miércoles, 22 de julio de 2015

CAPITULO 43




Sus corazones latían desbocados y sus respiraciones eran aceleradas cuando llegaron hasta la habitación, no habían dejado de besarse en todo el caminó hasta allí, él la bajo apoyándola con suavidad en el suelo para comenzar a desvestirla, hasta él ahora solo le había quitado la camisa, la sostuvo por la cintura al sentir que sus piernas flaqueaban, le dedicó una sonrisa al ver que ella se sonrojaba y se mordía el labio antes de esquivarle la mirada.


Paula sentía su corazón latir tan fuerte que juraba iba a dejarlos sordos a ambos, podían sentir el ritmo acelerado de Pedro también, sus manos estaban apoyadas en el pecho de él, aun así creía que el suyo hacía mucho más escándalo, inhaló profundamente para intentar calmarse, estaba temblando mucho más que la primera vez que se acostó con un hombre, no quería mostrarse ante él como una inexperta, primero porque no lo era y segundo porque deseaba hacer que él también disfrutara de ese momento, aunque su experiencia fuera poca comparada con la que debía tener él, no le importaba, quería hacerle sentir cuanto lo deseaba y que estaba dispuesta a disfrutar de ese encuentro sin cohibirse por tontos prejuicios, o sus dudas sobre si eso estaba bien o no, quería sólo vivirlo mientras le durara.


Él acunó el rostro de Paula entre sus manos y continuó besándola, esta vez tomándose su tiempo, con roces suaves y húmedos, eran lentas caricias que iban avivando la llama dentro de sus cuerpos, debía calmarse un poco si no quería terminar portándose como un adolescente inexperto.


Siempre le había gustado seducir a sus amantes, ir minando sus fuerzas de a poco, llenarlas tanto de placer que terminaran rogándole por tenerlo dentro de ellas, y se juraba que con Paula no sería distinto, por el contrario, con ella sería mucho mejor, a ella deseaba darle más, hacerla rendirse por completo ante él.


Los labios de Pedro eran tan suaves y provocativos que ella podía jurar que jamás había besado unos parecidos, su calidez y la humedad que le impregnaba su lengua eran tan maravillosas y dulces, no quería dejar de besarlo, no quería separarse de él y aun así necesitaba mucho más de eso que le brinda, de eso que le prometía en cada toque de labios, caricia y gemido.


Cada sensación era tan poderosa que empezaba a sentir como si su cuerpo se elevara, cerró los ojos y llevó sus manos al cabello de Pedro, acariciándolo con lentitud, disfrutando de lo que provocaba en ella.— Me encanta besarte… me encanta que me beses, se siente tan bien — susurró contra los labios de él, con los ojos cerrados.


De pronto sintió como una sonrisa se dibujaba contra su boca y como los brazos de él la envolvían con mayor fuerza, abrió sus ojos descubriendo que él la miraba con emoción, se acercó y le acarició la nariz con sus labios para terminar de nuevo en su boca, vio esa sonrisa traviesa y arrogante que tanto provocaba dentro de ella.


—¿Lo dije en voz alta? —preguntó temerosa, la actitud de él se lo gritaba, sin embargo, no pudo evitar interrogarlo.


—Sí —respondió triunfante y le acarició las mejillas con los pulgares para disfrutar del calor que las cubrió—. Y debo culparte por no haberlo hecho antes, pero te prometo que pondré todo de mi parte para recuperar el tiempo perdido Paula —agregó con voz suave y sensual, se acercó al oído de ella para susurrarle algo más—. Besaré cada espacio de tu cuerpo, me encanta tu piel, me encanta sentirte temblar y juro que te besaré hasta que caiga rendido en ti —mientras decía estas palabras la despojaba con destreza del brasier.


Paula suspiró y tembló ante esa declaración y al sentir sus senos al aire, cerró los ojos un instante, los abrió y posó su mirada en Pedro, él tenía la suya puesta en sus pechos, completamente concentrado pero sin llegar a tocarla, ella quería que lo hiciera, deseaba sentirlo, así que llenándose de valor tomó una de las manos de él y la aproximó a uno, él la miró a los ojos antes de rozarlo.


—Acaríciame… quiero que lo hagas, quiero sentir tus manos —le pidió con algo de timidez, y al mismo tiempo en su mirada sobresalía la convicción que la pasión despertaba en ella.


—Deseo hacer mucho más que acariciarlos Paula —susurró contra sus labios, mirándola a los ojos.


Tomó ambos en una caricia lenta y posesiva, llenándose las manos con ellos mientras se bebía el gemido que ella liberó, deleitándose en masajear las dos colinas que adornaba el torso de ella, esas mismas que eran suaves y firmes a la vez, eran tan hermosos, naturales y turgentes, cálidos, sencillamente perfectos.


Se separó de los labios de Paula que seguía gimiendo ante sus caricias, posó su mirada de nuevo en los senos y el rosa intenso de los pezones lo volvió loco de deseo, no lo pensó dos veces y antes que ella pudiera anticiparse a lo que haría, la tomó por la cintura una vez más y la elevó hasta que sus senos estuvieran a la altura de su boca para poder beber de ellos.


La ola de placer fue tan poderosa que Paula sólo consiguió liberar un jadeo y cerrar los ojos mientras su cabeza caía hacia atrás en un movimiento espontáneo y muy sensual, que terminó ofreciéndoles sus senos a Pedro con total libertad. Se le aferró al cuello para no caer al piso y sus piernas rodearon la fuerte cintura masculina de nuevo, sintiendo como el goce hacía de las suyas en su interior, como sus entrañas se tensaban y se dilataban con fuerza con cada movimiento de él, su lengua la estaba enloqueciendo, ese ritmo lento y pesado con el cual le recorría sus pezones, viajando entre uno y el otro, como sus labios se cerraban y después succionaban con fuerza, como si deseara verdaderamente beber de ellos.


Pedro… —suspiró acercando su cabeza a la de él, apoyando su mejilla sobre los cabellos castaños que aún se encontraban húmedos, mientras sus brazos envolvían aquellos hombros que tantos sueños le habían robado.


—Paula eres deliciosa… —susurró contra sus senos, con la
respiración agitada y su aliento se estrelló contra la humedad que había dejado su lengua sobre el pezón.


Subió su rostro para verla y la imagen que ella le regaló lo hizo estremecer, era tan hermosa y sensual que su erección de por sí ya firme se convirtió casi en una columna, llevó una mano hasta la nuca de ella y la atrajo hacia él para besarla con ardor, sintiendo que entre más tenía de su boca más deseaba. La bajó de nuevo, esta vez con la firme decisión de
desnudarla por completo, ya no podía seguir dándole largas a sus ganas, la necesidad lo estaba torturando, le mordió el labio con suavidad llevando a la vez sus manos al botón que mantenía el short de Paula en su lugar, éste cedió con facilidad y la cremallera hizo exactamente lo mismo, lo deslizó rozando el magnífico derrier que tanto había anhelado tocar, apoyó ambas manos en las nalgas redondas y firmes de ella para pegarla a su cuerpo, Paula jadeó y él gimió ante el contacto de sus pieles desnudas, una sensación casi eléctrica los recorrió a ambos.


—Desnúdeme señorita Chaves —le pidió con voz ronca y sensual, apretando el trasero de ella.


Paula le dedicó una sonrisa coqueta, le dio un beso en el cuello y con destreza llevó sus manos hasta el pantalón, repitiendo la misma acción de él lo despojó de la prenda y no se limitó al momento de imitarlo y apoderarse de los glúteos bien formados de Pedro, con satisfacción hundió sus dedos en éstos y se mordió el labio inferior con fuerza cuando lo atrajo hacia ella pegándolo a su cuerpo, sintiendo por primera vez el calor y la rigidez de su erección, que aún a través de su prenda interior podía sentir a la perfección.


—Vamos a la cama Paula —esbozó él con urgencia, la envolvió entre sus brazos y caminó con ella hacia la gran cama a un extremo de la habitación.


Los nervios que la habían invadido al principio regresaron de nuevo e intentaron desplazar a su excitación, pero ella se negó a darles cabida, en ese momento solo quería disfrutar de Pedro, buscó su boca y lo besó sintiendo como de pronto caía sobre la cama en un movimiento muy rápido, se sorprendió y dejó libre un jadeo separándose del beso.


—Lo siento… no salió como en las películas —mencionó travieso y le acarició el rostro apartando el cabello que lo había cubierto ante la caída, le dio un beso más y con suavidad la movió sobre las sábanas azul marino que cubrían el lecho.


Ella compartió su sonrisa, no podía no hacerlo cuando le encantaba que él jugara para ayudarla a relajarse, quizás había notado sus dudas, podía sentir que él también estaba nervioso y eso de cierto modo le encantó, quiso seguirle el juego.


—Espero que el resto de su actuación sea destacable señor
Alfonso… —le dijo en contraataque por su broma.


—Lo será mi hermosa escritora… lo será, vas a quedar tan complacida que sólo yo seré el dueño de toda tu admiración. —indicó mostrándose seguro, mientras bajaba para besar sus senos otra vez.


—¿Dónde dejaste a modesto? —preguntó ella elevando una ceja.


—Nunca viene conmigo —contestó regalándole una sonrisa sensual, hermosa, después se adueñó de sus cimas una vez más.


Paula suspiró cerrando los ojos y entregándose al placer, ya había sido besada de esa manera, pero había algo en el modo de hacerlo de Pedro que sencillamente la hacía sentir como si fuera la primera vez, todo era tan intenso y erótico, sus labios no sólo eran perfectos besándola en la boca, también lo eran sobre sus senos y no pudo evitar imaginar cómo serían besando su intimidad, eso la hizo estremecer y cruzar sus piernas sin poder evitarlo, llevó su mano a la espalda de Pedro para acariciarla, le encantaba como todo en él aunque aún le quedaba algo por ver.


Mientras seguía besándola, aprovechó la rendición de Paula para despojarla de la última prenda que quedaba en su cuerpo, ella le facilitó el trabajo elevando sus caderas al tiempo que le entregaba un cálido suspiro y lo besaba en la sien, Pedro sentía su pecho llenarse de una emoción distinta a cualquier otra que hubiera experimentado antes, su corazón latía con fuerza y todo su cuerpo estaba tan sensible, que el más simple roce que ella le entregaba lo estremecía, no sólo en el exterior, sino dentro, allí donde nacían sus sentimientos y sensaciones, la besó en medio de los senos, la besó en el estómago y lo hizo también en el vientre con los ojos cerrados, sintiéndola temblar y gemir.


Pedro… por favor… termina con esta espera de una vez, no puedo soportarlo más —confesó sin poder evitarlo, sintiendo como su piel se quemaba y su centro ardía en llamas, como dolía por no tenerlo dentro de ella.


—Espera un minuto —le respondió separándose.


Se puso de rodillas sobre la cama y terminó de quitarle el panty, sonriendo ante la hermosa prenda de encajes y algodón, recordando cuando había deseado tenerla con sólo algo así puesto, ahora la tenía mucho mejor, estaba completamente desnuda y en su cama.


Era sencillamente preciosa, su cuerpo era perfecto, mejor de lo que se había imaginado, la sola imagen hizo que su corazón se desbocara en latidos y casi lo lleva a quitarse lo que aún mantenía encima y tomarla así sin más, pero sabía que eso no era lo correcto.


Debía ser responsable, no sabía si Paula se estaba cuidando o no y aunque quizás no corría el riesgo de una enfermedad de transmisión sexual pues ella parecía una mujer sana, él jamás había fallado en eso y no lo haría ahora, antes que las ganas estaba su salud. Se levantó de la cama dándole un beso, sólo un toque de labios y caminó hasta el baño, revisó en las gavetas creyendo que allí había puesto los paquetes de condones.


Pedro… ¿está todo bien? —preguntó ella un poco desconcertada irguiéndose sobre la cama.


—Sí, todo bien, solo estoy buscando algo —contestó de inmediato y suprimió una maldición al no dar con los preservativos.


—¿Necesitas que te ayude? —inquirió de nuevo al caer en cuenta de lo que él buscaba.


Una alarma se activó en su mente en cuestión de segundos, ella jamás había estado con un hombre sin preservativos, sin importar toda las peticiones que le hiciera su ex Francis para que tuvieran relaciones sin protección, alegando aquello de que eran una “pareja estable” o sus deseos de probarlo con Charles cuando inició su vida sexual, nunca se tragó el cuento de que ellos los olvidaban. Así que ella siempre tenía consigo, pero desde hacía muchos meses no había necesitado de éstos y tampoco se estaba cuidando con anticonceptivos. Eso sólo indicaba algo, que con toda la frustración que eso implicaba, si Pedro le decía que no tenía, lamentablemente tendría que dejar las cosas así y salir de ese lugar.


—No te preocupes Paula, yo me encargo… —dijo saliendo de su habitación y caminó hacia el armario.


—¿No tienes preservativos? —ella formuló la pregunta, pero su tono indicaba más una afirmación.


—Sí tengo… sólo que no recuerdo dónde los dejé, pero estoy seguro que traje conmigo… siempre llevo varios paquetes conmigo… —contestó revolviendo sus objetos personajes en el armario.


Paula se levantó sintiendo una especie de decepción alojarse en su estómago, en verdad deseaba tener sexo con él, pero siempre había antepuesto su propio bienestar a todo lo demás, incluso a su instinto de mujer y aunque debía aceptar que nunca se había sentido tan atraída y excitada por un hombre como con Pedro, sabía que no podía acostarse con él sin protección, no disfrutaría, se bloquearía.


Respiró profundamente con la determinación de acabar con eso, se envolvió en una sábana para acercarse a donde había quedado tirada su ropa y estaba por recoger su panty cuando él se volvió en un movimiento rápido que la hizo sobresaltar.


—¡La maleta! Están en la jodida maleta… —exclamó con una gran sonrisa que se congeló en sus labios al ver a Paula de pie y con semblante serio, se acercó a ella sintiendo el corazón oprimido—. ¡Hey! ¿Pensaba abandonarme señorita Chaves? —le preguntó buscando la mirada café que le rehuía, pero después lo miró.


—Yo… Pedro quiero que dejemos algo en claro, hace mucho que no tengo relaciones sexuales con nadie y no me estoy cuidado, además que tengo por regla tener sexo siempre y cuando sea con preservativos, sé que para muchos hombres esto resulta incómodo, pero son mis términos, si te parece bien podemos continuar si no… bueno, supongo que terminamos aquí —le hizo saber con determinación, manteniéndole la mirada.


—No tengo problemas con usar protección Paula, por lo general siempre lo hago y comprendo tu inquietud, créeme yo también soy consciente de lo importante que es cuidarse, no estaba intentando fingir que no tenía preservativos, en realidad no recordaba donde los había dejado, sé que muchos hombres juegan a eso pero no soy de ese tipo, si quiero tener sexo con una mujer sin usar condón se lo consulto a ella antes, no me aprovecharía nunca del momento —le aseguró con seriedad mirándola a los ojos.


Las palabras de ella y sobre todo su actitud lo había hecho sentir molesto, pero no podía culparla por mostrarse así, él sabía muy bien la cantidad de trucos que muchos se inventaban y la famosa excusa de olvidar los preservativos para persuadir a las mujeres de tener sexo sin protección.


Quizás a ella le había sucedido y por eso se mostraba a la defensiva, después de comprender mejor su actitud se sintió agradecido pues eso indicaba que Paula era una mujer muy centrada y precavida, que podía confiarle su cuerpo sin ningún problema porque ella no le causaría daños.


—Siento si te hice sentir juzgado… es solo qué… para una mujer a veces no resulta sencillo tener que luchar contra cosas de este tipo… — decía sintiéndose de repente apenada.


—Lo sé, no tienes que disculparte, por el contrario me alegra saber que también valoras tu bienestar, que te preocupas por cuidarte… sólo quiero pedirte algo, en este momento estás conmigo Paula y quiero que dejes atrás todas las malas experiencias que hayas tenido, permíteme empezar de cero contigo, déjame demostrarme tal y como soy, trata de no hacer comparaciones… y yo te prometo que intentaré no hacerlas tampoco ¿está bien? —le preguntó mirándola a los ojos, apoyando sus manos en los hombros de ella para hacerla sentir confiada.


—Bien… gracias por comprender —respondió entregándole una sonrisa tímida y una mirada cargada de agradecimiento.


Él asintió en silencio mientras le sonreía, le tomó el rostro entre las manos y la acercó para besarla, primero un roce de labios y después un beso cargado de intensidad, se separaron un par de minutos después sintiendo que de nuevo la pasión estaba instalada en ellos, Pedro buscó la maleta en el armario y sacó de uno de los bolsillos internos de ésta cinco pequeñas cajas en colores negro y púrpura, cuyas letras en plateado resaltaba su función: “extra sensitivos”, cada una traían tres preservativos.


—Bueno… aquí tenemos para unos tres días señora escritora, quizás menos, pero ya después nos las arreglaremos para encontrar más —indicó sonriendo con picardía mientras se los enseñaba.


—Pero hay quince… eso mínimo nos da para una semana —mencionó ella asombrada por las palabras de él.


—No conmigo, y muchos menos si los voy a usar contigo Paula, me prometí que no te dejaría dormir en días cuando te tuviera y créeme estoy más que dispuesto a cumplir esa promesa. —le dijo con una sonrisa y la tomó en brazos para llevarla a la cama.


Ella comenzó a reír con entusiasmo y lo besó llena de emoción mientras se acercaban a la cama, él la dejó allí con cuidado esta vez y estaba por quitarse su ropa interior cuando ella lo detuvo, se colocó de rodillas sobre la cama y después de dejar caer varios besos sobre el pecho fuerte y hermosamente masculino de Pedro deslizó con agilidad el bóxer hasta dejarlo caer a los pies de él. Sintiendo una maravillosa sensación recorrerla entera cuando al fin lo vio completamente desnudo, era la máxima expresión de perfección, había imaginado como sería su miembro, pero nada se comparaba con verlo en un plano real.


Él también la despojó de la sábana que la envolvía y esa vez pudo disfrutar de su total desnudez, de su vientre plano y blanco, de sus caderas redondas y provocativas, de su pubis cubierto apenas por una delgada capa de vellos en tono castaño, un hermoso y pequeño triángulo producto de una depilación cuidada, sumamente sensual, hizo que su erección recobrara la firmeza que había perdido en la búsqueda de los benditos condones, con su mano acarició ese lugar deleitándose en la sedosidad de los finos vellos, no pudo controlar sus deseos de ir más allá y despacio frotó un par de dedos en la humedad de Paula, gimiendo al comprobar que estaba muy excitada.


Un jadeo escapó de sus labios ante la invasión de Pedro, arqueó la espalda y cerró los ojos disfrutando de sus movimientos, ella no quería quedarse atrás, así que mostrándose osada llevó sus manos hasta la masculinidad de él, la envolvió con suavidad y decisión al mismo tiempo, arrancándole un jadeo que le supo a gloria, ofreciéndole su lengua mientras lo besaba y continuaba con la caricia que a cada minuto se hacía más intensa, justo como la que le estaba brindado él a ella.


—Deseo estar dentro de ti… ahora Paula —esbozó separándose del beso, pero acariciándole los labios con la lengua.


—Pensé que jamás lo dirías —pronunció mostrando una sonrisa triunfante, algo le decía que él esperaba que ella se lo pidiera.


Pedro la miró divertido llegando a la misma conclusión que ella, sin duda lo había vencido, pero el triunfo no le duraría mucho, tomó el paquete con el preservativo que había dejado sobre la cama, rompió el sobre metálico por donde indicaba la marca, tomándose su tiempo para hacerla desesperar a propósito, aunque en su acción él se estuviera muriendo.


—Déjame hacerlo —le pidió Paula adivinando su juego.


Lo recibió emulando la sonrisa que él le dedicó, respiró profundo para controlar el temblor que de un momento a otro se había adueñado de sus manos, lo llevó hasta el glande de Pedro y se concentró en deslizarlo despacio hacia la base de su pene, en verdad era hermoso y lo mejor de todo de un tamaño ideal, estaba segura que con él disfrutaría mucho y no se vería expuesta a la tortura que sufría con Francis, quien estaba demasiado dotado y más que darle placer la mayoría de las veces terminaba haciéndole daño.


—¡Listo! —esbozó emocionada al ver que lo había hecho bien.


—¿Segura? —inquirió Pedro elevando su ceja derecha, sólo buscaba provocarla y que lo tocara un poco más.


—Sí, está perfecto —contestó con una sonrisa deslizando dos de sus dedos por la longitud tensa y ardiente.


—¿Qué está perfecto? ¿El preservativo o mi pene? —preguntó de nuevo para intimidarla, la quería sonrojada y excitada.


—Ambos —respondió con seguridad, complaciéndolo cuando sus mejillas se pintaron de carmín, se mordió el labio antes de besarlo.


Pedro le entregó una seductora sonrisa antes de dejarse envolver por un nuevo beso, la espera se le había hecho interminable, pero por extraño que pudiera parecer el afán de minutos atrás había casi desaparecido, ahora deseaba hacerla suya con dedicación, le acarició el cuerpo sintiendo con satisfacción como su piel se erizaba bajo el toque de
sus dedos y ella se estremecía.


—Ven —le susurró Paula tomándolo por la mano.


Él apoyó una rodilla en la cama y en cuestión de segundos ya se encontraba encima de ésta, la ayudó a tenderse despacio disfrutando de su imagen sobre las sábanas oscuras que hacían resaltar el tono nácar de su piel, lentamente la cubrió con su cuerpo, quedando perfectamente alineados, sintiendo el maravilloso roce de sus pieles que se colmaron de calor, se miraron a los ojos en silencio, dejando que sus miradas hablaran, ninguno de los dos fue consciente de lo que le expresaron al otro, sólo las dejaron en libertad.


Paula suspiró relajándose por completo mientras le acariciaba la espalda a Pedro, rindiéndose a la magia que desbordaban sus hermosos ojos azules, fue abriendo sus piernas para él, creando el espacio perfecto para que pudieran al fin unirse, elevando su pelvis en una invitación silenciosamente sensual, gimiendo al sentir como él acompañaba su gesto con suaves toque de labios y su cuerpo fuerte y cálido se ubicó en medio del suyo.


La sensación del miembro de Pedro rozando su vientre fue tan excitante que la hizo gemir y apoyarse en sus hombros para elevar sus caderas y pedirle un poco más, al tiempo que le ofrecía su lengua rozándole los labios con un gesto tan erótico, que vio como el tono índigo de las iris de Pedro se cubría de la sombra del deseo, regalándole un par de zafiros que brillaban con intensidad.


Pedro acarició con la punta de su lengua la de ella y después la atrapó entre sus labios, deleitándose con el gemido que le entregó, mientras rozaba su miembro en la cálida humedad que desbordaba la intimidad de Paula, su respiración se aceleró cuando se posó justo en la entrada de ella. Llevó una mano hasta su punto más sensible y con dos de sus dedos acarició un par de veces, sintiéndola vibrar ante el roce, ella jadeó apretando su glande, intentando meterlo en su interior, pidiéndole en silencio que la penetrara.


—He soñado durante semanas con esto —pronunció antes de empezar a hundirse en su interior.


Ella se arqueó liberando un gemido, sintiendo como se abría paso lentamente entre sus entrañas, tan despacio que podía jurar la hacía consciente de cada centímetro que conquistaba y la hacía expandirse, era la sensación más deliciosa que hubiera experimentado hasta ese momento, podía sentir que él se contenía y la maravillaba su auto control, elevó una mano para acariciarle el rostro, para demostrarle cuanto valoraba que la tratara de esa manera.


Él le regaló una sonrisa y con sus labios le recorrió la mejilla, dibujando un camino hasta su oreja, liberando un suspiro que la hizo estremecer y le provocó cosquillas pues la escuchó reír, él también lo hizo y después terminó por deslizarse por completo en su interior, deleitándose en lo estrecha que se encontraba. Recordó que le había dicho que hacía mucho no tenía sexo, le fue completamente sincera y por una razón que no lograba explicarse lo hizo feliz comprobarlo, cada roce era tan intenso que apenas si notaba que tenía puesto un condón, la forma como ella lo envolvía y lo aprisionaba lo tenía al borde del delirio, sus deseos de lanzarse en un ritmo desbocado, luchaban contra su anhelo por prologar el encuentro.


Habían pasado un par de meses desde que él tuviera sexo, las ansias acumuladas aunado al deseo que había despertado Paula, lo estaba haciendo sentir como la primera vez que se acostó con una mujer, no quería llegar al mismo final con ella, eso sería vergonzoso, por ello procuraba ir despacio, respirar profundamente y concentrarse en darle todo el placer que pudiera, lograr que al menos tuviera un par de orgasmos antes que él se desahogara.


Paula temblaba y gemía perdida en ese mar de placer que
Pedro había creado para ella, a cada segundo que pasaba sentía como crecía esa emoción que precede al orgasmo, como sus músculos se tensaban alrededor de él buscando sentirlo aún más, los besos que él dejaba caer en su cuello era tan excitantes que sólo se limitó a sentirlos y sabía que eso era un poco egoísta de su parte, que ella también debía participar de igual manera, pero era la primera vez que un hombre se dedicaba por completo a su placer y no quería desaprovechar ese instante, ya después lo complacería a él.


—Me encanta tu olor… —pronunció él en la base de su garganta y pasó la lengua por el declive en ésta, ella se estremeció con fuerza y él repitió la acción esta vez más despacio—. Y me encanta tu sabor… eres tan dulce Paula —agregó en un susurro, dejó que su aliento cubriera el rastro de humedad que su lengua pintó.


—Siento… que estoy ardiendo… me estás quemando Pedro… no puedo más… no puedo más —esbozó entre gemidos aquello que sentía, no se cohibió en hacérselo saber, él lo merecía, por todo ese placer que le brindaba se merecía eso y más.


En respuesta a las palabras de Paula, él aumentó el ritmo de sus caderas, llegando más profundo dentro de ella, sintiendo como su punto más sensible rozaba un lugar especial dentro su cavidad y como los labios vaginales alcanzaban a tocar la base de su miembro, ella lo tomaba completamente creando una unión perfecta, como nunca había tenido con otra mujer, se deslizaba exquisitamente entre la calidez y la humedad que de ella brotaba y parecía aumentar a cada segundo.


—Deseo fundirme en ti… eres perfecta Paula… tú también me quemas… me estás volviendo loco preciosa —pronunció contra sus labios bebiéndose su aliento tibio y dulce como la miel.


Puso sus brazos por debajo de ella y apoyó sus manos en los hombros para sostenerla, mientras aumentaba la rapidez de sus penetraciones, sus caderas se lanzaron en una carrera frenética que buscaba llevarla a ella al orgasmo y así poder liberarse él también, sentía que ya no podía seguir aguantando más el remolino en su interior, sus testículos se tensaban reteniendo la eyaculación.


—¡Oh, Dios! —exclamó Paula en medio de un jadeo ahogado que casi la hizo estallar, el cambio de ritmo de Pedro la había tomado por sorpresa llenándola de un inmenso goce.


Sentía como los movimientos de sus caderas la hundían en el colchón, eran tan deliciosamente contundentes, que no podía seguir aguantando su liberación. Buscó los labios de él para besarlo con ímpetu mientras le daba rienda suelta a sus caderas para que lo acompañaran en esta danza tan extraordinaria.


Un segundo después sintió como su cuerpo se tensaba de pies a cabeza, abandonó la boca de Pedro y hundió su rostro en el cuello de él, ahogando en este el grito que prácticamente le desgarró el pecho, uno que jamás había expresado antes, casi convulsionó bajo su cuerpo, unida a él, apretándolo con tanta fuerza que lo sintió detener sus embistes y respirar con dificultad.


Paula sintió como si el aire abandonara por completo su cuerpo dejándola jadeante, agotada y temblorosa, mantenía sus ojos cerrados, apretándolos con fuerza, mientras sus manos crispadas se aferraban a la espalda de Pedro. Aún sentía como suaves vibraciones le recorrían el cuerpo y se concentraban presionando el miembro de él que se hallaba
profundamente dentro de ella, el sudor que cubría el cuello de Pedro se mezclaba con aquel que perlaba su propia piel.


Inhaló profundamente para regresarle el oxígeno a sus pulmones y todo el aire cercano a ella estaba impregnado del aroma de él, eso provocó que los latidos de su corazón que empezaban a calmarse, se lanzaran cuesta abajo en la pendiente que apenas subía y ella se dejó arrastrar sin oponer resistencia, pues deseaba continuar disfrutando de esta sensación tan dulce y placentera que por primera vez experimentaba en su vida.


Él la dejó recuperarse del orgasmo, sintiendo su pecho colmado de felicidad y orgullo por haber conseguido mantenerse, mientras ella era arrastrada por el clímax; sentía su respiración entrecortada a un lado de su cuello, los temblores que aún la recorrían y esa maravillosa presión que seguía ejerciendo en torno a su pene, las sensaciones que Paula le entregaba eran tan intensas que empezó a cuestionarse.


¿Qué había de distinto en ella? ¿Por qué sentía como si todo con ella fuera completamente nuevo? ¿Por qué esta felicidad que parecía desbordarlo? No quiso analizar nada en este momento, no tenía tiempo para ello, las pulsaciones de su erección lo instaba a retomar su marcha, buscó el rostro de Paula y pudo jurar que era lo más hermoso que había visto hasta ahora, se encontraba sonrojado y sus labios aún temblaban, tenía los ojos cerrados y las largas y tupidas pestañas descansaban en sus pómulos.


—Si pudieras ver lo preciosa que luces en este momento —expresó con emoción apoyando su frente en la de ella.


Paula abrió los ojos, parpadeando para ajustar su vista al entorno, aún sentía la vista nublada, en realidad sentía que toda ella se encontraba envuelta en una nube, llevó su mano trémula hasta el cabello de Pedro apartándolo un poco de su rostro, lo tenía bastante largo y esté caía a ambos lados de su cara, le gustaba mucho, era tan manejable, entrelazó sus
dedos en éste y le dedicó una sonrisa radiante pues se sentía muy feliz y satisfecha, buscando sus labios para besarlo al tiempo que se movía de nuevo debajo de él, queriendo con ello que Pedro retomara el camino de su propia liberación.


—Llévame ahora contigo Paula —le pidió posando una de sus manos en la cadera de ella y acariciándola con un gesto sugerente.


Ella comprendió lo que le pedía sin que tuviera que esbozarlo o hacerlo él mismo, la sintió doblar sus piernas haciéndole más espacio en medio de éstas, sintió como las manos de ella abandonaban sus hombros para deslizarse por su espalda en una caricia maravillosa, hasta llegar a su cintura donde se detuvieron un poco dudosas y después de darle un beso intenso y absoluto se animó a posarlas en sus glúteos, apretándolos con decisión para luego usarlos de apoyo y elevar su pelvis haciéndolo entrar más en ella, llevándolo hasta el fondo de su intimidad y haciéndolo gemir
de placer.


Un gemido que Paula compartió y que no sólo fue provocado por sentirse colmada por Pedro, sino por la extraordinaria sensación que la recorrió al satisfacer sus deseos de tocarlo de esa manera, lo había anhelado en varias ocasiones y aún le parecía increíble que todo eso estuviera sucediendo entre los dos, que estuvieran al fin unidos así. Se reprochó tantas veces por dejar sus pensamientos volar y justo ahora todo eso le parecía tan absurdo, había sido una idiota por negarse lo que vivía en ese instante, se prometió que nunca más lo haría, no con él.


Pedro supo que estaba perdido, que ya nada lograría retener el orgasmo que pulsaba en su interior y pendía de un hilo, acarició las piernas de Paula antes de lanzarse de nuevo en esa carrera desbocada que había tenido minutos atrás, sus penetraciones cada vez eran más profundas y rápidas, la sintió apretar sus caderas para hacerse más estrecha y eso lo hizo liberar un gemido ronco que salió de lo profundo de su pecho, no disminuyó un sólo instante sus movimientos, ya no podía parar, necesitaba liberarse, la besó con urgencia, ahogando con su lengua los gemidos y los jadeos que frotaban de ambos, sus labios recorrieron el rostro de ella mientras sus manos hacían lo propio en su cuerpo.


Olas de placer lo golpearon con tanta intensidad que apenas logró mantenerse cuando ella comenzó a temblar de nuevo, esta vez no pudo sólo esperar a que el orgasmo de Paula pasara, se dejó ir con fuerza, vibrando igual o más que ella, sintiendo que esto era lo más extraordinario que hubiera experimentado nunca y algo dentro de él crecía y recorría su ser con asombrosa contundencia, rompiendo con todo lo que vivió anteriormente, haciéndolo consciente que eso sencillamente era más.


Mucho más.