domingo, 19 de julio de 2015

CAPITULO 30





Paula se sorprendió tanto ante el gesto de Pedro que no pudo esconder de él su propia reacción, todo su cuerpo se tensó cuando la tomó de la mano para guiarla hasta el sillón, lo miró a los ojos como pidiendo una explicación, pero le rehuyó la mirada de inmediato. Inhaló intentando hacerlo de manera disimulada, buscando con eso controlar los latidos de su corazón, sentía que los metros que dividían el comedor del salón se le hacían eternos.


Tomaron asiento y un incómodo silencio se apoderó de ambos, él quiso hacer el momento menos embarazoso, llenando de nuevo sus copas de vino, le ofreció la de ella con una sonrisa, para después tomar la suya y beber un largo trago mientras buscaba las palabras en su cabeza que acabaran con el mutismo que los embargaba.


¡Pedro di algo! ¡Carajo que no eres un estúpido mocoso! Vamos di algo hombre, lo que sea, estás quedando como un idiota ¿qué demonios tiene esta mujer que te hace actuar así? Ni que fuera la primera que has invitado a cenar… 


¡Música! La música siempre te ha funcionado bien.


Pensaba mientras fingía degustar su trago de vino, viendo que ella al parecer también trataba de sacarlos de ese momento de silencio, tenía la mirada puesta en las llamas de la chimenea como si buscara algo en ellas, él dejó ver una sonrisa y colocó la copa sobre la mesa junto a la botella de nuevo, estaba a punto de pararse cuando Paula habló impidiéndoselo.


—Hoy vi un capítulo de una serie donde trabajaste —esbozó de repente, no pretendía contarle nada aún, solo se le había escapado en vista que los dos se habían quedado callados, se volvió a mirarlo y él la veía fijamente, como intentando comprender, así que ella continuó—. Entré a almorzar en
un café y estaban pasando un capítulo de La conspiración, esa que está ambientada en mil setecientos, donde tú hacías de un sargento del ejército francés que ocupaba la región del Piamonte —explicó al ver que él tenía la mirada pérdida, como si no supiera de que le hablaba—¿No la recuerdas?
No pudo haber sido grabada hace mucho… —decía cuando él la detuvo negando con la cabeza.


—Sí, la recuerdo muy bien… tienes razón no fue hace mucho, solo un par de años atrás, no sabía que la estuvieran retransmitiendo —mencionó pensativo y después cambió radicalmente mostrándole una sonrisa a Paula, se puso de pie y se encaminó hacia la consola encima de la chimenea donde reposaba su iPod—. Pongamos un poco de música, algo suave que nos permita hablar tranquilamente, veamos… —decía mientras encendía el aparato y buscaba.


—Lo haces muy bien… —mencionó ella colocándose de pie.


De pronto sintió que él la estaba esquivando y eso despertó aún más su interés, se acercó atraída también por los portarretratos colocados a un extremo de la estructura de piedra y madera donde el fuego crepitaba, obviamente se trataba de su familia.


En las fotografías había una chica, que no tendría más de quince años, le recordó a su hermana Diana, también se encontraba un hombre que lucía mayor que Pedro, quizás solo un par de años, seguramente sus hermanos por el parecido y los que debían ser sus padres, una elegante dama de cabellos oscuros como los de él, ojos claros y sonrisa amable y un señor que a pesar de estar ya cerca de la tercera edad seguía siendo muy apuesto, ella dejó ver una sonrisa.


—Sí, bueno eso parece… —esbozó él viendo que ella se había parado a su lado y veía las fotografías de su familia.


—Son hermosas… —dijo señalando las fotografías— ¿Puedo? — preguntó acercando su mano a una para tomarla.


—Por supuesto, es mi familia… mi madre insistió en que las trajese conmigo —contestó y su tono mostraba que estaba un poco apenado, como si le incomodase hablar de ellos.


—Yo también tengo de la mía, pero están guardadas en la portátil, mi madre no envió a enmarcar ninguna para mí o me dio de las que tenemos en la casa… quizás pensó que no los echaría mucho de menos o no quiso parecer muy sentimental —mencionó Paula en un tono de voz que intentó ser impersonal, para ocultar la envidia que había sentido por el gesto que había tenido la madre de Pedro.


—Quizás pensó que podías extraviarlas en el viaje —comentó él notando que el semblante de ella había cambiado, como si algo la entristeciera—. Yo vine aquí en mi auto no había manera de perderla, pero tú seguramente tuviste que agarrar un par de aviones e incluso el tren y un auto que te trajera a este lugar —agregó buscando la mirada de la chica sintiendo una gran necesidad por animarla.


—Sí, es probable… igual tengo varias conmigo, más adelante te las mostraré, tienes una hermosa familia Pedro. Tu hermana es muy linda y tu hermano es muy apuesto, creo que tienen de quien heredarlo, se ven tan unidos y felices —indicó sonriendo.


Fijó la mirada en el hermano de Pedro, sentía como si ya lo hubiera visto antes, su sonrisa le resultaba conocida, quizás porque era parecida a la del actor, había algo más en él que intentó descubrir.


—Seguramente porque fui yo quien tomó la fotografía y no estaba en ésta, de lo contrario todos hubieran salido con caras de amargados —acotó intentando parecer divertido pero su sonrisa no reflejaba la alegría que quería demostrar.


—Bueno, no lo pongo en duda, si yo hubiera tenido que posar al lado de alguien tan arrogante como tú, tal vez hubiese puesto mala cara también — comentó de manera casual intentando no reír.


—Dime algo ¿apareces en las fotos con tu familia? —preguntó mirándola fijamente, ella asintió con una gran sonrisa—. Me muero por ver esas imágenes, seguramente serás la única que sonríes —agregó pulsando un botón en la pantalla del iPod.


Ella liberó la carcajada que tenía atorada en la garganta, le gustaba verlo en ese plan de niño malcriado, se veía tan guapo que Paula tuvo que atrapar un suspiro antes que se escapara dejándola en evidencia. Se concentró en la música que había colocado, no reconocía las primeras notas de la misma, pero en cuanto la voz del intérprete se dejó escuchar supo de quien se trataba y eso la llenó de sorpresa, miró a Pedro elevando una ceja.


—¿Joe Cocker?—inquirió escuchando la voz áspera del británico, que cantaba I put spell on you.


—Es un genio, a pesar de todos los problemas que ha tenido y haberse quedado en ese estilo de los ochenta, su música es muy buena y mi padre lo admira mucho, gracias a él lo conocí y gracias a su música también he podido desarrollar un manejo excelente del saxofón —contestó invitándola con un ademán al sillón de nuevo.


—¿Tocas el saxofón? —preguntó aún más sorprendida.


—Sí, desde hace años… desde que era un chico. Tengo un tío que toca en una banda que ofrece espectáculos en cruceros, mientras estaba en Roma, venía todas las tardes a la casa y me enseñaba, es hermano de mi madre y ella se sintió feliz que yo aprendiera pues era muy poco lo que lo veía, así que escucharme practicar era como estar cerca de él también… el tío Paolo también es fanático del señor Cocker y de todo esto nace mi preferencia por la música del británico —explicó mientras tomaban asiento.


—Entiendo… entonces además de cocinar exquisitamente, de ser un catador de vinos, de cabalgar, actuar… también tocas un instrumento musical, vaya todo un dechado de virtudes señor Alfonso, aunque no te lo crea del todo, también tienes defectos y muchísimos —comentó intentando no parecer tan deslumbrada.


—En eso estamos de acuerdo, soy un conjunto bastante complejo de muchas cosas a la vez, pero tengo muchas más virtudes de las que has mencionado. Solo que no me gusta alardear de ellas, mejor esperemos a que las vayas descubriendo una a una Paula —esbozó y su voz mostraba una clara insinuación.


—Bueno siendo amigos, seguramente así será —esbozó ella saliéndose de la encrucijada que le había puesto Pedro de manera tan evidente que pudo ver como él sonreía, pensó en agregar algo rápidamente—. Ok, te comentaba que te vi actuando y lo haces muy bien, en realidad todas las actuaciones son impecables, pero siendo completamente sincera la tuya destaca… ¿Actúas desde muy joven? —inquirió apegándose a ese tema que los alejaría de esos juegos de doble sentido que él se traía.


—Empecé desde los dieciséis años… una serie, con un papel secundario muy pequeño, pero que tuvo una conexión muy buena con el público porque la gente de inmediato comenzó a apoyar mi trabajo y después de ello… casi no he parado, o mejor dicho no lo había hecho hasta ahora. La serie de la cual hablas es de veinte capítulos, relativamente larga para el patrón que utilizamos en Italia, en cuanto la acabé me fui a protagonizar una película, después estuve en una obra de teatro y luego volví a otra serie —esbozó frunciendo el ceño, entendiendo que de verdad había renunciado a su vida personal para dedicarse solo a la laboral.


—Conozco personas adictas al trabajo, pero tú has marcado nuevos estándares… aún estás muy joven ¿por qué sobre exigirte de esa manera Pedro? —lo cuestionó alarmada.


—No lo sé… en realidad no pensaba que lo hacía, simplemente me gustaba mi trabajo y quería estar todo el tiempo envuelto en éste… —se interrumpió de pronto.


Vio que ella apretaba los labios en una línea recta y entrecerraba los ojos como escudriñándolo, conocía muy bien ese gesto, era la típica cara que ponían todos los psicólogos cuando sus pacientes le revelaban algo que ellos identificaban como la raíz de todos sus traumas, si lo sabría él que era el hijo de una de las mejores de toda Italia, se apresuró a aclarar su punto.


—No intentaba evadir mi realidad ni nada por el estilo, me siento bien con quien soy fuera de un set de grabación o un escenario de teatro. Amo a mis padres, a mis hermanos, no me siento mal conmigo mismo, solo quería demostrarle a mi público que tenía el talento suficiente para saltar de un personaje a otro y hacerlo además con maestría, quería que los imbéciles de los críticos que me tildaban de ser solo “una cara bonita más” se tragasen sus palabras y me dieran el crédito y el puesto que merecía — explicaba dejando fluir sin notarlo un gran resentimiento.


Paula vio como de un momento a otro su expresión cambiaba, como su semblante era cubierto por la tensión que es producto de una gran molestia, de la rabia y la impotencia acumulada, podía comprender perfectamente el punto de Pedro. Ella había pasado por cosas similares, entendía que no estuviera satisfecho con algunas cosas, pero de allí a sacrificar el mundo que podía tener junto a su familia, como un chico normal de su edad, por jornadas interminables de trabajo había un gran trecho, era evidente que eso le hizo y le seguía haciendo mucho mal.


Él sentía que por fin podía desahogarse como deseaba, ni siquiera le importaba que apenas conociera a Paula, ella parecía comprenderlo y le agradecía por ello. Quizás el hecho que no lo tuviera sobrevalorado como lo tenían sus fanáticas, o gran parte del público que veía su trabajo, y al mismo tiempo que no estuviera al tanto de todas las críticas que había recibido por parte de algunas personas del medio o de unos tantos de sus colegas, hacía de ella una persona imparcial y justo eso era lo que necesitaba Pedro, así que continúo con su confesión.


—Detesto cuando hacen eso, cuando yo intento hacerles ver que más allá de toda esta apariencia tengo mucho talento y ellos me responder “Que si he llegado a donde me encuentro, no ha sido gracias a mi talento sino a las fanáticas locas que apoyan cualquier idiotez que haga delante de una cámara”.


La rabia que recorría a Pedro era palpable pero Paula no se
sintió en ningún momento amenazada, escucharlo hablar era como escuchar sus propios pensamientos cuando alguien menospreciaba su trabajo, aquellos que ella jamás se animaba a esbozar por no caer en un conflicto con los críticos más reconocidos de su país, siempre buscaba llevar la fiesta en paz con éstos. Ahora que veía a Pedro, se decía que ojalá ella también tuviera ese tipo de valentía de vez en cuando para mandar al infierno a unos cuantos.


Él continuó hablando sintiendo que le estaba resultando más fácil hablar de eso con la escritora, que incluso con su propia madre quien era psicóloga y quien varias veces había intentado abordar el tema.


—En realidad me enfurece que desprestigien mi trabajo, pero más me llena de ira que actúen contra esas chicas solo porque me ven como a un Dios, ya sé que no lo soy… ¡Ni que fuese tan estúpido! Pero merezco al menos que le den el crédito a lo que hago. Siempre que sale una serie, película, obra, lo que sea que haga, viene el mismo grupo de críticos imbéciles a decir que no he cambiado el mismo patrón y que jamás llegaré a la calidad de los grandes actores italianos, les importa un carajo que me haya llevado casi todos los premios a los que un actor puede aspirar, no les vale eso… creo incluso que todo lo hacen por venganza o alguna maldita revancha, son unos frustrados de… —decía cuando se detuvo de nuevo antes de cometer alguna imprudencia, se había dejado llevar por la rabia reprimida hasta ese momento—. Lo siento… Paula, de verdad, siento mucho toda esta descarga de cosas que ni siquiera te importan, se suponía que esta velada sería agradable y yo la he arruinado con mi fastidioso drama de divo herido, como me dicen esas personas —se excusó sintiéndose apenado mientras se llevaba la copa de nuevo a los labios.


—Pues te equivocas en todo, no has arruinado nada y todo lo que has dicho me interesa y me siento identificada contigo… eres la primera persona que conozco que se abre conmigo de esta forma Pedro. Mis colegas jamás harían algo así, ellos dicen que “primero muertos que demostrar que les afecta la crítica” yo no soy de ese tipo, a mí sí me afecta, en realidad me jode muchísimo que unos cuantos se crean los dueños de todas las verdades del universo y quieran arruinar lo que tanto esfuerzo ha costado… sé lo que cuesta preparar a un personaje y esperar que el público lo valore… incluso que lo odien a muerte, cuando se trata de un malvado que las personas de verdad lleguen a detestarlo es un logro, pero que alguien venga a destrozarlo no porque los haga rabiar sino porque lo creen sin fundamento es… es… quieres matarlos, los personajes son parte de ti y a todos lo quieres, buenos, malos, pésimos… todos son importantes — mencionó mirándolo a los ojos, sintiendo que compartía parte de la emoción que al actor lo invadía, se dejó llevar igual que él lo hizo.


—Mi afán por demostrarles que soy un verdadero profesional me ha llevado a hacer de estrella de rock, de sacerdote, de médico, de nerd… lo único que me falta es hacer desnudos integrales o de homosexual… y hasta eso lo haría, puedo separar perfectamente la realidad de la ficción no tengo problemas con medírmele a cualquier papel y esa cuerda de imbéciles siguen en su postura… ¿Acaso necesitarán un condenado Oscar para aceptar que soy un buen actor? —inquirió con molestia.


—Yo también me he preguntado si necesitaré un Nobel, lo más probable es que jamás lo consiga, el género literario que manejo no es del gusto de los jueces del galardón. Sólo puedo recomendarte que no te dejes presionar de esa manera, de verdad Pedro hay situaciones que jamás cambiarán ni personas que darán su brazo a torcer, lo mejor es ignorarlos y reírse de ellos, entre menos vean que pueden afectarte, más iracundos se sentirán y más frustrados también, debes intentar bloquear todas las cosas que te hagan daño, que no te nutran ni como profesional ni como persona — mencionó acercándose a él y le tomó la mano para animarlo al tiempo que le regalaba una hermosa sonrisa.


—Gracias… gracias de verdad por tus palabras, ¿segura que mi madre no se ha metido en tu cuerpo? Hablas igual a ella, mi hermosa doña Amelia siempre tiene las palabras adecuadas para calmar las aguas cuando amenazan con desbordarme. Lamento haberte traído recuerdos desagradables con todo esto, supongo que tú también tienes tus propios demonios —esbozó cerrando su mano entorno a la de ella y sintió de nuevo esa placentera calidez de minutos atrás.


—Bueno… sí, algunos como los tenemos todos, pero hasta ahora tampoco me he visto en la necesidad de hacer desnudos o escribir sobre el lesbianismo… aunque si tuve un personaje masculino que era gay. Todo un caso porque era precisamente el asesino, pero su candidez y su aparente amor por todos escondía años y años de resentimiento… ¿En verdad has hecho de sacerdote? —preguntó divertida al ver el semblante de Pedro un poco contrariado.


—Sí, era una serie de suspenso, un cura que fue enviado a un pueblo al norte de Italia porque casos extraños empezaron a suscitarse en éste, uno de mis mejores papeles y por el cual confieso no pude dormir durante muchas noches… la carga psicológica era tal que mi madre tuvo que ayudarme a desligarme del personaje y los eventos que lo rodeaban — contestó de manera casual.


—Vaya… me hubiera gustado verla, soy fanática de las series de suspenso y terror, aunque mi trabajo está centrado en la temática policíaca, lo sobrenatural me ha tentado muchas veces… pero no sé qué tan buena pueda ser para ello, es un reto para el cual no me siento lista aún —confesó mirándolo a los ojos y cuando se dio cuenta que sus manos seguían unidas las separó con disimulo.


—Deberías animarte, a veces correr riesgo es lo que hace que sintamos que estamos viviendo realmente. Las emociones y las sensaciones que te dejan superar un reto que creías imposible son indescriptibles e intransferibles, nadie puede hacértelo sentir a través de palabras… por ejemplo lo que siente un alpinista cuando corona la cumbre del Everest o la de un nadador cuando cruza el Canal de la Mancha, la de un equipo de fútbol cuando se convierte en el campeón de un mundial, son experiencias muy íntimas de cada ser humano a las cuales todos tenemos derecho…
¿Dime que sentiste cuando viste tu primer libro publicado? —preguntó con su mirada en la de ella.


—Yo… bueno, no lo sé, emoción… eso fue algo que, aún no puedo describir con exactitud, me faltarían las palabras, me sentía realizada, valiosa, feliz… tal como te dije, para mí los libros son como hijos y aunque aún no sé lo que significa ser madre y algunas mujeres me dirán que son cosas que no pueden compararse, que hasta que no tenga un bebé mío en brazos no lo sabré… o si alguna vez llegó a ganar el mayor premio literario o uno de mis libros es llevado a cine, supongo que son muchas cosas y pocas las palabras contestó sosteniéndole la mirada, él le dedicó una sonrisa y ella le devolvió el gesto sentía que él podía comprenderla, que la escuchaba.


—Espero las descubras todas, los premios, que hagan alguno de tus libros película… que tengas un bebé —esbozó Pedro.


En el instante que dijo las últimas palabras algo dentro de su pecho se estremeció, fue una sensación muy extraña que se intensificó cuando su mirada se ancló en la de Paula y el silencio los envolvió a ambos.


Ella no supo qué responder pues había sentido una sensación parecida a la de él, algo que no lograba identificar, que la había llenado de miedos y de ilusiones al mismo tiempo, de pronto quiso que sus palabras se hicieran realidad, quiso tener todo eso.


—Bueno… mejor dejemos que el tiempo se encargue de ello, no hay porqué apresurar las cosas, mi abuela decía que para todo hay un tiempo justo, si rompemos ese equilibrio intentando conseguir algo antes, las cosas no salen bien —pronunció ella segundos después desviando la mirada de los ojos de Pedro.


—Es una mujer muy sabia tu abuela… pero temo que uno de mis mayores defectos es la impaciencia, no soy de las personas a las que les guste quedarse de brazos cruzados viendo la vida pasar, eso no es para mí, me gusta más participar en ésta, ser protagonista de mi propia historia, no un testigo casual... todo esto… —indicó paseando su mirada por el lugar —. Este silencio, esta tranquilidad nada de esto está hecho para mí, me ha costado un mundo poder permanecer aquí y conformarme con lo que tengo ahora… los primeros días sentí que estaba a punto de perder la cordura que en cualquier momento saltaría por la ventana —dijo con una sonrisa, o al menos lo que parecía, pues su tono de voz estaba cargado de tristeza.


—¿Por qué estás aquí Pedro? —le preguntó de pronto tomándolo por sorpresa, incluso ella se sorprendió por haberle formulado esa interrogante así, a quemarropa.


—Yo… no quiero hablar de eso —contestó Pedro y esquivó la mirada de Paula de inmediato.


—Perdona… perdona, no debí hacerte una pregunta como esa, es solo que hay cosas que no entiendo, todo este misterio con relación a tu estadía aquí, como tuvimos que actuar hoy en esa tienda… no es necesario que me respondas, de verdad perdona. La curiosidad también es uno de mis defectos, el mayor y el que más le molesta a mi madre… dice que soy demasiado curiosa y tiene razón, pero ¿cómo no serlo? Ella también lo es, no en vano estudió Leyes y nos parecemos tanto en ese aspecto… —se detuvo sintiéndose estúpida por estar hablando incoherencias.


—Está bien Paula, no tengo nada que perdonarte, es natural que desees saber porqué me encuentro aquí y porqué todo este misterio, pero ahora no deseo hablar de ello… quizás más adelante me sienta con ánimos de hacerlo, pero no esta noche —mencionó mirándola a los ojos.


—Ok, bien lo entiendo… tienes razón, no es el momento, es decir, apenas nos conocemos y no existe la confianza suficiente entre ambos para revelar cosas así, yo me extralimité, por favor disculpa.


—No se trata de eso, no es por falta de confianza o que apenas nos conozcamos, pero sí me gustaría que al menos en esto me dieras un tiempo, por favor… te prometo que yo mismo te contaré todo, no tendrás que enterarte por nadie más —le pidió aún con su mirada puesta en los ojos café de Paula, intentaba hacerla sentir segura, había notado que algo había cambiado, quizás ella tenía miedo de él.


—No quiero hacerte sentir presionado Pedro, ni siquiera estás en la obligación de contarme nada… —decía y al ver que él se disponía a interrumpirla de nuevo se apresuró a agregar algo más—. Pero en vista que deseas hacerlo solo procura no tardar mucho… verás, no voy a quedarme toda la vida aquí —indicó en un tono divertido para relajarlo.


—Lo tendré presente —respondió él sonriendo.


Ella le devolvió el gesto haciéndolo sentir más tranquilo, ambos se quedaron mirándose fijamente, como en esos retos para ver quien esquivaba la mirada primero, pero eso no era un reto era más una unión, era como si ninguno de los dos lograse escapar del magnetismo que brotaba de sus ojos.


—¿Quieres bailar conmigo Paula? —preguntó él rompiendo el silencio, su voz fue apenas un murmullo.


—Yo… ¿Qué? —inquirió ella aún aturdida por esa conexión especial que había sentido con Pedro.


—Te pregunté si querías bailar —contestó con una sonrisa mucho más amplia, de esas radiantes que arrancaban suspiros.


Vio que ella dudaba o parecía no entender lo que él le pedía y eso le resultó bastante divertido, era evidente que la señorita Chaves no era inmune a sus atributos, la había perturbado tanto como ella lo había hecho con él, solo que Pedro tenía una ventaja, era actor y su mayor destreza era disimular sus emociones.








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