lunes, 10 de agosto de 2015

CAPITULO 104




Ella agradeció el beso pues no podía responder a las palabras de Ignacio de la misma manera, quería hacerlo, en verdad quería pero no podía, siempre se había sentido limitada a la hora de demostrar sus emociones, se bloqueaba cuando un hombre le mostraba sus sentimientos de esa manera, era como si ella no quisiese mostrarse tan expuesta, podía responder a los besos y a las caricias, podía entregarse, pero su voz nunca lograba expresar un amor absoluto como el que le ofrecía Ignacio, incluso con Pedro fue de esa manera y cuando se dio cuenta de lo que era el amor se sentía tan dolida y decepcionada del italiano, que prefirió nunca haber experimentado ese sentimiento.


Ignacio acariciaba con su lengua el interior de la boca de su novia, mientras sus manos se abrían en la delgada espalda para abarcar más y atraerla a su cuerpo haciendo ese encuentro más íntimo, deslizó una hasta la parte baja de la misma, rozando el nacimiento de su trasero en una caricia lenta, pero con la presión exacta para provocar el gemido que ella le entregó y él ahogó con su lengua, se inclinó hacia adelante para hacer que sus pelvis entraran en contacto, adoraba tener el cuerpo de Paula de esa manera y sentirla tan suya, solo suya, abandonó los labios y hundió su rostro en el cuello, aspirando profundamente el delicioso perfume a flores.


—Soy tuyo Paula… sabes que te amo, sabes que todo lo que tengo te pertenece y que solo quiero entregártelo, hoy… mañana, y siempre… siempre princesa —susurró deslizando sus labios por el cuello terso y cálido.


Paula se estremeció, más por el sentimiento impreso en las palabras de Ignacio que por sus caricias, sus pensamientos no lograban enfocarse en este momento, no lograba entregarse como deseaba, como el hombre que la tenía entre sus brazos merecía, aunque como mujer reaccionaba a estos estímulos y respondía acariciándolo y besándolo, su mente siempre buscaba la imagen de Pedro, cada vez que llegaba a éste punto la traicionaba trayendo recuerdos de aquél que la excitaba, incluso más que lo que Ignacio le hacía.


Pero no dejaría que esta vez lo hiciera, si se entregaba a Ignacio sería en cuerpo y mente, debía ser consciente que el hombre que tomaba su cuerpo era su novio, que era a él a quien pertenecía de la misma forma que él le aseguraba que era suyo, que lo sería para siempre y no por unas cuantas semanas como lo fue Pedro Alfonso, debía dejarlo ir de una vez por todas y eso debía ser justo en ese momento, esa noche.


—Hazme el amor —le pidió en un susurro, mientras lo miraba a los ojos y le acariciaba el pecho.


Él sonrió ante esa petición, por lo general Paula no tomaba la iniciativa, por el contrario siempre era él quien la persuadía para tener sexo, quien entre besos y caricias le insinuaba sus deseos de pasar la noche con ella, así que verla tan dispuesta lo sorprendió gratamente, se separó un poco de ella para disponerse a salir de allí e ir hasta la habitación tomándola de la mano, pero esta no lo dejó avanzar dos pasos, él se volvió a mirarla para descubrir qué pasaba, vio que ella negaba con la cabeza dejando ver una sonrisa traviesa y sensual ante su desconcierto.


—Quedémonos aquí… hazme tuya aquí —indicó acariciándole el pecho lentamente, hasta llevar la mano al cuello posando su mirada en los labios de su novio.


Se acercó y le dio un beso cargado de intensidad, saqueando la boca de Ignacio como nunca lo había hecho, quería sentirse desinhibida y libre como lo hizo tiempo atrás, sentirse sensual, poderosa, saber que tenía las armas para enloquecer a un hombre como lo hizo con…


¡Basta! ¡Ya Paula concéntrate en Ignacio! Es en tu novio en quien debes pensar, solo en él, date a él por completo, que sea quien te encienda la piel, quien te haga llegar al cielo.


Se dijo en silencio mientras decidía que no debía perder tiempo ni darle oportunidad a sus pensamientos para que cambiaran de dirección, estaba decidida a ganarles la partida. Se dio la vuelta y lanzó al piso todo lo que se encontraba sobre el escritorio sin importarle qué destino tuviesen, para ella que era una maniática del orden esto era casi un sacrilegio, pero había aprendido que hay momentos en los cuales se debe romper el orden de algunas cosas.


Ignacio la observaba realmente sorprendido, nunca había visto a Paula de esa manera, ni siquiera la había imaginado así y la verdad era que no sabía cómo reaccionar, solo podía quedarse allí parado; la vio apoyarse con sus manos en el escritorio y subir hasta quedar sentada al borde de este, después lo jaló por la corbata para acercarlo a ella y encerrarlo entre sus piernas, las mismas que se le mostraron seductoramente cuando la falda que llevaba se subió hasta sus muslos.


—No está participando mucho señor Howard. —dijo al tiempo que le quitaba la corbata, deslizándola y dejándola caer sobre el escritorio, abrió los primeros botones de la camisa del chico para besarle el cuello y subir hasta su oreja, dejando su aliento allí, llevando sus manos hasta los hombros para meterlas bajo el saco y quitárselo también, lo dejó caer al suelo y le regaló una sonrisa.


—Lo siento… es que… ¡Vaya princesa me tienes asombrado! —esbozó acariciándole la cintura y exponiendo un poco más su cuello para que ella tuviese mayor libertad.


—¿Sorprendido para bien o para mal? —inquirió deteniéndose para mirarlo a los ojos.


—¡Para bien! ¡Por supuesto para bien! —contestó de inmediato llevando sus manos hasta el cuello de ella en una caricia tierna y sensual al mismo tiempo —. ¿De verdad deseas que nos quedemos aquí? Es decir… ¿Te sientes cómoda sobre el escritorio? —preguntó recibiendo el toque de labios que Paula le daba y era tan sensual que su cuerpo comenzaba a despertarse, sentía las ganas bullir en su sangre, su respiración se hizo más pesada.


—Estoy perfectamente Ignacio, pero estaría mejor si me besas y me acaricias. —respondió abriéndole la camisa por completo.


Él no esperó a que ella le repitiese la orden, comenzó a besarla con premura y sus manos se deslizaron por los senos de la castaña, para luego pasar a su espalda y bajar hasta la cintura buscando los botones de la falta, los deshojó con lentitud para comenzar a sacar la blusa de esta, pero no se la quitó en un loco arrebato, sino que poco a poco la fue subiendo mientras le acariciaba el torso, siempre se había esmerado en ser tierno y amable con Paula, sabía que era una mujer sensible y delicada, así que la amaría como estaba acostumbrado a hacerlo.


Ella sentía que eso no estaba saliendo como esperaba, necesitaba de la fuerza y la pasión que debe desbordar un momento como ése, quería que fuese loco, erótico, sensual, deseaba sentirse atrevida y deseada, no ser tocada como una muñeca de cristal que podía romperse, enredó sus manos en el cabello de Ignacio para hacer el beso más intenso mientras se movía sobre la madera pulida y lo buscaba.


—Ignacio háblame… bésame, necesito sentirte, apriétame contra ti, no me voy a quebrar… — esbozaba abandonando la boca de él para concentrarse en su cuello y hombros —. Necesito desearte como desee a… —Se interrumpió de golpe, suprimiendo el nombre de Pedro que se quedó atravesado en su garganta.


Sintió como todo lo que había alcanzado sufría un gran bajón, entró en pánico, eso último no debía decirlo en voz alta, creyó que estaba pensando, dándose ánimos y dándoselos a su novio en pensamientos, no era algo que él debía escuchar, pero lo había hecho, eso era obvio por la tensión que lo había invadido.


—¿Qué es lo que necesitas Paula? ¿Cómo quién se supone debo actuar para que me desees? —inquirió con un semblante completamente distinto al de un minuto atrás.


—Ignacio yo… —intentó dar una excusa pero su mente se había quedado en blanco, solo pudo morderse el labio y bajó la mirada, no podía verlo a los ojos, se sentía tan estúpida.


—¿Sabes algo? Creo que ha llegado el momento de que me seas realmente sincera, porque tengo la penosa sensación de que no lo eres Paula… antes no le daba importancia, intentaba comprenderte, pues yo también tenía un pasado escabroso, pero ahora ¡Dios no puedo creer que esto continúe! Por favor mírame a los ojos—le pidió separándose un poco de ella.


Las palabras de su novia le habían bajado la libido en un instante, como si lo hubiesen lanzado al lago Michigan en pleno invierno dejándolo completamente congelado y su actitud solo había empeorado todo, quería que ella le respondiese cualquier tontería, cualquier cosa que lo convenciese que esas palabras no tenían el sentido que él sospechaba. Solo dos veces escuchó a Paula murmurar el nombre de otro hombre mientras dormía con ella, hace mucho tiempo y había dado aquel asunto por terminado, sin hacerle ningún reproche, porque cuando él se aventuró a entablar una relación con ella aún le quedaban vestigios del amor que sentía por su ex mujer, pensó que a estas alturas ambos habían logrado superar a esas personas del pasado, al parecer solo hablaba por él y no por ella.


¿Acaso Paula nunca lo había deseado como hombre? O peor aún… ¿Se había entregado a él pensando en otro, en ese otro del que solo conocía lo que parecía ser un diminutivo del nombre? ¿Era como a ese hombre que necesitaba desearlo? ¿Ése la hacía sentir más que él?


Se preguntó en pensamientos al ver el silencio en ella y cómo sus labios temblaban, como si estuviese reteniendo sus emociones, hace unos minutos parecía una hoguera que lo invitaba a quemarse en ella y ahora se había vuelto un témpano.


—Ignacio… por favor no pienses que… yo no te estoy mintiendo, tú eres mi novio, eres el hombre junto al que he estado durante los últimos dos años, el único con el cual he dormido en este tiempo… soy una estúpida, mi comentario no fue con la intención de herirte… yo… estaba pensando en algo más, ya sabes como es mi cabeza, mi mente nunca descansa… no separo algunas cosas, lo siento en verdad. —hablaba y su tono de voz delataba el nerviosismo que la invadía.


—Soy el único con el cual has estado en estos dos años… en el plano físico, eso me lo puedes asegurar, ¿Pero qué hay de tu cabeza Paula? ¿Puedes asegurarme que solo yo he estado allí? —la cuestionó recordando cómo ella jamás lo había llamado por su nombre cuando hacían el amor, la sospecha lo hirió profundamente.


Paula se quedó en silencio dándole la respuesta a Ignacio, pero no fue solo eso, la verdad la vio en la mirada atormentada que contenía las lágrimas, era obvio que ella se debatía internamente por responder con la verdad o quedarse callada y evitar lastimarlo, pero ya lo había hecho.


Se alejó aún más de ella, tomó primero la corbata que se hallaba sobre el escritorio, después se dobló para recoger su saco y acomodarlo en su ante brazo; podía sentir la mirada de Paula siguiendo cada movimiento.


Sin embargo, en ningún momento habló para detenerlo, posó su mirada solo un instante en ella y después de eso caminó para salir del lugar dejándola sin decir nada más, no hacía falta, cada gesto hablaba por sí solo.


El calor que hasta hacía instantes había colmado el estudio fue remplazado por un frío tan despiadado que caló hasta los huesos de Paula haciéndola estremecer y de inmediato rompió en llanto.


No podía creer que las cosas se le hubiesen salido de las manos de esa manera, ni que hubiese lastimado a Ignacio, se había esforzado tanto tiempo en cuidarlo, en hacerle sentir amado y ahora todo se había derrumbado, y lo peor era que las palabras de él le indicaban, que todo había empezado mucho tiempo atrás y eso la llenó aún más de dolor porque aparentemente todos sus esfuerzos habían sido inútiles.






CAPITULO 103




Chicago, USA. Marzo 2013.


Había pasado casi dos horas conduciendo por las calles de la ciudad sin saber específicamente hacia dónde ir, solo había salido intentando dejar de lado el tema de Pedro, aunque su amiga la había animado a ver la entrevista completa y algunos vídeos recientes del joven, dejó de presionarla cuando seguramente notó que eso más que ayudarla solo la alteraba, no en el modo que había ocurrido días atrás sino en uno más peligroso, lentamente Paula se iba dejando envolver por el encanto del actor y eso podía ser contraproducente, así que decidieron terminar con todo lo
que tenía que ver con el italiano al menos hasta que llegara el día del casting.


Desde que decidiese darle luz verde a Pedro para que viniera a las audiciones de Rendición, su cabeza parecía un torbellino que giraba y giraba cada vez más rápido, necesitaba enfocarse en algo, hacer algún tipo de actividad que requiriese de toda su concentración para no terminar actuando como una loca. Sin embargo, su corazón seguía corriendo como un caballo salvaje, sus emociones estaban completamente descontroladas, y lo peor de todo era que ni siquiera lo había visto aún.


Dentro de dos días saldría hacia Los Angeles para reunirse con el equipo de producción de la película, tendría que estar presente en las largas jornadas de pruebas de los actores principales, las mismas durarían varios días pues se habían anotado cientos, de todas las edades y perfiles físicos, aunque se habían hecho especificaciones claras para los protagonistas, todos deseaban tener una oportunidad aunque fuese como extras en lo que muchos anunciaban como el éxito taquillero del próximo año.


Para Paula todo sería únicamente una cuestión de rutina si entre esos cientos de personas no estuviese quien la tenía al borde de un colapso nervioso, ya había perdido la cuenta de todas las veces que se había repetido que nada de eso debía afectarla, que ella era una mujer adulta que podía manejar sus emociones a cabalidad, siempre había sido centrada y profesional, podía ir y desempeñar el rol que le correspondía con total normalidad. Pero cuando pensaba en Pedro todo su autocontrol fallaba desastrosamente, sabía que no saldría corriendo y se lanzaría en brazos del italiano, no estaba tan mal para llegar a ese punto, pero tampoco podía asegurar que saldría ilesa de ese encuentro, mucho menos cuando el mero recuerdo del actor la ponía a temblar.


—¡Oh por favor Paula! Tienes que empezar por calmarte, por imaginarte frente a él y que tus piernas no se vuelvan de gelatina, no es tan difícil… ya una vez lo hiciste, no te dejaste envolver por Pedro Alfonso a la primera, además ustedes terminaron como amigos, no existe razón alguna para que este encuentro sea algo peligroso. No olvides que él tiene pareja y aunque es una rubia espantosa y toda rígida, que más parece un maniquí que una mujer real… ¡Ya, basta! Deja de criticarla, ese no es tu problema, que Pedro tenga gustos tan pésimos no es asunto tuyo, es
solamente de él… ¿A ti que te puede importar que la mujer sea hermosa u horripilante? ¡Nada! Así que concéntrate en ti y solo en ti, en recordar que ahora eres distinta a la chica que se lanzó a una aventura, que tienes la vida que siempre deseaste y a un hombre maravilloso a tu lado… lo tienes todo y eso debe bastar, tiene que bastar — se recordó dejando libre un suspiro.


Accionó el botón de play que se hallaba en el volante de su vehículo para encender la música, siempre la ayudaba a distraerse y en ese preciso instante lo que más necesitaba era eso, sacar de su cabeza la imagen de Pedro sonriéndole, mirándola con intensidad, seduciéndola, haciendo que cada fibra dentro de su ser se estremeciese; no podía seguir así, debía controlarse si quería salir con bien de todo eso, tenía que hacerlo.


La voz de Kelly Clarkson cantando Never Again inundó el interior de su auto y de inmediato Paula se sintió llena de energía, fue como si de pronto percibiera que podía controlarlo todo y que nada lograría desestabilizar sus planes, comenzó a acompañar a la cantante.


—Never again will I hear you. Never again will I miss you… never again will I fall to you… Never —cantaba a todo pulmón mientras esperaba a que el semáforo cambiase de luz.


Haría que Rendición fuese un éxito mayor del que había sido hasta el momento, seguiría junto a Ignacio, incluso podía pensar por fin en casarse con él, lo harían después de su regreso de Italia, solo para no apresurar las cosas, quería que esa decisión fuese la correcta y no tomarla bajo presiones.


Cuando llegó a su departamento minutos después, ya la noche había caído. Su madre había llamado varias veces preocupada preguntando por ella, Paula había dejado su teléfono móvil y por ello no había contestado, tenía siete llamadas pérdidas y dos mensajes de voz, donde le pedía que atendiera el aparato o al menos tuviese la consideración de devolverle las llamadas. Dejó libre un suspiro después de escucharlos y se llenó de paciencia antes de discar el número de su madre y esperar el tono, solo repicó dos veces antes que atendiera.


—¿Se puede saber por qué no contestas el móvil y dónde estabas?


Fue lo primero que le escuchó decir, ya estaba preparada para ello.


—Hola mamá, no ha sido mi intensión angustiarte… salí un rato y olvidé llevar el teléfono, necesitaba distraerme de tanto trabajo. ¿Cómo han estado tú y papá? —mencionó mostrándose sumisa como siempre hacía con su progenitora.


—Bien, me sorprende que lo preguntes, hace semanas que no vienes a visitarnos, no vivimos en otro país, ni siquiera en otra ciudad Paula, estamos a unos cuantos minutos de tu casa y es muy desconsiderado de tu parte no acercarte hasta aquí para compartir una comida con nosotros, ya sé que no somos una familia muy dada a los sentimentalismos, pero eso no quiere decir que no extrañemos a nuestros hijos de vez en cuando. De Walter lo comprendemos pues entre su familia y su trabajo las cosas se le complican, a Nico también podemos excusarlo pues su carrera le quita mucho tiempo, pero tú y Diana no tienen pretexto, aunque ella ya es un caso perdido…


Decía siguiendo su acostumbrado discurso.


Su madre hablaba como si fuese una contestadora de esas que venden anuncios o notifican de alguna cuenta pendiente, era tan mecánica que ella ni siquiera debía prestarle atención para saber todo lo que decía y darle una respuesta acertada en cuanto le preguntase.


—¿Me estas escuchando?


Inquirió en ese tono autoritario que siempre mostraba.


—Por supuesto madre y tienes razón, sabes que siempre que puedo voy a visitarlos pero últimamente he estado muy ocupada, dentro de dos días salgo hacia L.A. y debo preparar unas cuantas cosas antes del viaje, te prometo que en cuanto regrese iré a visitarlos y podremos planear una comida todos juntos, estaré de regreso en un par de semanas —contestó dejándose caer en el sillón de su estudio.


—Con respecto a eso tenemos una conversación pendiente Paula. Ya sé que es tu trabajo y que como tu familia decidimos apoyarte y respetar las decisiones que debas tomar, pero siempre existen límites y creo que es hora de recordarlos, no estoy muy empapada del tema, pero por lo poco que he escuchado vas a estar presente en las grabaciones y éstas se llevarán a cabo en Italia, eso significa que debes viajar allá de nuevo ¿No es así?


La interrogó y aunque su tono ya no era de reproche, tampoco la llenó de confianza, todo lo contrario, la hizo tensarse.


—Es algo de lo que debemos hablar, soy consciente de ello, tienes razón madre…—esbozó cerrando los ojos.


Nuevamente… ¡Y como siempre madre!


En ese momento sintió que alguien llamaba a la puerta y fue como ser salvada por la campana, al menos unos segundos pues si se trataba de Rose o Inés debería despedirlas rápidamente, su madre debería ser más importante que cualquiera y más cuando le decía “Tenemos una conversación pendiente”. Para su suerte quien llamó a la puerta fue su novio que entró al lugar mostrando una gran sonrisa de alivio, seguro al verla sana y salva allí, sospechó de inmediato que su madre también lo había llamado a él para saber si estaban juntos. Definitivamente Susana Chaves jamás terminaría de aceptar que ella había crecido, que era una mujer adulta, que podía ir y venir a donde le diese la gana y salir con quien quisiese sin tener que darle explicaciones.


—Hola… ¿Estás ocupada? —preguntó Ignacio en un susurro.


—Hola, es mi madre —respondió ella colocando los ojos en blanco pues su novio sabía cuánto la exasperaba a veces.


Él dejó ver una sonrisa y asintió en silencio, se disponía a retirarse pero ella se lo impidió haciéndole un ademán para que se acercara, él accedió de inmediato caminando con ese andar seguro y masculino que siempre mostraba, besó su mejilla y le acarició el cabello.


—Paula estas cosas me gusta hablarlas en persona, la reunión que organizaré a tu regreso será perfecta, creo que es una decisión que debe tomarse en familia, toma el tiempo que debas para dejar todo listo, yo le diré a tu padre que vendrás a vernos en unas semanas.


Indicó dando todo por sentado como siempre hacía.


—Bien, madre acaba de llegar Ignacio, debo dejarte, quedé en que cenaríamos juntos. Por favor discúlpame por haberlos angustiado, la próxima vez seré más cuidadosa y dile a papá que lo quiero y lo extraño mucho, a ti también, cuando regrese iré a verlos, besos y abrazos a ambos —dijo para despedirse.


—Se lo diré, cuídate mucho hija, sabes que lo único que deseamos es tu bien, saluda a Ignacio de mi parte y atiéndelo, mira que si lo tienes igual de abandonado que a nosotros por tu trabajo va a terminar aburriéndose de la relación y perderás a un hombre maravilloso. Te llamaré dentro de unos días para saber que has llegado bien, besos y abrazos a ti y a mi yerno


Su tono cambió por completo, siempre era así cuando se trataba de sus pretendientes, claro está, con aquellos que eran el prospecto ideal para formar una familia.


—Estaré pendiente, adiós madre —esbozó y después de ello colgó, dejando libre un suspiro.


—¿Cómo se encuentra Susana? Espero que más tranquila —preguntó él apoyándose en el escritorio de su novia.


Sus ojos se posaron en las carpetas sobre éste, las mismas que guardaban los datos de todos los actores que se habían anotado, para participar en las audiciones de Rendición, su curiosidad lo llevó a tomar una.


—Está bien, como siempre, me llamó para reprocharme que no los he visitado y para anunciarme que debemos tratar en familia el asunto de mi viaje a Italia, supongo que tendremos votaciones a mi regreso de L.A. —contestó la castaña relajándose en el sillón con los ojos cerrados.


—A mí también me llamó para saber si estabas conmigo, dijo que se sentía muy apenada por hacerlo, pero que si tuviese una hija más considerada no se vería en tal necesidad, debo confesar que incluso a mí me preocupó, desaparecer de esa manera no es algo muy frecuente en ti… pero al menos tuve la sensatez suficiente para no ir con la policía a colocar la denuncia —indicó en tono divertido y se sintió feliz al ver que ella esbozaba una sonrisa.


Aunque seguía con los ojos cerrados y se estaba masajeando las sienes, seguro le dolía la cabeza, últimamente Paula había estado bajo demasiada presión por eso le daba su espacio, pero procurando hacerle sentir que siempre estaba allí por si lo necesitaba; su mirada se desvió una vez a la carpeta en sus manos, la ficha en el interior de esta era de un hombre que no conocía y si había
 algo de lo que Ignacio supiese más después de valores e inversiones era de cine, era un apasionado del séptimo arte, pero ni siquiera reconocía el nombre de este actor, seguramente porque era italiano y todos sus trabajos habían sido en ese país, contaba con una amplia trayectoria, hablaba cinco idiomas y según la descripción física que había hecho Paula de su personaje, ése hombre se le asemejaba mucho.


—Van a tener mucho trabajo en estas audiciones, aunque al parecer hay actores de gran calidad… este por ejemplo, es joven pero lleva muchos años en el medio, casi la mitad de su vida —esbozó de manera casual, leyendo algunas de las obras en las cuales había participado el italiano, para ver si
ubicaba alguna.


Paula sintió que su estómago se encogía en cuanto las palabras de Ignacio cesaron dejando el lugar sumido en un incómodo silencio, abrió los ojos y todo fue mucho peor, él tenía en sus manos la carpeta con la ficha de Pedro, se colocó de pie con rapidez y se la quitó, para dejarla caer sobre el escritorio, cerrándola con manos trémulas al notar que la misma había quedado abierta y desde la fotografía, el castaño parecía mirarla. Su novio la observó sorprendido ante esa reacción, frunció el ceño y buscó los ojos de Paula para saber qué había sucedido, ella nunca se había mostrado tan recelosa con su trabajo, por el contrario siempre lo compartía con él.


—Por favor no hablemos de trabajo ahora… te juro que estoy a punto de volverme loca y empiezo a odiar la palabra “audiciones” —se excusó Paula al ver que él había percibido su arranque, el temor que Ignacio descubriese todo la hizo actuar sin el menor sentido común—. Estas carpetas son de Jaqueline, está empeñada en que escojamos a nuestros favoritos incluso antes de verlos dentro de dos días, pero yo no puedo dejarme llevar solo por una imagen y unos pocos datos, además que solo daré mi opinión, la responsabilidad de escoger a los actores recae en la encargada del casting, los productores y el director —explicó intentando mostrarse poco interesada.


—Comprendo… pero no creo que esté de más que los revises, después de todo, los personajes fueron creados por ti, salieron de tu imaginación y eres la más indicada para encontrarles un rostro entre los aspirantes —obviando la negativa de Paula de evaluar a los actores, tomó otra de las carpetas y empezó a revisarla.


Paula estaba tensa, no podía evitarlo y buscaba mantener a Ignacio alejado de la carpeta de Pedro, incluso tomó ella un par más y después de pasar las hojas sin siquiera detallar la información las puso sobre la del italiano para que su novio no volviese a tomarla, intentó cambiar de tema, pero de manera sutil.


—Si estás buscando las de las actrices lamento informarte que Jackie no las trajo —mencionó con indiferencia.


—¡Tan egoísta como siempre! —exclamó él poniendo mala cara.


Ella lo miró con reproche y Ignacio dejó libre una carcajada, lo había hecho precisamente con esa intención, Paula nunca se mostraba celosa con él y debía confesar que le gustaría que de vez en cuando ella lo hiciera, saber que le afectaba que su interés se desviara a otras mujeres, incluso aunque fuese en plan de broma. Se acercó a ella y la rodeó con sus brazos para después darle un par de besos, solo toques de labios y borrar el puchero que la chica había hecho.


—Sabes que solo tengo ojos para ti, para mí no existirá nunca una mujer más hermosa y perfecta que la que tengo entre mis brazos en este momento, ni ficticia ni real, ninguna se puede comparar contigo Paula —le dijo mirándola a los ojos y después de eso la besó.





CAPITULO 102




Pedro se sentía acorralado, decir la verdad era quizás lo más sencillo, ser sincero con Romina como le había prometido, pero no podía adivinar cómo reaccionaría ella ante esa verdad, además.


¿Qué podía decirle? “Sigo enamorado de aquella misteriosa mujer que tanto odias y tengo la ligera sospecha que ella también me ama, así que voy tras ella para rogarle por una nueva oportunidad”


Bueno esa era la verdad, pero sonaba tan patética que incluso reconocerla a sí mismo le resultaba vergonzoso, qué decir de ponerla en palabras y confesarla a Romina, sabía perfectamente quién era su… quién era ella. Si las demás se burlaban de su dolor, la diseñadora haría que toda Italia también lo hiciese, lo expondría ante todos como un estúpido romántico que aún cree en el amor eterno, haría de su vida personal un circo y quizás todo valiese la pena si lograba recuperar a Paula, porque sabía que ella lo ayudaría a superar cualquier adversidad, pero sin tenerla a su lado, sin tener siquiera la certeza de un encuentro con la escritora, quedaría humillado delante de todos ¿Entonces que debía decirle a Romina?


Se preguntaba mirándola a los ojos, viendo cómo la paciencia en la mirada celeste disminuía y era remplazada por la ira, se llenó de valor irguiéndose, dejó libre un suspiro y se disponía a abrir la boca cuando su teléfono celular sonó. 


La rubia le advirtió con la mirada que no se le ocurriese
tomarlo, pero Pedro desacató cualquier orden, había visto en esa llamada su salvación, al menos momentánea, pero no solo eso, los latidos de su corazón se habían triplicado, una extraña sensación se esparció por todo su pecho llenándolo de una emoción que no sabía cómo explicar y que nada tenía que ver con el enfrentamiento que le esperaba, acortó la distancia y lo tomó antes que Romina lo hiciera, adivinó las intenciones de ella de lanzarlo contra la pared.


Ella se tragó el repertorio de palabras nada decentes que llegó hasta su cabeza, debía mantener la compostura, si se trataba de algún amigo de Pedro y comenzaba a discutir podía llegar a la conclusión del conflicto que tenían, si por el contrario era la madre de éste, pues… estaba segura que doña Amelia llegaría en un santiamén para salvar a su “pequeño hijo” de las garras de la malvada bruja, sabía que la mujer la odiaba, que la menospreciaba y la consideraba descerebrada y poca cosa para su famoso hijo.


Así que llenándose de paciencia y respirando despacio se dio la vuelta y caminó alejándose un par de pasos del lugar donde el actor se encontraba, sintiendo que la sangre en sus venas empezaba a enfriarse y eso tal vez no era muy bueno, necesitaba su furia para enfrentar a su novio y sacarle toda la verdad de lo que ocurría.


Pedro esperó a que ella se tranquilizara y consciente que no haría ningún espectáculo miró en su móvil el nombre de quien hacía la llamada, dejó libre un suspiro de alivio al ver que se trataba de su manager y pensó que debía ser algo de rutina.


—Hola Lucca… ¿Cómo anda todo?


Pedro, todo bien aunque un poco ocupado, te llamaba precisamente por eso, empieza a hacer tus maletas, salimos dentro de tres días para Los Angeles.


Pedro sintió que todo su mundo se tambaleaba, algo dentro de su pecho hizo explosión y casi quiso gritar de felicidad, cerró los ojos y lo primero que llegó a su mente fue la imagen de Paula, no le importaba nada quedarse con el papel protagónico, lo que realmente deseaba era tener la oportunidad de acercarse a ella y comprobar por él mismo que seguía amándolo, ver aquello que tiempo atrás no hizo porque fue un estúpido ciego.


—¿Pedro? ¿Pedro me escuchaste? ¿Estás ahí?


Inquirió la voz al otro lado con un toque de preocupación.


—¡Sí! Sí, aquí estoy Lucca… disculpa estaba un poco distraído, cuéntame todo por favor, ¿cuándo recibiste la noticia y quién la envió? —preguntó sin poder ocultar la sonrisa que afloró en sus labios, ni el brillo que cubrió su mirada.


Sabía que Paula en persona no le escribiría para convocarlo a las audiciones, pero le animaba tan solo imaginarse que ella estaba al tanto que se había propuesto como candidato y que eso significaba un futuro encuentro entre ambos, después de casi cuatro años.


—Lo recibí esta mañana pero quise confirmar la información y darles una respuesta afirmativa antes de avisarte, perdona que lo haya hecho pero supongo que tú no tendrás ninguna objeción. ¿O me equivoco?


Preguntó una vez más Lucca con su tono impersonal de siempre.


—No, hiciste bien, sabes que ahora mismo este proyecto ocupa toda mi atención y me alegra saber que las cosas están saliendo como esperábamos, hoy mismo preparo las maletas y le aviso a mis padres… y… ¿Entonces fue la gente de The Planet la que te envió la respuesta a mi petición? — lo interrogó de nuevo intentando sonar casual, no quería delatarse y menos teniendo a Romina a unos pasos.


—Sí, fueron ellos, me hicieron saber que estarían encantados de tenerte en las audiciones de Los Angeles, que muestras mucho potencial y te acercas a las características que piden para interpretar a Franco Donatti, solo restaba ver tu desempeño del personaje y tu interacción con las actrices aspirantes al rol de la protagonista, ya sabes cosas de rutina


Contestó Lucca, disimulaba pero podía sentir la ansiedad de Pedro incluso a través de la línea, confirmando de esa manera aún más sus sospechas, de que el joven iba detrás de algo más que el protagónico de esa película.


—Por supuesto, bueno no hay problema les demostraré que soy el indicado, solo necesito estar allá para que se convenzan, gracias por avisarme Lucca, cualquier novedad por favor no dudes en llamarme, estaré atento, nos vemos —dijo sin poder ocultar su desilusión al no escuchar a su amigo nombrar a Paula.


—No te preocupes yo me haré cargo de todo, y puedes dar casi por seguro que ese papel será tuyo ahora que he leído el libro lo doy por sentado. Igual no está de más que te prepares un poco, aún tenemos un par de días para organizar los pendientes aquí en Roma, mientras tú concéntrate en esto, descansa hijo, nos vemos mañana —mencionó para despedirse y después colgó.


Pedro se quedó unos segundos mirando la pantalla del móvil hasta que se apagó quedando completamente negra, su alegría no se había esfumado, pero no la sentía de la misma manera en la cual la había percibido en principio, no escuchar nada relacionado con Paula lo había decepcionado, esperaba alguna acotación proveniente de ella, no sabía a ciencia cierta cómo explicarlo, pero deseaba que al menos Lucca mencionara que ella había sido quien había votado a favor para que lo llamase o que la autora se había sentido complacida por su postulación y que estaba ansiosa por tenerlo en las audiciones, después de todo ellos habían acabado como amigos o eso recordaba él, además que fue ella quien le insistió para que probara suerte en Hollywood y qué mejor que hacerlo de su mano, en una película basada en su obra, una que además no era otra que su historia, Paula debería estar feliz.


—¿Piensas quedarte toda la vida cavilando sobre el porqué los americanos te aceptaron para hacer el estúpido casting o me dirás de una vez por todas qué demonios ocurre contigo? —le preguntó Romina en un tono bastante grosero.


—Ya no soporto seguir en esta situación, no aguanto que siempre estés menospreciando lo que hago, en esa eterna lucha de querer ser mejor que todo el mundo, en tu empeño por surgir sin importarte a quién pises y dejes atrás para hacerlo, eres una mujer mezquina y arrogante Romina, intenté… te juro que intenté enfocarme en lo bueno que tienes, sin importar lo poco que era, pensé que cuando la fama se esfumara de tu cabeza y te dejara ver más allá cambiarías, de verdad creí que encontrarías un equilibrio en tu vida y empezarías a darle el justo valor a las cosas. Pero nada de eso ha sucedido, sigues empeñada en querer resaltar a como dé lugar, restregarles a los demás en la cara
que eres excepcional, que tienes todo lo que ellos desearon y perdieron en tus manos porque eres mejor, te pavoneas de haber conseguido surgir y en hacerlos sentir mediocres… —decía cuando fue cortado por una sonora carcajada de la rubia.


—¡No lo puedo creer! Discúlpame pero no he escuchado bien… Tú, Pedro Alfonsoacusándome a mí de ser arrogante, mezquina y sobre todo que quiero siempre resaltar, me das risa de verdad, tus excusas son tan baratas que no sé si ponerme a llorar o a reír. Le puedes vender a todos la imagen del hombre maduro y cambiado, pero no a mí, el tipo de persona como nosotros no cambia Pedro, seremos iguales hasta el día que muramos, muestra de ello es lo que le acabas de decir a Lucca, aseguraste que conseguirías el sobre valorado papel de Franco Donatti, menospreciando por anticipado el desempeño que puedan tener los demás actores, eso querido es lo mismo que hago yo, sé quién soy, sé cuánto valgo y si eso te molesta entonces deberías odiarte todos los días cuando te ves en el espejo porque tú y yo somos iguales —dijo de manera triunfal mientras lo miraba a los ojos. 


—No Romina, no lo somos, en realidad nuestras visiones de la vida son completamente opuestas y creía que eso precisamente era lo que me hacía falta para mantener una relación de pareja, estaba equivocado, yo no soy lo que tú quieres y tú no eres lo que yo quiero, siento tener que decírtelo de esta manera pero es la verdad, me pediste que fuese sincero, bueno allí lo tienes… —esbozó sintiendo que un peso lo abandonaba, vio que ella se preparaba para contraatacar pero él no la dejó —. En cuanto a lo que le acabo de decir a Lucca, me da igual si obtengo el papel o no, pero sé que lo haré y no tiene nada que ver con el desempeño de los demás actores, puede que ellos sean muy buenos en lo que hacen, pero yo soy Franco Donatti. Querías explicaciones allí las tienes, saca tus propias conclusiones ahora, pero te advierto que cualquier cosa que intentes hacer para difamarme o a alguien más, te pesará, sabes de lo que hablo y que no me ando con juegos —mencionó con determinación.


—No me amenaces Pedro Alfonso porque no sabes de lo que soy capaz, conmigo no juegas. Ve a tu maldito casting y pierde el tiempo como sé que sucederá, ellos jamás elegirán a un completo desconocido, y tú aquí eres un rey pero allá no eres nadie, así que ten en cuenta que cuando regreses y me busques para pedirme perdón por esto que estás haciendo ahora, puede que sea muy tarde, no te la pondré fácil eso te lo aseguro —dijo desbordando rabia y dolor.


Romina al ver que él no decía nada sintió la ira apoderarse de ella y caminó hacia el baño para recoger las prendas que habían quedado esparcidas en éste, con rapidez se vistió de nuevo quedando lo más presentable que podía, se paró delante de Pedro, a la espera de que dijese algo, pero él se mantuvo en silencio.


—Te vas a arrepentir de esto, nadie me humilla de esta manera, ni siquiera tú Pedro Alfonso—espetó con rabia y salió de allí.


Pedro mantuvo sus ojos en la puerta por donde había desaparecido Romina, ese carácter indomable lo había cautivado en un principio, pero después que vio lo que le había mostrado solo fue una fachada, le había montado una trampa para atraparlo y luego todo cambió. Así que estaba seguro no la echaría de menos y tampoco le preocupaban sus amenazas, después de todo no había sido la única en declararle la guerra cuando él decidía terminar una relación.