domingo, 19 de julio de 2015
CAPITULO 31
Sentía su corazón latir muy rápido y todos sus sentidos estaban hechos una maraña, incluso dejó de respirar ante las palabras de Pedro, podía entender perfectamente lo que él le pedía, pero algo en su cerebro no terminaba de funcionar, permitiéndole esbozar una respuesta coherente.
—Es lo que sigue, tuvimos una cena exquisita, hemos disfrutado de un buen vino mientras entablábamos una conversación bastante animada sobre críticos desgraciados y egos heridos… lo siguiente es un baile, espero sepas bailar, si no yo te enseño es muy sencillo… —decía cuando ella lo interrumpió.
—Sé bailar… —fue lo primero que esbozó y pensó que era lo más estúpido que había dicho esa noche, se obligó a concentrarse en el momento una vez más—. Entiendo perfectamente tu punto… y bueno, supongo que es lo más natural ¿no es así? —inquirió mirándolo a los ojos, sintiendo como algunos músculos en su vientre se encogían y sus piernas temblaban.
¿Y qué después de esto Pedro? ¿Qué deseas después de ese baile?
¡Por favor Paula es evidente lo que desea! La pregunta sería ¿Qué deseas tú? ¿Cuándo llegamos a este momento? ¿Cuándo pasó el tiempo para encontrarme ahora en este punto? Y lo más importante ¿Qué debo hacer?
Pensaba Paula sintiendo que los latidos de su corazón iban en aumento, temerosa que no pudiera disimular su turbación delante de Pedro, odiaba sentirse expuesta.
Él le dedicó una sonrisa para animarla, podía ver de nuevo las dudas que inundaban su mirada, todo había cambiado de golpe, y no había sido su intensión, no quería que se sintiera presionada, en realidad él no deseaba apresurar las cosas, la deseaba y la tendría, pero cuando ella misma le diera la libertad para hacerlo, no antes, después de todo él era un caballero; despacio se puso de pie y le extendió la mano.
—Espera un momento… ¿Qué canción vamos a bailar? Ni sueñes con que me harás bailar You can leave your hat on —mencionó antes de aceptar su mano, había optado por un comentario divertido para alejar los nervios que sentía.
—¡Acabas de destrozar todas mis ilusiones! —se quejó él con exagerado pesar, pero empezó a reír al ver que ella elevaba una ceja—Paula relájate, no será esa… ven tengo otra —le pidió con una sonrisa acercando un poco más la mano hacia ella.
La chica no dijo nada solo aceptó la invitación y no pudo evitar sonreír al ver el entusiasmo de Pedro, le gustaba esa sensación que recorría su cuerpo cuando sus manos se unían, cuando él sonreía, le agradaba mucho todo eso.
Él se acercó hasta la consola y deslizó el dedo por la pantalla del iPod buscando una canción, dejó ver una gran sonrisa cuando la encontró y de inmediato las notas de la guitarra inundaron el lugar, con suavidad atrajo a la chica a su cuerpo.
Paula sintió como su corazón parecía haberse detenido un instante y después se había lanzado en una carrera desbocada, conocía esa canción y era la única que verdaderamente le gustaba del británico, despacio se dejó guiar por Pedro quien deslizó su mano libre por su costado haciéndola estremecer ligeramente, apoyándola en su cintura y luego subiendo para dejarla a mitad de su espalda, mientras ella tímidamente apenas buscó colocar la suya sobre el hombro de él, sintiendo la tensión de sus músculos bajo la delgada tela de la camisa, también el calor que irradiaba de su cuerpo y traspasaba la prenda, al tiempo que luchaba por no suspirar.
Se aproximaron hasta quedar muy cerca, tanto que ella podía sentir el aliento tibio de Pedro estrellándose en su mejilla, también podía apreciar las notas de vino en el olor que brotaba de éste, todo le resultaba tan íntimo, tan sutil y hermoso, se preguntaba. ¿Cuándo había ella experimentado todo eso con alguien más? Y la respuesta le llego de inmediato: Nunca. Ella nunca había bailado de esa manera con otro hombre, no con esa intimidad que era tan mágica y perfecta, como si fuera un sueño.
Por su parte Pedro se deleitaba con la suavidad del roce del vestido de Paula sobre su piel, pudo apreciar que ella no llevaba sujetador, lo que hizo que su cuerpo casi se convirtiera en una llama cuando el calor lo recorrió concentrándose en lugares donde no debía en esos momentos, sin poder evitarlo deslizó su mirada a los senos de la chica comprobando que la firmeza que había visto en ellos era natural, su mirada subió encontrándose con esos labios rosa, suaves y tentadores que cada día deseaba más, él sí dejó libre un suspiro, no se esmeró en evitarlo, no tenía
porqué.
Abrió su mano en la espalda de Paula abarcando más espacio y con lentitud hizo que la distancia entre los dos fuera menor, quería más de eso, más de su calidez, de su suavidad, de ese maravilloso perfume que parecía brotar de cada uno de sus poros, le gustaba sentir el leve aliento de ella chocando contra su garganta, haciendo que los latidos de su corazón aumentaran.
—You are so beautiful… to me —susurró Pedro cuando la canción ya terminaba.
Paula elevó la mirada sintiéndose sorprendida y al mismo tiempo cautivada por la actitud y la voz de Pedro, buscó sus ojos y él le regaló una sonrisa, eso provocó que una emoción muy parecida a la felicidad la recorriese, él la hacía sentir cosas nuevas, agradables y eso le gustaba, así que le devolvió el gesto, las ultimas notas de la canción sonaban pero la magia que los envolvía seguía intacta, hasta que el fuerte sonido del saxofón y las trompetas rompió esa burbuja de golpe.
Él no pudo evitar sonreír al ver el semblante desconcertado de ella cuando escuchó la canción que daba inicio, la que precisamente se había negado a bailar, intentó disimular su diversión, pero no pudo.
—¿Esto fue casual? —preguntó elevando una ceja, al ver la actitud de él.
Pedro asintió y al segundo siguiente rompió en una carcajada, la que no paró ni siquiera cuando ella lo golpeó en el hombro para hacerle pagar sus burlas, tampoco pudo evitar reír al verlo tan divertido, dejó libre un suspiro y esquivó la mirada azul temerosa por lo que estaba sintiendo.
—No sabía que seguía dentro de la lista de reproducción, por lo general no la escuchó mucho… no deseo poner en mi mente imágenes de mis padres que me conmocionarían, ya que a los dos parece gustarles mucho — mencionó poniendo cara de espanto.
Ella dejó libre esa risa de niña que a él tanto le gustaba, esa misma que le provocaba envolverla entre sus brazos fuertemente y desear verla siempre así, estuvo a punto de dejarse llevar en ese momento y robarle un beso. Su sentido común fue mayor que su deseo y desistió, hacer algo como eso lanzaría por el suelo todo lo que había ganado hasta ahí, se apartó de ella despacio para crear un lugar seguro entre ambos, uno que no lo tuviera en una tentación constante.
—Así que también cantas… —comentó Paula de manera casual buscando refugio en algo menos comprometedor, él dejo ver una sonrisa y asintió—. ¿Y existe algo que no sepas hacer? —preguntó mientras sonreía.
—Bueno… soy un desastre jugando al fútbol, bailando ritmos tropicales, ambas cosas las he intentado en repetidas ocasiones y no he sacado buenos resultados, mi hermano es una estrella jugando, pero yo no atino ni hacer un pase bien, aunque me defiendo en otros deportes. En cuanto al baile, una vez fui de vacaciones a Republica Dominicana con mi familia y en el hotel dictaban cursos, me gustaba el ritmo y pensé que podía hacerlo, que era fácil… estaba completamente equivocado, parece que nací con dos pies izquierdos para la salsa o el merengue —respondió sin mucho énfasis.
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