jueves, 3 de septiembre de 2015

CAPITULO 184




La placentera sensación de los besos de Pedro cayendo sobre su espalda la despertaron a la mañana siguiente, ella no quería abrir los ojos para no ser consciente que el tiempo corría y debían marcharse, solo deseaba quedarse allí para siempre. Se estremeció sin poder evitarlo cuando él llegó al final de su espalda para dejar caer un beso suave y prolongado sobre su nalga izquierda, ella suspiró sintiendo cómo los labios masculinos esbozaban esa sonrisa que conocía tan bien.


—Voy a prepararte el desayuno, sigue descansando —susurró en su oído y le dio otro beso en el hombro.


Paula esbozó una sonrisa y asintió sin abrir los ojos, se sentía agotada hasta para eso, apenas unas horas atrás se habían quedado dormidos, no podía entender cómo Pedro tenía fuerzas para levantarse de la cama después de la noche que habían tenido. Primero la velada en el club y después todas las veces habían hecho el amor, eso era lo que más exhausta la había dejado, aunque también sentía una enorme satisfacción que no cambiaría por nada y con gusto repetiría todo lo que hizo la noche anterior.


Se removió en medio de las sábanas gimiendo al sentir ese leve dolor, que ya se había vuelto una constante cada vez que pasaba la noche junto a Pedro, sonrió al recordar su preocupación al pensar que estaba siendo muy rudo y eso la llenó de ternura, al tiempo que sentía que su amor por él se hacía más intenso y abarcaba mucho más dentro de ella. Abrió los ojos girando para quedar boca arriba mientras sentía la suavidad de las sábanas deslizarse por su piel desnuda, se estiró en la gran cama cuan larga era y todos sus músculos se dilataron intensificando esa sensación de dolencia en sus caderas y extremidades.


—Después de este fin de semana creo que regresaré a la villa en silla de rueda —susurró sonriendo mientras fijaba su mirada en el techo de vigas de madera oscura, que contrastaba a la perfección con las paredes blancas y el piso de parqué en un tono más claro.


Bajó de la cama sintiendo el piso frío bajo sus pies, se cubrió con la sábana y después tomó su bolso para ir hasta el baño. Cuando sus ojos se toparon con su imagen abrió mucho los ojos, su cabello era un desastre y aún había rastro del maquillaje en sus ojos.


Sacó una toalla humeda, una liga para el cabello y su cepillo de dientes, mientras arreglaba su apariencia se fijaba en el baño que tenía una decoración sumamente masculina y eso le provocó cierto alivio pues odiaría encontrarse con algo de la horrible de Romina Ciccone. Después de veinte minutos se encontraba lista, había buscado su vestido y solo en ese momento caía en cuenta que no podía regresar vestida así al hotel porque notarían de inmediato que había pasado la noche fuera.


Suspiró buscando en su cabeza la solución y se le ocurrió llamar a Diana para que le llevara algo de ropa, pero entonces cayó en cuenta que quizás ella tampoco había regresado al hotel, debía estar junto a Marcello todavía. 


Escuchó a su estómago reclamar por comida así que optó por ponerse un albornoz de Pedro, le quedaba muy grande pero al menos la cubriría más que la sábana, bajaría a desayunar y después vería cómo solucionar lo de su ropa, su abuela decía que se pensaba mejor con el estómago lleno y quizás Pedro le ofrecía una solución.


Bajó despacio las escaleras aéreas, hecha con paneles de madera color crema y el pasa mano era de acero cromado, lo primero que sus ojos divisaron fue la elegante y moderna pantalla de plasma con borde cromado, que estaba incrustada en la pared rústica de laja, pintada en un blanco impecable y junto a ésta dos largas bocinas de un teatro casero. Caminó sintiendo bajo sus pies descalzos la suave textura de la mullida alfombra en gris humo, mientras observaba el love seat de tela en un tono blanco que hacía ver el espacio muy minimalista.


—Me gusta… es perfecto… si hubiera estado en mis manos habría hecho lo mismo Pedro — susurró deslizando su mano por una de las repisas de madera oscura, donde reposaban varios portarretratos con fotografías de su familia, sonrió al reconocerlos a todos.


—Me alegra escuchar eso —esbozó mientras la miraba apoyado en una de las columnas que dividían la sala de estar del comedor.


—No te sentí llegar —ella se sobresaltó y después le sonrió mientras se acercaba a él—. Me encanta. Todo… los colores, los muebles y ese ventanal tan grande con esa vista de la ciudad, creo que me he enamorado de este lugar, es hermoso Pedro —dijo emocionada.


—Quédate aquí Paula, sabes que eres bienvenida y además es todo tuyo… como su dueño — expresó sonriendo al tiempo que le rodeaba la cintura con los brazos para pegarla a su cuerpo.


—Esa oferta es muy tentadora —señaló sonriendo antes de besarlo.


Pedro se dejó envolver en el beso, consciente que ella no respondía a su sugerencia como él esperaba porque aún necesitaban tiempo, ya la noche anterior habían avanzado mucho al dejarse ver en público, esa mañana cuando vio el periódico notó que la prensa del corazón había comenzado a
especular sobre lo estrecha que era la relación que mostraban ambos. Cuando se separaron él la llevó de la mano hasta el comedor donde ya tenía la mesa puesta.


Disfrutaron de un desayuno muy italiano y aunque Paula ya venía haciéndolo en la villa, no había nada como degustar algo preparado por las manos de Pedro, eso era maravilloso y la emocionaba como pocas cosas en la vida. Él quiso encargarse de recoger la mesa y todo lo demás, pero ella se negó rotundamente, no quería perderse la oportunidad de recordar lo que había sido su tiempo juntos.


—Ahora sí, vamos para que veas la terraza —mencionó con una gran sonrisa mientras la tomaba de la mano.


—¿Tengo que cerrar los ojos? —preguntó entusiasmada.


—No, te los cubriré yo —contestó soltándola para pasarse detrás y taparle los ojos con sus manos mientras la guiaba riendo junto a ella.


Lo primero que sintió Paula cuando salieron al exterior fue el dulce aroma de las flores que impregnaba el aire, después los cálidos rayos del sol y la suave brisa que le acarició la piel. Sintió que Pedro retiraba las manos de sus ojos y lentamente comenzó a abrir los párpados para ver el
lugar donde se encontraba.


Se quedó sin palabras mientras su mirada recorría todo el espacio y las emociones crecían dentro de su pecho, los latidos de su corazón aumentaron y las lágrimas cristalizaron su mirada. Ese lugar era idéntico a la terraza que tenían las casas de la villa en la Toscana, solo que a diferencia de las hermosas colinas ella veía en el horizonte el imponente coliseo romano, las concurridas calles y otras edificaciones parecidas, con la estructura en piedra, techos de tejas rojas y grandes ventanales.


Caminó hacia las sillas de hierro forjado con suaves cojines blancos bajo un techo de vigas de madera, que parecían formar parte de la pared cubierta por la enredadera donde resaltaban las hermosas flores de las baladres en colores lilas, rosadas y rojas. Tomó asiento en una de ellas mientras dejaba que su mirada se perdiera en el paisaje sintiendo que le era imposible expresar con palabras lo que sentía en ese momento.


—¿Qué piensas? —preguntó él, que no comprendía su silencio.


—Todo esto… —esbozó buscándolo con la mirada cristalizada por las lágrimas y tomó la mano de Pedro para besarla—. ¿Lo hiciste para…? —no pudo terminar la preguntar porque su voz se quebró.


—Para sentir que podía estar cerca de ti de algún modo… aunque me lo negué muchas veces y me decía hasta el cansancio que debía olvidarte, nunca pude hacerlo, ni tampoco reuní el valor para cambiar este espacio porque cuando me sentía agobiado de nuevo, llegaba hasta aquí y era como regresar en el tiempo… incluso esperaba que aparecieras por esa puerta reclamándome por cualquier cosa o sonriendo —respondió con sinceridad mientras sentía que las ganas de llorar también lo embargaban.


Pedro—susurró dejando correr su llanto mientras dejaba caer una lluvia de besos en la mano de él, dejó libre un suspiro tembloroso y cerró los ojos al sentir que habían perdido tanto por orgullosos, lo sintió hincarse ante ella y acariciarle la mejilla retirando las lágrimas.


—No llores más Paula, no quiero verte hacerlo de nuevo ni tampoco que estés triste. Han pasado muchas cosas y hemos cometido muchos errores, pero la vida nos dio una nueva oportunidad… aprovechémosla y no dejemos que ese tiempo en el cual estuvimos separados venga a torturarnos —le pidió mirándola a los ojos.


—Te amo… te amo tanto Pedro —expresó emocionada.


—Y yo a ti preciosa, también te amo Paula —dijo dándole sutiles toques con sus labios en los de ella y después la abrazó con fuerza.


Estuvieron allí durante varios minutos en los que el silencio los envolvió, pues cuando sus miradas, sus manos y sus labios se expresaban no eran necesarias las palabras, los sentimientos estaban a flor de piel y en absoluta libertad. Ella en verdad no quería dejar ese lugar pero afuera había un mundo que era también parte de su realidad, una que no podía eludir por más que lo deseara.


—Se me hace tarde… y todavía no sé cómo haré para regresar al hotel, no puedo hacerlo con el mismo vestido que usé anoche porque notarán que dormí fuera y no les será difícil sacar conclusiones después de la nota en el periódico de esta mañana —mencionó mirándolo.


—Bueno, puedo ir a comprarte algo o… —se detuvo recordando y mostró una radiante sonrisa—. Ven tengo la solución.


La tomó de la mano para ponerla de pie y caminó con rapidez de regreso a su habitación, se sentía emocionado ante la reacción que pudiera tener Paula en cuanto viera lo que le entregaría. Buscó en el fondo de su armario la caja donde lo había guardado para mantenerlo cuidado, lo sacó y se volvió hacia ella con una gran sonrisa.


—Creo que esto te puede servir —esbozó entregándoselo.


—¡Oh, por Dios! Pedro… ¡No puedo creerlo! —dijo emocionada mientras extendía ante ella el conjunto—. Lo has guardado durante todo este tiempo y está intacto —agregó revisándolo y en verdad no podía concebir lo que sus ojos veían, él se había propuesto sorprenderla ese día.


—No sé porqué nunca te lo devolví cuando estuvimos en la villa, pero me alegra no haberlo hecho porque ahora puede sacarte de este apuro —comentó feliz por la actitud asombrada de Paula.


—Gracias, era uno de mis favoritos —expresó besándolo.


—Te quedaba muy bien… ahora con lo que sí tenemos un problema es con tu ropa interior, pero es tu culpa por no dármela ese día, sino también la tendría… mira, aquí están los calcetines — comentó viéndola.


—¡Tonto! —exclamó al recordar lo furiosa que se sintió con él ese día por ser tan descarado—. Con eso no hay problema, no usaré —acotó sin mucho énfasis, ciertamente no lo haría pero quería provocarlo.


—Ni loco te dejo salir sin ropa interior, así me toque salir a comprarte un conjunto, llevarás algo puesto —dijo categóricamente.


—¡Pero qué anticuado el señor! —se quejó y no pudo seguir actuando al verlo fruncir el ceño, soltó una carcajada, después lo besó.


—No vas a convencerme Paula —señaló mirándola a los ojos.


—No estoy intentando hacerlo… nunca he salido a la calle sin ropa interior, no me sentiría cómoda. ¿Tienes una máquina de lavar aquí? Solo me tomará unos minutos… y fui una tonta al no traer una de reserva —mencionó buscando su ropa que estaba sobre el sillón.


—Solo tengo la máquina lava vajillas —contestó para hacerle pagar sus burlas, ella lo miró asombrada y él tampoco pudo continuar con su actuación, comenzó a reír extendiéndole la mano para que le entregara la prenda—. Dámela yo me encargaré de ella… y así cerramos el círculo señorita Chaves —dijo refiriéndose a lo ocurrido años atrás.


Paula ya no sentía pudor para con él así que hizo lo que le pedía, mientras le sonreía de manera pícara vio que él la tomaba cerrándola en un puño y le guiñó un ojo lo que provocó que comenzara a reír. Se acercó para besarlo una vez más cuando ruidos que provenían del salón los hicieron tensarse a ambos.


—¡Pedro amor ya estoy en casa!









2 comentarios:

  1. Hermosos los 3 caps, divinos menos el final del cap 184. Me imagino que debe ser la sombra que rompe... Espero que Pedro la ponga en su lugar.

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  2. Ehhhhhh??? es Romina? pero es que no entiende esa HDP! Ojalá Pedro la ponga en su lugar! Veníamos tan bien! espero ansiosa los siguientes!!! me tiene hechizada esta novela!

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