jueves, 13 de agosto de 2015

CAPITULO 113





Pedro al fin había llegado hasta el lugar y ya muchos de los actores habían entrado, no quedaban novatos, todos allí eran profesionales y eran siete en total contándose él, las audiciones continuaban, así que era un hecho que vería a Paula ése mismo día, para ser más precisos en unos cuantos minutos y esa sola certeza hacía que su corazón latiese emocionado. Procuró mantenerse relajado y se sentó junto a Lucca en el lugar que le había asignado la mujer que los organizó, pero al cabo de unos minutos se puso de pie y buscó distraerse con las fotografías colgadas en la pared.


Las mismas eran de grandes estrellas del cine junto a los dueños de la productora, iban desde blanco y negro mostrando a los actores y actrices de la época dorada de Hollywood, hasta las de colores brillantes con profesionales más recientes, también habían músicos y bailarines, le emocionó ver a Rodolfo Valentino y a Marcello Mastroianni, dos de sus grandes inspiraciones. El sonido de la puerta al abrirse captó su atención, se volvió hacia la misma sintiendo su corazón latir frenéticamente.


Nuevamente le hicieron entrega de un lote de fichas, esa sería la tercera tanda, donde probablemente se encontrarían los profesionales, ya los conocía así que no se molestó en revisarlas, incluso refrenó sus deseos de ver si entre ellos se encontraba la de él, quizás no había viajado, a lo mejor se arrepintió a último momento o solo había hecho todo eso para retarla como siempre hacía, ver qué tan dispuesta estaba. Pensaba mientras dibujaba un círculo perfecto en la última hoja de su libreta y repasaba la línea una y otra vez, ese tipo de cosas la relajaban, mantenían su mente ocupada.


Sintió a Jaqueline pasar tras ella y sentarse a su lado, al tiempo que tomaba sus fichas y las ordenaba, en ése instante la voz que anunciaba a los actores se dejó escuchar llenando una vez más el salón, ni siquiera alzó la vista para ver quién entraba, se encontraba tan distraída y tensa que hasta sus modales más básicos se habían esfumado, solo dejó libre un suspiro a la espera del nombre.


—El señor Pedro Alfonso… —anunció.







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