Paula caminaba por el pasillo con rapidez para evitar que las lágrimas la desbordaran antes de alejarse de él, se sentía tan dolida, furiosa y decepcionada que hubiera preferido mil veces no verlo de nuevo, solo quedarse con el recuerdo que atesoraba de la noche anterior o aquellos que había guardado en su corazón durante años. Se giró cuando entró al ascensor y pudo verlo parado al final del pasillo mirándola fijamente como si le resultase increíble que ella estuviera dejándolo allí, al fin las puertas de acero se cerraron y ella le dio riendas sueltas al dolor que le laceraba el pecho, dejando que las lágrimas bajaran con libertad por sus mejillas.
Respiró profundamente e intentó calmarse pues no podía seguir así, si alguien entraba y la veía de esa manera empezaría a hacerle preguntas y los rumores no tardarían en desatarse. Al fin el elevador abrió sus puertas en el pasillo donde quedaba el piso compartido por ambos hoteles, salió y caminó por éste con la cabeza en alto, saludando con una sonrisa a las personas que se encontraba y la reconocían, incluso se vio posando para un par de fotografías.
Cuando llegó a su habitación lo hizo con la férrea idea de comenzar a hacer sus maletas y marcharse de allí, estaba harta de vivir en esa permanente angustia pensando que en cualquier momento su historia con Pedro se descubriría o que él estaría en cada rincón acechándola. Encendió el iPod para animarse un poco pues odiaba el silencio que reinaba en su habitación, hizo un par de llamadas a Patricia y a Thomas para informarles que regresaría a Chicago, así como un correo a Guillermo Reynolds padre, donde le mencionaba que debía atender algunos asuntos familiares y por eso se marchaba, solo quedaba a la espera de los próximos compromisos a cumplir.
—Está todo hecho, no pienso jugar tu juego de nuevo Pedro, mi error hace tres años fue aceptar el reto y continuar sin hacerle caso a todo lo que me advertía que debía alejarme de ti. Bueno aprendí la lección y no cometeré las mismas equivocaciones —dijo mientras buscaba las maletas en el armario y las colocaba sobre la cama para comenzar a empacar.
Y como si el cosmos se pusiera de su lado la canción que comenzó a sonar en ese momento terminó por darle la razón y abrirle los ojos; estaba haciendo lo correcto para mantenerse a salvo. Se aseguraba doblando las prendas y depositándola en las maletas mientras la potente voz de Adele inundaba el lugar.
So I won't let you close enough to hurt me
No, I won't ask you, you to just desert me
I can't give you what you think you gave me
It's time to say goodbye to turning tables
To turning tables.
****
Pedro se mantuvo parado viendo el espacio vacío que había dejado Paula cerca de diez minutos, mientras una mezcla de sentimientos que iban desde la rabia hasta el dolor barría por
completo su cuerpo. Cuando al fin salió de ese estado caminó hasta la habitación de Lucca y al mismo tiempo a la de Lisandro que quedaba contigua a ésta, llamó con golpes enérgicos en ambas puertas y después de un minuto el primero en abrir fue su agente.
—¿Qué sucede Pedro? ¿Ha pasado algo? —inquirió el hombre alarmado al ver el estado del joven.
—Nos regresamos —contestó con tono adusto y vio que su hermano también se asomaba en su puerta.
—No he dormido ni cuatro horas ¿Se puede saber qué carajos quieres? ¿Por qué tocas de esa manera? —preguntó molesto, con el ceño fruncido y el cabello desordenado.
—Volvemos a Roma, hagan sus maletas mientras yo busco tres boletos en el próximo vuelo — dijo sin importarle el gesto de perplejidad de sus compañeros y les dio la espalda.
Lisandro dejó libre un bufido y se llevó la mano a la cara con fastidio, pasándola varias veces para alejar la sensación de sueño que sentía, solo llevaba el pantalón del pijama, pero igual salió y siguió a su hermano a su habitación para saber a ciencia cierta lo que pasaba.
Lucca conocía a Pedro como si fuera su hijo y muchas veces había presenciado ese tipo de arranques por parte del joven, pero no desde que tomó las riendas de su carrera, pensaba que nunca más vería al Pedro impulsivo y poco tolerante de años atrás. Imitó la acción de Lisandro y caminó para unirse al actor en su habitación y enterarse de lo que había sucedido e intentar hacerlo entrar en razón, pues al parecer él no estaba evaluando que tenía un compromiso allí.
—Ok, dinos lo que sucedió para que desees regresar a Italia… —decía Lisandro cuando su hermano se volvió a mirarlo y habló.
—No ocurrió nada, solo entendí que estoy perdiendo mi tiempo en este lugar —contestó tomando su celular para marcar el número de la aerolínea y pedir los pasajes a Roma.
—Pedro podrías mirarnos un momento, no somos parte del decorado y te recuerdo que también podemos opinar —habló de nuevo Lisandro que comenzaba a exasperarse por la actitud tan infantil de su hermano y de pronto todo encajó perfectamente— Hablaste con Paula Chaves — no le hizo falta que su hermano le respondiera, solo bastó con ver cómo su gesto se endurecía y marcaba con mayor insistencia el número en su teléfono móvil, eso lo molestó aún más— ¡Carajo ya deja eso! —indicó arrebatándoselo.
—Lisandro dámelo… Si ustedes quieren quedarse pueden hacerlo, pero yo me voy —sentenció caminando hasta el closet para tomar las maletas y comenzar a llenarlas.
—Pedro no quiero atormentarte y tendrás tus razones para marcharte, pero creo que estás olvidando que tienes un compromiso en este lugar, has firmado un contrato para trabajar en Rendición y si lo incumples te pueden demandar por una cantidad considerable de dinero… — exponía Lucca y el joven no lo dejó continuar.
—¡Que me demanden! Que hagan lo que se les dé la gana, yo me regreso a Italia y es mi última palabra —esbozó furioso.
Lisandro que había encontrado muy entretenido el espectáculo que estaba dando su hermano no pudo seguir controlando la risa, estalló en una carcajada que resonó en toda la habitación y aunque intentó controlarse al ver la mirada asesina que le dio Pedro no pudo parar, se llevó una mano al estómago y otra a los lagrimales.
—¿Se puede saber qué mierda te causa tanta gracia? —inquirió molesto plantándosele en frente, estaba harto de ser la burla de todos.
—Esta actitud de niño malcriado que tienes, déjame adivinar… Paula Chaves te escribió diciéndote que no podía venir a verte o que no dejaría a su novio porque el tipo no se merecía una traición, quizás hasta te pidió que te fueras… aunque no, eso no porque si no te lo hubiera exigido antes y tú sintiéndote ofendido y decepcionado te das por vencido así nada más… la verdad yo soy quien se siente completamente defraudado con tu actitud Pedro —mencionó.
—Me importa un carajo lo que sientas, he dicho que me voy y me voy —pronunció con determinación y comenzó a lanzar sus cosas en la maleta sin el menor cuidado.
—¡Hey! Un poquito más de respeto que le estás hablando a tu hermano mayor —señaló Lisandro tornándose serio.
—Lo tendría si mi hermano mayor se comportara como tal y dejara de estar burlándose de mí — le hizo saber extendiéndole la mano para que le entregara su teléfono.
—Está bien, tomemos las cosas en serio ¿Qué fue eso que te dijo Paula Chaves que te puso de éste modo? —preguntó mirándolo fijamente e ignoró su mano.
—Eso no viene al caso ahora —contestó con tono hosco.
—Yo diría que sí —acotó Lucca tomando asiento en uno de los sillones junto al ventanal, pues esa conversación tenía muestras de ser bastante larga—. Pedro, no puedes dejar que tu vida personal interfiera en tu carrera de esta manera, en Italia ya se conoce la noticia que serás el protagonista de Rendición, tuve que apagar el móvil pues no dejaban de entrar mensajes y llamadas de todos los diarios preguntando si eso era cierto o se trataba de solo un rumor. Has dado un paso muy importante en tu carrera y creo que aún no has caído en cuenta de la magnitud que éste tiene… —indicó mirándolo.
Los hermanos guardaban silencio y él supo que había sido una buena estrategia tomar la palabra, pues de continuar Lisandro lo más probable es que solo empeoraría las cosas, esa manía que tenía de comportarse como un chico de preparatoria no era la más indicada para el momento, era evidente que Pedro estaba muy susceptible y si seguía burlándose de él lo sacaría de sus cabales.
—Tu mánager es un hombre sensato, escúchalo —le ordenó el mayor mientras se apoyaba en el gran ventanal confiado en el vidrio.
—Aléjate de allí… es peligroso —esbozó Pedro sintiéndose nervioso nada más de verlo en
ese lugar.
—Esto es resistente no te preocupes y mejor siéntate para que escuches lo que Lucca tiene que decirte —indicó en tono calmado.
Al ver que Pedro estaba perdiendo los colores del rostro se alejó del ventanal y se apoyó en el escritorio cruzándose de brazos. Él sabía que su hermano le tenía cierta fobia a las alturas, aunque nunca se lo había confesado, tampoco era tan buen actor para ocultarlo del todo. No quería agregar más tensión al momento así que cedió a su petición, pero ese era otro punto a tratar más adelante.
—Me da igual el papel o qué éste signifique para mi carrera, yo no necesito de esta fama y no vine aquí por él Lucca… —decía con algo de vergüenza cuando el otro lo detuvo.
—Lo sé, has venido por ella. Pero no podías pretender que te aceptara de la noche a la mañana como si los años que pasaron alejados no hubieran transcurrido —esbozó con tono calmado y lo invitó a sentarse con un ademán—. Pedro las cosas no son así de fáciles, las mujeres no son como los hombres que tomamos decisiones sin darles muchas vueltas al asunto, ellas analizan todo demasiado y más cuando se trata de un paso tan importante… mira, yo no conozco mucho a Paula Chaves, pero si es parecida al personaje que describió en Rendición, su actitud es completamente normal. Olvida que ella va a recibirte con los brazos abiertos y a dejarlo todo simplemente porque tú le digas que deseas retomar lo que tuvieron, primero debes darle tiempo para que ella asimile esta situación y pueda decidir qué hacer… sin presiones —explicó mirándolo a los ojos como si se tratara de un padre que habla con su hijo adolescente, aquel que no vio crecer pues le fue arrebatado siendo apenas un niño de la manera más cruda.
—Exactamente eso le dije yo… que debía tener paciencia con ella y no presionarla —señaló Lisandro viéndolo con reproche.
—Yo no la presioné, ella ni siquiera me dejó hablarle… me negó toda posibilidad de entrada y cuando le dije que nos diéramos una oportunidad, me salió con que no podía porque era una mujer comprometida —pronunció sintiéndose furioso.
—¿Y acaso no lo es? —preguntó Lucca mirándolo con severidad.
—A Pedro no le importa el novio, dice que ella aún lo ama y que solo está con el otro por tener una fachada o una compañía, pero que no lo quiere —contestó Lisandro al ver que su hermano intentaba controlar su rabia, pero el gesto en su rostro lo delataba—. Igual el caso aquí no es lo que ella siente por el otro sino lo que aún siente por ti, es allí donde debes enfocarte y siendo sincero anoche estuve analizando algunas de las reacciones que tuvo para contigo y puedo casi asegurar que no le eres indiferente. Pero eso no te asegura nada, debes esforzarte y conquistarla de nuevo, hacerlo esta vez como se debe y sobre todo tener en cuenta que hay demasiadas cosas entre los dos que deben ser aclaradas ¡No puedo creer que todavía a estas alturas yo tenga que estar dándote consejos! Casi tienes treinta años Pedro Franco —dijo con una sonrisa burlona al ver la cara de niño regañado de su hermano.
—Lisandro tiene razón, y yo tampoco pensé que dentro de mi contrato de mánager debía cumplir la función de celestino —esbozó Lucca en tono divertido para relajar al menor de los Alfonso.
—Tomaré sus consejos, le daré espacio y tiempo para que pueda analizar las cosas, pero no me quedaré de brazos cruzados —dijo.
Se puso de pie y comenzó a reorganizar la maleta, dándoles a ellos la impresión que ordenaría todo de nuevo en el armario, pero sus intenciones habían cambiado.
—¿Qué haces metiendo más prendas en tu equipaje? —preguntó Lisandro desconcertado.
—Voy a viajar, hazme el favor de hablar con alguno de tus conocidos en el aeropuerto, necesito un pasaje de avión a Chicago que salga hoy mismo… —decía pero se detuvo cayendo en cuenta que si deseaba darle espacio a Paula no podía hacerle saber que iría tras ella—. No, mejor que sean tres boletos para Nueva York, visitaremos esa ciudad un par de días y después iremos hasta Chicago.
—Pedro… ¿Qué parte de “no presionarla” no entendiste? —inquirió de nuevo asombrado.
—No la estoy presionando, pero tampoco bajaré la guardia, ya viste que el miserable de Guillermo Reynolds puso los ojos sobre ella y no dejaré que gane terreno. Si tengo que medirme con alguien será solo con Ignacio Howard, iré hasta Chicago para no perderla de vista y porque quiero ver con
mis propios ojos qué tan perfecto es para que Paula lo tenga en un altar —mencionó con determinación y continuó con la labor de hacer las maletas.
—Perfecto, esa es una excelente estrategia, al enemigo hay que tenerlo cerca y conocerlo muy bien. Te apoyo, pero yo tengo que regresar a Roma dentro de tres días, así que solo te acompañaré hasta Nueva York —indicó Lisandro devolviéndole su móvil, pero después lo pensó mejor y lo retuvo—Será mejor que haga esa llamada al aeropuerto y te aviso desde ya, tomaremos el último vuelo de hoy, odio viajar de día cuando no piloteo yo —agregó y marcó un número que se sabía de memoria.
—Yo también tenía planeado regresar a Roma en tres días Pedro, había hablado ya con Martha Wilson y ella mencionó que las grabaciones empezarán dentro de quince días, veinte a lo sumo y antes de eso debo atender los pendientes que nos quedan… —informaba a su representado cuando él lo detuvo.
—¿Quince días? Bueno yo me quedaré aquí hasta entonces y viajaré junto al equipo de producción, cancela todo lo que tenía pendiente y diles que el contrato me obliga a alejarme de los medios por estos meses —indicó organizando todo en su cabeza.
Lucca vio la determinación en Pedro y no le quedó de otra que hacer lo que le pedía, además deseaba apoyarlo. Lisandro les informó que ya todo estaba listo para su viaje a Nueva York, saldrían en el vuelo de las nueve de la noche, así que le quedaba todo el día para dormir, lo que no pensó dos veces y se marchó a su habitación.