lunes, 31 de agosto de 2015

CAPITULO 173





Diana nunca había llorado al ver a dos personas besándose, al menos no hasta ese momento, sin darse cuenta las lágrimas colmaron sus ojos y solo cuando las sintió bajar por sus mejillas fue consciente de ello. Sentía su corazón latir emocionado y la risa burbujear dentro de su pecho, lo último que pensó al ver a Paula tan mal fue que ese arranque de su hermana tuviera un desenlace así.


Kimberly que era una romántica nata lloraba con total libertad, igual a como hiciera por cada escena de película de amor que veía y que en sus pocos años de carrera, no había tenido ocasión de ser la protagonista de un amor tan grande, al menos no hasta ese momento, pues lo que estaba a la vista no necesitaba anteojos, ese amor de Pedro y Paula tenía raíces sembradas hacía mucho tiempo.


Pedro comenzó a secar con sus labios las lágrimas que humedecían las mejillas de Paula, dejando caer suaves besos en cada espacio de ese hermoso rostro que adoraba y su corazón se llenó de júbilo cuando ella imitó su actitud besándolo igual, deslizando sus labios por su nariz, sus pómulos, subir a su frente y besarlo allí para luego regresar a su boca perdiéndose una vez más en el placer compartido.


—¿Crees que deberíamos recordarles que estamos en plena vía pública? —preguntó Kimberly mirando a Diana.


—¿Y acabar con este momento tan especial?… no lo creo —indicó ella con una hermosa sonrisa y estaba por regresar al auto—. Aunque pensándolo bien, quizás sí debamos decirles que dejen su reconciliación para otro momento o terminarán haciendo el amor junto a esas setas —agregó con picardía, sonriendo al ver a Kimberly abrir mucho los ojos.


—Sería un desastre, la policía podría llevárselos detenidos y además la caravana de la producción debe estar cerca… lo mejor será decirles que esperen a llegar a la villa —señaló usando el sentido común.


—Ok, bueno lo haré yo… ¡Hey tórtolos! Me pesa en el alma tener que interrumpirlos, pero es necesario que retomemos el viaje, créanme terminarán agradeciéndolo en cuanto estemos allá y ustedes tengan la libertad para estar solos —mencionó en un tono de voz que ellos pudieran escuchar, sin acercarse.


Pedro y Paula escucharon la voz, pero se negaban a romper el hechizo que los envolvía, sin embargo, un resquicio de cordura en ella buscó la fortaleza para hacerlo, lentamente se fue separando de Pedro llevando el beso a sutiles toques de labios.


—Debemos… Tenemos que retomar el viaje Pedro—esbozó.


—Sí, pero me falta la voluntad para separarme de ti aunque sea por un instante —expresó él acariciándole el cuello y abrió los ojos encontrándose con ese par de gemas miel que lo miraban.


—Si llegamos antes que el resto del equipo podremos escaparnos —acotó Paula con una sonrisa radiante.


—Entonces no perdamos tiempo —pronunció con una sonrisa.


Paula se estremeció ante ese tono ronco y sensual que él usó, pero mucho más ante la promesa que guardaban sus palabras, porque no solo amaba con locura a Pedro, también lo deseaba y se moría por volver a vivir ese placer perfecto que solo él podía darle.


Caminaron de regreso al auto tomados de la mano, sin dejar de sonreír y ni siquiera le prestaron atención a las miradas inquisitivas de sus dos compañeras de viaje, subieron ocupando sus lugares una vez más y de inmediato Pedro se puso en marcha.


—Ya sé que ustedes dos están en una nube… solo tengo una pregunta que hacerles —indicó Diana que no podía controlar su curiosidad, su hermana le dedicó una sonrisa y Pedro miró a través del retrovisor para instarla a continuar, ella tomó aire y mirándolos a ambos lo hizo— ¿La historia en Rendición es…? —no tuvo que seguir al ver las sonrisas que ambos esbozaban.


—Es la nuestra, con algunas variantes pero en esencia fue lo que Pedro y yo vivimos hace casi cuatro años en ese mismo lugar al cual vamos ahora —contestó Paula sintiéndose feliz de poder decirlo con libertad contrario a lo que le sucedía antes, ya no sentía vergüenza de ello.


—¡Oh, por Dios! ¡Oh, por Dios! Me encantan… es… ¡Paula Chaves! ¿Por qué no me contaste nada? —preguntó mirándola con reproche, pero no podía dejar de reír. La vio quedarse en silencio sin saber qué responder y el ambiente se hizo pesado, así que habló rápidamente—. No importa ya después hablaremos, pero de verdad me hace tan feliz… es decir, no sé cómo expresarme —agregó eufórica.


—Es maravilloso… pero ahora me siento como una intrusa —dijo Kimberly con desgano—. Tú debiste ser la Priscila real Paula.


—Yo no soy actriz Kim —esbozó ella que de pronto sintió pena por la chica y se movió en el asiento para verla de frente—. Además, estoy segura que tú serás una excelente Priscila, las dos nos encargaremos de ello —señaló extendiéndole la mano para darle un suave apretón.


Pedro la miró un instante y había tanto orgullo en su mirada que casi se sintió flotar, ella pensó que le resultaría un infierno tener que cederlo y verlo actuar junto a Kimberly, quizás sería así llegado el momento, pero contar con la certeza de que él también la amaba hacía que todo fuera menos difícil, a lo mejor era poder confiar plenamente en él y en ese sentimiento que compartían.


—Gracias, bueno… no puedo prometerte que mantendré las distancias con Pedro, porque el papel me exige lo contrario, pero te aseguro que soy una profesional y no tendrás motivos de disgusto de mi parte —mencionó mirándola a los ojos.


—Ambos somos profesionales y sabemos cómo manejarnos —esbozó él mirando de nuevo a Paula.


Ella asintió en silencio confirmándole que confiaba en los dos, pero sobre todo en él porque lo amaba, se acercó y le dio un suave beso en la mejilla para después sonreír acariciándola con la nariz, sintiendo las cosquillas que le provocaba la barba perfectamente recortada y sensual.


Pedro suspiró emocionado ante el gesto, se volvió para mirarla mostrando una gran sonrisa y como él no era de los que se paraba a pensar las cosas, solo actuaba según lo que sentía no le importó tener público, subió su mano para acariciarle la mejilla y la atrajo para besarla, un suave toque de labios que no pudo prolongar mucho por ir en una vía rápida pero que calmó sus deseos de hacerlo.


—En serio, ya dejen de hacer eso… siento que estoy en medio de la celebración de San Valentín y yo sola —esbozó Diana e hizo un puchero.


—No seas mala Di, se ven tan lindos… Aunque discutiendo no se ven mal, por el contrario es como si estuvieran a punto de prenderlo todo en llamas —comentó sonriendo y la picardía brillaba en su mirada.


Ellos no respondieron solo comenzaron a reír, compartiendo una mirada cómplice, Diana se les unió al recordar los episodios del libro donde esas peleas cargadas de tensión sexual la hicieron emocionarse, no podía creer que en serio su hermana hubiera vivido algo tan hermoso, pero cada vez se convencía más al ver lo feliz que estaba.


El resto del camino lo hicieron disfrutando de la música y los hermosos paisajes que los rodeaban, se detuvieron en una estación de servicio para estirar las piernas, recargar combustible, ir al baño y comprar algo de beber. Aunque solo le quedaba una hora de viaje, a Pedro le gustaba disfrutar del mismo y hacerlo sin prisas, pues era una de sus maneras de relajarse.


Retomaron el trayecto y cuando en la lista de reproducción salió Crazy, Diana y Kimberly no pudieron evitar preguntarle a Paula si en realidad ese episodio había ocurrido, ella lo confirmó, provocando las risas y las burlas de las dos sobre el pobre Pedro. Pero él siempre tenía una carta bajo la manga, y no era de los hombres que se dejaba vencer fácilmente, así que le recordó a la altanera escritora algo que Paula parecía haber olvidado.


—No la cantaste para mí solo esa vez… recuerdo otra ocasión donde también lo hiciste y no una, sino dos veces seguidas Paula —esbozó en ese tono que revelaba que escondía algo tras sus palabras, pero la media sonrisa y la ceja elevada mostraba una verdad excitante tras estas.


Ella lo miró recordando de inmediato a lo que él se refería y no pudo evitar estremecerse mientras sentía que la cara se le prendía en llamas y se mordió el labio controlando sus deseos de gemir. El recuerdo de ese episodio llegó tan nítido a ella que la excitó en cuestión de segundos.


Como tantas otras veces, se encontraban en el salón de la casa que Pedro ocupaba en la villa, intentando terminar un partido de ajedrez mientras la música sonaba, cuando dio inicio Crazy, ella comenzó a reír y se mordía el labio para evitarlo, pero al ver el rostro de Pedro estalló en una carcajada, así que él voló por encima de la mesa y la tomó de la cintura para tumbarla sobre el sofá sometiéndola debajo de su cuerpo.


Empezó a castigarla para hacerle pagar su burla haciéndole cosquillas, y cuando ella le pidió clemencia la sorprendió pidiéndole que se la cantara de nuevo, solo que esa vez sería para ella porque Pedro se dedicó a llevarla al borde del delirio entre besos y caricias, haciéndole el amor sin siquiera desnudarla por completo, aprovechando que llevaba una falda. Fue un encuentro de esos rápidos, certeros y excitantes que la dejaban temblando, sudando, con la respiración agitada y los latidos de su corazón retumbado en cada rincón de su cuerpo, mientras la potente voz de Steve Tyler llenaba el ambiente y los gemidos que Pedro ahogaba en su cuello la hacían sentir la mujer más poderosa y sensual del mundo.


—Ok, ya entendimos —esbozó Diana con una sonrisa.


Sus palabras llenaron el silencio que había dejado la declaración de Pedro, pues su hermana pareció sumergirse en un recuerdo y por su actitud debió ser uno extraordinario, así que dejó que esos dos vivieran su momento, compartió una mirada y una sonrisa significativa con Kimberly para después volver su vista al paisaje, dejó libre un suspiro preguntándose si algún día a ella le pasaría algo igual a lo de Paula.


Al fin el extenso paisaje que pertenecía a la familia Codazzi se presentó ante sus ojos, Pedro tomó el camino que después de tres años habían asfaltado y pudo ver cómo el rostro de Paula se iluminaba a medida que avanzaba, en el reproductor comenzó a sonar una canción que no podía ser mejor para ese momento, él dejó ver una radiante sonrisa y movió el botón del volumen para subirle.


—Bienvenida a tu paraíso Paula —esbozó mirándola.


Ella se volvió hacia él y le entregó una sonrisa de esas que nacían de lo más profundo de su pecho, de esas que mostraban una felicidad absoluta, se acercó más y apoyó su cabeza en el hombro de Pedro mientras la voz del vocalista de Coldplay cantaba Paradise.


—Gracias por traerme de regreso —susurró buscando sus ojos.


—Gracias a ti por querer hacerlo, por estar junto a mí preciosa —expresó con la mirada brillante.


—Te amo —dijo subiendo sus labios para pedirle un beso.


—Te amo —contestó él antes de besarla.


La emoción que sentían era tan grande que ponerla en palabras les resultaba complicado, pero esa sola frase resumía todo lo que querían decir y no hizo falta nada más, se separaron para que él pudiera conducir o de lo contrario terminarían saliéndose del camino.


This could be
Para-para-paradise
Para-para-paradise
Para-para-paradise
Oh, oh, oh, oh, oh, oh-oh-oh


Paula volvió a sentir toda la magia que envolvía ese lugar apenas bajó del auto, su mirada se perdió en la inmensidad del paisaje intentando abarcarlo todo y sintió su corazón latir tan emocionado, sus ojos se llenaron de lágrimas sin poder creer aún que estuviera allí de nuevo.


—¡Paula… Pedro!


La voz de Cristina llamándolos le confirmó que todo era real y la sonrisa que afloró en sus labios iluminó también sus ojos. Se volvió para mirar a la mujer que a pesar de sus años intentaba correr hasta ellos mientras sonreía emocionada, reaccionó de inmediato y acortó la distancia que les faltaba
con rapidez, amarrando en un abrazo a aquella maravillosa mujer que fue casi como una madre para ella mientras estuvo allí.


—Mi pequeña que lindo tenerte aquí de nuevo —expresó riendo—. Cuando esos hombres llegaron preguntando por el señor Codazzi pensé que venían a comprar el viñedo, jamás imaginé que era para hacer tu película… estoy tan, tan feliz Paula —agregó mirándola a los ojos.


—Yo también me siento tan emocionada Cristina, es como si fuera un sueño —dijo sonriendo y le dio un beso en la mejilla.


—Y lo mejor de esto es que estás junto a Pepe de nuevo, Dios sabe cómo hace las cosas mi pequeña, yo sabía que ese amor de ustedes no podía quedarse en el pasado, es demasiado bonito y grande. Ven, vamos a la casa para que hablemos mejor, les prepararé unos ricos canelones —la invitó con una sonrisa mientras la llevaba de la mano.


—Después dices que no tienes preferencia Cristina Canizzaro, pero apenas viste a la arrogante americana te olvidaste de mí —pronunció Pedro con una gran sonrisa por el cuadro ante sus ojos.


— Ven acá y no vayan a empezar como perros y gatos de nuevo —dijo con una sonrisa extendiéndole la mano, cuando Pedro la tomó lo atrajo hacia ella—. Qué bueno que ya no has crecido más, pero yo sí he bajado así que dóblate para darte un beso —le pidió, esperó a que lo hiciera para besarle las mejillas y después desordenarle el cabello.


Paula reía feliz ante la escena sintiendo como si el tiempo no hubiera pasado, bueno al menos regresando a esas semanas cuando ellos eran novios y Cristina siempre les jugaba bromas recordándoles cómo habían empezado, suspiró sonriéndole y caminaron hasta la casa.


A ambos les sorprendió mucho ver que se dirigían a la casa que ocupara Pedro cuando estuvieron allí y no a la casa grande, pero Cristina les explicó que la producción de la película la usaría para recrear las escenas de la película y que ellos se habían mudado hacía un par de meses a esa, por una lesión que tuvo Jacobo en una pierna y lo había dejado cojeando, por lo que le costaba mucho subir escaleras.


—Nos estamos quedando aquí porque tiene buenas habitaciones en la planta baja, es después de la casona la más grande de la villa —comentó ella invitándolos a pasar y vio a las dos chicas que habían llegado junto con ellos—. Una de ellas debe ser Diana.


—¡Oh por Dios, las olvidé por completo! —exclamó Paula volviéndose para mirarlas—. Di, Kimberly vengan.


—Este lugar es impresionante, las fotografías van a quedar… —se interrumpió sonriendo para presentarse a la mujer—. Perdón es que cuando me apasiono con algo me olvido de todo, mucho gusto, Diana Chaves —dijo extendiéndole la mano.


—Eres igual que tu hermana —acotó sonriendo y recibió la mano—. Encantada, Cristina Canizzaro.


—Su hogar es bellísimo señora Canizzaro, soy Kimberly Dawson, la actriz que trabajará con Pedro —se presentó.


—Es un placer, por favor llámeme Cristina… todo el mundo lo hace y nunca me he acostumbrado a que me digan señora, pasen por aquí que les tengo preparado un delicioso almuerzo —dijo abriendo la puerta.


De inmediato el exquisito aroma de la comida de Cristina atrapó el olfato de todos y despertó sus apetitos, el recibimiento de Jacobo fue igual de efusivo que el de su mujer, los invitó a pasar y lo primero que le entregó a Pedro al verlo fue una elegante botella negra, con una etiqueta en color pergamino que lo identificaban como Chianti Placido, su reacción fue inmediata, acarició la botella y agradeció el regalo con una sonrisa.


Paula recibió una llamada de Guillermo Reynolds preguntándole dónde se encontraban, ya que deseaba que se reunieran para almorzar en alguno de los restaurantes del camino. Pudo notar la desilusión en la voz del productor cuando le dijo que ya ellos habían llegado, y también el cambio brusco al informarle que ellos se detendrían a comer en algún sitio y no llegarían todavía, así que se instalaran según lo acordado.


Cuando ella pasó la información a sus acompañantes, todos se relajaron pues deseaban disfrutar de la comida en paz, y eso significaba tener al rubio lejos de ellos. Pedro y ella intercambiaron una mirada que prácticamente gritaba “podemos escaparnos”. No pudieron evitar sonreír ante la idea de que por fin estarían juntos como deseaban.


Pero todos sus planes se vinieron abajo cuando vieron la villa colmada de personas que preparaban el set en la casa principal, optaron por escabullirse en alguna de las habitaciones que les fueron asignadas, pero la encargada de vestuario llegó hasta ellos y abordó a Pedro.


—¿Pruebas? Eso es absurdo… no hemos empezado a grabar y además, qué de complicada puede tener la ropa que describe Paula en el libro. Comprendería si me dices que es un proyecto de época —indicó desconcertado mientras miraba a la mujer.


—Yo pienso igual Pedro, pero fueron órdenes de Guillermo, me dijo que deseaba empezar a grabar mañana a primera hora, que adelantáramos aprovechando que Kimberly y tú estaban aquí para no perder tiempo —respondió encogiéndose de hombros y después se fue.


—Voy a matar a ese miserable —dijo con los dientes apretados.


—Quizás lo haga yo antes… recuerda que tengo más fama de asesina —acotó con el ceño fruncido, se acercó para acariciarle el pecho—. Sé que es lo mínimo que provoca Pedro, pero debemos tener paciencia, no quiero que tengas un enfrentamiento con él por mi culpa.


—Pues como siga valiéndose de su autoridad para jodernos me voy a ver en la obligación de dejarle los puntos claros Paula —mencionó molesto mientras la miraba a los ojos.


—Esperemos no llegar a eso porque quiero que seas mi protagonista, y si te peleas con él, podría sacarte del proyecto e incluso demandarte —expresó preocupada.


—Eso no sucederá, intentaré contenerme —esbozó para aliviar la angustia en ella, tenía que ser inteligente y no caer en las provocaciones de Reynolds—. Pero no prometo nada Paula, solo que agotaré todas mis reservas de paciencia con ese desgraciado para no causar problemas y evitar que consiga lo que quiere —pronunció acariciándole los brazos.


—Gracias —dijo con una sonrisa y aprovechó que no había nadie para besarlo, pero no pudo prolongar el beso como quería—. Ahora ve.


—¿No vienes conmigo? —inquirió al ver que ella se quedaba allí.


—¿Quieres que vaya y mire mientras te cambias de ropa? No gracias, me niego a aceptar una tortura de esa magnitud —dijo sonriendo.


Él acortó la distancia entre ambos con dos largas zancadas y cubrió el cuello de Paula con sus manos para después apoderarse de su boca en un beso que los hizo temblar a ambos, se separaron jadeantes y él la miró a los ojos, no tuvo que esbozar palabras pues su mirada lo decía todo. 


Después de eso se resignó a dejar a Paula e ir a la bendita prueba de vestuario antes que la locura y el deseo lo dominaran.



*****

El resto de la tarde se fue en organizar todo para el día siguiente, Thomas Whitman hizo una reunión para hacer las presentaciones y dejar claras las reglas por las cuales se regirían. Y aunque ya muchos estaban al tanto de la distribución de las habitaciones el tema fue tocado de nuevo, para que no quedaran dudas con respecto al mismo: Las mujeres estarían ubicadas en una de las casas, la que ocupó Paula cuando estuvo allí, los hombres de la producción se quedarían en otra, por supuesto, Pedro también, por último los técnicos y demás asistentes se quedarían en la tercera.


La casa principal se usaría para el set de interiores y la de los conserjes se mantendría fuera de las áreas que ellos tendrían permitidas, pues el propietario mencionó en el contrato que ésta era únicamente para el uso de Cristina y Jacobo.Pedro y Paula compartían miradas comprendiendo cuánto los afectaban esas decisiones, aunque el italiano estaba más que dispuesto a romper las reglas. Ellos eran adultos y eso no era un maldito internado para que estuvieran divididos de esa manera. El imbécil de Guillermo Reynolds no lo mantendría lejos de Paula.










CAPITULO 172





Paula corrió queriendo escapar de lo que estaba sintiendo, de ese dolor que había estado guardado dentro de ella por tanto tiempo, ese que apenas lograba soportar sin romperse y más allá de todo eso, necesitaba saber qué hacer con ese inmenso amor que sentía, que la envolvía, la aplastaba y la hacía depender de Pedro como nunca lo había hecho de nadie más, lo amaba con tanta intensidad que le dolía.


Se dobló sintiendo que las piernas le fallaban y todos los sollozos salieron de ella de manera descontrolada, mientras las lágrimas bajaban copiosas por sus mejillas, se abrazó con fuerza a ella misma, consciente de que ya no tenía nada que esconder, había mostrado todo.


—Paula… ¿Amor, qué te ocurre?


Escuchó la voz de Pedro, la preocupación y el amor impresos en su tono la hicieron estremecer, llorar más y hasta sonreír. Había perdido la razón o quizás eso era el amor, los poetas decían que era locura, pasión, éxtasis; todo se resumía en eso, lo que deseaba, lo que sentía y lo que era. Se volvió a mirarlo y la verdad la golpeó con la fuerza de un rayo, supo que había llegado el momento de rendirse.


Corrió hasta él sin querer perder un segundo más, ya había esperado demasiado para decirle a Pedro lo que sentía, pero la pasión le ganó la batalla al amor una vez más y cuando estuvo frente a él no pudo hablar, le lanzó los brazos al cuello para besarlo como hacía mucho no lo besaba, quizás como nunca lo había hecho y sonrió al sentir que él estaba algo perdido, así que con suavidad deslizó su lengua por los exquisitos labios del hombre que amaba y cuando al fin tuvo la libertad para apoderarse de su boca, fue como si alcanzase la gloria.


Pedro no entendía lo que estaba sucediendo pero se dejó llevar, gimió al sentir la lengua de Paula deslizarse sobre la suya y entrar a su boca, suave y tibia se paseaba por rincones que lo hacían estremecerse, tomó el rostro de ella entre sus manos para unirse a esa extraordinaria danza que despertaba sus sentidos, dándole las mejores sensaciones que hubiera experimentado en su vida.


—Te amo —susurró Paula separándose apenas de él, ahogándose en ese mar zafiro que adoraba, sintiendo su corazón latir tan de prisa y se sentía tan bien al poder expresarlo, que lo hizo de nuevo—. Te amo Pedro Alfonso—esbozó riendo y lo besó de nuevo.


Él sentía que la felicidad no le cabía en el pecho, eran como fuegos artificiales estallando en su interior, llenaban de luces y colores todo su mundo, enredó sus dedos en el cabello de Paula para hacer de ese beso uno absoluto, para entregarle el alma y el corazón en éste. Sin embargo, quería darle más, quería que ella lo tuviera todo y se separó despacio para mirarla a los ojos, por Dios estaba temblando como si fuese un chiquillo o un hombre que estaba a punto de expresar la más grande de las verdades que guardaba dentro de él.


—Paula eres… todo lo que deseo, lo que me enloquece… lo que amo, eres la mujer que amo preciosa. Te metiste en mi piel, en mi alma y nada ni nadie logró sacarte de allí en todo este tiempo… —le entregó la mejor de sus sonrisas, esa que iluminaba su mirada, le apretó las mejillas con malicia para después deslizar sus pulgares y secar las lágrimas, aunque él mismo estuviera derramando las suyas en ese momento, apoyó su frente en la de ella—. Te amo Paula Chaves…
te amo con todo mi ser, con cada parte de mí… Io ti amo amore mio. Tu sei la mia vitta.


Paula no podía dejar de llorar, ni de reír rebosante de felicidad, se puso de puntilla de nuevo para ofrecerle sus labios y esa vez Pedro no se entretuvo en preámbulos, no fue un beso mesurado; ya no habían dudas y la pasión tuvo riendas sueltas para galopar con absoluta libertad. Ese
beso era completamente distinto a cualquier otro que se hubieran dado antes, era uno que no intentaba ocultar sus sentimientos, por el contrario, ese gesto los estaba liberando.






CAPITULO 171





Pedro se encontraba con los brazos cruzados sobre el pecho, apoyado en su auto y la mirada puesta en la entrada principal del Regis, una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios cuando vio a Paula aparecer por la puerta en compañía de Diana y Kimberly.


—Hola Pepe.


La menor de las Chaves corrió hasta él y le dio un gran abrazo.


—Me alegra verte Diana —la saludó con una sonrisa.


—A mí también, ya estamos listas… bueno Kim y yo, porque Pau mantiene la estúpida idea de irse en el transporte con los demás —mencionó molesta con su hermana.


—Tranquila déjamelo a mí, la convenceré —habló con seguridad.


Saludó con un beso en cada mejilla a Kimberly y después caminó hasta donde se encontraba Paula, tenía el ceño fruncido mientras miraba a otro lado, intentando que él creyera que lo ignoraba.


—Hola preciosa —pronunció con una sonrisa.


—Hola Pedro —contestó ella y miró su reloj para no verlo.


—Me han dicho las chicas que no quieres venir con nosotros ¿Se puede saber por qué? — preguntó buscando sus ojos.


—Porque ya tengo un transporte y además te desapareces por dos días y hoy llegas aquí como si nada, creyendo que con que me sonrías y me llames “preciosa” voy a caer rendida a tus pies como si fuera una tonta… Pues estás loco —contestó molesta.


—Déjame ver si entiendo, tú me pediste tiempo para pensar porque te sentías confundida y molesta. Yo te lo di y ahora me reclamas porque lo hice. ¿Quién carajos te entiende Paula? — inquirió mirándola con enojo, estuvo a punto de tomarla de los brazos y zarandearla para que reaccionara al ver que se quedaba en silencio, o al menos que lo mirara a la cara—. Mírame, vas a entrar ahora mismo a mi auto si no quieres que te suba en mi hombro y te lleve cargada hasta éste — la amenazó.


—No serías capaz de hacer algo así —expuso alarmada mirándolo.


—Ponme a prueba y lo verás —mencionó elevando una ceja.


Paula vio la decisión en su mirada y supo que hablaba en serio, cedió para no arriesgarse a montar un espectáculo delante de todos.


Pedro dejó ver una gran sonrisa ante ese movimiento altanero y tan provocativo de Paula, una vez más la rebelde que lo volvía loco se hacía presente, corrió para abrirle la puerta pero antes de hacerlo acercó su rostro al de ella para hablar en susurros.


—Me encanta ver como se mueve tu trasero cuando caminas estando molesta —dijo con toda la intención de provocarla.


—Imbécil —le lanzó y llevó su mano a la manija de la puerta, pero él fue más rápido abriéndola para ella.


Diana y Kimberly ya se encontraban en el interior del auto en la parte de atrás, vieron toda la conversación entre Pedro y Paula, aunque no la escucharon, no podían dejar de sonreír; la tensión sexual entre los dos era tan intensa que era imposible de disimularla.


—¿Cómo lograste convencerla? —preguntó Diana divertida cuando Pedro entró al automóvil.


—Le dije que ella seleccionaría la lista de reproducción, pero mentí —contestó encogiéndose de hombros mientras sonreía.


Paula sintió su sangre hervir ante las burlas de él y las risas de su hermana y Kimberly, pensó en cuánto tiempo le tomaría salir corriendo y llegar hasta la Terrain Denali estacionada frente a ellos donde viajarían Guillermo y Thomas, pero desistió de la idea porque lo más probable es que Pedro terminaría alcanzándola y la traería de regreso tratándola delante de todos como si estuvieran en la época de las cavernas.


Él giró la llave y el motor cobró vida de inmediato, también lo hizo el reproductor de música que estaba en una estación de radio.


Pedro no cambies la música, quiero escuchar algo de italiano, estamos en Roma y parece que siguiéramos en nuestro país, todos nos hablan en inglés —pidió Diana al ver que él se disponía a quitar la emisora radial para poner una lista de reproducción en el iPod.


—Ok —contestó sonriendo— ¿Quieres que yo te hable en italiano también? —preguntó mirándola por el retrovisor.


—No, tampoco exageremos —respondió ella riendo.


—Quizás cuando terminemos las grabaciones, de aquí allá seremos unas expertas ¿Verdad Diana? —inquirió Kimberly sonriendo también.


—Sí, aunque mi hermana ya lo es, ella habla cuatro idiomas.


—¡Vaya! ¿En serio Paula? —preguntó Kimberly asombrada.


—Me falta práctica con el español, pero puedo defenderme… —se interrumpió al ver la sonrisa odiosa de Pedro—. Lo aprendí para poder interactuar con mis lectores de habla hispana — explicó sin darle mucha importancia al asunto.


Pedro tú también hablas varios según leí ¿Cuántos son?


—Hablo cinco Kimberly, aunque no puedo decir que sea un experto en alemán, es muy complicado. Apenas lo estudié durante un año y cuando pasé un mes en Múnich, supe que me faltaba mucho —respondió sonriendo al ver la sorpresa y después la molestia reflejarse en el rostro de su escritora, en verdad era hermosa la condenada.


—A ver Paula, dime algo en italiano —la abordó sonriendo.


—Stronzo —esbozó con toda la intención de ofenderlo.


Él dejó libre una carcajada para enfurecerla aún más y después le respondió mirándola a los ojos.


—Stronzo il mio cazzo —mencionó con malicia, ella se sonrojó con una mezcla de rabia y vergüenza, quizás hasta excitación.


—Ok, ahora traduzcan —pidió Diana con el entusiasmo de una niña.


—Mejor escuchemos música y me comprometo a enseñarles después —contestó Pedro cuando vio la mirada de terror de Paula.


Movió el volumen para subirle y de inmediato las notas de una presentación en vivo de Gocce di memoria, interpretada por Giorgia y Laura Pausinni llenaron el ambiente dentro del auto.


Le promesse sono infrante  
come pioggia su di noi         
le parole sono stanche        
so che tu mi ascolterai (mi ascolterai) 
aspettiamo un'altro viaggio
un destino, una verità


Las promesas se rompen
como la lluvia sobre nosotros
las palabras están cansadas
Yo sé que me escuchas
Esperamos otro viaje
un destino, una verdad




La canción entraba por los oídos de Paula y estaba calando muy dentro de ella, removiendo una vez más emociones que se negaba a aceptar, ya no deseaba seguir torturándose más con todo eso.


Por suerte terminó y la mujer que conducía el programa envió a un espacio publicitario, pero al regresar del mismo lo hacía con una canción que ella conocía muy bien y con la cual se revolcó en su dolor más de una vez, estaba por decirle a Pedro que cambiara la música pero Diana habló.


—A él sí lo conozco, tiene varias canciones en inglés también —dijo entusiasmada y se concentró en intentar entender la letra.


Paula sintió que se hundía en un pozo, no podía hacer nada sin quedar en evidencia delante de su hermana y Kimberly, ya suficiente con el espectáculo que habían dado Pedro y ella, al menos vio que a él también parecía afectarle, pues la sonrisa que le dedicó a Diana no era de esas que
desbordaban felicidad o seducción, por el contrario su mirada se tornó triste. Ella posó la suya con rapidez en el paisaje para esconderle lo que estaba sintiendo, mientras que Tiziano Ferro hacía gala de su voz.


La vista de Pedro se nubló ante las lágrimas contra las cuales luchaba, desde el mismo inicio de la canción sintió cómo su corazón fue víctima de ese dolor que tantas veces lo golpeó en el pasado, heridas que aún no terminaban de sanar se abrían dentro de su pecho.


E riconobbi il tuo sguardo in quello di un passante
Ma pure avendoti qui ti sentirei distante
Cosa può significare sentirsi piccolo
Quando sei il più grande sogno il più grande incubo.


Y me di cuenta de su mirada en la de un transeúnte
Pero también tenerte aquí me sentiría mucho
¿Qué puede significar para sentirse pequeño
Cuando usted es el mayor sueño de la peor pesadilla.


Se limpió con rapidez una lágrima que logró escapar, ese no era ni el momento, ni mucho menos el lugar para dejar que sus sentimientos lo dominasen, así que una vez más se esforzó en guardarlos y mantuvo la mirada al frente, mientras apretaba los dientes con fuerza.


Paula sentía que el nudo en su garganta estaba a punto de ahogarla y la presión en su pecho que exigía ser liberada estaba volviéndola loca, cerró los párpados con fuerza y apretó los labios conteniendo el sollozo que le desgarraba la garganta luchando por liberarse, quería que la canción terminara, no podía soportarlo, no podía.


E ti scorderai di me
Quando piove i profili e le case ricordano te
E sarà bellissimo
Perché gioia e dolore han lo stesso sapore con te
Vorrei soltanto che la notte ora velocemente andasse
E tutto ciò che hai di me di colpo non tornasse
E voglio amore e tutte le attenzioni che sai dare
E voglio indifferenza semmai mi vorrai ferire...
Non basta più il ricordo
Ora voglio il tuo ritorno…

Y yo lo notara
Cuando llueve perfiles y casas que recuerdan
Será hermoso
Porque la alegría y el dolor de han el mismo gusto con usted
Ojalá que el tiempo de la noche vaya más rápido
Y todo lo que tienes de mí de repente no volver
Y quiero que el amor y la atención que usted sabe dar
Y quiero indiferencia si nada, quiero hacer daño ...
No sólo más memoria

Ahora quiero la espalda ...


Esa última estrofa hizo añicos las barreras que contenían todos sus sentimientos y las sensaciones amenazaron de inmediato con rebasarla como si fueran una avalancha que era incapaz de detener.


—Pedro para el auto por favor —pidió con la voz estrangulada.


—¿Te sientes bien? —inquirió volviéndose a mirarla y la angustia se apoderó de su ser al ver tanto dolor reflejado en Paula.


—Necesito bajar —negó con la cabeza mientras contenía su llanto.


—Pau ¿Qué tienes? —preguntó Diana también alarmada.


—¿Quieres que te lleve a un hospital? —indagó de nuevo bajando la velocidad, no entendía por qué se había puesto así.


—¡Solo detén el auto! —exclamó consciente que estaba quebrándose.


Pedro se orilló a un lado de la carretera y frenando de golpe para hacer lo que Paula le pedía, la vio prácticamente saltar del auto sin importarle los demás que circulaban en la vía y
dirigirse hacia una de las setas que bordeaba el camino. De inmediato salió del vehículo para ir tras ella y descubrir el motivo que la hizo ponerse de esa manera.