Los miembros de la familia Alfonso tomaron el primer tren desde Roma hasta Milán, y después de un viaje de casi tres horas al fin llegaron hasta la capital de la moda italiana. Sin
embargo, su travesía no finalizaba allí, los dos autos que habían alquilado los esperaban para llevarlos hasta el hermoso poblado de Varese, a una hora del mismo. Todos los años para esa misma fecha ellos optaban por irse allí al menos una semana, a ese lugar al norte de Italia para escapar del agobiante calor que hacía por el verano, mientras otros se marchaban a las playas para disfrutar de las cálidas aguas del mediterráneo y conseguir un hermoso bronceado.
—Creo que debimos desayunar en Milán, la comida del tren no calmó mi apetito —mencionó Lisandro de manera casual.
—Llegaremos dentro de poco amor y tu apetito parece no saciarse nunca, de continuar así vas a terminar engordando —acotó Vittoria sonriéndole al ver que fruncía el ceño.
—Soy un tipo deportista y me mantengo muy bien —se defendió.
—Te recordaré demostrármelo hoy en la noche —le susurró al oído para que el chofer no los escuchara.
Él le entregó una sonrisa cargada de picardía y la besó sin importarle que no estuvieran solos, la verdad nunca se cohibía en darle muestra de cariño a su novia por estar en público, él no era como su hermano Pedro que debía estar cuidando todo lo que hacía y decía, en ese aspecto le agradecía a la vida no ser famoso.
Al bajar, lo primero que vio Lisandro fue el Maserati negro de su hermano, estaba seguro que era el de Pedro pues él lo reconocería a metros de distancia. Dejó ver una sonrisa imaginando quién sería su acompañante, comprendiendo de inmediato porqué no le había contestado las llamadas, allí los teléfonos móviles tenían pésima señal.
—Parece que tenemos invitados —esbozó y su sonrisa se hizo más amplia al ver la sorpresa en las expresiones de sus progenitores.
Ellos también reconocieron el auto, llenándose de emoción de inmediato pues tenían más de un mes que no veían a Pedro, pero Alicia no se sintió tan feliz pues sabía que una vez más, toda la atención iría a parar a la estrella de la familia y seguramente a su espléndida novia.
—Seguro llegaron anoche porque hablé con Margarita ayer en la tarde y no me mencionó nada al respecto —indicó Amelia sonriendo.
Como era de suponerse el trayecto hasta la mansión se hizo con más prisa de lo planeado, pues ahora tenían un incentivo mayor para llegar hasta allí, pero como ese no era el mismo de Alicia, ella sí disfrutó del paisaje que le aportaba tanta calma y se detuvo en el muro de piedra, viendo con algo de resentimiento cómo sus padres ni siquiera se percataban de su ausencia, pero al menos Lisandro sí lo hizo y regresó por ella, rodando los ojos ante la actitud de sus progenitores para hacerla sonreír y le extendió la mano con una calidez a la cual no pudo negarse.
—Pedro hijo ¿estás aquí? —preguntó Amelia entrando a la casa.
—Madre lo llama como si estuviera invocando su espíritu —se burló dejando la maleta en el salón.
—¡Lisandro! —ella lo reprendió de inmediato, en verdad nunca pensaba madurar ese hijo suyo.
—Si llegaron anoche tarde deben estar descansando Emilia —mencionó Fernando mirando hacia la escalera.
—O preparándoles un delicioso desayuno para recibirlos —pronunció Pedro entrado a la sala acompañado de Paula.
—¡Mi pequeño! —esbozó de inmediato Amelia al verlo.
Él corrió y la abrazó levantándola del suelo mientras dejaba caer muchos besos en las mejillas de su madre y reía sintiéndose feliz por verla, aunque le gustaba vivir su tiempo a solas con Paula no le molestaba la presencia de sus padres allí, por el contrario le animaba poder compartir con ellos y que la fueran adoptando como parte de la familia, ya que sus planes eran que muy pronto lo fuera.
Paula veía el cuadro y se sentía feliz al ver al hombre que amaba disfrutar de las atenciones de su madre como si fuera un niño, no pudo evitar ver la abismal diferencia que existía entre sus familias una vez más. Ella nunca vio a su madre tratarlos de esa manera, ni siquiera con Nicolas cuando regresaba de las peligrosas misiones que a veces debía cumplir. En ese instante se prometió que cuando tuviera la dicha de ser madre, sería como Amelia Alfonso.
—¿Cuándo llegaron? —fue la primera pregunta de Amelia.
—Ayer al mediodía, pero le pedimos a Margarita que no te dijera nada para darles la sorpresa — contestó mirándola.
—Amelia es un placer verla de nuevo —la saludó Paula.
Ya había aprovechado la reunión de madre e hijo para hacerlo con todos, incluso con Alicia que solo le dedicó un escueto “Hola” y un “Bien” cuando le preguntó cómo se encontraba, pero pudo notar que miraba con cierto celo la unión entre Pedro y su madre, por lo que fue tomando notas mentales para descubrir lo que le ocurría.
—Paula querida, a mí también me alegra mucho verte… bienvenida a nuestra casa —expresó abrazándola.
—Muchas gracias, es muy hermosa… en realidad parece un sueño.
—Es maravilloso que Pedro te trajera este fin de semana para conocerla… —decía cuando su hijo la interrumpió.
—En realidad ya hemos estado aquí antes madre —acotó captando la atención de su familia y al ver el interés en sus miradas continuó—. Traje a Paula hace cuatro años, y puedo jurar que fue aquí donde se enamoró perdidamente de mí —agregó mostrándose orgulloso.
—Tu hijo es tan modesto Amelia —puntualizó ella sonriendo.
Comenzaron a reír ante la acotación, pues sabían que ella tenía toda la razón, él había pecado de arrogante y vanidoso, no quedaban dudas que estaba muy enamorada, en realidad los dos lo estaban.
Pues a él nunca lo habían visto mirar de esa manera a otra mujer, no con tanto amor.
—Eso no es nada espera a que lo conozcas mejor —mencionó Alicia que era la única que no reía —. Permiso… iré a mi habitación para descansar, el viaje me dejó extenuada —dijo caminando a las escaleras.
—¿No vas a desayunar? —preguntó Pedro ignorando el desaire que intentaba hacerle una vez más.
—No, no tengo hambre gracias —respondió sin volverse a mirarlo mientras subía junto a su maleta.
—Vamos cabezotas… que yo sí muero de hambre y me comeré el plato de ella —mencionó Lisandro llevando su mano al cabello de su hermano en un gesto cariñoso, consciente de cuánto le dolía a Pedro la actitud de Alicia y sobre todo cuánto lo frustraba.
Paula comprendió el silencio que los envolvió a todos ante la actitud de la chica y se sintió apenada por esa situación, ella no era buena para dar consuelo, eso lo sabía muy bien. Pero su deseo por ver a Pedro otra vez feliz hizo que se acercara a él y le regalara una sonrisa para animarlo, le acarició la espalda dándole un beso en la mejilla.
—Vamos antes de que Lisandro nos deje sin comida —susurró mirándolo a los ojos y le guiñó un ojo para hacerlo sonreír.
Se habían levantado dos horas antes, y se mantuvieron despiertos por las tazas de café expreso que bebieron cada uno, además de la emoción que representaba la llegada de la familia y nada lo arruinaría.
*****
Del almuerzo se encargaron Fernando y Lisandro, demostrándole a Paula que los hombres Alfonso eran los expertos en la cocina, mientras que ella y Pedro conversaban con Amelia y Vittoria sobre cosas del rodaje de la película y los comentarios de la prensa; además la psicóloga aprovechó la ocasión para conocer un poco más de su futura nuera. Preguntándole primero por sus gustos y después por su familia, notando que Paula se cohibía un poco al hablar de sus padres, sin embargo, cuando llegó el turno de sus hermanos se le vio más suelta y comprendió que tal como le había comentado Pedro una vez, ella había vivido condicionada por las imposiciones de sus progenitores.
Durante el almuerzo Paula trató de recabar más información acerca de Alicia, intentado entablar una conversación con ella, que por cortesía le respondía pero solamente con respuestas vagas, sin hacer énfasis en ninguna y eso empezó a darle pistas. Después se retiraron a descansar para el alivio de Pedro y Paula que ya no sabían cómo disimular que se caían de sueño.
Paula estaba a punto de volverse loca por no dar con lo que le sucedía a Alicia y después de la cena, aprovechó que ella se había retirado hacia la terraza para seguirla y tratar de averiguar un poco más, apuntaría a lo primero que pensó, que todo tenía que ver con algún chico. Entró al lugar fingiendo que deseaba observar el espectáculo que brinda el cielo, y que no había notado su presencia allí, Pedro estaba jugando ajedrez con su padre y no sería extraño que ella quisiera distraerse un poco.
—Perdón… no sabía que estabas aquí —mencionó volviéndose para mirarla sentada en un rincón con su iPad— ¿No te molesta que esté aquí verdad? —preguntó al ver que no recibía respuesta.
—No, puedes estar donde quieras… eres la novia de mi hermano —respondió mostrando que le daba igual.
—Sí, aunque siempre me ha gustado respetar el espacio de los demás.
—Puedes hacer lo que desees, aunque supongo que no debe ser fácil tener que soportar a Pedro todo el tiempo, y de paso que ahora su familia no haga más que hablar de todas las cualidades que posee —comentó dejando ver el rencor que sentía.
—¿Por qué lo odias tanto? —le preguntó sin rodeos.
—Yo no lo odio —se defendió de manera automática, aunque le hubiera gustado decir que sí lo hacía, para que ella se largara de una vez.
—Cualquiera que viera la manera en cómo lo tratas diría que sí, o que estás buscando castigarlo por algo. ¿Qué hizo que te lastimó tanto Alicia? —inquirió una vez más mirándola a los ojos.
—Él no me hizo nada… —decía pero no pudo continuar pues la novia de Pedro la detenía de nuevo.
—¿Entonces quién fue? Porque algo debió haberte pasado para que cambiaras de esta manera — cuestionó evitando que rehuyera.
—Eso no es tu asunto y además tú no me conoces para saber si he cambiado o no. Si lo que intentas es que vaya y le rinda pleitesías a Pedro como hacen todos los demás estás perdiendo tu tiempo… creía que eras una mujer inteligente y distinta a las demás, pero veo que me equivoqué —mencionó con un todo duro que diera por terminada esa conversación y se puso de pie para marcharse.
—No pretendo nada de eso, pero sí me gustaría que volvieras a ser la chica maravillosa de la cual Pedro me habló hace cuatro años, aquella que irradiaba vida y alegría, la que pasaba horas hablando por teléfono con él, la adolescente que adoraba a su hermano no por ser un actor aclamado, sino porque sabía que ella era la luz de sus ojos… y sigues siéndolo Alicia, él sigue adorándote — esbozó con la voz ronca porque le dolía que ella fuera tan ciega y egoísta, que lo hiciera sufrir.
Aunque se quedó parada escuchando todas las palabras que esa mujer le dijo no respondió, no podía hacerlo porque notaría que estaba llorando. Se había prometido no hacerlo de nuevo y menos por culpa de Pedro, aunque en el fondo él no era el verdadero culpable de lo que le había sucedido, no existía otro responsable que ella.
Excelentes los 3 caps. Me encanta cómo se aman.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos Ahora nos queda la intriga de saber qué le pasó a Alicia para comportarse así!
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