jueves, 10 de septiembre de 2015

CAPITULO 207




Después de un viaje que le resultó casi interminable al fin había llegado a la villa de los Codazzi, había tenido un montón de contratiempos y no solo por el hecho de que el bastardo de Jaime hubiera desaparecido para negarle el permiso de sacar a Estefania del país, sino también porque debió enfrentarse a los prejuicios de su madre cuando se enteró que había comenzado una relación con Nicolas Chaves, para ella era casi un sacrilegio que una mujer anduviera con un hombre menor, y tuvieron una discusión tan fuerte que estuvo a punto de suspender su viaje para quedarse con su hija.


Por suerte su madre la visitó dos días antes del viaje, para buscar a Estefania y hablaron más calmadas sobre el tema de Nicolas, terminó pidiéndole disculpas por su reacción pero se justificó diciendo que la había tomado por sorpresa. 


Sin embargo, le ofreció todo su apoyo ya que era su única hija y por lo mismo no podía evitar preocuparse, lo único que deseaba era su felicidad y si era con ese chico ella lo aceptaría.


Como siempre su madre no podía enterarse que andaba saliendo con alguien, porque de inmediato la imaginaba vestida de novia y comenzaba a hacer planes de boda, no terminaba de comprender que lo último que ella deseaba era casarse de nuevo, después de la traumática experiencia con su ex marido, había renunciado a todo lo que tuviera que ver con compromisos formales, y a la mayoría de los hombres eso les gustaba.


—Hemos llegado señorita.


Mencionó el chofer sacándola de sus pensamientos, ella le dedicó una sonrisa y buscó dentro de su billetera para cancelar el servicio, bajó del auto y ya el hombre había sacado sus maletas, recibió el billete y se despidió de ella con un guiño de ojo. Jaqueline no pudo evitar sonreír pues desde que llegó a Roma unos diez italianos habían intentado conquistarla, pero lo hacían de una manera tan galante que la hacía sentir halagada en lugar de fastidiada como le sucedía la mayoría del tiempo.


—¡Jackie! Al fin estás aquí.


Se giró al escuchar la voz de su mejor amiga, la vio correr hacia ella y como si se tratasen de dos adolescentes se amarraron en un abrazo, tenían casi cuatro meses sin verse y eso para las dos era una eternidad. Sobre todo porque tenían demasiado por contarse.


—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó Paula con una sonrisa.


—Agotador… pero ha valido la pena, este lugar es tan impresionante como lo describiste Pau — contestó paseando su mirada por el paisaje.


—Yo pensé que había valido la pena porque me verías a mí.


Expresó fingiéndose dolida y después que Jaqueline la miró con sorpresa, comenzó a reír, sin siquiera notarlo había aprendido a usar ese tipo de juegos tal y como lo hacía Pedro.


—Te veo muy feliz —acotó Jaqueline sonriendo también.


—A lo mejor es porque así me siento, nunca había sido tan feliz en toda mi vida Jackie —confesó con la mirada brillante.


—Me alegro tanto por ti Pau, en verdad amiga es así como quise verte siempre… pero ahora vamos, que tenemos mucho que contarnos —señaló mientras caminaban abrazadas hasta la casa que ocupaba Paula, donde se quedaría Jaqueline también.


Llegaron hasta la habitación y mientras desempacaban Paula le contaba a Jaqueline todo lo que había transcurrido durante esos cuatro meses, ya estaban por finalizar las grabaciones así que solo debía esperar unas semanas más, y después podría gritarle al mundo que estaba perdidamente enamorada de Pedro Alfonso.


—Y hablando de tu encantador novio, ¿dónde está? —preguntó.


—Grabando —contestó y su semblante cambió de inmediato.


—¿Y por qué tú no estás allí? Se suponía que una de tus exigencias era estar presente en todas las escenas —mencionó Jaqueline extrañada.


—Bueno, sabía que llegabas hoy y me quedé fuera del set para recibirte, además Patricia me cubre no es necesario que esté presente todo el tiempo —contestó rehuyéndole la mirada.


—Entiendo… —esbozó y la verdad era que entendía muy bien, seguramente la escena que grababan era sobre algún encuentro íntimo y por eso Paula no estaba participando—. Creo que deberías ver alguna, aunque sea para asegurarte a ti misma que lo que verás en la pantalla cuando se estrene Rendición no es verdad —agregó mirándola.


—No sé si pueda Jaqueline, créeme estoy haciendo mi mayor esfuerzo por mantenerme aquí y no sucumbir a la curiosidad. Esto es en verdad una tortura porque aunque no las vea, mi mente no deja de imaginar cada detalle de las mismas y… ¡Demonios se supone que confío en él! —exclamó dejando libre la desesperación que había logrado contener hasta ese momento, se sentó al borde de la cama llorando.


—Pau, mírame —le pidió tomándole las manos—. Ustedes dos se aman, él te lo ha demostrado muchas veces, ¿no es así? —inquirió y Paula apenas logró asentir liberando un sollozo—. Bueno, entonces no importa lo que suceda en esas escenas, él es tuyo… deja que el actor haga lo que el personaje requiere, el Pedro real es quien debe importante y ése está loco por ti, te adora — esbozó manteniéndole la mirada, evitando que Paula huyera de nuevo.


—Lo sé Jackie y he intentado separarlos, pero hay momentos en los que mi cabeza me juega malas pasadas y termino sintiéndome así. Cuando estamos juntos me doy por completo, entregándole todo de mí para que sienta que ninguna otra mujer lo hará sentir igual, que nadie lo amará como yo, pero a veces me tortura la pregunta de sí será suficiente.


Se limpió las lágrimas con su mano temblorosa y dejó escapar un suspiro que liberara la presión que sentía en el pecho, se había estado guardando todo eso por demasiado tiempo y ahora que tenía a Jaqueline a su lado sentía que podía liberarlo pues ella la entendería.


—Paula Chaves es más que suficiente, te puedo asegurar que lo que tú le das a Pedro es todo para él… ¡Por Dios mujer! Fue a buscarte a América, se presentó en ese casting solo por ti, se jugó todas sus cartas para conquistarte de nuevo Paula... así que escúchame bien. Él te ama, te adora y jamás te cambiará por otra mujer —le aseguró rogándole al cielo que sus palabras fueran ciertas, porque no era de las que confiaba en los amores para toda la vida, pero sentía que debía hacer que Paula sí lo creyera—. Así que ahora mismo te levantas de allí y me acompañas a ver lo que están grabando, así compruebas por ti misma que ese hombre es completamente tuyo —pronuncio poniéndose de pie.


—Jackie… yo no creo que pueda… —decía cuando su amiga interrumpió sus palabras endureciendo su semblante.


—Puedes ¡Por supuesto que puedes! Así que vamos —mencionó jalándola del brazo para llevarla consigo aunque fuera arrastras.


Paula sentía su corazón latir demasiado de prisa mientras se desplazaban por el pasillo, incluso se sentía mareada y sabía que terminaría lamentando lo que estaba a punto de hacer, sus pensamientos eran un remolino que la lanzaba de un lado a otro; ni siquiera fue consciente de cómo había llegado hasta la puerta de la habitación donde estaban grabando, obviamente lo hizo arrastrada por Jaqueline, pero sentía el cuerpo tan tenso que apenas podía creer que hubiera caminado.


Uno de los hombres de producción que cuidaba la puerta, les hizo saber que debían esperar la orden de corten de Thomas para poder ingresar, pues el hombre como todo director odiaba las interrupciones. Esos minutos fueron eternos para Paula y en más de una oportunidad se sintió tentada a escapar corriendo del lugar, pero la mano de Jaqueline aferrada a su brazo se lo impedía.


Al fin se escuchó la enérgica voz de Thomas atenuada por encontrarse dentro de la habitación y el hombre abrió la puerta para que ellas pasaran. Jaqueline sintió el temblor que recorría a Paula y le dedicó una mirada para que intentara calmarse o quedaría al descubierto delante de todos, al tiempo que ella misma tomaba aire, se esforzó por mostrarse casual y brindarle la confianza que evidentemente necesitaba.


Paula no pudo evitar que su mirada buscara a Pedro, lo encontró acostado en la cama junto a Kimberly, ambos estaban recibiendo las indicaciones de Thomas mientras revisaban el libreto con Patricia, todo le hubiera parecido normal, solo una escena más si ambos no hubieran estado prácticamente desnudos, sus partes íntimas estaban cubiertas por prendas en color piel que dejaban al descubierto sus traseros, pudo comprobarlo gracias a que Kimberly se hallaba acostada boca abajo y su derrier se exponía por completo.


—Hola Jaqueline que agradable verte de nuevo —mencionó Patricia al verlas paradas tras las cámaras, se acercó para abrazar a la rubia.


—Lo mismo digo Patricia… ¿Cómo va todo? —preguntó para mantener su atención en ella y desviarla de Paula.


—De maravilla, es un hecho que terminaremos antes del tiempo estipulado y según los comentarios de Marcus, Guillermo y Thomas la posproducción será igual de rápida… el desempeño de Pedro y Kimberly es excelente —contestó y miró a la escritora—. Paula es maravilloso que te animaras a venir, esta es una de las escenas finales se supone que es de noche por eso vez todo tan oscuro —indicó refiriéndose a las cortinas corridas mientras les sonreía a ambas.


—Eso supuse —fue lo único que logró esbozar Paula que no podía apartar su mirada de Pedro y Kimberly— ¿Qué les indicaban? —inquirió intentando concentrarse en la
conversación.


—Que debían mostrase más conmocionados… se supone que prácticamente se están declarando lo que sienten, aunque no lo digan con las palabras habituales… esa fue una de mis escenas favoritas —comentó sonriendo mientras miraba a la pareja.


—¿Puedo? —preguntó Paula pidiéndole el libreto.


—Por supuesto… quizás deberías ir y mencionarles los sentimientos que cada personaje experimentaba en ese momento, oyéndolo de ti seguramente les resultará más sencillo plasmarlo — dijo mirándola.


—No creo que sea necesario, seguro ustedes lo hicieron bien.


—Por favor Pau, con el perdón de Patricia nadie conoce mejor la obra que tú, así que deberías ir y darles tus indicaciones —acotó Jaqueline viéndola directamente a los ojos.


—Jackie tiene razón, ve Paula —la instó Patricia sonriendo.


Ella asintió en silencio y les entregó una sonrisa antes de caminar hacia la cama donde reposaba la pareja, a cada paso que daba sentía que sus piernas se hacían más débiles, respiró profundamente para calmarse y cuando su mirada se encontró con la de Pedro algo dentro de su pecho pareció iluminarse, en sus ojos estaba la misma mirada que le dedicara siempre, esa que se desbordaba en amor, ternura y deseo.


—Hola —fue lo único que logró esbozar y se sentó al borde de la cama sin dejar de mirarlo.


—Hasta que te animaste —comentó él sonriéndole.


—En realidad me obligaron —indicó señalando con la cabeza hacia donde se encontraba Jaqueline


—Ya me parecía extraño… —dijo riendo y se emocionó al ver que ella también lo hacía, los deseos de besarla lo torturaban.


—Pau ¿sabes lo que rumoraban debido a tu negativa de asistir a estas escenas? —inquirió Kimberly para buscar integrarse a la conversación y ayudarlos a disimular como siempre hacía. La vio negar con la cabeza mientras la miraba con curiosidad, ella dejó ver una sonrisa traviesa y habló


—. Que no lo hacías porque no querías mirar a Pedro desnudo, que él te gustaba demasiado para poder controlarte si lo veías.


—¿Eso dicen? —preguntó mirándolos a ambos y ellos asintieron mientras sonreían, ella se sintió muy ofendida ¿acaso no creían en su profesionalismo? Se preguntó mirándolo con reproche—. Pues están equivocados, soy perfectamente capaz de ver a Pedro desnudo y portarme de manera profesional, me quedaré solo para demostrárselos —indicó elevando el rostro con altanería.


—Quiero comprobar eso —mencionó él sonriendo con perversidad.


—¿Qué? —cuestionó Paula mirándolo a los ojos.


—Que puedes verme desnudo y no dejar al descubierto cuánto me deseas —indicó dejando claro el reto en sus palabras.


Se puso de pie con un movimiento ágil deteniéndose solo unos segundos frente a Paula, tan cerca que pudo sentir como ella inspiraba con fuerza y temblaba ante su imagen apenas cubierta por el protector. Sonrió al ver que ella le recorría el cuerpo con la mirada y su labio inferior temblaba, le guiñó un ojo para después darle la espalda mostrándose completamente desnudo y caminó hasta las cavas donde se encontraban las bebidas para hidratarse.


—Es un desgraciado —murmuró Paula mientras se obligaba a aparta la mirada de él, sintiendo cómo ráfagas de fuego la recorrían.


—Sí lo es, se complace en provocarte todo el tiempo… pero el condenado tiene con qué, está muy bueno Paula —esbozó con naturalidad y cuando la escritora la miró sorprendida, se echó a reír— ¿Prefieres que te mienta? —preguntó sonriendo.


—Pues… no, pero al menos que no seas tan directa ¿Qué sentirías si te dijera lo mismo de tu novio? —preguntó sin poder evitarlo.


—Te diría que soy consciente de ello y que no me molesta, por el contrario mi orgullo femenino se hincha cada vez que eso sucede, porque yo estoy segura de Brandon y sé que ese hombre que muchas desean es completamente mío, como yo soy suya… así que aleja esas tontas dudas de ti, debes sentirte afortunada por tener a tu lado a un hombre como Pedro y sobre todo que te amé como él lo hace —indicó mirándola a los ojos para que viera que era sincera.


Paula se quedó en silencio analizando las palabras de Kimberly, eran las mismas que le dijera Jaqueline, su mirada buscó de nuevo a Pedro llevaba un albornoz y hablaba con Thomas, al parecer él también podía sentir su mirada pues de inmediato se volvió a verla. Comprendió en ese instante que ese hombre en verdad le pertenecía, no como un objeto sino como algo más importante, como si fuera una parte de ella, esa que la hacía sentir completa, le entregó una hermosa sonrisa mientras sus miradas hablaban por ellos. Al final se quedó para ver toda la escena, teniendo la certeza de que ya no había dudas torturándola.









CAPITULO 206




Contrario de lo que suponían, los demás miembros de la familia no dormían, Lisandro y Vittoria celebraban el paso que habían dado esa mañana, entregándose por completo al amor que sentían, se encontraban descansando de una primera sesión de sexo, cuando escucharon las suaves notas del instrumento; sonrieron sintiéndose completamente felices y satisfechos uno en brazos del otro.


Amelia y Fernando tampoco dormían, los años no habían logrado apagar la llama de la pasión que se encendió treinta y seis años atrás, cuando se entregaron por primera vez a los placeres del cuerpo; habían hecho el amor con la dedicación y la mesura que debían, conscientes que ya no eran dos jóvenes, se encontraban abrazados en ese plácido estado de letargo en el cual se sumían después de tener relaciones, cuando hasta ellos llegó la melodía del saxofón de Pedro.


—Él la sigue conquistando… eso lo aprendió de mí —susurró Fernando acariciando la espalda de su mujer.


—Es cierto, tú nunca has dejado de conquistarme —esbozó con una sonrisa y recibió el beso que su esposo le ofreció.


Alicia también se encontraba despierta a esa hora, la confesión, los recuerdos y ver a las tres parejas tan felices habían removido muchos sentimientos en ella. Estando sola en su habitación se dio la libertad para llorar, aunque no lo quisiera la afectaba darse cuenta que incluso aquello, que en algún momento creyó amor nunca lo fue en realidad, no recordaba que Cesare la viera de la manera en que sus hermanos miraban a Paula y a Vittoria, por no decir de la devoción que mostraba su papá cada vez que se quedaba admirando a su madre.


Ni siquiera podía decir que su relación se basó en una buena experiencia sexual porque no lo fue, la primera vez no hubo explosión de sensaciones ni todas esas cosas de las que los demás hablaban y las dos veces que siguieron a esa él se mostró tan frío, apresurado, no hubo besos ni caricias tiernas, solo la tomó buscando su propia satisfacción.


Rodó sobre su costado para quedar de lado dejando que el llanto mojara su almohada, mientras se reprochaba una vez más por haber dejado que él la usara de manera tan egoísta. Se prometió que no dejaría que eso sucediera de nuevo, pero también se juró que lograría salir adelante, que no permitiría que los recuerdos de ese miserable, truncaran su vida y su derecho a ser feliz.


Escuchó las notas que provenían del salón y supo de inmediato que era su hermano, esbozó una sonrisa al tiempo que se limpiaba las lágrimas, no seguiría llorando por alguien que no merecía la pena. La melodía alejó la tristeza y el dolor de su alma, para terminar reforzando su decisión de abrir su corazón de nuevo al amor.


Pedro y Paula se deleitaron cada uno con su desempeño y cuando la canción finalizó le dieron riendas sueltas a la pasión, sus cuerpos fueron sus mejores instrumentos para entregarse por completo, desnudos como años atrás y sobre la alfombra.


Lograron salir a la mañana siguiente antes que los demás despertaran, dando por hecho que nadie había notado su excitante aventura, sin embargo, cuando bajaron a desayunar las sonrisas de todos les demostraron lo contrario. Paula procuraba no fijar la mirada en sus suegros pues se sentía apenada, pero las caricias que le brindaba Pedro por debajo de la mesa la hicieron sentir segura, y recordó lo que él le decía siempre, su amor no era algo que debía avergonzarlos, por el contrario era hermoso y debían estar orgullosos del mismo.


Pedro que sentía que su familia había vuelto a ser la de antes, Paula fue la encargada de colocar la música dejándola en aleatorio, y la primera canción que llenó el espacio fue una de la sesión AVO de Joss Stone, le dedicó una sonrisa a Pedro antes de empezar a cantarle Tell Me What We're Gonna Do Now, sentía que esa canción expresaba perfectamente lo que vivía. Él sonreía sintiéndose en verdad feliz, aunque la nostalgia intentó apoderarse de él cuando dejó a su familia, Paula conseguía la manera de alejar toda tristeza de su corazón, solo con gestos como ese de dedicarle una canción ponía su mundo a brillar de nuevo. 


Minutos después se volvió a mirar a su novia sin poder creer lo que escuchaba.


—¿Me estás jodiendo? —cuestionó mientras sonreía de manera burlona cuando la voz de Olivia Newton John llenó el espacio.


—No seas tonto Pedro es… es una canción.


Intentaba decir algo, pero los nervios no la dejaban, no sabía por qué demonios había dejado esa canción en su iPod, debió haberla borrado.


—Devotamente cursi —se burló y estaba a punto de soltar una carcajada cuando vio que Paula se tensaba.


—Sí, tienes razón… es estúpida, mejor la quito —extendió la mano para cambiar y evitar que Pedro se siguiera burlando de lo tonta que había sido, después de todo no tenía caso traer esos dolorosos recuerdos.


—No, déjala Paula —mencionó anteponiendo su mano y aprovechó el semáforo para buscar su mirada— ¿La tienes porque te recordaba a mí? —preguntó y ya no sonreía, solo se sentía intrigado.


—¡Oh, por favor! Claro que no ¿Acaso me crees tan melodramática? —se defendió de inmediato esquivando la mirada azul.


—Y entonces porque no me miras a los ojos y te pusiste tensa ¿sabes que eres pésima para decir mentiras Paula? Al menos conmigo, yo las descubro de inmediato, así que dime ¿lo hacías? — inquirió de nuevo.


—¡Bien! Sí, lo hacía… era una tonta que creía en absurdos y… —decía cuando él la calló con un beso


Pedro buscó en ese gesto agradecerle a Paula por amarlo como lo hacía, por nunca haberlo olvidado y no quería escuchar que se reprochara, o que pensara que sus emociones no habían tenido sentido, eso sí sería absurdo porque él también pasó por una etapa oscura y melancólica, en donde lo único que deseaba era revolcarse en el dolor de no tenerla y vaya repertorio que usó en ese entonces.


—En verdad estaba perdidamente enamorada de ti —esbozó ella con los ojos cerrados cuando sus labios se alejaron un poco.


—Y yo de ti preciosa, no tienes ni idea de todo lo que hice para intentar olvidarte… pero siempre terminaba trayéndote a mí en cualquier recuerdo y lo único que deseaba era verte regresar —dijo abriendo sus ojos para mirarla—. Me dolió tanto saber que ni siquiera la nota que te dejé te inspiró para que al menos me dedicaras una llamada o un correo.


—¿Nota? ¿Qué nota Pedro? —preguntó y en ese momento las cornetas de los demás autos le exigieron avanzar.


Pedro frunció el ceño ante la pregunta de Paula y buscó un lugar donde poder orillar el auto, al menos durante unos minutos.


—Te dejé una nota junto a las fotografías, iba todo en un sobre en una de tus maletas —contestó mirándola.


—Yo nunca encontré una nota, las fotografías sí… pero no sé nada de una nota —acotó mirándolo a los ojos.


Se sorprendió ante esa revelación de él, cuando vio las foto incluso sintió una extraña mezcla de sentimientos, pensaba que Pedro lo había hecho para impedir que lo olvidara, pero no por amor, sino por arrogancia, y sin embargo, se sintió feliz de tener esas imágenes.


—La coloqué en el mismo lugar… a lo mejor se salió del sobre ¿todavía conservas la maleta? Podemos buscarla quizás esté allí.


—No, todas las maletas que usé en esa temporada las regalé a un orfelinato esa misma navidad… ¿Qué decía la nota? —inquirió.


—Ya no tiene importancia… —respondió tomándole la mano para darle un beso, no quería seguir atormentándose con esas cosas del pasado y para aligerar la tensión que se había instalado en ambos, usó uno de sus recursos como actor—. Pero para que no te sientas en desventajas porque sé que lo odias, yo también creé un repertorio para torturarme, e incluso estuve a punto de perder una demanda con uno de mis vecinos porque no lo dejaba dormir, pasaba horas escuchando Un altra te de Eros, Parliamo al singolare de Nek, imbranato y Sere nere de Tiziano… por solo mencionarte algunas, así que no tienes que sentirte avergonzada Paula —dijo y le dedicó una sonrisa para animarla.


—Pues permíteme ahorrarte mi repertorio —dijo riendo y buscó una carpeta en específico—Será mejor que cambiemos a algo más actual o terminarás lanzando mi iPod por la ventana —agregó con una sonrisa.


El interior el auto se llenó de inmediato con las notas de Alive, era uno de los éxitos del verano y por supuesto resultó completamente diferente, mucho más vibrante y actual.



All alone, just the beat inside my soul
Take me home, where my dreams are made of gold
In the zone where the beat is un-controlled.
I know what it feels like
Come on make me feel alive
Feel alive, feel alive


Paula hizo el asiento hacia atrás al tiempo que elevaba las piernas apoyándolas sobre el tablero, de inmediato la tela del vestido que había comprado en Varese, subió dejando al descubierto sus torneados muslos.


Pedro comprendió enseguida que eso era una invitación y sus latidos se aceleraron tanto como el motor del auto, le dedicó una sonrisa seductora a Paula y ella le respondió de la misma manera.


—Hagamos realidad su fantasía señor Alfonso—le susurró al oído mientras le acariciaba la entrepierna con osadía.


Él no lo pensó dos veces y buscó un camino alterno que los llevara a un paraje donde pudieran dar riendas sueltas a sus deseos. Las ruinas de lo que parecían ser las bodegas de un viñedo fue el lugar idóneo.


Detuvo el auto justo detrás de las mismas y consciente que el volante terminaría estorbándoles, se trasladó maniobrando con ella hasta el asiento del copiloto. Paula se montó sobre él y despacio bajó la cremallera del jean negro mientras lo miraba a los ojos, deslizó su mano en el interior del slip para apoderarse de la erección que se encontraba rígida y caliente, lista para entrar en ella y hacerle perder la cordura. 


Él no se quiso quedar atrás, por lo que metió la mano bajo el vestido y deslizó hacia un lado el pequeño tanga que ella se había colocado esa mañana, al tiempo que le acercaba los labios pidiéndole un beso, dos de sus dedos se deslizaron en el interior húmedo y cálido de Paula, la sintió temblar por lo que repitió la acción mientras ahogaba con su lengua los gemidos.


Pedro —susurró ella cerrando los párpados trémulos pesadamente y se movió para que él llegara más profundo.


—Paula —respondió él temblando igual ante la suave presión que ejercía con su pulgar sobre el glande, mientras sus demás dedos acariciaban la erección lentamente de arriba abajo.


Deslizó su mano libre por la nuca de Paula y anclándola allí la hizo bajar para besarla, a la vez que rodaba en el asiento para quedar casi tendido en el mismo, sacó sus dedos de Paula y los deslizó hacia atrás, rozando con suavidad ese lugar que aún no había conquistado.


—Me estoy muriendo por estar aquí —susurró contra los labios de su mujer y ejerció mayor presión arrancándole un gemido—. Dime que me dejarás hacerlo Paula… quiero ser el primero y el único.


—Sí… te daré todo lo que me pidas Pedro… todo —expresó mirándolo a los ojos y se movió para sentirlo aún más.


Él sintió el deseo en ella y aprovechó ese instante para tomarla de las caderas bajándola hasta que pudo rozar su intimidad, Paula comprendió lo que deseaba así que no perdió tiempo en llevarlo a su interior, la humedad hizo que se deslizara con facilidad.


Dejó caer la cabeza en el hombro de Pedro mientras gemía, se aferró con sus manos a los brazos de él para soportar los movimientos en círculos que él hacía y lo llevaban muy profundo. No quiso mantenerse allí pasiva así que en medio de besos y caricias le entregó ese maravilloso baile de caderas que lo enloquecía, mientras sentía la fuerte presión de las manos de Pedro sobre sus nalgas.


El aura que los envolvía era tan erótica que los hizo olvidarse del lugar donde estaban, ella deslizó los tirantes de su vestido y dejó al descubierto sus senos para que Pedro los tomara con total libertad, pero quería más así que también le quitó la camiseta que él llevaba, y tomando un ritmo más enérgico lo llevaba a su interior anclándose en el poderoso miembro, dejándose llevar por la melodía de The way en la voz de Ariana Grande que llenaba el espacio.



So don't you worry, baby you got me
I got a bad boy, I must admit it
You got my heart; don't know how you did it
And I don't care who sees it babe
I don't want to hide the way I feel when you're next to me.


Pedro se sentía tan fascinado con Paula, disfrutando del movimiento de sus caderas cada vez que subía y bajaba, las pulsaciones en su miembro le anunciaron que estaba a punto de irse. Se irguió un poco y le envolvió la cintura con sus brazos mientras gemía con el rostro apoyando en los suaves y cálidos senos de Paula, sintiéndola ser arrasada por el orgasmo, la escuchó gritar su nombre y eso lo hizo feliz.


Después de recuperarse, Paula pidió como recompensa ser ella quien condujera hasta la villa, él no pudo siquiera negarse, su mujer se merecía el cielo por su manera de amarlo, cada vez se entregaba con más intensidad.


Cuando llegaron, el resto del equipo también lo hacía y les sorprendió ver el hermoso Maserati entrar al lugar, pero prácticamente se congelaron al descubrir que quien lo conducía era Paula; que además se le notara tan feliz y desinhibida. Los más osados de pensamientos casi concluyeron lo que había sucedido minutos antes en ese auto, al verlos algo agitados, con el cabello desordenado y sus ropas arrugadas.


Ella caminó sintiendo que ya no le importaba lo que ellos pensaran, estaba enamorada de Pedro y eso se sentía de maravilla, los saludó mostrándose completamente casual, ignorando sus miradas inquisitivas. Pedro la imitó y antes de separarse se ocultaron para tener un beso más, cargado de esa pasión que parecía no menguar nunca, compartieron una mirada cómplice y retomaron sus direcciones sintiendo que en lugar de caminar flotaban.






CAPITULO 205





La velada de la noche fue maravillosa, los caballeros como siempre, se lucieron preparando una cena especial para celebrar el compromiso de Lisandro y Vittoria. Brindaron por su felicidad e incluso Pedro buscó uno de sus saxofones que se encontraban en el estudio y junto a Paula le cantaron algunos clásicos que ambos sabían, incluso Amelia se sintió tan entusiasmada y feliz que se unió a ellos para cantar algunas canciones, aunque esas fueron dedicadas a su esposo. Paula y Vittoria reían al ver los rostros de Pedro, Lisandro y Alicia cuando su madre cantó para su padre Teach me tonigth de Dinah Washington, mostrando toda la seducción que el tema implicaba.


El amor flotaba en el aire esa noche y la sensación de estar en un ambiente así era algo nuevo para Paula, pero la hacía sentir de maravilla, como si realmente perteneciera a la familia Alfonso desde hacía mucho tiempo y no solo los tres meses que llevaba conociéndolos.


Casi a medianoche decidieron retirarse a sus habitaciones, al día siguiente Pedro y Paula tenían que volver a la villa para continuar las grabaciones. El resto de la familia se quedaría toda la semana disfrutando de sus vacaciones, aunque Vittoria estaba loca por decirle a sus padres que por fin se casaría con Lisandro.


—¿Estás seguro que todos se fueron a dormir Pedro—preguntó Paula minutos después, antes de salir al pasillo.


—Completamente… confía en mí Pau, no nos descubrirán —respondió abriendo la puerta con cuidado y se asomó al pasillo verificando que estuviera en lo cierto—. No hay nadie, vamos — susurró tomándola de la mano, mientras en la otra llevaba su saxofón.


Corrieron por el pasillo que por suerte no se hallaba en penumbras gracias a los ventanales y las delicadas cortinas que permitían la entrada de los rayos de la luna, subieron las escaleras procurando hacerlo con rapidez y cuando al fin llegaron al salón, él comprobó que no hubiera nadie para después hacerla pasar.


—Estás temblando —mencionó él divertido cuando la abrazó.


—Claro que estoy temblando y además mi corazón está a punto de salírseme del pecho —acotó mostrando una sonrisa nerviosa y después lo besó para bajar un poco la adrenalina que corría por sus venas.


Él le pasó el pestillo a la puerta sin dejar de besarla y caminaron con pasos lentos hasta el sillón, la chimenea había quedado encendida por lo que el ambiente en el salón era cálido. La intensidad del beso fue menguando hasta quedar solo en toques de labios, se separaron lentamente pero sus miradas se encontraban ancladas la una a la otra.


—Te ves tan hermosa —susurró Pedro.


Se alejó para ver el cuerpo de Paula cubierto por un sensual y elegante camisón blanco de seda que le llegaba a los tobillos, pero tenía una abertura que mostraba la perfecta pierna de Paula y el escote caía profundo exponiendo de manera esplendorosa sus senos, ella le dedicó una sonrisa y se dio la vuelta para que viera el escote en su espalda. Pedro tragó en seco cuando vio que llegaba hasta el final de la misma y solo delgadas tiras cruzadas lo mantenían en el cuerpo de su mujer.


—¿Te gusta? —preguntó mirándolo por encima del hombro.


—Más que eso, me fascina… toda tú Paula, sabes cómo hacer que te desee con locura — respondió deleitándose con la forma en cómo caía la seda, dibujando perfectamente ese trasero que aceleraba sus latidos y hacía que el deseo lo calentara por dentro.


—Tú también te ves muy bien con ese pijama —mencionó sonriendo y su mirada bajó por el perfecto torso de Pedro, deteniéndose unos segundos en la sutil línea que mostraba su miembro.


Nunca lo había visto llevando un pantalón que lo mostrara tan perfectamente, sabía que no llevaba ropa interior porque a duras penas logró convencerlo que se pusiera el pijama que su madre le había regalado. Si la pobre Amelia supiera que la mayoría estaban en su closet sin siquiera ser estrenados, dejó ver una sonrisa y se pasó la punta de la lengua por el labio para humedecerlo.


—Creo que algo ha atrapado nuestra atención señorita Chaves —señaló descubriendo dónde estaba la mirada de ella y refiriéndose también dónde se encontraba la de él.


Paula se sonrojó como si hubiera sido atrapada en algo indebido, como si nunca antes hubiera no solo visto sino también disfrutado con su boca del extraordinario pene que él tenía, ese que supo desde el primer instante que lo vio que era perfecto.


—No tan rápido señor Alfonso —indicó al ver que él se acercaba con toda la intención de adueñarse de su cuerpo en ese instante.


—Paula, te recuerdo que tenemos poco tiempo, en seis horas debemos regresar a la villa y… —decía cuando ella lo calló apoyando el índice en sus labios mientras lo miraba a los ojos.


—Sé que no tenemos mucho tiempo, pero hace cuatro años me prometiste algo y me muero porque lo cumplas… es casi que una fantasía para mí —aludió y tenía esa mirada que usaba para convencerlo.


—Y lo sería para mí también si mientras toco el saxofón, tú me das sexo oral —expresó para provocarla al tiempo que la veía con intensidad.


—¡Pedro! —exclamó y después bajó la voz.


—¿Qué? Me gusta que lo hagas Paula, así que no voy a mentir —dijo en un tono casual porque era verdad, ella lo desarmaba cada vez que lo tenía en su boca, lo llevaba al borde cada vez que lo hacía.


—A mí también me gusta… pero dudo mucho que puedas tocar bien si lo hago —indicó mostrándose segura.


Había aprendido a leer el cuerpo de Pedro y sabía que no pensaba en nada más cuando ella lo complacía con su boca, incluso lo llevaba más rápido de esa manera al borde del orgasmo.


—¿Me estás retando? —preguntó al ver la altivez en ella.


—Podría perfectamente hacerlo, pero no sería solamente eso ¿cómo se supone que voy a cantar para ti querido? —inquirió elevando una ceja.


—Bien puedes usarlo de micrófono —señaló con media sonrisa.


—¡Pedro! —volvió a exclamar y se tapó de nuevo la voz, él la miró divertido y ella lo miró entrecerrando los ojos—. A este paso van a terminar descubriéndonos —agregó en un susurro.


—Tú eres la que estás gritando —dijo riendo y la envolvió entre sus brazos para pegarla a su cuerpo.


—Es tu culpa… me exasperas y me haces —se detuvo pues no sabía cómo explicar que su cuerpo se convertía en una hoguera cada vez que él hablaba así y eso no debía pasar—. A veces eres tan directo Pedro cuando hablas de sexo y yo intento ser más… sutil —explicó mirándolo.


—¿Estás queriendo decir que soy vulgar? —preguntó riendo. Ella se quedó en silencio otorgándole una respuesta, la envolvió con sus brazos intentando mostrarse serio pero podía jurar que su mirada brillaba con emoción—. Paula, cuando una mujer y un hombre están en la intimidad y se tienen confianza, ser directos no es ser vulgares, es simplemente pedir lo que deseas y tratar las cosas por sus nombres. Además todo depende del momento… ¿O se le olvida señorita todo lo que me pidió la otra noche cuando usamos el espejo? —inquirió mirándola y sonrió al ver el hermoso sonrojo que cubrió sus mejillas.


—No… pero en esos momentos a veces siento como si no fuera yo y la mayoría del tiempo ni siquiera recuerdo todo lo que digo —se excusó.


—En esos momentos sigues siendo tú Paula, siempre lo eres preciosa, y me hace feliz que te expreses libremente… nunca voy a pensar que eres vulgar porque me pidas algo, si lo deseas hazlo. No te cohíbas nunca conmigo Paula porque yo no lo haré contigo.


Pedro la vio suspirar y después sonreírle, haciéndolo en verdad muy dichoso, día a día Paula se iba liberando de las cadenas que la ataban, le tomó la mano para besarla mientras se perdía en ese hermoso tono marrón que tenían sus ojos. Después caminó para tomar el saxofón, quería complacerla y lo haría a la manera de ella, sin presiones.


—Lo haremos como deseas hoy, ya nos quedará tiempo para probar que también puedo tocar mientras me tienes en tu boca —dijo sonriendo feliz al ver que ella también lo hacía, le dio un suave beso en los labios—. Y también porque no quiero dar una nota tan alta que los despierte a todos en la casa —acotó riendo y ella lo acompañó.


Tomaron asiento sintiendo la calidez de la chimenea calentar sus pieles, así como lo hacía el amor en el interior de sus cuerpos. Él se concentró en el instrumento y las notas de Quando, Quando, Quando fueron llenando la estancia, a la espera de la melodiosa voz de Paula