jueves, 16 de julio de 2015
CAPITULO 23
Pedro apenas había tenido las fuerzas suficientes para subir a su habitación en el segundo piso entrada la madrugada, a lo lejos pudo ver que el negro de la noche comenzaba a desvanecerse adoptando un suave tono violeta, clara señal que estaba cerca de amanecer. Sin embargo, se dio tiempo para quitarse los zapatos, los calcetines, la camisa y lanzarse sobre la cama esperando caer en un coma profundo después de haber bebido cuatro botellas de vino.
Horas después ni siquiera la luz del sol que entraba a raudales por el gran ventanal en su habitación había logrado despertarlo, pero no pudo decir lo mismo de la endemoniada música que invadió el espacio en cuestión de segundos y lo hizo levantarse sobresaltado, se llevó las manos a la cabeza que sentía iba a estallar en mil pedazos mientras cerraba los ojos.— ¡¿Qué demonios?! ¿Quién carajos pone esa música a todo volumen a esta hora? —preguntó llenándose de ira.
Se incorporó una vez más intentando hacerlo despacio esa vez para no empeorar el dolor de cabeza que lo estaba matando, dio un par de pasos para acercarse a la ventana y los fuertes rayos del sol hirieron sus pupilas, colocó una mano sobre éstos para evitar que siguiesen siendo lastimados, parpadeó un par de veces para acostumbrarlos, pero aun así no lograba enfocar la mirada con claridad, de inmediato buscó la casa de su gentil vecina, pues no tenía que ser adivino para saber que el escándalo provenía de la misma.
—¡Apague esa música! ¿Acaso se ha vuelto loca? ¿No ve la hora que es? ¡Señorita Chaves! —gritó desde donde se encontraba.
Como era de esperarse no recibió ninguna respuesta, ella no apareció para excusarse con él, ni siquiera para mandarlo al diablo. Así que convertido en una fiera decidió bajar e ir hasta allá y exigirle que apagara el aparato antes que lo hiciera él por sus propios medios. Tardó un par de minutos buscando las llaves de su casa, no sabía dónde las había dejado la noche anterior, tropezó con una de las botellas que había bebido y casi va a parar al suelo, todo eso iba acrecentando la furia en él, hasta que al fin logró dar con el llavero y salir del lugar, caminando con largas zancadas.
Cuando llegó hasta la casa que ocupaba la americana tuvo entrada libre pues ella había dejado la puerta principal abierta, por lo que sin anunciarse siquiera pasó al salón; sus ojos captaron la imagen de la chica que se encontraba de espaldas a él y todas las palabras que traía en mente para decirle se fueron por un barranco cuando los diminutos short de jean que llevaba ella lo dejaron en blanco.
Las piernas de Paula Chaves eran un verdadero espectáculo, pero sin duda no tan tentador como lo era el perfecto culo que tenía, aunque ya la había visto en traje de baño días atrás, había algo sumamente erótico en esa imagen que ahora le ofrecía, quizás lo vedada de la misma o saber que con un simple jalón de sus manos podía deshacerse de la misma en segundos. La prenda apenas si alcanzaba a cubrir las nalgas de Paula, de paso comenzaba en sus caderas, lo que la mostraba como un pedazo sumamente diminuto de tela, más si tomaba en cuenta que la camiseta que la chica traía se encontraba enrollada a la altura de la cintura.
Su respiración pasó de ser acelerada a sosegarse de poco y volverse pesada a medida que su mirada se paseaba por la figura de la mujer frente a él, tragó en seco cuando la vio doblarse con esa maravillosa flexibilidad que poseía para meter un pincel dentro de uno de los botes de pintura frente a ella. Hasta el momento no había notado nada de eso, tenía un verdadero desastre allí, pero verla tan entusiasmada lanzado pinturas a diestra y siniestra lo hizo sonreír. Sin embargo recordó el motivo que lo había llevado hasta allí cuando una nueva canción dio inicio, estaba por hablar pero la voz de la chica que comenzó a entonar la canción lo detuvo.
I guess I just lost my husband
I don't know where he went
So I'm gonna drink my money
I'm not gonna pay his rent (Nope)
I got a brand new attitude
And I'm gonna wear it tonight
I wanna get in trouble
I wanna start a fight…
Pedro elevó una ceja cuando escuchó aquel primer estribillo, sabía quién era la cantante e incluso había escuchado un par de veces la canción, pero debía decir que no era de sus favoritas, la encontraba bastante común y vulgar. Sin embargo a la escritora sí parecía gustarle mucho y como además tenía buena voz la dejó continuar, sobre todo porque le gustó ver sus “movimientos rockeros” y esa faceta de ella tan desinhibida y atractiva lo había sorprendido gratamente incluso se había olvidado un poco del dolor de cabeza que minutos atrás le martillaba las sienes. Mientras la veía iba tejiendo el plan más adecuado para vengarse por esa afrenta y una sonrisa ladeada apareció en sus labios cuando lo tuvo concretado.
Paula seguía cantando completamente absorta en su labor, creando un cuadro que no podía encajar en otro estilo que no fuera el abstracto, aunque tenía más pinta de absurdo, admitió dejando libre una carcajada y negando con su cabeza para después continuar con una de sus canciones
favoritas de Pink y que justo le quedaba como anillo al dedo.
Pues si bien no se había enamorado de Francis al menos merecía algo mejor y no ser engañada por aquel estúpido como sucedió, pero como decía la letra, al fin y al cabo ella estaría mucho mejor sin él porque ni para satisfacerla en el plano sexual le sirvió. Había tenido mejor desempeño Charles con todo y lo complicado que era poder estar con el canadiense, sin que su familia se enterara o ella dejara atrás el fantasma de un embarazo no deseado que su madre le había sembrado en el cerebro, y le impedía muchas veces relajarse para poder disfrutar y entregarse por completo.
—Na Na Na Na Na Na Na… —esbozaba finalizando la canción, dejó libre un suspiro y una sonrisa afloró en sus labios.
—¡Bravo! ¡Grandiosa actuación! —mencionó el italiano tras ella mientras aplaudía con efusividad.
Pero su tono de voz no mostraba la más mínima señal de alegría, por el contrario era amenazador y frío, Paula se sobresaltó al escuchar la voz y con rapidez se volvió para mirarlo, había olvidado que todo eso lo había hecho por él, se sorprendió muchísimo y más cuándo lo vio parado ante
ella llevando sólo un pantalón de vestir negro que le quedaba a la altura de las caderas dejándole una vista privilegiada de su abdomen plano y perfectamente tallado y la delgada línea de vellos que se perdían hizo que todo pensamiento desapareciera de su cabeza así como el oxígeno de sus pulmones.
—Yo… yo… ¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo entró? —inquirió recuperando parte de su cordura y para ello tuvo que dejar de mirar el torso desnudo del italiano.
—Por la puerta, la misma que usted dejó abierta… —respondía cuando ella lo interrumpió.
—¿Y eso le da derecho a entrar sin anunciarse? —preguntó exponiendo el reproche en su voz.
—Estaba a punto de hacerlo, pero no quise interrumpir su espectáculo, una gran puesta en escena debo decir, se notaba tan inspirada, ahora entiendo su actitud… una engañada amargada que no confía en ningún hombre sólo porque uno la abandonó —mencionó con toda la intención de herirla.
La voz de Pedro estaba tan cargada de sarcasmo y burla que Paula empezó a sentir unos deseos inmensos de lanzarle uno de los recipientes de pintura, el muy miserable se atrevía a llamarla amargada, abandonada, cornuda ¿Qué demonios sabía él de su vida?
—Primero ahórrese la sátira, segundo a usted no le importa
absolutamente nada lo que tenga que ver conmigo. Pero para su información, no señor, no fui abandonada, todo lo contrario y le aseguro que eso no me ha hecho desconfiar de los hombres, ni meterlos a todos en el mismo saco, tengo dos hermanos maravillosos, no soy una mujer amargada, sólo soy inteligente y precavida y sé perfectamente a quienes debo evitar y a quienes no… ahora si no tiene nada más que hacer aquí bien puede regresar por donde vino y dejarme continuar con mis cosas — mencionó mostrándose realmente molesta, esa vez no disimularía.
—Si se refiere a mí, cuando habla de los hombres que debe evitar, entonces debería empezar por dejar de provocarme… —decía pero una vez más ella lo detenía.
—¡¿Provocarlo?! Ahora sí se ha vuelto loco —exclamó asombrada ante la desfachatez de ese hombre.
—¿Cómo demonios le llama a esto que hace? Colocó esa música a todo volumen con el único objetivo de molestarme —respondió y una vez más la rabia estaba instalada en él.
—¿No le suena mejor venganza? Por si no lo recuerda… bueno lo más probable es que no, con semejante borrachera que tenía, pero no se preocupe yo le refrescaré la memoria… —indicó lanzando el pincel a uno de los envases de pintura y éste salpicó a su lado, ella no se percató de ello —. Anoche no me dejó dormir repitiendo una y otra vez la misma estúpida canción y no fue nada considerado en cuanto al volumen de la misma, sabía perfectamente que yo me encontraba aquí y eso le valió mier… —se detuvo antes esbozar algo que la hiciera rebajarse como dama ante ese hombre, no perdería los estribos, aunque Pink le hubiera pateado el culo en cuanto la llamó amargada, pero ella sólo dejó libre un suspiro y continuó.
—No le importó en lo más mínimo y violando toda ley de convivencia abusó de la ausencia de nuestros conserjes para hacer lo que se le viniera en gana… así que ahora salga de aquí con todo y sus estúpidos reclamos antes que sea yo misma quien lo saque a patadas —lo amenazó dando un par de pasos hacia él.
—¡Bien! Ya se vengó de mí, ya hizo que me despertara con un dolor de cabeza que amenaza con hacerla estallar, ahora quite la maldita música o me veré en la obligación de hacerlo yo —Pedro no se dejó amedrentar en ningún momento, estaba dispuesto a darle la pelea a la americana.
Ella se cruzó de brazos y elevó una ceja permaneciendo quieta en el lugar, su actitud era la viva estampa de la provocación. Él la miró entrecerrando los ojos para hacerla sentir intimidada a tal punto que ella cediese, pero eso no ocurrió así que caminó hacia donde se encontraba la consola con el iPod dispuesto a desconectar el aparato.
—¡Ni se le ocurra tocarlo! —le gritó ella asombrada ante su osadía.
Y cuando fue a dar otro paso para detenerlo, resbaló con la pintura que se había derramado sobre el plástico que protegía el piso y sin poder evitarlo cayó encima de su trasero sobre el lienzo bañado en colores.
Él se volvió a mirarla de inmediato cuando escuchó el golpe y el grito de la muchacha, sintió su corazón dar un brinco ante el susto que le produjo imaginar que ella se había hecho daño. Afortunadamente no parecía haberse lastimado aunque seguramente había recibido un buen golpe en las nalgas pues fueron éstas las que lo recibieron.
Y aunque la verdad era una pena, se sintió un poco vengado, después de todo si él no podía darle una buena tunda por altanera, indirectamente la había recibido, al menos debía respirar aliviada por tener un buen soporte que evitó que la caída fuera más dolorosa, pensaba intentando no reír ante la imagen.
CAPITULO 22
Paula se removía en su cama intentando conciliar el sueño, pero le era completamente imposible, mientras que la espantosa música que su vecino había colocado a todo volumen siguiera envolviendo el lugar jamás conseguiría hacerlo. Aunque sus casas quedaban a unos pocos metros de distancia, el hecho de encontrarse en un lugar donde el espacio abierto era lo predominante y el silencio la mayor de las características de éste, sólo bastaba con que alguien produjese un poco de bulla para que la misma se esparciese por el lugar con rapidez y asombrosa nitidez, lo que hacía que no necesitara estar dentro del salón de la casa que ocupaba el italiano para escuchar por séptima vez con claridad, la sosa voz de Chris Martin que cantaba su famosa “Viva la vida”
Mientras ella sentía que se la llevaban los demonios y estaba luchando con todas sus fuerzas para no ir hasta allá y exigirle que parara la condenada música o al menos tuviera la decencia de bajarle volumen.
Estaba segura que se aprovechaba de la ausencia de los conserjes para hacerle la vida imposible, se había tardado mucho.
Después del episodio de la cascada no se le había acercado en tres días, lo veía salir temprano en su caballo y regresar entrada la tarde o pasar todo el día encerrado en su casa, pero ni siquiera se había vuelto a mirarla, la estaba ignorando totalmente y no es que eso le molestara, por el contrario se sentía aliviada, pero esa actitud de ahora solo gritaba que se estaba vengando.
—Por favor Señor haz que apague la música o al menos que cambie la estúpida canción, porque si no lo hace juro que terminará decapitado igual que Luis XV —esbozó con los dientes apretados por la rabia que la invadía y se colocó una almohada en la cabeza.
Pero cuando las notas de las misma canción empezaban a sonar por octava vez no pudo controlarse más, dejando libre un grito de desesperación se levantó de la cama y con rapidez se colocó la bata de su camisón de seda fucsia con encajes negros, se la amarró con fuerza innecesaria y después de eso salió con paso apresurado de la habitación para dirigirse hacia las escaleras.
Solo le tomó un par de minutos dejar su casa y caminar hasta la del actor, la molestia que llevaba encima apenas le permitió percatarse del efecto que el choque del aire frío de la madrugada tuvo en su cuerpo tan solo cubierto por las delgadas capas de seda.
Estaba por llegar hasta la puerta principal cuando al pasar ante una ventana pudo ver al interior de la casa a través de ésta, que tenía las cortinas abiertas y la misma daba al salón. Recorrió con su mirada el lugar encontrándose al actor tendido sobre el gran sofá frente a la chimenea, ante él había dos botellas de vino encima de la mesa, un cenicero colmado de colillas de cigarro y dos botellas más en el suelo; ella intentó hacerle una seña para que se colocara de pie y abriera la puerta, pero él tenía los ojos cerrados, Paula pensó que se había quedado dormido y por eso la canción se repetía una y otra vez. Dejó libre un suspiro controlando su rabia, ella no pasaría toda la noche escuchando la misma canción, así que lo lamentaba mucho pero no tenía más opción que despertarlo, después de todo él apenas la había dejado dormir.
Se disponía a golpear el cristal con sus nudillos cuando vio que el chico se estremecía con fuerza y se llevaba las manos al rostro como cubriéndolo, de inmediato comprendió que estaba llorando, no estaba dormido pues incluso lo vio comenzar a entonar la canción, aunque no podía escucharlo pues su voz era ahogada por la del vocalista de Coldplay.
Era obvio que le gustaba mucho y hasta parecía desgarrarse en algunas notas, lo vio abrir los ojos e intentar colocarse de pie. Ella se movió rápidamente para ocultarse tras la pared; lo último que deseaba era que él descubriera que lo estaba espiando, aunque la verdad era que solo había sido una testigo casual, pero en el estado en el cual se encontraba el italiano no le parecía conveniente exponerse de algún modo, menos estando los dos solos en ese lugar.
Escuchó un ruido de cristales rompiéndose y sin poder evitarlo se asomó de nuevo, pensando que tal vez se había herido, pero afortunadamente no fue así, regresaba de la cocina y traía una botella en la mano, las otras dos no se encontraban ya en la alfombra, lo que la hizo pensar que quizás fueron esas las que se rompieron cuando las lanzó en la basura; lo vio beber un gran trago de la botella que llevaba como si se tratara de agua.
Supo en ese instante que lo más sensato era regresar a su casa e intentar dormir y ya después hablaría con el actor, cuando estuviera sobrio, de hacerlo en ese momento lo más seguro es que terminaran en una acalorada discusión o en el peor de los casos ella siendo su paño de lágrimas.
Debía admitir que la había trastornado un poco verlo así, un hombre tan fuerte y que siempre se mostraba arrogante, nunca pensó descubrirlo tan vulnerable ¿qué le habrá sucedido? ¿Por qué estará en ese lugar? Se preguntó con preocupación y después negó con la cabeza alejando cualquier sentimiento de compasión, definitivamente se estaba volviendo estúpida. Sin más remedio le tocó regresar hasta su casa. Cerca de las tres
de la mañana al fin pudo respirar aliviada cuando el italiano le bajó el volumen a la música, pero no la apagó, aún se podía escuchar algunas notas elevadas de vez en cuando.
Si había algo que ponía de mal humor a Paula era no poder dormir con tranquilidad, odiaba que un acto tan sagrado para ella como lo era el sueño se viera profanado y aunque la noche anterior cuando regresó a su casa intentó comprender al italiano y darle su espacio para que se desahogase si así lo necesitaba, todo se fue al demonio esa mañana cuando al ser despertada por los rayos del sol que atravesaban las ventanas, un espantoso dolor de cabeza le martillaba las sienes, se removió entre las sábanas buscando la más mínima posibilidad de dormir de nuevo, pero no logró hacerlo, al parecer el aire frío de la noche la había resfriado.
Se levantó sacando a relucir a todos los antepasados de Alfonso, de manera no muy halagadora y se encaminó hasta el baño. Cuando vio su imagen en el espejo quiso matar al italiano, lucía horrible, el cabello desordenado, el rostro demacrado y unas ojeras que la hacían lucir como un mapache; abrió el grifo y se lanzó agua en la cara para refrescarla un poco, se lavó los dientes y después de eso buscó un par de pastillas para el malestar en el botiquín que siempre llevaba consigo, bajó hasta la cocina con pasos lentos, abrió la nevera y sacó de ésta un jugo para tomarlas
acompañadas.
—Paula sólo a ti y al coyote les pasa esto ¿acaso fui quien se bebió las cuatro botellas de vino? —se preguntó en voz alta llevándose las manos a la cabeza y suspirando—. Espero que el dolor de cabeza que tenga él sea mucho, pero mucho peor, se lo merece por imbécil… o quizás. —agregó y al final dejó ver una sonrisa traviesa.
Se terminó el vaso de jugo y caminó con rapidez hasta su habitación de nuevo, se metió a la ducha donde tardó unos quince minutos, después de eso buscó entre sus prendas las más usadas, esas que no le importaría perder cuando se manchasen de pintura, se las colocó con rapidez, se hizo
un moño de bailarina en lo alto de la cabeza y sin ponerse calzado se encaminó de nuevo a la planta baja.
Comenzó a rodar algunos muebles y buscó todos los materiales que había comprado días atrás en Florencia, los ubicó en un buen lugar, extendió el plástico protector y cuando todo eso estuvo listo se acercó hasta el teatro en casa, no lo había utilizado hasta ese momento, le subió todo el volumen con una sonrisa perversa y colocó su iPod, después deslizó el dedo por la pantalla buscando a una cantante en específico.
—Bueno señor Alfonso, usted tuvo fiesta anoche, yo la tendré hoy, veamos si le gusta que lo atormente, después de todo le estoy pagando con una mejor moneda, Pink es increíble comparada con su Chris Martin — esbozó con diversión.
De inmediato las notas de la guitarra colmaron el lugar y segundos después la voz de la rubia cantando Just like a pill a todo volumen se expandían por el mismo. Pero para darle una mayor eficacia a su objetivo Paula abrió todas las ventanas y la puerta del salón; caminó hasta el lugar donde había dejado el lienzo y las pinturas para dar inicio a los ejercicios de expresión libre que le había sugerido la psicóloga que trató su problema de “falta de enfoque”.
Comenzó a lanzar colores con los pinceles sin ningún orden específico, solo trazando líneas al azar, mientras bailaba al compás de la música y la cantaba como si se encontrase en un concierto de la famosa rubia, en esos lugares donde se perdía entre miles y podía actuar sin preocuparse por las
opiniones de los demás, ser libre para gritar si así lo quería.
Eso le gustaba de Pink, su rebeldía, su valentía, su manera de expresar siempre sus ideas sin temer que la juzgasen después, en más de una ocasión había deseado ser como ella, manejarse por la vida sin tener que analizar cada uno de sus actos; pero jamás terminaba de liberarse del yugo que representaba ser quien era, la hija mayor del matrimonio Chaves.
Cuando comenzó a escribir pensó que al fin podía hacer lo que se le diese la gana, que podía ser independiente, arriesgada, tomar decisiones sin tener que dar explicaciones de las mismas, pero la fama se convirtió en otra cadena, una tal vez más pesada, porque después de ello no solo debía responderle a sus padres por las cosas que hacía sino también a millones de personas que de la noche a la mañana entraron a su vida y se apoderaron de la misma, algo que si bien la llenaba de felicidad, a veces también le hacía sentir que ya no tenía control sobre nada a su alrededor.
En medio de esos pensamientos siguió haciendo trazos en el gran lienzo que tenía extendido en el piso frente a ella, disfrutando de la música de una de sus cantantes favoritas y bailando al ritmo de la misma. Estaba tan entretenida en esa tarea ni siquiera recordaba que todo eso lo había hecho solo para cobrarle a Pedro Alfonso por la mala noche que le había hecho pasar, deseaba que así como ella no pudo conciliar el sueño él tampoco lo hiciera, y con la resaca que debía tener todo fuera mucho peor, pero completamente enfocada en su rutina, el italiano había pasado a un último plano dentro de la lista de sus ocupaciones de ese día.
Comenzaba a hacer calor por lo que Paula caminó hasta la nevera y se sirvió un poco de jugo, se hizo un nudo en la camiseta dejando al descubierto su abdomen plano, blanco y suave, regresó a su labor mientras se movía y reía cantando Stupid Girls, pensando que justo en ese momento tenía la facha de una de ellas.
CAPITULO 21
El aire se encontraba cargado de los penetrantes olores del cigarrillo y el vino, mientras que la música a todo volumen hacía vibrar los cristales de las ventanas y apenas permitía que Pedro escuchase sus propios pensamientos.
Tendido en el sofá del salón tarareaba la canción que había
repetido ya unas cinco veces, la había declarado su himno en cuanto el vino comenzó a hacer efecto en él; embargado por la rabia, la frustración, la soledad y el dolor, había tomado ya dos botellas y aún sobre la mesa dos intactas lo esperaban, mientras la cajetilla de cigarrillos estaba llegando a su final.
Horas antes hastiado de la rutina, la soledad y pasibilidad que lo envolvían en ese lugar había decidido darle un giro al mismo, se había arreglado para ir hasta Florencia y disfrutar de una velada distinta, tenía ganas de pasar una noche como las que viviese semanas atrás, rodeado de mujeres hermosas, buen vino y una exquisita cena, ser atendido como se merecía, que le diesen su justa importancia.
Feliz ante toda la expectativa que eso generaba en él, tomó las llaves de su auto y estaba por abandonar la casa cuando recibió una llamada; era de su madre, quien lo llamó para decirle que lo extrañaba mucho, que los periodistas no los dejaban en paz y se lamentaba en medio del llanto haberlo descuidado como lo hizo, por haber permitido que el miserable de su ex agente lo llevara a ese abismo y ella no se hubiera percatado de todo lo que ocurría antes que llegaran a ese punto. En resumidas cuentas se culpaba por la vida de desenfreno que él había llevado hasta el momento y de la cual el único responsable era él.
Todo eso hizo que Pedro se sintiera como un verdadero miserable y el peor de los hijos, su madre había sido la mejor del mundo, lo consentía hasta más no poder, incluso había descuidado a sus dos hermanos por atenderlo a él y no suficiente con ello, ahora también se responsabilizaba por las estupideces que había cometido. Debía reaccionar de una vez por todas y dejar de seguir actuando como un imbécil, no tenía ningún derecho a hacer sufrir a su madre de esa manera, ni a Lisandro y a Alicia, tampoco a su padre quien siempre había sido un ejemplo para todos, un hombre serio, honesto y tan comprensivo, que en lugar de imponerle una carrera como hicieran la mayoría de los padres de sus amigos, sólo había procurado que fuera feliz y siguiera el camino que deseaba en la vida, sin importarle que ese no tuviese el renombre o el prestigio de ser un abogado o un médico.
Y él había pasado de ser el joven exitoso, inteligente y gentil que fue en un principio, a un maldito arrogante y malagradecido, los había decepcionado a todos y estaba a punto de hacerlo de nuevo, pues era seguro que en cuanto pusiera un pie en Florencia y empezara a relacionarse con mujeres la noticia correría como pólvora, toda la prensa se volcaría sobre esa ciudad y no descansaría hasta dar con él.
Un nuevo torrente de vino inundó su boca para estancarse unos segundos en ésta y después fluir hacia su garganta, al tiempo que Pedro cerraba los ojos y dejaba que las lágrimas corrieran por sus sienes hasta perderse en la cabellera castaña, mientras una vez más la canción iniciaba y él la entonaba a viva voz por séptima vez.
I used to rule the world
Seas would rise when I gave the word
Now in the morning I sweep alone
Sweep the streets I used to own.
El tono grave de su voz se había tornado mucho más ronco debido a los efectos del alcohol, aun así la letra de la música era perfectamente comprensible y la fluidez de la misma no tenía nada que envidiarle a la que mostraba el cantante.
Pedro tenía un sinfín de talentos entre los cuales se encontraba el canto, desde que era un niño lo había desarrollado, pero ese no lo había apasionado tanto como la actuación. Sin embargo había trabajado en perfeccionar su técnica y eso le daba la confianza de cantar con el mismo entusiasmo ya fuera en la soledad o frente a un numeroso público.
CAPITULO 20
Algo se estremeció en su interior y se volvió a mirar al hombre a su espalda, sintiéndose completamente atrapada por la mirada azul que justo ahora parecía un par de zafiros, cargada de intensidad y brillo, su corazón pareció detenerse un instante y al siguiente se lanzó en una carrera desbocada dentro de su pecho.
Pedro se acercó a ella y Paula sintió que se mareaba, que sus pupilas incluso se dilataban, todo su campo visual lo acaparó él y su perfecto rostro, ese que parecía tallado a mano, como hecho en mármol de carrara, pero mucho más hermoso porque era real.
No vayas a suspirar… no lo hagas, por favor Paula… no suspires, no eres una quinceañera, no te rindas así… si lo haces él sabrá que ha ganado y ciertamente lo habrá hecho.
Se decía en pensamientos al tiempo que luchaba por no fijar su mirada en los labios del italiano, se enfocó en sus ojos, porque no tenía nada más que ver, no podía distraerse con nada, él la abrumaba.
Pedro se sentía como hechizado por ella, era cierto que el lugar era hermoso, pero era Paula Chaves quien hacía que fuera mágico, era hermosa y a cada minuto él lo comprobaba, mientras su deseo aumentaba.
Llevó sus manos por sobre los hombros de ella y las unió tras su cabeza, creando de esa manera una cascada que moría en el cuello de la chica, apreciando como el agua se deslizaba por sus dedos, las palmas de sus manos, corría por sus antebrazos hasta llegar al cuello blanco y terso de la
americana y perderse cuesta abajo entre sus senos, que lucían tan hermosos.
Y ella suspiró, no pudo evitarlo, no pudo seguir luchando, él la había desarmado por completo y ni siquiera la estaba tocando, esperaba ver una sonrisa arrogante, una mirada de triunfo, algún gesto que le demostrase que él se sabía victorioso, pero nada de eso llegó.
—Ésta no la ahogara —esbozó sonriendo y después se tornó serio, su mirada más intensa pero al mismo tiempo había algo parecido a la ternura allí—. Es como si el arcoíris la bañara, como si lo hiciera con ambos, usted hace que sea aún más hermoso —confesó y una vez más se le había
escapado.
Paula se sintió aterrada y extasiada al mismo tiempo, su corazón comenzó a latir con tanta fuerza que rogaba para que el sonido de la cascada ahogara el retumbar del mismo, sus brazos estaban caídos a ambos lados de su cuerpo y apretó las manos en dos puños para controlar los deseos que tenía de tocar el torso de Pedro Alfonso, la energía que
circulaba entre ambos era casi palpable y la empujaba hacia él con fuerza, sentía que estaba caminando hacia un abismo.
Pero, al borde tuvo la suficiente fortaleza para sumergirse cuando vio que Pedro se acercaba con toda la intención de besarla, se llenó de pánico como si fuese una niña a la cual le van a dar su primer beso y salió huyendo, dejándolo a él completamente desconcertado.
Nadó con toda la rapidez de la que fue capaz y cuando sintió que la orilla estaba cerca salió a la superficie rogando que él no la hubiera seguido, miró sobre su hombro y lo encontró saliendo apenas de la cascada, seguramente se había quedado pasmado ante su reacción.
Pedro se quedó con el beso prácticamente en los labios, dejándolo caer en el espacio vacío donde se supone debió encontrarse la americana, el fuego que le llenó el pecho fue el preludio de la rabia que le produjo que ella hubiera escapado de nuevo, estaba comenzando a cansarse del maldito juego del gato y el ratón. Se armó de valor una vez más, respiró profundamente y salió tras ella, estaba loca si creía que podía dejarlo así, cuando salió al otro lado de la cascada, vio que ella salía hacia la orilla.
—¿Qué ocurrió? —inquirió el castaño sin moverse de donde se encontraba, sólo la observaba desconcertado.
—Nada… tengo que irme —contestó saliendo del agua y caminó hasta donde había dejado sus cosas, sin volverse a mirarlo.
—Pero… ¿Por qué? ¿Acaso hice algo malo? —preguntó una vez más y ahora nadaba hacia la orilla.
—No —respondió intentando sonar impersonal y segura, mientras se secaba con la toalla que había llevado, lo más rápido que le era posible, quería salir de allí antes que viese que estaba temblando.
—¿Entonces por qué se va? —la interrogó, había logrado salir y ahora se encontraba parado delante de ella.
Paula sentía que los nervios se multiplicaban, no se atrevía ni siquiera a mirarlo a los ojos, pero su mirada que era una traicionera se fijó una vez más en el torso desnudo del italiano, por el cual bajaban hilos de agua y cuyo destino la hizo estremecer, ella quiso seguirlos con sus dedos, deseaba sentir su piel otra vez, sentir su fuerza envolviéndola, quería que él…¡
Basta Chaves! Toma tus malditas cosas y sal de este lugar ahora mismo, por favor… por favor o de lo contrario terminarás no solo dejando que te bese a su antojo, sino que tú misma lo besarás como estás deseando justo ahora, no eres de ese tipo de mujeres que se acuesta con cualquiera… y aunque este hombre no pueda denominarse como
cualquiera, apenas lo conoces y representa todo eso de lo cual debes alejarte, contrólate ¡¿Que diría tu madre si te ve así?!
—Tengo que hacerlo, si se hace de noche puede resultar peligroso y la casa está más o menos a una hora, no quiero tener que correr para llegar antes que el sol se oculte —explicó alejándose de él.
—Es poco más de mediodía y el sol no cae sino hasta después de las seis, los días son más largos en verano, ayer era mucho más tarde cuando regreso a la villa y si ese es el problema yo podría llevarla…—decía cuando ella lo detuvo.
—¿Para que desea que me quede? —le preguntó algo que, la verdad, era sumamente evidente.
La sombra que había cubierto los ojos del italiano, el tono de su voz que se notaba más grave y la tensión que podía apreciar en él, eran muestra palpable de sus deseos, ni siquiera tenía que bajar su mirada para saber que él estaba excitado, debía estarlo, porque aunque odiase reconocerlo ella lo estaba, sentía que sus pezones dolían y estaban como piedras y otras partes de su cuerpo también se habían tensado a la espera de eso que él le prometía pero que ella rechazaba.
Pedro se mantuvo en silencio, se había quedado mudo de repente pues ella lo había dejado sin argumentos, sabía que si decía una mentira la americana terminaría descubriéndolo al instante y decirle la verdad resultaba aún más peligroso, se devanaba los sesos buscando una respuesta que fuese convincente.
—No —respondió ella cuando lo vio abrir la boca—. Estaré bien no se preocupe, siga disfrutando del río, después de todo yo estuve más tiempo aquí que usted —indicó tomando la cesta y le dio la espalda para marcharse.
—Se va porque tiene miedo y todo esto me resulta tan absurdo, sobre todo si tomamos en cuenta que me aseguró que era una mujer adulta, yo no soy un sádico, ni un abusador… simplemente me deje llevar y ¡Sí, lo admito! Intenté besarla, pero usted no es una niña y tampoco creo que no haya sido besada nunca ¿O sí? —inquirió sin poder ocultar su molestia, aunque quiso sonar burlón.
—No sea ridículo, quizás no tenga la experiencia de un actor… del tipo promiscuo al cual seguramente pertenece, pero le aseguro que he besado muchas veces y no estoy marchándome porque le tema sino porque… —se interrumpió antes de confesar que temía por su propia reacción, porque estaba sintiendo cosas que la descontrolaban —. Es asunto mío, yo no vine a este lugar buscando una aventura amorosa señor Alfonso las razones
que me trajeron fueron otras muy distintas, quizás usted lo único que busca es un amor de paso, alguien que le caliente la cama por el tiempo que permanecerá aquí… estoy segura que candidatas no le faltarán, así que mejor búsquese otra y déjeme a mí continuar con mis cosas —finalizó.
Pedro sintió como si ella lo hubiera abofeteado, no sabía nada de su vida, pero aun así se lanzaba a juzgarlo de buenas a primeras como si lo conociera, como si tuviera el derecho. No deseaba tener nada con él, había dicho, pues entonces que se jodiera, ahora él tampoco quería tener nada
con ella, era una arrogante y mojigata moralista que se creía mejor que él, que se vaya al diablo con todo y sus ínfulas. En ese instante se prometió no buscarla de nuevo.
—Tiene razón en todo, buenas tardes señorita Chaves, ojalá no se pierda en el camino —mencionó con un tono aún más helado que el agua donde ambos habían nadado minutos atrás.
Ella se quedó mirándolo varios segundos a la espera que el actor dijese algo más, pero él sólo le dio la espalda y se metió de nuevo al agua, dejándola a ella complemente desconcertada y preguntándose. ¿A qué se refería cuando le decía que tenía razón en todo? Sintiéndose extrañamente
derrotada se marchó de ese lugar.
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