jueves, 3 de septiembre de 2015
CAPITULO 184
La placentera sensación de los besos de Pedro cayendo sobre su espalda la despertaron a la mañana siguiente, ella no quería abrir los ojos para no ser consciente que el tiempo corría y debían marcharse, solo deseaba quedarse allí para siempre. Se estremeció sin poder evitarlo cuando él llegó al final de su espalda para dejar caer un beso suave y prolongado sobre su nalga izquierda, ella suspiró sintiendo cómo los labios masculinos esbozaban esa sonrisa que conocía tan bien.
—Voy a prepararte el desayuno, sigue descansando —susurró en su oído y le dio otro beso en el hombro.
Paula esbozó una sonrisa y asintió sin abrir los ojos, se sentía agotada hasta para eso, apenas unas horas atrás se habían quedado dormidos, no podía entender cómo Pedro tenía fuerzas para levantarse de la cama después de la noche que habían tenido. Primero la velada en el club y después todas las veces habían hecho el amor, eso era lo que más exhausta la había dejado, aunque también sentía una enorme satisfacción que no cambiaría por nada y con gusto repetiría todo lo que hizo la noche anterior.
Se removió en medio de las sábanas gimiendo al sentir ese leve dolor, que ya se había vuelto una constante cada vez que pasaba la noche junto a Pedro, sonrió al recordar su preocupación al pensar que estaba siendo muy rudo y eso la llenó de ternura, al tiempo que sentía que su amor por él se hacía más intenso y abarcaba mucho más dentro de ella. Abrió los ojos girando para quedar boca arriba mientras sentía la suavidad de las sábanas deslizarse por su piel desnuda, se estiró en la gran cama cuan larga era y todos sus músculos se dilataron intensificando esa sensación de dolencia en sus caderas y extremidades.
—Después de este fin de semana creo que regresaré a la villa en silla de rueda —susurró sonriendo mientras fijaba su mirada en el techo de vigas de madera oscura, que contrastaba a la perfección con las paredes blancas y el piso de parqué en un tono más claro.
Bajó de la cama sintiendo el piso frío bajo sus pies, se cubrió con la sábana y después tomó su bolso para ir hasta el baño. Cuando sus ojos se toparon con su imagen abrió mucho los ojos, su cabello era un desastre y aún había rastro del maquillaje en sus ojos.
Sacó una toalla humeda, una liga para el cabello y su cepillo de dientes, mientras arreglaba su apariencia se fijaba en el baño que tenía una decoración sumamente masculina y eso le provocó cierto alivio pues odiaría encontrarse con algo de la horrible de Romina Ciccone. Después de veinte minutos se encontraba lista, había buscado su vestido y solo en ese momento caía en cuenta que no podía regresar vestida así al hotel porque notarían de inmediato que había pasado la noche fuera.
Suspiró buscando en su cabeza la solución y se le ocurrió llamar a Diana para que le llevara algo de ropa, pero entonces cayó en cuenta que quizás ella tampoco había regresado al hotel, debía estar junto a Marcello todavía.
Escuchó a su estómago reclamar por comida así que optó por ponerse un albornoz de Pedro, le quedaba muy grande pero al menos la cubriría más que la sábana, bajaría a desayunar y después vería cómo solucionar lo de su ropa, su abuela decía que se pensaba mejor con el estómago lleno y quizás Pedro le ofrecía una solución.
Bajó despacio las escaleras aéreas, hecha con paneles de madera color crema y el pasa mano era de acero cromado, lo primero que sus ojos divisaron fue la elegante y moderna pantalla de plasma con borde cromado, que estaba incrustada en la pared rústica de laja, pintada en un blanco impecable y junto a ésta dos largas bocinas de un teatro casero. Caminó sintiendo bajo sus pies descalzos la suave textura de la mullida alfombra en gris humo, mientras observaba el love seat de tela en un tono blanco que hacía ver el espacio muy minimalista.
—Me gusta… es perfecto… si hubiera estado en mis manos habría hecho lo mismo Pedro — susurró deslizando su mano por una de las repisas de madera oscura, donde reposaban varios portarretratos con fotografías de su familia, sonrió al reconocerlos a todos.
—Me alegra escuchar eso —esbozó mientras la miraba apoyado en una de las columnas que dividían la sala de estar del comedor.
—No te sentí llegar —ella se sobresaltó y después le sonrió mientras se acercaba a él—. Me encanta. Todo… los colores, los muebles y ese ventanal tan grande con esa vista de la ciudad, creo que me he enamorado de este lugar, es hermoso Pedro —dijo emocionada.
—Quédate aquí Paula, sabes que eres bienvenida y además es todo tuyo… como su dueño — expresó sonriendo al tiempo que le rodeaba la cintura con los brazos para pegarla a su cuerpo.
—Esa oferta es muy tentadora —señaló sonriendo antes de besarlo.
Pedro se dejó envolver en el beso, consciente que ella no respondía a su sugerencia como él esperaba porque aún necesitaban tiempo, ya la noche anterior habían avanzado mucho al dejarse ver en público, esa mañana cuando vio el periódico notó que la prensa del corazón había comenzado a
especular sobre lo estrecha que era la relación que mostraban ambos. Cuando se separaron él la llevó de la mano hasta el comedor donde ya tenía la mesa puesta.
Disfrutaron de un desayuno muy italiano y aunque Paula ya venía haciéndolo en la villa, no había nada como degustar algo preparado por las manos de Pedro, eso era maravilloso y la emocionaba como pocas cosas en la vida. Él quiso encargarse de recoger la mesa y todo lo demás, pero ella se negó rotundamente, no quería perderse la oportunidad de recordar lo que había sido su tiempo juntos.
—Ahora sí, vamos para que veas la terraza —mencionó con una gran sonrisa mientras la tomaba de la mano.
—¿Tengo que cerrar los ojos? —preguntó entusiasmada.
—No, te los cubriré yo —contestó soltándola para pasarse detrás y taparle los ojos con sus manos mientras la guiaba riendo junto a ella.
Lo primero que sintió Paula cuando salieron al exterior fue el dulce aroma de las flores que impregnaba el aire, después los cálidos rayos del sol y la suave brisa que le acarició la piel. Sintió que Pedro retiraba las manos de sus ojos y lentamente comenzó a abrir los párpados para ver el
lugar donde se encontraba.
Se quedó sin palabras mientras su mirada recorría todo el espacio y las emociones crecían dentro de su pecho, los latidos de su corazón aumentaron y las lágrimas cristalizaron su mirada. Ese lugar era idéntico a la terraza que tenían las casas de la villa en la Toscana, solo que a diferencia de las hermosas colinas ella veía en el horizonte el imponente coliseo romano, las concurridas calles y otras edificaciones parecidas, con la estructura en piedra, techos de tejas rojas y grandes ventanales.
Caminó hacia las sillas de hierro forjado con suaves cojines blancos bajo un techo de vigas de madera, que parecían formar parte de la pared cubierta por la enredadera donde resaltaban las hermosas flores de las baladres en colores lilas, rosadas y rojas. Tomó asiento en una de ellas mientras dejaba que su mirada se perdiera en el paisaje sintiendo que le era imposible expresar con palabras lo que sentía en ese momento.
—¿Qué piensas? —preguntó él, que no comprendía su silencio.
—Todo esto… —esbozó buscándolo con la mirada cristalizada por las lágrimas y tomó la mano de Pedro para besarla—. ¿Lo hiciste para…? —no pudo terminar la preguntar porque su voz se quebró.
—Para sentir que podía estar cerca de ti de algún modo… aunque me lo negué muchas veces y me decía hasta el cansancio que debía olvidarte, nunca pude hacerlo, ni tampoco reuní el valor para cambiar este espacio porque cuando me sentía agobiado de nuevo, llegaba hasta aquí y era como regresar en el tiempo… incluso esperaba que aparecieras por esa puerta reclamándome por cualquier cosa o sonriendo —respondió con sinceridad mientras sentía que las ganas de llorar también lo embargaban.
—Pedro—susurró dejando correr su llanto mientras dejaba caer una lluvia de besos en la mano de él, dejó libre un suspiro tembloroso y cerró los ojos al sentir que habían perdido tanto por orgullosos, lo sintió hincarse ante ella y acariciarle la mejilla retirando las lágrimas.
—No llores más Paula, no quiero verte hacerlo de nuevo ni tampoco que estés triste. Han pasado muchas cosas y hemos cometido muchos errores, pero la vida nos dio una nueva oportunidad… aprovechémosla y no dejemos que ese tiempo en el cual estuvimos separados venga a torturarnos —le pidió mirándola a los ojos.
—Te amo… te amo tanto Pedro —expresó emocionada.
—Y yo a ti preciosa, también te amo Paula —dijo dándole sutiles toques con sus labios en los de ella y después la abrazó con fuerza.
Estuvieron allí durante varios minutos en los que el silencio los envolvió, pues cuando sus miradas, sus manos y sus labios se expresaban no eran necesarias las palabras, los sentimientos estaban a flor de piel y en absoluta libertad. Ella en verdad no quería dejar ese lugar pero afuera había un mundo que era también parte de su realidad, una que no podía eludir por más que lo deseara.
—Se me hace tarde… y todavía no sé cómo haré para regresar al hotel, no puedo hacerlo con el mismo vestido que usé anoche porque notarán que dormí fuera y no les será difícil sacar conclusiones después de la nota en el periódico de esta mañana —mencionó mirándolo.
—Bueno, puedo ir a comprarte algo o… —se detuvo recordando y mostró una radiante sonrisa—. Ven tengo la solución.
La tomó de la mano para ponerla de pie y caminó con rapidez de regreso a su habitación, se sentía emocionado ante la reacción que pudiera tener Paula en cuanto viera lo que le entregaría. Buscó en el fondo de su armario la caja donde lo había guardado para mantenerlo cuidado, lo sacó y se volvió hacia ella con una gran sonrisa.
—Creo que esto te puede servir —esbozó entregándoselo.
—¡Oh, por Dios! Pedro… ¡No puedo creerlo! —dijo emocionada mientras extendía ante ella el conjunto—. Lo has guardado durante todo este tiempo y está intacto —agregó revisándolo y en verdad no podía concebir lo que sus ojos veían, él se había propuesto sorprenderla ese día.
—No sé porqué nunca te lo devolví cuando estuvimos en la villa, pero me alegra no haberlo hecho porque ahora puede sacarte de este apuro —comentó feliz por la actitud asombrada de Paula.
—Gracias, era uno de mis favoritos —expresó besándolo.
—Te quedaba muy bien… ahora con lo que sí tenemos un problema es con tu ropa interior, pero es tu culpa por no dármela ese día, sino también la tendría… mira, aquí están los calcetines — comentó viéndola.
—¡Tonto! —exclamó al recordar lo furiosa que se sintió con él ese día por ser tan descarado—. Con eso no hay problema, no usaré —acotó sin mucho énfasis, ciertamente no lo haría pero quería provocarlo.
—Ni loco te dejo salir sin ropa interior, así me toque salir a comprarte un conjunto, llevarás algo puesto —dijo categóricamente.
—¡Pero qué anticuado el señor! —se quejó y no pudo seguir actuando al verlo fruncir el ceño, soltó una carcajada, después lo besó.
—No vas a convencerme Paula —señaló mirándola a los ojos.
—No estoy intentando hacerlo… nunca he salido a la calle sin ropa interior, no me sentiría cómoda. ¿Tienes una máquina de lavar aquí? Solo me tomará unos minutos… y fui una tonta al no traer una de reserva —mencionó buscando su ropa que estaba sobre el sillón.
—Solo tengo la máquina lava vajillas —contestó para hacerle pagar sus burlas, ella lo miró asombrada y él tampoco pudo continuar con su actuación, comenzó a reír extendiéndole la mano para que le entregara la prenda—. Dámela yo me encargaré de ella… y así cerramos el círculo señorita Chaves —dijo refiriéndose a lo ocurrido años atrás.
Paula ya no sentía pudor para con él así que hizo lo que le pedía, mientras le sonreía de manera pícara vio que él la tomaba cerrándola en un puño y le guiñó un ojo lo que provocó que comenzara a reír. Se acercó para besarlo una vez más cuando ruidos que provenían del salón los hicieron tensarse a ambos.
—¡Pedro amor ya estoy en casa!
CAPITULO 183
Pedro luchó por no saltarse ninguna señal de tránsito mientras conducía a su departamento, cuando le tocaba esperar por el cambio de luz de algún semáforo aprovechaba para besar a Paula, habían corrido con suerte de no haberse topado con paparazis. Sin embargo, al llegar hasta su casa verificó varias veces que no hubiera nadie que pudiera reconocerla, para después hacerla bajar del auto y escabullirse con ella hasta su piso que ocupaba todo el ático de ese edificio.
—¿Es el mismo que tenías cuando te fuiste a la Toscana? —preguntó ella en voz baja mientras caminaban por el pasillo.
—Sí, es el mismo… solo que le hice algunas remodelaciones a la terraza cuando regresé, mañana con la luz del sol la verás —contestó con esa sonrisa detrás de la que escondía algo, llegaron hasta la puerta sacó las llaves de su bolsillo, abrió y se giró para tomar a Paula en brazos mientras reía al verla sorprendida.
—¿Qué haces Pedro? —inquirió sonriendo desconcertada.
—Seguir con la tradición —contestó atravesando el umbral.
—¿Tradición? Pero nosotros no estamos… —decía cuando él detuvo sus palabras respondiendo antes.— Según tu hermano Nico sí lo estamos, hace casi cuatro años tú te casaste en la Toscana con un italiano… y puede que eso no haya sido del todo cierto, pero no puedes negar que tuvimos nuestra luna de miel —dijo mirándola a los ojos mientras la mantenía cargada.
—¿Cuántas copas de champagne bebiste hoy? —preguntó riendo mientras le daba suaves besos en los labios.
—Solo cuatro, pero eso no influye en nada. Lo que siento por ti es real, tú eres mi mujer Paula —contestó respondiendo a los besos.
—Sí, lo soy… y ya puedes bajarme —dijo al ver que cerraba la puerta con el pie sin intenciones de ponerla en el piso.
—Te llevaré así hasta la habitación… nuestra habitación —expresó.
—Pedro te has vuelto loco —esbozó con una gran sonrisa y la mirada brillante—. Yo quería ver tu casa, conocer el espacio donde vives.
—Tendrás mucho tiempo para hacerlo después, ahora te quiero en mi cama y desnuda bajo mi cuerpo Paula —susurró contra los labios rojos y provocativos mientras subía las escaleras.
Llegaron hasta la habitación y Pedro no dejó que Paula se entretuviera en nada más que no fuera él, aunque se tomó su tiempo para despojarla del hermoso vestido que llevaba, mientras lo hacía se deleitaba dejando que sus labios se pasearan por los perfectos y exquisitos senos de ella, haciendo cada una de las cosas que había imaginado desde el primer instante que la vio esa noche, la tumbó sobre la cama y continuó con esa excitante exploración mientras disfrutaba del concierto de gemidos y jadeos que Paula le entregaba.
—Vas a darme un orgasmo solo con besarme así —esbozó ella con los ojos cerrados mientras se removía en la cama azotada por el placer.
—¿Quieres que lo pongamos a prueba? —inquirió con una sonrisa perversa dibujada en sus labios que lucían más rojos y provocativos.
Ella se mordió el labio inferior mientras lo veía a los ojos, asintiendo en silencio convencida que él era capaz de darle cualquier cosa, se relajó entregándose a Pedro que enseguida comenzó a succionar muy despacio sus pezones mientras acariciaba con sus cálidas manos el resto de sus senos, haciendo que esporádicas descargar eléctricas viajaran a través de su cuerpo concentrándose justo en
su intimidad.
Él hizo el movimiento de su lengua más rápido y las succiones más poderosas, haciéndolo no solo en la sensible piel corrugada y tensa, sino también las demás zonas que Paula nunca había sentido tan despiertas a los estímulos, se arqueaba para ofrecerlos mientras lo miraba y cada una de las acciones de Pedro acrecentaba su deseo y también el placer que iba haciendo espirarle en su interior.
—Me siento mareada —esbozó sin siquiera darse cuenta.
—¿Por el champagne? —preguntó él con tono pícaro y continuó dibujando círculos con su lengua sobre la areola.
Paula negó con la cabeza estremeciéndose al tiempo que sonreía y le acariciaba el cabello con una mano, comenzaba a sentir que una bruma la envolvía y todo a su alrededor se volvía denso, jadeó cuando sintió los labios de Pedro ejerciendo presión sobre la punta del pezón, provocando un delicioso dolor que recorrió su columna y la humedeció aún más. Intentó tocarse pero él se lo impidió sujetándole la mano, mientras se apoderaba de su otro pezón sometiéndolo a la misma tortura y la mirada en sus ojos le decía que todo lo haría él.
—Querías tener un orgasmo así y yo te lo daré —susurró Pedro besando el espacio entre sus senos y una idea se instaló en su cabeza.
Le dio un beso de esos profundos que los hacían gemir a ambos, se separó mirándola a los ojos mientras mostraba una sonrisa ladeada y sus ojos brillaban con intensidad, anunciándole sin palabras que estaba a punto de hacer algo nuevo, al menos entre los dos. Se movió con rapidez dejando entre sus rodillas el torso de Paula y guió con su mano la tensa erección hasta la unión de sus senos deslizando sobre la piel ligeramente humedad por la capa de sudor que la cubría.
Paula se sorprendió ante el movimiento de Pedro y buscó su mirada de inmediato, no sabía cómo actuar o qué decir, era la primera vez que hacía algo como eso, él le dedicó una sonrisa para animarla y ella respondió con el mismo gesto moviéndose debajo de él para elevar sus senos y así le resultara más fácil, mientras se deleitó acariciando las fuertes piernas apostadas a cada lado de su torso.
—¿Esto no es hacer trampa? —preguntó divertida con la voz trémula cuando él tomó sus senos para apretarlos y crear un mayor roce sobre su erección, haciéndola sentir cómo se deslizaba rígida y caliente.
—No, toda la atención está puesta en tus senos —contestó sonriente.
Paula gimió sintiendo cómo los músculos de Pedro se contraían bajo sus dedos y a cada minuto que pasaba el aire a su alrededor se hacía más caliente, envolviendo su piel como si se encontrase en medio de una fogata que la derretía por dentro, su respiración se aceleró así como los latidos de su corazón que la hacían sentir como si subiera una pendiente. Llevó una de sus manos a la unión de sus senos que había creado él y comenzó a rozar con su pulgar la sensible piel del glande que se acercaba a escasos centímetros de su boca.
—¿Esto está funcionando? —preguntó para provocarla pues podía ver sus pupilas dilatadas y sentir el temblor de su cuerpo.
—Lo único que sé es que me encanta y que si te alejas en este momento pobre de ti —respondió con una sonrisa.
Gimió al sentir que Pedro le presionaba los senos aún más y aceleró el ritmo de sus caderas, sonriendo de manera perversa mientras la miraba con intensidad, en respuesta ella llevó su lengua hasta el provocativo glande para acariciarlo y el gemido que él le entregó liberó sus ataduras, cerró los ojos siendo arrasada por el placer y allí estaba ese orgasmo que le había prometido, sin siquiera tener que tocar su intimidad la estaba llevando a la cima del éxtasis y aunque no fue uno de esos que la hacía estallar en pedazos, sí fue muy placentero.
Él sentía que el roce lo había llevado al borde también, por lo que después que Paula se recuperó se movió con rapidez y la penetró sin esperar más, la sintió temblar ante sus primeras arremetidas que fueron demasiado potentes, así que poco a poco fue bajando el ritmo hasta deslizarse lentamente dentro de ella mientras la miraba a los ojos.
—Pedro… no te cohíbas, no soy una muñeca que pueda quebrarse, soy una mujer… tu mujer, y además sabes que me encanta —susurró contra los labios de él al tiempo que le acariciaba la espalda.
—Pero siempre terminas adolorida Paula —esbozó con la voz ronca por tener que contenerse, estaba a punto de irse.
—¡Pues qué maravilloso es eso! Tengo a un hombre que me hace gozar tanto que puedo recordarlo por días —expresó sonriendo.
Él no respondió con palabras, prefirió que fueran sus gestos los que hablaran por él y después de sonreír la besó con ardor mientras se hundía en ella anclándola en la cama, desbocándose como tanto le gustaba mientras se tragaba los gemidos que Paula le entregaba.
La sangre comenzó a correr como una crecida dentro de su cuerpo desembocando en un solo lugar, su miembro se tensó listo para comenzar a descargarse cuando sintió que ella estaba siendo arrastrada por otro orgasmo, quería que lo hicieran juntos y le tomó las piernas doblándolas sobre la parte interna de sus codos para tener más espacio y mayor profundidad.
Se clavó en ella liberando gemidos guturales mientras su esencia se desbordaba con poderío y después de eso no supo nada de él, solo que se desplomaba sobre Paula.
CAPITULO 182
El aire a su alrededor era denso y caliente, todo el mundo parecía estar en un juego de seducción al igual que ellos, cantaban mientras se acariciaban y sus cuerpos se acercaban en una invitación silenciosamente sensual para unirse. Paula sentía que Pedro la tenía completamente atrapada en su poderosa presencia, en esas vigorosas manos que se deslizaban sobre sus caderas
haciéndola consciente de la necesidad que crecía a cada minuto dentro de su cuerpo y su aliento tibio, embriagador cargado de las notas del champagne la invitaban a beberlo.
Al mismo tiempo, era consciente de las parejas a su alrededor que se besaban y se tocaban sin ningún reparo, llevados por la sensualidad de la canción, gimió al sentir los dedos de Pedro apretarle la cintura para hacerla consciente de él una vez más, le entregó una sonrisa mientras le acariciaba con suavidad la nuca para sumergirse en ese mar que el deseo hacía lucir más zafiro que nunca, él dejó ver esa sonrisa ladeada y arrogante que le encantaba, que la ponía a temblar.
Desvió la mirada al ser consciente del poderoso deseo que la recorría, no podía dejarse llevar en ese lugar donde muchos tenían los ojos puestos en ellos, su vista se topó con dos parejas a su derecha que prácticamente se devoraban a besos. No se consideraba una voyerista, pero percibir el deseo que brotaba de ellos, hizo que el suyo también despertara y se encontró de pronto deseando que Pedro la tomara de la misma manera, se volvió y la letra de la canción la hizo temblar.
Ora su ora giù
Pancia, piedi, fianchi
Ali degli dei
I tuoi occhi
Ridi tanto rido troppo
Sgomitando con il labbro faccio spazio
E ora fammi spazio
Pedro podía ver el deseo reflejado en los ojos de Paula y estaba luchando ferozmente contra su instinto que le exigía darle lo que ella pedía, se moría por hacerlo pero sabía que muchos ojos estaban fijos en los dos, y podía mandar todo por un barranco solo por adueñarse de esa maravillosa boca que era la gloria para él, se acercó más a Paula sintiendo el tibio aliento de ella, vio su labio inferior temblar y supo que hasta allí llegaba todo su autocontrol.
La canción terminó y una ola de vítores los sacó de golpe de la burbuja en la cual habían estado, sintiendo las rodillas débiles se apoyaron rodeándose con los brazos de manera casual, ella le dedicó una sonrisa mientras una nueva canción daba inicio y ellos se vieron en medio de una nueva ola de gritos mientras los dividían en dos grupos, hombres de un lado de la pista y mujeres del otro.
De pronto cada grupo cantaba la parte que le correspondía de Killer, el tema sensación del momento interpretado por Baby K con la colaboración de Tiziano, una vez más Paula comprobaba que el cantante era el consentido de los italianos.
Ellos reían intentando seguir la letra de la canción e integrarse al grupo, al menos Pedro tenía más dominio del momento porque la había escuchado con más frecuencia que Paula, pero ella solo le pedía ayuda con la mirada mientras reía sintiéndose feliz, casi al final los dejaron a los dos para que hicieran esa parte ellos.
Piano b è lo scenario tipico
Mi rincorri e con te non è stalking
Piano c hai consumato il rito e
Senza fede la vita tua procede
Diserta il tuo nascondiglio e fatti guardare meglio...
A esa altura Paula ya sabía lo que debía decir pues había reconocido la canción, así que disfrutó de hacerlo y más al ver la postura segura y arrogante de él. Pedro veía la actitud
retadora de ella e hizo gala de su poder de seducción para intentar traerla a su terreno de juego, pero nuevamente tenía ante sus ojos a aquella Paula que más de una vez lo lanzó a la lona cuando él creía tener todo bajo control.
La gente pretende e vuole vedere la ragazza killer
Se io corro, tu mi segui
Se ritorno, ti risiedi
Sono il mostro, tu mi hai creato
Un reato del cuore è il più grande peccato.
Después de eso se le unieron los demás y cuando la canción terminó todos en el club estaban aplaudiéndolos, Paula se sintió abrumada pero Pedro parecía pez en el agua, así que dejó que él la guiara de regreso a la mesa. Al llegar Kimberly y Diana se acercaron hasta ella para felicitarla mientras sonreían felices, pues ante todos ella le había dado una paliza a Pedro en la pista de baile.
Kimberly fue la primera en notificarles que regresaría hasta el hotel, Brandon había tomado demasiada champagne y estaba a punto de saltarle encima, aunque no era el único pues Pedro que apenas llevaba unas cuatro copas estaba loco por llevarse a Paula de ese lugar. Decidieron salir todos juntos para no levantar sospechas y en el estacionamiento se despidieron tomando cada uno su rumbo.
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