miércoles, 9 de septiembre de 2015

CAPITULO 204




Caminaron en silencio por varios minutos mientras Vittoria reflexionaba sobre las palabras que Paula le dijera, ella era consciente que últimamente estaba pasando por una situación complicada con Lisandro, después de tantos años de noviazgo sentía que se encontraban atascados, que su relación no iba hacia ningún lado, pero ambos se encontraban tan acostumbrados a lo mismo, que dar un giro a su relación podía terminar perjudicándola.


—¿Qué piensan hacer ustedes cuando las grabaciones terminen Paula? —le preguntó de pronto.


Tal vez si ella le decía que pensaban casarse o irse a vivir juntos, ella conseguiría el valor para pedírselo a Lisandro también, aunque su familia era muy conservadora, estaba dispuesta a arriesgarse a revelarse y tener una relación libre con su novio, ese podía ser el primer paso para luego llevar su relación a otro nivel.


—Bueno, en ese punto estamos igual que ustedes, todavía no hablamos sobre ello. Supongo que ambos tememos que ocurra lo mismo de la última vez, cuando nos tocó decidir qué hacer terminamos discutiendo y alejándonos, yo no quería que termináramos, pero tampoco podía quedarme aquí y dejar mi vida en Chicago, él no deseaba ceder a una relación a distancia o a irse conmigo y probar suerte en América… el orgullo y las dudas hicieron el resto, así que acabamos separándonos — contestó Paula, sintiendo de pronto que ese era un tema que lo quisieran o no debía tocar, les quedaban prácticamente dos meses para decidir qué hacer, aunque ya habían expresado que deseaban
vivir juntos, no habían acordaron dónde sería o cómo se organizarían para hacerlo.


—Todo es tan complicado a veces —mencionó Vittoria viendo el miedo reflejado también en Paula, quiso cambiar de tema para alejar de ambas la zozobra y le preguntó por algo que siempre había despertado la curiosidad en ella—. Paula quiero hacerte una pregunta y quizás sea una entrometida pero… ¿Cómo haces para ver las escenas entre Pedro y Kimberly? ¿No te dan celos? —inquirió mirándola a los ojos, quería que fuera sincera.


Paula se quedó en silencio cerca de un minuto analizando lo que debía responder, o mejor dicho lo que deseaba responder porque después de todo, Vittoria había sido sincera y merecía que ella también lo fuera; hasta el momento no había hablado de ello con alguien externo, siempre con Diana, Pedro y Kimberly, pero en ese momento sentía que de verdad podía desahogarse.


—Cuando veo a Pedro actuando es como si fuera otra persona, sobre todo porque lo hace bajo otro nombre y con otras características que lo alejan del hombre que yo amo. Claro que en algunos diálogos es tan idéntico a como lo recuerdo que me abruma, pero intento mantener separados al Pedro actor del Pedro que es mi novio —respondió intentando poner en palabras lo que sentía y al ver que Vittoria esperaba más continuó—. Pero evito mirar aquellas donde ambos se besan y no le pregunto mucho sobre ello o qué siente cuando lo hace… sé que como hombre y como ser humano es sensible a todos esos estímulos, aunque me explique decena de veces que es todo
actuado. Prefiero no saber nada y ahorrarnos momentos incómodos.


—¿Y cómo haces para las escenas íntimas? Porque había varias en Rendición y supongo que están siendo fiel al libro, así que no se las saltarán ¿verdad? —preguntó de nuevo sin poder evitarlo.


—Por suerte… esas escenas se graban con el mínimo de personal porque hay desnudos y además, se necesita de toda la concentración posible, así que yo no estoy durante el rodaje, dejo que lo haga Patricia la otra guionista —contestó con media sonrisa ante el asombro reflejado en los ojos topacio de Vittoria.


—¿Nunca has visto una? ¿Ni siquiera por curiosidad? —la interrogó sin poder creérselo, Paula no era en lo absoluto una mujer celosa. Ella en su lugar habría estado presente para recordarle que existía.


—No, Pedro en un principio me dijo que debería estar en una para que viera que son muy distintas de lo que se ve en pantalla, pero yo me negué y él terminó respetando mi decisión. No es que no confíe en él… pero es mejor así —dijo restándole importancia y para aligerar mencionó algo más que era verdad—. Además que me resultaría muy difícil mostrarme de manera casual viendo a Pedro desnudo, creo que nuestro secreto acabaría allí porque soy capaz de quitar a Kimberly y ponerme yo en su lugar —indicó riendo mientras la miraba.


—Pues yo en tu lugar lo haría, eso ni lo dudes —expresó riendo ella también, descubriendo que después de todo Paula no era distinta a otras mujeres, pero confiaba mucho en Pedro.


Ambas dejaron detrás esa sensación y los cuestionamientos que se hacían internamente, decidieron regresar a la casa, pues suponían que la reunión familiar habría acabado. 


Estaban por llegar cuando vieron salir a Lisandro corriendo de ésta y ambas se asustaron, pero al ver que sonreía
se relajaron de nuevo, él apenas mostraba el esfuerzo de la carrera, era cierto cuando decía que se mantenía en forma, los deportes le brindaban una excelente condición física.


—¿Por qué estás así? ¿Acaso pensabas que te había abandonado? —preguntó Vittoria mirándolo con una sonrisa.


Él no respondió con palabras, la tomó entre sus brazos y la besó para trasmitirle en ese gesto todo el amor, la pasión y la devoción que sentía por ella. Siendo consciente que ninguna otra lo haría sentir como Vittoria, ella era la mujer de su vida, la que deseaba para compañera y madre de sus hijos.


Paula se alejó sorprendida por el arranque de su cuñado, pero feliz por Vittoria, pues presentía que esa actitud de Lisandro tenía que ver con algo, sobre todo porque el resto de la familia Alfonso había salido tras él pero manteniéndose a distancia, ella caminó hasta ellos y abrazó a Pedro que veía el cuadro con una gran sonrisa.


—¿Qué sucede? —le preguntó Paula mirándolo a los ojos.


—Ya verás —contestó girándola para que viera a su hermano y a Vittoria, mientras la abrazaba desde atrás.


Lisandro se separó lentamente de su novia, manteniendo los ojos cerrados y el latido de su corazón desbocado, al tiempo que todo su cuerpo temblaba, nunca se había sentido tan asustado en su vida, ni siquiera cuando al fin pudo estar al mando de un vuelo, o tan ansioso como lo estuvo la primera vez que se acostó con una mujer.


—¿Lisandro que ocurre? —preguntó ella desconcertada y temerosa al sentirlo temblar tanto, nunca lo había visto de esa manera—. Por favor háblame… ¡Mírame! —rogó con la voz ronca por el nudo de lágrimas en su garganta y también le sujetaba el rostro.


—Vittoria tú eres… la mujer más hermosa que he conocido en mi vida, desde el día que aceptaste ser mi novia sé que soy un hombre muy afortunado… y también sé que no podría ya vivir sin ti — mencionó mirándola a los ojos viendo el hermoso par de topacios cristalizarse por las lágrimas y supo que los de él también debían estarlo.


—Lisandro yo… te amo y nunca me alejaría de ti, pero no entiendo ¿Por qué estás así? —inquirió una vez más.


—No sé cómo decirte esto… creo que era yo quien debía pedirle un discurso a mi padre; bueno, pero aquí vamos —indicó y la tomó de la cintura para sentarla sobre el muro de piedra que servía de mirar al lago—. Me gustaría ponerme de rodillas amor, pero es tu culpa que no pueda hacerlo —
mencionó con picardía para aligerar la ansiedad que amenazaba con dejarlo sin estómago y tomó aire.


Lisandro qué es todo… —decía cuando lo vio sacar de su bolsillo el estuche de un anillo—. ¡Oh por Dios! —exclamó llevándose las manos a la boca para ahogar su grito y las lágrimas rodaron por sus mejillas.


—Vittoria Ferlazzo… quiero que seas mi esposa, que lleves mi apellido y seas la madre de mis hijos —expresó con la voz más grave de lo habitual mientras la miraba a los ojos, abría con dedos trémulos el estuche y se lo extendió, la escuchó sollozar viendo cómo sus hermosos ojos topacios se cerraban dejando libre más lágrimas—. Por favor di que sí, te prometo que no te arrepentirás, haré todo lo posible por ser el mejor esposo… —sentía los nervios hacer estragos dentro de él debido a su silencio y optó como siempre por algo gracioso—. Vitto, todos los ojos de mi familia están puestos sobre nosotros, puedo sentirlos, por favor acepta y después le decimos que te arrepentiste… incluso puedes quedarte con el anillo —no podía parar de hablar y reír, eso le sucedía siempre que estaba nervioso, le tomó la mano para llevársela al pecho.


—Solo aceptaré si me prometes que tendremos un bebé pronto —dijo aprovechando la oportunidad para pedir lo que más quería después de él.


—Tendremos todos los que quieras y cuando los quieras —aseguró moviendo además su cabeza de manera afirmativa.


—Bien, ponme ese anillo ¿qué esperas? —preguntó mientras reía.


Él lo hizo con la rapidez que el temblor de sus manos se lo permitía y le dio un beso en el dorso, sintiendo la caricia que su futura esposa le entregaba en la mejilla, la miró a los ojos pidiéndole un beso y ella como la reina que siempre había sido bajó para dárselo. Apenas fue consciente de los aplausos emocionados de su familia, pues una vez más esa sensación que compartía con ella cuando se besaban así, lo abarcaba todo.


Las felicitaciones no se hicieron esperar cuando se reunieron con el resto de la familia, incluso Amelia lloró de felicidad al conocer la condición que le había puesto Vittoria, y aunque se cohibieron un poco para no incomodar a Alicia, ella misma la felicitó y le dijo a su hermano que deseaba un sobrino muy pronto. En verdad se le veía feliz por ellos, parecía como si esa sombra que la cubría siempre se hubiera esfumado y Paula pudo ver la relación real entre los tres hermanos.


Era sencillamente maravillosa y eso le hizo recordar que ella también tenía a tres que adoraba, primero llamó a Diana pero ella no contestó y le dejó un mensaje de voz, después lo hizo con Nico y lo notó algo extraño, como si estuviera nervioso, pensó que tal vez estaría en una de esas complicadas misiones y por último realizó una llamada a su hermano mayor, esperando que él sí pudiera atenderla.


—Hola, Walter ¿estás de servicio? —lo saludó como siempre hacía.


—Hola Pau, no, hoy estoy libre. ¡Qué alegría escucharte! Pensé que ya nos habías olvidado… ¿Cómo han estado tú y Diana?


Paula sintió que su voz no mostraba reproche, sino alegría por escucharla, dejó ver una sonrisa y le respondió.


—Ahora mismo no sé dónde estará ella, supongo que en alguna playa y yo estoy… —se detuvo sin saber si contarle o no de su relación con Pedro, lo vio acercarse con una sonrisa y dos copas de vino.


—Supongo que ya debe tener algún novio italiano, la verdad no sé a quién salió así… por favor Pau, no la descuides.


Escuchó la preocupación en la voz de su hermano y de inmediato buscó tranquilizarlo, recibió la copa que Pedro le extendió mostrando una sonrisa y cuando vio que se alejaba negó con la cabeza.


—Ella estará bien Walter, igual te prometo que estaré atenta —dijo e hizo una pausa para beber un trago de vino.


—Bueno, confío en tu palabra y qué me cuentas de ti ¿dónde estás ahora? Por favor no me digas que encerrada en un estudio escribiendo.


—En realidad estoy en Varese, es un pueblo al norte de Italia… Soy la invitada de la familia Alfonso—comentó captando la atención de Pedro, vio la sorpresa reflejada en la mirada azul y sonrió.


—¿Del actor? Los diarios dicen que su relación es muy cercana.


—Sí, de él… y la verdad nuestra relación es más que cercana, estamos juntos Walter —mencionó mirando a su novio a los ojos.


—¡Vaya! No sé qué decir… espera un momento, ¿tú conoces a ese hombre de antes Paula?


—Walter es una historia muy larga y estaré encantada de contártela cuando regrese a Chicago, ahora estoy con su familia y sería de mala educación ausentarme por tanto tiempo, además eso es algo que deseo compartir contigo personalmente —contestó esperando que con esa explicación se quedara tranquilo, él era más calmado que Nicolas.


—Entiendo, bueno… solo espero que te sientas feliz, ya decía yo que ese hombre no se encontraba allí por una casualidad, mi instinto nunca falla. Espero tener una conversación con él así que tráelo contigo cuando regreses, ojalá y sea pronto, Emilia las extraña a las dos.


—Yo también la extraño muchísimo, en realidad lo hago con todos, díselo y dale mucho besos, por favor saluda a Linda de mi parte también. Te quiero mucho, cuídate —pronunció para despedirse.


—Yo también te quiero Pau, hazlo tú también y saluda a tu amigo.


—Lo haré, besos —esbozó, después de eso colgó.


—¿Tu hermano te preguntó por nosotros? ¿Ha escuchado algo en las noticias? —inquirió Pedro sin saber porqué ella le había contado de su relación, se sentía desconcertado, pero
también feliz.


—No, solo me preguntó dónde me encontraba, decidí hablarle con la verdad, después de todo mi familia merece saberlo, además yo quiero que lo hagan, deseo que sepan que estamos juntos… —se acercó a él dándole un ligero toque de labios—. Supongo que ver lo felices que están todos ustedes por sentirse completamente libre de secretos y cargas me hace desear lo mismo, ya solo me queda Nico por conocer la verdad, aunque algo me dice que lo intuye —decía cuando Pedro la detuvo.


—¿Y tú padre? —cuestionó mirándola.


—Sospecho que él también lo sabe, estaba en la casa el día que discutí con mamá, y cuando fui a despedirme de ellos me dijo que buscara mi camino, que no me preocupara por la opinión de los demás y también que estaba orgulloso de mí —respondió con una sonrisa radiante.


—No es el único que lo está, yo también y ahora mi madre te adora aún más, dice que gracias a ti también recuperó a Alicia.


—Pero yo no hice nada —indicó desconcertada.


—Tú me animaste a que hablara con ella, me diste el valor para enfrentar la situación que atravesábamos… así que eres en parte gran responsable de que volvamos a ser como antes. Gracias preciosa —expresó rodeándola con su brazo y buscó sus labios para besarla.


Ella se entregó a ese beso olvidándose de todo a su alrededor, sintiendo que todo su mundo se reducía al espacio que compartía junto a Pedro, sintiéndose de cierto modo libre y feliz por haber compartido con su hermano esa verdad que durante tanto tiempo calló. Comprendió la alegría que embargaba a la familia Alfonso y se prometió que ella tampoco le ocultaría nada más a su familia, pues amar a Pedro no debería avergonzarla, por el contrario se sentía orgullosa.










CAPITULO 203





Paula y Vittoria paseaban por las estrechas calles del pueblo, después que terminaran su tarea de lavar la vajilla y organizar la cocina, decidieron que lo mejor era darle un espacio a la familia de sus novios, para que pudieran tratar el asunto de Alicia con total libertad. Aunque ellos le habían brindado la confianza a ambas y las habían recibido como otras más de la familia Alfonso; ese momento era solo de ellos, ya después Vittoria podría hablarlo con Lisandro.


Por lo pronto Paula le contó a grandes rasgos lo poco que conocía, sabía que no era justo que ella tuviese más información que la novia de Lisandro, que obviamente llevaba mucho más tiempo en la familia y prácticamente todos la trataban ya como la esposa del mayor de los Alfonso, aunque no llevara todavía el apellido.


—Nunca imaginé que ese cambio tan radical hubiera sido producto de algo así. Ojalá hubieras conocido a la Alicia de antes, era maravillosa Paula, tan llena de vitalidad y alegría —esbozó con tristeza mientras miraba la calle de adoquines bajo sus pies.


—Espero conocerla, algo me dice que después de esto Alicia se liberará de toda la amargura y será la misma chica de antes, al menos eso espera Pedro y yo también —mencionó con una sonrisa esperanzada mientras miraba el hermoso lago.


—Esperemos que sí, porque lo que tú viste ayer no fue nada… ella trataba a Pepe muy mal, en realidad a todos, pero su saña era principalmente con él, algo que no entendíamos porque antes era su consentido… pero como dices, lo culpaba en parte de lo que le sucedió —indicó mirándola a los ojos.— Él también terminó culpándose anoche, pero le hice saber que no debía hacerlo, ninguno debe hacerlo, porque éstas son cosas que pasan y lo mejor es aprender de ellas para no cometer los mismos errores nuevamente —dijo refiriéndose a los errores que ella también había cometido, sobre todo en su relación con Pedro.


—Hablas como Amelia —esbozó Vittoria riendo—. Ya sé porqué Pedro está loco por ti, él adora a su madre y tú te pareces mucho a ella, no solo en lo físico… sino también en el carácter — señaló mirándola fijamente para darle fundamento a sus palabras.


—¿Físicamente? No creo que me parezca a Amelia —mencionó sonriendo, extrañada ante esa comparación de Vittoria.


—Claro que sí, tienes el cabello castaño como ella, la piel de su mismo tono, solo te faltan los ojos grises —contestó sonriendo—. Y si hablamos del carácter, pues mucho más… aunque ella es más impulsiva que Fernando, mi suegro es más mesurado y todo un caballero, uno de verdad de los que ya no vienen… Aunque sus hijos varones han sido criados bajo ese patrón, mira que a veces se les olvida —mencionó de manera casual.


—¿Por qué lo dices? —preguntó Paula desconcertada.


—Por nada en particular… solo que a veces deberían imitar más la actitud de su padre, hacerles sentir a la mujer que está a su lado que en verdad es la de su vida…a veces las palabras no son suficientes, deben hacértelo sentir también con sus actos —contestó sin darse cuenta de todo lo que había revelado y cuando lo hizo le esquivó la mirada a Paula, buscó en su cabeza algo para distraerla.


—Lo dices por Lisandro. ¿Hace cuánto que son novios? —inquirió buscando la mirada topacio de Vittoria.


—Toda una vida —respondió en un acto reflejo mirando el paisaje.


—Y por lo visto él no tiene entre sus prioridades hacerte su esposa —esbozó notando la actitud de la rubia y de inmediato se reprochó por haber sido tan directa—. Perdona Vittoria, no debí decir eso… a veces peco de indiscreta y de curiosa también, es un defecto que no he logrado dominar ni si quisiera con los años —acotó apenada al ver el cambio en Vittoria.


—No te preocupes Paula, solo has dicho lo que es evidente… sabes, a veces pienso que así estamos bien y que dar el paso hacia un compromiso mayor sería de alguna manera complicar las cosas. Hemos sido felices de esta manera durante siete años —explicaba mirándola a los ojos—. Y ya sabes aquello de los novios eternos, que cuando al fin deciden dar el paso no duran ni un año casados —decía justificando de algún modo el proceder de ambos.


—Sí, lo conozco bien o aquellos que solo duran un mes de novios y cuando se casan lo hacen para toda la vida, yo creo que todo debe resumirse en lo que los hace felices Vittoria, si tú te sientes feliz de esta manera con Lisandro no veo que tengan que cambiar algo, a veces complacer a los demás o regirse por lo que la sociedad te dicta no nos asegura la felicidad —indicó con conocimiento de causa.


—Sí, eso lo sé muy bien… en verdad lo único que me preocupa es que quizás se nos está haciendo tarde para ser padres. Yo tengo ya treinta años y sabes que el tiempo no nos perdona, además mi familia es numerosa; ellos esperan que yo les dé muchos nietos es casi una tradición, mis dos hermanas mayores lo han hecho… y no sé cuánto tiempo me quede una vez que Lisandro se decida —mencionó revelando uno de sus temores, había soñado con tener al menos cinco hijos con Lisandro y después de siete años de novios, no habían concebido ni siquiera uno.


—¿Le has comentado esa inquietud a él? —preguntó Paula.


—No, en realidad no es un tema que toquemos mucho, hablar de hijos es hablar de matrimonio porque mi familia jamás aceptaría que yo tuviera un niño sin estar casada —dijo y después suspiró.


—Vittoria, yo no debería inmiscuirme en esto, pero no te veo del todo satisfecha con tu relación con Lisandro, creo que deberías hablar con él y hacerle saber lo que sientes —mencionó mirándola a los ojos.


—He intentado hacerlo, pero él siempre sale con algún otro comentario rehuyéndole al tema y yo no insisto porque no quiero perderlo, en verdad amo a Lisandro, con todo y sus defectos, sé que juega al Casanova, sé que cree que sigue siendo un chico… pero también sé que no me es infiel, pues una como mujer nota esas cosas —esbozó dedicándole una mirada que esperaba Paula entendiera, cuando la vio asentir en silencio continuó—. Además es un hombre responsable y estoy segura que será un padre maravilloso, se lleva muy bien con mis sobrinos… pero siento que aún no está del todo seguro y a veces yo me siento igual… la verdad es que no lo sé Paula, todo esto es tan complicado —indicó sintiéndose desesperada.


—Mi consejo es que lo hables con él… mira, Pedro y yo nos separamos casi por cuatro años, precisamente por no ser sinceros, por no decir lo que sentíamos y lo que deseábamos el uno del otro. Si la vida no nos hubiera dado esta nueva oportunidad quizás hubiéramos seguido escudados tras nuestros orgullos, temiendo ser rechazados y guardándonos lo que sentíamos… hubiéramos dejado que este sentimiento que compartimos muriera y créeme es horrible vivir haciéndote todo los días la misma pregunta ¿Qué hubiera pasado si…? Esa interrogante me acompañó por mucho tiempo y puedo ver que tú te la has estado haciendo también —expresó y después le dedicó una sonrisa amable mientras retomaban su camino.


En verdad deseaba poder ayudar a Vittoria, ella le agradaba y no quería que su relación con Lisandro se perdiera por tontas dudas que se podían aclarar hablándolas, no le deseaba a nadie el sufriendo que vivió estando lejos de Pedro.


Ni siquiera a Romina, porque algo le decía que la diseñadora no pasaría por un dolor como ese que ella vivió, pues nunca vio en ésta un sentimiento sincero, todas las veces que aparecía junto a Pedro no descubrió esa mirada de entrega o amor que se da a la persona amada, no veía siquiera que lo admirara. Nunca escuchó un halago hacia su trabajo como actor o su personalidad, solo se enfrascaba en usar la imagen de él para conseguir beneficio propio, así que haberla alejado de Pedro no le pesaba.





CAPITULO 202




Pedro pretendía quedarse con Alicia toda la noche, velar su sueño y asegurar que todo había vuelto a ser como antes, odiaba la sola idea de perderla de nuevo. Pero su hermana le recordó que Paula lo esperaba, hablaron un poco más sobre su relación con ella para aligerar la tristeza y Alicia le confesó que le caía bien, pero que había sentido mayor empatía por Diana, aunque apenas la había visto una vez.


Cuando se quedó dormida Pedro cumplió su palabra de regresar a su habitación, la arropó como solía hacer cuando era niña, mientras recordaba cuando llegó a casa. Él no quería verla porque se sentía celoso, todo el mundo no hacía nada más que hablar de la nueva bebé y todavía no había llegado, así que cuando lo hiciera sus padres se olvidarían de él. Vio que Lisandro lo hacía y decía que era muy linda, así que también se acercó llevado por la curiosidad


Su madre había llegado con ella en brazos, estaba envuelta en una manta blanca como la nieve y era muy pequeña, con la piel sonrosada como si hubiera tomado mucho sol, unas largas y espesas pestañas que descansaban en sus mejillas pues dormía. De inmediato un sentimiento desconocido se instaló en su pecho, quedó tan cautivado por la pequeña Alicia, que pasó horas mirándola dormir y cuando se despertó lloraba tan fuerte que él se desesperó para que la atendieran, no porque le molestaba su llanto, sino porque no quería verla triste.


Se secó las lágrimas ante la nostalgia que le provocó ese recuerdo y el dolor de lo que acababa de vivir, acercándose a ella despacio le dio un beso en la frente y le acarició el cabello mientras se prometía a él mismo que no dejaría nunca que alguien volviera a hacerle daño. Se alejó caminando para salir de la habitación y antes de cerrar la puerta la miró una vez más para asegurarse de que ella estaría bien.


Caminó por el pasillo solitario, eran casi las dos de la mañana y suponía que Paula les había contado a todos dónde se encontraba, además de lo que estaba haciendo, los imaginaba con los nervios de punta mientras rezaban. 


Acordó con Alicia hablar con el resto de su familia a la mañana siguiente, ellos merecían saber la verdad.


La habitación estaba oscura y en completo silencio cuando entró, solo los rayos de la luna que dibujaban la figura de Paula que dormía del lado derecho de la cama, la vio moverse cuando cerró la puerta tras él.


Pedro —lo llamó con la voz ronca y le extendió la mano.


Él se acercó de inmediato sintiendo que necesitaba de Paula, de esa seguridad que ella le brindaba cuando el miedo lo golpeaba, se tendió en la cama para abrazarla con fuerza, no quería volver a recordar lo que había vivido con Alicia y mucho menos atormentar a Paula, así que se tragó su pena haciéndose el fuerte y le dio un beso para levantarse e ir al baño, se prepararía para dormir o al menos intentarlo.


—¿Qué sucedió con Alicia? —preguntó parpadeando para ajustar sus ojos a la oscuridad de la habitación.


—Todo está bien, sigue descansando amor, enseguida regreso —susurró dándole un beso y le dio la espalda para entrar al baño.


El esfuerzo por contener sus emociones estaba funcionando, pero en cuanto miró su reflejo en el espejo y éste le devolvió la desolación que cubría su semblante, no pudo seguir manteniéndose en pie. Se desplomó en el piso mientras lloraba amargamente, siendo consciente de lo que le había
sucedido a su hermana, que había estado a punto de convertirse en tío, que ella tuvo que enfrentarse sola a la angustia de un embarazo no planificado, al rechazo de un malnacido que le dio la espalda y luego a la pérdida de esa vida que llevaba en su vientre y había comenzado a querer.


La rabia lo hizo golpear fuertemente el piso con la mano, queriendo cobrarle a la vida lo que le había hecho a Alicia, comenzó a llorar estremeciéndose por los sollozos, lleno de ira, dolor e impotencia. Sintió la puerta abrirse y sus ojos se toparon con la figura de Paula que lo veía desconcertada, le rehuyó la mirada escondiéndose, pues no quería arrastrarla a ella a ese estado en el cual se encontraba.


Pedro… amor… ¿Por qué estás así? —preguntó y al ver que él se negaba a responder se acercó poniéndose de rodillas a su lado e intentó tomarle el rostro para mirarlo a los ojos—.Pedro por favor mírame y dime lo que sucedió —pidió de nuevo sufriendo al verlo así.


Él no pudo hablar, apenas consiguió aferrarse a la cintura de Paula para buscar de manera desesperada alguien que lo mantuviera en pie, sentía que no podía con tanto dolor dentro de él.


Odiaba inspirar lástima y siempre había luchado por mostrarse fuerte, pero en ese momento le importaba una mierda todo eso, lo único que quería era poder sacarse del pecho lo que sentía y lo estaba matando.


Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a Pedro de esa manera, se sentía tan impotente sin saber qué decirle y lo único que podía hacer era abrazarlo mientras le besaba el cabello, queriendo hacer mucho más, queriendo alejar de él esa pena que lo torturaba, se juró que si Alicia había sido la culpable de que él se pusiera en ese estado, le diría unas cuantas cosas así terminara odiándola a ella también.


Él comenzó a calmarse mientras dentro de su pecho las palabras pujaban por salir, sabía que quizás no debía contarle nada a Paula, después de todo era un secreto de Alicia, pero cómo hacer que su mujer entendiera lo que vivía si no se desahogaba, así que después de tomar aire y mirarla a los ojos, iba hablando a medida que los sollozos lo dejaban.


Paula no pudo disimular el asombro y el dolor que reflejaba en su rostro, a medida que Pedro le contaba lo sucedido a Alicia, ella sospechó lo del chico que la desilusionó pero nunca que el daño había sido tan grande, sin poder evitarlo comenzó a llorar, no solo por Pedro sino también por la chica, pensando que quizás su madre no había actuado tan mal después de todo, al menos no al sembrar en ella el miedo de un embarazo no planificado si no se cuidaba como debía.


Estuvieron allí al menos dos horas mientras él se desahogaba y ella lo consolaba, nunca lo había visto llorar de esa manera, parecía un niño de lo frágil que lucía con la cabeza apoyada en sus piernas, mojando con su llanto la seda de su camisón al tiempo que temblaba.


—Yo debí estar junto a ella Paula, tenía que haber regresado para ayudarla —decía culpándose sin poder dejar de llorar.


Pedro por favor, ya para de culparte… Alicia te lo dijo ya, ella al igual que tú cometió un error y tuvo que enfrentarse a las consecuencias, lo más triste de todo esto es la pérdida del bebé, eso es cierto y es muy doloroso —hablaba acariciándole el pecho—. Pero que tú te culpes ahora no hará que él regrese, ni que las cosas sean distintas. Ahora lo que debes hacer es servirle de apoyo, cumplir con tu promesa de no abandonarla de nuevo y ser ese hermano que siempre fuiste, porque así como a ti no te gusta inspirar lástima, estoy segura que a Alicia tampoco, se le nota en el carácter — agregó mirándolo a los ojos.


—Me esforzaré por hacerlo… voy a dar lo mejor de mí, lo haré, te lo prometo Paula —decía respirando para no llorar de nuevo.


—Eso no debes prometérmelo a mí, sino a ti mismo —esbozó con una sonrisa al recordar las palabras que le dijera su madre hace meses.


Él asintió moviendo la cabeza y tragó para pasar las lágrimas, hacía mucho que no lloraba de esa manera, ni por una razón que no fuera la ausencia de Paula, pero ella estaba allí junto a él y en su mirada podía ver que lo estaría por siempre, se puso de pie extendiéndole la mano a ella para ayudarla a levantarse mientras le sonreía.


—Vamos para que te des un baño y te acuestes, debes estar agotado —mencionó acariciándole la espalda con un gesto tierno.


Caminaron hasta la ducha y aunque ella planeaba quedarse fuera mientras Pedro se bañaba, él le pidió que lo acompañara y Paula aceptó. Experimentando otras sensaciones en ese momento, pues el mismo carecía de lujuria y deseo, pero se desbordaba en cariño y comprensión, dejándoles ver que su amor no estaba basado nada más en una atracción física, sino en sentimientos más reales y profundos.


Paula incluso tomó una toalla para secarlo como si se tratase de un niño y lo llevó hasta la cama de la mano, acostándolo sobre su pecho para dormirlo mientras le cantaba en susurros Di Sole e d'azzurro


—Vorrei illuminarti l'anima, nel blu dei giorni tuoi più fragili, Io ci sarò —sonrió al ver la sorpresa reflejada en su rostro, lo besó y siguió arrullándolo y acariciándole el cabello para hacer que se durmiera.


A la mañana siguiente cuando todos se reunieron para el desayuno, el ambiente parecía normal, pero las miradas que intercambiaban los que se encontraban ajenos a la conversación entre Alicia y Pedro, hacían evidente su desespero por saber lo que había sucedido. Sobre todo porque Pedro aún no llegaba, Paula lo había dejado dormir un par de horas más, sabía que debía estar exhausto y solo le quedaba ese día para descansar antes de regresar a la villa para continuar las grabaciones.


—Parece que a alguien no lo dejaron dormir mucho anoche —mencionó con sorna Lisandro cuando vio entrar a Pedro a la cocina, las sombras bajo sus ojos eran demasiado notorias para pasarlas por alto.


Alicia dejó ver una sonrisa ante el comentario de Lisandro, el leve sonrojo de Paula y Pedro frunciendo el ceño, sus hermanos siempre se portarían como dos niños, su mirada se encontró con los ojos azules de su hermano y ver cómo se iluminaban la hizo muy feliz.


—En realidad… quien no dejó dormir a Pedro anoche fui yo, se lo robé a Paula casi hasta la dos de la madrugada —esbozó ella levantándose de la silla para ir a recibirlo.


Amelia dejó caer la cucharilla con la cual estaba sirviendo la mermelada, Fernando casi se ahoga con el café, Vittoria la miró como si fuera una extraterrestre y Lisandro se quedó con la boca abierta a la espera del trozo de pan en su mano, cuando la vieron abrazar a Pedro con fuerza y además le daba un beso en la mejilla.


—¿Alguien nos puede explicar lo que sucede? —pidió Amelia mirando a sus hijos que se veían con semblante cansado, pero sonrientes.


Ella estaba al tanto de la conversación que tuvieron, porque Paula se los comentó cuando regresó al salón la noche anterior, apenas había logrado dormir por la zozobra que sentía, pero un buen presentimiento en su pecho le dijo que quizás Pedro y Alicia podían reconciliarse. Claro está, no esperó que fuera tan pronto, cuando la confianza se pierde cuesta mucho restablecerla y ella sabía que su hija la había perdido.


—¿Les parece mejor si desayunamos y después hablamos? Es que me muero de hambre madre — indicó Pedro mirando a su progenitora con una sonrisa que llegaba a su mirada.


Antes de sentarse junto a Paula le dio un beso en el cabello a Alicia y le dedicó una mirada para hacerle saber que todo estaría bien. La vio asentir apenas con la cabeza, evidentemente estaba nerviosa, pero a pesar de ello le entregó una hermosa sonrisa y regresó a su puesto.


Aunque todos, a excepción por supuesto de Pedro, Paula y Alicia, deseaban desesperadamente conocer lo que había sucedido, intentaron mostrarse casuales mientras desayunaban, haciendo comentarios del agradable clima que hacía, de sus compromisos al regresar a Roma, lo que harían esos días y tantas cosas más para distraerse.


—¿Vittoria me ayudas con la vajilla por favor? —solicitó Paula cuando terminaron, y su mirada le pedía a la novia de Lisandro que le siguiera la corriente, mientras se ponía de pie.


—No es necesario Paula, ya ustedes cocinaron, nos toca a nosotros —mencionó Fernando como el caballero y el abogado justo que era, al tiempo que se levantaba de su silla.


—Suegro déjenos a nosotras, así nos salvamos de cocinar para el almuerzo, es un trueque justo — mencionó Vittoria con una sonrisa.


Ella entendió la mirada de Paula y sabía que la familia necesitaba espacio, así que se puso de pie y comenzó a ayudar a la escritora a recoger la mesa, le guiñó un ojo a su novio que la miraba asombrado. Odiaba tener que lavar platos, o hacer cualquier tarea del hogar y lo único que sabía hacer con las sábanas de una cama era desarreglarlas, del resto era una completa inútil para todo eso, solo esperaba que Paula tuviera más práctica, porque ella fue criada rodeada de un ejército de personas que le hacía todo.


Alicia vio que Paula intentaba facilitarle las cosas y le agradeció por ello con una sonrisa amable, después buscó a Pedro con la mirada para conseguir valor a través de su hermano. Él asintió moviendo apenas su cabeza, pues sentía las miradas de sus familiares puestas en los dos, no quería que Alicia se sintiera presionada.


—Papá, mamá… Lisandro —mencionó con la voz ronca, se detuvo para aclararla un poco, tragó para tomar aire luchando por sosegar los latidos de su corazón y continuó—. Quisiera hablar con ustedes —pidió y de nuevo miraba a su hermano— ¿Pepe puedes acompañarnos por favor? —le preguntó mirándolo.


—Por supuesto, vamos al salón —se levantó y miró a Paula.


—Nosotras terminaremos aquí y saldremos a pasear un rato, no se preocupen —respondió ella mirándolos a todos mientras sonreía.


—Claro… —indicó Vittoria asintiendo con la cabeza, siguiéndole la corriente a Paula aunque no entendía nada y se moría por descubrir qué había pasado para ver ese cambio en Alicia.


—Bien… vamos —pronunció Amelia sintiendo que una incómoda sensación de zozobra se apoderaba de su cuerpo, se acercó a su esposo y le tomó la mano para caminar con él hacia el salón.


Lisandro casi les exigía a sus hermanos que le dijesen lo que ocurría con la mirada, pero al ver que ambos le rehuían se armó de paciencia y caminó con todos hacia el salón. Era evidente que algo había ocurrido para que Alicia se mostrase así y además que Paula lo sabía, quizás Pedro se lo había contado, a lo mejor su hermano se había decidido a decirle toda la verdad a Alicia, aunque parecía que la que tendría la voz cantante en esa reunión sería ella y no Pedro.


Pedro caminaba al lado de su hermana sintiendo la ansiedad recorrer todo su cuerpo, no sabía cómo tomarían sus padres lo sucedido y aunque siempre habían sido muy compresivos, quizás les daría mucho más fuerte enterarse de lo de Alicia, después de todo ese bebé que murió hubiera sido su primer nieto. Llegaron hasta el salón y todos tomaron asiento, el silencio tardó en ser llenado por Alicia al menos un minuto.


Ella intentó hacerles el relato a sus padres mucho menos dramático, pero las expresiones en sus semblantes no la ayudaban mucho y ni siquiera se animaba a mirar a Lisandro que parecía una estatua a su derecha, de vez en cuando lo miraba de soslayo para ver si seguía respirando, a su lado Pedro le tenía la mano tomada y le acariciaba el dorso levemente con el pulgar cada vez que la sentía temblar.


Amelia y Fernando escuchaban atentos cada palabra de su hija y las emociones en ambos eran muy similares, por parte de ella el instinto de madre prevalecía sobre cualquier otro, mientras que en él lo hacía más ese instinto de hombre que desea vengar la afrenta sufrida por su hija, buscar a ese miserable y cobrarle cada lágrima que había derramado. 


Pero en los dos lo que más pesaba era el sentimiento de culpa al comprender que nada de eso hubiera pasado si hubieran tenido más comunicación o hubieran estado más pendientes de su pequeña.


Cuando llegó el momento más difícil todos lloraban, incluso Pedro que ya conocía la historia volvía a hacerlo, le dolía ver en el rostro de sus padres más que decepción como ocurrió en su caso, una gran culpa, sostuvo a Alicia rodeándole los hombros con un brazo y le daba besos de vez en cuando en la cabeza.


Amelia sentía que el dolor que estaba atravesando era quizás mayor a aquel que sintió por Pedro, porque en el caso de su niña fue una vida lo que se perdió, una vida que ella hubiera amado con toda su alma sin importarle la circunstancias de su concepción. Mientras Fernando se sentía tan impotente y a la vez furioso con él mismo, intentaba respirar para drenar el dolor en su pecho, nunca había sufrido del corazón pero ante las sensaciones que lo embargaban, lo mejor era intentar calmar los latidos de su corazón, no era el mejor momento para tener un ataque.


—Mamá… papá, lo siento tanto… por favor perdónenme, sé que fui demasiado irresponsable, que todo lo que sucedió fue mi culpa y les juro que si hubiera previsto lo que sucedería nunca habría actuado de esa manera, no me arrepiento de ese bebé que llegué a querer, pero… si tan solo… — decía en medio de sollozos mientras las lágrimas bajaban copiosas por sus mejillas, cada vez se le hacía más difícil respirar y el nudo en su garganta también le dificultaba hablar.


—Ven aquí mi niña —le pidió Amelia moviéndose en el sillón mientras le extendía los brazos, intentando sonreírle en medio del dolor.


Alicia corrió hasta ella y se refugió en el regazo de su madre, quien de inmediato la envolvió entre sus brazos para arrullarla. Ella se volvió para mirar a su padre pidiéndole con la mirada que la perdonara por el sufriendo que le estaba causando, él envolvió con sus brazos a las dos, mientras sus ojos azules reflejaban todo el dolor y la culpa que sentía.


—No tenemos nada que perdonarte Alicia, ya no llores mi niña… ya lo has hecho demasiado, por favor no sigas… lo que más me duele de todo esto es que hayamos sido tan ciegos, que no viéramos lo que te sucedía… porque quizás las cosas hoy fueran distintas —mencionó Fernando con la voz ronca por las lágrimas que ya no se esforzaba por contener.


Ella se extendió un poco más explicando por qué su resentimiento había sido mayor hacia su hermano, diciéndoles que después que él desapareció, todos aquellos que se decían sus amigos le dieron la espalda, ya no era la hermana del gran actor, sino de un fantasma y muchos se molestaron con ella cuando decía que no sabía dónde se encontraba, la tildaron de mentirosa y que no confiaba en ellos. Pasó de ser la chica más hermosa y popular de la escuela a la más rechazada por todos, puesto que además Cesare se había encargado de decir que Pedro era un abusador de mujeres y que él había vengado a su hermana pagándole con la misma moneda y comenzó a burlarse de ella delante de todo el mundo cada vez que la veía.


Sus padres y Lisandro también le solicitaron el nombre completo del chico, para buscarlo y exigirle una explicación, pero Alicia los hizo desistir al decirles que volver a encontrarse con él, sería revivir ese horrible episodio de su vida que deseaba olvidar, además de decirles la condición en la cual él se encontraba actualmente.


El mismo sentimiento que percibió en Pedro el día anterior al enterarse de lo ocurrido, los invadió a ellos, pues sentían que ese joven merecía un castigo, incluso Amelia que era tan compasiva y no le deseaba mal a los padres del chico, pensó que la vida le había dado una gran lección por haber hecho tanto daño a su hija, si ellos como padres habían fallado, no podía decir que los de aquel joven fueran los mejores.


Todos se sorprendieron y voltearon a ver hacia Lisandro cuando dejó escapar un sollozo. Hasta el momento el mayor apenas había hablado y no había mostrado reacciones como las de sus padres o las que tuvo Pedro la noche anterior, sabían que había llorado porque se limpiaba las lágrimas con disimulo, pero cuando se llevó las manos al rostro para cubrirlo escondiéndolo además entre sus piernas y comenzó a sollozar, todos quedaron perplejos.


—Lisandro, por favor no llores —le pidió Alicia acercándose a él.


—No… no me pidas que no me sienta mal, fui yo quien más falló, se suponía que debía cuidar de ambos, que era su hermano mayor y mi responsabilidad es que a ninguno de los dos les pasara nada —lanzó en un torrente de palabras y sollozos que apenas lograba esbozar.


—Tú no has fallado en nada Lisandro, fueron nuestras decisiones… no te culpes ni te pongas de esa manera —indicó Pedro que también se había levantado y caminó hasta él.


Alicia se puso de rodillas ante su hermano y le tomó el rostro para que la viera a los ojos, con ternura le limpió las lágrimas que bajaban por sus mejillas. Él la tomó como si fuera una niña de cinco años y la sentó en sus piernas, llenándole el rostro de besos.


—Eres mi princesa… siempre lo serás Alicia, tenías que habernos hablado de todo eso y sí me siento molesto, pero porque pensé que confiábamos unos en los otros —dijo mirándola a los ojos y después le extendió la mano a Pedro haciendo que se sentara en el brazo del asiento, a su hermano también le rodeó la cintura con el brazo, mientras las lágrimas seguían desbordándose—. No vuelvan a hacerlo nunca más, no quiero un jodido secreto, ni misterio entre nosotros… si tienen un problema háblenlo carajo… yo soy su hermano y sea lo que sea que les ocurra encontraremos la solución, pero no se callen por favor —les pidió a ambos con esa seriedad que pocas veces mostraba, mirándolos.


Pedro y Alicia asintieron en silencio, pues la voz de ambos había sido reemplazada por todas las emociones que los embargaban. Ella se acurrucó contra Lisandro como queriendo ser de nuevo la niña consentida y feliz que una vez fue, mientras Pedro le envolvió los hombros a su hermano con un brazo y le dio un beso en el cabello, queriendo agradecerle por todo lo que había hecho por ambos.


Amelia y Fernando al ver esa imagen de sus hijos apenas podían contener las lágrimas y la felicidad, era como si volvieran a ser los niños que ellos recordaban antes de que el dolor tocara a su familia, ahora estaban en ellos las huellas de las experiencias vividas y comprendieron que habían crecido, pues los golpes los habían enseñado.


—Nosotros somos los mayores responsables Lisandro, tú has sido un hijo excelente y no debes culparte por algo que aún no te corresponde, pero toma esto como experiencia… cuando nos casamos pensamos que nuestra vida sería perfecta, ya vez que nada debe darse por sentado, fallamos en muchos aspectos, pero la vida nos está dando una nueva oportunidad a todos, incluso a nosotros — pronunció Fernando captando la atención de sus hijo y los miró sintiendo tanto amor por los tres.


—Si tú fallaste Lisandro, nosotros como padres somos un desastre, les dimos libertad pensando que de esa manera los beneficiaríamos, pero olvidamos los peligros que existen fuera de nuestra familia, y ante los cuales nos encontramos impotentes por no poder estar a su lado todo el tiempo…
debimos ser más claros, debimos pensar en que ustedes no eran perfectos, que eran humanos y propensos a equivocarse… —habló Amelia con la voz ronca por el llanto derramado—. Lo sentimos tanto hijos… les pedimos perdón a los tres, incluso a ti Lisandro por haberte dejado sin saber una responsabilidad que no era tuya.


—Yo no me siento mal por ello madre, no se disculpe conmigo —indicó él mirándola a los ojos.


—Lo hago porque así lo deseo… ven aquí, después de todo tú también fuiste nuestro niño y aunque nunca pasaste por situaciones como las de tus hermanos, eso no quiere decir que no hayamos fallado contigo… —le dijo cuando él se paró frente a ella y le instó a que se sentara en medio de ambos, le dio un beso en la mejilla—. Mira la edad que tienes y aún sigues pensando como cuando tenías diecisiete, creo que es hora que sueltes nuestras responsabilidades y asumas las tuyas — mencionó mirándolo a los ojos mientras le acariciaba el cabello.


Él la miró un tanto sorprendido, pero supo de inmediato a lo que se refería, ese intercambio de miradas con su madre le dio el valor para hacer lo que debía, lo que había deseado desde hacía mucho tiempo pero que por miedo a fallar no había realizado. Él era un hombre responsable, nada más su profesión lo decía, cada vez que comandaba un vuelo era decenas de almas que se ponían en sus manos, así que sonrió sintiéndose de cierto modo feliz y liberado porque ya no había temor en su ser.


—Ve y entrégaselo… sé que siempre lo llevas contigo —mencionó Amelia con una gran sonrisa y lo besó en la frente.


Fernando que no tenía secretos con su mujer sabía a lo que se refería, le guiñó un ojo a ella y le asintió en silencio cuando Lisandro buscó su mirada, después lo abrazó con fuerza para asegurarle que todo estaría bien, lo hizo ponerse de pie y le dio una nalgada como cuando era un niño y lo enviaba a hacer algo, sonrió ante la sorpresa de su hijo.


—Anda… o tu hermano te ganará la partida —esbozó refiriéndose a Pedro y le guiñó un ojo.


—Ni loco, yo soy el mayor… y seré el primero en casarme —indicó Lisandro con una gran sonrisa.


Se acercó a Pedro para desordenarle el cabello y le dio un beso a Alicia en la frente, después de eso salió corriendo hacia su habitación. Su madre tenía razón siempre lo llevaba con él, incluso durante sus vuelos, a la espera del momento adecuado y así habían transcurrido tres, pero había llegado, ese era el correcto, todo se lo gritaba.


Subió hasta su habitación con rapidez y buscó entre sus cosas la pequeña caja de terciopelo negra, la abrió encontrándose con la elegante sortija de oro blanco coronada con un diamante de corte imperio, le había costado una pequeña fortuna pero su futura esposa merecía eso y más. La cerró manteniendo una hermosa sonrisa en su rostro, se la guardó en un bolsillo, sabía que había salido con Paula a pasear por el pueblo, ya no quería esperar más así que salió a buscarla.