jueves, 20 de agosto de 2015

CAPITULO 138





Paula acababa de despedirse de Patricia con un abrazo, cuando Jaqueline se acercó a ella y le entregó su teléfono móvil. Ella aún se sentía confundida por todo lo vivido en la terraza con Pedro, se suponía que se habían encontrado en ese lugar para hablar y poner unos límites, para recordarle que ella era una mujer comprometida y que él también lo estaba. No debían terminar como lo hicieron, en medio de ese beso que aún la hacía estremecer de solo recordarlo, miró la pantalla del móvil de Jaqueline, pero no conseguía enfocarse en lo que éste mostraba.


—Ya sé que todavía te debes sentir entre nubes después de los besos que te diste con el italiano… pero trata de disimular has quedado como una zombi —mencionó Jaqueline con sorna y le señaló con la mirada el aparato para que lo viera—. Te ha enviado un mensaje, no lo he leído pero apuesto lo que quieras a que es para pedirte que se vean de nuevo en el hotel —agregó con una sonrisa y una mirada que desbordaba picardía.


—Pues pierde su tiempo porque no pienso hacerlo, se suponía que debíamos hablar y llegar a un acuerdo… —explicaba mostrándose exasperada cuando la rubia la interrumpió.


—¿Y acaso no lo hicieron? Por lo que vi, ustedes dos se notaban bastante compenetrados y muy de acuerdo en lo que hacían —acotó mientras caminaban hacia la pista donde se encontraban los demás.


—Basta Jackie, ya sé que me porté como una grandísima tonta y que dejé que el traidor de mi cuerpo mandara sobre mi cabeza, pero he recuperado la cordura y sé que no fue una buena idea encontrarme con Pedro en un lugar así, debió ser algún sitio público, un café o en algunas de las áreas comunes del hotel, estando rodeada de personas jamás me hubiera dejado llevar —mencionó sintiéndose avergonzada al recordar lo fácil que cedió ante él.


—¡Qué excusa tan barata Paula Chaves! —exclamó y su amiga la vio horrorizada al pensar que alguien las había escuchado, para su suerte la música y la algarabía ahogó su voz—. Lo siento, pero debes darme la razón, además mira lo que dice el mensaje que me está matando la curiosidad — pidió deteniéndola.


Paula miró la pantalla del teléfono en negro, tomó aire y después lo soltó en un suspiro lento,deslizó el dedo y ésta se llenó de luz, su cuerpo temblor al ver el nombre del remitente, pulsó encima.


De: Pedro Alfonso
Para: Jaqueline Hudson
Asunto: Pendiente
Señora Hudson por favor comuníquele a Paula que aún tenemos una conversación pendiente, me gustaría que la misma se diese hoy. Dígale que la estaré esperando, ella sabe dónde encontrarme. Gracias.
Pedro Alfonso.


Paula se sintió mareada de nuevo y un calor instalarse en el centro de su cuerpo, un encuentro con él en su habitación de hotel era algo inverosímil, si quería mantener su postura no podía hacerlo, eso era tan tentador como peligroso.


—¿Y bien qué dice? —preguntó Jaqueline expectante mirándola.


—Nada —contestó y borró el mensaje sin responder.


—Paula no seas mentirosa, si no dijese nada no lo habrías borrado, por favor no seas cruel conmigo y dime qué quería —rogó.


—Quiere que nos veamos, pero no iré… no es seguro, alguien podría vernos juntos y reconocerlo.Ahora que su rostro saldrá en primera plana de la sesión de espectáculos como el protagonista de Rendición, ya no será un hombre más —dijo y se encaminó de nuevo.


Jaqueline se quedó con ganas de decir algo más e intentar convencerla para que se encontrara con el italiano, pero debió dejar de lado el tema pues ya Paula se hallaba junto a Marcus, Thomas y Guillermo padre, que reían muy animados por el champagne y el éxito que tuvo la presentación de los
protagonistas de Rendición.



*****


Pedro llegó al salón e intentó relajarse, no podía demostrarles a todos cuán desesperado se encontraba por ver a Paula de nuevo. Todo iba tan bien, quizás mucho mejor de lo que hubiera esperado de ese primer encuentro, la manera como respondió a sus besos y sus caricias, cada vez que temblaba entre sus brazos y gemía en su oído mientras sus manos la recorrían. Ella tenía el poder para hacer que su mundo fuera perfecto en un instante; pero tuvo que llegar el miserable de Guillermo Reynolds a arruinarlo todo.


Al fin logró verla y se disponía a ir hasta donde se encontraba cuando fue abordado por un grupo de mujeres que deseaban tomarse algunas fotos con él, éstas se encontraban algo tomadas y sabía que lo mejor para lidiar con ellas era complacerlas posando rápidamente. Así lo hizo sin perder de vista a Paula, cuando al fin se liberó llegó hasta el grupo con la excusa de él también despedirse, debía hacerle saber que abandonaría la fiesta para encontrarse con ella.


Después de una rápida despedida los tres italianos salieron escoltando a las tres bellezas americanas. Guillermo tuvo que quedarse con las ganas de ser quien acompañara a Paula ya que su padre solicitó su presencia junto a él, y Pedro disfrutó de ganarle otra vez la mano, aunque no le dio mucha importancia a eso pues toda su atención estaba centrada en que Paula no se le escapara.


—¿Leíste el mensaje que te envié? —le preguntó en un susurró, mientras esperaban por los autos que los llevarían hasta el hotel.


—Sí —respondió ella llanamente sin mirarlo y caminó para despedirse de Lisandro y Lucca—. Fue maravilloso compartir con ambos —mencionó extendiéndole la mano primero al hermano de Pedro e intentó no temblar, no sabía cuál de los dos la intimidaba más.


—Para mí fue todo un placer Paula —esbozó Lisandro mientras sonreía y de repente una imagen regresó a su cabeza.


Paula notó que la expresión del hermano de Pedro cambiaba, se la quedó mirando como si la hubiera reconocido y eso aumentó los nervios en ella, así que con rapidez retiró su mano de la fuerte y cálida del piloto para ofrecerla al señor Puccini.


—Encantada de haber pasado la velada con ustedes señor… Lucca, perdón es la costumbre — dijo de manera nerviosa.


—No se preocupe, a mí también me cuesta entrar en confianza, digo lo mismo Paula, espero verla pronto.


Ella asintió y se alejó huyendo de la insistente mirada de Lisandro que parecía observarla con mayor detenimiento, quizás había recordado su encuentro en el aeropuerto o cuando hablaron por teléfono. No deseaba exponerse a un nuevo acercamiento con Pedro, pero sabía que si se marchaba sin despedirse de él levantaría rumores, se acercó y le extendió la mano mostrando una sonrisa amable, pero su mirada no mostraba calidez sino tensión.


—Una agradable velada… —decía cuando él la interrumpió.


—Deberías descartar esa palabra de tu vocabulario cuando se trata de los dos —esbozó en un tono bajo y disfrutó del sonrojo que ella le entregó, después habló de nuevo mirándola a los ojos— ¿Dónde nos encontramos? —inquirió sin soltarle la mano.


Ella estaba por responderle cuando llegó su auto y Jaqueline le hizo una seña para que subiera, dio un par de pasos cuando vio que Pedro se adelantaba al valet parking y le abría la puerta, sus ojos se encontraron y la mirada de él hizo que el corazón se le encogiera.


—Yo te buscaré… —mencionó Paula antes de entrar al auto.


Él quedó satisfecho a medias con la respuesta y la actitud de Paula, sabía que debían ser discretos, pero no le resultaba fácil tratarla como a una extraña después de todo lo que habían vivido, sin embargo no le quedaba de otra que fingir, muchos pensarían que siendo actor eso no era complicado, la verdad era una tortura y lo odiaba, vio a la menor de las Chaves acercarse al auto.


—Di, apresúrate por favor —dijo Jaqueline asomándose desde el asiento trasero, pero solo fue una excusa para ver a Pedro, lo sorprendió guiñándole un ojo y entregándole una sonrisa cómplice.


—Ya voy… estos zapatos me están matando, sin duda no hay nada más cómodo que mis botas — mencionó con una sonrisa y se acercó a Pedro para darle un abrazo—. Una fiesta genial, felicitaciones Franco Donatti —dijo mientras sonreía.


—Muchas gracias Diana, será un placer trabajar contigo, que descanses —pronunció él con el mismo gesto de ella.


—Igual tú, Lucca me debe un baile… Lisandro la pasé súper bien, espero lo repitamos en Roma —se despidió de cada uno con la alegría y desenvoltura que la caracterizaba.


Pedro espero a que subiera y cerró la puerta con un golpe suave, después le indicó al chico del valet que podía decirle al chofer que arrancara, aunque eso frustrara sus deseos de tener a Paula a su lado por lo que restaba de noche. No le quedó más remedio que repetirse como un mantra que debía ser paciente y darle su espacio, pero tampoco esperaba quedarse de brazos cruzados por mucho tiempo, menos después de lo vivido esa noche.


El auto llegó por ellos y los tres subieron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, incluso Lisandro que hablaba hasta por los codos se mantuvo callado durante todo el trayecto.


Caminaron hasta el ascensor, todo parecía ir normal hasta que llegaron al pasillo donde quedaban sus habitaciones y el mayor de los Alfonso habló.


Pedro necesito hablar contigo —dijo con semblante serio.


—Lisandro me siento agotado… mejor dejémoslo para mañana, estoy seguro que sea lo que sea puede esperar —contestó con desgano abriendo la puerta de su habitación.


—Esto no puede esperar Pedro Franco… —se interrumpió sintiéndose tan estúpido— ¡Mierda! Si hasta eso está… todo fue tan evidente y yo como un imbécil no lo vi —señaló mirándolo con reproche, se acercó a la puerta y la abrió con la palma de la mano—. Pasa, no me voy a ir de
aquí sin que antes me cuentes lo que te traes con Paula Chaves —sentenció mirándolo a los ojos. Pedro se tensó de inmediato al escuchar las palabras de su hermano, sabía que Lisandro de un momento a otro podría sacar sus propias conclusiones y llegar a la verdad, pero no pensó que eso pudiera suceder tan pronto, lo miró sintiéndose acorralado y como si fuera un chico de trece años al que estaban a punto de darle un sermón.


—Ustedes necesitan hablar, yo me retiro, que descansen —mencionó Lucca para librarse de ese momento de tensión.


—Buenas noches Lucca, duerme bien —lo despidió Pedro.


—Duerme hombre que pareces diez años mayor, ya mañana hablaremos los tres —dijo viéndolo desaparecer y después clavó su mirada en los ojos azules de su hermano—. Entra.


La orden no venía del Lisandro relajado y tranquilo que habitualmente era, sino del hermano mayor que inspiraba respeto y obediencia en Pedro, intentó mostrarse tranquilo y entró cerrando la puerta de la habitación tras él.






2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyy, por favor, decime que Paula no va a ser terca y va a ir al hotel a verlo. Me tiene loca esta novela jajajaja

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  2. Muy buenos capítulos! Amo esta novela! me mata leer los pensamientos de ellos mientras pasan las cosas! que difícil se les va a ser seguir simulando q son extraños! Ojalá Pau vaya a buscarlo!

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