jueves, 16 de julio de 2015

CAPITULO 22





Paula se removía en su cama intentando conciliar el sueño, pero le era completamente imposible, mientras que la espantosa música que su vecino había colocado a todo volumen siguiera envolviendo el lugar jamás conseguiría hacerlo. Aunque sus casas quedaban a unos pocos metros de distancia, el hecho de encontrarse en un lugar donde el espacio abierto era lo predominante y el silencio la mayor de las características de éste, sólo bastaba con que alguien produjese un poco de bulla para que la misma se esparciese por el lugar con rapidez y asombrosa nitidez, lo que hacía que no necesitara estar dentro del salón de la casa que ocupaba el italiano para escuchar por séptima vez con claridad, la sosa voz de Chris Martin que cantaba su famosa “Viva la vida”


Mientras ella sentía que se la llevaban los demonios y estaba luchando con todas sus fuerzas para no ir hasta allá y exigirle que parara la condenada música o al menos tuviera la decencia de bajarle volumen.


Estaba segura que se aprovechaba de la ausencia de los conserjes para hacerle la vida imposible, se había tardado mucho.


Después del episodio de la cascada no se le había acercado en tres días, lo veía salir temprano en su caballo y regresar entrada la tarde o pasar todo el día encerrado en su casa, pero ni siquiera se había vuelto a mirarla, la estaba ignorando totalmente y no es que eso le molestara, por el contrario se sentía aliviada, pero esa actitud de ahora solo gritaba que se estaba vengando.


—Por favor Señor haz que apague la música o al menos que cambie la estúpida canción, porque si no lo hace juro que terminará decapitado igual que Luis XV —esbozó con los dientes apretados por la rabia que la invadía y se colocó una almohada en la cabeza.


Pero cuando las notas de las misma canción empezaban a sonar por octava vez no pudo controlarse más, dejando libre un grito de desesperación se levantó de la cama y con rapidez se colocó la bata de su camisón de seda fucsia con encajes negros, se la amarró con fuerza innecesaria y después de eso salió con paso apresurado de la habitación para dirigirse hacia las escaleras.


Solo le tomó un par de minutos dejar su casa y caminar hasta la del actor, la molestia que llevaba encima apenas le permitió percatarse del efecto que el choque del aire frío de la madrugada tuvo en su cuerpo tan solo cubierto por las delgadas capas de seda.


Estaba por llegar hasta la puerta principal cuando al pasar ante una ventana pudo ver al interior de la casa a través de ésta, que tenía las cortinas abiertas y la misma daba al salón. Recorrió con su mirada el lugar encontrándose al actor tendido sobre el gran sofá frente a la chimenea, ante él había dos botellas de vino encima de la mesa, un cenicero colmado de colillas de cigarro y dos botellas más en el suelo; ella intentó hacerle una seña para que se colocara de pie y abriera la puerta, pero él tenía los ojos cerrados, Paula pensó que se había quedado dormido y por eso la canción se repetía una y otra vez. Dejó libre un suspiro controlando su rabia, ella no pasaría toda la noche escuchando la misma canción, así que lo lamentaba mucho pero no tenía más opción que despertarlo, después de todo él apenas la había dejado dormir.


Se disponía a golpear el cristal con sus nudillos cuando vio que el chico se estremecía con fuerza y se llevaba las manos al rostro como cubriéndolo, de inmediato comprendió que estaba llorando, no estaba dormido pues incluso lo vio comenzar a entonar la canción, aunque no podía escucharlo pues su voz era ahogada por la del vocalista de Coldplay.


Era obvio que le gustaba mucho y hasta parecía desgarrarse en algunas notas, lo vio abrir los ojos e intentar colocarse de pie. Ella se movió rápidamente para ocultarse tras la pared; lo último que deseaba era que él descubriera que lo estaba espiando, aunque la verdad era que solo había sido una testigo casual, pero en el estado en el cual se encontraba el italiano no le parecía conveniente exponerse de algún modo, menos estando los dos solos en ese lugar.


Escuchó un ruido de cristales rompiéndose y sin poder evitarlo se asomó de nuevo, pensando que tal vez se había herido, pero afortunadamente no fue así, regresaba de la cocina y traía una botella en la mano, las otras dos no se encontraban ya en la alfombra, lo que la hizo pensar que quizás fueron esas las que se rompieron cuando las lanzó en la basura; lo vio beber un gran trago de la botella que llevaba como si se tratara de agua.


Supo en ese instante que lo más sensato era regresar a su casa e intentar dormir y ya después hablaría con el actor, cuando estuviera sobrio, de hacerlo en ese momento lo más seguro es que terminaran en una acalorada discusión o en el peor de los casos ella siendo su paño de lágrimas.


Debía admitir que la había trastornado un poco verlo así, un hombre tan fuerte y que siempre se mostraba arrogante, nunca pensó descubrirlo tan vulnerable ¿qué le habrá sucedido? ¿Por qué estará en ese lugar? Se preguntó con preocupación y después negó con la cabeza alejando cualquier sentimiento de compasión, definitivamente se estaba volviendo estúpida. Sin más remedio le tocó regresar hasta su casa. Cerca de las tres
de la mañana al fin pudo respirar aliviada cuando el italiano le bajó el volumen a la música, pero no la apagó, aún se podía escuchar algunas notas elevadas de vez en cuando.


Si había algo que ponía de mal humor a Paula era no poder dormir con tranquilidad, odiaba que un acto tan sagrado para ella como lo era el sueño se viera profanado y aunque la noche anterior cuando regresó a su casa intentó comprender al italiano y darle su espacio para que se desahogase si así lo necesitaba, todo se fue al demonio esa mañana cuando al ser despertada por los rayos del sol que atravesaban las ventanas, un espantoso dolor de cabeza le martillaba las sienes, se removió entre las sábanas buscando la más mínima posibilidad de dormir de nuevo, pero no logró hacerlo, al parecer el aire frío de la noche la había resfriado.


Se levantó sacando a relucir a todos los antepasados de Alfonso, de manera no muy halagadora y se encaminó hasta el baño. Cuando vio su imagen en el espejo quiso matar al italiano, lucía horrible, el cabello desordenado, el rostro demacrado y unas ojeras que la hacían lucir como un mapache; abrió el grifo y se lanzó agua en la cara para refrescarla un poco, se lavó los dientes y después de eso buscó un par de pastillas para el malestar en el botiquín que siempre llevaba consigo, bajó hasta la cocina con pasos lentos, abrió la nevera y sacó de ésta un jugo para tomarlas
acompañadas.


—Paula sólo a ti y al coyote les pasa esto ¿acaso fui quien se bebió las cuatro botellas de vino? —se preguntó en voz alta llevándose las manos a la cabeza y suspirando—. Espero que el dolor de cabeza que tenga él sea mucho, pero mucho peor, se lo merece por imbécil… o quizás. —agregó y al final dejó ver una sonrisa traviesa.


Se terminó el vaso de jugo y caminó con rapidez hasta su habitación de nuevo, se metió a la ducha donde tardó unos quince minutos, después de eso buscó entre sus prendas las más usadas, esas que no le importaría perder cuando se manchasen de pintura, se las colocó con rapidez, se hizo
un moño de bailarina en lo alto de la cabeza y sin ponerse calzado se encaminó de nuevo a la planta baja.


Comenzó a rodar algunos muebles y buscó todos los materiales que había comprado días atrás en Florencia, los ubicó en un buen lugar, extendió el plástico protector y cuando todo eso estuvo listo se acercó hasta el teatro en casa, no lo había utilizado hasta ese momento, le subió todo el volumen con una sonrisa perversa y colocó su iPod, después deslizó el dedo por la pantalla buscando a una cantante en específico.


—Bueno señor Alfonso, usted tuvo fiesta anoche, yo la tendré hoy, veamos si le gusta que lo atormente, después de todo le estoy pagando con una mejor moneda, Pink es increíble comparada con su Chris Martin — esbozó con diversión.


De inmediato las notas de la guitarra colmaron el lugar y segundos después la voz de la rubia cantando Just like a pill a todo volumen se expandían por el mismo. Pero para darle una mayor eficacia a su objetivo Paula abrió todas las ventanas y la puerta del salón; caminó hasta el lugar donde había dejado el lienzo y las pinturas para dar inicio a los ejercicios de expresión libre que le había sugerido la psicóloga que trató su problema de “falta de enfoque”.


Comenzó a lanzar colores con los pinceles sin ningún orden específico, solo trazando líneas al azar, mientras bailaba al compás de la música y la cantaba como si se encontrase en un concierto de la famosa rubia, en esos lugares donde se perdía entre miles y podía actuar sin preocuparse por las
opiniones de los demás, ser libre para gritar si así lo quería. 


Eso le gustaba de Pink, su rebeldía, su valentía, su manera de expresar siempre sus ideas sin temer que la juzgasen después, en más de una ocasión había deseado ser como ella, manejarse por la vida sin tener que analizar cada uno de sus actos; pero jamás terminaba de liberarse del yugo que representaba ser quien era, la hija mayor del matrimonio Chaves.


Cuando comenzó a escribir pensó que al fin podía hacer lo que se le diese la gana, que podía ser independiente, arriesgada, tomar decisiones sin tener que dar explicaciones de las mismas, pero la fama se convirtió en otra cadena, una tal vez más pesada, porque después de ello no solo debía responderle a sus padres por las cosas que hacía sino también a millones de personas que de la noche a la mañana entraron a su vida y se apoderaron de la misma, algo que si bien la llenaba de felicidad, a veces también le hacía sentir que ya no tenía control sobre nada a su alrededor.


En medio de esos pensamientos siguió haciendo trazos en el gran lienzo que tenía extendido en el piso frente a ella, disfrutando de la música de una de sus cantantes favoritas y bailando al ritmo de la misma. Estaba tan entretenida en esa tarea ni siquiera recordaba que todo eso lo había hecho solo para cobrarle a Pedro Alfonso por la mala noche que le había hecho pasar, deseaba que así como ella no pudo conciliar el sueño él tampoco lo hiciera, y con la resaca que debía tener todo fuera mucho peor, pero completamente enfocada en su rutina, el italiano había pasado a un último plano dentro de la lista de sus ocupaciones de ese día.


Comenzaba a hacer calor por lo que Paula caminó hasta la nevera y se sirvió un poco de jugo, se hizo un nudo en la camiseta dejando al descubierto su abdomen plano, blanco y suave, regresó a su labor mientras se movía y reía cantando Stupid Girls, pensando que justo en ese momento tenía la facha de una de ellas.








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