domingo, 19 de julio de 2015
CAPITULO 32
—Bueno, igual no puedo decir que te gane en ello, yo también soy malísima para ese tipo de música, lo intenté en Puerto Rico, pero después de un día de clase comprendí que sería imposible. Ahora, adoro el tango y con éste sí tuve un mejor desempeño… quizás eso me ponga a un punto sobre ti —mencionó con suficiencia.
—Interpreté a uno de los mejores bailarines de tango para una obra de teatro sobre Carlos Gardel… fui Casimiro Ain —expuso sin poder esconder la sonrisa que se asomaba a sus labios.
—¡Eres insoportable! ¡Me voy! —exclamo sintiéndose frustrada.
—Paula por favor… no seas infantil, a ver… seguro hay un montón de cosas que tú sabes hacer y que yo no —decía intentando no reír pues no quería que se sintiera mal.
—Sí, por supuesto… sé hablar italiano ¡Pero tú también! Sé también hablar francés ¡Pero seguro que tú también! Habló ingles ¡Y tú también! — exponía en una actitud completamente inmadura.
—Eso es excelente, tenemos muchas cosas en común… esto no es una competencia Paula, no tienes por qué sentir que te he ganado, yo jamás busco competir con nadie más que no sea conmigo mismo… —explicaba cuando ella habló de nuevo.
—Eso es ser muy arrogante ¿Lo sabías? Es lo que dicen todos los que se consideran mejores que los demás “no compito con nadie” significa “nadie para mí es competencia” —indicó mirándolo.
—¡Vaya! Un gran análisis gramatical señorita Chaves —dijo
sonriéndole y se acercó a ella de nuevo—. Tienes una gran ventaja sobre mí en este preciso instante, te ves aún más hermosa cuando estás molesta… yo de seguro pareceré un ogro —esbozó y con suavidad le acarició la mejilla tentando por ese tono rosa que las había teñido en solo segundos.
Paula sintió que se derretía ante ese gesto, cerró los ojos solo un instante pues de inmediato cayó en cuenta que si se mostraba así ante él le dejaría ver que estaba rendida a sus pies, no es que lo estuviera completamente pero poco le faltaba, así que abrió de nuevo los ojos, respiró profundamente para calmarse y habló una vez más.
—Yo también canto… —susurró y se alegró de ver que él le sonreía.
Pero no de que alejara la mano de su mejilla.
—Lo sé… lo haces muy bien te escuché el otro día, aunque me hubiera gustado hacerlo con algo menos estridente que la música de Pink —señaló sonriendo al ver que ella ponía los ojos en blanco.
—Que malo eres para apreciar la buena música… pero ya que me has brindado una agradable velada, esta noche te voy a complacer… —decía cuando cayó en cuenta de lo peligrosa que podía resultar esa frase, lo supo por la sombra que había cubierto un instante los ojos de Pedro, buscó reparar su error de inmediato, caminó en dirección a la consola para alejarse de él y continuó—. Hay una canción de Joe… quizás no la tengas, es bastante vieja, pero es hermosa… ¿Puedo? —se volvió para pedirle permiso de buscar en su iPod.
—Por supuesto, tengo un amplio repertorio de su música, como te dije es la que uso para tocar el saxo —contestó manteniéndose en su lugar. Las sensaciones que ella había comenzado a despertar en su cuerpo lo desconcertaban un poco, reconocía el deseo, pero en el fondo había algo más, algo que hasta ahora él no había sentido.
—Aquí está… —dijo escuchando las primeras notas, lo buscó y la cara de Pedro era un poema, ella tuvo que luchar para no soltar una carcajada y empezar con la canción—. Who knows what tomorrow brings.
In a world few hearts survive? All I know is the way I feel. When it's real, I keep it alive. —dejó ver una sonrisa ante el ceño profundamente fruncido de Pedro, le extendió la mano para invitarlo a seguirla, él negó con la cabeza y está vez fue ella quien lo invitó a bailar mientras le sonreía.
Él no pudo luchar contra el encanto que le entregaba Paula, lucía tan hermosa y cómoda que se dejó llevar, le gustaba verla así. Se concentró en la canción. La conocía de memoria por un motivo muy especial, era una de las favoritas de su madre, la habían cantado juntos desde que él era un chico una infinidad de veces, dejó ver una sonrisa y se rindió a la petición de Paula, así que en cuestión de segundos los dos se encontraban cantado a coro.
Love lift us up where we belong
Far from the world we know
Where the clear wind blows.
—La verdad no pensé que tuvieras esta canción en tu lista de reproducción, mucho menos que la conocieras —comentó ella.
—Es una de las favoritas de mi madre y solíamos cantarla juntos en ocasiones, ella también tiene muy buena voz, creo que he heredado parte de eso… pero tú no te quedas atrás tienes una voz hermosa Paula — dijo mirándola a los ojos.
—Aceptable, no es la gran cosa… aunque para no haber estudiado nunca y perfeccionar una técnica, supongo que está bien, mi hermana Diana siempre me alaba y mi abuela también, incluso mi padre dice que es mi mejor virtud… pero bueno, es mi padre así que no le demos mucho crédito —esbozó sin querer sonar pretenciosa.
—Debo decir que estoy de acuerdo con él, aunque supongo que hay más virtudes en ti —indicó con una sonrisa.
—Ya las irás descubriendo poco a poco —tomó las palabras que él mencionara antes y las puso en su boca.
Pedro fijó de nuevo la mirada en ella y la intensidad que
desbordaba la envolvía una vez más, invitándola a sumergirse en ese par de pupilas que se le hacían tan hermosas como enigmáticas, con tanto poder que le resultaba muy difícil escapar pero se obligó a hacerlo, desvió su mirada y ésta se topó con el reloj colgado en la pared, la sorpresa se reflejó de inmediato en su rostro.
—¡Es casi medianoche! Tengo que irme ya Pedro —le informó separándose de él.
—¿Por qué tan rápido? ¿Acaso está a punto de romperse el hechizo Cenicienta? —preguntó en tono de broma.
—No, tonto… —respondió riendo y después continuó—. Casi siempre me voy a dormir temprano, en realidad a esta hora ya debería estar profundamente dormida, mañana tengo que levantarme temprano a correr —le explicó en tono casual mientras se encaminaba hacia la puerta, seguida por él.
—Bien, déjame acompañarte hasta tu casa… —decía el actor, cuando ella se volvió para negarse.
—No es necesario Pedro no voy a perderme en cien metros y no tomé tanto vino como para terminar en medio de la piscina —mencionó mientras tomaba la chaquetilla y se la colocaba.
—Insisto, eres mi invitada —pidió de nuevo.
Ella se llenó de dudas, había encontrado en la hora la excusa perfecta para salir de aquí y evitar que la tentación la hiciera ceder a algo que se había empeñado negarse toda la noche. Ella también deseaba a Pedro, quería tenerlo, sentirlo, le gustaba su cercanía, su calidez, la seguridad que le transmitía, su voz, todo en él la atraía y él quizás viendo su último recurso a punto de escaparse de sus manos, no quería dejarlo ir, bueno ella tenía el suficiente autocontrol para manejar esa situación dejaría que la acompañase y después lo despediría agradeciéndole por todo frente a la puerta de su casa.
—Bien, aceptó —pronunció al fin.
Él dejo ver una gran sonrisa y le abrió la puerta haciéndole un ademán para que continuara, esta vez hicieron el trayecto sin estar unidos, caminaban uno junto al otro pero sin llegar a tocarse, igual sentían esa corriente que vibraba entre los dos.
Pedro casi podía adivinar lo que ella pensaba, se había tensado de nuevo y no tenía que ser adivino para saber el motivo de su cambio. Ella pensaba que él estaba utilizando su último recurso para llevársela a la cama, bien, debía confesarlo la deseaba, pero a su modo, ya lo tenía claro y decidido, que ella se entregase a él por su voluntad y no bajo presión, quería tenerla tan rendida a él, que cuando el tiempo llegara pudiera asegurar que Paula no sería suya sólo una noche, serían muchas y no habría culpas ni remordimientos.
—Llegamos —susurró la castaña y giró la manilla de la puerta, pero no la abrió por completo.
—Sí, bueno ahora que te sé sana y salva donde te recogí, regreso a mi casa, muchas gracias por esta velada Paula de verdad la disfruté mucho —mencionó mirándola a los ojos.
—Yo también la pasé muy bien… que descanses —decía sin saber qué más agregar.
—Igual tú… —esbozó y se acercó a ella para depositar un beso lento y suave, apenas rozó la mejilla de la chica, pero después viajó a su oído para susurrar algo más en éste—. Buenas noches Paula, que duermas bien —su tono era tan íntimo como seductor.
Una vez más ella sentía que el aire abandonaba por completo sus pulmones y la voz de Pedro se colaba llegando a rincones que la hicieron estremecer, esta vez no pudo evitar cerrar los ojos y suspirar, sintió que él se alejaba de ella, cuando su mejilla fue rozada por la corriente de aire frío que colmó el lugar, y la volvió a la realidad. No pudo más que asentir en silencio y dedicarle lo que creyó era una sonrisa, él respondió al gesto guiñándole además un ojo, reaccionó al fin cuando lo vio darse la vuelta para marcharse.
—Pedro, espera —pidió caminando hacia él, sus miradas se
encontraron un instante antes que ella desviara la suya, se acercó a la mejilla del chico elevándose para alcanzarlo y apoyando su mano en la cintura de él para mantener el equilibrio, dejó caer un beso suave en la mejilla de Pedro, un toque que duró mucho más que aquel que le había dado en la tarde, sintiendo que esta vez ambos se estremecían ligeramente, después esbozó—. Gracias, todo estuvo maravilloso… buenas noches —su voz era un murmullo, algo que no hizo por querer sonar sensual o provocativa, sino porque su voz estaba cargada de las emociones que la recorrían.
En esa ocasión fue él quien no pudo hablar, solo asintió en silencio, le dedicó una sonrisa y se marchó sintiendo que su corazón latía con rapidez y lleno de un extraño gozo que no había experimentado hasta ahora; algo que no comprendió porque en lugar de sentirse insatisfecho o frustrado por
no haber terminado con Paula en su cama, se sentía feliz y hasta complacido de haberla dejado en su casa, pero consciente que sus deseos por ella cada vez eran mayores y que no los saciaría con sólo una noche, quería a esa mujer para mucho más y podía jurar que lo conseguiría.
Paula entró a su casa, cerró la puerta y se apoyó de espaldas contra ésta, dejando libre un gran suspiro, sin lograr borrar de su rostro la sonrisa que se había dibujado en sus labios, cerró los ojos y la imagen de Pedro sonriéndole se apoderó de su mente haciendo que su corazón latiera muchos más rápido, se llevó las manos al rostro para ocultar su emoción.
—¡Te gusta! Pau, te gusta muchísimo… que diferente es a todo lo que creí de él, es tan… tan… no sé cómo explicarlo, pero tiene algo que me gusta mucho, algo que va más allá de su belleza, es un caballero, es amable, gran conversador, está lleno de cualidades y sorpresas… ¡Dios, hablo como si lo quisiera para prospecto de marido! Paula Chaves contrólate… solo son amigos y aunque él te lanza insinuaciones a cada instante no quiere decir que esto vaya a terminar en algo serio, solo es un juego… solo eso —se recordó, intentando actuar como una mujer adulta.
Igual no podía dejar de sonreír y de pensar en él, en realidad, no lo hizo hasta que el sueño se apoderó de ella un par de horas después, cuando al fin sus emociones fueron sobrepasadas por el cansancio.
CAPITULO 31
Sentía su corazón latir muy rápido y todos sus sentidos estaban hechos una maraña, incluso dejó de respirar ante las palabras de Pedro, podía entender perfectamente lo que él le pedía, pero algo en su cerebro no terminaba de funcionar, permitiéndole esbozar una respuesta coherente.
—Es lo que sigue, tuvimos una cena exquisita, hemos disfrutado de un buen vino mientras entablábamos una conversación bastante animada sobre críticos desgraciados y egos heridos… lo siguiente es un baile, espero sepas bailar, si no yo te enseño es muy sencillo… —decía cuando ella lo interrumpió.
—Sé bailar… —fue lo primero que esbozó y pensó que era lo más estúpido que había dicho esa noche, se obligó a concentrarse en el momento una vez más—. Entiendo perfectamente tu punto… y bueno, supongo que es lo más natural ¿no es así? —inquirió mirándolo a los ojos, sintiendo como algunos músculos en su vientre se encogían y sus piernas temblaban.
¿Y qué después de esto Pedro? ¿Qué deseas después de ese baile?
¡Por favor Paula es evidente lo que desea! La pregunta sería ¿Qué deseas tú? ¿Cuándo llegamos a este momento? ¿Cuándo pasó el tiempo para encontrarme ahora en este punto? Y lo más importante ¿Qué debo hacer?
Pensaba Paula sintiendo que los latidos de su corazón iban en aumento, temerosa que no pudiera disimular su turbación delante de Pedro, odiaba sentirse expuesta.
Él le dedicó una sonrisa para animarla, podía ver de nuevo las dudas que inundaban su mirada, todo había cambiado de golpe, y no había sido su intensión, no quería que se sintiera presionada, en realidad él no deseaba apresurar las cosas, la deseaba y la tendría, pero cuando ella misma le diera la libertad para hacerlo, no antes, después de todo él era un caballero; despacio se puso de pie y le extendió la mano.
—Espera un momento… ¿Qué canción vamos a bailar? Ni sueñes con que me harás bailar You can leave your hat on —mencionó antes de aceptar su mano, había optado por un comentario divertido para alejar los nervios que sentía.
—¡Acabas de destrozar todas mis ilusiones! —se quejó él con exagerado pesar, pero empezó a reír al ver que ella elevaba una ceja—Paula relájate, no será esa… ven tengo otra —le pidió con una sonrisa acercando un poco más la mano hacia ella.
La chica no dijo nada solo aceptó la invitación y no pudo evitar sonreír al ver el entusiasmo de Pedro, le gustaba esa sensación que recorría su cuerpo cuando sus manos se unían, cuando él sonreía, le agradaba mucho todo eso.
Él se acercó hasta la consola y deslizó el dedo por la pantalla del iPod buscando una canción, dejó ver una gran sonrisa cuando la encontró y de inmediato las notas de la guitarra inundaron el lugar, con suavidad atrajo a la chica a su cuerpo.
Paula sintió como su corazón parecía haberse detenido un instante y después se había lanzado en una carrera desbocada, conocía esa canción y era la única que verdaderamente le gustaba del británico, despacio se dejó guiar por Pedro quien deslizó su mano libre por su costado haciéndola estremecer ligeramente, apoyándola en su cintura y luego subiendo para dejarla a mitad de su espalda, mientras ella tímidamente apenas buscó colocar la suya sobre el hombro de él, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la delgada tela de la camisa, también el calor que irradiaba de su cuerpo y traspasaba la prenda, al tiempo que luchaba por no suspirar.
Se aproximaron hasta quedar muy cerca, tanto que ella podía sentir el aliento tibio de Pedro estrellándose en su mejilla, también podía apreciar las notas de vino en el olor que brotaba de éste, todo le resultaba tan íntimo, tan sutil y hermoso, se preguntaba. ¿Cuándo había ella experimentado todo eso con alguien más? Y la respuesta le llego de inmediato: Nunca. Ella nunca había bailado de esa manera con otro hombre, no con esa intimidad que era tan mágica y perfecta, como si fuera un sueño.
Por su parte Pedro se deleitaba con la suavidad del roce del vestido de Paula sobre su piel, pudo apreciar que ella no llevaba sujetador, lo que hizo que su cuerpo casi se convirtiera en una llama cuando el calor lo recorrió concentrándose en lugares donde no debía en esos momentos, sin poder evitarlo deslizó su mirada a los senos de la chica comprobando que la firmeza que había visto en ellos era natural, su mirada subió encontrándose con esos labios rosa, suaves y tentadores que cada día deseaba más, él sí dejó libre un suspiro, no se esmeró en evitarlo, no tenía
porqué.
Abrió su mano en la espalda de Paula abarcando más espacio y con lentitud hizo que la distancia entre los dos fuera menor, quería más de eso, más de su calidez, de su suavidad, de ese maravilloso perfume que parecía brotar de cada uno de sus poros, le gustaba sentir el leve aliento de ella chocando contra su garganta, haciendo que los latidos de su corazón aumentaran.
—You are so beautiful… to me —susurró Pedro cuando la canción ya terminaba.
Paula elevó la mirada sintiéndose sorprendida y al mismo tiempo cautivada por la actitud y la voz de Pedro, buscó sus ojos y él le regaló una sonrisa, eso provocó que una emoción muy parecida a la felicidad la recorriese, él la hacía sentir cosas nuevas, agradables y eso le gustaba, así que le devolvió el gesto, las ultimas notas de la canción sonaban pero la magia que los envolvía seguía intacta, hasta que el fuerte sonido del saxofón y las trompetas rompió esa burbuja de golpe.
Él no pudo evitar sonreír al ver el semblante desconcertado de ella cuando escuchó la canción que daba inicio, la que precisamente se había negado a bailar, intentó disimular su diversión, pero no pudo.
—¿Esto fue casual? —preguntó elevando una ceja, al ver la actitud de él.
Pedro asintió y al segundo siguiente rompió en una carcajada, la que no paró ni siquiera cuando ella lo golpeó en el hombro para hacerle pagar sus burlas, tampoco pudo evitar reír al verlo tan divertido, dejó libre un suspiro y esquivó la mirada azul temerosa por lo que estaba sintiendo.
—No sabía que seguía dentro de la lista de reproducción, por lo general no la escuchó mucho… no deseo poner en mi mente imágenes de mis padres que me conmocionarían, ya que a los dos parece gustarles mucho — mencionó poniendo cara de espanto.
Ella dejó libre esa risa de niña que a él tanto le gustaba, esa misma que le provocaba envolverla entre sus brazos fuertemente y desear verla siempre así, estuvo a punto de dejarse llevar en ese momento y robarle un beso. Su sentido común fue mayor que su deseo y desistió, hacer algo como eso lanzaría por el suelo todo lo que había ganado hasta ahí, se apartó de ella despacio para crear un lugar seguro entre ambos, uno que no lo tuviera en una tentación constante.
—Así que también cantas… —comentó Paula de manera casual buscando refugio en algo menos comprometedor, él dejo ver una sonrisa y asintió—. ¿Y existe algo que no sepas hacer? —preguntó mientras sonreía.
—Bueno… soy un desastre jugando al fútbol, bailando ritmos tropicales, ambas cosas las he intentado en repetidas ocasiones y no he sacado buenos resultados, mi hermano es una estrella jugando, pero yo no atino ni hacer un pase bien, aunque me defiendo en otros deportes. En cuanto al baile, una vez fui de vacaciones a Republica Dominicana con mi familia y en el hotel dictaban cursos, me gustaba el ritmo y pensé que podía hacerlo, que era fácil… estaba completamente equivocado, parece que nací con dos pies izquierdos para la salsa o el merengue —respondió sin mucho énfasis.
CAPITULO 30
Paula se sorprendió tanto ante el gesto de Pedro que no pudo esconder de él su propia reacción, todo su cuerpo se tensó cuando la tomó de la mano para guiarla hasta el sillón, lo miró a los ojos como pidiendo una explicación, pero le rehuyó la mirada de inmediato. Inhaló intentando hacerlo de manera disimulada, buscando con eso controlar los latidos de su corazón, sentía que los metros que dividían el comedor del salón se le hacían eternos.
Tomaron asiento y un incómodo silencio se apoderó de ambos, él quiso hacer el momento menos embarazoso, llenando de nuevo sus copas de vino, le ofreció la de ella con una sonrisa, para después tomar la suya y beber un largo trago mientras buscaba las palabras en su cabeza que acabaran con el mutismo que los embargaba.
¡Pedro di algo! ¡Carajo que no eres un estúpido mocoso! Vamos di algo hombre, lo que sea, estás quedando como un idiota ¿qué demonios tiene esta mujer que te hace actuar así? Ni que fuera la primera que has invitado a cenar…
¡Música! La música siempre te ha funcionado bien.
Pensaba mientras fingía degustar su trago de vino, viendo que ella al parecer también trataba de sacarlos de ese momento de silencio, tenía la mirada puesta en las llamas de la chimenea como si buscara algo en ellas, él dejó ver una sonrisa y colocó la copa sobre la mesa junto a la botella de nuevo, estaba a punto de pararse cuando Paula habló impidiéndoselo.
—Hoy vi un capítulo de una serie donde trabajaste —esbozó de repente, no pretendía contarle nada aún, solo se le había escapado en vista que los dos se habían quedado callados, se volvió a mirarlo y él la veía fijamente, como intentando comprender, así que ella continuó—. Entré a almorzar en
un café y estaban pasando un capítulo de La conspiración, esa que está ambientada en mil setecientos, donde tú hacías de un sargento del ejército francés que ocupaba la región del Piamonte —explicó al ver que él tenía la mirada pérdida, como si no supiera de que le hablaba—¿No la recuerdas?
No pudo haber sido grabada hace mucho… —decía cuando él la detuvo negando con la cabeza.
—Sí, la recuerdo muy bien… tienes razón no fue hace mucho, solo un par de años atrás, no sabía que la estuvieran retransmitiendo —mencionó pensativo y después cambió radicalmente mostrándole una sonrisa a Paula, se puso de pie y se encaminó hacia la consola encima de la chimenea donde reposaba su iPod—. Pongamos un poco de música, algo suave que nos permita hablar tranquilamente, veamos… —decía mientras encendía el aparato y buscaba.
—Lo haces muy bien… —mencionó ella colocándose de pie.
De pronto sintió que él la estaba esquivando y eso despertó aún más su interés, se acercó atraída también por los portarretratos colocados a un extremo de la estructura de piedra y madera donde el fuego crepitaba, obviamente se trataba de su familia.
En las fotografías había una chica, que no tendría más de quince años, le recordó a su hermana Diana, también se encontraba un hombre que lucía mayor que Pedro, quizás solo un par de años, seguramente sus hermanos por el parecido y los que debían ser sus padres, una elegante dama de cabellos oscuros como los de él, ojos claros y sonrisa amable y un señor que a pesar de estar ya cerca de la tercera edad seguía siendo muy apuesto, ella dejó ver una sonrisa.
—Sí, bueno eso parece… —esbozó él viendo que ella se había parado a su lado y veía las fotografías de su familia.
—Son hermosas… —dijo señalando las fotografías— ¿Puedo? — preguntó acercando su mano a una para tomarla.
—Por supuesto, es mi familia… mi madre insistió en que las trajese conmigo —contestó y su tono mostraba que estaba un poco apenado, como si le incomodase hablar de ellos.
—Yo también tengo de la mía, pero están guardadas en la portátil, mi madre no envió a enmarcar ninguna para mí o me dio de las que tenemos en la casa… quizás pensó que no los echaría mucho de menos o no quiso parecer muy sentimental —mencionó Paula en un tono de voz que intentó ser impersonal, para ocultar la envidia que había sentido por el gesto que había tenido la madre de Pedro.
—Quizás pensó que podías extraviarlas en el viaje —comentó él notando que el semblante de ella había cambiado, como si algo la entristeciera—. Yo vine aquí en mi auto no había manera de perderla, pero tú seguramente tuviste que agarrar un par de aviones e incluso el tren y un auto que te trajera a este lugar —agregó buscando la mirada de la chica sintiendo una gran necesidad por animarla.
—Sí, es probable… igual tengo varias conmigo, más adelante te las mostraré, tienes una hermosa familia Pedro. Tu hermana es muy linda y tu hermano es muy apuesto, creo que tienen de quien heredarlo, se ven tan unidos y felices —indicó sonriendo.
Fijó la mirada en el hermano de Pedro, sentía como si ya lo hubiera visto antes, su sonrisa le resultaba conocida, quizás porque era parecida a la del actor, había algo más en él que intentó descubrir.
—Seguramente porque fui yo quien tomó la fotografía y no estaba en ésta, de lo contrario todos hubieran salido con caras de amargados —acotó intentando parecer divertido pero su sonrisa no reflejaba la alegría que quería demostrar.
—Bueno, no lo pongo en duda, si yo hubiera tenido que posar al lado de alguien tan arrogante como tú, tal vez hubiese puesto mala cara también — comentó de manera casual intentando no reír.
—Dime algo ¿apareces en las fotos con tu familia? —preguntó mirándola fijamente, ella asintió con una gran sonrisa—. Me muero por ver esas imágenes, seguramente serás la única que sonríes —agregó pulsando un botón en la pantalla del iPod.
Ella liberó la carcajada que tenía atorada en la garganta, le gustaba verlo en ese plan de niño malcriado, se veía tan guapo que Paula tuvo que atrapar un suspiro antes que se escapara dejándola en evidencia. Se concentró en la música que había colocado, no reconocía las primeras notas de la misma, pero en cuanto la voz del intérprete se dejó escuchar supo de quien se trataba y eso la llenó de sorpresa, miró a Pedro elevando una ceja.
—¿Joe Cocker?—inquirió escuchando la voz áspera del británico, que cantaba I put spell on you.
—Es un genio, a pesar de todos los problemas que ha tenido y haberse quedado en ese estilo de los ochenta, su música es muy buena y mi padre lo admira mucho, gracias a él lo conocí y gracias a su música también he podido desarrollar un manejo excelente del saxofón —contestó invitándola con un ademán al sillón de nuevo.
—¿Tocas el saxofón? —preguntó aún más sorprendida.
—Sí, desde hace años… desde que era un chico. Tengo un tío que toca en una banda que ofrece espectáculos en cruceros, mientras estaba en Roma, venía todas las tardes a la casa y me enseñaba, es hermano de mi madre y ella se sintió feliz que yo aprendiera pues era muy poco lo que lo veía, así que escucharme practicar era como estar cerca de él también… el tío Paolo también es fanático del señor Cocker y de todo esto nace mi preferencia por la música del británico —explicó mientras tomaban asiento.
—Entiendo… entonces además de cocinar exquisitamente, de ser un catador de vinos, de cabalgar, actuar… también tocas un instrumento musical, vaya todo un dechado de virtudes señor Alfonso, aunque no te lo crea del todo, también tienes defectos y muchísimos —comentó intentando no parecer tan deslumbrada.
—En eso estamos de acuerdo, soy un conjunto bastante complejo de muchas cosas a la vez, pero tengo muchas más virtudes de las que has mencionado. Solo que no me gusta alardear de ellas, mejor esperemos a que las vayas descubriendo una a una Paula —esbozó y su voz mostraba una clara insinuación.
—Bueno siendo amigos, seguramente así será —esbozó ella saliéndose de la encrucijada que le había puesto Pedro de manera tan evidente que pudo ver como él sonreía, pensó en agregar algo rápidamente—. Ok, te comentaba que te vi actuando y lo haces muy bien, en realidad todas las actuaciones son impecables, pero siendo completamente sincera la tuya destaca… ¿Actúas desde muy joven? —inquirió apegándose a ese tema que los alejaría de esos juegos de doble sentido que él se traía.
—Empecé desde los dieciséis años… una serie, con un papel secundario muy pequeño, pero que tuvo una conexión muy buena con el público porque la gente de inmediato comenzó a apoyar mi trabajo y después de ello… casi no he parado, o mejor dicho no lo había hecho hasta ahora. La serie de la cual hablas es de veinte capítulos, relativamente larga para el patrón que utilizamos en Italia, en cuanto la acabé me fui a protagonizar una película, después estuve en una obra de teatro y luego volví a otra serie —esbozó frunciendo el ceño, entendiendo que de verdad había renunciado a su vida personal para dedicarse solo a la laboral.
—Conozco personas adictas al trabajo, pero tú has marcado nuevos estándares… aún estás muy joven ¿por qué sobre exigirte de esa manera Pedro? —lo cuestionó alarmada.
—No lo sé… en realidad no pensaba que lo hacía, simplemente me gustaba mi trabajo y quería estar todo el tiempo envuelto en éste… —se interrumpió de pronto.
Vio que ella apretaba los labios en una línea recta y entrecerraba los ojos como escudriñándolo, conocía muy bien ese gesto, era la típica cara que ponían todos los psicólogos cuando sus pacientes le revelaban algo que ellos identificaban como la raíz de todos sus traumas, si lo sabría él que era el hijo de una de las mejores de toda Italia, se apresuró a aclarar su punto.
—No intentaba evadir mi realidad ni nada por el estilo, me siento bien con quien soy fuera de un set de grabación o un escenario de teatro. Amo a mis padres, a mis hermanos, no me siento mal conmigo mismo, solo quería demostrarle a mi público que tenía el talento suficiente para saltar de un personaje a otro y hacerlo además con maestría, quería que los imbéciles de los críticos que me tildaban de ser solo “una cara bonita más” se tragasen sus palabras y me dieran el crédito y el puesto que merecía — explicaba dejando fluir sin notarlo un gran resentimiento.
Paula vio como de un momento a otro su expresión cambiaba, como su semblante era cubierto por la tensión que es producto de una gran molestia, de la rabia y la impotencia acumulada, podía comprender perfectamente el punto de Pedro. Ella había pasado por cosas similares, entendía que no estuviera satisfecho con algunas cosas, pero de allí a sacrificar el mundo que podía tener junto a su familia, como un chico normal de su edad, por jornadas interminables de trabajo había un gran trecho, era evidente que eso le hizo y le seguía haciendo mucho mal.
Él sentía que por fin podía desahogarse como deseaba, ni siquiera le importaba que apenas conociera a Paula, ella parecía comprenderlo y le agradecía por ello. Quizás el hecho que no lo tuviera sobrevalorado como lo tenían sus fanáticas, o gran parte del público que veía su trabajo, y al mismo tiempo que no estuviera al tanto de todas las críticas que había recibido por parte de algunas personas del medio o de unos tantos de sus colegas, hacía de ella una persona imparcial y justo eso era lo que necesitaba Pedro, así que continúo con su confesión.
—Detesto cuando hacen eso, cuando yo intento hacerles ver que más allá de toda esta apariencia tengo mucho talento y ellos me responder “Que si he llegado a donde me encuentro, no ha sido gracias a mi talento sino a las fanáticas locas que apoyan cualquier idiotez que haga delante de una cámara”.
La rabia que recorría a Pedro era palpable pero Paula no se
sintió en ningún momento amenazada, escucharlo hablar era como escuchar sus propios pensamientos cuando alguien menospreciaba su trabajo, aquellos que ella jamás se animaba a esbozar por no caer en un conflicto con los críticos más reconocidos de su país, siempre buscaba llevar la fiesta en paz con éstos. Ahora que veía a Pedro, se decía que ojalá ella también tuviera ese tipo de valentía de vez en cuando para mandar al infierno a unos cuantos.
Él continuó hablando sintiendo que le estaba resultando más fácil hablar de eso con la escritora, que incluso con su propia madre quien era psicóloga y quien varias veces había intentado abordar el tema.
—En realidad me enfurece que desprestigien mi trabajo, pero más me llena de ira que actúen contra esas chicas solo porque me ven como a un Dios, ya sé que no lo soy… ¡Ni que fuese tan estúpido! Pero merezco al menos que le den el crédito a lo que hago. Siempre que sale una serie, película, obra, lo que sea que haga, viene el mismo grupo de críticos imbéciles a decir que no he cambiado el mismo patrón y que jamás llegaré a la calidad de los grandes actores italianos, les importa un carajo que me haya llevado casi todos los premios a los que un actor puede aspirar, no les vale eso… creo incluso que todo lo hacen por venganza o alguna maldita revancha, son unos frustrados de… —decía cuando se detuvo de nuevo antes de cometer alguna imprudencia, se había dejado llevar por la rabia reprimida hasta ese momento—. Lo siento… Paula, de verdad, siento mucho toda esta descarga de cosas que ni siquiera te importan, se suponía que esta velada sería agradable y yo la he arruinado con mi fastidioso drama de divo herido, como me dicen esas personas —se excusó sintiéndose apenado mientras se llevaba la copa de nuevo a los labios.
—Pues te equivocas en todo, no has arruinado nada y todo lo que has dicho me interesa y me siento identificada contigo… eres la primera persona que conozco que se abre conmigo de esta forma Pedro. Mis colegas jamás harían algo así, ellos dicen que “primero muertos que demostrar que les afecta la crítica” yo no soy de ese tipo, a mí sí me afecta, en realidad me jode muchísimo que unos cuantos se crean los dueños de todas las verdades del universo y quieran arruinar lo que tanto esfuerzo ha costado… sé lo que cuesta preparar a un personaje y esperar que el público lo valore… incluso que lo odien a muerte, cuando se trata de un malvado que las personas de verdad lleguen a detestarlo es un logro, pero que alguien venga a destrozarlo no porque los haga rabiar sino porque lo creen sin fundamento es… es… quieres matarlos, los personajes son parte de ti y a todos lo quieres, buenos, malos, pésimos… todos son importantes — mencionó mirándolo a los ojos, sintiendo que compartía parte de la emoción que al actor lo invadía, se dejó llevar igual que él lo hizo.
—Mi afán por demostrarles que soy un verdadero profesional me ha llevado a hacer de estrella de rock, de sacerdote, de médico, de nerd… lo único que me falta es hacer desnudos integrales o de homosexual… y hasta eso lo haría, puedo separar perfectamente la realidad de la ficción no tengo problemas con medírmele a cualquier papel y esa cuerda de imbéciles siguen en su postura… ¿Acaso necesitarán un condenado Oscar para aceptar que soy un buen actor? —inquirió con molestia.
—Yo también me he preguntado si necesitaré un Nobel, lo más probable es que jamás lo consiga, el género literario que manejo no es del gusto de los jueces del galardón. Sólo puedo recomendarte que no te dejes presionar de esa manera, de verdad Pedro hay situaciones que jamás cambiarán ni personas que darán su brazo a torcer, lo mejor es ignorarlos y reírse de ellos, entre menos vean que pueden afectarte, más iracundos se sentirán y más frustrados también, debes intentar bloquear todas las cosas que te hagan daño, que no te nutran ni como profesional ni como persona — mencionó acercándose a él y le tomó la mano para animarlo al tiempo que le regalaba una hermosa sonrisa.
—Gracias… gracias de verdad por tus palabras, ¿segura que mi madre no se ha metido en tu cuerpo? Hablas igual a ella, mi hermosa doña Amelia siempre tiene las palabras adecuadas para calmar las aguas cuando amenazan con desbordarme. Lamento haberte traído recuerdos desagradables con todo esto, supongo que tú también tienes tus propios demonios —esbozó cerrando su mano entorno a la de ella y sintió de nuevo esa placentera calidez de minutos atrás.
—Bueno… sí, algunos como los tenemos todos, pero hasta ahora tampoco me he visto en la necesidad de hacer desnudos o escribir sobre el lesbianismo… aunque si tuve un personaje masculino que era gay. Todo un caso porque era precisamente el asesino, pero su candidez y su aparente amor por todos escondía años y años de resentimiento… ¿En verdad has hecho de sacerdote? —preguntó divertida al ver el semblante de Pedro un poco contrariado.
—Sí, era una serie de suspenso, un cura que fue enviado a un pueblo al norte de Italia porque casos extraños empezaron a suscitarse en éste, uno de mis mejores papeles y por el cual confieso no pude dormir durante muchas noches… la carga psicológica era tal que mi madre tuvo que ayudarme a desligarme del personaje y los eventos que lo rodeaban — contestó de manera casual.
—Vaya… me hubiera gustado verla, soy fanática de las series de suspenso y terror, aunque mi trabajo está centrado en la temática policíaca, lo sobrenatural me ha tentado muchas veces… pero no sé qué tan buena pueda ser para ello, es un reto para el cual no me siento lista aún —confesó mirándolo a los ojos y cuando se dio cuenta que sus manos seguían unidas las separó con disimulo.
—Deberías animarte, a veces correr riesgo es lo que hace que sintamos que estamos viviendo realmente. Las emociones y las sensaciones que te dejan superar un reto que creías imposible son indescriptibles e intransferibles, nadie puede hacértelo sentir a través de palabras… por ejemplo lo que siente un alpinista cuando corona la cumbre del Everest o la de un nadador cuando cruza el Canal de la Mancha, la de un equipo de fútbol cuando se convierte en el campeón de un mundial, son experiencias muy íntimas de cada ser humano a las cuales todos tenemos derecho…
¿Dime que sentiste cuando viste tu primer libro publicado? —preguntó con su mirada en la de ella.
—Yo… bueno, no lo sé, emoción… eso fue algo que, aún no puedo describir con exactitud, me faltarían las palabras, me sentía realizada, valiosa, feliz… tal como te dije, para mí los libros son como hijos y aunque aún no sé lo que significa ser madre y algunas mujeres me dirán que son cosas que no pueden compararse, que hasta que no tenga un bebé mío en brazos no lo sabré… o si alguna vez llegó a ganar el mayor premio literario o uno de mis libros es llevado a cine, supongo que son muchas cosas y pocas las palabras contestó sosteniéndole la mirada, él le dedicó una sonrisa y ella le devolvió el gesto sentía que él podía comprenderla, que la escuchaba.
—Espero las descubras todas, los premios, que hagan alguno de tus libros película… que tengas un bebé —esbozó Pedro.
En el instante que dijo las últimas palabras algo dentro de su pecho se estremeció, fue una sensación muy extraña que se intensificó cuando su mirada se ancló en la de Paula y el silencio los envolvió a ambos.
Ella no supo qué responder pues había sentido una sensación parecida a la de él, algo que no lograba identificar, que la había llenado de miedos y de ilusiones al mismo tiempo, de pronto quiso que sus palabras se hicieran realidad, quiso tener todo eso.
—Bueno… mejor dejemos que el tiempo se encargue de ello, no hay porqué apresurar las cosas, mi abuela decía que para todo hay un tiempo justo, si rompemos ese equilibrio intentando conseguir algo antes, las cosas no salen bien —pronunció ella segundos después desviando la mirada de los ojos de Pedro.
—Es una mujer muy sabia tu abuela… pero temo que uno de mis mayores defectos es la impaciencia, no soy de las personas a las que les guste quedarse de brazos cruzados viendo la vida pasar, eso no es para mí, me gusta más participar en ésta, ser protagonista de mi propia historia, no un testigo casual... todo esto… —indicó paseando su mirada por el lugar —. Este silencio, esta tranquilidad nada de esto está hecho para mí, me ha costado un mundo poder permanecer aquí y conformarme con lo que tengo ahora… los primeros días sentí que estaba a punto de perder la cordura que en cualquier momento saltaría por la ventana —dijo con una sonrisa, o al menos lo que parecía, pues su tono de voz estaba cargado de tristeza.
—¿Por qué estás aquí Pedro? —le preguntó de pronto tomándolo por sorpresa, incluso ella se sorprendió por haberle formulado esa interrogante así, a quemarropa.
—Yo… no quiero hablar de eso —contestó Pedro y esquivó la mirada de Paula de inmediato.
—Perdona… perdona, no debí hacerte una pregunta como esa, es solo que hay cosas que no entiendo, todo este misterio con relación a tu estadía aquí, como tuvimos que actuar hoy en esa tienda… no es necesario que me respondas, de verdad perdona. La curiosidad también es uno de mis defectos, el mayor y el que más le molesta a mi madre… dice que soy demasiado curiosa y tiene razón, pero ¿cómo no serlo? Ella también lo es, no en vano estudió Leyes y nos parecemos tanto en ese aspecto… —se detuvo sintiéndose estúpida por estar hablando incoherencias.
—Está bien Paula, no tengo nada que perdonarte, es natural que desees saber porqué me encuentro aquí y porqué todo este misterio, pero ahora no deseo hablar de ello… quizás más adelante me sienta con ánimos de hacerlo, pero no esta noche —mencionó mirándola a los ojos.
—Ok, bien lo entiendo… tienes razón, no es el momento, es decir, apenas nos conocemos y no existe la confianza suficiente entre ambos para revelar cosas así, yo me extralimité, por favor disculpa.
—No se trata de eso, no es por falta de confianza o que apenas nos conozcamos, pero sí me gustaría que al menos en esto me dieras un tiempo, por favor… te prometo que yo mismo te contaré todo, no tendrás que enterarte por nadie más —le pidió aún con su mirada puesta en los ojos café de Paula, intentaba hacerla sentir segura, había notado que algo había cambiado, quizás ella tenía miedo de él.
—No quiero hacerte sentir presionado Pedro, ni siquiera estás en la obligación de contarme nada… —decía y al ver que él se disponía a interrumpirla de nuevo se apresuró a agregar algo más—. Pero en vista que deseas hacerlo solo procura no tardar mucho… verás, no voy a quedarme toda la vida aquí —indicó en un tono divertido para relajarlo.
—Lo tendré presente —respondió él sonriendo.
Ella le devolvió el gesto haciéndolo sentir más tranquilo, ambos se quedaron mirándose fijamente, como en esos retos para ver quien esquivaba la mirada primero, pero eso no era un reto era más una unión, era como si ninguno de los dos lograse escapar del magnetismo que brotaba de sus ojos.
—¿Quieres bailar conmigo Paula? —preguntó él rompiendo el silencio, su voz fue apenas un murmullo.
—Yo… ¿Qué? —inquirió ella aún aturdida por esa conexión especial que había sentido con Pedro.
—Te pregunté si querías bailar —contestó con una sonrisa mucho más amplia, de esas radiantes que arrancaban suspiros.
Vio que ella dudaba o parecía no entender lo que él le pedía y eso le resultó bastante divertido, era evidente que la señorita Chaves no era inmune a sus atributos, la había perturbado tanto como ella lo había hecho con él, solo que Pedro tenía una ventaja, era actor y su mayor destreza era disimular sus emociones.
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