miércoles, 9 de septiembre de 2015
CAPITULO 200
Paula la vio salir de ese lugar sin decirle una sola palabra, ni siquiera se volvió a mirarla; así que por un instante se llenó de miedo al no saber si se había extralimitado, si había terminado por arruinar la relación entre Pedro y su hermana. Levantó la mirada al cielo que como siempre lucía hermoso con millones de estrellas, al tiempo que alzaba una plegaria para que lo que había hecho no trajera consecuencias negativas, pues no soportaría ver a su novio sufrir todavía más por Alicia.
—Bueno Paula, tú nunca has eludido tu responsabilidad, así que no te queda más que contarle a Pedro lo que hiciste… que él esté al tanto para que no lo tome por sorpresa si Alicia le reclama —se dijo a sí misma saliendo del salón—. Y la próxima vez no te dejes llevar por tu curiosidad, ya ves que solo te mete en problemas.
—Te estaba buscando ¿dónde estabas? preguntó Pedro con una sonrisa cuando la encontró en medio de la escalera.
—Fui hasta el salón superior… —decía cuando él la detuvo.
—¿Estabas recordando? —inquirió de nuevo en un tono sugerente apoyando sus manos en las caderas de Paula—. Si quieres podemos escaparnos a ese lugar cuando todos se vayan a dormir —propuso con una sonrisa y le miraba los labios con deseo.
—Vas a acabar conmigo Pedro Alfonso—se quejó como hiciera él durante la madrugada, le acarició el pecho liberando un suspiro, consciente que debía decirle la verdad—. Estaba hablando con Alicia —vio la sorpresa reflejada en los ojos azules y también varias interrogantes, así que se apresuró a contestar—. Quería charlar con ella un rato y no sé, intentar averiguar por qué había cambiado tanto, por qué se siente tan resentida contigo…
—¿Qué hiciste qué? ¡Paula por favor! —la detuvo molestándose por lo que hizo—. No tenías que hacer nada de eso.
—No te pongas así… no lo hice por mal, podemos ir a la habitación. Todos nos están mirando — pronunció viéndolo a los ojos, sintiéndose apenada por la reacción de la familia de Pedro.
—Ven —mencionó tomándola de la mano y subió las escaleras con ella sin siquiera despedirse o excusarse con los demás.
Caminaron en silencio por el pasillo, al llegar a la recámara él cerró la puerta y pasó el pestillo para asegurarse que nadie viniera a inmiscuirse, ya conocía a su familia. Se volvió para mirar a Paula exigiéndole una explicación sin palabras, solo con su actitud.
—Pedro yo no quise… ya sé que no debí meterme en este asunto, que me tomé atribuciones que no me correspondían y merezco que te enojes conmigo. Pero te aseguro que no lo hice para traerte problemas… yo solo quería… —se detuvo porque el nudo en su garganta no la dejaba continuar, se sentó al borde de la cama clavando la mirada en sus manos, suspirando para liberar la presión en su pecho.
Él inhaló profundamente para relajarse, la imagen que mostraba Paula lo golpeó en el pecho haciéndole ver que había actuado mal, ella solo había querido ayudar y él en lugar de agradecerlo se lo reprochaba, estaba molesto sin saber siquiera el motivo real, quizás era por esa maldita manía que se había impuesto de tratar a Alicia con guantes de seda, él temor de sentir que si la presionaba o la enfrentaba iba a terminar perdiéndola de manera definitiva.
Caminó hasta Paula sintiéndose más calmado y se puso de cuclillas frente a ella, le tomó las manos mientras buscaba su mirada para hablarle haciéndolo a los ojos, que viera que sentía mucho haberse mostrado así con ella y sobre todo delante de su familia.
—Amor mírame —le pidió al ver que ella se negaba a darle la cara, llevó su mano hasta la barbilla para subirla, ver que estaba a punto de llorar le estrujó el corazón—. Perdóname por haberme portado como un idiota, no vuelvas a decir que tomas atribuciones que no te corresponden, porque tú eres parte de mi vida y todo lo que tenga que ver con ésta te concierne… así como yo me he inmiscuido en la tuya, tú también tienes derecho de hacerlo con la mía —expuso mirándola a los ojos.
—Pero te molestó que hablara con Alicia —intentó reprocharle.
—Me molestó porque no deseo que te veas expuesta a su rechazo, ni que ella haga o diga algo que te lastime… yo solo quiero cuidar de ti Paula —decía cuando su novia lo interrumpió.
—Pues yo también deseo cuidar de ti, no quiero verte sufrir Pedro y sé que la situación con tu hermana te lastima… pensé que si hablaba con ella quizás podía hacer que eso cambiara — mencionó con la voz ronca por aguantar el llanto—. En verdad no quise incomodarte… yo solo quiero verte feliz —expresó y las lágrimas la desbordaron.
—No, no llores Paula. Yo soy feliz, tú me haces feliz preciosa.
—Pero eso no es suficiente… yo sé de lo que te hablo Pedro, es como que yo te dijera que soy completamente feliz, cuando sé que debo buscar la manera de reconciliarme con mi madre, hacerle entender que las cosas que hago son para mi bienestar y mi felicidad. Sé que si no reparo ese lazo que debe unirnos como madre e hija nunca me sentiré feliz del todo —explicó mirándolo a los ojos—. Puedo decirte Pedro tú me haces feliz, pero en el fondo de mi corazón está ese asunto pendiente que no me dejará en paz nunca… y eso mismo debe sucederte a ti con Alicia.
—¿Segura que en otra vida no fuiste la hermana gemela de mi madre? —preguntó sorprendido porque la forma de ver el mundo de las dos era muy parecida, también porque quiso relajar un poco la tensión en ambos.
—No, ella es bellísima y tiene unos hermosos ojos grises —contestó intentando seguirle el juego, suspiró para seguir sintiendo que los dos se relajaban—. Tienes que hablar con Alicia… —decía cuando lo vio ponerse de pie rehuyéndole—. Pedro tienes que hacerlo, no puedes seguir dejando que la distancia entre los dos crezca porque va a llegar un punto en el cual ya no habrá vuelta atrás —decía caminando hasta él.
—Paula yo he intentado acercarme a ella y siempre termina rechazándome, ya no sé qué hacer. He sido muy paciente con ella porque sabes que la quiero mucho… pero temo que en una de esas discusiones yo tenga un arranque de los de antes y le diga cosas que después lamente —confesó
dándole la espalda para caminar hacia la ventana.
—¿Y crees que haces bien callándote todo lo que sientes? —le preguntó girándolo para que la viera a la cara—. Ya sé que yo no puedo dar cátedra de esto, pero tú sí… tú me enseñaste que debía expresarme libremente, a decir lo que pensaba y sentía… a no guardarme nada que pudiera hacerme daño. Sé que has cambiado y que ahora piensas mejor las cosas antes de actuar, que eres más maduro, más centrado; eso está bien Pedro, pero hay momentos en los cuales debemos arriesgarnos “A veces correr riesgo es lo que hace que sintamos que estamos viviendo realmente” eso me lo dijiste tú, ¿lo recuerdas? —inquirió mirándolo.
—Sí, lo recuerdo… pero Paula, yo no sé cómo acercarme a Alicia, las cosas ya no son tan sencillas como antes —esbozó con pensar.
—Pues haz que lo sean… ¿O tendré que citarte de nuevo? Creo que he perdido a mi novio porque no lo veo —indicó tomándole el rostro entre las manos, lo vio cerrar los ojos y suspirar, luego apoyó la frente sobre la suya, como si apenas pudiera soportar el peso de sus pensamientos.
—Está bien… —se detuvo cuando Paula gritó emocionada y lo abrazo—. Hablaré con ella mañana…
—¡No! Tienes que hacerlo ahora que te has decidido. Es temprano, dudo que esté durmiendo y así no te pasas toda la noche atormentándote por lo que pueda suceder —mencionó con determinación.
—¿Quién es la impaciente ahora? —preguntó frunciendo el ceño.
—Pedro Alfonso o vas ahora mismo a hablar con tu hermana o… —se calló buscando algo con lo cual amenazarlo, pues había pensado en negarse a estar con él, como generalmente hacían las mujeres, pero sabía que eso sería terminar perjudicándose ella misma.
—¿O? —preguntó él consciente de lo que rondaba su cabeza.
—Olvídalo —respondió sonriendo y después le rodeó la cintura con los brazos—. Si vas y haces el intento de reconciliarte con Alicia, me harás muy, muy feliz —agregó en un susurro cerca de esos labios que adoraba, mientras se perdía en la mirada azul de Pedro.
Él suspiró, consciente que no podía negarle nada a Paula y al mismo tiempo sintiéndose esperanzado, deseaba creer que podía recuperar su relación con Alicia, después de todo él también se había prometido recuperarla a ella, quizás ya era hora.
Los dos salieron al pasillo tomados de la mano, Paula regresaría al salón para hacerles ver a sus padres que todo estaba bien y él debía ir hasta la habitación de Alicia para hablar con ella, cuando se encontró frente a la puerta de su hermana se tensó, pero la caricia que le dio su novia en la espalda lo llenó de seguridad y asintió haciéndole saber que estará bien, la despidió con un suave beso en los labios.
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