jueves, 20 de agosto de 2015
CAPITULO 137
Cuando Guillermo llegó al lugar donde le había dicho Diana Chaves que se encontraba su hermana, lo último que esperó ver fue el cuadro ante sus ojos, aunque tenía la ligera sospecha de que algo así podía ser, pues el actor italiano también había desaparecido desde hacía un buen rato, conservaba la esperanza que no estuviera junto a ella.
Se equivocó y le molestó admitirlo, allí se hallaba ese hombre captando toda la atención de la mujer que él se había propuesto conquistar; ya había asumido que debía medirse con Ignacio Howard, pero no con ese recién llegado que por muy talentoso que fuera, no tendría oportunidad con Paula Chaves, ya que era evidente que no era su tipo, por el contrario parecía incomodarla.
—¡Oh, Guillermo! No tenías que haberte molestado en venir, le dije a Diana que ya nosotras estábamos por regresar a la fiesta… Es que necesitábamos un poco de aire y se nos pasó el tiempo escuchando al señor Alfonso hablar de su carrera. Todavía no puedo creer que siendo tan joven tenga tanta experiencia… es algo alucinante ¿verdad Paula? —esbozó Jaqueline con una sonrisa merecedora de un Oscar, mientras se acercaba a él para integrarlo al grupo.
—Es… impresionante en verdad —esbozó ella como pudo.
—Solo es algo que me apasiona y me invita a entregarme por completo —mencionó Pedro mirándola directamente a ella.
Paula tuvo que luchar por no temblar o sonrojarse pues algo le decía que ambos no hablaban de la carrera de él, sino de los besos que acababan de compartir, esos que todavía sentía le quemaban los labios y la hacían desear más y más.
—No ha sido ninguna molestia Jaqueline, yo también necesitaba salir un momento, el ambiente en la fiesta se ha tornado un poco sofocante… ya la mayoría de los invitados ni siquiera recuerdan sus nombres de lo ebrios que están —indicó Guillermo con una sonrisa, queriendo mostrarse relajado, pero no dejaba de mirar a Paula.
—Tienes razón… incluso yo me siento agotada y quizás va siendo hora que regresemos al hotel —señaló la rubia con una sonrisa, mirando de manera disimulada a Paula para que la apoyara.
—Jaqueline tiene razón… ha sido una semana agotadora y yo creo que por hoy ha sido más que suficiente —mencionó ella en tono calmado y pudo ver que Pedro parecía aprobar la idea.
—Las comprendo perfectamente, pero si desean irse a descansar no es necesario que regresen al hotel, puedo enviar a que les acondicionen tres habitaciones y se quedan a dormir aquí esta noche — pronunció mirando nada más a la escritora con una gran sonrisa.
Pedro tuvo que amarrar con cadenas y candados a la fiera en su interior que clamaba por salir y darle una paliza a ese maldito que planeaba seducir a Paula delante de él, apretó la
mandíbula con tal fuerza que no le sorprendería si terminaba desencajándosela, no posó su mirada en ella para no intimidarla pero la mantuvo en Reynolds.
—No me gustaría causar molestias señor Reynolds, y además todas mis cosas se encuentran en el hotel… —decía cuando el rubio la interrumpió mirándola mientras sonreía.
Eso es Paula, recuerda tu cepillo de dientes, no has traído uno y eso para ti es insustituible, además primero muerto antes que dejar que te quedes aquí, confío en ti preciosa, pero no en ese miserable.
Pedro intentaba que su postura estuviera relajada, pero la verdad era que sus músculos estaban tan tensos como la cuerda de un violín, mientras mantenía la mirada fija en el productor.
Intentó disimular un poco su actitud al ver que Jaqueline Hudson le pedía con un gesto que lo hiciera y también al notar que la vista de la hermana de Paula estaba puesta en él, como si lo estuviera estudiando.
—Guillermo, llámame Guillermo por favor Paula, en primer lugar no sería ninguna molestia por el contrario sería un verdadero placer tenerte como mi invitada —esbozó con esa sonrisa radiante.
¿Invitada? ¡Invitada, mis pelotas! Será mejor que te calles si no quieres terminar perdiendo varios dientes.
Los pensamientos de Pedro eran bastante elocuentes, así como el músculo que se contraía en el lado derecho de su mandíbula.
—Y segundo… —indicó Guillermo antes que Paula fuera a poner una nueva objeción—. Podemos enviar a alguien al hotel a buscar todo lo que necesites y problema resuelto, deja que yo me encargue de ello —esbozó triunfante y se acercaba a ella para apoyar su mano en la espalda con toda la intención de alejarla del italiano.
Pedro sintió como la fiera dentro de él asomaba los dientes deseosa de arrancarle la yugular a aquel miserable, pero antes que él pudiera hacer algo vio a Paula reaccionar.
—Perdone usted Guillermo, pero no es necesario que moleste a alguien por nuestra causa, las tres regresaremos al hotel en este preciso instante, gracias por la invitación, pero no podemos aceptarla.
Paula se negó a la petición de Guillermo Reynolds no solo para evitar un conflicto entre Pedro y él, pues ya había notado la ira contenida de su ex amante, sino porque odiaba que tomaran decisiones por ella y que además esperaran que las acataría cual sumisa, el productor estaba muy equivocado si creía que podía tratarla de esa manera, su mirada le advirtió que no insistiera.
¡Allí tienes novato! Sigue deseando imponerle tus acciones y acabarás ganándote todo su rechazo. Comenzaba a extrañar que no hubieras reaccionado, conmigo eras más rápida y mordaz, Paula.
Tuvo que morderse el interior de la mejilla para no sonreír al ver la cara del pobre tipo, parecía como si su linda escritora lo hubiera abofeteado, al fin se relajó al ver que Paula se alejaba para salir de allí dejándolo con un palmo de narices.
—Paula… por favor, disculpe si la he ofendido… —decía caminando tras ella consciente que había actuado muy rápido
—No lo ha hecho en ningún momento Guillermo. Pero me gustaría dejarle claro algo ahora que trabajaremos juntos y debemos ser un equipo. Odio que me presionen y que decidan por mí, no vuelva a hacerlo y le aseguro que nos entenderemos perfectamente… con su permiso, tengo que ir por mis cosas y a despedirme de los demás —esbozó con determinación mirando al rubio a los ojos y un instante su vista se desvió a Pedro que mostraba una sonrisa burlona, a él también le advirtió con la mirada que no abusara de su suerte.
Diana y Jaqueline estaban absolutamente anonadadas ante la reacción que había tenido Paula con el rubio, esa no era la muchacha que ellas conocían, por el contrario era una completamente distinta, pero no para mal sino para bien.
Actuando cuales Ángeles de Charlie salieron escoltándola,
dedicándole apenas una mirada de compasión al productor que se quedó estático mirándola irse.
—Una mujer con carácter —mencionó Pedro sin poder evitar el brillo en sus ojos que delataba la burla.
—Sí, así parece… —contestó Guillermo sacado del trance, se volvió para mirar al italiano—. Justo el tipo de mujeres que pueden enloquecer a un hombre y por las que vale la pena jugárselo todo, ¿no le parece? —inquirió con una sonrisa retadora.
Pedro estaba a punto de responderle cuando Lisandro entró al lugar impidiéndole poner a ese imbécil en su sitio y dejarle en claro que Paula era suya, que si quería seguir conservando la maldita cara de Ken que tenía, que lo mejor era que se alejara de ella.
La rabia en ese momento no lo dejaba pensar las consecuencias que tendría hacer algo así, la fiera de los celos se había antepuesto a su lado racional, y aunque miró a su hermano con deseos de matarlo por interrumpirlo más tarde le agradecería esa intervención.
Lisandro pudo sentir la tensión en el ambiente, y no le fue para nada difícil ver las miradas de reto que los dos hombres se lanzaban, él conocía muy bien a Pedro y sabía que algo en la actitud del americano lo había molestado, así que caminó hasta ellos para fungir de mediador antes que la situación se tornara más difícil.
—Pedro… —se disponía a decir algo pero su hermano lo interrumpió sin mirarlo.
—Estaba por regresar con ustedes, creo que ha llegado el momento de marcharnos, ha sido una gran fiesta señor Reynolds… espero que siga disfrutando de ella —mencionó mirándolo a los ojos.
Y que lo hagas solo imbécil o mejor búscate a alguna incauta a quien embaucar para cogerte esta noche, y olvídate de mi mujer si no quieres lamentar haberle puesto los ojos encima.
—Lo haré… téngalo por seguro, para mí la fiesta apenas empieza, aunque es una lástima que no salió como había planeado pero ya tendré otra oportunidad. Fue grato haberlo conocido Pedro, que descanse —esbozó haciéndole ver que su actitud no le importaba en absoluto, no era más que un actor entre millones que se creían dioses del Olimpo—. A usted también Lisandro, por favor despídame del señor Puccini, yo iré a hacerlo con nuestra hermosa escritora estrella —finalizó con media sonrisa y salió del lugar.
—¡Vamos! —Pedro ni siquiera dejó que su hermano hablara.
Suprimió una maldición cuando vio al hombre salir, caminó dando largas y firmes zancadas para hacerlo él también y buscar a Paula, mientras sacaba su teléfono y tecleaba con rapidez algo en éste.
—Siento que me he perdido de algo —pronunció Lisandro intentando seguirle el paso mientras regresaban al salón.
—Estoy agotado y quiero descansar, eso es todo… ya tuve suficiente por esta noche del glamour de Hollywood —indicó de manera casual mirándolo por encima del hombro.
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