viernes, 4 de septiembre de 2015
CAPITULO 185
Escucharon la voz de Romina en la planta baja y el ruido de llaves lanzadas sobre la mesa de cristal. Pedro maldijo en un susurro y Paula apenas podía creer que eso estuviera sucediendo de nuevo, la rabia se apoderó de su cuerpo y se alejó de él.
—¿Qué hace ella aquí? —demandó de inmediato mirándolo.
—Soy un imbécil… olvidé quitarle el juego de llaves —respondió sintiéndose apenado y se llevó las manos al cabello, un gesto que hacía cuando estaba nervioso, no quería arruinar todo de nuevo.
Paula jadeó sin poder creer que de verdad hubiera sido tan… prefirió cortar sus pensamientos y respiró profundamente para no dejarse llevar por la ira que corría por sus venas, antepuso el amor que sentía por Pedro y todo lo que él le había demostrado, no caería de nuevo en el juego de esa maldita arpía.
—Dame unos minutos y me encargaré de esto Paula, te prometo que no volverá a molestarnos —mencionó acercándose a ella para que viera en sus ojos que no tenía nada de qué preocuparse.
Escucharon que Romina seguía haciendo ruido como si fuera la dueña de la casa y hasta música puso, era evidente que buscaba provocarlos, ella sabía que estaban allí, tuvo que haber visto la noticia en el diario y venía con la intención de arruinarles el momento.
—No volverá a molestarnos eso te lo aseguro, porque seré yo quien se encargue de ella — mencionó caminando para salir de la habitación.
—Paula por favor… no es necesario que te expongas, yo solucionaré esto y tú no tendrás que pasar un mal rato —dijo tomándola del brazo para detenerla, conocía a Romina y sabía de lo que era capaz.
—Pues ya lo estoy pasando… por favor confía en mí, yo sé lo que hago Pedro —expresó mirándolo a los ojos y después caminó.
—Yo voy contigo —esbozó determinado a acompañarla.
Salió detrás de Paula mientras rogaba que Romina no fuera a lanzar por tierra todo lo ganado hasta el momento.
Romina se tendió en el sofá como siempre hacía cuando llegaba allí, pero esta vez optó además por servirse una copa de vino, aunque odiaba el alcohol, el momento lo ameritaba porque echaría a la maldita de Paula Chaves de ese lugar y luego celebraría.
—Mi cielo necesito que me des un masaje, el desfile en Milán me dejó completamente agotada — mencionó Romina con los ojos cerrados.
Paula sintió la sangre comenzar a hervirle ante esa imagen, se decía que debía tratar ese asunto de manera civilizada, pero al escuchar las palabras de esa mujer y ver su actitud, todo pensamiento sociable se esfumó de su cabeza, caminó con rapidez y le arrebató la copa de la mano para dejarla en la mesa de centro.
—Levántate de allí y sal de aquí ahora mismo —le exigió mirándola.
—Pero qué carajos… ¿Quién demonios te crees para tratarme así y darme órdenes estúpida? — preguntó furiosa, no se esperaba esa reacción de la escritora, por el contrario suponía que la vería salir de allí llorando.
—Estúpida tú que no tienes un mínimo de dignidad y vienes aquí para rogarle a un hombre que te dedique un poco de atención —señaló mirándola con desprecio y elevó su rostro con gesto altivo.
—¿Por qué dejas que esta mujer me hable así Pedro? —inquirió con la voz rasgada mientras lo miraba a él.
—Romina tú no tienes nada que hacer aquí… las cosas quedaron claras entre los dos hace mucho, así que deja las llaves, toma tu bolso y sal ahora mismo —le pidió intentando mantenerse calmado.
—Pedro… yo comprendo lo que te llevó a actuar como lo hiciste, ambos somos iguales, somos capaces de lo que sea para conseguir nuestras metas. Pero ya no tienes que seguir fingiendo mi amor, ahora tienes el papel y puedes deshacerte de esa idiota… te prometo olvidar todo esto y perdonarte —dijo acercándose hacia él.
—Aléjate de mí y no vuelvas a ofender a Paula o no respondo —le advirtió mirándola a los ojos.
— La que no va a responder soy yo… sal de aquí ahora mismo, es la última vez que te lo digo — pronunció Paula mirándola con rabia.
—Tú no eres nadie para decirme qué hacer —le respondió entre dientes y después arremetió contra él—. A ver Pedro ¿Qué demonios te sucede? Tanto que alardeabas que no te dejas comprar por nadie y mírate ahora… das vergüenza ¿Todo esto por el simple papel de una historia
que no vale ni mierda? —preguntó con sorna.
Eso fue todo lo que Paula pudo soportar, sin siquiera anticipar lo que haría acortó la distancia con rapidez eludiendo a Pedro y le dio una bofetada que le volteó la cara haciendo que el sonido retumbara en todo el lugar y la mano terminara doliéndole.
—No se te ocurra decir algo más sobre Rendición porque juro que te saco de aquí a arrastras — la amenazó, ni ella misma se reconocía.
—¡Maldita! —gritó e intentó lanzársele encima, pero Pedro la atrapó deteniéndola—. ¡Suéltame!
—Tú te lo buscaste Romina… ¡Cálmate ya! —la reprendió.
—¡Eres un maldito mentiroso! —exclamó buscando golpearlo.
—Le pones una mano encima y vas a lamentarlo Romina Ciccone —advirtió Paula acercándose a ella.
—Paula, por favor —pidió él para no empeorar las cosas y soltó a Romina manteniéndolas a las dos alejadas.
—Yo te hubiera respetado como la ex pareja de Pedro, porque incluso llegué a sentirme mal por los daños colaterales que estábamos causando con nuestra reconciliación —mencionó Paula más calmada, sintiendo que tal vez exageraba—. Pero al ver tu actitud me doy cuenta que no lo mereces. Sin embargo, no deseo continuar con este espectáculo tan vergonzoso… toma tus cosas y vete, sabes que no tienes nada que hacer aquí —pidió apelando a su parte civilizada.
—¿Y eso es todo? ¿Acaso crees estúpida insulsa que yo voy a dejar que me quites a Pedro mientras me quedo de brazos cruzados? —preguntó sintiendo que en verdad la odiaba.
—Yo no te estoy quitando a Pedro porque él nunca fue tuyo —respondió con algo de arrogancia.
—¿Qué vas a saber tú? No tienes idea… haberte acostado con él durante unos meses no te hace diferente a las demás que desfilaron por su cama —mencionó con toda la intención de herirla.
—Tú eres la que no sabes nada Romina. Yo estoy enamorado de Paula, siempre lo estuve y si esto te hace sentir que nada más fuiste un desahogo, lo lamento pero es la verdad… Viajé hasta América para buscarla, me daba lo mismo si obtenía el papel porque a quien realmente deseaba tener conmigo era a Paula… ¿Eso es lo que querías escuchar? Pues allí lo tienes —mencionó con tono pausado, pero que no dejaba lugar a dudas o cuestionamientos.
—Ni crean que esto se acaba aquí —los amenazó tomando su bolso y antes de salir se volvió a mirarlos—. Los voy a destruir a ambos, iré con la prensa y les contaré todo… les diré que obtuviste el papel solo porque te acostaste con ella, que no es más que una zorra y que ambos son unos malditos traidores, pues no les importó tener parejas para involucrarse de nuevo… —decía cuando Pedro detuvo sus palabras.
—¡Ya cállate Romina! —le gritó, sabía que eso afectaba a Paula.
—Si haces algo como eso, la más perjudicada serás tú —mencionó Paula sin mirarla—. Imagina lo que dirán los medios, tú que alardeabas de ser la futura señora Alfonso no fuiste más que un desahogo y lo peor de todo es, que no tuviste ni siquiera la destreza para hacer que olvidara a aquella mujer que toda Italia se muere por conocer —se detuvo mirándola a los ojos—. Y cuando se enteren de la historia real ¿De lado de quién crees que se pondrán? Nada más tienes que contar esto para volverte la burla de todos… Así que si tienes un poco de amor propio deberías salir de aquí con la poca dignidad que te queda e intentar continuar con tu vida —finalizó manteniéndole la mirada.
—No van a ser felices ¡Nunca lo serán! —gritó y salió corriendo.
El estruendo que hizo la puerta al estrellarse cuando se cerró y esas palabras de Romina quedaron vibrando en el aire, mientras los corazones de ambos latían de manera agitada temiendo que ella tuviera razón y que ellos nunca lograrían tener una felicidad plena como soñaban. Paula fue la primera en reaccionar, caminó rápidamente hacia la cocina sintiendo que todo el cuerpo le temblaba y que la presión en el pecho la estaba ahogando, llenó un vaso con agua para beberlo de un trago.
—¿Estás bien? —preguntó Pedro acariciándole la espalda.
Ella asintió en silencio sin mirarlo y después negó apoyando sus manos en la fría pieza de mármol de la barra, mientras intentaba contener las lágrimas que iban acumulándose en sus ojos. Sintió a Pedro envolverle los hombros con un brazo para pegarla más a él y le besó el cabello, eso fue el detonante para sus emociones.
De inmediato se giró hacía él rodeándole la cintura con los brazos y hundió el rostro en el pecho de Pedro mientras lloraba con dolor, estremeciéndose a causa de los sollozos mientras se aferraba más a él.
—Todo está bien… no llores mi amor —rogó tomándole el rostro entre las manos para verla—. Lo siento tanto Paula, lamento que hayas tenido que escuchar todo lo que dijo Romina — mencionó mirándola a los ojos para que viera la sinceridad en los suyos.
—Antes todo era tan sencillo y ahora… —decía cuando él la detuvo.
—Ahora estamos juntos de nuevo y no dejaré que nada nos separé. Paula yo quiero estar contigo, deseo una vida a tu lado porque solo así soy verdaderamente feliz, tú me haces sentir completo —expresó muy cerca de sus labios, ahogándose en la mirada ámbar cristalizada.
—Pedro prométeme que no nos vamos a separar nunca, yo no soportaría tener que separarme de ti de nuevo… me volvería loca de dolor, te juro que lo haría —mencionó sintiéndose aterrada nada más de imaginar en tener que vivir todo el sufrimiento que pasó, una vez más.
—Eso no sucederá Paula, te prometo que estaremos juntos siempre preciosa, ya nada podrá separarme de ti. Nada —mencionó envolviéndola en sus brazos con fuerza y después la besó.
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