viernes, 28 de agosto de 2015

CAPITULO 164





Durante los tres días que transcurrieron antes de su partida para Italia, Paula intentó reforzar la idea de que su decisión era la correcta, deseaba ser feliz junto a Pedro y aunque eso
implicara el sacrificio de terceros, había asumido que así fuera. Sabía que era algo egoísta y quizás muchas personas la criticarían si se enteraban de la verdad, pero era eso o pasar el resto de su vida reprochándose por ser una cobarde, ya lo había hecho durante más de tres años y no era lo que deseaba de ahora en adelante y menos teniendo la certeza que antes le faltó.


—¿Todo listo?


Escuchó que preguntaba Jaqueline a su espalda y la sintió acercarse para abrazarla desde atrás, apoyando la barbilla en su hombro, ella como siempre se refugiaba en sus pensamientos mientras miraba el paisaje.


—Sí, estoy lista para esto —contestó intentando sonreír.


Estaba segura de su decisión, pero eso no le quitaba que aún se siguiera sintiendo mal por lo ocurrido con Ignacio, intentó comunicarse con él pero su asistente le dijo que se había ido a Canadá y no tenía fecha de regreso, eso en lugar de ayudarla la hizo sentir peor.


—Él estará bien Paula… ya deja de reprocharte lo que pasó, en algún momento tenía que suceder —pronunció para consolarla.


Jaqueline como siempre le sirvió de confidente a Paula y la escuchó desahogarse al día siguiente de su rompimiento con Ignacio, la verdad era que sentía pena por él, era un hombre increíble, de los que están en vía de extinción, pero Paula necesitaba algo más y eso lo tenía Pedro Alfonso, solo les bastó con verlos juntos durante el desayuno que compartieron para confirmarlo, además, un amor que se había mantenido a pesar de la distancia y los años, merecía un chance.


Paula dejó libre un suspiro pesado que más sonó a lamento y asintió, la culpa a veces luchaba con la emoción que sentía por volver a Italia junto a Pedro, las cosas entre los dos estaban bien, pero no pudieron volver a verse porque la gente de la producción solicitó su presencia en Los Angeles. 


Sin embargo, se llamaban por teléfono durante horas, aunque tuvieron que mantener su actuación cuando se vieron en las instalaciones de The Planet en días anteriores. Pero cuando tuvieron la primera ocasión de estar a solas casi se devoraron a besos.


—¡Ya estoy lista! —exclamó Diana entrando al salón de la suite que compartían y dio una vuelta para ellas— ¿Cómo me veo? —preguntó entusiasmada mostrándose ante ellas con una blusa marrón de tejido de punto, pero que daba la impresión de ser bastante ligera, un diminuto short de jean
blanco y unas sandalias planas.


—Hermosa —contestó Paula con una sonrisa.


—Como una loca —respondió Jaqueline mirándola horrorizada.


—¡Jackie! —la reprendió Paula.


—¿Qué? Tengo razón… Diana ese mini short que traes es… está bien para un día de playa, pero no para un vuelo de doce horas hasta Italia —mencionó suavizando el tono, no quiso hacerla sentir mal. —Pues se supone que casi estamos en verano Jaqueline —esbozó elevando la barbilla con altivez —. Y además, Roma tiene que ser más cálida que Chicago… por favor Pau dime que sí lo es — pidió mirando a su hermana juntando las manos a modo de ruego.


—Sí, lo es… pero Jackie tiene razón Di, para un vuelo de tantas horas creo que sería mejor que llevaras algo más… no sé… que te cubra, el frío en primera clase a veces es insoportable — mencionó mirándola.


—La blusa es hermosa y las sandalias aunque más propias para un día de playa también son lindas, pero definitivamente el short no es apropiado —dijo Jaqueline adoptando su papel de experta en moda—. Ven vamos a buscarte un jean y también una bufanda, siempre la puedes guardar en tu bolso de mano si no la necesitas —indicó arrastrándola de nuevo a la habitación sin prestar atención a sus protestas.


Media hora después entraban al aeropuerto acompañadas del equipo que siempre las acompañaba, después de chequear sus documentos se dirigieron a la sala de espera vip, para evitar el asedio de las fanáticas que se la pasaban caminando por la terminal a la espera de cazar algún artista. 


Jaqueline no viajaría, pero sus encantos e ir acompañada del equipo de producción, la ayudó a que pudiera esperar junto a todos la salida del vuelo y conocer los últimos detalles del proyecto.


Cuando Paula entró al lugar buscó de inmediato con la mirada a Pedro, lo vio de espalda a ella, pero al parecer pudo sentir su presencia porque enseguida se volvió para verla y la sonrisa que le dedicó puso a latir su corazón de una manera que podía jurar todo el mundo podía escucharlo, se puso un mechón de cabello tras la oreja y bajó la mirada al sentir sus mejillas arder, no era posible que a su edad él todavía siguiera haciéndola sonrojarse.


—Bienvenidas —mencionó Guillermo, quien fue el primero en acercarse a ellas y como ya se había tomado la atribución de saludar de beso a todas, empezó por Paula—. Luces tan hermosa como siempre ¿cómo te sientes? Ya casi estamos por embarcarnos en esta aventura juntos —dijo mirándola a los ojos con una sonrisa de anuncio de pasta de dientes.


—Gracias, me siento bien Guillermo, quizás un poco nerviosa.


—No tienes por qué estarlo, ya verás que todo saldrá de maravilla, te he reunido a un equipo perfecto, grandes actores, las mejores locaciones y por si fuera poco, tú que fuiste la mente que creó la historia estarás con nosotros —comentó con entusiasmo uniéndose al grupo.


—Buenas tardes —mencionó Pedro para atraer la atención de Paula, ella de inmediato lo miró.


—Buenas tardes a todos, veo que solo faltábamos nosotras —indicó con una sonrisa que pedía disculpas por el retraso.


—Kimberly aún no llega… seguramente no ha terminado de empacar las veinte maletas que debe traer —comentó Marcus con su humor ácido de siempre y ese rictus en los labios que no terminaba de definirse.


—Lisandro que guapo te ves con tu uniforme —comentó Diana saludándolo con un beso en cada mejilla.


—Muchas gracias, pero no tengo nada que hacer ante tu belleza —expresó él mirándola con una sonrisa y después miró a Paula.


Ahora que tenía la certeza de quién se trataba la detalló mejor y ciertamente no era la misma chica que él conoció años atrás en el aeropuerto, su belleza lucía más madura y el cabello corto la hacía ver más alta y distinguida, pero eran esas pecas que el maquillaje no lograba ocultar del todo las que le daban ese toque juvenil que él consideraba atrayente en muchas mujeres y quizás por eso llamó su atención cuando la conoció, además claro está de lo divertida de la situación que vivieron, incluso borracha su futura cuñada era hermosa.


—Hola señor Alfonso —lo saludó con una sonrisa amable.


—Si mal no recuerdo, que quedamos en tutearnos Paula —comentó acercándose para saludarla con besos.


—Tienes razón… tendré que acostumbrarme —comentó mirándolo.


—Ya lo creo, por lo pronto ¿aceptarías que te invite un café?


—Yo… sí, claro —contestó ella sintiéndose en medio de un dejavú.


—Perfecto, aún falta para que tenga que ir a revisar el avión. Jaqueline, Diana ¿les gustaría venir con nosotros y hacerme el honor de ser el hombre más envidiado de este lugar? —pidió mirando a las otras dos con una sonrisa radiante.


Pedro lo veía sin poder creer que esas técnicas de conquista aún le funcionaran, ya había hablado con él sobre Paula y sabía que Lisandro no estaba jugando al Casanova con ella, quizás estaba armando todo un teatro para lograr sacarlos de allí y alejar a su mujer de Reynolds.


—Por supuesto —mencionó Diana entusiasmada.


—Me encantaría Lisandro, pero creo que le faltaría un brazo —comentó Jaqueline con picardía —. Imagino que Pedro también estaría encantado de ir con nosotras ¿verdad? —inquirió viendo al actor.


—Claro, será un placer —caminó y le ofreció su brazo a la rubia—. Salgamos de aquí antes que alguien más decida unírsenos —indicó refiriéndose a Guillermo Reynolds por supuesto.


El rubio había sido ocupado por su padre quien se encontraba en una reunión de último minuto con el resto del equipo de producción, pero cuando vio alejarse a Paula junto a los italianos maldijo internamente.


Tomaron asiento en un rincón del lugar donde estaban unos muebles de piel en tono terracota en forma de U, en el centro una mesa de madera y cristal con un discreto florero que contenía un solitario pero hermoso girasol atrapó la atención de Paula y Pedro, cuando sus miradas se encontraron descubrieron que el mismo recuerdo había llegado hasta ambos y sonrieron, su atención fue atraída al momento que uno de los meseros del lugar llegó hasta ellos para atenderlos.


Pedro ¿cómo te terminó de ir en tus visitas por las demás ciudades? —preguntó Diana mirándolo con una sonrisa.


—Bien… aunque en realidad solo visité una más porque me 
convocaron para venir hasta Los Angeles de nuevo, necesitaban que hiciéramos unas pruebas más antes de comenzar, cosas de rutina —respondió dándole un sorbo a su cappuccino.


—Es que tuviste muy poco tiempo, pero debes prometerme que volverás después que terminemos las grabaciones y tú también Lisandro, haremos un grupo… a Pau también le gusta viajar mucho — mencionó de manera casual, pero estaba atenta a las reacciones de ambos.


—Sería un placer Diana —contestó dirigiéndose a ella, pero al instante siguiente desvió la mirada hacia Paula.


—Cuenta conmigo también… aunque tendríamos que buscar a otro caballero porque yo tendría que hacerlo con Vittoria o correr el riesgo de ser capado —dijo Lisandro con la desfachatez que lo caracterizaba.


—Perdón… pero creo que me están excluyendo —esbozó Jaqueline mirándolos a todos—. Primero no me invitan y luego dicen que deben agregar a otro caballero ¿por qué no puede ser una dama? —inquirió.


—Bueno si deseas bailar con alguna de las dos cuando nos toque ir a algún club por las noches, puedes ocupar el puesto del caballero Jackie —contestó Diana con sorna.


—Creo que me perdí de algo… ¿Cuándo llegamos a que sería un viaje de parejas? —inquirió Paula que no podía alejar de ella la idea de que Diana seguía empeñada en Pedro.


—No necesariamente tendría que ser de parejas, pero si Lisandro va a llevar a su novia, lo más lógico es que nosotras llevemos también algún acompañante… si algo surge ya queda de nuestra parte cómo lo asumamos, o sea, por favor somos personas adultas —indicó con naturalidad y le dio un sorbo a su café helado.


Todos la miraron entre divertidos y sorprendidos, incluso Lisandro sintió que estaba en pañales a su lado, Diana era todo un personaje había encontrado a una mujer más astuta que él. Paula estaba al tanto que ya el hermano de Pedro sabía la verdad, Jaqueline también lo hacía; solo faltaba Diana, así que se vio tentada a contarle todo y cerrar el tema.


—¡Hola! Estoy tan agitada, necesito algo de tomar con urgencia.


Los presentes se volvieron a Kimberly Dawson que llegaba al lugar mostrando una gran sonrisa, con su ropa algo desordenada pero con la pose de diva que la caracterizaba, tomó asiento en el espacio vacío junto a Pedro dedicándole una sonrisa y después miró al piloto.


—¡Vaya! Existen hombres que se ven muy sexys en uniforme, pero tú Lisandro has colgado el estandarte bien alto —comentó con una sonrisa.


—Muchas gracias Kimberly, viniendo de una mujer tan hermosa como tú harás que mi ego vaya hoy por encima del avión —dijo sonriendo y elevó su mano para llamar al mesonero— ¿Qué deseas de tomar? ¿Agua, un trago? —inquirió mirándola.


—Algo que me refresque… —se detuvo pensando.


Un balde a agua helada te puede ir de maravilla, eso podría refrescarte y te aseguro que estás a punto de obtenerlo como sigas moviendo tu espantosa blusa de esa manera delante de Pedro. Y tú ¡mírame! Ni se te ocurra verla ni siquiera de reojo o verás lo que te espera.


La cara de Paula comenzaba a ganar rubor mientras sus pensamientos que eran bastante elocuentes, expresaban aquello que en voz alta no podía, pero se aclaró la garganta para atraer la atención de Pedro y se alegró al ver que él captó su mensaje.


—Me traes un Monster zero ultra por favor —pidió al chico.


—Pareces algo descompuesta Kimberly… ¿Te sientes bien? —preguntó Jaqueline mirándola con detenimiento.


—¡Sí! Por supuesto… es solo que no dormí bien anoche… “despedida” de novios, ya saben — comentó con naturalidad.


Kimberly no tuvo que decir una sola palabra más para que todos comprendieran su punto y por su aspecto la “despedida” parecía haberse extendido hasta hacía poco. 


Paula la miró intentando descubrir si no mentía, la verdad no estaba al tanto que tuviera pareja, pero viéndola mejor se le
notaba sonriente y extasiada, así que a lo mejor no tenía que preocuparse por ella, después de todo si estaba enamorada no se metería con Pedro o al menos eso deseaba creer.


La charla continuó por varios minutos donde hablaron de cosas triviales, hasta que cayeron de nuevo en el viaje en parejas que deseaba emprender Diana y quizás podían empezar en cuanto estuvieran en Italia, no era necesario esperar a que la película terminara para tener un fin de semana divertido en alguna de las bellas playas del mediterráneo.


Llegaron a un tema que sacó más de una carcajada y como siempre quien llevaba la batuta era la menor de las Chaves, que aprovechó para cambiar de lugar cuando Kimberly se fue al baño y se sentó junto a Pedro dejándolo entre Paula y ella.


—Es en serio, no se rían… el problema es muy grave, muchas personas piensan que soy promiscua o algo así, pero es que es demasiado difícil conservar una pareja en el medio donde me desenvuelvo.


—Por favor Diana… el problema no son los chicos sino tú, siempre eres quien terminas dejándolos —comentó Jaqueline.


—Pero es porque son demasiado complicados… miren, conseguir un heterosexual en el mundo del modelaje es casi como encontrar un unicornio. Y cuando logras hacerlo debes aprovechar la oportunidad... —decía defendiendo su argumento.


—O sea, tener sexo con él —acotó Kimberly y le dio un sorbo a su bebida mientras la miraba como si fuera una alumna.


—¡Exacto! —expuso Diana con entusiasmo viendo que captó su idea.


Paula se tapó el rostro con las manos mientras negaba con la cabeza, no podía creer que su hermana estuviera hablando de sexo delante de Pedro y Lisandro, que para ella eran dos completos desconocidos, en verdad Diana no tenía límites.


Los hermanos solo reían al verla hablar como si fuera una de esas sexólogas de los talk show que daban consejos de parejas; la mirada azul de Pedro se posó en Paula sintiéndose realmente divertido al ver su actitud y el sonrojo que pintaban sus mejillas, quiso sacar una carta para hacerla
entrar en el juego.


—Déjame adivinar algo Diana ¿Tú eres la asesora de Paula para las escenas sexuales de sus libros? —preguntó con fingida inocencia.


Paula casi se ahoga con el agua que tomaba y Lisandro estuvo a punto de derramarse el café encima, mientras que las demás clavaron su mirada en él, un tanto sorprendidas por la pregunta.


—No —contestó Paula con tono sofocado e intentó decir algo más pero se ahogó de nuevo y tuvo que recurrir a la botella con agua.


—Me encantaría Pedro, pero Paula es muy celosa con sus libros, bueno al menos con esas escenas… supongo que es porque muchas de éstas no son solo productos de su imaginación — dijo con picardía obviando la mirada de advertencia de su hermana.


—Las de Rendición son muy hermosas y parecen muy reales también, bueno supongo que un escritor al igual que un actor se nutre de su entorno —mencionó Kimberly interesada en el tema.


—Creo que en todo caso si son reales o no, es un asunto que solo concierne a Paula —dijo Jaqueline para cerrar el tema.


—¡Habló la abogada señores! —exclamó Diana burlándose.


—Tiene razón Jaqueline, lamento si la incomodó el tema Paula —expresó Pedro mostrando una sonrisa a modo de disculpa.


—En lo absoluto, no tengo inconvenientes en hablar de las escenas sexuales que escribo Pedro, así que cuando desees podemos hacerlo —contestó ella mirándolo a los ojos y le entregó una sonrisa que él conocía muy bien, tímida y provocativa a la vez.


Él fue víctima de ese golpe bajo y la hermosa sonrisa que lo retaba al igual que años atrás cuando aceptó que leyera una escena de Ronda Mortal para ella, la sensación de calor que lo recorrió al igual que aquella vez se concentró en su entrepierna y buscó su reloj, para ver si contaba con el tiempo suficiente de encerrarse con Paula en alguno de los baños y calmar los deseos que estaban a punto de volverlo loco.


Todos los demás se quedaron mudos ante las palabras de Paula que fueron como la explosión de una bomba, las damas no pudieron evitar sonreír con picardía al ver que el italiano había quedado en una pieza y ella mostraba un lado que ninguno conocía, ni siquiera Diana o Jaqueline; incluso
Lisandro sintió pena por su hermano pues había salido de cacería y terminó cazado, su sonrisa fue más amplia mientras observaba a Paula y ahora sabía que su cuñada se las traía.


—Bueno en resumen, lo que digo es que cuando a una se le presenta una oportunidad debe aprovecharla, claro… siendo responsable y consciente de cuánto debes entregar de ti en cada relación, si sabes que algo es pasajero tenerlo claro desde el principio y así te ahorras dramas — pronunció Diana para llenar el silencio que quedó después de las palabras de su hermana y ese intercambio de miradas con Pedro.


—Y por ello que Di tiene hasta un himno —informó Jaqueline mostrando una sonrisa pícara.


—¡Ah, por favor! No empieces Jackie —pidió la fotógrafa.


—Paula comienza tú que tienes mejor voz —la invitó.


—¡Ah, no! No haré nada de eso —dijo para evitar unirse a ese juego tan infantil de ambas.


—Dime cuál es Jackie, yo les ayudo —pidió Kimberly entusiasmada.


—Perfecto Kim… yo comienzo y tú sigues —dijo la rubia.


—Esto es ridículo —comentó Diana, pero no pudo evitar reír.


I threw a wish in the well, don't ask me, I'll never tell I looked to you as it fell, and now you're in my way.


Dio inicio a la canción y de inmediato Kimberly la reconoció riendo emocionada pues la misma había sido un éxito el año pasado y todo el mundo la cantaba en las fiestas. Paula solo se reía al verlas tan entusiasmadas como si fueran colegialas y cuando Diana empezó a cantar también con gesto teatrales, no le quedó de otra que unirse.



Where you think you're going, baby?
Hey, I just met you,
and this is crazy,
but here's my number,
so call me, maybe


Lisandro se unió al grupo y aunque no se sabía la canción al pie de la letra intentó seguirlas al tiempo que movía sus hombros como si estuviera bailando y empujaba a su hermano para que lo hiciera también, Pedro no podía más que reír emocionado al ver a Paula tan libre de poses y soltó una carcajada cuando todas se sobresaltaron al escuchar que la melodía salía desde los altavoces del lugar y descubrieron a las chicas que atendían en las cajas registradoras cantando también.


—Pensaba que eso solo ocurría en los musicales —comentó Lisandro mientras sonreía mirando a su hermano.


—Bueno, estamos en Hollywood —esbozó el actor.


Miró a Paula al escuchar la risa cantarina de ella que era su favorita y le llenaba el pecho de una felicidad que hacía mucho no sentía, la veía y justo en ese momento comenzaba a comprender lo afortunado que era al tenerla de nuevo, se prometió a sí mismo dar lo mejor para hacerla feliz y que nunca dejara de reír. Y fue como si ella escuchara sus pensamientos porque en ese momento se volvió a mirarlo y le dedicó una de las estrofas de la canción.


Before you came into my life, I missed you so bad and you should know that, I missed you so, so bad.


La canción terminó y todos ellos reían contagiados por la alegría del ritmo y lo divertida de la letra, además de la complicidad que mostraron los empleados del lugar que los acompañaron hasta el final.


Ni siquiera fueron conscientes del montón de miradas y cámaras de teléfonos móviles que se posaron sobre ellos mientras hacían su performance, solo sintieron que pasaban un rato agradable.


—El final de ese vídeo es espantoso —se quejó Kimberly después que logró parar de reír.


—Sí, pero es muy realista… al menos es la realidad por la que me ha tocado pasar muchas veces —indicó Diana con desgano.


—Por eso es tu himno hermosa —esbozó Jaqueline dándole un beso en el cabello, pocas veces se mostraban cariñosas entre ellas, pero en el fondo se adoraban.


—Bueno mis hermosas damas, yo tengo que dejarlas ya, debo ir a preparar todo para poder llevarlas sanas y salvas hasta mi bella Italia —mencionó Lisandro poniéndose de pie—. Nos vemos en unos minutos.


—Yo me despido aquí Lisandro porque no viajaré, mi hija tiene escuela y no puedo ausentarme por tanto tiempo sino hasta el verano —dijo Jaqueline acercándose para abrazarlo.


—Fue un placer compartir contigo Jaqueline y estás invitada a Italia, cuando desees puedes ir a visitarnos —expresó dándole un beso en cada mejilla mientras la abrazaba.


—Gracias, igual tú estás invitado a Chicago y trae a Vittoria no queremos que sufras un atentado —dijo en voz baja sonriendo.


Él le guiñó un ojo y negó con la cabeza para después despedirse, se alejó caminando con el andar elegante y a la vez desenvuelto que lo caracterizaba, atrayendo más de una mirada gracias a ello y por supuesto al uniforme de piloto que representaba para muchas una fantasía.


—Bueno, yo también debo despedirme, mi vuelo para Chicago sale en una hora y ya chequee todo, pero es mejor estar allí y ya ustedes deben ir abordando —indicó mirando a todos y caminó hasta Paula—. Todo saldrá de maravilla, estoy segura de eso —le dijo mirándola y la abrazó.


—Gracias Jackie —mencionó ella con la voz ronca por la emoción que la invadió, sabía muy bien a lo que se refería su amiga, no era solo a la película sino a su relación con Pedro—. Espero tenerte allá en cuanto Tiffany salga de la escuela —agregó con una sonrisa.


—Lo haré, eso dalo por hecho —se volvió para mirar a Diana y se acercó a ella—. Pórtate bien, no le des tu número a la mitad de la población masculina de Italia y has magia con esa cámara y el don que tienes —expresó mirándola a los ojos y después la abrazó.


—Gracias Jackie, intentaré ambas cosas… pero no prometo nada, cuídate mucho y también a Tiffy —pronunció con una sonrisa.


—Kimberly tienes en tus manos un personaje maravilloso, da lo mejor de ti para que salga perfecto y consigas lo que tanto deseas.


—Gracias Jackie, te esperamos en Italia para el verano —mencionó la actriz con una sonrisa y se animó a acercarse para abrazarla.


Pedro —llamó al italiano para que se aproximara—. Ya sabes lo que tienes que hacer, así que no es mucho lo que tengo que decirte —esbozó englobándolo todo, le dio un abrazo y lo mantuvo para decirle algo más—. Cuida mucho de ella por favor, pero sobre todo hazla feliz… lo digo en serio —le exigió al oído solo para que él escuchara.


—Lo sé Jaqueline, no tienes que preocuparte por nada, esta vez haré las cosas bien —le confirmó él en el mismo tono y se separaron.


Ella salió en dirección al pasillo que la llevaba a la terminal de vuelos nacionales mientras ellos se dirigieron hacia el área de embarques.


Pedro se quedó rezagado con Paula con la excusa de ayudarla con su portátil, pero su verdadero objetivo era estar a su lado mientras caminaban por ese pasillo que los llevaría al avión que los regresaría a los dos juntos a Italia, aprovechó un pequeño instante en el cual no hubieron personas a su alrededor para rozarle con suavidad la mano.


—¿Estás nerviosa? —le preguntó buscando su mirada.


—Sí, un poco —confesó buscando seguridad en los ojos zafiro.


—No tienes porqué, todo saldrá bien Paula —expresó él con confianza y le dedicó una sonrisa.


—Lo sé… tú estarás conmigo, tú me llevas de vuelta Pedro —esbozó con una sonrisa que le iluminaba la mirada.


Esas fueron casi las mismas palabras que él le dijera antes de ser presentado como Franco Donatti, por lo que las reconoció y el pecho casi le estalla de emoción, sabía que no podía abrazarla ni besarla allí, pero nada impidió que la tomara de la mano y entrelazara sus dedos a los de ella, miró comprobando que estaban solos para darle un beso en el dorso mientras sus miradas se perdían la una en la otra.








CAPITULO 163




Era casi medianoche y Pedro no podía seguir soportando la espera, sabía que le había prometido a Paula que se mantendría al margen para que ella pudiera hablar calmadamente con Howard, pero nunca pensó que le resultara tan difícil quedarse tranquilo ante su silencio, movía el teléfono entre sus manos y se acercaba al ventanal, aprovechando la oscuridad para no verse atacado por su miedo.


—Por favor Paula envíame un mensaje, llámame, dime algo —pedía caminando de un lado a otro —no lo soportó más y se arriesgó él, escuchó tres veces el repique y después la contestadora—. ¡Mierda! Paula responde —pidió intentándolo de nuevo y esa vez fue directo al buzón de voz
sembrando el miedo en él.


Miró la pantalla de su móvil debatiéndose entre la idea de permanecer allí o ir hasta el departamento de ella, de pronto vio que una llamada de Paula entraba y no tardó un segundo en responder.


—Preciosa… siento molestarte, solo quería saber si todo estaba bien —mencionó con preocupación.


—No, nada está bien… todo es un desastre Pedro, todo es un desastre y yo… no sé… la verdad no sé si vale la pena tanto sufrimiento.


—Paula ¿qué sucedió? Por favor háblame ¿por qué estás así? —peguntó sintiendo una presión en el pecho ante las palabras de ella.


—Lo siento Pedro, no puedo, lo único que deseo es estar sola.


Fue todo lo que dijo y cortó la llamada, él se quedó un minuto sin saber qué sentido darle a sus palabras, mientras todo parecía estar balanceándose en una cuerda floja. Salió con rapidez para buscarla.


No pudo despegar su mirada de los números que avanzaban en el panel electrónico sobre las puertas, mientras sentía que su corazón latía desbocado presintiendo que podía perderlo todo en un instante, al fin estuvo ante el pasillo que se encontraba a metros de altura, sintió el maldito pánico intentar apoderarse de él, pero le dio la pelea y caminó con la mirada al frente, pues una cosa era ver las luces a lo lejos desde un piso veintiocho y otra muy distinta era caminar prácticamente sobre ellas. —Buenas noches, necesito ver a la señorita Chaves —le pido a la mujer blanca de cabello rubio, con algunas canas y ojos grises.


—Ella no se encuentra en este momento señor —respondió con un tono formal, pero su mirada reflejaba cierto rechazo.


—Acabo de hablar con ella hace un instante y sé que está aquí —insistió dando un paso al frente.


—Dijo que no deseaba ver a nadie, así que le pido que se marche o me veré en la obligación de llamar a la seguridad del condominio.


—Yo necesito hablar con ella, por favor… solo serán unos minutos —intentó una vez más mirándola a los ojos.


—Inés deja pasar al señor.


Pedro vio a la otra mujer que identificó de inmediato como Rosa, la cocinera de Paula y quien lo recibió el primer día cuando llegó con Diana, la misma que no había dejado de mirarlo y lo hizo sentir como si lo conociera.


—Rosa, este hombre es un extraño y ya es muy tarde para recibir visitas, además la señorita Chaves está indispuesta —dijo con autoridad mirando a su compañera.


—¿Indispuesta? ¿Qué quiere decir con indispuesta? —preguntó sintiendo que la bilis se le revolvía y un miedo atroz le encogía las entrañas al pensar que Howard le había hecho algo a Paula y por eso ella estaba tan perturbada cuando lo llamó—. Si él le hizo algo juro que lo mato, déjeme pasar —pronunció apoyando su mano en la hoja de madera para forzar su entrada si era necesario.


—Váyase en este instante señor —indicó la mujer.


—No lo haré… —decía cuando la vio aparecer toda descompuesta.


—¿Qué sucede? —preguntó alarmada y llena de miedo—. Pedro ¿qué haces aquí? —le cuestionó acercándose.


—Tengo que hablar contigo… y ya sé que me dijiste que querías estar sola, pero no puedo dejarte —contestó mirándola a los ojos.


—Inés déjalo pasar por favor —pidió mirando a la mujer.


—Por supuesto señorita —refunfuñó y se alejó de la puerta.


—Pueden dejarnos a solas por favor —pidió Paula en tono amable a las dos mujeres.


Ellas asintieron y se retiraron a sus habitaciones de manera muy discreta, tal como hicieron cuando comenzó a discutir con Ignacio.


—¿Por qué les pediste que te negaran para mí? —preguntó un tanto molesto por lo ocurrido.


—No les pedí que lo hicieran, no sabía que vendrías, pero debí suponerlo —contestó caminando con él hacia el salón.


—¿Qué ocurrió Paula? —la interrogó suavizando el tono de su voz, sintiéndose aliviado al saber que estaba bien, al menos físicamente.


—Terminé con Ignacio —contestó sin más, no quería hablar de ello.


—¿Él te hizo algo, te maltrató? —preguntó una vez más y se acercó.


—No, Ignacio no es un hombre violento, se puso furioso como era de esperarse, pero si hablamos de daños yo fui quien más hizo.


—Paula, ambos sabíamos que esto no iba a ser sencillo —decía cuando ella se volvió a mirarlo y lo detuvo.


—¿Sencillo? ¿Tienes idea siquiera de lo que estoy sintiendo en este momento? —cuestionó mirándolo, llena de rabia contra ella misma.


—Comprendo… solo quería ver que estabas bien. Que descanses Paula —dijo con tono adusto y le dio la espalda.


—Solo dime por favor que todo esto que estamos haciendo vale la pena, necesito saberlo Pedro —le pidió llorando de nuevo.


Él caminó hasta ella y la tomó con suavidad de los hombros mientras se perdía en ese par de ojos que amaba y últimamente había visto llorar tanto, le secó las lágrimas con su pulgar.


—No sé qué hacer, nunca quise lastimar a nadie… siempre he intentado complacerlos a todos para verlos felices, pero termino fallando y estoy tan cansada, no soy perfecta… no lo soy —expresó con dolor.


—Yo no necesito a una mujer perfecta, no quiero a alguien que diga que sí a todo, no necesito que hagas las cosas solo por complacerme, quiero que hagas solo lo que desees, que seas tú misma —se detuvo un instante sintiendo su corazón latir rápidamente—. Es tu decisión, si quieres que me vaya
dímelo ahora y dejaré que sigas con tu vida, pero si no lo haces, si tu silencio significa que deseas lo mismo que yo, te juro que no habrá nada que me impida recuperarte… todo depende de ti. ¿Me quedo o me voy? —preguntó acunándole el rostro, sintiendo que temblaba tanto como ella.


—Abrázame Pedro… Por favor abrázame y no me sueltes nunca —rogó viéndolo como su única esperanza de ser feliz.


Él la envolvió entre sus brazos con fuerza para mantenerla en pie y evitar que Paula se derrumbara ante sus ojos, la sostuvo mientras sollozaba y la consoló dándole suaves besos en el cabello, aguantando sus propias ganas de llorar al verla de esa manera.


Horas después ella se encontraba dormida entre sus brazos, se sentaron en silencio, no quiso contarle lo que ocurrió con Ignacio, él lo respetó y solo le hizo compañía.


La mujer llamada Rosa le indicó dónde quedaba la habitación y él la llevó cargada hasta allí, la recostó en la cama para que descansara, se quedó mirándola por varios minutos; antes de irse le escribió una nota recordándole que siempre estaría a su lado y que lo que sentía por ella era lo más valioso que tenía en la vida.