su mundo entero cambiara en cuestión de horas, de ser un completo desastre a un maravilloso paraíso, solo por el hecho de saber que estaría junto a Pedro, que ambos estaban dispuestos a retomar su relación y luchar por reparar los errores del pasado. Se puso de pie casi de un brinco y tomó el mando para correr las persianas que cubrían el ventanal, la habitación se llenó de luz y ella se estiró cuan larga era para recibir toda la energía del sol, aunque suponía que éste debía lucir opaco comparado con ella en ese instante.
Antes de entrar al baño revisó su celular y tenía un mensaje de Pedro deseándole los buenos días, pero también tenía uno de Ignacio diciéndole que llegaría esa tarde y esperaba verla en la noche, a ambos les respondió con rapidez intentando mostrarse casual para que ninguno notase lo que sucedía. Tomó una ducha de casi una hora, salió envuelta en un albornoz rosa y ahogó un grito cuando vio sentada a Jaqueline en el sillón púrpura junto al ventanal vestida tan elegante como siempre.
—Buenos días Jackie, casi me matas del susto —saludó y se encaminó hasta su armario para buscar algo que ponerse.
—Buenos días, aunque supongo que para ti son estupendos creí que pasarías la noche fuera y me sorprendí cuando Rosa me dijo que lo habías hecho aquí —comentó siguiéndola con la mirada y luchando por fingirse seria, pues en realidad deseaba salir corriendo a abrazarla.
—No, llegué casi a las nueve —esbozó sin mucho énfasis.
—Así lo harías con el italiano que te dejó venir, seguramente el pobre hombre terminó para terapia intensiva —dijo con picardía y se levantó.
—Ahórrate tus comentarios de doble sentido Jaqueline Hudson porque no tuvimos sexo… simplemente hablamos, recuerdo habértelo dicho anoche cuando te llamé para reportarme — mencionaba paseándose en ropa interior por el amplio espacio de su armario en busca de algo cómodo para vestirse, tomó un jean desgastado.
—Me debes una comida y pienso cobrártela ahora mismo así que ponte algo más formal para que bajemos al restaurante —indicó Jaqueline abriendo la parte donde estaban los vestidos y tomó uno en tono naranja, sin mangas pero de escote discreto y el largo estaba centímetros por encima de las rodillas—. Éste es perfecto, toma… y en cuanto a “eso” no me creas tonta, si no quieres entrar en detalles lo respeto. Pero una reconciliación sin sexo, no es reconciliación, y además cuando lo llamé desesperada porque no había logrado localizarte, me dijo que estabas dormida… ahora en resumen ¿Sigue siendo el dueño de tus mejores orgasmos? —preguntó con picardía y la mirada brillante.
Paula dejó ver una sonrisa radiante y le arrancó el vestido de las manos para ponérselo, sonrojándose cuando Jaqueline dejó libre una carcajada y aplaudió como una niña pequeña.
—Lamento tener que quitarte la ilusión, pero no tuvimos relaciones, simplemente hablamos, y sí tienes razón estaba dormida cuando llamaste pero es porque me sentía tan agotada por todo lo que sucedió con mi madre que… —decía cuando la rubia la detuvo.
—¿Qué te hizo Susana ahora? —preguntó llevándose las manos a la cintura y su semblante había cambiado por completo.
Paula suspiró con cansancio al recordar la discusión con su madre y se dispuso a contarle todo a Jaqueline, sin saltarse los detalles porque sabía que ella se los exigiría. Su amiga experimentó las mismas emociones que la asaltaron en cada episodio, cuando le preguntó por el grado de ficción de la obra, cuando le confirmó que se trataba de Pedro, todos los insultos, el dolor y la rabia en el momento que le dijo lo que había hecho con el libro, después cómo ella se le enfrentó reaccionando al fin y cansada de tanto maltrato.
Jaqueline apenas podía creer que Paula hubiera reunido de una vez por todas el valor para poner en su sitio a la bruja de su madre, Susana Chaves era una completa arpía, y su amiga había soportado mucho durante años, pero lo que más la emocionó fue saber que había defendido a
Pedro de esa manera, que él había sido el motivo que la llevó a tomar de manera definitiva las riendas de su vida.
Ahora sí podía decir que él era el hombre que Paula necesitaba a su lado, alguien que la llevara a rebasar sus propios límites, a jugar fuera de ese lado seguro donde siempre vivía.
Pero casi muere de amor cuando Paula le dijo que él había aparecido de la nada en ese mirador y la obligó a dejar que la acompañara al verla tan mal y lo mejor de todo fue cuando le cantó.
—Paula Chaves dime por favor que al menos le diste un beso… aunque ese hombre merecía el cielo —esbozó con la mirada brillante y una sonrisa que casi dividía su rostro en dos.
—No pude contener la emoción que se despertó en mí ante ese gesto Jackie, fue demasiado para que pudiera quedarme impasible, además que ya nos habíamos besado antes… las cosas entre ambos aún no se aclaraban, pero no me importó esa conversación que teníamos pendiente, yo lo único que
deseaba era… besarlo y sentir que todo era real, que Pedro estaba allí conmigo, que en verdad había venido por mí —expresó sintiendo que se encontraba en una nube.
—Estoy tan feliz por ti Paula, ustedes dos se merecen esta nueva oportunidad, ya sé que todavía les queda mucho por solucionar, pero tendrán tiempo de sobra durante las grabaciones de la película… porque supongo que ya olvidaste la estúpida idea de quedarte aquí ¿Verdad? —inquirió mirándola fijamente.
—Sí, ya lo olvidé. Me iré a Italia con él… bueno con la gente de la producción —contestó y no pudo evitar sonrojarse.
Jaqueline se acercó para abrazarla con fuerza, de verdad estaba emocionada, así que le pidió a Paula que continuara con lo que vino cuando llegaron a la habitación del italiano, eso le interesaba muchísimo y además allí descubriría si su mejor amiga le estaba ocultando algo o no.
Los sentimientos desbordaron a Paula una vez más cuando le contó a Jaqueline lo que hizo Pedro con el libro, no pudo evitar que las lágrimas se hicieran presente de nuevo e incluso vio a su amiga con la mirada brillante y cómo se esforzó por contener las suyas.
—En serio su historia es tan hermosa que no tiene nada que envidiarle a una ficticia, ojalá yo tuviera a un hombre que me amara como Pedro Alfonso te ama a ti, por favor amiga no
dejes que vuelva a sucederles lo de antes, ese hombre te lo dijo, él llegó dispuesto a darlo todo por ti, a ser quien necesitas para ser feliz… ¡Aprovéchalo! Haz que esto funcione y quédate junto a él para siempre —dijo dejando salir esa vena romántica que a veces tenía y que los desengaños de su ex esposo no habían matado del todo.
Se abrazaron con fuerza para cerrar ese pacto en el que Paula le prometía luchar por su relación con Pedro, se separaron cuando el celular de la escritora recibió una llamada, ella reconoció el número de inmediato porque lo había guardado la noche anterior y apenas una horas antes recibió un mensaje. Sus manos comenzaron a temblar al tiempo que su corazón latía desbocado, deslizó el dedo por la pantalla y atendió.
Jaqueline tuvo que taparse la boca para que su risa no se escuchara, era increíble la imagen de esta nueva Paula, parecía una adolescente recibiendo una llamada del chico que le gustaba; nunca la había visto así, ni siquiera con Charles que fue su primer amante, definitivamente Pedro debía tener algo muy especial.
—Invítalo a desayunar con nosotras —susurró haciéndole señas.
Paula negó con la cabeza sintiendo que no estaba preparada todavía para un encuentro así, su relación con Pedro siempre había sido de cierto modo algo de ellos dos, incluso en la Toscana los únicos que compartieron contadas ocasiones con ellos fueron Cristina y Jacobo.
—¡Hazlo! —le ordenó con entusiasmo.
Ella lo hizo y como era de esperarse él aceptó, mientras Jaqueline emocionada presentía que ese sería un desayuno muy interesante. Y justamente así fue, aunque Paula y Pedro se mostraron de manera casual para no provocar comentarios entre las personas que los rodeaban, muchas veces sus miradas los delataban y en más de una ocasión se susurraban algunas frases o como en una cuando casi tuvo que atraer su atención igual a aquella vez en la fiesta.
—Si siguen hablándose en italiano y excluyéndome de esta manera, les aseguro que me levanto y me voy —esbozó intentando sonar seria, pero era muy mala actriz, la diversión en su mirada la delataba.
—Le pido disculpas Jaqueline —esbozó Pedro por cortesía.
—Ya deja de tratarme de usted, que tampoco es que soy una anciana, tengo tu edad y te disculpo si me consigues un apuesto maestro de italiano cuando vaya a Roma en el verano para acompañarlos, no puedo ir antes porque mi hija tiene escuela —dijo mirándolo a los ojos.
—Será un placer tenerte en Italia y veré cómo me las arreglo para conseguirte un profesor que se ajuste a tus exigencias —comentó.
—Cada vez me caes mejor —dijo Jaqueline con una gran sonrisa.
—¿Por qué siento como si ustedes dos estuvieran pactando algo? —inquirió Paula mirándolos a ambos.
—No estamos pactando nada, es solo que un hombre inteligente sabe que para conquistar el corazón de una mujer, primero debe ganarse a su mejor amiga ¿No es así Pedro? —preguntó mirándolo.
—Sobre todo si la que se supone será tu suegra te odia —comentó de manera casual, pero de inmediato se dio cuenta que había sido muy directo, así que le tomó la mano a Paula para disculparse.
—Susana odia a la mitad del planeta así que no te preocupes por ello, solo concéntrate en hacer feliz a Paula… O de lo contrario conocerás un lado de mí que no te gustará, puedo ser peor que su madre. ¿De acuerdo? —le advirtió mirándolo a los ojos.
—Jackie —susurró Paula algo apenada.
—Le prometí a Paula que la compensaría por todo y siempre cumplo mis promesas Jaqueline, cuenta con que tu amiga será feliz.
—¡Perfecto! Ahora sí tenemos un pacto —esbozó ella y le extendió la mano mientras le sonreía.
Pedro la recibió entregándole el mismo gesto, la actitud de la rubia no lo había molestado, por el contrario sabía que la mujer se estaba conteniendo pero que de un momento a otro llegaría a ese punto, la invitación para desayunar no había sido casual, Jaqueline Hudson lo había hecho con un propósito, uno válido además, uno que él valoraba y respetaba porque le estaba dejando ver que apreciaba a Paula de verdad al preocuparse así por ella.
Salían del restaurante cuando fueron abordados por un grupo de fanáticas y tanto Paula como Pedro se vieron posando para fotografías, no pudieron evitarlo porque eso sería hacerles un desaire y ninguno de los dos lo acostumbraba. Sabían que se arriesgaban a que la prensa pudiera empezar a especular, pero estando Jaqueline presente podían justificar ese desayuno como algo de trabajo.
—Paula… Una pregunta —la chica buscó la atención de la escritora, ella la miró con atención y asintió para que continuara— Cuando escribías Rendición y le dabas los rasgos a cada personaje ¿Imaginaste a Franco así como Pedro? —preguntó emocionada.
Paula se quedó muda ante esa pregunta, no sabía cómo responderla sin delatarse, buscó a Pedro con la mirada rogando para que algo se le ocurriera.
—Seguramente el personaje que Paula imaginó era más apuesto —comentó él con una sonrisa para ayudarla a salir del paso.
Todas las chicas rieron emocionadas ante la sencillez y picardía del actor y más de una se sonrojó, pero su distracción fue fugaz porque ellas esperaban la respuesta de Paula.
—En realidad, nunca vi a alguien que encajara tan bien con algunos de mis personajes hasta que conocí a Pedro, apenas lo vi supe que de existir, justo así sería Franco… —esbozó con una sonrisa radiante que era toda para él—. Y su actuación terminó por convencerme, así que les aseguro
que tienen ante ustedes al verdadero Franco Donatti.
Todas exclamaron con emoción y prácticamente se derritieron cuando él les guiñó un ojo, aprovechó el embelesamiento de las fanáticas para despedirse de ellas con rapidez y salió escoltando a Paula, Jaqueline ya se encontraba viendo la escena desde la puerta del lugar.
La rubia los miró con una mezcla de sorpresa y diversión, para después negar con la cabeza ante lo evidentes que eran esos dos, no le extrañaba para nada que la madre inquisidora que era Susana Chaves notara que se traían algo. Cuando llegaron al ascensor Jaqueline se excusó diciendo que debía buscar algo en recepción y dejó que subieran primero, sabía que ellos se morían por unos minutos a solas, así que se los cedió.
CAPITULO 159
Paulaa fue despertando lentamente del profundo y reparador sueño que tuvo, rodó palpando el espacio a su lado en busca de Pedro, al no sentirlo abrió los ojos y su mirada se paseó por la habitación en penumbras, se estiró para buscar la lámpara en la mesa de noche, dio con ella y la encendió iluminando tenuemente el lugar, bajó de la cama y caminó hacia el baño pues necesitaba hacer uso de éste.
El reflejo en el espejo cuando se miró le mostraba en su rostro los estragos que había dejado la discusión con su madre, lucía demacrada, pero aparte de eso había algo más, una luz que resaltaba en medio de esa mirada oscura y triste. Recordó dónde se encontraba y junto a quién, eso la llenó de inmediato de esperanzas poniendo a su corazón a latir emocionado, con rapidez se lavó la cara para aliviar la hinchazón, vio el cepillo de dientes de Pedro y lo tomó entre sus dedos mientras se mordía el labio inferior.
Momentos después entraba al salón buscando a Pedro, lo vio parado junto al ventanal apreciando el show de fuegos artificiales que eran lanzados desde el muelle en la desembocadura del río. Esa tradición la llevaban a cabo todos los jueves y era uno de los principales atractivos que tenía esa zona de Chicago, se acercó hasta él abrazándolo desde atrás.
—Hola —saludó mirándola por encima del hombro y le acarició los brazos mientras sonreía.
—Hola… me desperté y no estabas, tomé tu cepillo de dientes… espero no te importe —comentó sintiendo que sus mejillas se encendían.
—No, en lo absoluto… —le hizo saber con una sonrisa acariciándole las mejillas—. Necesitabas descansar, por eso te dejé hacerlo… Si me quedaba nada me hubiera impedido desnudarte para hacerte el amor —confesó mirándola con intensidad y la atrajo para que quedara frente a él.
—Pensé que le seguías teniendo miedo —dijo mirándolo a los ojos, intentó ocultar la reacción de su cuerpo con ese comentario.
Pedro asintió con la cabeza mientras posaba su mirada en los voluptuosos y rojos labios de Paula que lo invitaban a besarlos, deslizó su mano por el cuello de ella sintiéndola temblar.
Paula sintió que algo se derretía en su interior y se deslizaba por sus venas, era denso y caliente, su respiración también se agitó ante ese despliegue de seducción que él le mostraba, miró la perfecta boca masculina y sin siquiera notarlo le ofreció sus labios poniéndose de puntillas al tiempo que entrecerraba los ojos.
Él no pudo resistirse al ver cómo la mirada de ella se desbordaba en deseo, la tomó por la cintura con la mano libre pegándola a él y bajó para atrapar esa dulce boca en un beso profundo y cargado de pasión que aceleró el ritmo de su corazón haciéndolo latir de manera frenética.
—Te deseo —susurró contra los labios temblorosos de Paula.
—Yo también —esbozó ella suspirando y él estaba por besarla de nuevo cuando ella habló para detenerlo—. Pedro… en estos momentos no hay nada que desee más que estar contigo, pero todavía existen cosas que me lo impiden —acotó mirándolo.
Él respiró profundamente para evitar estallar en ese momento, se armó de paciencia y la miró intentando mostrarse comprensivo, pudo sentir cómo la tensión se apoderaba de Paula de nuevo, así que intentó relajarla acariciándole la espalda.
—Ven, quiero entregarte algo —caminó con ella guiándola de la mano hasta el sofá y la instó a sentarse junto a él, tomó el libro de la mesa de centro para extendérselo—. Hice todo lo que pude para repararlo, no quedó igual pero al menos está completo y cada parte en su lugar —dijo con una mezcla de timidez y expectativa.
Paula no sabía qué decir, solo pudo quedarse en silencio mirando la portada del libro mientras su corazón latía rápidamente y sus ojos se llenaban de lágrimas, ese gesto había sido tan hermoso y significativo para ella que no podía explicar lo que estaba sintiendo, elevó el rostro y miró a Pedro a los ojos, ahogándose en ellos.
¿Cómo no estar enamorada de ti? ¿Cómo no sentir todo esto cuando me tratas de ésta manera?
Tú pareces ser la única persona que verdaderamente me conoce en este mundo, han pasado casi cuatro años y aún sigues moviendo mis sentimientos de ésta manera ¿Cómo no amarte con todo mi ser Pedro Alfonso?
Pensó mientras dejaba que las lágrimas bajaran por sus mejillas con total libertad, se llevó el libro al pecho y sollozó son fuerza cerrando los ojos, sintió que él le acariciaba el cabello, luego se acercó y le dio un beso.
—Ya sé que no tengo futuro como restaurador… pero puse todo mi esfuerzo en dejarlo bien — comentó intentando ser divertido, pero su voz estaba ronca por contener su propio llanto.
—Quedó perfecto… gracias —susurró mirándolo y después abrió el libro para ver el interior, ciertamente las huellas del daño que sufrió estaban allí, pero la cinta las había disimulado un poco. Sin embargo, a ella le pareció igual de hermoso—. Tiene cicatrices… como la historia real — esbozó acariciando las hojas.
—Paula… yo sé, que he cometido muchas equivocaciones, sé que quizás no tenga derecho a la oportunidad que te estoy pidiendo, pero te aseguro que —se detuvo tomándole las manos, apretando entre las de ella y las suyas el libro que tenía su historia, ese vínculo que los había hecho reencontrarse y la miró a los ojos—. Si me das otra oportunidad, voy a dar todo lo mejor que hay en mí para reparar esas cicatrices, las iré borrando una a una hasta hacer que todo el dolor que tuviste que pasar quede en el olvido… Paula yo… —estaba por confesarle que la amaba cuando ella lo detuvo.
—Pedro—suspiró liberando la presión que sentía en el pecho y le acarició los dedos, mirando el libro y después a él—. Yo también quiero que me des una oportunidad a mí, tú no fuiste el único responsable, sé que fallé al no arriesgarme y decirte lo que sentía —dijo bajando el rostro y esquivándole la mirada.
Él supo que no estaban listos aún para exponer sus sentimientos del todo, debían darle bases sólidas a su amor y eso solo lo conseguirían restableciendo la confianza y la amistad que existía antes de que el orgullo los hiciera actuar como dos tontos y los cegara.
Paula deseaba tener la misma facilidad con la que contaba él para decir las palabras exactas que expresaran lo que sentía, pero no lo logró antes y dudaba que después de todo lo pasado pudiera hacerlo, lo mejor sería hacerlo a su modo, después de todo ya Pedro la conocía.
—Siempre ha sido más fácil para mí escribir que hablar —agregó con una sonrisa tímida, inmediatamente se armó de valor para esbozar lo que había decidido esa tarde en cuanto salió de casa de sus padres—. Estuve dándole muchas vueltas a esto porque no va ser nada sencillo para mí, pero he decidido que me voy a Italia contigo.
Él apenas la dejó terminar la frase, la tomó en brazos sentándola en sus piernas y comenzó a besarle el rostro y antes que Paula pudiera protestar o dejar de reír se adueñó de su boca con un beso intenso, mezcla de devoción, ternura y deseo.
Se separaron jadeantes, con sus corazones latiendo emocionados y unas sonrisas que iluminaban sus miradas, no necesitaban decir nada más para saber que el pacto estaba allí y que ambos darían lo mejor de cada uno para hacer que esta vez sí funcionara. Y Como si el tiempo no hubiera transcurrido ni la distancia los hubiera separado nuevamente compartían como amigos, él sabía que ella no había comido en todo el día así que le sugirió pedir algo.
—¿Pizza? ¿Quieres comer pizza? —inquirió mirándola divertido.
—Sí, con extra de queso, maíz, jamón y champiñones —contestó mirándolo mientras sonreía.
—Las pizzas americanas no son iguales a las nuestras, te llevaré a Nápoles y verás la diferencia —dijo buscando el teléfono.
Cuando le atendieron pidió una pizza como deseaba Paula y una botella de Chardonnay para acompañarla.
—Acepto encantada tu invitación a Nápoles, voy a comenzar a anotar cada una de las promesas que me haga señor Alfonso, la más importante de todas es su promesa de complacerme en todo —susurró esas últimas palabras acariciándole el pecho.
—Señora escritora, le aconsejo que deje quietas las manos o terminaré aprovechándome de usted —la amenazó elevando una ceja.
—¿Y si fueran mis deseos que se aprovechara de mí? —inquirió besándole el cuello y subió recorriendo con sus labios el mentón.
—Paula… mi cordura pende de un hilo y tú estás a punto de romperlo preciosa —esbozó aguantando estoicamente el juego de ella.
—Lo sé… lo sé, perdona Pedro, es que tú haces que me olvide de todo, de las personas fuera de este lugar a quienes les debo lealtad, Ignacio no merece que lo engañe de esta manera, y estar contigo sin haber terminado con él antes es traicionarlo, es hacerlo con nosotros también porque se supone que esta vez haremos las cosas bien, sin prisas, sin presiones… mírame —pidió al ver que se había tensado—. Te prometo que hablaré con él en cuanto regrese de Detroit, se fue ayer y regresa en un par de días, al parecer surgió algo de última hora… O quizás lo haya hecho para escapar —sin darse cuenta habló de más.
—¿Escapar de qué? —preguntó buscando sus ojos.
—De la situación que estamos atravesando, creo que Ignacio ha notado mi cambio y no desea enfrentar la situación sino dejar que la crisis pase, ya lo ha hecho varias veces… sabes que no soy fácil de tratar Pedro y a veces se necesita demasiada paciencia conmigo —dijo apenada mientras jugaba con uno de los botones de la camisa de él.
—¿Te puedo pedir yo algo de lealtad también? —inquirió con su mirada anclada a la de ella, la vio asentir en silencio a la espera para que continuara—. No dejes que él te toque de nuevo Paula, por favor no lo permitas, prométeme que no cederás ni siquiera si te lo pide como una despedida porque me volveré loco pensando que él puede tenerte mientras yo estoy deseándote sin poder hacerlo… prométemelo Paula —le rogó mirándola a los ojos mientras le sujetaba el rostro con ambas manos para evitar que ella le rehuyera la mirada.
—Te lo prometo Pedro, no lo haré… Sin prometértelo no pude entregarme a Ignacio, hace más de un mes que no tengo relaciones con él, desde que me enteré que volvería a verte pusiste mi mundo al revés y… no he logrado sacarte de mi cabeza —confesó sintiendo una imperiosa necesidad de hacer que él le creyera.
—Amore mio —susurró en italiano y dejó caer una lluvia de besos sobre los labios de Paula, apenas toques que le demostraran cuánto le agradecía por todo.
—De ahora en adelante solo seré tuya Pedro —esbozó ella.
Se sumieron en un beso profundo que estaba cargado de pasión, que buscaba detener el tiempo para poder vivir su amor sin tener que esperar un segundo más, sus manos viajaron por sus cuerpos buscando recuperar los años que habían perdido y de nuevo ambos se olvidaban que existía un mundo fuera de ese lugar.
Todo hubiera sido perfecto como años atrás si en ese momento no hubiera llegado el pedido de Pedro, y el sonido de golpes en la puerta no los hubiera sacado de la burbuja donde se encontraban. Él suspiró pesadamente cuando se separó de Paula y ella lo sorprendió besándolo con pasión de nuevo para después caminar de prisa y buscar un lugar lejos del campo de visión que tenía la puerta al abrirse.
Un par de horas después llegó la inevitable despedida, él intentó convencerla de que se quedara a dormir, pero al final terminó aceptando las razones de Paula para regresar a su casa y además se había prometido no presionarla, solo que no era fácil. Luego de estar casi veinte minutos despidiéndose entre besos la vio alejarse por el pasillo siguiéndola con la mirada hasta que entró al ascensor lanzándole un último beso que él atajó en el aire y se lo llevó al pecho.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)