viernes, 4 de septiembre de 2015
CAPITULO 186
Paula respondió al beso mostrando el mismo desespero de él y como si quisieran confirmar con más que palabras la promesa que se acababan de hacer, sus manos comenzaron a brindarse caricias apresuradas e intensas que fueron despertando el deseo. Pedro la tomó por la cintura subiéndola en la barra y sin dejar de besarla deshizo el nudo de la bata, abriéndola para tener el cuerpo desnudo de Paula solo para él, para recorrerlo con sus manos y sus labios.
Ella separó las piernas para hacerle espacio y de inmediato le rodeó las caderas pegándolo a su cuerpo, mientras el baile de sus lenguas arrancaban gemidos en ambos, le quitó la camiseta que llevaba y la tiró lejos para después dedicarse a acariciarle la espalda mientras lo besaba, gimiendo con fuerza cuando sintió la certera y potente invasión de él.
Pedro le sujetó el rostro con sus manos mientras dejaba que sus caderas marcaran el ritmo dentro de Paula, sentirla así calmaba esa sensación de zozobra que había tenido minutos atrás.
Deseaba demostrarle con actos que él era suyo, que siempre lo había sido y no dejaría de pertenecerle jamás, porque si bien estuvo con varias mujeres después de ella, ninguna lo hizo sentir así, ninguna logró llegar a su alma.
—Soy tuyo… soy tuyo Paula —esbozaba de manera entre cortada sin detener sus embestidas dentro de ella y con su mirada clavada en los ojos miel—. Lo fui desde la primera vez que estuve dentro de ti —dijo con la voz ronca por las lágrimas que intentaban ahogarlo.
Ella buscó desesperadamente su voz para responderle pero se había esfumado, así que dejó que fuera su cuerpo quien diera la respuesta que su garganta no podía. Lo miró fijamente mientras le daba rienda suelta a sus caderas, abrazándolo con fuerza para eliminar el espacio que los separaba y poder sentir el roce de su pecho poderoso y caliente contra sus senos, mientras disfrutaba de ver la expresión de placer dibujada en el hermoso rostro de él, comenzó a sentir los primeros estremecimientos del orgasmo que le recorrían el cuerpo y se arqueó cerrando los ojos.
—Pedro —esbozó mientras un temblor la recorrió de pies a cabeza y todo su mundo explotó con una fuerza arrolladora.
Él liberó un gemido ronco contra la garganta de ella mientras luchaba por mantenerse pues no deseaba que ese momento terminara nunca, quería seguir sintiéndola completamente suya y siendo de ella, hundió su mano en el cabello castaño para sostener la cabeza al ver su cuerpo hermoso y frágil
contraerse con fuerza, mientras la otra se anclaba en la cadera de Paula para evitar que sus movimientos los separasen.
—¡Soy tuya! —exclamó con la voz transformada por el éxtasis y los ojos cerrados con fuerza, sintiendo que la declaración le desgarraba la garganta y después de eso su mente quedó en blanco.
Eso fue todo lo que Pedro necesitó para tener su propia liberación, se clavó dentro de ella con cada descarga de su simiente, mientras los temblores que nacían en su columna eran como descargas eléctricas que lo recorrían entero, y terminaron por dejarlo complemente agotado pero también libre de la tensión que lo había embargado antes.
Pasaron varios minutos brindándose caricias que iban sosegando los latidos acelerados de sus corazones, ella entrelazaba los dedos en las suaves hebras castañas y de pronto buscó la mirada de Pedro.
—¿Me llevas al hotel? —preguntó y vio que eso lo desconcertó, así que aclaró de inmediato—. Voy a hablar con Diana y a buscar mis cosas. Me quedaré aquí contigo Pedro —dijo mirándolo a los ojos.
La sonrisa de él fue radiante y apenas podía expresar la mitad de la emoción que sentía, dándole gracias con la mirada le tomó el rostro entre sus manos para besarla con amor, pasión y devoción.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario