miércoles, 5 de agosto de 2015

CAPITULO 86




Pedro llegó casi una hora después cuando el sol ya se ocultaba tras las colinas y pintaba de dorado todo el paisaje, a lo lejos el cielo mostraba un hermoso tono violeta donde las estrellas destellaban con timidez dándole la bienvenida a la noche. El otoño estaba cerca y el paisaje a su alrededor lo exponía en todo su esplendor como una pintura; llevó a Misterio hasta las caballerizas y después siguió hasta la casa de Paula mientras sonreía sintiéndose muy feliz.


Entró mirando a todos lados pero no logró verla, caminó hasta el estudio suponiendo que estaría allí y al minuto salió pues se había equivocado, así que subió las escaleras de dos en dos peldaños, se moría por tenerla entre sus brazos y besarla. Cuando entró la vio sentada en el diván color musgo junto a la ventana, estaba tan absorta mirando el paisaje que ni siquiera se percató de su presencia, él aprovechó eso y camino despacio para sorprenderla, de detuvo detrás y con suavidad depositó un beso en la mejilla de Paula.


—Te sentí llegar —susurró cerrando los ojos y disfrutando de ese dulce beso que Pedro le entregaba.


—¿Sí? Pues parecía que hubieras estado soñando —dijo buscando su mirada mientras sonreía y el gesto se congeló en sus labios.


Paula notó la reacción de Pedro y de inmediato se obligó a
sonreír, no podía dejarle ver nada todavía, intentaría mantener la felicidad que compartía tanto como les fuera posible. Le acarició el rostro y se acercó para darle un beso en los labios, sintiendo como temblaba ante el roce y su esfuerzo por mantener las lágrimas a raya.


—Es probable que lo hubiera estado… terminé el libro y ya se lo envié a mi editor, espero que le agrade —comentó de manera casual.


—Eso es genial Paula, estoy seguro que le gustará mucho… te he traído algo y creo que no puede ser más oportuno —esbozó, de pronto se sintió tímido cuando extendió el inmenso y hermoso girasol para entregárselo posando su mirada expectante en ella—. Para ti Paula.


Ella se quedó mirando embelesada la flor más bella que hubiera visto en su vida, y aunque no era la primera vez que veía un girasol para su corazón éste tenía un valor especial, sintió su pecho llenarse de emoción y esa vez no pudo hacer nada contra las lágrimas que la rebasaron.


—¿No te gusta? Eres… ¿Eres alérgica a los girasoles Paula? — preguntó desconcertado por la reacción de ella.


—No… —negó con la cabeza mientras lloraba y sonreía a la vez—. Es hermoso, es hermoso en verdad Pedro y me encanta. Muchas gracias —contestó recibiéndolo y de nuevo se acercaba para besarlo.


—De nada preciosa, lo vi y pensé en ti, hay un campo donde
seguramente disfrutarías mucho corriendo de un lado a otro —dijo acariciándole las mejillas para secar las lágrimas y la besó.


Paula intensificó los besos moviéndose para tenerlos más cerca y cuando Pedro la tomó por la cintura para quedar él sentado llevando a ella a estar sobre él supo que había una manera de ganarle la batalla al dolor que la consumía. 


Necesitaba que él le hiciera olvidar en medio de
besos y caricias que cada minuto que transcurría era uno menos que les quedaba para seguir disfrutando de todo eso.


Cuando sintió el deseo instalado en Pedro se separó de él muy despacio y dejó el girasol sobre la mesa de noche, justo del lado donde ella dormía, después regresó hasta él lo tomó de la mano y lo llevó junto a ella hasta el baño. Ahí le dieron riendas sueltas a la pasión una vez más y solo por esos breves y preciosos momentos Paula fue libre de la pena que la embargaba y la felicidad la colmó de nuevo.


Esa noche cuando bajaron a la cocina Paula no se quedó junto a él como acostumbraba, se excusó diciendo que debía revisar una vez más el documento y ver que todo estuviera bien antes de enviárselo a la gente de la editorial. Sin notarlo le dio a Pedro una señal más de que algo ocurría, pues antes le había dicho que ya se lo había pasado a su editor y ahora se contradecía, además esa actitud cuando le dio el girasol no era lo que esperaba, deseaba que ella se emocionara pero no pensó que se pusiera a llorar y después de salir del baño buscó mantenerse alejada de él y siempre le rehuía la mirada.


Pasaron a la mesa después que Pedro fuera a buscarla al estudio y la encontrara una vez más mirando por la ventana, mientras tomaba asiento sentía que su paciencia llegaba al límite. Sabía que Paula odiaba que la presionaran pero más odiaba el verla sonreír para esconder la tristeza que era evidente en sus ojos, respiraba profundamente y se esforzaba por permanecer calmado e indiferente, como si no notara lo que sucedía, pero a cada segundo que pasaba esa molesta sensación de presión que sentía en su pecho crecía.


—No tengo hambre —esbozó haciendo a un lado el plato de risotto que apenas había probado.


—Pero… no has comido nada Pedro —acotó ella mirándolo.


—Tú tampoco y llevamos quince minutos aquí sentados —dijo dejando caer la servilleta de lino sobre la mesa con desdén.


—Yo… es que, estoy un poco distraída… ya sabes cientos de ideas dando vueltas en mi cabeza, aun no terminó de soltar la historia del todo… pero no dejaría de comer me encanta el risotto que haces —mencionó mientras sonreía, pero por dentro se reprochaba el ser tan estúpida y evidente, movió el tenedor para tomar un bocado.


—Ya está frío y así no es bueno… Tengo una pregunta que hacerte — indicó buscando sus ojos y la hizo mantenerle la mirada— ¿Qué está sucediendo? Y no se te ocurra decir que nada —dijo con seriedad.


Ella se sintió acorralada y completamente expuesta ante la mirada de Pedro, de nuevo se producía a su alrededor esa sensación de estar viendo como todo pendía de un hilo y lo primero que buscó fue para erguir las murallas que pudieran protegerla. Se puso de pie llevando el plato de risotto con ella con el pretexto de calentarlos en el microondas, huyendo de Pedro que la miraba como si quisiera leer su mente.


—No sucede nada —mintió y su voz trémula la delató, así que buscó como remediar la situación—. Estoy un poco nerviosa por lo que puedan decir, sabes que tenía más de un año sin escribir nada… y siento como si este manuscrito fuera el primero eso es todo —concluyó sin mirarlo.


—La mitad de lo que acabas de decir es mentira Paula —mencionó colocándose junto a ella para mirarla a los ojos, de inmediato intentó alejarse pero él la retuvo tomando por el brazo—. Mírame, por favor Paula mírame —pidió con la voz ronca y el pecho presionado.


Ella elevó el rostro y posó la mirada en la suya, sus hermosos ojos miel no mostraban ese brillo que siempre los bañaba, contrario a ello ahora se encontraban a punto de ser desbordados por las lágrimas, sintió que el corazón se le encogía y un mal presentimiento se instaló en él, pero al mismo tiempo una idea cruzó por su mente llenando de miedo y de una extraña sensación de felicidad. Acunó el rostro de Paula entre sus manos mirándola con detenimiento mientras intentaba organizar sus pensamientos que sólo conseguían gritarle una frase.


—Paula… ¿Por qué estás tan sensible y retraía? Sé que hay algo que tienes que decirme pero no te atreves y es evidente que eso te asusta, o mejor dicho te atemoriza la reacción que yo pueda tener —pronunció con su mirada fija en la de ella, la vio dudar y se lanzó de nuevo, no le iba a permitir escapar—. No me excluyas Paula, sé que algo está sucediéndote y sé que eso también tiene que ver conmigo… necesito que me lo digas o todas las ideas que giran dentro de mi cabeza terminaran volviéndome loco… ¿Acaso tú estás… sospechas que estás? —la palabra no lograba salir de los labios de Pedro, pues su mente aún no se atrevía a procesarla, mucho menos asimilarla.


—¡No! —esbozó con rapidez cuando cayó en cuenta de lo que él suponía, no estaba cien por ciento segura, pero su cuerpo le hubiera dado una señal o al menos eso esperaba, y aún no lo había hecho—. No Pedro, no es nada, yo físicamente me encuentro bien y no tengo motivos para sospechar algo así —inhaló profundamente cerrando los ojos y guardó silencio por varios segundos—. Tuve que comunicarme hoy con mi editor en Nueva York… —decía cuando él la detuvo.


—¿De nuevo lo mismo? —inquirió molesto y se alejó de ella.


—Sí, lo mismo porque fue lo que realmente sucedió, hoy tuve que hablar con él después de recibir un correo donde me pedía que lo llamara con urgencia —dudó entre continuar o no, la actitud de Pedro la molestaba, su desconfianza la enfurecía en realidad, tomó aire y continuó, ya no tenía caso dilatar más esa situación—. Necesitan que regrese.


Quizás si Paula lo hubiera pateado en la pelotas no le habría dolido tanto, esa sola y simple frase le causo un profundo dolor que nació en su pecho y pareció llegar a cada rincón de su cuerpo. Sin embargo, se aferró a no dejarse llevar por la primera impresión, soltó despacio el aire que se había quedado atascado en sus pulmones y habló.


—¿Qué respondiste? —inquirió en tono de voz calmado mientras la miraba fijamente a los ojos.


—Yo… ellos necesitan que regrese, Pedro yo… —se quedó callada sin saber cómo contestar a su pregunta.


—Sí, bien… pero ¿tú que les respondiste Paula? —inquirió una vez más y las dudas en ella le anunciaban lo peor.


—Mi contrato… mi contrato me exige que debo entregarles dos historias por año, dos historias que ellos publicarían sin pasar por un proceso de selección, no tendría que esperar entre miles que buscaban un espacio, yo sería… soy su escritora estrella y siempre estaría de primera ante los demás en todo —se detuvo unos segundos evaluando el precio que había pagado durante años por tener todo eso y más aún el que estaba pagando en ese preciso momento.


Su cabeza hizo un análisis rápido de la situación y llevó todo a una balanza, años de éxitos, millones de admiradores, su independencia económica, su libertad para estar precisamente donde estaba, su oportunidad de decidir si casarse o no, su forma de demostrarle a su madre que podía triunfar en lo que había elegido. Su sueño.


—Es un contrato que muy pocos tienen y por el cual luché mucho, no puedo dejarlo perder. Ellos necesitaban al menos tener un libro para cerrar el año, ya les envié el manuscrito que terminé esta mañana —mencionó un poco más calmada y mirándolo a los ojos.


—Te felicito, es algo que mereces y lo digo en serio… pero sigues sin responder a mi pregunta Paula —esbozó Pedro sin disimular la molestia en su rostro y en su voz.


Por alguna extraña razón las palabras de Paula lo habían hecho sentir menos importante para ella, y no quería apresurarse pero no tenía que analizar mucho para descubrir que estaba siendo menospreciado.


—Mi editor mencionó que comenzaría a trabajar en él y me mantendría informada, pero que era seguro que la editorial lo publicara para finales de año pues las personas estaban ansiosas por leer algo nuevo —dijo y esa vez le esquivó la mirada.


—¿Entonces te vas a finales de año? —inquirió intentando que su voz no demostrara lo que estaba sintiendo, la vio negar con la cabeza.


—Dentro de un mes… quizás menos —contestó y elevó el rostro para ver la reacción de Pedro, al ver que no decía nada, que siquiera movía un músculo habló de nuevo—. Necesitan que esté allá para la promoción, Douglas quería que fuera antes pero le dije que no podía…


—¿Por qué no? ¿Por qué debes esperar para irte si da lo mismo un mes o mañana? Nada va a cambiar aquí Paula —dijo con frialdad.


Paula se lo quedó mirando y tratando de comprender lo que había escuchado, o quizás era mejor decir que no deseaba darle el sentido que claramente tenía ese comentario de Pedro. Respiró de manera calmada obligándose a sosegar el latir descontrolado de su corazón y evitar que el pánico la invadiera, caminó hasta él que se mantuvo quieto.


—No quiero dejar este lugar… y no quiero que lo que tenemos termine, al menos no todavía —esbozó mirándolo a los ojos.


—¿Y si te dijera que quien debe regresar a Roma soy yo y que lo haré mañana mismo? —inquirió con tono frío y distante.


—Eso no es cierto —pronunció ella de inmediato.


—¿Por qué no? —decía cuando ella lo detuvo.


—Porque me lo hubieras dicho, tú no me hubieras ocultado algo como eso… no lo hubieras hecho ¿verdad? —preguntó dudando pues la actitud de Pedro comenzaba a crear un muro entre los dos.


—¿Y qué si lo hago? Después de todo tú pensabas hacerlo…


—¡No! No pensaba… yo planeaba decírtelo —intentó explicar.


—¿Cuándo Paula? ¿Un día antes de hacer las maletas? —indicó y esa vez dejó ver toda su molestia y la tensión que lo embargaba.


—¡Por supuesto que no! Pero tampoco quería que estuviéramos lamentándonos desde ya… todavía nos queda tiempo y deseaba pasarlo junto a ti sin tener presente la sombra de nuestra separación —mencionó en un tono conciliador mientras se acercaba a él.


—¡Tiempo, claro!… un mes, quizás quince días —esbozó con ironía mientras se alejaba de ella, no podía tenerla cerca o no pensaría con claridad y justo en ese momento debía hacerlo.


Pedro ambos sabíamos que esto sucedería, en algún momento pasaría pues ninguno de los dos puede quedarse aquí para siempre, así que no entiendo tu actitud… apenas me enteré hoy y pensaba decírtelo, solo estaba intentando buscar la mejor manera para hacerlo. Pero como siempre
tú te adelantas a las cosas y sacas tus propias conclusiones —indicó molesta y se quedó justo donde estaba, no lo buscaría.


—Perdón, no pensaba que tuvieras una rutina incluso para esto y yo sólo estoy concluyendo lo que es evidente, tienes que irte ¡Perfecto! ¿Por qué esperar un mes cuando puedes hacerlo antes? ¿O acaso esperas que algo cambie en ese tiempo? —inquirió mirándola mientras se cruzaba de brazos
dando la imagen de que no le importaba mucho todo eso.


—Deseo hacerlo… y sí puede que esté esperando que algo cambie, que podamos decidir qué hacer con esto que tenemos —mencionó sin dejar de mirarlo, luchando con los nervios que la torturaban.


—¿Esto? —el término que ella usó le había resultado chocante y peyorativo, pero bien le seguiría el juego, después de todo él había estado muchas veces en situaciones como esa—. Pues esto no va a cambiar Paula, seguirá siendo igual si te vas mañana o dentro de un mes. Después de todo eso fueron los términos ¿o no? —preguntó mostrando indiferencia, él también podía erguir sus murallas y dejarla fuera.


El dolor le atravesó el pecho ante esas palabras de Pedro, no comprendía porqué estaba actuando como lo hacía, ya le había dicho que sentía no haberle contado todo desde un principio, le había expuesto sus motivos. ¿Qué demonios deseaba? ¿Por qué la maltrataba? Se preguntaba mientras intentaba descubrir algo en su mirada, una veta de dolor parecía haberse instalado en sus pupilas y eso le dio una posible razón para que tuviera esa actitud, sin embargo no podía justificarlo del todo, a ella también le dolía lo que estaba sucediendo y en lugar de hacerse la indiferente intentaba conciliar las cosas.


—Pensé que nuestra relación podía cambiar… que podíamos mantenerla incluso desde la distancia —esbozó sin poder ocultar el dolor en su voz, aunque intentó que su rostro no lo reflejara.


—¿Novios por Skype? ¡Por Dios Paula eso es ridículo! —exclamó mostrando asombro en su mirada y en sus labios esa media sonrisa arrogante que podía significar muchas cosas.


—¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo Pedro? No tiene que ser todo el tiempo de esa manera claro está, ambos podemos viajar un par de veces al año, incluso más o quedarnos juntos por temporadas… —decía pero él no la dejó continuar.


—Eso no es posible, yo soy un hombre muy ocupado.


—¡Sí, es evidente! Por favor Pedro no seas tan intransigente… no perdemos nada con intentarlo —pidió de nuevo acercándose a él.


—Ya te dije antes que soy un hombre práctico, no vivo de fantasías, ni de video llamadas… si te voy a tener debe ser en el momento y el lugar no a través de una cámara, eso no cubrirá mis necesidades Paula — pronunció con sinceridad, sabía que eso quizás le dolería a ella, pero de nada le servía hacerla ilusionarse con algo que no poseía futuro.


—¿Qué propones entonces? Yo te estoy ofreciendo una opción y te cierras por completo —mencionó ella con rabia.


—Que dejemos todo como está, como se suponía que sería pues ambos acordamos eso —la vio cerrar los ojos y suspirar, estaba a punto de sacarla de sus casillas, intentó ser más directo para que ella comprendiera que él tenía razón—. Te lo pondré desde este punto: Supongamos que yo acepto tener una relación contigo estando físicamente separados. ¿Qué pasará cuando te desee y no pueda tenerte? No pretenderás que pase semanas masturbándome solo con tu recuerdo, eso es muy egoísta de tu parte, por ello ahora te pregunto Paula ¿aceptarías tú qué yo compense mis necesidades con otra mujer? —la molestia era palpable en su voz, quizás estaba siendo muy duro con Paula, pero tenía que ser así.


El dolor se mezcló con la rabia dentro de Paula en cuanto escuchó esa última pregunta de Pedro. ¿En serio él le estaba pidiendo que aceptara que él se acostara con otras mujeres mientras estuvieran separados? La sola idea le dio repulsión, sabía que él estaba acostumbrado a llevar una vida así, pero ella no y tampoco lo haría, igual quiso darle a
probar un poco de su misma medicina.


—¿Aceptarías tú qué yo lo hiciera? Porque el hecho de que sea mujer no quiere decir que no tenga necesidades y que no desee satisfacerlas también Pedro —cuestionó mirándolo a los ojos.


Él se mantuvo en silencio pero ella pudo ver perfectamente como intentaba controlar su reacción, fracasó por completo pues la furia contenida en sus ojos y el músculo que le latió un par de veces en su mandíbula lo delataron. Sin embargo, su intención no era incomodarlo, ni crear entre los dos un abismo que los separara de manera irreversible, suspiró pesadamente y cerró los ojos mientras ponía todo de su parte para evitar que esa situación terminara en un desastre.


—Nos estamos comportando como unos tontos Pedro, yo no deseo tener que cederte a otra mujer y es evidente que tú apenas soportas imaginar que yo me entregue a alguien más… creo que mi propuesta es la mejor o a menos que desees que nuestra separación sea de manera definitiva —agregó y su voz se quebró cuando las palabras salieron de su boca, al tiempo que sentía que el corazón se le encogía.


—Nada de lo que escojamos será fácil Paula —mencionó sintiendo que podía bajar la guardia y que ella no tenía culpa de lo que estaban atravesando, que eso tarde o temprano sucedería.


—Entonces no lo hagamos ahora… no tenemos por qué decidir nada en este momento Pedro, nos queda tiempo y aunque sea poco quiero que lo aprovechemos tanto como podamos, por favor no lo empañemos con discusiones sin sentido —pronunció mirándolo a los ojos y se acercó a él tanteando el terreno antes de tocarlo.


Pedro no le dio chance de seguir dudando si podía aproximarse o no, la atrajo hacia su cuerpo y la envolvió abrazándola con fuerza, mientras hundía su rostro en el cuello cálido y suave de Paula, la sintió estremecerse al tiempo que se dejaba embriagar por ese aroma que lo llenaba de esa sensación de plenitud perfecta.


Ella también se abrazó a él con fuerza robando toda la calidez que el cuerpo de Pedro le brindaba, quería que la sensación que en ese momento la recorría se quedara en ella para siempre, y aunque sabía que pedir algo así tal vez era demasiado, dejó libre sus deseos una vez más.






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