miércoles, 5 de agosto de 2015

CAPITULO 89




Pedro se encontraba allí y en cuanto sintió que Paula
abandonaba el lugar salió de su escondite, la había escuchado entrar y de inmediato entró en la cuadra junto a la de Misterio, se reprochó el ser tan cobarde. Después de pasar la noche lejos de ella supo que debía hacer algo para recuperarla, pero no sabía por dónde empezar, ni cómo aproximarse sin empeorar la situación, ya que después de analizar bien las cosas comprendió que las heridas habían sido infringidas por los dos.


—¿Qué puedo hacer amigo? Nunca había tenido tantos sentimientos encontrados ni tantas dudas… si me voy junto a ella nada me asegura que lo que tenemos aquí se mantenga intacto, además está mi familia a la que prometí no defraudar… ¿Qué se supone que estaría haciendo si de un momento a otro les digo que los dejaré para irme a América junto a Paula? ¿En qué lugar quedarían ellos que siempre me han apoyado, que han creído en mí incluso cuando no lo merecía? Y lo más importante de todo ¿podré yo soportar la presión que implica entrar a un mundo de
leones como lo es la industria americana? —comenzó a cuestionarse en voz alta mientras miraba a la nada, sin poder evitar que las imágenes de su familia y la mujer que lo había acompañado en los últimos meses le colmaran la cabeza, inclinando la balanza hacia un lado y hacia otro.


—Si las exigencias que tenía en Roma me llevaron a casi provocarme la muerte, no quiero ni pensar lo que haría mi afán por intentar sobresalir y demostrarle a Paula que soy capaz de adaptarme a su mundo, podría terminar mucho peor… en el fondo sé que mi estabilidad pende de un hilo muy delgado y que se vería expuesto a zarpazos por doquier estando en América —su corazón latía con un golpeteo fuerte que parecía resonar en cada rincón del lugar.


Luego de unos minutos decidió salir de allí y buscar a alguien que le pudiera ayudar a aclarar la situación, la imposibilidad de Misterio para esbozar palabra lo eliminaba de los candidatos, pensó en llamar a su madre pero desistió al comprender que ella no sería neutral, por el contrario se enfocaría en ponerlo a él como la víctima y a Paula como la tirana, si debía ser sincero quizás ella era la menos culpable.


Por descarte optó en ir a ver a Cristina, llegaría para mencionarle algo casual, tal vez con relación a Misterio o para charlar con Jacopo sobre vinos, a lo mejor le diría que el paisaje le resultaba mucho más hermoso en otoño, la verdad era que no sabía cómo empezaría la conversación pero esta debía llevarlo a preguntarle que les había mencionado Paula durante su vista esa mañana, pues estaba al tanto de la misma.


No pasaron quince minutos cuando se enteró de algo que preferiría nunca haber descubierto, dejó a Cristina con la palabra en la boca y salió prácticamente corriendo hasta la casa de Paula mientras el aire frío que precede a la tormenta se estrellaba contra su cuerpo. Se detuvo ante la puerta de la casa que ocupaba la escritora y se cuestionó por un par de minutos lo que estaba haciendo allí, el motivo que le daría para ir a buscarla; ella le había dejado claro que no deseaba que se le acercara de nuevo y quizás era lo mejor.


—No, ustedes no pueden quedar así, no puedes dejar que aquella discusión sea su despedida, ni el recuerdo que Paula se llevé de su relación —respiró profundamente para llenarse de valor y llamó a la puerta con un par de golpes.







CAPITULO 88




Las palabras de Pedro seguían resonando en sus oídos incluso horas después mientras se obligaba a dejar de llorar, no había hecho más que el ridículo al pensar que a él le importaba la relación que tenían, incluso al creer que eso en verdad era algo serio, todo no había sido más que un juego para Pedro, la aventura que lo entretuvo durante el verano y que comenzaba a aburrirlo, por eso estaba desesperado por librarse de ella y no había encontrado una mejor manera que menospreciando todo lo que le ofrecía. Había sido tan cruel, cada una de las palabras que le dijo, intentaba entenderlo poniéndose en su lugar y analizando todo con cabeza fría, pero entre más vuelta le daba a su discusión más dolorosa le resultaba la verdad.


La tarde comenzaba a caer cuando en un arranque de rabia tomó su teléfono y llamó a su agente, para su alivio Jaqueline le atendió y acató todas sus órdenes sin hacer muchas preguntas, incluso la escuchó aliviada cuando le confirmaba que regresaría a América; que necesitaba que ella le hiciera la compra de los boletos aéreos y que estos salieran desde Florencia, no quería ni siquiera llegar a Roma. Una hora después Paula recibía la llamada de Jackie que le anunciaba que todo estaba listo para su retorno a casa, su boleto tendría como ruta la ciudad donde se encontraba y la de Toronto, de allí debería tomar otro vuelo hasta Chicago, no pudo conseguir uno directo para los próximos días por el mal tiempo que estaba azotando a su estado.


Eso no representó para Paula la alegría que se suponía debía sentir, y aunque intentó transmitírselo a Jaqueline apenas si consiguió esbozar algunas palabras sobre sus deseos de reencontrarse de nuevo con ella y su familia, además que en lugar de alivio al saber que dejaría detrás todo lo que había representado Pedro, su corazón se llenó de tristeza cuando Jackie le dio la fecha de su vuelo: 


Dentro de dos días.


—Bueno Paula ya está hecho, en el fondo sabes que esto es lo mejor —mencionó intentando infundirse valor para no terminar llorando de nuevo, posó su mirada en el paisaje que mostraba ya los colores del otoño y un suspiro trémulo escapó de sus labios—. Es lo que debiste hacer hace mucho Paula, así que no hay motivos para sentirte triste y mucho menos que estás traicionando a nadie, él tomó su decisión y tú has tomado la tuya, es así de simple.


Cada minuto que pasaba tenía que luchar contra los recuerdos de Pedro, no había rincón de la casa donde no mirase y le pareciera que podía aparecer en cualquier momento, caminó hasta el estudio que era donde más tiempo había pasado sola, y se concentró en revisar los manuscritos de proyectos que había empezado allí pero que había dejado de lado porque no la convencían. Cada cierto tiempo miraba el reloj en la parte baja de la pantalla de su portátil y se sobresaltaba ante el más mínimo sonido que provenía del exterior, aunque esperaba que fuera la puerta principal de su casa la que se abriera y escuchar la voz de Pedro llamándola, le había dicho que no lo deseaba cerca, pero se moría porque él llegara hasta allí; le dijera que había sido el más grande de todos los imbéciles y necesitaba que ella lo perdonara.


—¡Por favor Paula! Eso es patético, sabes perfectamente que él jamás hará algo así, es demasiado orgulloso y testarudo para dar su brazo a torcer, entre más ilusiones te hagas más duro será tu regreso a la realidad. Pedro no quiere solucionar nada contigo, si fuera así te hubiera seguido cuando lo dejaste en el jardín o hubiera esperado un par de horas a que todo se calmara un poco e intentar una reconciliación, pero es evidente que nada de eso le importa… que tú no le importas, así que no tiene que
dolerte en lo más mínimo ni preocuparte como se sentirá cuando descubra que regresas a tu país en dos días.


Y no se equivocaba, esa noche le tocó dormir sola y la cama donde tantas noches habían estado juntos ahora sin Pedro se le hacía inmensa y fría, no importaba que la noche afuera siguiese manteniendo la calidez de finales de verano, el aire que la envolvía a ella se sentía gélido y las sábanas heladas sin el calor del cuerpo de Pedro. Una vez más el llanto la doblegó e hizo estragos en ella hasta entrada la madrugada cuando al fin el cansancio y la desolación la anestesiaron hasta dejarla sumida en un profundo, pero inquieto sueño plagados de recuerdo del italiano que ni aun en esos la dejó en paz.


Cuando se levantó a la mañana siguiente y vio que él no se encontraba por ninguna parte, que ni siquiera se había dignado a aparecer para ver cómo se encontraba, su resentimiento aumentó y fortaleció su decisión de marcharse de ese lugar. Se dirigió a la casa de los conserjes y estos la invitaron a desayunar, no había probado bocado desde el día anterior y la verdad no tenía apetito, pero no podía despreciar a Cristina, además que debía demostrarles a ellos que se encontraba perfectamente bien o de lo contrario
empezarían a interrogarla y no estaba de ánimos para enfrascarse en una conversación que tuviera como protagonista a Pedro, sin embargo no pudo evitar llegar a él cuando anunció que se marcharía al día siguiente.


—¿Y Pepe qué dice de tu partida Paula? —preguntó la mujer.


—Él está al tanto de todo Cristina —mintió esquivando la mirada de la conserje que parecía taladrarla.


—¿Incluso que te vas mañana? Creo que había mencionado algo acerca de un mes cuando le pregunté el otro día pues lo noté acongojado — mencionó con cautela sin dejar de mirarla.


—Algunas cosas han cambiado y debo adelantar mi viaje, pero te aseguro que para él resultará lo mismo si me voy mañana o dentro de unas semanas… —decía cuando Cristina la detuvo.


—¿Se pelearon? —más que una pregunta fue una afirmación.


—Dejamos las cosas en claro, no te preocupes por favor —le pidió Paula al ver que su semblante se tornaba triste, le dio un suave apretón en la mano e intentó sonreír—. Estaremos bien, ambos tomamos esto como lo que era y nuestras vidas continuarán de igual manera cuando cada uno regrese al lugar donde pertenece, seguramente él también volverá a Roma o quizás decida quedarse un tiempo más.


—Apenas soportaba estar aquí cuando llegó y de no ser por ti hace mucho tiempo que se hubiera marchado, las cosas ya no están tan alborotadas en Roma, Amelia me lo contó hace días cuando hablé con ella… y la noté muy feliz por tu relación con Pedro, incluso aplazó su visita para darles a ustedes más tiempo para compartir como pareja, eso tratándose de mi amiga es casi un milagro, siempre vivía pendiente de su hijo y dejarlo de buenas a primeras en tus manos es asombroso —dijo con una sonrisa que mostraba que era sincera.


Paula intentó emular el mismo gesto y guardó silencio, no quería seguir hablando del tema pues terminaría haciéndose ilusiones de nuevo, y en ese momento lo que más necesitaba era determinación. Cristina pareció comprenderlo para su fortuna pues dejó el tema de lado, en lugar de ello comenzó a decirle todo lo que le daría para que se llevara a América.


Después de salir de allí se dispuesto a la tarea del hacer el equipaje, tenía cuatro maletas aún, había enviado cinco ya a América pero seguía manteniendo una gran cantidad de prendas y artículos personales, además de una repleta de libros. La nostalgia la invadió una vez más cuando vio entre sus prendas el vestido de noche que usó en Varese y después los conjuntos de ropa interior y los babydolls que había comprado para lucirle Pedro, estuvo a punto de dejar allí las prendas intimidas pues sabía que cada vez que las viera lo recordaría, pero sintió vergüenza que Cristina las
fuera a encontrar y llegara a la conclusión más evidente; al final se decidió por guardar todo y cuando acabó con las maletas recordó que le faltaba despedirse de alguien.


Mientras caminaba hacia el establo rogaba que Pedro no estuviera en éste, se había obligado a no mirar hacia su casa o saber si había salido a cabalgar, por lo menos tenía la certeza que se hallaba allí porque su auto estaba en el estacionamiento. Ya sabía que ella le había pedido que se mantuviera lejos, que no la buscara, pero si él de verdad sentía algo por ella lo menos que podía hacer era al menos el intento, obligarla a escucharlo, buscar la manera de reparar lo que había hecho, nada de eso sucedía y a cada minuto su decepción hacia él crecía.


Cuando llegó a la cuadra de Misterio lo notó algo tranquilo, aunque por suerte estaba sólo, ya le había perdido el miedo y hasta conocía como calmarlo, comenzó hablándole y después le acarició con suavidad la frente y deslizó sus dedos por la larga y suave crin.


—En verdad que soy una masoquista, vengo a verte consciente que hacerlo solo me traerá recuerdos del idiota de tu dueño… ¿Por qué tiene que ser tan obstinado Misterio? ¿Por qué no puede entender que si hago todo esto es para que permanezcamos juntos… que yo no quiero separarme de él? No todavía, pero él no desea lo mismo y ya me dejó claro que no dejará que le imponga nada, como si en verdad lo estuviera haciendo —se detuvo limpiándose una lagrima que rodó por su mejilla y suspiró para evitar que más se le escaparan, se acercó y depositó un par de besos en la frente del animal—. Te voy a extrañar mucho, gracias por ayudarme a superar mi miedo, siempre tendrás un lugar en mi corazón Misterio… —un sollozo le rompió la voz y se marchó de allí antes de romper en llanto, sólo le dio un último vistazo al animal que la miraba con sus grandes ojos negros llenos de curiosidad, después de eso salió.









CAPITULO 87




La relación entre Pedro y Paula había llegado a un punto que parecía no tener retorno, los silencios que cada vez eran más habituales ya no resultaban cómodos como antes, la tensión hacía el ambiente entre los dos tan pesado que parecían vivir con miedo incluso de hablar, y cada vez que sonaba el teléfono de la casa de ella, que últimamente era con mucha frecuencia, ambos sentían que el aire desaparecía de sus pulmones. Ya Pedro comenzaba a cansarse de esa situación, no había pasado por tanto, meses atrás para volver a tener ese sentimiento de zozobra que lo llenaba de ansiedad, eso era lo peor que podía pasarle y él muy bien lo sabía, fue eso lo que lo llevó a caer en su dependencia.


Estuvo a punto de decirle que tomara sus cosas y se fuera en una de esas tantas ocasiones cuando la llamada que recibió la mantuvo ocupada por una hora. Incluso se sintió tentando a aceptar cualquier cosa que ella le propusiera y ya después verían cómo se las arreglarían para mantener su relación, pero no soportaba ver como Paula luchaba por no mostrarse ansiosa, eso solo la estaba desgastando y lo hacía sentir un miserable por ser el culpable que ella se mantuviera allí.


Pero entonces llegaban esos momentos perfectos cuando se olvidaban de todo, esos donde la pasión alejaba de ellos todo el miedo y las dudas que los azotaban, cuando reían viendo una película, cuando cocinaban juntos o la veía cabalgar tan hermosa y libre sobre Misterio, le había perdido de tal manera el miedo que ahora se lanzaba velozmente a través de las llanuras sin tener que llevarlo junto a ella, con la simple convicción de saber que su caballo nunca le haría algo que la lastimara.


Había cambiado tanto en los últimos meses, ya no era aquella mujer rígida que parecía estar siempre llevando el uniforme de la guardia real inglesa, había logrado descubrir a una Paula maravillosa que lo tenía cautivado, una que la incertidumbre de lo que podía pasar entre los dos o con su carrera le estaba arrebatando, y eso lo enfurecía más que nada en el mundo, al punto que a veces él mismo se portaba como un miserable y un estúpido cuando le discutía por cualquier tontería, no sabía cómo manejar la situación, se le estaba escapando de la manos.


Y el punto de quiebre llegó esa mañana de principios de septiembre cuando Paula en vista de su inminente separación, decidió que debían hacer algo, había llegado el momento de tomar una decisión así que se arriesgó, terminaban de desayunar y ella se encargaba de los platos mientras él organizaba la nevera.


Pedro… ayer estuve pensando que quizás nos hemos cegado demasiado y hemos ignorando un montón de posibilidades, no necesariamente tendríamos que separarnos… es decir, tú tienes una profesión que puedes desarrollar en mi país, seguramente con tu talento y experiencia lograrías encontrar una oportunidad en alguna película o serie de televisión… yo tengo algunos amigos que nos podrían ayudar… —decía sin mirarlo directamente y solo probaba con la esperanza que él se mostrara interesado en su idea.


—Detente Paula, no sigas porque no estoy en lo más mínimo interesado en algo como eso… toda mi vida he trabajado aquí y pienso seguir haciéndolo, no me iré a América a trabajar de chofer o de repartidor de pizzas a la espera que alguien tenga la amabilidad de fijarse en mí, y me ofrezca un papel en alguna estúpida película cómica o en alguna serie barata de adolescentes —mencionó colocándose de pie pues se había agachado para acomodar las verduras en la última gaveta.


—Nadie ha dicho que algo así vaya a suceder… ¿Por qué tienes que mostrarte de esa manera siempre que te ofrezco una salida? Te digo que tengo algunos amigos en el medio y ellos pueden ayudarte… Douglas, mi editor conoce a medio mundo en Broadway, solo bastaría con que le hablara de ti para que te encuentre una cita con algún director o productor… tendrías que asistir a algunos casting y ya, eso no se llevaría más que un par de meses y no creo que te veas en la necesidad de buscar otro trabajo mientras ocurre, sé que tienes los medios para mantenerte y si las cosas se complican me tendrás a mí para ayudarte, viviremos juntos y yo podría encargarme de todo hasta que encuentres algo que te haga sentir cómodo —dejó de hablar cuando vio que él se alejaba sin decirle nada y se disponía a salir de la cocina.


Él no podía creer que ella se ofreciera a mantenerlo y conseguirle trabajo hablando con sus amigos, dejarlos delante de todos con la imagen del gigoló que se encontró en Italia y busca sacar provecho de ella, un perfecto desconocido en América que se colgará de la fama de la genial Paula Chaves. Eso dirán sus colegas y compañeros de trabajo, no quería ni pensar lo que diría su familia pues si era tan conservadora, estricta y distinguida como ella se la mostraba, ellos sencillamente lo rechazarían de entrada. 


¿Para qué deseaba Paula llevarlo con ella a América, para humillarlo delante de todos? Si las cosas iban a ser de esa
manera él prefería que todo se acabara en ese preciso instante.


—¿Puedes al menos esperar o decirme algo? —inquirió Paula que había salido de la cocina y lo seguía.


Se encontraban en medio del patio que compartían sus casas y él caminaba sin intención de detenerse, así que ella corrió y lo tomó del brazo para hacer que le prestara atención, pero en cuanto sus ojos se encontraron con los de Pedro se encogió ante la mirada que él le dedicaba, el rencor que veía en ellos casi la abofeteó.


—¿Qué me vas a explicar Paula? Que deseas que me vaya contigo para tener un títere al cual puedas manejar a tu antojo o una conquista que mostrarle a todos ¿sabes qué? No, muchas gracias pero declino tu ofrecimiento, hace años que renuncié a ser el trofeo de las mujeres de Italia y no pienso convertirme en el tuyo… —decía con rabia.


—¿De qué diablos hablas Pedro? —preguntó desconcertada
mirándolo a los ojos, mientras sentía que él se estaba convirtiendo en un extraño frente a los suyos.


—Hablo de lo que es evidente Paula, no pienso ir a ningún lado, no pienso presentarme ante tus amigos y tu familia como el italiano que vas a mantener y a encontrarle trabajo a cambio de tener sexo contigo, no lo hice antes y no lo pienso hacer ahora… me acuesto contigo porque me gustas y te deseo pero los demás no creerán eso, ellos pensarán que lo hago para que me abras todas las puertas en América y así me consigas el maldito mejor protagónico de mi vida mi respuesta sigue siendo la misma ¡No! —gritó sintiendo la ira correr desbocada por su cuerpo.


—Yo no estoy… ¡No te estoy persuadiendo de nada! Es solo una sugerencia y si crees que hago todo esto nada más para tenerte a mi lado como el novio a cual deseo lucir te equivocas. Lo hago porque me pareció una buena idea, yo no necesito rogarle a nadie para que esté a mi lado y mucho menos a alguien que me conoce tan poco —mencionó furiosa y sobre todo dolida.


—Bueno si crees que yo te conozco poco, tú no me conoces en lo absoluto… ¿Cómo se te ocurre decir que me vas a mantener mientras encuentro un trabajo? A estas alturas no dejaría ni que mis padres lo hicieran, mucho menos aceptaría que lo hicieras tú… —no pudo continuar porque Paula lo detuvo.


Pedro solo fue una manera de decirlo, ya sé que no tendré que hacerlo porque tú lograrás conseguir todo por tus propios medios, yo sólo te estoy ofreciendo mi apoyo y aun así si llega a darse el caso que deba ayudarte lo haría sin dudarlo y sin pretensiones de ningún tipo…


—¡Me ofendiste y lo sigues haciendo Paula! —exclamó y la rabia endurecía sus hermosos rasgos.


—¡Pues tú también lo haces! O acaso piensas que no me duele que insinúes que voy a darte todo esto a cambio de que te acuestes conmigo ¿crees que no me ofende eso Pedro? —preguntó mirándolo con resentimiento, sintiendo como las lágrimas amenazaban con desbordarla.


—Yo solo estoy haciendo evidente lo que sucederá si me llego a ir contigo y sigo cada uno de tus planes, te digo lo que la gente no te dirá a la cara pero a tus espaldas hablarán y créeme esto será lo más decente que digan. Paula he estado por muchos años en este medio y es igual en Nueva York, en Los Angeles o aquí, las personas no verán que nos gustamos y que estamos juntos porque así lo deseamos, ellos dirán que yo me estoy aprovechando de ti y que a cambio de mis favores tú haces todo lo que te pida, yo no te estoy ofendiendo tú sola lo estás haciendo ya al pretender que vayamos y le demos esa imagen a todos —mencionó en un tono más calmado para hacerla caer en cuenta de su error.


—Se supone que no te importa lo que las personas piensan de ti… — decía cuando Pedro la interrumpió.


—No me importa aquí porque ya todo el mundo me conoce y puedo demostrarles con rapidez que están equivocados, pero allá es distinto y además no se trata solo de mí, también estás tú implicada en todo esto… ¿Qué dirá tu familia cuando nos vea llegar juntos y se entere de lo que planeas hacer? —preguntó mirándola a los ojos.


La interrogante hizo que Paula se tensará de inmediato y se
replanteara todo lo que había pensado y dicho hasta el momento, no se le había pasado por la cabeza la reacción que tendría su familia si llegaba junto a Pedro a América y les decía que se iría a vivir con él. No podía hablar de boda porque él no le había insinuado nada y ella tampoco se sentía preparada para adquirir un compromiso como ese, así que lo suyo sería simplemente un concubinato y su madre moriría ante la mera mención, su padre se sentiría decepcionado e incluso sus hermanos varones se opondrían probablemente a ello.


—Allí está la respuesta Paula, lo que propones es una completa locura, sería más fácil si en lugar de ello tú vienes a vivir a Italia, pero no te pediré eso porque sería muy egoísta de mi parte, se trata de un cambio muy brusco y creo que ninguno de los dos está preparado para dar un paso así, lo mejor que podemos hacer es dejar todo como habíamos acordado — señaló sintiéndose dolido al ver las dudas en la mirada de ella que le dejaban ver, que ciertamente él no tenía cabida en su vida.


Una vez más Pedro la alejaba de él y la hería diciéndole que su relación no tenía futuro, ella estaba luchando por aferrarse y a él parecía no importarle. Algo le decía que incluso estaba deseando que se fuera de una vez por todas para poder regresar a Roma y retomar la vida a la cual estaba acostumbrado y no esa tonta rutina que llevaba con ella.


—No aceptas porque tienes miedo… tienes miedo de ser alguien desconocido, de no tener cientos de fanáticas que te adulen y verte expuesto ante una crítica mucho más despiadada que la que estás acostumbrado a enfrentar aquí, y no aceptas porque no deseas estar conmigo, ya te cansaste de todo esto… ¡Bien, entonces esto se acabó! Yo tampoco pienso estar junto a alguien que se da por vencido de buenas a primera. Necesito a alguien a mi lado esté dispuesto a apostarlo todo y tú no eres ese hombre Pedro, que triste es darme cuenta tan tarde — lanzó todo su dolor y su rencor afuera, quería lastimarlo y que sintiera lo mismo que ella sentía, aunque dudaba que siquiera le importara.


Una vez más la decepción reflejada en la mirada de una persona que le importaba le provocaba una herida y una muy profunda además, le mantuvo la mirada a Paula, sentía tanta rabia al ver lo equivocado que había estado con respecto a ella y decepción también, pues si él la había defraudado, no podía decir que la mujer que tenía ante sus ojos fuera aquella que lo conquistó y lo hizo sentir tan vivo.


—Tú me llamas cobarde… ¿Quién es la que vive bajo la falda de su madre? ¿Quién es la que no tiene una vida propia porque se la pasa todo el tiempo complaciendo a los demás? No vengas a hablarme de cobardía Paula, no cuando tú llevas todas las de perder —esbozó con sorna.


—No te atrevas a juzgarme ni a decirme la manera en la cual debo vivir, no lo hagas porque no me conoces, el hecho que me haya acostado contigo no te da poder para que me dictes lo que debo hacer… en mi vida mando yo y no le he permitido nunca a ningún hombre que me diga que hacer, créeme tú no serás el primero Pedro Alfonso—todo el dolor se transformó en furia dentro de Paula.


—¿Y tú sí tienes el derecho de hacerlo conmigo? Tú puedes decirme a dónde ir y qué hacer ¡No me jodas Paula! —exclamó mirándola con rabia, no pudo seguir conteniéndose.


Ella retrocedió abriendo mucho los ojos pues jamás pensó que Pedro la trataría de esa manera, él siempre había sido un caballero y en ese momento sencillamente no lo reconocía. Sintió algo dentro de su pecho quebrarse a la mitad y el dolor que eso le provocó fue el más grande que hubiera sentido en su vida, sin embargo no se mostró destrozada ante él, se irguió todo lo que alcanzaba su altura y le mantuvo la mirada, esa vez no había dolor, ni rencor, su mirada solo dejaba ver la gran decepción que la embargaba por la actitud de Pedro.


—Solo te diré algo más, no me busques ni intentes hablarme de nuevo, así te evitas que te siga jodiendo y me ahorras a mí la penosa situación de seguir creyendo en algo que no vale la pena —sentenció con toda la rabia que corría a través de su cuerpo y le dio la espalda dejándolo allí con la palabra en la boca.


Pedro intentó decirle algo pero supo que no tendría sentido nada de lo que hiciera o dijera, había mandado a la mierda toda su relación con Paula, había sido un imbécil y un patán al tratarla de esa manera, ella solo buscaba una solución y él de nuevo se cerraba ante cualquier posibilidad, no sabía por qué demonios había actuado así. Seguía parado en medio del jardín viendo la puerta de la cocina de Paula, esa por donde ella había desaparecido, cerró los ojos y se llevó la mano al cabello para estrujarlo con fuerza y descargar en éste y en su nuca parte de la frustración que sentía.


—¡Maldita sea Pedro! Esta vez sí lo jodiste todo.


Abrió los ojos y fijó una vez más la mirada en la hoja de madera pintada de blanco, aunque sus pies deseaban llevarlo a hasta la casa de Paula, su sentido común le decía que no era el momento, y además no tenía las palabras para reparar el daño que le había causado a la mujer que se había marchado dejándolo con esa culpa tan pesada en el pecho. Giró para continuar con su camino y llegar hasta su casa, debían darse un tiempo, eso era lo mejor en ese momento, dejar que las cosas se calmaran y ya después
intentaría reconciliarse con Paula.






CAPITULO 86




Pedro llegó casi una hora después cuando el sol ya se ocultaba tras las colinas y pintaba de dorado todo el paisaje, a lo lejos el cielo mostraba un hermoso tono violeta donde las estrellas destellaban con timidez dándole la bienvenida a la noche. El otoño estaba cerca y el paisaje a su alrededor lo exponía en todo su esplendor como una pintura; llevó a Misterio hasta las caballerizas y después siguió hasta la casa de Paula mientras sonreía sintiéndose muy feliz.


Entró mirando a todos lados pero no logró verla, caminó hasta el estudio suponiendo que estaría allí y al minuto salió pues se había equivocado, así que subió las escaleras de dos en dos peldaños, se moría por tenerla entre sus brazos y besarla. Cuando entró la vio sentada en el diván color musgo junto a la ventana, estaba tan absorta mirando el paisaje que ni siquiera se percató de su presencia, él aprovechó eso y camino despacio para sorprenderla, de detuvo detrás y con suavidad depositó un beso en la mejilla de Paula.


—Te sentí llegar —susurró cerrando los ojos y disfrutando de ese dulce beso que Pedro le entregaba.


—¿Sí? Pues parecía que hubieras estado soñando —dijo buscando su mirada mientras sonreía y el gesto se congeló en sus labios.


Paula notó la reacción de Pedro y de inmediato se obligó a
sonreír, no podía dejarle ver nada todavía, intentaría mantener la felicidad que compartía tanto como les fuera posible. Le acarició el rostro y se acercó para darle un beso en los labios, sintiendo como temblaba ante el roce y su esfuerzo por mantener las lágrimas a raya.


—Es probable que lo hubiera estado… terminé el libro y ya se lo envié a mi editor, espero que le agrade —comentó de manera casual.


—Eso es genial Paula, estoy seguro que le gustará mucho… te he traído algo y creo que no puede ser más oportuno —esbozó, de pronto se sintió tímido cuando extendió el inmenso y hermoso girasol para entregárselo posando su mirada expectante en ella—. Para ti Paula.


Ella se quedó mirando embelesada la flor más bella que hubiera visto en su vida, y aunque no era la primera vez que veía un girasol para su corazón éste tenía un valor especial, sintió su pecho llenarse de emoción y esa vez no pudo hacer nada contra las lágrimas que la rebasaron.


—¿No te gusta? Eres… ¿Eres alérgica a los girasoles Paula? — preguntó desconcertado por la reacción de ella.


—No… —negó con la cabeza mientras lloraba y sonreía a la vez—. Es hermoso, es hermoso en verdad Pedro y me encanta. Muchas gracias —contestó recibiéndolo y de nuevo se acercaba para besarlo.


—De nada preciosa, lo vi y pensé en ti, hay un campo donde
seguramente disfrutarías mucho corriendo de un lado a otro —dijo acariciándole las mejillas para secar las lágrimas y la besó.


Paula intensificó los besos moviéndose para tenerlos más cerca y cuando Pedro la tomó por la cintura para quedar él sentado llevando a ella a estar sobre él supo que había una manera de ganarle la batalla al dolor que la consumía. 


Necesitaba que él le hiciera olvidar en medio de
besos y caricias que cada minuto que transcurría era uno menos que les quedaba para seguir disfrutando de todo eso.


Cuando sintió el deseo instalado en Pedro se separó de él muy despacio y dejó el girasol sobre la mesa de noche, justo del lado donde ella dormía, después regresó hasta él lo tomó de la mano y lo llevó junto a ella hasta el baño. Ahí le dieron riendas sueltas a la pasión una vez más y solo por esos breves y preciosos momentos Paula fue libre de la pena que la embargaba y la felicidad la colmó de nuevo.


Esa noche cuando bajaron a la cocina Paula no se quedó junto a él como acostumbraba, se excusó diciendo que debía revisar una vez más el documento y ver que todo estuviera bien antes de enviárselo a la gente de la editorial. Sin notarlo le dio a Pedro una señal más de que algo ocurría, pues antes le había dicho que ya se lo había pasado a su editor y ahora se contradecía, además esa actitud cuando le dio el girasol no era lo que esperaba, deseaba que ella se emocionara pero no pensó que se pusiera a llorar y después de salir del baño buscó mantenerse alejada de él y siempre le rehuía la mirada.


Pasaron a la mesa después que Pedro fuera a buscarla al estudio y la encontrara una vez más mirando por la ventana, mientras tomaba asiento sentía que su paciencia llegaba al límite. Sabía que Paula odiaba que la presionaran pero más odiaba el verla sonreír para esconder la tristeza que era evidente en sus ojos, respiraba profundamente y se esforzaba por permanecer calmado e indiferente, como si no notara lo que sucedía, pero a cada segundo que pasaba esa molesta sensación de presión que sentía en su pecho crecía.


—No tengo hambre —esbozó haciendo a un lado el plato de risotto que apenas había probado.


—Pero… no has comido nada Pedro —acotó ella mirándolo.


—Tú tampoco y llevamos quince minutos aquí sentados —dijo dejando caer la servilleta de lino sobre la mesa con desdén.


—Yo… es que, estoy un poco distraída… ya sabes cientos de ideas dando vueltas en mi cabeza, aun no terminó de soltar la historia del todo… pero no dejaría de comer me encanta el risotto que haces —mencionó mientras sonreía, pero por dentro se reprochaba el ser tan estúpida y evidente, movió el tenedor para tomar un bocado.


—Ya está frío y así no es bueno… Tengo una pregunta que hacerte — indicó buscando sus ojos y la hizo mantenerle la mirada— ¿Qué está sucediendo? Y no se te ocurra decir que nada —dijo con seriedad.


Ella se sintió acorralada y completamente expuesta ante la mirada de Pedro, de nuevo se producía a su alrededor esa sensación de estar viendo como todo pendía de un hilo y lo primero que buscó fue para erguir las murallas que pudieran protegerla. Se puso de pie llevando el plato de risotto con ella con el pretexto de calentarlos en el microondas, huyendo de Pedro que la miraba como si quisiera leer su mente.


—No sucede nada —mintió y su voz trémula la delató, así que buscó como remediar la situación—. Estoy un poco nerviosa por lo que puedan decir, sabes que tenía más de un año sin escribir nada… y siento como si este manuscrito fuera el primero eso es todo —concluyó sin mirarlo.


—La mitad de lo que acabas de decir es mentira Paula —mencionó colocándose junto a ella para mirarla a los ojos, de inmediato intentó alejarse pero él la retuvo tomando por el brazo—. Mírame, por favor Paula mírame —pidió con la voz ronca y el pecho presionado.


Ella elevó el rostro y posó la mirada en la suya, sus hermosos ojos miel no mostraban ese brillo que siempre los bañaba, contrario a ello ahora se encontraban a punto de ser desbordados por las lágrimas, sintió que el corazón se le encogía y un mal presentimiento se instaló en él, pero al mismo tiempo una idea cruzó por su mente llenando de miedo y de una extraña sensación de felicidad. Acunó el rostro de Paula entre sus manos mirándola con detenimiento mientras intentaba organizar sus pensamientos que sólo conseguían gritarle una frase.


—Paula… ¿Por qué estás tan sensible y retraía? Sé que hay algo que tienes que decirme pero no te atreves y es evidente que eso te asusta, o mejor dicho te atemoriza la reacción que yo pueda tener —pronunció con su mirada fija en la de ella, la vio dudar y se lanzó de nuevo, no le iba a permitir escapar—. No me excluyas Paula, sé que algo está sucediéndote y sé que eso también tiene que ver conmigo… necesito que me lo digas o todas las ideas que giran dentro de mi cabeza terminaran volviéndome loco… ¿Acaso tú estás… sospechas que estás? —la palabra no lograba salir de los labios de Pedro, pues su mente aún no se atrevía a procesarla, mucho menos asimilarla.


—¡No! —esbozó con rapidez cuando cayó en cuenta de lo que él suponía, no estaba cien por ciento segura, pero su cuerpo le hubiera dado una señal o al menos eso esperaba, y aún no lo había hecho—. No Pedro, no es nada, yo físicamente me encuentro bien y no tengo motivos para sospechar algo así —inhaló profundamente cerrando los ojos y guardó silencio por varios segundos—. Tuve que comunicarme hoy con mi editor en Nueva York… —decía cuando él la detuvo.


—¿De nuevo lo mismo? —inquirió molesto y se alejó de ella.


—Sí, lo mismo porque fue lo que realmente sucedió, hoy tuve que hablar con él después de recibir un correo donde me pedía que lo llamara con urgencia —dudó entre continuar o no, la actitud de Pedro la molestaba, su desconfianza la enfurecía en realidad, tomó aire y continuó, ya no tenía caso dilatar más esa situación—. Necesitan que regrese.


Quizás si Paula lo hubiera pateado en la pelotas no le habría dolido tanto, esa sola y simple frase le causo un profundo dolor que nació en su pecho y pareció llegar a cada rincón de su cuerpo. Sin embargo, se aferró a no dejarse llevar por la primera impresión, soltó despacio el aire que se había quedado atascado en sus pulmones y habló.


—¿Qué respondiste? —inquirió en tono de voz calmado mientras la miraba fijamente a los ojos.


—Yo… ellos necesitan que regrese, Pedro yo… —se quedó callada sin saber cómo contestar a su pregunta.


—Sí, bien… pero ¿tú que les respondiste Paula? —inquirió una vez más y las dudas en ella le anunciaban lo peor.


—Mi contrato… mi contrato me exige que debo entregarles dos historias por año, dos historias que ellos publicarían sin pasar por un proceso de selección, no tendría que esperar entre miles que buscaban un espacio, yo sería… soy su escritora estrella y siempre estaría de primera ante los demás en todo —se detuvo unos segundos evaluando el precio que había pagado durante años por tener todo eso y más aún el que estaba pagando en ese preciso momento.


Su cabeza hizo un análisis rápido de la situación y llevó todo a una balanza, años de éxitos, millones de admiradores, su independencia económica, su libertad para estar precisamente donde estaba, su oportunidad de decidir si casarse o no, su forma de demostrarle a su madre que podía triunfar en lo que había elegido. Su sueño.


—Es un contrato que muy pocos tienen y por el cual luché mucho, no puedo dejarlo perder. Ellos necesitaban al menos tener un libro para cerrar el año, ya les envié el manuscrito que terminé esta mañana —mencionó un poco más calmada y mirándolo a los ojos.


—Te felicito, es algo que mereces y lo digo en serio… pero sigues sin responder a mi pregunta Paula —esbozó Pedro sin disimular la molestia en su rostro y en su voz.


Por alguna extraña razón las palabras de Paula lo habían hecho sentir menos importante para ella, y no quería apresurarse pero no tenía que analizar mucho para descubrir que estaba siendo menospreciado.


—Mi editor mencionó que comenzaría a trabajar en él y me mantendría informada, pero que era seguro que la editorial lo publicara para finales de año pues las personas estaban ansiosas por leer algo nuevo —dijo y esa vez le esquivó la mirada.


—¿Entonces te vas a finales de año? —inquirió intentando que su voz no demostrara lo que estaba sintiendo, la vio negar con la cabeza.


—Dentro de un mes… quizás menos —contestó y elevó el rostro para ver la reacción de Pedro, al ver que no decía nada, que siquiera movía un músculo habló de nuevo—. Necesitan que esté allá para la promoción, Douglas quería que fuera antes pero le dije que no podía…


—¿Por qué no? ¿Por qué debes esperar para irte si da lo mismo un mes o mañana? Nada va a cambiar aquí Paula —dijo con frialdad.


Paula se lo quedó mirando y tratando de comprender lo que había escuchado, o quizás era mejor decir que no deseaba darle el sentido que claramente tenía ese comentario de Pedro. Respiró de manera calmada obligándose a sosegar el latir descontrolado de su corazón y evitar que el pánico la invadiera, caminó hasta él que se mantuvo quieto.


—No quiero dejar este lugar… y no quiero que lo que tenemos termine, al menos no todavía —esbozó mirándolo a los ojos.


—¿Y si te dijera que quien debe regresar a Roma soy yo y que lo haré mañana mismo? —inquirió con tono frío y distante.


—Eso no es cierto —pronunció ella de inmediato.


—¿Por qué no? —decía cuando ella lo detuvo.


—Porque me lo hubieras dicho, tú no me hubieras ocultado algo como eso… no lo hubieras hecho ¿verdad? —preguntó dudando pues la actitud de Pedro comenzaba a crear un muro entre los dos.


—¿Y qué si lo hago? Después de todo tú pensabas hacerlo…


—¡No! No pensaba… yo planeaba decírtelo —intentó explicar.


—¿Cuándo Paula? ¿Un día antes de hacer las maletas? —indicó y esa vez dejó ver toda su molestia y la tensión que lo embargaba.


—¡Por supuesto que no! Pero tampoco quería que estuviéramos lamentándonos desde ya… todavía nos queda tiempo y deseaba pasarlo junto a ti sin tener presente la sombra de nuestra separación —mencionó en un tono conciliador mientras se acercaba a él.


—¡Tiempo, claro!… un mes, quizás quince días —esbozó con ironía mientras se alejaba de ella, no podía tenerla cerca o no pensaría con claridad y justo en ese momento debía hacerlo.


Pedro ambos sabíamos que esto sucedería, en algún momento pasaría pues ninguno de los dos puede quedarse aquí para siempre, así que no entiendo tu actitud… apenas me enteré hoy y pensaba decírtelo, solo estaba intentando buscar la mejor manera para hacerlo. Pero como siempre
tú te adelantas a las cosas y sacas tus propias conclusiones —indicó molesta y se quedó justo donde estaba, no lo buscaría.


—Perdón, no pensaba que tuvieras una rutina incluso para esto y yo sólo estoy concluyendo lo que es evidente, tienes que irte ¡Perfecto! ¿Por qué esperar un mes cuando puedes hacerlo antes? ¿O acaso esperas que algo cambie en ese tiempo? —inquirió mirándola mientras se cruzaba de brazos
dando la imagen de que no le importaba mucho todo eso.


—Deseo hacerlo… y sí puede que esté esperando que algo cambie, que podamos decidir qué hacer con esto que tenemos —mencionó sin dejar de mirarlo, luchando con los nervios que la torturaban.


—¿Esto? —el término que ella usó le había resultado chocante y peyorativo, pero bien le seguiría el juego, después de todo él había estado muchas veces en situaciones como esa—. Pues esto no va a cambiar Paula, seguirá siendo igual si te vas mañana o dentro de un mes. Después de todo eso fueron los términos ¿o no? —preguntó mostrando indiferencia, él también podía erguir sus murallas y dejarla fuera.


El dolor le atravesó el pecho ante esas palabras de Pedro, no comprendía porqué estaba actuando como lo hacía, ya le había dicho que sentía no haberle contado todo desde un principio, le había expuesto sus motivos. ¿Qué demonios deseaba? ¿Por qué la maltrataba? Se preguntaba mientras intentaba descubrir algo en su mirada, una veta de dolor parecía haberse instalado en sus pupilas y eso le dio una posible razón para que tuviera esa actitud, sin embargo no podía justificarlo del todo, a ella también le dolía lo que estaba sucediendo y en lugar de hacerse la indiferente intentaba conciliar las cosas.


—Pensé que nuestra relación podía cambiar… que podíamos mantenerla incluso desde la distancia —esbozó sin poder ocultar el dolor en su voz, aunque intentó que su rostro no lo reflejara.


—¿Novios por Skype? ¡Por Dios Paula eso es ridículo! —exclamó mostrando asombro en su mirada y en sus labios esa media sonrisa arrogante que podía significar muchas cosas.


—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo Pedro? No tiene que ser todo el tiempo de esa manera claro está, ambos podemos viajar un par de veces al año, incluso más o quedarnos juntos por temporadas… —decía pero él no la dejó continuar.


—Eso no es posible, yo soy un hombre muy ocupado.


—¡Sí, es evidente! Por favor Pedro no seas tan intransigente… no perdemos nada con intentarlo —pidió de nuevo acercándose a él.


—Ya te dije antes que soy un hombre práctico, no vivo de fantasías, ni de video llamadas… si te voy a tener debe ser en el momento y el lugar no a través de una cámara, eso no cubrirá mis necesidades Paula — pronunció con sinceridad, sabía que eso quizás le dolería a ella, pero de nada le servía hacerla ilusionarse con algo que no poseía futuro.


—¿Qué propones entonces? Yo te estoy ofreciendo una opción y te cierras por completo —mencionó ella con rabia.


—Que dejemos todo como está, como se suponía que sería pues ambos acordamos eso —la vio cerrar los ojos y suspirar, estaba a punto de sacarla de sus casillas, intentó ser más directo para que ella comprendiera que él tenía razón—. Te lo pondré desde este punto: Supongamos que yo acepto tener una relación contigo estando físicamente separados. ¿Qué pasará cuando te desee y no pueda tenerte? No pretenderás que pase semanas masturbándome solo con tu recuerdo, eso es muy egoísta de tu parte, por ello ahora te pregunto Paula ¿aceptarías tú qué yo compense mis necesidades con otra mujer? —la molestia era palpable en su voz, quizás estaba siendo muy duro con Paula, pero tenía que ser así.


El dolor se mezcló con la rabia dentro de Paula en cuanto escuchó esa última pregunta de Pedro. ¿En serio él le estaba pidiendo que aceptara que él se acostara con otras mujeres mientras estuvieran separados? La sola idea le dio repulsión, sabía que él estaba acostumbrado a llevar una vida así, pero ella no y tampoco lo haría, igual quiso darle a
probar un poco de su misma medicina.


—¿Aceptarías tú qué yo lo hiciera? Porque el hecho de que sea mujer no quiere decir que no tenga necesidades y que no desee satisfacerlas también Pedro —cuestionó mirándolo a los ojos.


Él se mantuvo en silencio pero ella pudo ver perfectamente como intentaba controlar su reacción, fracasó por completo pues la furia contenida en sus ojos y el músculo que le latió un par de veces en su mandíbula lo delataron. Sin embargo, su intención no era incomodarlo, ni crear entre los dos un abismo que los separara de manera irreversible, suspiró pesadamente y cerró los ojos mientras ponía todo de su parte para evitar que esa situación terminara en un desastre.


—Nos estamos comportando como unos tontos Pedro, yo no deseo tener que cederte a otra mujer y es evidente que tú apenas soportas imaginar que yo me entregue a alguien más… creo que mi propuesta es la mejor o a menos que desees que nuestra separación sea de manera definitiva —agregó y su voz se quebró cuando las palabras salieron de su boca, al tiempo que sentía que el corazón se le encogía.


—Nada de lo que escojamos será fácil Paula —mencionó sintiendo que podía bajar la guardia y que ella no tenía culpa de lo que estaban atravesando, que eso tarde o temprano sucedería.


—Entonces no lo hagamos ahora… no tenemos por qué decidir nada en este momento Pedro, nos queda tiempo y aunque sea poco quiero que lo aprovechemos tanto como podamos, por favor no lo empañemos con discusiones sin sentido —pronunció mirándolo a los ojos y se acercó a él tanteando el terreno antes de tocarlo.


Pedro no le dio chance de seguir dudando si podía aproximarse o no, la atrajo hacia su cuerpo y la envolvió abrazándola con fuerza, mientras hundía su rostro en el cuello cálido y suave de Paula, la sintió estremecerse al tiempo que se dejaba embriagar por ese aroma que lo llenaba de esa sensación de plenitud perfecta.


Ella también se abrazó a él con fuerza robando toda la calidez que el cuerpo de Pedro le brindaba, quería que la sensación que en ese momento la recorría se quedara en ella para siempre, y aunque sabía que pedir algo así tal vez era demasiado, dejó libre sus deseos una vez más.