sábado, 29 de agosto de 2015

CAPITULO 167




Después de tener que lidiar varios minutos con el tráfico de Roma, al fin vio ante él la enorme fachada del The Saint Regis, se dirigió a la zona del valet parking y bajó para hacerle entrega de las llaves de su auto, una Maserati Kubang de un reluciente negro, al joven con uniforme que se acercó en cuanto lo vio llegar.


Se acomodó la americana negra mientras caminaba al vestíbulo del hotel, cuando entró en éste el tono rojo, bronce y crema parecía dominarlo todo, buscó con la mirada a Paula encontrándola junto a su hermana y Kimberly. Su escritora lo embelesó de inmediato, lucía tan bella esa noche que puso a su corazón a latir de manera desbocada.


—Buenas noches —saludó captando las miradas de todas.


—Hola Pedro, creo que todos nos pusimos de acuerdo para deslumbrar esta noche, te ves guapísimo —mencionó Kimberly viéndolo.


—Kim tiene toda la razón, te ves genial —indicó Diana saludándolo.


—Gracias, pero ustedes me han opacado por completo —dijo él mirando a Paula que lo veía como si no fuera real.


—Buenas noches Pedro —él la dejó sin habla, no podía comprender cómo cada vez que lo veía le parecía más guapo a como lo recordaba—. Gracias por el cumplido, tú luces muy bien.


Él le dedicó una sonrisa de esas que arrancaban suspiros y tuvo que contenerse para no amarrarla entre sus brazos y besarla delante de Diana y Kimberly, lucía tan hermosa que parecía irradiar luz.


—¿Les parece bien si nos vamos ya? El tráfico a esta hora se pone algo pesado y mis padres viven en Olgiata, eso queda en Lazio y con suerte estaremos allí en cuarenta minutos —informó haciéndoles un ademán para que ellas caminaran delante mientras él las escoltaba.


—Sí, ya estamos listas —indicó Paula.


Verificó que tuviera en sus manos el regalo de Alicia y la botella de vino que le llevaría al papá de Pedro, esperaba sorprenderlo sobre todo a él, cuando vieran que era aquella que ellos tomaron en Varese, aunque una cosecha más reciente.


—Viven a las afueras de la ciudad como nuestros padres —comentó Diana con una sonrisa mientras caminaban.


—Así es Diana, es un circuito cerrado, tiene un country club, un club de golf y un centro hípico, lo mejor es que les da tranquilidad —contestó buscando en su bolsillo la propina del chico que fue a buscar su auto.


—¿Es decir que tú eres un niño rico romano? —indagó ella que había heredado ese instinto militar de su padre.


—Diana —la reprendió Paula por ser tan confiada.


—Contrario a lo que puedan decir las apariencias, no lo soy, mis padres son dos profesionales como tantos otros, que han visto los frutos de su trabajo recompensados. Antes vivían cerca de la Fontana di Trevi, a pocas calles de donde yo vivo ahora… pero se fatigaron del acoso de la prensa y decidieron mudarse hace tres años —explicó intentando no dar muchos detalles. El chico llegó con el auto y le entregó las llaves.


—Contrario a lo que puedan decir las apariencias —esbozó Diana viendo la preciosa Maserati Kubang ante sus ojos.


Él dejó ver una hermosa sonrisa mientras le abría la puerta del copiloto a Paula y la trasera a ella y a Kimberly, después caminó con esa elegancia que lo caracterizaba para ocupar su asiento, se puso el cinturón de seguridad y miró a Diana por el retrovisor.


—Bueno, yo también he cosechado los frutos de mi trabajo, tengo trece años de carrera y la única vez durante éstos que tomé unas vacaciones prolongadas, fue hace poco más de tres años —comentó encendiendo el motor y disfrutó de ver la sonrisa de Paula.


—¿No has tomado vacaciones desde entonces? —inquirió Kimberly asombrada, ella después de cada película se iba a alguna playa paradisíaca y apenas tenía seis años en el mundo del cine.


—Al menos no unas tan largas y que haya disfrutado tanto como aquellas Kimberly —respondió sonriendo.


Encendió el reproductor de sonido que tenía su iPod instalado, dejó que la misma lista de reproducción siguiera, eran en su mayoría canciones en inglés para que sus otras dos acompañantes se sintieran a gusto. La voz de Eros Ramazzotti inundó el interior del auto y segundos después se le unió la de Anastasia para cantar a dúo Belong to you.


—Amo esa canción —esbozó Kimberly entusiasmada—. Tuve que buscar los subtítulos de las partes en italiano y me encantó aún más.


—Pues los tres tienen ventaja sobre mí… yo la he escuchado, pero no he buscado lo que significan. Paula tú seguramente la entiendes perfectamente al igual que Pedro —indicó Diana mirándola.


—Sí, es muy hermosa… ¿Saben algo? El compositor, Newman está buscando una canción como ésta que una los dos idiomas, los dos mundos dentro de Rendición —comentó moviéndose para sentarse de lado y mirar mejor a Pedro con esa excusa— ¿Qué les parece si se la sugiero? — preguntó mirándolos a todos para no quedar al descubierto.


—Sería fantástico Paula —expresó Kimberly con una sonrisa.


—Si a ustedes les gusta voto a favor y de seguro podré aprendérmela de aquí a que salga la película —contestó Diana.


—¿Tú qué dices Pedro ? —inquirió Paula dejando libre sin darse cuenta un tono más íntimo que aquel que siempre usaba con él cuando estaban junto a otras personas.


—Me parece perfecto y me alegra aún más que vayamos identificando el sentimiento que ambos comparten —respondió mirándola a los ojos.


Una mirada que para Paula tenía un significado mucho más poderoso, que le expresaba un inmenso amor y sobre todo la esperanza de tener una vida juntos, perteneciéndose uno del otro como decía la canción. Le entregó una de sus mejores sonrisas a Pedro  y tuvo que controlar el suspiro que revoloteaba en su pecho así como las ganas de besarlo y decirle de una vez por todas cuanto lo amaba.


—¿Puedes repetirla por favor? —pidió buscando que sus palabras le trasmitieran parte del sentimiento dentro de su pecho.


—Claro, todo para complacerte e inspirarte —expresó con una sonrisa que iluminaba su mirada, casi tanto como la de ella.


Diana y Kimberly intercambiaron una mirada de desconcierto, pero después compartieron una sonrisa cómplice, mientras en sus cabezas la idea del nacimiento de una posible relación amorosa entre Pedro y Paula se concretaba. Ya durante el vuelo ellas habían mencionado algo al respecto e incluso Kimberly mencionó que él parecía tener más química con la escritora que con ella misma. Y Diana que no pudo controlar su lengua le habló un poco sobre el interés que había mostrado Pedro por saber más de Paula y su visita a Chicago.


Ambas podían sentir que había algo más entre esos dos y ellas acababan de proponerse descubrirlo; fueron sacadas de sus cavilaciones cuando para su sorpresa ambos cantaban una de las estrofas en italiano e inglés de la canción y lo hacían de maravilla.



vincerò per te le paure che io sento,
quanto bruciano dentro le parole che non ho più detto, sai…
Want you, baby I want you and
I thought that you should know that I believe.
Lampi nel silenzio siamo noi
I belong to you, you belong to me.


Cada vez les resultaba más complicado esconder el sentimiento que los unía, no podían evitar que las emociones los rebasaran y terminaran poniéndose en evidencia como en ese instante, la música cambió dándoles la oportunidad de escapar de ese hechizo que parecía envolverlos haciendo que sus corazones tomaran el control. Pedro le subió el volumen y comenzó a cantar junto al vocalista de One Republic, una de sus canciones favoritas Counting Stars.


I couldn't lie, couldn't lie, couldn't lie… Everything that kills me makes me feel alive — esbozó y notó que Diana y Kimberly también lo hacían, incluso Paula se unió quizás buscando disimular al igual que él, le guiñó un ojo y continuó con la canción.


Minutos después entraban a la hermosa propiedad de los esposos Alfonso, rodeada de extensos jardines que no podían apreciar en su totalidad debido a lo cerrado de la noche, la mansión de dos plantas al más puro estilo italiano con techos de tejas rojas y paredes de un cálido tono naranja, se encontraba completamente iluminada con luces blancas y el bullicio que provenía del interior les anticipaban que la fiesta había comenzado y que estaba quizás en su mejor momento.


Pedro las guió hacia la casa y aprovechando que Diana y Kimberly se habían adelantado un par de pasos a ellos, le tomó la mano a Paula mientras la miraba a los ojos.


—Bienvenida señorita Chaves —susurró con una hermosa sonrisa.


Ella le respondió de la misma manera y se arriesgó a darle un rápido beso en los labios, la sonrisa de él se hizo más amplia ante el gesto y Paula le guiñó un ojo, sentía que su mundo era perfecto una vez más.


La reacción de los invitados y la familia de Pedro los tomó por sorpresa cuando al entrar los recibieron con un aplauso, las primeras en acercarse fueron las primas del actor, que se le colgaron del cuello para felicitarlo mientras le dejaban caer decenas de besos en las mejillas.


Pedro se liberó de ellas con rapidez e hizo las presentaciones, en ese preciso instante toda la atención se volcó en Paula y él quedó relegado a un rincón, pues todas deseaban preguntarle sobre el libro. Mostrando una sonrisa llena de orgullo se encaminó hasta donde sus abuelos lo esperaban, tenía casi dos meses sin verlos pues la edad pocas veces les permitía trasladarse hasta Roma.


—Mis niñas necesito que dejen respirar a Paula por favor —dijo Amelia quien acudió en auxilio de la escritora.


—Por favor tía, estamos intentando convencerla para que haga una continuación de la historia, todas queremos saber más de Franco y Priscila —comentó Bianca con una sonrisa entusiasta.


—Creo que todas queremos saber más de ellos, pero esta noche Paula es nuestra invitada, no está aquí por trabajo… Ven hija te presentaré al resto de la familia y también a mi querida Alicia — mencionó sonriendo llevándola del brazo.


—Muchas gracias señora Amelia… —decía Paula.


—No tienes nada que agradecer, estoy feliz de tenerte aquí… y además, si alguien debe dar las gracias soy yo. Paula, tú me devolviste a mi Pepe, en realidad me diste uno mucho mejor… No tienes idea de lo distinto que regresó de esa época en la villa —mencionó mirándola a los ojos y le dedicó una sonrisa al verla sorprendida, suspiró y continuó—. Incluso se quedó un par de meses viviendo de nuevo con nosotros cuando nos mudamos aquí, la prensa no lo dejaba en paz en ningún momento y él en lugar de actuar como la mayoría esperábamos. Es decir, aprovechando eso para
montar un espectáculo que centrara toda la atención en su figura de nuevo y resurgir como el Ave Fénix, no lo hizo. Simplemente se alejó para esperar que las aguas volvieran a su cauce.


—Yo… Supe que no regresó al mundo del espectáculo sino meses después, pero pensé que estaba preparándose para hacerlo en grande, justo como lo hizo —comentó ella desconcertada.


—Pues no le hizo falta alardear mucho, mi hijo tiene un don especial Paula, al igual que lo tienes tú y ahora que te conozco comprendo más los motivos que los llevaron a separarse, era algo que ambos debían hacer… No estaban listos para comprometerse —dijo mirándola y le posó una
mano en la mejilla con ternura—. Pero ahora las circunstancias son distintas, ambos han madurado en esos aspectos de sus vidas que estaban incompletos, estoy segura que esta vez harán las cosas de la manera correcta —agregó con una sonrisa.


—Siento que aún… hay muchas cosas por aclarar, creo que ninguno de los dos ha querido ahondar mucho en nuestra separación, para no dañar el momento que vivimos, pero… —se interrumpió sin saber cómo explicarse y desvió la mirada buscando a Pedro.


—El momento llegará Paula, no deben apresurarlo. Sé que no te gusta recibir presiones y mi hijo carece de paciencia, pero todo debe encontrar su justo equilibro, ustedes lo tuvieron durante varios meses y algo me dice que esta vez pueden encontrarlo, para toda la vida. Solo promete que no
te darás por vencida ante el primer obstáculo que se les presente.


Paula se mordió el labio inferior, un claro gesto de que estaba nerviosa, la madre de Pedro tuvo que interpretarlo muy bien, porque cedió y negó con la cabeza mientras le sonreía.


—No me prometas nada a mí, solo debes hacerlo contigo misma, no debes sentir ningún compromiso conmigo Paula, es tu decisión.


—Gracias —esbozó sintiéndose aliviada.


—Ven, vamos a reunirnos con los demás, por cierto, debes firmarme todos los libros y por favor, con dedicatoria especial —pidió como si se tratase de una fan más, en el fondo lo era.


—Estaría encantada —expresó sonriendo y se acercó al grupo.


En el mismo, ya se encontraban Diana y Kimberly que habían sido integradas por Pedro y Lisandro, estaban también dos personas mayores que debían ser los abuelos, así como Alicia a quien reconoció de inmediato despertando en ella una grata emoción.


—Paula bienvenida a nuestra casa —la saludó Fernando.


—Muchas gracias señor Alfonso, le he traído algo —pronunció mostrando una sonrisa nerviosa y le extendió la bolsa de regalo donde llevaba la botella de Barolo Rapet Gold.


—No te hubieras molestado, pero mira esto —dijo sacando la elegante botella oscura con etiqueta dorada de la bolsa, mostrando una gran sonrisa—. Es uno de mis favoritos, gracias por el detalle Paula —vio el interés en la mirada de su hijo menor y se la extendió—. Veamos qué dice el experto, aunque es mía así que no te encariñes con ella.


Paula sonrió al notar la sorpresa en el semblante de Pedro cuando tuvo la botella en sus manos, no podía imaginar que en verdad él recordara cada episodio del tiempo que vivieron hacía casi cuatro años. Lo vio acariciar la etiqueta y después elevó el rostro para mirarla.


—Excelente elección Paula —esbozó con la mirada brillante.


Ella asintió en silencio dedicándole una sonrisa ajena a las miradas de su hermana y Kimberly que habían activado sus alarmas al escuchar al padre de Pedro llamarlo “experto” refiriéndose seguramente a su habilidad con los vinos.


—También le traje esto a Alicia, feliz cumpleaños… estoy encantada de conocerte —mencionó con una sonrisa mientras la miraba.


—Gracias, es un placer —contestó de manera escueta recibiendo la bolsa y apenas mostró un remedo de sonrisa.


Las tres invitadas de su hermano tenían algo que le agradaba, a diferencia de muchas de sus amistades, éstas tres no parecían ser arrogantes o hipócritas, le cayeron bien sobre todo la que se presentó como Diana, aunque por la amabilidad que mostraba su madre para con la escritora y las miradas que le dedicaba Pedro, era Paula Chaves a la que buscaban impresionar, algo que le resultaba ridículo porque tampoco es que fuera alguien excepcional.


Amelia notando la actitud de su hija, sacó rápidamente un tema de conversación para evitar que Alicia fuera a causarle algún desaire a las invitadas, hasta el momento se había portado bien, pero comenzaba a sospechar que la tensa calma que reinaba entre Pedro y ella no duraría mucho, vio a su hijo fruncir el ceño ante el gesto tan distante de su hermana para con Paula y tenía razón en molestarse.







CAPITULO 166




Paula había hecho lo que Pedro le pidió, le comentó a Diana de manera casual sobre su invitación, y aunque no se sentía muy contenta de llevar a Kimberly Dawson con ellas, sabía que era lo mejor o de lo contrario los rumores que ya andaban corriendo, por el breve encuentro que ella había tenido con sus padres esa mañana se intensificarían.


—Ya estoy lista… este fue uno de los pocos vestidos que empaqué, no esperaba tener que asistir a una fiesta formal tan pronto —mencionó Diana entrando al baño donde se encontraba su hermana.


La producción las había puesto a compartir una preciosa y elegante suite, ésta era tan grande que cada una contaba con su propio dormitorio y una espaciosa sala de estar decorada al más propio estilo neoclásico. Diana quedó enamorada de las fotografías en blanco y negro que adornaban las paredes del pasillo que llevaba a las habitaciones y tenían como protagonistas a grandes estrellas del cine italiano.


Paula la miró y le dedicó una sonrisa, su hermana era hermosa pero pocas veces usaba vestidos, porque según ella no tenía una figura agraciada para ellos, siempre prefería andar de jeans y camisetas. Así que cuando se ponía uno, dejaba salir esa delicada y elegante mujercita que vivía dentro de ella, dejó el labial para tomarle la mano; hacer que diera una vuelta apreciando mejor el ligero movimiento que hacía el vestido turquesa, el diseño era en verdad muy lindo.


—Te ves hermosa y es adecuado, los padres de Pedro no dijeron que fuera un evento de etiqueta, es solo una pequeña reunión —indicó para hacerla sentir confiada y tomó el rímel para continuar con su tarea.


—Espero no desentonar… es solo eso, sabes que no me siento tan cómoda llevando vestidos. Nuestra madre te heredó toda su elegancia a ti —comentó mirándose una vez más en el espejo.—Tú también eres elegante Di, aunque vayas de jeans y para tu información no eres la una única con dudas… la verdad es que no sé si estoy bien —mencionó y sus nervios podía jurar eran mayores que los de su hermana, los anfitriones de esa reunión eran sus nuevos suegros.


—No tienes de qué preocuparte Paula te ves bellísima, ese color te queda muy bien y el diseño del vestido es hermoso… resalta todas tus curvas, creo que vas a tener que quitarte a más de un italiano de encima hoy —dijo con picardía mirándole el trasero.


Su hermana se había esmerado en su arreglo de esa noche, en verdad se veía hermosa en ese vestido rosado, el escote imperio hacía lucir sus senos tan perfectos y sensuales, y el largo por encima de las rodillas mostraba las piernas de Paula, que nada tenían que envidiarle a las de una estrella de cine. Si ella tuviera por lo menos la mitad de las curvas que poseía Paula sería la mujer más feliz de la tierra; pero la naturaleza solo le dio unos hermosos ojos grises y un cuerpo escuálido.


Paula solo quería tener a un italiano encima esa noche y eso lo deseaba en el más puro sentido literal de la palabra, no pudo evitar sonrojarse ante sus pensamientos y el deseo que se despertó en su cuerpo al ser consciente de lo que sucedería esa noche entre Pedro y ella. Aun no sabía cómo se las ingeniarían, pero era seguro que esa noche ellos dos se entregarían igual que años atrás, sin cohibiciones ni dudas.


Kimberly se sentía un tanto nerviosa por esa salida, no sabía cómo debía comportarse, ella estaba acostumbrada a las opulentas fiestas de Hollywood y había olvidado cómo desenvolverse en una sencilla y sobria reunión familiar. 


Escogió uno de los diseños más sencillos con los cuales contaba y después de arreglarse se tomó una foto para enviársela a su estilista y mejor amigo. Confiaba mucho en su opinión, así que cuando él le dijo que lucía espléndida se llenó de seguridad, tomó su bolso estilo sobre y la pequeña caja de regalo con la pulsera de plata que había comprado esa tarde para regalarle a la hermana de Pedro y bajó al lobby donde había quedado con Paula y Diana para reunirse.


—Hola… lucen bellísimas —las saludó con una sonrisa.


—Gracias Kimberly —mencionó Paula viéndola y aunque no quisiera admitirlo se veía hermosa—. Tú también luces genial, tu vestido es precioso —comentó con una sonrisa mientras admiraba el diseño.


—Bueno, queda claro quiénes son las famosas y quién la fotógrafa —dijo Diana con una sonrisa que intentaba ocultar su inconformidad.


—Pero eres una fotógrafa a la última moda, me encanta tu vestido Di, es fresco y libre como tú — acotó Kimberly con una sonrisa.


—Se lo he dicho ya varias veces… —decía Paula cuando sintió su teléfono vibrar dentro del bolso estilo sobre que llevaba.


Se llenó de nervios pero intentó que no fuera tan evidente, despacio procedió a abrirlo para sacar el móvil, lo desbloqueó encontrándose tal y como esperaba con un mensaje de Pedro que decía que estaba cerca. Le pasó la información a sus acompañantes y con rapidez le respondió que ya esperaban por él, recibió otro que la hizo sonreír como una chiquilla enamorada y respondió de manera afirmativa diciéndole que sí llevaba un vestido esa noche, la reacción de Pedro fue inmediata cuando le escribió reduciendo el tiempo en que llegaría, de diez minutos a solo cinco provocando que sonriera de nuevo.


—Buenas noches, que hermosas lucen todas, no estaba al tanto que saldrían a algún club — mencionó Guillermo que entraba al lobby.


Quedó en reunirse una vez más con Thomas y Marcus para cenar esa noche en el restaurante del hotel, cuando su mirada se topó con las tres damas no pudo evitar sorprenderse, nadie le había informado a él que ellas tenían planes de salir.


—Quizás deban esperar a que alguno de nosotros pueda ir con ustedes, ya vieron cómo estaba la prensa hoy cuando llegamos, no creo que sea prudente salir sin algún dispositivo de seguridad.


—No lo necesitaremos Guillermo, vamos a la casa de los padres de Pedro, tienen una reunión por el cumpleaños de su hermana menor hoy y nos han invitado —mencionó Paula mirándolo a los ojos.


— Ya veo… pero igual insisto, deberían llevar a alguien. Si me dan media hora yo puedo acompañarlas, le diré a Thomas que también venga con nosotros o bien puede ser el resto del equipo —decía con su mirada fija en Paula, no podía creer que ella en verdad estuviera interesada en el actor, la creía una mujer más centrada.


—No creo que los padres de Pedro tengan problemas en recibirnos a todos, pero ya él viene en camino a buscarnos, así que ustedes pueden llegar después de nosotras —contestó sin dar su brazo a torcer, Guillermo Reynolds estaba muy equivocado si creía que podía decirle qué hacer, sus decisiones las tomaba solamente ella.


Diana y Kimberly veían el intercambio de palabras y podían sentir la tensión que se iba acumulando en el ambiente, la actriz quiso intervenir y salvar la situación con algún comentario casual, pero antes de hacerlo Guillermo habló de nuevo dirigiéndose a la escritora.


—Paula… ¿Podrías acompañarme un momento por favor? —pidió él alejándose para que ella lo siguiera.


—Por supuesto —respondió y caminó hasta donde él se detuvo.


—¿Existe algo con relación a Pedro Alfonso de lo que yo deba enterarme? —su pregunta fue directa, no era hombre de rodeos.


—¿A qué te refieres? —contestó Paula con otra interrogante y los nervios comenzaron a bullir en su interior.


—No lo sé, tú dímelo… —cuestionó mirándola a los ojos y al ver que ella no respondía decidió continuar— ¿Sabes algo? Me resulta un tanto extraña esa reacción que tuviste hoy con sus padres… además, esta invitación a su casa y la manera en cómo me retaste por su causa delante de todos — exponía con su mirada clavada en ella.


—Yo no te reté, simplemente te hice caer en cuenta de la locura que decías. Pedro es el protagonista de Rendición y no tengo que decirte lo importante que es para el proyecto porque se supone que ya lo sabes, al igual como lo es Kimberly… la prensa está muy al pendiente de los dos y si deseas que sigamos manteniendo la imagen que dimos en el vídeo de L.A. y en la fiesta de presentación, entonces deberías tener presente que somos un equipo y es deber de todos cuidar de cada uno —señaló mostrándose segura mientras le mantenía la mirada.


—Eso lo tengo muy claro Paula, nadie más que yo quiere que la adaptación sea un éxito, es mi proyecto… y por lo tanto, cuando doy una orden espero que se cumpla, hoy cuando te pedí que subieras a la camioneta debiste hacerlo sin protestar…


—¿Disculpa? Yo firmé un contrato con tu padre no contigo, y en ningún momento leí que me sometería a tus órdenes, estoy aquí para dar mi opinión y supervisar que la adaptación sea lo más fiel posible al libro y al guión que se escribió, no para ser una de tus empleadas —expuso furiosa y estaba dispuesta a irse, dejándolo con la palabra en la boca, pero recordó algo más que deseaba dejar en claro—. Y lo que haga con mí tiempo es cosa mía, a donde voy, con quién o cuándo… solo lo decido yo y quiero que eso te quede claro. Que tengas buenas noches —dijo para finalizar el tema y se volvió dándole la espalda.


Guillermo se quedó mirándola sin poder creer que ella se atreviera a hablarle así, ninguna mujer lo había tratado de esa manera y Paula Chaves fue de quien menos lo pensó. 


Creía que todo sería sencillo y le sobrarían oportunidades para conquistarla, pero se había equivocado y odiaba cuando eso sucedía, antepuso sus deseos de hacerle ver a Paula que él no estaba jugando, solo se dijo que debía ser inteligente y esperar a que ella bajara la guardia, había fallado en su estrategia y perdido esa batalla, pero juraba que al final terminaría victorioso, esa mujer sería suya porque así lo deseaba.












CAPITULO 165





Entraron al compartimiento de primera clase, ella que hasta el momento no había revisado su boleto de abordar se lo pasó a la azafata, estaba por seguir a Diana cuando la mujer le indicó que su puesto era el primero de la fila a su derecha. 


Se sintió desconcertada solo unos segundos, pues cuando le indicaron a Pedro que él ocuparía el que estaba junto al suyo supo de inmediato lo que había sucedido.


—Lisandro.


Esbozaron los dos al mismo tiempo mientras sonreían y como dice el refrán “nombre al Diablo y aparecerá” El piloto hizo acto de presencia al instante, la sonrisa en su rostro mostraba claramente quién había sido el responsable de esa asignación de puestos.


—Espero que vayan cómodos… y tú, espera a que lleguemos a tierra para que puedas hablar sobre cualquier escena que desees con mi linda cuñada, eso que está allí es una cámara y las chicas pueden ver si alguien se le ocurre ocupar el baño al mismo tiempo —comentó en voz baja y en italiano para que las demás personas pensaran que hablaba algo casual.


—Muy gracioso, será mejor que te vayas ahora o viajaremos con piloto automático —lo amenazó frunciendo el ceño.


—Que disfruten del viaje —pronunció y regresó a la cabina con una gran sonrisa, mientras silbaba una canción de los Rolling Stone.


—Es un idiota —mencionó Pedro disculpándose con Paula que se había tensando por el comentario de Lisandro.


—Es tal como me lo describiste —esbozó ella sonriendo.


—Sí, un idiota —repitió riendo.


Y ella lo acompañó, él se quitó la americana azul marino que llevaba y la guardó en el cajón frente a su asiento, le pidió la de Paula al ver que ella también se quitaba la suya y la acomodó disfrutando del olor de su perfume que le llegó mientras la guardaba.


—Perdonen… Paula me gustaría que te sentaras junto a mí, tenemos algunas cosas que conversar y en el aeropuerto no pudimos hacerlo —mencionó Guillermo Reynolds parado en el pasillo.


—Yo… ¿No puede esperar hasta que lleguemos? —preguntó ella.


—Es importante… solo debes cambiar puesto con Thomas —contestó mirándola fijamente sin intenciones de ceder.


Pedro se estaba controlando para no mandar a ese imbécil a ocupar su asiento y dejar en paz a Paula, en verdad comenzaba a exasperarlo, estaba a punto de hablar cuando vio a la azafata acercarse a ellos con esa sonrisa amable detrás de la que ocultaba una orden.


—Señor, necesito por favor que tome asiento, estamos por despegar.


—Solo un minuto, hubo una equivocación en la asignación de puestos y estoy solucionándolo —le dijo a la mujer con amabilidad.


Estás jodido en serio si crees que me harás levantar de aquí y darte mi puesto para que vayas junto a Paula.


—Me facilita su pase de abordar por favor y yo lo ayudo a encontrar su asiento —se ofreció la mujer con una sonrisa.


—No es mi tiquete, es el de la señorita… yo necesito que vaya junto a mí, porque tenemos algunos asuntos que tratar —indicó señalando a Paula y comenzaba a molestarse.


—Señor una vez que los puestos son asignados por el sistema no podemos hacer nada, cada pasajero debe ir donde le corresponde por cuestiones de seguridad y control —contestó con profesionalismo.


—Y además, yo no deseo cambiarme de lugar, por favor Guillermo… No tenemos que crear un retraso a cientos de pasajeros por una conversación que puede esperar, regresa a tu puesto y mañana hablaremos —dijo Paula que comenzaba a sentirse apenada por esa situación.


Él asintió en silencio y se retiró sin insistir más o le ocurriría igual que en la fiesta, había aprendido la lección esa noche y no era de los que cometía el mismo error dos veces, así que cedió, pero se prometió que una vez en Italia pondría toda su artillería en el frente y le enseñaría a Pedro Alfonso que él también tenía varias cartas bajo la manga.


En cuanto Guillermo Reynolds se marchó, Paula intentó alejar la tensión que veía en Alessandro y le acarició con disimulo el dorso de la mano, ahora que conocía el sentimiento de los celos podía comprenderlo y sabía lo horrible que era; sobre todo la frustración que se sentía al no poder actuar con libertad.


—Juro que me estoy controlando, pero no sé cuánto pueda soportarlo —esbozó relajando un poco su semblante y atrapó los dedos de Paula para acariciarlos con el pulgar.


—Confía en mí Pedro, no dejaré que avance —susurró y le dedicó una sonrisa cuando él la miró.


El avión despegó y en la primera hora de vuelo Pedro y Paula tuvieron que enfrascarse en una conversación casual, teniendo como tema principal el libro, para que las demás personas del equipo no sospecharan nada, pero a momentos se decían algunas palabras en susurros y compartían miradas cómplices. Después de la cena, recibieron la visita de Diana y de Kimberly, quienes ya estaban haciendo planes para ir algún club antes de trasladarse a la Toscana para las grabaciones y vinieron a pedirle opinión a Pedro.


—Alicia cumple veinte años mañana y mis padres le harán una pequeña reunión para celebrarlo, ella no está muy animada con la idea, pero lograron convencerla. ¿Te gustaría ir preciosa? — preguntó en voz baja mientras la miraba.


—Por supuesto, sabes que siempre he querido conocer a tus padres —contestó con entusiasmo y una hermosa sonrisa.


—Mi madre te adora, además creo que ya puedes contar a mi padre entre tus fanáticos —comentó sintiéndose feliz al ver la sorpresa de ella.


—Ellos… ¿Ellos conocen nuestra historia? —preguntó sintiéndose nerviosa de repente.


—En principio fue solo mi madre, pero ella no le guarda secretos a mi padre y me dijo que hace una semana le contó todo, que comprendiera que no podía seguir ocultándole lo que había ocurrido entre nosotros. Incluso leyó el libro… —se interrumpió mostrando una sonrisa traviesa ante el sonrojo de Paula—. Excepto “esas” partes, me aseguró que no las había leído y le creo.


—Gracias a Dios —susurró aliviada.


—Pero yo sí las leí —mencionó con su sonrisa ladeada.


—Ya sé que tú sí lo hiciste —esbozó sin darle mucha importancia.


—Y además… —se acercó para poner su boca en el oído de Paula —.Me masturbé recordándote en la mayoría —murmuró con la voz ronca y gimió para despertar el deseo en ella.


Paula no supo cómo consiguió seguir en el asiento y no lanzársele a Pedro en ese instante, sintió todo su cuerpo ser recorrido por una ola de calor que estalló justo en su intimidad y cerró los ojos tragándose el jadeo que pedía a gritos ser liberado.


—Eres un desgraciado —susurró sintiéndose frustrada.


—¿Por qué? —preguntó con inocencia mientras sonreía.


—Me dices eso en este instante cuando sabes que no podemos hacer nada —contestó mirándolo de soslayo.


Él liberó una carcajada que se escuchó en todo el compartimento y ella sintió su cara prenderse en llamas, lo pellizcó por venganza en la pierna, de seguir así todo el mundo se enteraría antes de llegar a Roma.


—Bueno, siempre nos queda el baño —sugirió él conteniendo la risa.


—Parece que olvidaste la cámara —dijo molesta.


—Son inventos de Lisandro, eso no es ninguna cámara y si lo es, las azafatas no tienen control sobre éstas —le informó mirándola.


—¿Cómo lo sabes? —preguntó con suspicacia.


—Porque conozco a mi hermano, solo lo hizo para molestarnos… Pero si no lo deseas, siempre nos queda esperar a que apaguen las luces y usar las mantas, debiste colocarte un vestido, así me hubiera resultado más sencillo darte sexo oral —mencionó como si le ofreciera un café.


—¡Maldición! —expresó por lo bajo Paula, mientras cerraba los ojos ante el temblor que la recorrió—. Ya cállate Pedro… y dame permiso —le dijo moviéndose para ponerse de pie.


—¿A dónde vas? —inquirió feliz de ver cuánto la seguía afectando.


—¡Al baño! —respondió mirándolo con reproche.


—¿Quieres que te acompañe? —susurró la pregunta antes de recoger sus piernas para que ella pasara.


La mirada que le dirigió Paula era una clara advertencia, pero eso solo hizo que él sonriera de manera perversa, le dio el espacio para salir y fijó su mirada en ese perfecto trasero que ella tenía, en respuesta a su acción sintió cómo le propinó un golpe con el bolso en el estómago, apenas lo sintió, pero fingió que le había dolido para hacerse la víctima.


Ella no le creyó y se fue dejándolo allí consciente que sus palabras no solo la habían excitado a ella sino también a él, se removió en el asiento al sentir la tensión en su entrepierna, necesitaba distraerse así que buscó su iPod para escuchar algo de música.


Paula tuvo que lavarse la cara para intentar bajar el fuego que se había instalado en su cuerpo, mientras se obligaba a olvidar las palabras de Pedro, tenía que hacerlo o de lo contrario terminaría aceptando cualquiera de sus proposiciones y sabía en lo que acabaría todo: Ella gritado su nombre cuando alcanzase un orgasmo, revelándole a todos que estaba perdidamente enamorada de él.


Cuando salió del baño las luces habían sido apagadas y muchos de los pasajeros ya se encontraban durmiendo, con cuidado caminó de regreso a su asiento, le tocó el hombro a Pedro para hacerle saber que había regresado, él le dedicó una sonrisa y recogió las piernas para dejarla pasar.


—Saqué tu manta y el cojín —dijo entregándoselas y retiró el posa brazo que los separaba—. Ven, recuéstate en mi pecho quiero que escuches una canción Paula, no encenderán las luces hasta que estemos por llegar así que no hay problema, nadie nos ve.


Ella dudó unos segundos pero sus deseos de estar cerca de Pedro la hicieron rendirse a su petición, acomodó sus piernas de modo que una quedó en medio de las de él y apoyó la cabeza en el fuerte pecho escuchando primero los latidos de su corazón, para terminar rodeándole la cintura con un brazo.


—Para ti —esbozó Pedro colocándose con suavidad el auricular en el oído y le dio un beso en la frente.


Paula se relajó dejándose envolver por la calidez y el aroma que brotaba del cuerpo de Pedro, sintiendo la acompasada respiración que se estrellaba en su cabello, vio que él movía su pulgar para activar la canción y ella solo se concentró en escuchar la letra, lo primero que la cautivó fue la voz de Tiziano Ferro, la reconoció de inmediato.



Non ho ali ma... ma so proteggerti
dalle intemperie o per assurdo dalle armonie
Perchè sa far paura anche la felicità
Ma so, ma so... proteggerti.


Ella elevó el rostro para buscar la mirada de Pedro y se sumergió en ese extraordinario azul, que lucía tan hermoso y enigmático siendo apenas iluminado por la tenue luz del reproductor de música.


Una lágrima escapó rodando por su mejilla y él la atrapó con su pulgar, dándole una caricia tan sutil que la hizo suspirar, mientras su mirada le gritaba que lo amaba, que él era el hombre más maravilloso que había conocido en su vida y en cada palabra que entraba a sus oídos acompañada de esa melodía su corazón se llenaba de felicidad y de certeza al saber que había tomado la decisión correcta.


Pedro sentía su corazón latir rápidamente, tenía las palabras atoradas en la garganta, esas que había deseado decirle tantas veces y en ese momento que tenía la oportunidad su voz había desaparecido, sonrió sintiéndose nervioso sin saber a ciencia cierta porqué y acarició con su nariz la de Paula para después secar con sus labios ese par de lágrimas que ella había dejado correr.


Paula quería demostrarle cuánto lo amaba, pero las palabras parecían empeñadas en no salir, dándose por vencida con éstas, dejó que fuesen sus gestos los que expresaran lo que estaba sintiendo, con suavidad comenzó a pasear sus labios por la mandíbula y la mejilla de Pedro, sintiendo la áspera y excitante sensación de la barba.


—Gracias —consiguió esbozar cerca de su oído mientras le besaba la sien y continuó por la poblada y perfilada ceja, se elevó un poco para alcanzar la frente dejando caer suaves besos allí y comenzó el camino de regreso—. Es hermosa… me encantó Pedro, te prometo que buscaré una para ti —le dijo con una bella sonrisa y le ofreció sus labios.


Él respondió con el mismo gesto antes de unir sus bocas, acariciando primero su lengua para dar paso a un beso de esos que los hacían temblar, intentando ser silencioso para no ser descubierto.


Paula se sentía tan maravillosamente bien en medio de esas sensaciones que no se percató cuando Pedro abandonó su cintura, para apoderarse de su seno y no pudo evitar que de sus labios se escapara un suave y excitante gemido, que por suerte ahogó en el cuello de él.


—Por favor Pedro… detente —le pidió temblando al sentir el leve roce del pulgar sobre su pezón.


—Me estoy muriendo por hacerte mía —murmuró él y después le dio un par de besos en la garganta dibujando un camino hacia los senos que se movían al compás de la respiración agitada, cerró los ojos consciente que debía detenerse en ese instante o terminaría haciéndole el amor a Paula en ese lugar, suspiró liberando su frustración—. Apenas lleguemos a Roma te voy a secuestrar y te encerraré en mi departamento hasta que tengamos que ir a la villa para las grabaciones —aseguró mirando a Paula a los ojos—. Ahora dame mi beso de buenas noches y durmamos antes de que pierda la cabeza.


Ella le regaló una hermosa sonrisa agradeciendo que él tuviera la cordura para detenerse, pues la suya se había esfumado por completo. Al fin se quedaron dormidos manteniendo el abrazo, no les importaba si los veían porque sencillamente había cosas que no se podían ocultar.


Cuando Paula abrió los ojos a la mañana siguiente lo primero que hizo fue buscarlo, elevó el rostro encontrándose con el perfecto perfil de Pedro que aún dormía, pero la mantenía pegada a él rodeándole los hombros con un brazo, mientras su mano se apoyaba de manera posesiva sobre la pierna que ella tenía en medio de las de él.


—Buenos días —susurró al ver que él comenzaba a despertar.


—Buenos días —esbozó él con una sonrisa y le dio un tierno beso en los labios mientras le acariciaba la mejilla.


—Debemos estar por aterrizar… voy al baño para acomodarme un poco, seguramente habrán periodistas esperando en el aeropuerto —dijo moviéndose para liberarse de ese enredo de piernas y brazos que tenían.


—Te ves hermosa, pero ve… yo te alcanzo en unos minutos —contestó con picardía recordando su juego de la noche anterior.


Ella no lo reprendió por ello como esperaba sino que le dio otro beso y le guiñó un ojo antes de marcharse con su bolso, mientras él sentía que eso que abrigaba dentro de su pecho, esa sensación al estar junto a Paula no podía ser otra cosa que felicidad en su máxima expresión.


Minutos después aterrizaban en el aeropuerto internacional Leonardo Da Vinci, la tripulación había ofrecido un ligero desayuno y cada uno de los miembros del equipo se ponía de acuerdo en lo que harían, las órdenes las daba Thomas como el director, pero Guillermo tenía mucho peso en las
votaciones y era evidente que no dejaría que nadie lo contradijera, al parecer no había pasado muy buena noche.


—Nos trasladaremos hasta el hotel para descansar, y después nos reuniremos para el almuerzo. Los actores pueden tomarse el día, la reunión será solo de producción —Señaló en tono de pocos amigos.


Paula sintió la molestia instalarse en su pecho ante la actitud del productor pero no podía hacer nada, eso era un trabajo y ella debía cumplir con lo que se había acordado, miró a Pedro consciente que a él tampoco le había agradado, sencillamente porque sus planes de escaparse juntos
quedaban aniquilados. Cuando llegaron a la cinta de equipaje Guillermo los reunió en un círculo.


—Tenemos a los medios italianos esperándonos, varios vídeos tomados ayer en el aeropuerto de L.A. los alertaron de nuestra llegada —señaló mostrándoles el iPad, en el mismo aparecían las chicas cantando Call me maybe, mientras los hombres reían y llevaba por título “La química del equipo de Rendición es asombrosa”—. Mi padre está feliz con la publicidad, pero nosotros debemos lidiar ahora con los paparazzi, supongo que también vendrán por usted Pedro.


—Seguramente, es la primera vez que me presento ante ellos después de ser escogido para el papel de Franco —contestó sin darle mucha importancia, pero su actitud desbordaba arrogancia.


—Bueno, las órdenes son que salgamos de aquí lo más rápido que podamos, nuestros transportes ya están afuera y otras personas se encargarán de los equipajes. Espero que no tenga problemas en tomar un taxi desde el hotel Pedro, no nos podemos desviar para llevarlo hasta su casa — comentó sin mirarlo, prácticamente lo ignoraba.


—No puedes dejar que se vaya en un taxi —comentó Paula asombrada por la humillación que deseaba hacerle Guillermo a Pedro.


—No será necesario, mi familia vino a recogernos —mencionó Pedro negándose a darle el gusto de pisotearlo.


—Bueno, mucho mejor… salgamos.


En la fila de migración Pedro por ser italiano pasó más rápido que el resto del equipo, las normas de seguridad no le permitían quedarse allí, se dirigió hasta el salón donde esperaban a las personas que arribaban y vio a sus padres.


—Pepe que maravilloso tenerte aquí de nuevo —esbozó Amelia abrazándolo con fuerza y después le besó ambas mejillas.


—La extrañé tanto, no se imagina cuánto madre —dijo mientras le daba un montón de besos en la mejilla y casi la levantaba del suelo envolviéndola con sus brazos.


Pedro, que bueno tenerte en casa hijo, felicitaciones por el papel —mencionó Fernando con una sonrisa y lo abrazó.


—Gracias padre, a usted también lo extrañé —dijo abrazándolo.


—¿Y ella? ¿Dónde está? —preguntó Amelia con una sonrisa.


—Están chequeando en migración, ya debe estar por salir —contestó volviéndose hacia la puerta detrás de él.


Paula estaba guardando los documentos en su bolso y hablando con Diana cuando sintió sobre ella la mirada de Pedro, levantó el rostro y lo vio parado junto a sus padres, la sensación de reconocimiento se apoderó de ella y de inmediato recordó todas aquellas veces que habló con la señora Amelia por teléfono.


—Déjame ayudarte con eso, debe estar pesado —mencionó Pedro acercándose para quitarle el bolso donde llevaba la portátil.


—No, no te preocupes es liviana —comentó sintiéndose nerviosa.


—Así tendré una excusa para llevarte con mis padres sin que el idiota de Reynolds haga un espectáculo —indicó él mirándola.


—Pues no necesitamos de excusas, yo quiero saludarlos —dijo con determinación y caminó hacia ellos, intentando controlar ese temblor que se había apoderado de sus piernas, mostrando una gran sonrisa.


—Madre, padre les presento a Paula Chaves —habló él cuando estuvieron juntos y sentía que el pecho le iba a estallar de orgullo.


—Encantada, señor Alfonso —esbozó ella extendiéndole la mano al hombre primero, mientras le mantenía la mirada.


—Es un placer conocerla señorita Chaves, tiene usted un gran talento, me gusta su trabajo — mencionó de manera formal, evitando parecer un fanático, eso no iba bien con un hombre de su edad.


Ya estaba al tanto de la relación que unía a su hijo con la escritora, pero no sabía muy bien cómo mostrarse, ya que su mujer le había dicho que debían disimular porque el resto del equipo no sabía.


—Muchísimas gracias. Señora Alfonso… Estoy emocionada de conocerla al fin —expresó ella sin poder controlarse, la cálida mirada que le dedicaba la madre de Pedro la hizo sentir bienvenida.


—Yo me siento igual Paula y dejemos los formalismos para los demás —esbozó acercándose para darle un abrazo—. Hace más de tres años me prometí que si llegaba a encontrarme contigo, te daría un abrazo y me niego a dejar de hacerlo —pronunció en voz baja mientras la estrechaba como tanto había deseado.


—Yo… no sé qué decir —murmuró ella sintiendo su corazón latir muy rápido y una oleada de lágrimas inundar sus ojos, deseaba prolongar la sensación que le provocaba ese abrazo.


—Perdonen que interrumpa este emotivo momento, pero debemos irnos Paula —mencionó Guillermo sorprendido ante la escena.


Las dos mujeres se separaron y Amelia se acercó a su hijo al ver la tensión que se apoderó de su semblante, le acarició el brazo para relajarlo mientras detallaba al productor, ya estaba al tanto de la antipatía de Pedro por el hombre y motivos le sobraban.


—¿Puedes darnos dos minutos por favor? —pidió Paula.


—Los autos esperan por nosotros, la seguridad apenas puede controlar a los periodistas y las fanáticas —señaló mirándola.


—Bien, pues salgan ustedes… eso los distraerá y yo tomaré un taxi —indicó dejando claro que no aceptaría que le impusiera nada.


—Sabes perfectamente que no puedo hacer eso —mencionó con seriedad y miró al resto del equipo que los esperaba.


—Pues pensabas hacerlo con Pedro que corre más riesgos que yo, así que no te preocupes puedo arreglármelas sola —indicó sin desviarle la mirada un solo instante.


—¡Oh, por favor! No queremos causar problemas señor —esbozó Amelia intentando drenar la tensión que se sentía en el ambiente.


—Guillermo, no debe preocuparse si ustedes deben irse ya, háganlo, yo me encargaré de llevar a Paula hasta el hotel —mencionó Pedro.


Le encantó que su mujer le dejara las cosas en claro a la imitación de Ken, además el idiota estaba poniéndole las cosas en bandeja de plata. Sí, él llevaría a Paula, pero después de hacer una escala a su casa.


—Hola… ¿Son los padres de Pedro? —inquirió Diana llegando a la escena con esa sonrisa radiante que siempre mostraba.


—Sí, encantado señorita, Fernando Alfonso —saludó extendiéndole la mano con una sonrisa.


—Es un placer, soy Diana Chaves la hermana menor de Paula —se presentó recibiendo la mano y después se acercó a la dama—. Es maravilloso conocerla señora, Pedro me dijo que era una dama excepcional, y yo diría que muy hermosa además —comentó mirando a la mujer y se acercó a ella para saludarla de beso en la mejilla.


—Gracias señorita, Amelia Alfonso—dijo feliz por el entusiasmo que mostraba, respondió con el mismo gesto, cuando se separaron vio el semblante contrariado del rubio y quiso conciliar la situación una vez más.


—Ha sido un placer conocerlos a ambos, pero como comprenderán debemos retirarnos, ha sido un viaje muy largo y todos estamos agotados, podemos acordar para vernos más adelante señores Alfonso —dijo Guillermo para no quedar delante de Paula como un ogro.


—El placer ha sido nuestro señor… —le hizo saber que no se había presentado como debía, poniéndolo en evidencia.


—Reynolds, soy Guillermo Reynolds mi estimada señora Alfonso —mencionó extendiéndole la mano con una sonrisa—. Les daría todo el tiempo del mundo si estuviéramos en una circunstancia distinta.


—No se preocupe lo entendemos perfectamente, llevamos años sufriendo de esto a causa del maravilloso talento de nuestro Pepe —contestó con una sonrisa y se acercó a Paula—. Ha sido un inmenso placer conocerla señorita Chaves, estaría encantada de tener más adelante una conversación con usted —indicó mirándola a los ojos.


—Estaría encantada, por favor llámeme Paula —dijo sonriendo, se aproximó y le dio un beso en la mejilla mientras la abrazaba. También se acercó al padre de Pedro y aunque él se notaba más distante la sonrisa que le dedicó la animó a abrazarlo—. Ha sido maravilloso conocerlo — esbozó y después se separó de su futuro suegro.


Ella apenas pudo despedirse de Pedro, quien en un susurro le confirmó que tenían una cita esa noche para la fiesta de Alicia, pasaría por ella a las siete y para no levantar sospechas le dijo que llevara también a Diana y a Kimberly. 


Pedro no se sentía muy contento por tener que separarse
de Paula, pero viendo el panorama como estaba no podía hacer mucho, de llevarla a su casa, que debía estar rodeada de periodistas, toda Roma se enteraría en minutos que andaban juntos y eso no le importaría en absoluto, si no fuese consciente que podía terminar desatando una ola de rumores que la perjudicaría, así que resignado la vio marcharse.