miércoles, 2 de septiembre de 2015
CAPITULO 180
Horas después ambas lucían despampanantes, irradiaban felicidad y eso las hacía verse aún más hermosas, Paula llevaba un vestido que estando en América jamás hubiera usado, el largo era hasta las pantorrillas y eso de cierto modo lo hacía ver formal, pero cuando llegaba hasta el escote todo cambiaba, la mitad de sus senos apenas estaban cubiertos por un delicado encaje negro haciéndolos lucir más voluptuosos y sensuales, sin caer en lo vulgar, ella estaba un poco dudosa pero al pensar en Pedro y la reacción que tendría cuando la viera se sentía segura.
—¡Por Dios! —exclamó Diana cuando entró al baño de su hermana para ver si estaba lista y la sorpresa que se llevó la dejó perpleja.
—¿Es muy exagerado el escote? —preguntó asustada por la reacción de Diana, pensó de inmediato que quizás Pedro no estaría tan feliz.
—¡Está genial! Me encanta… ves porqué digo que la naturaleza fue más generosa contigo, ya quisiera yo tener ese par de pechos, te juro que me la pasaría con escotes todo el tiempo —dijo mirándola más de cerca.
—Tú tienes unos ojos bellísimos así que no te quejes —acotó con una sonrisa y se volvió para mirarse en el espejo— ¿Crees que a Pedro le guste? —inquirió intentando cubrirse más con el encaje.
—¿Gustarle? Seguro se va a morir en cuanto te vea —contestó con una gran sonrisa y tomó un lápiz labial para aplicarse.
Paula se mordió el labio drenando con ese gesto los nervios que de pronto la invadieron, cerró los ojos y suspiró.
—Pau luces bellísima, no tienes que... ¿Estás nerviosa? —cuestionó mirándola, pero ella no le respondió—. Después de todo lo que has vivido con Pedro es absurdo que sientas miedo por cómo te veas. Él te quiere por lo que eres y es evidente que también le gustas.
—Lo sé Diana, sé que me quiere y que también le gusto… me lo ha demostrado infinidad de veces, pero… jamás hemos estado en un ambiente como éste, no sé con lo que pueda encontrarme. Seguramente habrá decenas de mujeres intentando captar su atención y ahora que saben que está soltero mucho más —esbozó el temor que sentía.
—Sí, es lo más probable, pero eso no debe preocuparte porque él solo tendrá ojos para ti Paula, además tú nunca has sido una mujer insegura y te prohíbo que empieces hoy… ese hombre es tuyo y debes dejárselo claro a todas esas que intenten acercársele ¿Entendido? —preguntó mirándola a los ojos, mostrándose seria como pocas veces.
—Entendido… prometo mostrarme segura y no dejar que venga otra a hacerme a un lado, no actuaré como sucedió con Romina —mencionó mirándose de nuevo en el espejo y dejó ver una gran sonrisa.
—Genial, esa es la Paula Chaves que conozco, ahora… ¡Vamos a matar italianos! — exclamó con emoción, quitándose el albornoz y mostrando el diminuto vestido negro que llevaba puesto.
Paula comenzó a reír mirándola asombrada pues pensaba que había exagerado, pero Diana en verdad quería provocarle un infarto a su fotógrafo esa noche, se veía espectacular y no le hacía falta tener curvas sugerentes para volver loco a un hombre, su sola actitud se encargaba.
Ella pensaba que podía deslumbrar a Pedro esa noche, pero no se había preparado para verlo a él, su corazón comenzó a latir rápidamente apenas sus ojos se encontraron y no pudo contener el suspiro que escapó de sus labios. Tal vez era el amor que sentía por él o que ciertamente era un
hombre muy guapo, pero cada vez que lo veía sentía que las piernas comenzaban a temblarle y el mundo giraba más de prisa, lucía tan apuesto esa noche que despertó el deseo en ella de inmediato, lo vio acercarse con una sonrisa para recibirla.
—Hola —lo saludó con el mismo gesto, intentó parecer casual cuando le acarició el pecho y besó ambas mejillas.
—Hola preciosa —susurró él deslizando su mano por la cintura de Paula, disfrutando del roce de sus labios y después buscó esos ojos marrones que lucían más claros por el maquillaje que usaba—. Luce bellísima señorita Chaves, pero creo que usted tiene la firme intención de hacer que me quede sin un solo amigo en Roma esta noche —señaló perdido en esos senos perfectos que le robaban la cordura.
—Pues tengo suerte de no tener amigas en Roma, así no perderé ninguna —expuso ella con una sonrisa pícara y le guiñó un ojo.
—Vas a acabar conmigo Paula Chaves —susurró aferrándose a su autocontrol para no besarla delante de todos.
—Sí, me encanta acabar contigo —esbozó mirándolo a los ojos y por la sombra que los cubrió pudo notar que él había descubierto el doble sentido de esa oración, le entregó una radiante sonrisa.
—Vamos antes de que te arrastre a tu habitación y acabe contigo.
Ella sonrió sintiéndose realmente feliz, siempre había disfrutado de esos juegos de palabras con Pedro, él la animaba a ser osada haciéndola sentir sensual y libre para hablar de sus deseos, al menos con él.
Se acercaron hasta donde estaba Kimberly con Brandon para hacer las respectivas presentaciones, la actriz le había pedido a su novio que fuera a visitarla a Italia aprovechando esos días de receso, lo sorprendió enviándole el pasaje y arregló todo con Guillermo para que él pudiera quedarse junto a ella en el hotel.
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