sábado, 11 de julio de 2015

CAPITULO 6




Chicago, USA. Agosto 2012


Una suave llovizna bañaba los cristales del ventanal que le mostraba una vista preciosa de la ciudad, las luces a lo lejos creaban un hermoso espectáculo en cada una de las gotas que se deslizaba por el vidrio, de vez en cuando ella extendía su mano y seguía a una, perdiéndola rápidamente y dejando libre un suspiro cada vez que sucedía, se encontraba envuelta en una gruesa cobija de piel de peluche, se mantenía caliente gracias a ella y a la chimenea, así como a la taza de té que se había preparado. Miel, limón y canela.


Le encantaba la lluvia, podía pasar horas allí acurrucada, sólo mirándola caer, bañando toda la ciudad, cobijada por esa maravillosa calidez y con esta sensación de paz que la colmaba completamente. Que extraño que se sintiera precisamente así cuando pensaba en él, cuando recordaba aquellas tardes de lluvia que compartieron abrazados, tendidos sobre la gruesa alfombra frente a la chimenea, como amigos o como amantes, eso no importaba, la sensación de plenitud siempre era la misma.


—No nos hacía falta hablar, podíamos pasar horas sólo mirándonos y sonriendo, abrazados… ¿Cómo perdimos todo eso? ¿Dónde quedó esa magia? Fuimos felices… ¡Dios, quiero pensar que sí! Que yo te hice tan feliz como tú me hiciste a mí, pero a estas alturas no lo sé, ya no sé nada y no te imaginas cuánto me tortura esta incertidumbre, día y noche… ya sé que no gano nada con seguir preguntándome lo mismo, ni siquiera porqué lo sigo haciendo… o porqué estoy hablando en este momento como si tú pudieses escucharme, ¡Soy tan patética! —se lamentó llevándose las
manos al rostro para cubrir su vergüenza.


Se cubrió con la manta hasta quedar como un ovillo en el sillón, sintiendo unas enormes ganas de llorar, la calidez se estaba desvaneciendo de la misma manera que lo hacía esa sensación de tenerlo cerca, había pasado tres años aferrándose a un sueño, porque eso fue él en su vida, sólo un sueño… y ahora que necesitaba desesperadamente dejarlo ir para continuar con ésta no podía hacerlo, no tenía la fuerza, todo esto era tan cruel y absurdo.


—¿Qué ganaste con escribir esa historia Paula? Eres una
masoquista, te gusta sufrir, tienes alma de mártir… no, eres una estúpida, sí, una gran estúpida… debiste parar todo esto cuando pudiste, pero no, tú aceptaste el reto, jugaste y perdiste ¡Supéralo ya! Déjalo ir… déjalo ir… —susurró apretando los ojos con fuerza.


Las lágrimas de nuevo bañaban sus mejillas, luchó pero no consiguió ganarles, su respiración se hizo pesada y el nudo que se había formado en su garganta apenas si la dejaba respirar, se esforzó por llenar sus pulmones de aire y detener la avalancha, pero un sollozo reventó toda barrera que hubiera colocado, un segundo después se encontraba llorando amargamente.


—Por favor… ya no quiero seguir con esto, si tan sólo pudiera verte una vez, sólo una y poder cerrar este capítulo como se debe, he hecho tantas cosas y nada parece funcionar, siempre me tropiezo con tus recuerdos, siempre comparando, me has arruinado… me enseñaste que el amor era real y también que era hermoso, maravilloso, pero sumamente doloroso — seguía murmurando mientras lloraba y se acurrucaba más para no sentir ese frío que la lastimaba tanto como el recuerdo de su despedida.


Cerró los ojos con fuerza para contener las lágrimas y alejar de su mente la imagen de él. De nada servía luchar contra sus emociones, no había logrado superarlas en todos esos años, no lo haría esa noche aunque lo deseara con toda su alma, más que nunca Paula tenía miedo. Miedo de no poder superar ese amor, miedo de no poder sacarlo de su ser, de su corazón, de su alma.


—Me acostumbraste a ti, a tus besos, tus caricias, a tus sonrisas y tus miradas… Dime por favor cómo hago para olvidarte, dime cómo consigo liberarme de ti… no he podido dejarte de amar, ni de extrañarte un sólo instante en todo este tiempo —un sollozo escapó de sus labios y un nuevo
torrente de lágrimas la desbordó.


—Yo no quería enamorarme… no quería esto, sabía que iba perder contigo, lo sabía y aun así continúe… y no puedo decir que me arrepienta porque estaría mintiendo… quiero olvidarte y… y siento que si algo así llega a pasar me quedaría vacía. ¿Qué me hiciste? ¿Qué me hiciste? — preguntó con dolor. Y una vez más lo buscó en sus pensamientos, viajando en el tiempo, justo al momento en el cual todo comenzó.


Siempre pensó que su vida sería la que tenía hasta entonces y nada más, calmada, organizada, perfecta. Aún era joven, pero se podía decir que había vivido muchas vidas, quizás una por cada uno de sus personajes, había desempeñado tantos roles, no era actriz, pero creaba, daba vida, mundos, conflictos, era una especie de Dios, tenía el poder, cambiar la vida de muchos con el sólo movimiento de sus dedos y eso la hacía sentirse poderosa.


En la escritura había encontrado tantas cosas, había tenido aventuras y romances, había sido una heroína, una villana, una mezcla de ambas, tantas y lo que le faltaba, sabía que las posibilidades eran infinitas, tenía el don perfecto para sentirse satisfecha con su vida. Pero algo había estado fallando, su inspiración parecía haberse agotado y necesitaba urgentemente de un cambio, algo que le permitiera plasmar todas esas ideas que revoloteaban en su cabeza y que no lograba sacar, se quedaba mirando la hoja en blanco en el escritorio de su portátil por horas sin lograr escribir una sola palabra.


De seguir así perdería ese mundo que se había creado y también las metas que había alcanzado hasta el momento, había incluso asistido a terapia, pero no logró ayudarla, sólo quedarse con una buena cantidad de su dinero; mientras los personajes en su cabeza clamaban por libertad, girando y girando sin encontrar la salida. Así fue como optó por lo más arriesgado, tenía que alejarse de todo lo que le era conocido, debía atreverse a explorar por sí misma y no a través de sus personajes, tomó sus maletas y se marchó a Europa.


Primero fue Londres, luego París, Bruselas, Edimburgo y así muchas ciudades, estaba disfrutando por primera vez en su vida de cada centavo que había conseguido con su trabajo, viviendo experiencias que hasta ahora sólo había tenido a través de sus personajes. O al menos visitó algunos de los lugares donde desarrolló muchas de sus historias, siempre se caracterizaba por tomar dos escenarios en continentes distintos, le encantaba viajar y después de tanto tiempo por primera vez podía hacerlo por cuenta propia.


En torno a eso todo iba de maravilla, pero llegaba el momento de sentarse frente a su portátil e intentaba plasmar en una hoja todas esas ideas que apenas la dejaban dormir en las noches, su peor miedo volvía torturándola. Se bloqueaba de tal manera que ni siquiera escuchar música o ver alguna película hacían encontrar el conector que uniera su imaginación con la realidad, no lograba recuperar el don para escribir y comenzaba a desesperarse.


Así fue como decidió continuar con su viaje, al menos visitar y descubrir los hermosos lugares que Europa tenía para ofrecerle la ayudaba a distraerse, aunque las noches fueran un completo suplicio, sabía que regresar a América no resolvería nada, en el peor de los casos hasta podía terminar complicándolo todo y llenándola aún más de frustración. 


Sobre todo si su madre seguía insistiendo en que abandonara todo eso y se dedicara a construir una familia, a entregarle todos sus sueños a un hombre.


Eso jamás lo haría y menos después de su última experiencia, no dejaría de lado lo que la apasionada para dedicarse a un hombre que al final de cuentas no valoraría tal sacrificio. En primer lugar porque si de verdad la quisiera nunca la pondría a escoger y nunca actuaría como el miserable patán de Francis. Si hubiera sabido que más que dolida, se sintió salvada cuando descubrió que le estaba siendo infiel, el muy idiota le puso en bandeja de plata los motivos para liberarse de él y del absurdo compromiso que su madre deseaba arreglarle.


Además por supuesto de darle la excusa perfecta para escapar y viajar por toda Europa. Ante sus familias, que convenientemente se enteraron del desliz del rubio, ella se mostró como la víctima, porque en realidad lo era.


Durante casi tres semanas rechazó todo intento de reconciliación y al ver que sus padres esperaban que cediera y perdonara el engaño. Se indignó y sin consultar con nadie compró un boleto de avión, preparó sus maletas y dejó detrás a todos. Tenía la oportunidad de disfrutar por primera vez en su vida de una libertad absoluta y nada en el mundo la detendría.


Así había llegado hasta el lugar que más había deseado conocer desde que era una niña. Italia, recordó todo lo que la abuela de su mejor amiga de la adolescencia Isabella Mazza, le contara. La nona Margarita, era una mujer extraordinaria, tenía un don especial para cautivar cuando hablaba de su adorada Toscana, tanto así que gracias a ella, sus historias y las hermosas canciones que escuchaban juntas fue enamorándose de ese lugar aún sin conocerlo. La anciana hasta le pronosticó que si algún día llegaba a viajar a Italia, sería allí donde encontraría al amor de su vida, pues su apego por un lugar que no había visitado nunca, y que nacía del fondo de su corazón debía estar ligado a otro corazón que también la anhelara a ella.


Paula nunca le dio importancia a las palabras de la señora
Margarita, aunque fueron las primeras que llegaron a su mente cuando bajó del avión en el aeropuerto de Roma, y sus ojos se toparon con el apuesto capitán de cabello castaño, piel blanca y atractivos ojos verde oliva; que la ayudó con sus maletas y hasta le consiguió un taxi, una tarea casi imposible para una diminuta turista americana.


Le agradeció pero lo mantuvo a distancia, conocía bien la fama de casanova de los italianos y ella no había llegado hasta ahí buscando al padre de sus hijos o algo por el estilo, eso era absurdo, había comprobado que el amor y ella no se llevaban bien, en realidad ni siquiera se conocían, pues hasta ahora no había amado a ningún hombre, ya había descubierto el placer de ser mujer entre sus brazos, sin tener que amarlo y no sentía la necesidad de hacerlo. Ella necesitaba inspiración, encontrarla era su principal anhelo, todo lo demás ocupaba un segundo lugar en su vida.







CAPITULO 5





Roma, Italia. Agosto 2012


El cielo se cernía sobre él completamente oscuro, esa noche no había luna, ni estrellas que lo iluminasen, cada espacio a su alrededor estaba en penumbras y todo era frío, envuelto en una espesa neblina que le mostraba las luces de la ciudad a lo lejos, todas difusas, como si fuese una fotografía vieja. Se hallaba tendido en el diván que tenía en la terraza de su departamento, sin importarle que la temperatura bajara cada vez más, él apenas si lo sentía, estaba sumido en sus pensamientos y esos lo mantenían ajeno a todo.


Las luces del departamento se encontraban apagadas, no quería que nadie supiese que estaba allí, el teléfono desconectado, estaba harto de las mismas preguntas o de los reproches de su novia; quería estar solo, justo ahora necesitaba con urgencia estarlo, casi como tres años atrás lo estuvo; pero ahora no podía escapar de nuevo, porque sabía que a donde quiera que fuese eso que lo atormentaba no lo abandonaría.


Ya habían pasado cinco noches desde que se presentó en aquella entrevista, las palabras de Romina se le habían devuelto tal y como ella lo mencionó, todo el mundo que se acercó al día siguiente se encontraba interesado en conocer más acerca de la misteriosa mujer que le había roto el corazón, y si aún la seguía amando o si todo había sido un truco publicitario, él la invocó y allí estaba ella una vez más, ocupando sus pensamientos.


—¿Si aún te sigo amando? Eso era lo que más les interesaba saber, si aún te seguía amando… cómo si yo mismo no estuviese todo el tiempo negándome esa realidad, cómo si no quisiese mirarlos a los ojos y decirles “Ella, ya es pasado” y hacerlo sin sentir que el corazón se me quiebra a la mitad —susurró cerrando los ojos. —No sé qué fue más… si lo que me diste o lo que me quitaste, lo que te llevaste esa mañana de Toscana o lo que me dejaste, y ha permanecido aquí dentro de mí por estos últimos tres años que han sido una eternidad, yo no era así… no lo era, yo era fuerte y arrogante, podía lanzar las cosas al pasado sin pensarlo dos veces… pero contigo todo es distinto, de ti no puedo liberarme y me aterra pensar que sólo yo me encuentro en esta situación, que tú sí conseguiste superarlo, dejarme en el olvido y continuar con tu vida, justo ahora creo que se han invertido los papeles señora escritora.


Una corriente de aire se deslizó por el lugar, llegando hasta él y envolviéndolo por completo, metiéndose bajo su piel, llegando a sus huesos y robando de su corazón la calidez que siempre venía acompañando el recuerdo de ella, aunque también le trajera dolor, rabia, frustración… deseo. 


El deseo que sentía era igual de contundente a aquel que sintió tres años atrás, ése que ninguna otra mujer había logrado despertar en él después de ella.


Un suspiro trémulo escapó de sus labios, se llevó el antebrazo a la cara para cubrir sus ojos, mientras su cuerpo se convulsionaba por los sollozos.


Nunca había llorado así antes de ese día, nunca antes que ella lo dejara y se largara de aquel lugar sin importarle nada, sin importarle que le estuviera destrozando el corazón, que su mirada le estuviera rogando que se quedara, él no tenía que pedírselo, no tenía el derecho a obligarla a dejar todo, pero si ella lo hubiera deseado, si de verdad lo hubiera querido.


—Podías haberte quedado, podías haberlo hecho tanto como quisieras porque yo nunca te hubiera pedido que te fueras, porque no deseaba que lo hicieras, pero tú escogiste tu camino, decidiste y contra eso no podía hacer nada, igual no hubiera servido pues ya tú tenías todo planeado, desde un principio fue así, me lo dejaste claro: “No podemos enamorarnos”… y yo tan estúpido, tan seguro que tenía todo bajo control, no me di cuenta que ya era muy tarde, ya te amaba… y no sé en qué maldito momento me pasó, no cayó un rayo ni nada que me advirtiera que me había enamorado de ti… Me arruinaste por completo… ¿Para qué carajos quería yo saber lo que era el amor? ¿Para estar sufriendo como un pendejo? ¿Para eso?


Allí estaba ella de nuevo, adueñándose de sus pensamientos, con su hermosa sonrisa, sus ojos oscuros y con ese brillo que lo hechizaba, su piel blanca, suave como el terciopelo, sus cabellos que tantas veces lo cubrieron, en donde tantas veces se perdió. Podía sentirla cerca, respirando a su lado, su calidez, su aroma, la sutil caricia de sus manos cuando le recorría el rostro como si lo dibujara.


—No puedo sacarte de mí, estás en mi corazón, en mi cabeza, en mi piel… pensé que sólo sería deseo, que con el tiempo se me pasaría, pero aquí estoy llorándote como un estúpido… aquí me tienes amándote como si apenas ayer nos hubiéramos separado, y sufriendo como lo hice aquella vez, quizás más ahora, ahora que sé que sólo yo perdí este juego —se llevó las manos al rostro para limpiar las lágrimas y se movió hasta quedar sentado.


Mantuvo los ojos cerrados para no dejarla ir, aunque le doliera no deseaba abrirlos y darse cuenta que ella no estaba por ningún lado, creía que lo había superado, que al fin había logrado liberarse de su recuerdo, y tuvo que ir de masoquista a leer ese libro. ¿Por qué demonios lo hizo? ¿Por qué no la dejaba ir? ¿Qué ganaba con aferrarse a algo que no tenía futuro?


Una vez más los reproches llegaban hasta él para atormentarlo, para moverlo por dentro y hacerlo sentir completamente expuesto, ahora más que nunca. Y era él el único culpable, no había nadie más, ella sólo hizo lo que se suponía se debía hacer, volver a su vida, sus cosas, volvió a escribir y a ser la mujer exitosa que siempre había sido.


—Tú también lo hiciste Pedro, tienes mucho más de lo que tuviste alguna vez y eso debe bastarte, era lo que deseabas, incluso le cumpliste la promesa a ella de actuar sólo en los papeles que te gustaran, sin dejarte presionar por nadie… ambos retomaron sus caminos, no puedes reprocharle nada, y ella tampoco puede hacerlo contigo, sabes que no lo haría… porque incluso en eso sería generosa, estaría feliz por ti y tú debes estarlo por ella ¡Ya basta de lamentaciones y pendejadas! —se puso de pie con lentitud.


Se sentía cansado, como siempre que sus sentimientos lo desbordaban y acababa pensando en ella y todo lo que vivieron, intentaba una y mil veces recordarla con alegría. 


Pero su realidad siempre lo llevaba a ese punto en el cual se encontraba, a su separación y el dolor que había sentido en todos esos años, la ausencia superaba a cualquier otro sentimiento, jamás pensó que la extrañaría tanto, que su vida sería de esa manera después de ella.


Seguía buscándola en todas partes, cuando por casualidad escuchaba a alguna americana hablar, se volvía de inmediato, aun consciente que su voz no era la de ella, soñaba con verla en alguna plaza, encontrarla caminando por cualquiera calle, o sentada en un café observando a las personas pasar, incluso la lluvia se la recordaba, y en esas noches era cuando más la extrañaba. Dejó libre un suspiro, su mirada se perdió en las luces a lo lejos y después en las pocas estrellas que se mostraban en el cielo. El recuerdo de cómo había empezado todo eso colmó su mente y el ambiente cambió de manera radical. Ya no se encontraba en ese lugar, ahora estaba en uno completamente distinto, a kilómetros de aquí, ese a donde sus anhelos y sus recuerdos lo habían llevado, al lugar donde su vida cambiaría.







CAPITULO 4




Su primer libro lo publicó con sólo dieciséis años y había sido un éxito, mayor del que hubiera esperado, le costó tanto publicarlo, con el apoyo de una editorial pequeña, a escondidas de sus padres, bajo un seudónimo, había sido toda una hazaña. El segundo rebasó al primero y así uno tras otro, ya llevaba diez en total y sabía cómo lidiar con estas cosas, todos habían sido Best-seller, conocía todo lo que acarreaba llegar a ese punto, no debía sentirse intimidada.


La única diferencia es que “Rendición” lo había logrado en sólo veintiocho días y comenzaba a sospechar a que se debía su éxito, seguramente era por él, todas debían estar enamoradas, pérdidas ante su maravilloso despliegue de seducción… ¡Vaya, tardaron menos que yo! Se dijo frunciendo el ceño y una extraña punzada en el pecho la hizo temblar ligeramente, movió la cabeza para liberarse de esa sensación.


Después de revisar los reportes con más detalle, procedió a responder las felicitaciones de la editorial, los blogs que visitaba, así como de publicar la nota en su página web y también compartir la noticia en las redes sociales, incluso se tomó una fotografía prácticamente obligada por su representante y su hermana, quienes por supuesto posaron junto a ella mostrando con orgullo la nota del New York Times ; Walter y su cuñada Lidia la llamaron para felicitarla, también lo hicieron sus padres y Nicolas, quien colocó el alta voz para que los chicos de su escuadrón le hicieran llegar sus palabras.


No sabía que los marines leyeran novelas de amor, pero al parecer también lo habían hecho, seguramente obligados por su hermano, la verdad es que fueron muy amables. 


Ignacio le envió un correo electrónico, al no poder comunicarse con ella pues su teléfono se había mantenido ocupado desde hacía una hora, pero siguió insistiendo hasta que logró comunicarse, le hizo saber cuán orgulloso se sentía e incluso compartió su mensaje en su cuenta, agregando que era el hombre más dichoso del mundo al tenerla a ella junto a él.


La invitó a cenar para celebrar, pero Paula prefería algo más íntimo, no quería estar toda la noche dedicando sonrisas y saludos, lo más probable es que llegara a su casa con el brazo y las mejillas adoloridas; su novio aceptó encantado y le prometió que estaría en su casa a las ocho, ni un minuto más.


Contando con la puntualidad de su padre quien era inglés el castaño cumplió con su palabra, llegó hasta el departamento de Paula a las ocho exactamente, rebosante de felicidad y con el pecho hinchado de orgullo, todos sus conocidos le habían mencionado el logro de su novia, resaltando el talento y la calidad de Paula, para él tener una mujer como ella a su lado era una verdadera satisfacción.


Ignacio era un hombre apuesto, maduro y elegante, economista graduado en la universidad de Harvard y con varios posgrados en prestigiosas escuelas entre las cuales se encontraba la de Oxford y Toronto; a sus treinta y cuatro años tenía más éxito del que muchos hombres de su edad pudieran siquiera imaginar poseer, había logrado conseguir méritos propios y resaltar sin necesidad del aval que representaba ser parte de una de las familias más antiguas y pudientes de Chicago. Era el tercer hijo de Douglas Howard Woodrow, banquero de renombre, prestigio y honestidad intachable, al cual le había seguido los pasos, convirtiéndose en una de las figuras que más resaltaba en el mercado bursátil del país.


Sin embargo, su vida personal se había visto truncada en varias ocasiones, después de algunos noviazgos improductivos y un matrimonio fracasado, se podía decir que no tenía suerte para el amor. Su ex mujer era una modelo, tan hermosa como complicada, y aunque durante muchos años él se cegó ante su egolatría, el día que le pidió tener hijos y ella se negó por no perder su figura las cosas entre los dos cambiaron.


Él intentó lidiar con el egoísmo de su mujer, pero al cabo de dos años se rindió y terminó pidiéndole el divorcio, deseaba tener una familia y era obvio que Olga no se la daría. 


Después de un año conoció a la famosa escritora Paula Chaves y su mundo cambió por completo.


—¿Dónde está la mujer más especial y hermosa de este mundo? — preguntó en voz alta para que ella escuchara.


La chica sintió su corazón llenarse de calidez al ver el brillo en los ojos hazel de su novio, esa mirada mostraba todo el orgullo y el amor que sentía por ella, el que cada día parecía crecer un poco más, ayudando al suyo a hacerse fuerte para luchar contra ese fantasma del pasado que a veces venía a atormentarla, sabía que Ignacio lograría liberarla por completo de aquel amor frustrado, quizás se llevara un poco de tiempo, pero al final… lo conseguiría.


Él era un hombre maravilloso, con la madurez necesaria para hacerla sentir cómoda y confiada, además de guapo, tenía unos hermosos ojos hazel, una exótica mezcla entre el café y el verde, medía cerca de metro ochenta y cinco, su cabello castaño siempre ordenado y prolijo, tenía una figura atlética gracias a su afición al Polo y a las regatas de veleros, y lo mejor de todo era un caballero que la trataba como a la mujer más hermosa y especial del mundo.


Se acercó envolviéndola con sus brazos para besarla con suavidad en los labios, eso la sacó de sus pensamientos, le gustaba mucho sentir la seguridad que el abrazo de su novio le ofrecía, él hacía que todo fuera sencillo, ordenado, tan perfecto, justo como ella deseaba que fuera su vida, después de interrumpir el beso tomó el rostro de Paula entre sus manos y mirándola a los ojos habló de nuevo.


—Además de ser también la dueña de mi corazón, luces tan hermosa princesa, felicidades por tu éxito, estoy seguro que vendrán muchos más — indicó mientras se alejaba un poco le entregó el ramo de rosas sonriendo.


—Ignacio están bellísimas, gracias y gracias también por todo lo que me das, por apoyarme y soportar que te deje abandonado por días, tal y como le dije a Jaqueline y a Di, sin cada uno de ustedes todo esto no hubiera sido posible —mencionó acariciándole la mejilla con ternura.


—Nosotros sólo hicimos lo que debíamos, todo lo demás es tuyo, la historia que está vendiendo cientos de ejemplares es absolutamente de tu invención y solo tú debes recibir el crédito por ello… hablando de la historia, he traído una botella de Perrier-Jouet, ya sabes que se me da mejor que los vinos, yo no soy un especialista como el famoso Franco, sin embargo, espero que sea de tu agrado —dijo mostrándole la botella, mientras sonreía un poco dudoso de su elección.


La castaña se tensó unos segundos, la sola mención del nombre del protagonista de su libro y su destreza con los vinos, hizo que un recuerdo llegara hasta ella, pero de inmediato se obligó a sonreírle a su novio y centrarse en el momento.


—El champagne es perfecto, ven, pasemos a la mesa —señaló alejándose un poco del abrazo para buscar un jarrón y colocar las rosas, eran preciosas en verdad y su aroma había inundado todo el lugar, le encantaban.


Ignacio no le permitió separarse mucho, mostrando una sonrisa le dio un beso en la mejilla, se sentía feliz al saber que había acertado, que al fin parecía haberle ganado una al personaje que tenía a todas las mujeres en el país vueltas locas y a sus pies. Pero también lo estaba por ella, lo llenaba de satisfacción ver a Paula en la cúspide del mundo, la abrazó de nuevo, esta vez rodeándole la cintura con el brazo, acercándola a su cuerpo.


Puede que el italiano tuviera cientos de admiradoras y que todas soñaran con tener a su lado a un hombre así, o una mujer idealizada como el personaje femenino. Él no necesitaba basar sus sueños en personajes ficticios, él tenía a Paula que era mejor que cualquiera, incluso que la famosa Priscila que también se había ganado varios fans, la heroína de Rendición era interesante y muy atractiva, pero, no era nada comparado con la mujer que caminaba a su lado y de cuyo amor, él era únicamente dueño.


Un beso más, ahora en el hombro provocó un ligero temblor en ella, la sonrisa de él se hizo más amplia, le encantaba la suavidad de la piel de su novia, lo sensible que era ante cada beso, cada caricia, ella era sencillamente perfecta y él la adoraba.


Caminaron así hasta el comedor y una vez en éste se separaron, para cada uno ocupar su puesto, sería una cena especial y una noche maravillosa. Ignacio se había propuesto quedarse a dormir junto a su mujer, así consideraba a Paula, su mujer, y no les hacía falta que un papel o un cura se lo asegurara, en el fondo de su corazón éI sabía que ella era suya, como él era de ella.