viernes, 21 de agosto de 2015

CAPITULO 139




Pedro caminó hasta el mini bar y tomó una botella de agua de la nevera empotrada, debía tener la cabeza despejada para el interrogatorio que venía a continuación. Mientras veía a su hermano sentarse en uno de los sillones a la espera de toda su historia con Paula, era evidente que había descubierto quién era la misteriosa mujer que le había roto el corazón. Caminó hasta el ventanal para dejar que su vista se perdiera entre la oscuridad salpicada por millones de diminutas luces que podía apreciar desde allí, no le resultaba tan molesto estar a esa altura mientras no fuese consciente de la distancia que lo separaba del suelo, cerró los ojos y liberó un suspiro buscando las palabras para dar comienzo a su confesión.


—Estoy esperando —le hizo saber Lisandro impaciente.


—Lo sé… es imposible no sentir ese molesto golpeteo que haces con el pie y está a punto de hacer que te lance esta botella —contestó y sonrió al escuchar que se detenía.


—¿Ella es la chica que conociste en la Toscana? —inquirió Lisandro sin darle tiempo de dar más rodeos al asunto.


—Sí —contestó con un monosílabo sin mirarlo.


Lisandro ya esperaba una respuesta afirmativa a su pregunta, pero aun así la sorpresa lo dejó descolocado unos segundos, sobre todo cuando a su cabeza llegó la segunda pregunta que le haría a su hermano y la imagen de Paula Chaves acompañándola.


—Y ese libro… Rendición, no es algo ficticio que ella sacó de su cabeza sino la historia de ustedes dos, ¿cierto? —inquirió viendo la espalda de su hermano y era evidente que él cada vez se tensaba más.


—Con algunas variantes... pero es en esencia lo mismo —contestó y seguía mirando a través del ventanal mientras se preguntaba en qué rincón de esa ciudad se encontraba Paula.


—Claro… como por ejemplo la profesión de ambos, el motivo por el cual estabas allí, que quizás ella no lo sepa y por supuesto el final de la historia, tú nunca llegaste al aeropuerto a buscarla — mencionó con conocimiento de causa.


—Ella lo sabe todo, yo le conté porqué me encontraba allí.


Las palabras de Pedro lo sorprendieron aún más de lo que ya se encontraba, él había sido demasiado receloso con ese asunto, incluso a esas alturas su propia hermana Aliciaseguía ignorante del verdadero motivo que lo llevó a estar lejos por tanto tiempo.


—¡Cuánta confianza! Ella debió ser muy especial para que te abrieras de esa manera y le contaras todo de buenas a primeras, sobre todo tomando en cuenta que en ese tiempo ni siquiera a mí que te apoyaba en todo, me dijiste los problemas que te aquejaban y no me diste la oportunidad de ayudarte a salir de ese pozo de mierda… ¿sabes algo? No comprendo aún cómo pudiste mantenernos al margen y menos ahora cuando me dices que a una extraña a que apenas conocías sí le contaste todo —esbozó con rabia.


—Son dos situaciones muy distintas Lisandro… —intentó defenderse, pero su hermano no lo dejó. 


—¡Claro que son muy distintas! Nosotros somos tu familia y merecíamos que fueras sincero… ella apenas estaba llegando a tu vida y no tuviste problemas para contarle todo. Alicia aún sigue con ese resentimiento porque no sabe la verdad y cree que tú solo te fuiste a vacacionar y te olvidaste de todos —decía realmente molesto.


—Alicia no entendería la situación y se sentiría decepcionada de mí, prefiero que se sienta molesta a que se entere que su hermano fue una gran mentira y que estuvo a punto de morir por adicto… eso sería mucho peor —mencionó con determinación y el dolor que esos recuerdos le provocaban, todavía después de todos los años que habían transcurrido seguía cargando con esa pena.


 —Ella ya no es una niña, sabes que te comprendería y se sentiría mucho mejor sabiendo que le eres sincero. Pedro, Alicia siente que ya no confías en ella y eso es lo que le duele… por eso tampoco confía más en ti —acotó sintiéndose molesto.


Pedro se quedó en silencio observándolo con resentimiento y dolor, su hermano parecía tener un don para herirlo donde más le dolía, sabía que no lo hacía por mal sino para hacerlo
reaccionar, para recordarle lo que debía ser importante para él y quizás tenía razón con relación a Alicia, a lo mejor era hora que se sincerara con ella.


—Habla con nuestra hermana Pedro y cuéntale todo, dile lo que te motivó a irte dejando todo atrás… ella merece saberlo —bajó un poco el tono de su voz notando que sus palabras habían herido a Pedro, no quería abrirle viejas heridas, solo deseaba cuidar de él, pero a veces no sabía cómo, le hacía falta la delicadeza de su madre—. Bueno y tampoco te dije esto como un reproche, aunque sonase así, pero debes comprender que no es fácil para mí que creo saber todo de ti andar descubriendo una sorpresa tras otra —excusó su actitud.


—Tranquilo no hay problema, tienes razón en muchas cosas y soy consciente de ello Lisandro… pero no culpes a Paula de nada, ella solo me escuchó cuando lo necesité y sí, me resultó fácil hablarle de lo sucedido, pero porque sentía que no me juzgaría, después de todo ella no sufrió el daño que les causé a ustedes —contestó apenado y le esquivó la mirada.


—Bueno ya dejemos eso de lado, que no sé ni siquiera cómo llegamos aquí, la cuestión ahora es otra. Según el libro ustedes dos estaban enamorados y podría decir que todo lo que leí fue solo un juego de la imaginación de ella, si no te hubiera visto a ti confesarle a toda Italia que también la amaste, mi pregunta entonces sería ¿por qué se separaron y por qué ahora se tratan como dos extraños? —lo interrogó de nuevo, tenía demasiadas preguntas girando en su cabeza y no saldría de allí sin quedar satisfecho.


—Es algo complicado Lisandro —esbozó dejándole ver su cansancio, intentando escapar con eso del cuestionario.


—Sí, claro supongo que debió ser muy complicado para todos ustedes habernos visto la cara de idiotas. ¿Mi madre lo sabe verdad? ¿Es por ello que te apoyó desde el inicio para que vinieras al casting?


El reproche estaba impregnado en cada una de las palabras de Lisandro, sentía que conocía todo de su hermano y de la noche a la mañana le salía con algo como eso, no era justo. Ya le había pasado lo de aquella confesión que hizo en la entrevista de su amiga Beatrice, pero de allí a que estuviera haciendo todo eso y no le contara nada, no le dijera que la mujer en cuestión era la escritora de Rendición y que él venía a América para buscarla era demasiado.


—Nuestra madre sabe todo porque… —se interrumpió sin saber cómo continuar, pero vio la exigencia en la mirada de su hermano y dejó escapar un bufido que drenara la tensión que sentía, no le quedaba más remedio que continuar lo sabía—. Le conté todo cuando ella fue a la Toscana a buscarme. Paula y yo acabábamos de separarnos y me encontraba hecho mierda… sufriendo por ella y era demasiado evidente como para ocultárselo —calló apenado.


Recordó cómo lo consiguió su madre en aquella ocasión, había estado bebiendo dos días seguidos tendido en su cama que aún conservaba el olor de Paula, rodeado de las fotografías de ella que había guardado para él y llorando como un marica por una mujer que se marchó dejándolo sin siquiera mirarlo a la cara una última vez.


—Pero no me contaste a mí, se supone que además de hermanos somos amigos, que confiamos el uno en el otro y ya van muchas cosas que me ocultas Pedro, no te pido que me cuentes toda tu vida privada porque hay cosas que son solo tuyas, pero me jode que me excluyas de esta manera… a ver ¿Cuándo pensabas decirme el verdadero motivo por el cual estás aquí? Porque supongo que no es por la película sino por ella —indicó mirándolo a los ojos.


—Me daba lo mismo si conseguía el papel o no, mi principal interés es Paula, verla y poder hablar con ella era lo que realmente deseaba y hoy pude hacerlo —esbozó con una sonrisa.


—Y deduzco por tu cara que todo salió tal como esperabas… pero tengo una interrogante más o mejor dicho dos. ¿Sabes que ella tiene una pareja en estos momentos y que lleva dos años de relación con él? Al menos eso me dijo su hermana Diana —mencionó en tono serio, no quería hacerlo sentir mal pero debía dejarle claro cómo estaban las cosas con relación a Paula Chaves.


—Lo sé —contestó en un tono de voz que lo hizo parecer un perro rabioso, el comentario de su hermano fue como una patada justo a su entrepierna y le borró la sonrisa de un tajo.


—Bien, ¿y qué piensas hacer respecto a ello? —lo interrogó una vez más y lo miraba fijamente para que no se le escapara.


Sin embargo, Pedro se puso de pie y se alejó de él una vez más caminando hacia el ventanal, mientras se masajeaba la nuca con una mano, buscando de nuevo entre los millones de luces aquella que estuviera iluminando a Paula en ese instante, dejó escapar un pesado suspiro y habló para darle respuesta a su hermano.


—Paula aún me ama, pude sentirlo esta noche Lisandro… ella al igual que yo no ha conseguido olvidar este sentimiento que nos une, precisamente por ello escribió ese libro, porque a lo mejor necesitaba hacérmelo saber y no encontró otra manera de hacerlo —se volvió para mirarlo sintiéndose confiado en lo que sentía.


—Puede que eso sea cierto, pero aún queda el novio… ella tiene un compromiso —decía cuando el actor lo detuvo.


—Paula no lo mencionó en ningún momento y además si ellos todavía estuvieran juntos, ¿dónde estaba él hoy? ¿Por qué no estuvo presente en un día tan importante para ella o para alejarla del miserable de Guillermo Reynolds que pretendía seducirla? —inquirió con rabia y al ver que Lisandro se quedaba mudo continuó— Me importa un carajo ese hombre y me vale mierda el compromiso que tengan, yo he venido por Paula y voy a llevármela —sentenció mirándolo.


—Te sientes muy seguro de ti mismo y das todo por sentado, ¿acaso ya se lo dijiste a ella? me vas a perdonar Pedro, pero la actitud que percibí hoy en Paula Chaves no es la de una mujer que ha recuperado al amor de su vida, sino la de una chica muerta de miedo y que estaba a punto de quebrarse de tanta tensión. En un principio pensé que era por todo esto de la película, pero ahora lo veo claramente, ella no está lista para afrontar lo que le pides…


—¿Desde cuándo eres psicólogo o desde cuándo crees que puedes entender a Paula mejor que yo, si apenas la viste hoy? —preguntó con molestia plantándose frente a Lisandro.


—Primero cálmate y deja de verme como tu enemigo, solo intento hacerte ver las cosas tal cual son, como siempre te estoy protegiendo de que te lleves una desilusión idiota, así que siéntate allí y escúchame atentamente —le ordenó con la autoridad que ser el hermano mayor le otorgaba, lo vio
hacerlo a regañadientes y liberó un suspiro llenándose de paciencia—. Segundo no necesito conocer a Paula Chaves para saber cómo actuará, todas las mujeres actúan de la misma manera cuando se ven presionadas… se van con aquel que le dé más libertad y tú no se la estás dando, por el contrario pretendes presionarla para que se vaya contigo y haga tu santa voluntad… y si ella es como se mostró en el libro te estás ganando un boleto sin retorno para que te mande a la mierda —indicó mirándolo.


Pedro se quedó en silencio analizando las palabras de su hermano, quizás él tenía razón y estaba actuando demasiado de prisa, pero ser paciente no era una de sus mayores cualidades, eso lo sabía bien y Paula también, no podía solo sentarse a esperar.


—Pues no puedo quedarme sin hacer nada, quedamos en vernos de nuevo y cuando lo hagamos le diré todo, le contaré porqué estoy aquí y le pediré que nos demos una nueva oportunidad —mencionó en tono calmado, pero que dejaba clara su determinación.


—Está bien, pero intenta no forzar la situación y evita que todos tus planes se vengan abajo, sabes que yo te voy a apoyar como siempre en lo que necesites. Además me cae bien y sí la conocía, aunque apenas intercambié un saludo con ella hace años… —decía cuando Pedro se levantó como un resorte y lo miró sorprendido.


—¿Cómo? ¿Dónde la viste? ¿Qué te dijo ella? —le lanzó un torrente de preguntas.


—Fue… algo casual, en el Fiumicino —esbozó mientras dudaba en decirle exactamente lo que había sucedido.


—¿Y? —inquirió Pedro impaciente por la actitud de su hermano, algo en esta lo intrigaba.


—Y nada… ella iba saliendo de la sala vip del terminal internacional, al parecer había tomado un par de tragos y no me vio, así que tropezamos, la sostuve para evitar que se cayera, pero sus papeles si lo hicieron, así que los tomé… leí su nombre y me presenté para ser caballeroso —dijo con un tono inocente.


—¿Y eso fue todo? —preguntó Pedro con desconfianza.


—Bueno… puede que haya sido un poco provocador con ella, le sugerí que de haber sido quien llevara el vuelo a América quizás podíamos quedar por tomar algo… —se interrumpió al ver que su hermano cerraba los ojos y tensaba la mandíbula—. ¡No vengas a culparme! Yo no sabía quién era —se defendió.


—¡Claro! Y como siempre debes estar jugando al Casanova con cuanta mujer se te pasa por enfrente —señaló mirándolo con reproche y se pasó las manos por el cabello.


—Bueno, igual ella me puso en mi lugar, le pregunté si algún italiano le había roto el corazón, lo que supuse era cierto por su actitud de despechada, se giró y me dijo que sí, que te hiciera llegar sus saludos —dijo mostrando la misma confusión de entonces.


Pedro se lo quedó mirando primero con rabia, pero al imaginarse a Paula en su pose de altanera dejando a su hermano que se las daba de ser un experto con las mujeres, con un palmo de narices no pudo evitar reír y al fin se relajaba de nuevo, caminó hasta el sillón negro en medio del salón de la suite y tomó asiento.


Lisandro al ver que la tensión de minutos atrás había pasado también se relajó, se puso de pie y se dirigió hasta el bar, miró entre todas las bebidas que se hallaban allí y tomó una de las miniaturas de Jack Daniels. Necesitaba algo que le despejase la cabeza porque sentía que tantas revelaciones lo volverían loco, vació el líquido ámbar en un vaso corto de cristal y le colocó dos cubos de hielo, después de girarlo un par de veces se dio un gran sorbo.


—¿En verdad te hizo esperar tanto? —preguntó tendiéndose en el sillón al recordar la historia que había escrito Paula Chaves, no podía creer que su hermano hubiera soportado todos los desplantes de la americana, al ver que él no respondía continuó—. Iba por casi la mitad del libro y el
protagonista no le había visto ni un pezón, ni siquiera le había tocado nada o le había dado un beso ¡Llegué a pensar que al tipo no le gustaban las mujeres! —dijo y soltó una carcajada.


Pedro intentó ignorarlo en principio, pues sabía lo pesado que podía ser Lisandro cuando se ponía en ese plan, sin embargo, como siempre terminó cayendo en sus provocaciones y le contestó.


—Mi paciencia y mi perseverancia fueron recompensadas, solo eso te diré porque lo demás es parte de mi vida privada que no necesitas conocer —dijo controlándose para no mandarlo a la mierda por burlarse de él con tal descaro.


—Y ni quiero… ya bastante información me diste al respecto, aunque tampoco es que sea nada del otro mundo, todo bastante básico —indicó restándole importancia, pues como siempre deseaba hacerle creer que él tenía mucha más experiencia con las mujeres.


Paula no plasmó ni la mitad de lo que vivimos en la Toscana —mencionó con media sonrisa que gritaba que escondía mucho tras ella—. Recuerda que ese libro iba a ser leído por su familia y a la larga también por la mía… aunque eso ella no lo supiera —acotó pues sabía perfectamente cuál era el juego de su hermano.


—Pero lo del cumpleaños si fue verdad, porque yo recuerdo haber visto el Fedora en tu casa después que regresaste —mencionó en tono cómplice y dejó ver media sonrisa.


La de Pedro fue mucho más efusiva, tenía los ojos cerrados y la cabeza apoyada en el espaldar del asiento, cuando la imagen de Paula hermosa y sensual en aquel exquisito conjunto de lencería llegó hasta su cabeza un temblor lo recorrió entero, las ansias que ella despertaba en él seguían siendo tan poderosas como tres años atrás.


—Fue uno de los mejores cumpleaños que haya tenido… pero ya es tarde y nosotros no somos quinceañeras que se cuentan sus aventuras amorosas. Levántate de allí y ve a tu habitación, necesito descansar —dijo Pedro poniéndose de pie.


—Estaba entretenida la fiesta de pijama —esbozó sonriendo y se levantó, terminó su trago de whisky antes de ponerse de pie— ¿Qué harás mañana? —lo interrogó caminando hacia la puerta.


—No lo sé, lo más probable es que la gente de la productora no retome las actividades hasta el lunes… y Paula quedó en buscarme —contestó con tono esperanzado ante esa última frase.


—Supongo que desaparecerás todo el día… digo, después de cuatro años separados es mucho lo que tienen que hablar —pronunció con sorna y no le hizo caso a la advertencia en la mirada de Pedro, por el contrario eso lo hizo continuar— ¿Tengo que comprarte otra vez preservativos o trajiste suficientes? —inquirió con malicia y toda la intención de molestarlo, pero estaba feliz por él.


—¡Lárgate de una buena vez! —exclamó lanzándole con fuerza uno de los cojines del sillón.


Éste terminó estrellándose contra la puerta pues su 
hermano contó con la agilidad para escapar del ataque, a veces Lisandro era insoportable y se comportaba como 
un adolescente, pero debía admitir que su actitud en ese momento lo había divertido mucho y lo agradecía 
porque necesitaba de eso para relajarse. Aunque la noche había salido mejor de lo que esperó no podía dar nada por sentado, sabía que tenía una conversación pendiente con Paula y de lo que hablaran dependerían muchas cosas.














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