miércoles, 2 de septiembre de 2015

CAPITULO 181





El local estaba casi a reventar como era de esperarse un viernes por la noche de inicio de verano, pasaron sin ningún problema pues el hombre de seguridad era amigo de Pedro, de inmediato los recibió el bullicio de las personas que bailaban Feel so Close de Calvin Harris en la pista, los que intentaban conquistar a alguna chica desde la barra o los que en las mesas bebían y reían entre amigos. En cuanto el gerente del mismo los vio, se acercó hasta ellos para guiarlos a uno de los espacios privados donde pudieran disfrutar sin ser molestados, éste tenía una pista privada y la mejor vista de todo el club. Incluso hizo que les sirvieran una botella de Pommery edición dorada, que era de lo mejor que tenía en la cava.


—Espero que disfruten la velada, encantado de conocerlas bellezas… Pedro cualquier cosa que necesiten no dudes en pedirlo, pasaré después para ver cómo les va —mencionó con una sonrisa y su mirada se paseaba por las americanas, lamentando que no viniera una más para él.


—Gracias Giovanni, si tienes otras de éstas resérvalas para nosotros —dijo señalando las botellas y se despidió del hombre con un abrazo, eran amigos desde hacía muchos años.


—Atención personalizada… bueno, ahora ya sabemos por qué la prensa te llama “El rey de Roma” —dijo Kimberly sonriéndole al actor.


—Somos amigos… y la verdadera razón por la que estaba aquí no era por mí sino por ustedes — mencionó y miró de soslayo a Paula.


Ella le dedicó una mirada que desbordaba inocencia, pero la sonrisa que mostró después decía todo lo contrario, estaban sentados uno al lado del otro por lo que él pudo hacerle pagar su provocación acariciándole la pierna de manera posesiva y sonrió al sentir que se estremecía.


Llenaron las copas de champagne y brindaron con entusiasmo, a excepción de Marcello que fingió su sonrisa, estaba intentando acostumbrarse al volumen de la música y las luces de colores que lo tenían mareado, hacía muchos años que no visitaba un club, para ser más exacto unos tres años cuando estuvo junto a Lucia.


—¿Quieres bailar? —preguntó Diana con una sonrisa.


—No, estoy bien así… quizás una menos movida más adelante —contestó con el mismo gesto de ella para no hacerla sentir despreciada y le acarició la espalda dándole un beso en el hombro.


—Está bien… una menos movida —mencionó con una sonrisa.


Buscó sus labios para besarlo, él parecía una estatua pero ella quería relajarlo, hacerlo sentir cómodo y que viera que agradecía que estuviera allí compartiendo con todos.


Todo marchaba de maravilla, entre risas y comentarios que nada tenían que ver con trabajo, habían acordado dejar de lado al menos por esa noche lo relacionado a las grabaciones, así que se enfocaron en conocer un poco más de cada uno, hasta que llegó el turno de Marcello que una vez más escapaba, esta vez con la excusa de ir al baño. 


Diana intentó que eso no le amargara la noche y se levantó a bailar con Kimberly y su novio, pues tampoco se quedaría allí sentada toda la velada.


—¿La estás pasando bien? —le preguntó Pedro en un susurro a Paula mientras le acariciaba la pierna y la miraba a los ojos.


—Sí, no estoy acostumbrada a este ambiente, pero es divertido y además estoy contigo —contestó con una sonrisa, estaba a punto de besarlo aprovechando que habían quedado solos.


—¡Pedro!


Una voz de mujer hizo que Paula se sobresaltara y después se tensara al volverse para ver de quién se trababa, sus ojos se encontraron con una pelirroja de grandes ojos grises, delgada y muy alta.


— Te vi entrar pero cuando quise alcanzarte ya habías desaparecido, ¿cómo te va? ¡Qué pregunta más estúpida! Felicitaciones señor Donatti —expuso riendo mientras se sentaba en la silla vacía junto a él y sin esperar que le respondiera lo besó en ambas mejillas, cerca de la boca.


—Hola Natalia también me alegra verte —contestó con una sonrisa y después se volvió—. Te presento a Paula Chaves—miró a los ojos a su escritora para pedirle que confiara en él, sin darse cuenta había mantenido la conversación en italiano.


—Encantada —esbozó ella haciéndolo en el idioma de ambos.


—Es un placer, Natalia Pellegrino —dijo con una gran sonrisa.


—Natalia también es actriz, trabajó conmigo muchas veces —acotó para tener un tema de conversación.


—Y también soy una de las pocas ex novias de Pedro que no lo odia —dijo riendo y le guiñó un ojo al castaño—. Hablando de eso, ¿es verdad que terminaste con Romina? Mira que no le hago caso a los chismes y quiero la información de primera mano —inquirió viéndolo.


—Lo hicimos antes de irme a América, sabíamos que las cosas se complicarían con tantas ocupaciones —respondió y le acarició la pierna a Paula por debajo de la mesa, esperaba que el tema no la incomodara.


—Tan caballero como siempre, di la verdad. La botaste porque era una bruja asfixiante y te hartó —pronunció con una sonrisa malévola—. Tengo sed, dame algo de tomar antes de irme… por cierto, estoy con Paolo y Giancarlo, también está Dorina ¿Por qué no vienes y los saludas? —sugirió recibiendo la copa de champagne que él le entregó.


—Ya estoy con un grupo Natalia… —decía para excusarse.


—Serán solo unos minutos y trae a Paula, estoy seguro que estarán encantados de conocerla —dijo con una sonrisa y después le habló a la escritora— ¿Puedo tutearte verdad? —preguntó mirándola.


—Claro, no hay problema Natalia —contesto con una sonrisa.


El problema lo vas a encontrar como sigas tocándolo, tranquila Paula, respira y recuerda lo que le prometiste a Diana, tú no eres una mujer insegura y no dejarás que te saquen de tus cabales, puedes seguir el juego, ¡Vamos! es tu momento para marcar terreno y demostrarle a Pedro que todo está bien, que confías en él.


—Me encantaría ir —mencionó mirándolo a los ojos.


—Bien, vayamos entonces —dijo él poniéndose de pie y le extendió la mano a Paula mientras le sonreía.


Ella la tomó apretándola con suavidad y cuando la actriz le dio la espalda acarició el brazo de Pedro para relajarlo, parecía una piedra. Marcello se acercaba a la mesa y él le informó que regresarían enseguida, el hombre asintió para después ocupar su lugar.


Comenzó a sonar Never Gonna Leave This Bed de Maroon 5 en ese momento, por lo que muchas personas abandonaron la pista y mientras caminaban hacia el lugar donde estaban los otros colegas de Pedro, podía sentir muchas miradas puestas sobre ellos.


Pedro también era consciente de eso y vio la tensión que intentaba apoderarse de Paula, así que la acercó a su cuerpo rodeándole la cintura con un brazo, le entregó una sonrisa que la hiciera sentir confiada y aprovechó también la canción que sonaba.


—Wake you up in the middle of the night to say. I will never walk away again I'm never gonna leave this bed… So come here and never leave this place —le cantó solo para ella aunque fingía mirar al frente, pero al ver que Paula sonreía emocionada le dio un guiño.


Al fin llegaron hasta otro de los cubículos privados en la planta baja del lugar, más cerca de la acción como les gustaba estar a sus amigos, vio a Paolo y a Dorina mientras reían y cantaban.


—¡Miren a quién les traigo! —exclamó la pelirroja cuando llegaron


—¡Hombre hasta que te dejas ver! —mencionó un rubio de ojos azules y dentadura perfecta, que mostraba gracias a la sonrisa en sus labios, se acercó y saludó a Pedro con un fuerte abrazo.


—¿Cómo estás Paolo? —saludó con una sonrisa.


—Pues no también como tú… ¿Entonces ahora te nos vas con los americanos? —preguntó mirándolo y después vio a Paula.


—No me he ido a ningún lado, todavía sigo aquí —indicó notando de inmediato dónde estaba la mirada de su amigo, le puso la mano en la cintura a su mujer, un claro gesto para marcar terreno—. Te presento a Paula Chaves —dijo mostrando cierto tono posesivo.


—¿La escritora? —preguntó mirándola perplejo.


—Así es, un placer conocerlo —respondió mostrándose casual.


—El placer es todo mío belleza —le tomó la mano para darle un suave y prolongado beso mientras la miraba a los ojos—. Paolo Bardazzi para todo lo que desees —agregó con una gran sonrisa.


—¡Quita tus manos! —le advirtió Pedro sonriendo, aunque su mirada era seria, sabía lo que le esperaba cuando Natalia lo invitó.


—¡Sí, quita tus manos! Estos jamás crecerán… en lugar de halagar asustan a las mujeres — mencionó una chica blanca, de hermosos ojos azules y cabello castaño a la nuca—. Encantada Dorina Vitelli, me encantó tu libro, yo sí lo leí a diferencia de este idiota —dijo acercándose a Paula para abrazarla mientras sonreía.


—Es un gusto Dorina, muchas gracias —mencionó con el mismo gesto sintiendo que ella le caía bien.


— ¿Y a mí no me saludas? —preguntó Pedro.


—No, tú también eres un idiota, regresaste y no fuiste capaz de llamarme para decirme que te habías librado de La Sombra —contestó molesta, pero no pudo resistirse a la sonrisa de él—. Te odio cuando haces eso —señaló sonriendo y lo amarró en un abrazo mientras le besó en una de las mejillas con la libertad que le daban años de amistad.
Ok, me caía bien. Pero ahora no… y no estaría mal si la sueltas ¡Pedro! Le reprochó en pensamientos al ver que él también la besaba.


—Dorina y yo comenzamos juntos en la misma serie, siendo apenas unos chicos, ella tenía catorce para ese entonces y volvía loco a todo el mundo porque no dejaba de hablar —comentó él mirando a Paula para justificar su actitud con la castaña.


—No te he perdonado aún, así que no abuses de tu suerte.


—¡Pero mira a quién tenemos aquí! El mismísimo Pedro Alfonso, ¿o mejor te llamo Franco Donatti? —preguntó mirándolo.


Paula posó su mirada en el hombre de ojos grises, cabello castaño y piel oscura por un exceso de bronceado, que se acercaba a ellos acompañado por dos rubias que apenas iban vestidas.


—Hola Giancarlo —lo saludó con una sonrisa torcida.


—¿Y esta belleza? ¿No la presentas? —inquirió acercándose, intentando que el equilibrio no le fallara.


—Es Paula Chaves —contestó poniéndole una mano en el pecho para mantenerlo lejos de su mujer.


—¿En serio? —preguntó parpadeando y la miró mejor—. No puedo creerlo… es que cuando alguien te dice que es escritor te lo imaginas, no sé, de anteojos, en bata de dormir y con el cabello todo revuelto —expuso riendo mientras paseaba su mirada por la americana y tuvo que reconocer
que la mujer estaba como para secuestrarla un fin de semana.


—Qué casualidad, a mí me sucede lo mismo. Cuando pienso en los italianos creo que todos son altos, apuestos y varoniles… incluso los gay —acotó ella antes que Pedro le contestara a ese idiota.


Las risas no se hicieron esperar por parte de los demás amigos de Pedro, pero las dos hienas que acompañaban al borracho y éste se quedaron perplejas ante su respuesta, ella solo les mantuvo la mirada. De pronto el hombre comenzó a reír también y le extendió la mano para presentarse mientras le dedicaba una mirada lasciva.


—Me caes bien. Es un placer Paula Chaves, Giancarlo Vitelli.


—Encantada —esbozó por cortesía.


—Bueno nosotros regresamos a la mesa —mencionó Pedro que no le gustó para nada la actitud del infeliz de Giancarlo.


—Tan rápido, pero si apenas nos estamos encontrando, mira ni siquiera has saludado a las chicas. Vengan aquí mis soles —pidió el actor.


—Hola Pedro —se acercó y le dio un beso en la mejilla, ignorando por completo a la insulsa escritora.


—Hola cariño, nos enteramos por allí que estás de vuelta en el mercado —dijo la otra mientras le sonreía de manera seductora.


—¿Al mercado? No sabía que era un producto o un pedazo de carne —contestó Pedro con rabia porque odiaba que lo trataran así.


—Fue solo una manera de decir que estás soltero guapo —se corrigió acariciándole el brazo y lo miró con fingida inocencia.


—Quiero bailar —mencionó Paula mirándolo a los ojos.


—Pues aquí estoy yo —pronunció Giancarlo moviéndose hacia ella.


—No seas estúpido, apenas puedes mantenerte en pie —espetó su hermana sintiéndose apenada —. Vayan, me encantó verte Pedro… Estoy segura que por primera vez harás un papel que me enamorará. Paula muchas gracias por acompañarnos y perdona a ese idiota —agregó
despidiéndose de ambos con besos y abrazos.


Natalia y Paolo también lo hicieron, pero ambos salieron huyendo antes que Giancarlo y compañía fueran a acercárseles de nuevo, porque no responderían de ellos si recibían una insinuación más. Caminaban tomados de la mano cuando de pronto comenzó a sonar una canción que Pedro le gustaba mucho y se detuvo.


—¿Aún tiene ganas de bailar señorita Chaves? —le preguntó con una sonrisa ladeada mientras la miraba a los ojos.


Ella lo miró sorprendida en principio, pero al ver esa intensidad en la mirada de Pedro sintió que debía acompañarlo a donde quisiera, asintió sonriéndole y caminó con él hasta la pista, mientras Xverso se dejaba escuchar en todo el lugar, un mar de personas los rodeó y ellos comenzaron a sentir que podían gozar de cierto anonimato, el cual no tardaron en aprovechar para satisfacer en parte los deseos que tenían de brindarse caricias mientras sus cuerpos se movían al ritmo de la música.


Paula acariciaba los hombros de Pedro mientras sentía las manos de él deslizarse por su cintura y bajar a sus caderas, poco a poco el deseo se iba despertando en ambos al tiempo que sus miradas ancladas la una en la otra gritaba todo aquello que sus bocas no podían.


Ella se giró para darle la espalda rozando levemente su derrier contra la entrepierna de Pedro, sintiendo el tibio aliento de él estrellarse contra la sensible piel de su nuca y la
respiración agitada que podía escuchar claramente cerca de su oído, excitándola de una manera que no podía mantener los ojos abiertos, así como tampoco pudo controlar el jadeo que brotó de su labios cuando sintió que él le agarraba de manera posesiva la cadera para hacerla consciente de cuán despierto se encontraba.






CAPITULO 180





Horas después ambas lucían despampanantes, irradiaban felicidad y eso las hacía verse aún más hermosas, Paula llevaba un vestido que estando en América jamás hubiera usado, el largo era hasta las pantorrillas y eso de cierto modo lo hacía ver formal, pero cuando llegaba hasta el escote todo cambiaba, la mitad de sus senos apenas estaban cubiertos por un delicado encaje negro haciéndolos lucir más voluptuosos y sensuales, sin caer en lo vulgar, ella estaba un poco dudosa pero al pensar en Pedro y la reacción que tendría cuando la viera se sentía segura.


—¡Por Dios! —exclamó Diana cuando entró al baño de su hermana para ver si estaba lista y la sorpresa que se llevó la dejó perpleja.


—¿Es muy exagerado el escote? —preguntó asustada por la reacción de Diana, pensó de inmediato que quizás Pedro no estaría tan feliz.


—¡Está genial! Me encanta… ves porqué digo que la naturaleza fue más generosa contigo, ya quisiera yo tener ese par de pechos, te juro que me la pasaría con escotes todo el tiempo —dijo mirándola más de cerca.


—Tú tienes unos ojos bellísimos así que no te quejes —acotó con una sonrisa y se volvió para mirarse en el espejo— ¿Crees que a Pedro le guste? —inquirió intentando cubrirse más con el encaje.


—¿Gustarle? Seguro se va a morir en cuanto te vea —contestó con una gran sonrisa y tomó un lápiz labial para aplicarse.


Paula se mordió el labio drenando con ese gesto los nervios que de pronto la invadieron, cerró los ojos y suspiró.


—Pau luces bellísima, no tienes que... ¿Estás nerviosa? —cuestionó mirándola, pero ella no le respondió—. Después de todo lo que has vivido con Pedro es absurdo que sientas miedo por cómo te veas. Él te quiere por lo que eres y es evidente que también le gustas.


—Lo sé Diana, sé que me quiere y que también le gusto… me lo ha demostrado infinidad de veces, pero… jamás hemos estado en un ambiente como éste, no sé con lo que pueda encontrarme. Seguramente habrá decenas de mujeres intentando captar su atención y ahora que saben que está soltero mucho más —esbozó el temor que sentía.


—Sí, es lo más probable, pero eso no debe preocuparte porque él solo tendrá ojos para ti Paula, además tú nunca has sido una mujer insegura y te prohíbo que empieces hoy… ese hombre es tuyo y debes dejárselo claro a todas esas que intenten acercársele ¿Entendido? —preguntó mirándola a los ojos, mostrándose seria como pocas veces.


—Entendido… prometo mostrarme segura y no dejar que venga otra a hacerme a un lado, no actuaré como sucedió con Romina —mencionó mirándose de nuevo en el espejo y dejó ver una gran sonrisa.


—Genial, esa es la Paula Chaves que conozco, ahora… ¡Vamos a matar italianos! — exclamó con emoción, quitándose el albornoz y mostrando el diminuto vestido negro que llevaba puesto.


Paula comenzó a reír mirándola asombrada pues pensaba que había exagerado, pero Diana en verdad quería provocarle un infarto a su fotógrafo esa noche, se veía espectacular y no le hacía falta tener curvas sugerentes para volver loco a un hombre, su sola actitud se encargaba.


Ella pensaba que podía deslumbrar a Pedro esa noche, pero no se había preparado para verlo a él, su corazón comenzó a latir rápidamente apenas sus ojos se encontraron y no pudo contener el suspiro que escapó de sus labios. Tal vez era el amor que sentía por él o que ciertamente era un
hombre muy guapo, pero cada vez que lo veía sentía que las piernas comenzaban a temblarle y el mundo giraba más de prisa, lucía tan apuesto esa noche que despertó el deseo en ella de inmediato, lo vio acercarse con una sonrisa para recibirla.


—Hola —lo saludó con el mismo gesto, intentó parecer casual cuando le acarició el pecho y besó ambas mejillas.


—Hola preciosa —susurró él deslizando su mano por la cintura de Paula, disfrutando del roce de sus labios y después buscó esos ojos marrones que lucían más claros por el maquillaje que usaba—. Luce bellísima señorita Chaves, pero creo que usted tiene la firme intención de hacer que me quede sin un solo amigo en Roma esta noche —señaló perdido en esos senos perfectos que le robaban la cordura.


—Pues tengo suerte de no tener amigas en Roma, así no perderé ninguna —expuso ella con una sonrisa pícara y le guiñó un ojo.


—Vas a acabar conmigo Paula Chaves —susurró aferrándose a su autocontrol para no besarla delante de todos.


—Sí, me encanta acabar contigo —esbozó mirándolo a los ojos y por la sombra que los cubrió pudo notar que él había descubierto el doble sentido de esa oración, le entregó una radiante sonrisa.


—Vamos antes de que te arrastre a tu habitación y acabe contigo.


Ella sonrió sintiéndose realmente feliz, siempre había disfrutado de esos juegos de palabras con Pedro, él la animaba a ser osada haciéndola sentir sensual y libre para hablar de sus deseos, al menos con él.


Se acercaron hasta donde estaba Kimberly con Brandon para hacer las respectivas presentaciones, la actriz le había pedido a su novio que fuera a visitarla a Italia aprovechando esos días de receso, lo sorprendió enviándole el pasaje y arregló todo con Guillermo para que él pudiera quedarse junto a ella en el hotel.








CAPITULO 179





Dos semanas después el anhelado receso había llegado al fin, todos se encontraban felices de por fin poder salir y pasar un fin de semana en otro ambiente. Aunque ese lugar era hermoso, apenas sí podían disfrutarlo por estar trabajando, Thomas era un director maravilloso y bastante flexible, pero Guillermo Reynolds vivía sobre ellos exigiendo más y más a cada momento, deseaba reducir el tiempo de grabación tanto como se pudiera y los hacía trabajar jornadas de hasta dieciséis horas.


Por suerte ese fin de semana se librarían de su presencia, pues debía viajar hasta Los Angeles para mostrarle los avances a su padre y darle sus impresiones.


Diana se encontraba sentada con las piernas cruzadas sobre la cómoda cama de su habitación mientras buscaba algo en la portátil, acababan de llegar al hotel, pero ella no podía sacarse de la cabeza la manera en como Marcello había comenzado a llamarla.


Su relación con su compañero de trabajo había cambiado drásticamente después de aquel beso, aún no llegaban al plano íntimo, pero podía sentir que él lo deseaba tanto como ella, se lo había dejado claro en muchas ocasiones mientras se besaban y la acariciaba de esa manera que solo hacen los hombres cuando quieren ir más allá del beso. Pero por una razón que todavía desconocía siempre terminaba alejándose, le había dicho que no estaba casado y que tampoco tenía hijos, eso la llenó de terror pensando que de nuevo le pasaría lo mismo de siempre, pero él le demostró que estaba equivocada, igual sentía que había un misterio en relación a su pasado, algo que necesitaba descubrir o terminaría perdiendo la razón.


—¿Qué haces? —preguntó Paula sentándose a su lado.


—Estoy buscando algo… Paula, ayúdame porque me estoy volviendo loca —mencionó mirándola y su hermana le dedicó una sonrisa animándola a seguir—. Marcello lleva días llamándome Esmeralda, cuando le pregunto solo sonríe, pero no me responde y eso comienza a exasperarme. Hace un momento cuando se despidió de mí volvió a hacerlo y le dije que si no me decía lo que eso significaba, no volviera a hablarme para nada que no fuera trabajo.


—¿Y qué te contestó? —preguntó interesada.


—Me dijo que le preguntara a Tiziano… pero el único que yo conozco es el pintor y éste no tiene nada relacionado con esmeraldas —respondió sintiéndose frustrada.


—¿Probaste con Tiziano Ferro? —inquirió mirando la portátil.


—No, ¿quién es? —cuestionó anotando el nombre en el buscador.


—Es un cantante italiano —dijo viendo la lista que aparecía en la pantalla—. Ves allí está… es una canción —indicó señalando el link de un vídeo.


—Al fin, vamos a escucharla —mencionó Diana seleccionando esa opción, sintiendo que el corazón le latía de prisa.


En solo segundos el vídeo comenzó a correr llenando de música la habitación y por el ritmo ambas se sorprendieron, pues no esperaron que el fotógrafo fuera fanático de uno tan moderno y entusiasta. Paula comenzó a reír a medida que escuchaba, su mirada también se iluminaba y eso aumentaba la expectativa en Diana que se moría por saber lo que decía la letra de la canción, aunque el ritmo le gustaba.


—Es bellísima —comentó Paula para aliviar la curiosidad que veía en la mirada de Diana, puso a reproducir el vídeo una vez más para ubicar alguna estrofa que pudiera decirle—. Vamos a buscarla con la letra en inglés para que puedas entenderla… pero me encanta Diana, es muy hermosa en verdad… esta parte: Eres tú mi dosis de desesperación, me quedo y a tu lado crece mi distracción… y no hablo de los dos para no fallar, la verdad, si lo pienso es así, voy hundiéndome en la noche, que no se retira… esmeralda mar azul, te miro ahora… la moneda está en el aire y tan solo van dos horas junto a ti…


Paula apenas podía con la felicidad que sentía dentro del pecho, era una canción muy linda y la podía identificar a la perfección con su hermana, ella era el viento que hacía girar el mundo de Marcello Calvani.


—Sí es linda…—Sí es linda… pero ¿Eso qué quiere decir? ¿Qué me quiere o que no me soporta? —preguntó porque los nervios no la dejaban comprender.


—Que está loco por ti, pero no sabe cómo decírtelo… y la letra lo hace por él, quizás por eso te dijo que la buscaras para que pudieras comprender lo que significa… —respondió sonriendo, vio las dudas en la mirada de su hermana y se acercó para abrazarla—. Di… él es un hombre complejo, no se parece en nada a tus parejas anteriores y además, te lleva diez años —mencionaba todas las desventajas que el fotógrafo tenía o al menos aquello que no compaginaba con Diana.


—Paula, tampoco lo estoy buscando para casarme, aún soy muy joven para eso, además apenas nos conocemos… es un hombre inteligente, apuesto y me atrae muchísimo, eso es verdad. Sin embargo, no aspiro a tener con él una historia de cuentos de hadas ni nada por el estilo, sabes que no creo en eso… —mencionó poniéndose de pie para mirar por la ventana, necesitaba hacerse creer que lo que decía era cierto, que Marcello no estaba creando sentimientos nuevos dentro de ella, se volvió para mirar a su hermana—. Él me gusta, solo eso… la pasamos bien, ahora trabajamos mejor y puede que llevemos nuestra relación a otro plano, ambos somos adultos… así que no creo que existan problemas más adelante —indicó mirándola a los ojos.


—Pues lo mismo decía yo hace cuatro años y mira como me encuentro ahora, perdidamente enamorada del italiano que pensé solo sería una aventura de verano… estos juegos son peligrosos Diana, nunca sabes lo que puedes esperar de ellos —expuso mirándola a los ojos.


—No quiero enfrascarme en eso ahora Pau, a nosotros no nos sucederá porque somos muy distintos de ustedes dos… —se detuvo al ver que su hermana elevaba una ceja—. No quiero decir que sea malo, ustedes son unos románticos empedernidos y nosotros en cambio somos muy prácticos
—indicó manteniéndole la mirada.


—Sí, justo así pensábamos Pedro y yo cuando comenzamos —acotó sonriendo—. Mira hagamos algo, intenta conocerlo mejor, tráelo a tu mundo y ve qué tanto compaginan, al parecer a él lo hace feliz que hagas girar su mundo y lo llenes de colores… eso puede ser bueno, invítalo a venir hoy con nosotros, vamos a ser un grupo y no será como una cita, sino una salida con amigos —sugirió animándola.


—No sé si a él le gusten ese tipo de reuniones… —decía dudosa.


—Bueno, pero a ti te encantan y si él desea estar a tu lado debe aceptar todo lo que te gusta. A mí tampoco me atraen mucho, pero Pedro dijo que es el ambiente donde él se mueve aquí en Roma y es lo mejor para que la gente comience a vernos juntos… además estarán Kim y su novio — mencionó buscando su mirada para convencerla.


—Yo pensaba ir, lo que no sabía era si debía invitarlo o no, ya ves que apenas me dejó aquí y no habló nada de pasar el fin de semana juntos o vernos. Paula, yo nunca he sido una mujer celosa ni paranoica y te aseguro que no comenzaré ahora, pero siento que él oculta algo, es como si no quisiera
que yo traspasara ciertos límites, sé que le gusta estar conmigo, pero cuando intento pasar al nivel personal de inmediato se cierra, cambia y vuelve a ser el hombre obstinado —dijo mostrado sus miedos.


—Es curiosidad Diana y es lógico que la sientas, no serías una Chaves si no lo hicieras — indicó sonriendo—. Ahora tienes más motivos para invitarlo, si se niega… empieza a pensar en dejar de lado esa relación, hazlo ahora antes de que sea tarde… mira, Italia está llena de hombres guapos y maravilloso, hoy de seguro habrán por montones en ese lugar a donde vamos, así que es tu momento para tomar una decisión.


Diana asintió en silencio mientras analizaba las palabras de Paula, se le acercó para darle un gran abrazo, nunca pensó pedirle consejos a su hermana en cuanto a la relaciones, pues era evidente quién de las dos tenía más experiencia, pero tratándose de Marcello las cosas eran distintas, como decía Paula, él era diferente a cualquier otro de los amantes que tuvo antes y quizás eso era lo que la hacía dudar.









CAPITULO 178





Paula sentía el viento desordenar su cabello, rozar su piel y la ligera blusa rosa que llevaba puesta, mientras montaba a Misterio sintiéndose en completa libertad, agradeciéndole a la vida por todo lo que le estaba entregando de nuevo, por haberla regresado a ese lugar y además hacerlo junto Pedro. Apenas podía con tanta felicidad, pensaba que antes había sido feliz y que después que se marchó de allí nunca más volvería a serlo, como lo era justo en ese momento, se volvió para mirar Pedro que cabalgada a su lado y fue bajando de a poco el trote de Misterio.


—No has perdido la práctica —esbozó él con la respiración agitada.


—Hay cosas que nunca se olvidan —señaló sonriendo, no pudo resistirse al verlo tan guapo y se acercó para besarlo — ¿Tienes pensado llevarme a algún lugar especial? —inquirió mirándolo a los ojos.


— De hecho, justo estaba por decirte que me siguieras —contestó riendo mientras le acariciaba el cuello y la besaba de nuevo.


Retomaron su camino haciéndolo de nuevo con velocidad, ambos sabían que no contaban con mucho tiempo y debían aprovechar cada minuto juntos, así que lanzándose a través de las suaves pendientes que formaba ese paisaje, llegaron a aquel campo de girasoles del cual Pedro le había hablado a ella y al que nunca logró llevarla.


—¿Qué te parece? —le dijo mientras la bajaba del caballo.


—Es hermoso, impresionante… me encanta Pedro, gracias por traerme —respondió apoyándose en él cuando sintió que la abrazaba.


Pedro comenzó a dejarle caer en el cuello besos delicados que iban despertando la piel de Paula a medida que avanzaba, sus manos también buscaron el camino que su instinto le dictaba, con lentitud comenzó a deshojar los botones de la blusa que ella llevaba, mientras la escuchaba suspirar y acariciarle los brazos, apoyando la cabeza contra su hombro para darle mayor libertad a sus labios de vagar sobre su piel.


La giró para tenerla frente a él y besar sus labios como tanto anhelaba, perdiéndose en la humedad de la boca de Paula, que solo lo hacía consciente de ella, de sus manos que despacio iban abriendo los botones de su camisa y acariciaban la piel de su pecho en el proceso, ella comenzó a besarle el cuello haciéndolo estremecer aumentando el deseo en él.


Cuando al fin se encontraban desnudos se tendieron sobre la hierba, mientras el campo de girasoles los escondía del mundo, dándoles la libertad para amarse en medio de esa inmensidad verde esmeralda que los rodeaba, teniendo a ese cielo de un azul intenso como único testigo se entregaron una vez mas al amor que sentían.


Paula podía sentir los rayos del sol calentándole la piel, mientras la suave brisa que recorría el lugar la acariciaba con la misma suavidad que lo hacía Pedro. A pesar de estar corriendo el riesgo de ser descubiertos por los demás si llegaban y no los encontraban en la villa, en ese momento no le importaba mucho, solo quería que ese instante fuese eterno para que Pedro siguiera mirándola así, con esos ojos que tenían el mismo azul del cielo, que la hechizaban y la hacían sentir tan amada mientras le daban un placer infinito.


Sintió tocar el extraordinario firmamento sobre ella,
girando dentro de un vórtice de emociones mientras repetía el nombre de él, aferrada a su cuerpo con brazos y piernas, sintiéndolo contraerse al tiempo que se movía dentro de su cuerpo luchando por alcanzarla.


Y cuando al fin lo hizo, todo fue maravilloso, ambos se quedaron suspendidos en el tiempo, mirándose a los ojos, brindándose besos y caricias mientras el ritmo de sus corazones se sosegaba lentamente. Se acostaron uno al lado del otro mirando el cielo, sin poder borrar de sus labios esa sonrisa que se había dibujado en ellos, no hacía falta que alguno de los dos hablase o estar abrazos para ser conscientes que estaban allí, solo la unión de sus manos entrelazadas bastaba. Pero de repente, Paula sintió el deseo de hacerle saber lo que pensaba.


—Todos tenemos un paraíso en la tierra y éste es sin duda alguna el mío —esbozó con la mirada perdida en el cielo.


—¿Y por casualidad ese paraíso tuyo también me incluye? —preguntó moviéndose para quedar encima de ella y mirarla a los ojos.


Paula asintió con una gran sonrisa mientras le acariciaba el rostro y después le ofreció sus labios. Estuvieron allí hasta que la luz del sol les anunció que debían regresar; al llegar, todo seguía normal, el equipo de producción aún no regresaba y su romántica aventura siguió en secreto.