jueves, 13 de agosto de 2015
CAPITULO 115
Luchó para no buscar con la mirada de nuevo a Paula, no quería perjudicarla de algún modo o hacerlo él, podía arruinarlo todo tal vez si descubrían que ellos ya se conocían. Paseó su mirada por el lugar encontrándose con la castaña de ojos azules en un extremo del mismo, ella le dedicó una gran sonrisa y él respondió de igual manera, sentía que la conocía por todas las referencias que Paula le había dado de ella, incluso la sentía como a una hermana también.
—Encantado señorita, Pedro Alfonso —se presentó.
—Es un placer, señor Alfonso, Diana Chaves… Por favor si es tan amable colóquese frente a esta pared y actué de forma natural —le pidió intentando mostrarse profesional.
Intentando controlar a su corazón que latía con fuerza, ese hombre tenía una fuerza que envolvía, quizás ese azul de sus ojos o lo grave de su voz, su sonrisa, la elegancia que resaltaba en él, lo guapo que era, mucho más que en las fotografías, aunque las pocas que vio ya lo mostraban tan apuesto como ahora. Quizás era su personalidad lo que le había encantado, esa seguridad e incluso la manera en cómo le respondió al director habían hecho que captase su atención, no sabía cómo definirlo o a qué adjudicarlo, pero la tenía completamente cautivada y ya había escogido a su Franco Donatti personal.
—Por supuesto, seguiré sus instrucciones al pie de la letra, por cierto es usted la hermana de la escritora, ¿no es así? —inquirió él.
—Sí, soy su hermana menor, por favor colóquese de perfil —contestó y después le dio la indicación.
—Tiene cierto parecido, aunque sus ojos son claros y los de
ella no, pero igual de hermosos en ambas —la alagó y ella le dedicó una sonrisa, mientras seguía sacándole fotos.
Él llevó sus manos hasta los bolsillos de su pantalón para darle una pose más casual y después le mostró su otro perfil, no era la primera vez que posaba para unas audiciones y aquí o en Italia, todas eran iguales, ella se tomó su tiempo aprovechando cada ángulo que Pedro le ofrecía y después de unos minutos él habló de nuevo.
—Supongo que ha leído ya el libro, por lo que me dijo el señor Whitman tuve un buen desempeño, pero me gustaría tener su opinión ya que es obvio que su hermana no puede hacerlo, ni el resto del equipo hasta que no tengan las demostraciones de los demás —susurró tomando asiento en la silla que ella le señaló.
—Está en lo correcto, se supone que no debemos hablar de ello y en cuanto a si he leído el libro. Por supuesto lo hice ya tres veces, el personaje de Franco es tan fascinante, los anteriores protagonistas de Pau eran maravillosos, pero este italiano sencillamente no tiene comparación — esbozó respondiendo con una sonrisa a aquella que él le entregó y se sintió un poco tonta, pero rápidamente se enfocó de nuevo en la conversación—. No en vano la novela ha tenido el éxito que tiene, mi hermana verdaderamente se lució con él, es tan real, complejo, tanto que parece mentira cuando se muestra ante Priscila tan vulnerable y sensible, yo particularmente lo adoré y estaría encantada que quien obtuviese el papel le diese la esencia correcta… usted por ejemplo lo ha hecho mejor que todos los que han pasado hasta ahora y bueno ¡Bah! Se suponía que no debía esbozar nada relacionado, pero es solo mi opinión, me encantó su desempeño señor Alfonso—confesó con una sonrisa mientras terminaba.
—Gracias señorita Chaves, aunque sea solo su opinión la valoro muchísimo. Espero no haberla hecho perder mucho su tiempo, dele saludos a su hermana de mi parte y dígale por favor que estoy muy feliz de su éxito y que espero verla pronto —se despidió extendiéndole la mano mientras sonreía.
Ella la recibió sintiendo que ya el hombre le caía bien, no se había mostrado vanidoso ni arrogante como muchos de los otros, tampoco había mostrado un interés desmedido por conocer su opinión o saber si podía ponerlo en contacto con Paula o si podía influenciar de algún modo para que le diesen el papel, por el contrario se mostró bastante casual y relajado.
—Hasta luego señor Alfonso, yo también espero verlo de nuevo —mencionó y después de eso lo vio salir por donde le indicaba la encargada de la organización.
Paula no podía dejar de mirar a cada segundo hacia donde Pedro y Diana se encontraban, se sentía sumamente nerviosa por lo que él pudiera decirle a ella, y hasta se descubrió intentando leer sus labios, pero el tiro le salió por la culata porque terminó deseándolos con la misma intensidad de años atrás, apenas si prestaba atención a la conversación que tenían en la mesa y se centraba en su desempeño, aunque de lo poco que logró escuchar todos eran halagos y venían de parte de las mujeres, incluso le pareció que Jaqueline mencionaba algo sobre los rasgos perfecto de Pedro y su semejanza con el personaje, en ese instante la miró sin saber si reprocharle o apoyarla.
CAPITULO 114
La fuerza de esa sensación que la cubrió entera fue tan poderosa que Paula se sintió presa del pánico y no elevó su mirada para verlo, no podía hacerlo aunque lo deseaba con todas su fuerzas, en ese instante y una serie de imágenes de aquellos días que pasaron juntos en la Toscana desfilaron por su cabeza con tal claridad que era como encontrarse allí de nuevo. Le estaba costando respirar y sabía que era por el nudo de lágrimas que se había formado en su garganta, cerró los ojos e intentó concentrarse pero el latido de su corazón parecía un zumbido y apenas podía controlar el temblor que la recorría, la pluma en su mano se paralizó, todo a su alrededor parecía hacerlo y podía sentir sobre ella la intensa mirada de Pedro.
—Respira… y toma un poco de agua Paula —susurró Jaqueline a su lado mientras le acercaba un vaso de cristal lleno hasta la mitad e incluso pudo ver que la mano de su amiga temblaba.
—Gracias —pronunció en un hilo de voz y dejó caer el bolígrafo para tomarlo, pero de inmediato lo dejó pues temía que su mano trémula no pudiera soportarlo y terminara derramándose encima.
—No hay de qué, ahora intenta calmarte, sé que puedes hacerlo —mencionó con seguridad para darle ánimos, pero su voz sonaba distinta, como si también le costara hablar.
Pedro tuvo que poner todo de su parte para que sus pasos fueran firmes y esconder el temblor que se había adueñado de sus extremidades en cuanto le anunciaron que sería el próximo.
Entró al salón de pruebas guiado por la chica que lo había atendido desde que llegó y su mirada de inmediato buscó a Paula entre los presentes, la encontró en un extremo de la gran mesa de madera pulida y acero.
Su corazón que ya latía emocionado, se desbocó en cuanto sus ojos se posaron en ella y no pudo evitar sonreír. Aunque su imagen no era en ese instante a como él la recordaba, pues se había hecho algunos cambios, seguía conservando esa belleza que lo cautivó y ver que sus labios temblaban despertó el deseo de querer llegar hasta ella para abrazarla y besarla hasta que no pudiera más, sabía que no podía hacerlo pero no estaba de más soñar.
—Bienvenido señor Alfonso.
La voz de una mujer con cabello corto y de un negro azabache, que lo miraba con atención lo sacó de golpe de su ensoñación, se concentró en ella y la miró a los ojos para responderle.
—Muchas gracias, es un placer estar aquí —respondió en un tono de voz que odió pues le salió demasiado flojo y no nítido y fuerte como esperaba, tenía que dejarles una buena impresión.
—Suponemos que es así ya que ha decidido trasladarse desde tan lejos para asistir —indicó Thomas percibiendo que el italiano se notaba algo distraído, se acomodó los anteojos y continuó—. Señor Alfonso como ya debe saber ha sido usted el único italiano en postularse para el papel de Franco Donatti, ¿me podría decir por favor qué lo motivó a ello? —lo interrogó mirándolo fijamente.
Paula escuchaba las voces a su lado y todas le parecían tan lejanas apenas las entendía, ni siquiera pudo distinguir la de Pedro si era que él ya había hablado, era como si hubiese sido envuelta por una especie de burbuja que la alejaba de todo a su alrededor, todo parecía un sueño, tan denso e irreal, pero la burbuja donde se encontraba fue reventada por la voz de Thomas que le hacía una pregunta a Pedro que no le formuló a los demás y era precisamente ésa que la atormentaba desde que se enteró de sus intenciones, el pánico la cubrió de nuevo pues no sabía si estaba preparada para escuchar la respuesta en ese momento.
—Para responder a su pregunta creo que solo bastaría con decirle, que mi principal motivo para venir hasta aquí y hacer las audiciones es que admiro mucho el trabajo de la señorita Chaves, incluso me podía declarar un fanático de éste y al igual que a muchos el salto de género que dio me sorprendió, aunque gratamente cabe acotar, pero sobre todo, creo que el papel de Franco Donatti debe ser llevado por alguien que tenga pleno conocimiento de la obra, de las costumbres y las formas que en ella se manejan… —se detuvo unos segundos para comprobar que tenía toda la atención de los presentes.
El equipo de producción evaluaba no solo las palabras sino también la actitud del actor italiano, no deseaban solo dejarse llevar por su aspecto físico, que obviamente calzaba a la perfección con la del personaje descrito en Rendición, pues hasta ese momento actores apuestos habían visto ya varios.
—Es obvio que un buen actor con el suficiente interés y entrega podría realizarlo sin ningún problema si se compromete a investigar y crear el personaje de tal forma que sea fiel al libro, sin importar que sea o no italiano, pero considero que el carácter innato de los italianos es muy difícil de simular por mucho que se lo estudie —explicó mostrándose completamente calmado, al menos eso aparentaba, ya que se había propuesto dar lo mejor de él.
Pedro se sentía más asustado que en sus primeras audiciones cuando apenas era un chico, su corazón latía tan rápido que estaba seguro que todos podían escucharlo retumbar, pero nada de eso tenía que ver con su interés por obtener el protagónico. Todo tenía que ver con Paula, ella que lucía tan hermosa, sus recuerdos no le habían hecho justicia, ninguno se podía comparar con verla frente a él una vez más, aunque ella no había levantado la mirada para verlo hasta el momento y se notaba lejana, tanto que ni siquiera parecía estar escuchándolo, era como si no lo conociese o al menos lo recordase, eso lo hizo sentir confundido e incluso dolido.
—Tiene usted mucha razón, sin embargo, el origen de un actor no debe limitar su desempeño en cualquier tipo de papel, como acaba de mencionar un buen actor, comprometido con su trabajo bien puede interpretar al personaje que desee… usted es un ejemplo de ello, según leímos en su ficha ha representado a españoles, alemanes e incluso a argentinos, su hoja de vida es, podríamos decir, una de las más completas que tenemos el día de hoy, aun así eso no nos asegura que pueda cargar sobre sus hombros con el personaje de Franco Donatti, ni siquiera por el hecho de ser usted italiano, el talento no depende de una nacionalidad señor Alfonso —mencionó el director del proyecto mirándolo fijamente, había sentido algo de prepotencia en el tono de voz del italiano.
—Soy perfectamente consciente de ello, como dice yo soy una muestra al interpretar personajes cuya nacionalidad no poseo, pero le aseguro que no fue nada sencillo y que quizás a un alemán, un español o un argentino le hubiese calzado mejor, por ello deseo demostrarles que además de ser italiano al igual que el personaje de la señorita Chaves, también tengo el talento para cargar con él, no estoy alardeando solo deseo dejar en claro que hablan con un actor profesional y si no tienen ningún inconveniente estoy dispuesto a demostrárselos —indicó con tono seguro y semblante serio, manteniéndole la mirada al hombre.
Sentía dentro de su pecho una mezcla de rabia y dolor, él había viajado hasta ahí por ella, le había hecho frente a una situación de la que siempre renegó, había sido el objeto de burlas de aquellos estúpidos actores que se creían dioses solo porque han grabado unas cuantas películas en ese lugar, para terminar de arruinar su día el director del proyecto cuestionaba su presencia allí, como queriendo decir que ese no era su lugar, que perdía su tiempo.
Aun así ella se mantenía sin inmutarse, si no podía hablar para no ir contra las órdenes de Whitman, pues sabía lo receloso que eran los directores en ese tipo de asuntos, que al menos le dedicase una mirada, algo que lo hiciese sentirse apoyado y seguro, a no ser que ella no lo quisiese allí y solo hubiese aceptado por sentirse obligada.
Paula sentía que el pecho se le hundía en medio del dolor al ver cómo prácticamente el director le estaba cerrando las puertas a Pedro solo por ser italiano y un actor desconocido
para ellos, estaba sucediendo justo lo que él mencionó durante su discusión, Thomas estaba menospreciando su talento sin siquiera haberlo visto. A los otros les había permitido leer algunas líneas antes de hacer una señal a Martha Wilson la encargada del casting, para que esbozara el famoso “Es suficiente, nosotros nos comunicaremos con usted”
Mientras que a él desde el mismo momento que entró empezó cuestionando el motivo que lo había llevado a presentarse a las audiciones. Sabía que Pedro le había contestado con esa arrogancia que lo caracterizaba, pero nada de lo que hacía era motivo suficiente para que no lo dejase al menos hacer una demostración, en ese momento ella elevó sus ojos solo un instante y pudo ver su hermoso rostro tenso y la rabia contenida en su mirada, pero había algo más, algo que la hizo sentir culpable y miserable.
—Yo deseo escucharlo… ver su desempeño, él ha viajado hasta aquí para demostrarnos que puede con el papel y yo… quiero darle una oportunidad —susurró apenas con un hilo de voz.
No miró a ninguno de los presentes, solo podía verlo a él y desear ponerse de pie para llegar a su lado y abrazarlo, justo en ese instante se dio cuenta que lo había extrañado como a nadie más en su vida, la mirada de Pedro se posó en la suya y todo lo demás desapareció, solo quedó suspendida en el aire esa última frase que en el fondo sabía implicaba mucho más, que había sido casi una sentencia.
—Yo también Thomas, la verdad es que me ha causado bastante expectativa desde el mismo momento que recibimos su solitud para entrar al casting… —agregó Martha mirando al director.
—Cuenta tres conmigo, he visto el material de este chico y la verdad es que tiene mucho talento, habla cinco idiomas… ninguno de los que han pasado por este lugar lo hace, cuando mucho dos y solo uno de ellos tiene conocimiento básico del italiano, ya sé que la película será grabada en inglés, pero creo que sería interesante mantener algunas frases tal y como Paula las plantea en el libro, además que tendríamos al público italiano metido en el bolsillo —señaló Patricia, la guionista que trabajaba con Paula.
—No he pensado en ningún momento en negarle al hombre la oportunidad de enseñarnos de qué madera está hecho, pero necesitaba dejarle en claro que este papel debe ser tomado con seriedad, no quiero que por pensar que es solo moda termine arruinándolo, deseo que Rendición sea un éxito en todos los aspectos y mi principal objetivo es tener actuaciones de calidad y comprometidas —esbozó Thomas suavizando su tono.
Pedro sintió que una luz se encendía dentro de su pecho cuando vio que Paula movía los labios, no pudo escuchar lo que dijo, pero por el semblante de los demás en la mesa, comprendió que lo estaba apoyando, ya empezaba a sentir que solo había llegado hasta ahí para hacer el ridículo y estaba a punto de mandarlo todo al diablo cuando sus miradas se cruzaron y vio tantos sentimientos en esos ojos miel que lo enamoraron, se sintió confundido cuando entre ellos pudo identificar el miedo, no había venido para perjudicarla de algún modo, él solo quería demostrarle que la amaba y que lucharía por hacerla feliz como no lo hizo antes, solo eso. De pronto la mirada de ella se iluminó y aunque no sonreía había algo especial en su mirada que lo llenó de esperanzas, supo que sin importar lo que pasase buscaría la forma de hablar con ella, debía hacerlo, lo necesitaba.
Por decisión unánime la mesa llegó al acuerdo que le darían la oportunidad al italiano de leer algunas líneas y ver qué tan bueno era para representar al personaje más deseado del momento, después de unas palabras susurradas, la encargada del casting, Martha Wilson habló mostrando una sonrisa amable para que el castaño se relajara.
—Señor Alfonso si es tan amable de leer por favor lo escrito en la página ciento treinta y siete del guión en sus manos —le pidió mirándolo a los ojos, para que viese que tenía captada su atención.
Martha había leído Rendición unas tres veces y se sabía casi de memoria las características de los personajes, no solo físicas sino también muchos de sus ademanes, y en esos escasos minutos que había visto al italiano había descubierto al menos tres en él que tenía el personaje de Paula. La seguridad para defender sus ideas, la misma que en ocasiones podía ser confundida con arrogancia, cómo fruncía el ceño y la intensidad de su mirada, por no mencionar ese acento que era tal como había imaginado el de Franco Donatti.
La mujer dejó libre un suspiro, sintiéndose casi como una quinceañera, comprobando que era ciertamente un hombre muy guapo, podía asegurar que incluso el más parecido al personaje de los que habían entrado hasta el momento, eso le gustaba pues no se llevaba muy bien con aquello de moldear físicamente a un actor para un personaje, le gustaba más que luciesen lo más natural posible, pues eso también influenciaba mucho en el desempeño a la hora de actuar.
Pedro buscó la página indicada, pero más o menos sabía a qué escena se refería la mujer, había leído el libro ya varias veces, no para prepararse para el casting sino para revivir su historia con Paula y para buscar indicios más concretos de lo que ella aún sentía por él, quería comprobar si su madre tenía razón, si lo seguía amando. Respiró profundamente para calmar los latidos de su corazón y se concentró en las líneas, solo las leyó una vez y lo demás cobró vida con tanta naturalidad que sorprendió a todos los presentes, a todos menos a Paula.
—“Me encanta que seas una mujer inteligente y que siempre pienses las cosas antes de decirlas, que cuentes con un criterio propio y muy bien formado… —se detuvo un instante posando su mirada en Paula, sintiendo su corazón latir rápidamente y su voz tomó un tinte distinto, más íntimo—. Pero en ocasiones debemos dejarnos llevar, ser menos dogmáticos, más naturales… decirle a nuestro lado racional que guarde silencio y le permita expresarse al otro… ése que me mostraste hoy en la colina, te quiero así, libre y alegre, no te pido que no pienses, solo que no lo hagas con tanto ahínco cuando estamos así, cuando te tenga en mis brazos desnuda y hermosa, te quiero sintiendo, no pensando…” —finalizó sintiendo cómo su corazón parecía galopar dentro de su pecho.
Recordar precisamente ese instante cuando la tuvo entre sus brazos, esa primera entrega que fue maravillosa y tan intensa lo hizo incluso tener que luchar contra su propia excitación y que Dios se apiadara de él pues todo su cuerpo pidió a gritos tener a Paula justamente así, desnuda y hermosa entre sus brazos. Esta vez no hablaba el personaje, lo hacia él, por ello omitió el nombre de la protagonista al final, sabía que eso no representaría un problema pues siguió las líneas sin siquiera mirar la hoja entre sus manos, lo que había dejado a todo el equipo algo asombrado, podía notarlo, sin embargo toda su atención estaba puesta en ella, era Paula quien llenaba su espacio visual.
La respuesta que ella le diese en aquella ocasión retumbó en su cabeza, eso la hizo dejar libre un jadeo apenas perceptible, no pudo evitar que escapase de sus labios, supo que solo Jaqueline fue consciente porque la miró de soslayo, había elevado su vista desde el mismo instante que él comenzó y cada palabra que Pedro dijo se metió dentro de su cuerpo, recorriendo cada espacio, haciéndola temblar, tocándole el alma, el corazón.
¿Por qué justo ahora? ¿Por qué has regresado? No tienes derecho Pedro, no lo tienes… ¡Oh, por favor no lo hagas! ¡No de nuevo!
Pensaba, sintiendo cómo las lágrimas colmaban sus ojos, cerró los párpados bajando el rostro para que él no viese hasta qué grado la había afectado, respiró profundamente para pasar la molesta sensación que le oprimía el pecho y se enfocó de nuevo en su libreta, fingió hacer una anotación al igual que todos los demás.
El resto del equipo se recuperaba de la sorpresa al ver la emotividad y la perfección con la cual el italiano había representado lo que le había pedido Martha, la mayoría ni siquiera se había acercado al deseo que se suponía debía demostrar el personaje, esa mezcla de ternura y exigencia, esa era una de las escenas con mayor carga emotiva de la novela y unas de las que Thomas deseaba plasmar conservando la misma esencia del libro. Después de ver al italiano tuvo que tragarse sus palabras y aceptar que el hombre tenía razón, no hablaba por hablar, sin siquiera tener el papel parecía haberse comprometido a ser un perfecto Franco Donatti.
—Señor Alfonso vaya a la página treinta y ocho por favor, al inicio de la misma y siga el dialogo como si estuviese frente a la actriz que representara a Priscila y ella dijese sus líneas —le pidió Patricia Jitrik, la guionista que había colaborado con Paula.
La mujer se encontraba embelesada con el italiano, le encantó la convicción que mostró en ese pequeño párrafo que leyó, la fuerza y pasión que desbordó en éste, no fueron ni veinte líneas pero ya podía asegurar que tenía ante ella al indicado Franco Donatti, aunque faltaban todavía unos seis actores más por ver Pedro asintió en silencio y sus manos buscaron con rapidez la página que le indicaba la mujer, cuando se detuvo pudo ver que estaba temblando un poco, así que respiró profundamente para calmarse y actuar como un profesional, su mirada se paseó por los diálogos escritos en la hoja y sin poder evitarlo dejó ver una sonrisa.
—“Dar un paseo como hace usted, disfrutar del paisaje, del aire fresco de la mañana, de la vista… —mencionó usando el tono justo que debía emplear, pero no porque lo hubiese planeado sino porque había recordado ese episodio, dejó ver media sonrisa y continuó—. Eso lo dudo señorita, la encuentro a usted mucho más interesante, pero por favor no se interrumpa por mí, continúe… —elevó la mirada y lo animó ver que Paula lo veía atentamente y cuando sus miradas se encontraron intentó disimular su sonrisa, pero ya él había captado ese gesto y su corazón latió mucho más rápido al tiempo que se llenaba de seguridad, respiró y saltó a su parte de nuevo—. ¿La incomodo acaso? —esbozó justo como hiciera en aquel momento y miró a las mujeres frente a él emulando el mismo gesto que usó con Paula, de las cinco en la mesa todas le sonrieron a excepción de la que él deseaba, pero eso más que desanimarlo hizo todo lo contrario porque en aquella ocasión ella estaba furiosa, posó su mirada de nuevo en el libreto—. No disfruto incomodarla, pero no puedo decir que no lo haga intimidándola —esbozó y fue consciente de una risa nerviosa que se le había escapado a alguna de las mujeres, no dejó que lo distrajera y prosiguió— Ni el uno, ni el otro… pero… debe admitir que la pongo nerviosa, siempre está tratando de huir de mí, no ha salido de la casa que ocupa desde que llegué y lo hizo esta mañana muy temprano para evitar un encuentro conmigo, es demasiado evidente señorita Hamilton… ahora mi pregunta es, ¿a qué le teme?”
La voz de Pedro a esas alturas era apenas un susurro, ronco y seductor, que se le dio con toda la naturalidad del mundo porque solo tuvo que recordar aquel episodio, no podía decir siquiera que estuviera actuando y aunque eso lo hizo sentir extraño, no fue para nada incómodo, por el contrario era novedoso pero se sentía bien.
De pronto dejó ver una sonrisa al recordar lo que sucedió después, justo lo mismo que Paula había plasmado en su novela; ahora le resultaba gracioso, aunque en aquel momento lo enfureció. Su mirada la buscó y no le pasó desapercibida la reacción de las demás mujeres que le devolvieron el gesto con complicidad, mientras que la escritora había fruncido el ceño quizás al traer a su mente el mismo episodio.
Paula no se atrevía a mirarlo pero podía sentir que él sí estaba completamente enfocado en ella, también podía adivinar que debía tener esa sonrisa ladeada que tanto le gustaba en ocasiones y en otras la enfurecía, el reto en su voz era tan claro que se sentía realmente tentada a contestar, aunque sabía que aquello era una locura.
Las damas se sentían realmente cautivas ante el despliegue del italiano, mientras los caballeros no podían más que admitir que ciertamente lo había hecho muy bien, la entonación de su voz, su actitud, esa arrogancia y seguridad que eran dos de las principales características del personaje, su don para dominar a una mujer con solo mirarla y hablarle, el hombre parecía tener todo lo que habían estado buscando, por no mencionar lo de su acento que le daba mayor ventaja sobre el resto y aunque el hecho de ser un desconocido en Hollywood podía significar un cuchillo de doble filo, él estaba dejando claro que bien valía la pena arriesgarse y entregarle el papel.
—Señor Alfonso debo admitir que ha demostrado que este papel no le queda grande, como profesional y perfeccionista que me he auto proclamado debo hacerlo, usted nos ha dado una excelente muestra de que puede llevar en buenos términos a Franco Donatti.
Cuando el director esbozó aquellas palabras, Paula sintió que un temblor se instalaba en ella y de nuevo buscó el vaso de agua, pero el líquido apenas tocó sus labios, sentía que tenía la garganta cerrada y le estaba costando un mundo respirar de manera normal, sintió cómo Jaqueline le apoyaba
una mano en la espalda para tranquilizarla, pero no se volvió a mirarla, seguía viendo a Pedro fijamente, quizás estudiando cada una de sus actitudes, ella era muy buena para eso.
Pedro fijó su mirada en Thomas Whitman y asintió, esta vez mostrándose menos altanero, las palabras del hombre habían dejado de lado esa primera impresión que le dio, sabía cuán estrictos y exigentes podían ser los directores, incluso había llegado a odiar a algunos en Italia, pero debía admitir que justamente a cargo de esos había tenido algunas de sus mejores actuaciones.
—Sin embargo, aún quedan algunos actores a los cuales debemos evaluar, además de discutir en términos generales su desempeño, le hemos dado la oportunidad de leer mucho más que a los anteriores, pero eso no asegura que el papel sea suyo, igual quiero felicitarlo por demostrarme que estaba equivocado. Ahora si es tan amable de pasar junto con la señorita Diana Chaves para que le haga unas fotografías, ya la gente de producción se estará comunicando con usted en cuanto tengamos todos los resultados —indicó Thomas mirándolo por encima de los cristales de sus anteojos.
—Gracias señor Whitman, también a los demás miembros del equipo y a la señorita Chaves, estaré esperando su llamada, ha sido un placer, con su permiso —esbozó él acercándose a la mesa a su derecha y dejó sobre esta el libreto.
CAPITULO 113
Pedro al fin había llegado hasta el lugar y ya muchos de los actores habían entrado, no quedaban novatos, todos allí eran profesionales y eran siete en total contándose él, las audiciones continuaban, así que era un hecho que vería a Paula ése mismo día, para ser más precisos en unos cuantos minutos y esa sola certeza hacía que su corazón latiese emocionado. Procuró mantenerse relajado y se sentó junto a Lucca en el lugar que le había asignado la mujer que los organizó, pero al cabo de unos minutos se puso de pie y buscó distraerse con las fotografías colgadas en la pared.
Las mismas eran de grandes estrellas del cine junto a los dueños de la productora, iban desde blanco y negro mostrando a los actores y actrices de la época dorada de Hollywood, hasta las de colores brillantes con profesionales más recientes, también habían músicos y bailarines, le emocionó ver a Rodolfo Valentino y a Marcello Mastroianni, dos de sus grandes inspiraciones. El sonido de la puerta al abrirse captó su atención, se volvió hacia la misma sintiendo su corazón latir frenéticamente.
Nuevamente le hicieron entrega de un lote de fichas, esa sería la tercera tanda, donde probablemente se encontrarían los profesionales, ya los conocía así que no se molestó en revisarlas, incluso refrenó sus deseos de ver si entre ellos se encontraba la de él, quizás no había viajado, a lo mejor se arrepintió a último momento o solo había hecho todo eso para retarla como siempre hacía, ver qué tan dispuesta estaba. Pensaba mientras dibujaba un círculo perfecto en la última hoja de su libreta y repasaba la línea una y otra vez, ese tipo de cosas la relajaban, mantenían su mente ocupada.
Sintió a Jaqueline pasar tras ella y sentarse a su lado, al tiempo que tomaba sus fichas y las ordenaba, en ése instante la voz que anunciaba a los actores se dejó escuchar llenando una vez más el salón, ni siquiera alzó la vista para ver quién entraba, se encontraba tan distraída y tensa que hasta sus modales más básicos se habían esfumado, solo dejó libre un suspiro a la espera del nombre.
—El señor Pedro Alfonso… —anunció.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)