miércoles, 22 de julio de 2015

CAPITULO 40




Cuando los primeros rayos del sol entraron a su habitación ya Paula se encontraba mirando las aspas del ventilador del techo, apenas había logrado dormir en lo que restó de la noche, se había despertado desde hacía un par de horas, pero no se había sentido con ánimos de salir a correr. Su
mente aún se encontraba colmada de los recuerdos de la noche anterior, el que se repetía con mayor insistencia era ese último, ese donde creyó que Pedro la besaría. Se había sentido tan desconcertada y molesta cuando él abandonó la casa, que ni siquiera tuvo la cordura para despedirlo como debía, sólo se quedó parada como una estúpida viéndolo alejarse y frustrando todos sus deseos.


—¡Perfecto! ¡Perfecto Paula! Ahora él debe estar pensando que te tiene comiendo en la palma de la mano, te mostraste como una verdadera idiota, debiste seguirle el juego, demostrarle que habías entendido su broma y que además te reías de ella… —se decía en voz alta, dejó libre un suspiro y de nuevo el calor del aliento de Pedro parecía estrellarse contra sus labios— ¡Debiste haberlo seducido también!... ¡No! Bueno, tampoco era necesario llegar a eso… ¡Ay! ¿Qué voy a hacer cuando lo vea de nuevo? —se cuestionó llevándose las manos al rostro sintiéndose desde ya apenada.


No tenía caso seguir allí reprochándose lo que no había hecho la noche anterior, no ganaba nada con ello, lo que tenía que hacer era pensar con mayor calma las cosas y actuar de manera natural.


Lo más probables, era que Pedro ni siquiera le hubiera dando importancia a su jueguito, y en todo caso si él quería sacarlo a acotación, ella podía fingirse amnésica o hacer de cuenta que había sido todo tan insignificante, que en pocos minutos lo había olvidado, sí, eso debía hacer, restarle importancia al asunto y actuar de manera natural, lo primero era seguir con su rutina de siempre.


Después de una hora Paula se encontraba inmersa en su práctica diaria, en cuanto salió de su casa, buscó el concierto de una de sus cantantes favoritas y lo colocó para que le ayudara a relajarse, todo iba de maravilla hasta que Joss Stone comenzó a cantar Don´t Know How, la letra de esta canción no era precisamente lo que ella necesitaba sí quería dejar de pensar en Pedro, pero todo lo que decía era tan parecido a lo que le estaba ocurriendo con él, esa disyuntiva entre querer escapar de ese sentimiento que cada vez se apoderaba más de ella, que la hacía sentir tan viva, como no se había sentido antes, y la llenaba de miedo. 


La verdad era que no sabía cómo lidiar con lo que le estaba sucediendo, la canción terminó y dio inicio a otra que resultó igual de peligrosa para Paula.


—Sí, justamente ésta es la más indicada para el momento Joss, como si no hubiera sido suficiente con la anterior, pero la culpa no es de ella es tuya. Definitivamente Paula tienes un tino para escoger las canciones últimamente que me sorprendes —se reprochó sintiendo una mezcla de frustración, rabia y alegría colmarle el pecho.


Se detuvo junto a una seta apoyándose de espaldas, en ésta aún con los ojos cerrados, mientras negaba con la cabeza y sonreía, siguiendo en su mente la letra de Put your hands on me, se rindió ante la misma pues le encantaba, comenzó a cantarla y moverse al ritmo de la misma, y así evitaba que su cuerpo se entumeciera.



Put your hands on me baby
You got me flipping
One more time
Put your hands on me baby
Put your hands on me baby now
One taste I'm tripping
Just kiss me baby, tell me you're mine
Put your hands on me baby now.


—Si me lo pides de esa manera juro que será imposible negarme.


La voz de Pedro llegó hasta ella en medio de la melodía que seguía sonando, y la sacó de golpe del plácido lugar a donde había viajado, Paula abrió los párpados asombrada y lo primero que vieron sus ojos fue el hermoso rostro de Pedro, sus ojos brillantes y de un clarísimo azul, que casi lucían celestes por los reflejos de la luz sobre ellos, tenían una mirada cargada de diversión y su sonrisa era sencillamente
deslumbrante, mucho más que el intenso sol de Toscana en esos momentos.


Ella se quedó literalmente sin aire, su voz desapareció y sentía su rostro arder como si estuviera expuesto a una gran fogata, no, lo sentía mucho peor, sabía que debía estar sonrojada hasta los cabellos, pero con todo eso no lograba escapar de la mirada del actor, su corazón golpeaba desesperado dentro de su pecho, su vista comenzaba a nublarse mientras sentía sus piernas flaquear.


¡Oh por Dios! ¡No! Una baja de presión no, ahora no…


Fue el primer pensamiento coherente que llegó hasta ella, llevó sus manos al árbol para sujetarse de éste y cerró los ojos un momento para aclarar su mente, inhaló profundamente y el aroma de la naturaleza que la rodeaba junto con la esencia absolutamente masculina de Pedro la
embriagó, sintió como él apoyaba la mano sobre su mejilla y no pudo evitar temblar.


—¿Te encuentras bien Paula? —preguntó con preocupación, ella se había puesto pálida de pronto, posó su mano en la mejilla de la castaña y su piel estaba fría, algo extraño tomando en cuenta el calor que hacía y que ella había estado trotando, de inmediato cayó en cuenta lo que había sucedido—. Tienes una baja de presión… fue por detenerte de golpe, será mejor que te quedes aquí un rato, ven apóyate en mí… —decía rodeándola con sus brazos, separándola del árbol y acercándola a su cuerpo.


Llevó una mano a la cabeza de la chica para moverla, hasta dejarla apoyada sobre su pecho, no pudo evitar sonreír ante la sensación que esa cercanía provocó en él, le gustaba, en realidad le encantó tenerla así.


—No… no es necesario Pedro, se me pasará rápido —intentó negarse, pero débil como se encontraba no pudo hacer mucho para liberarse de los brazos del castaño.


Sintió como su cuerpo traicionero se relajó, casi buscó hundirse en él, no podía negar que se sentía muy placentero y eso le gustó mucho, incluso podía escuchar el latido fuerte y acelerado del corazón, sentir el calor que traspasaba la tela de su camiseta, su aroma, que percibía con mayor
intensidad por la cercanía, un suspiro escapó de sus labios, y tuvo que luchar contra ella misma para no terminar hundiendo aún más su rostro contra el pecho de Pedro.


—Por favor Paula deja la terquedad para otro momento… después de todo, te estoy complaciendo, pedías que pusiera mis manos sobre ti… —acotó mientras sonreía con picardía.


—Sólo estaba cantando y… ¿Quién te ha dicho que quería que fueran tus manos las que estuvieran sobre mí? —le preguntó con altanería mientras se recuperaba.


—¿Ah, no? Entonces... ¿Las de quién deseabas? —la interrogó elevando su ceja izquierda, se arrepintió de haber hecho esa pregunta pero ya era muy tarde, la había formulado y sólo debía esperar una respuesta de ella, mientras una extraña sensación muy desagradable además, le oprimía el pecho.


—Las de Brad Pitt —contestó seria, pero por dentro estuvo a punto de romper en una carcajada, cuando vio el semblante descompuesto de Pedro.


—¿Disculpa? —le preguntó frunciendo el entrecejo pensando que había escuchado mal, ella no parecía ser del tipo de mujeres fans de estrellas de Hollywood, debía estar bromeando.


—Como escuchaste… no creo tenga que volver a repetirlo —respondió elevando la barbilla con dignidad.


—Entiendo, te resulta divertido burlarte de mí… bueno, digamos que te sigo el juego, es una verdadera lástima entonces que no sea él quien esté aquí en estos momentos, sino yo, tendrás que conformarte conmigo Paula… puede que resulte mejor que él, es decir, es casi un anciano —
esbozó con toda la intención de irritarla.


Paula abrió la boca un par de veces para protestar y refutar
semejante barbaridad, pero la sonrisa ladeada de Pedro, y ese intenso brillo que hacía lucir tan hermosos sus ojos, la dejó sin palabras nuevamente, ni siquiera se había dado cuenta que tenía sus manos apoyadas en la espalda del chico, hasta que él con suavidad le acarició la piel de su cintura al descubierto y la hizo estremecer.


—¡Por favor! No hagas comparaciones… tú y Brad son abismalmente distintos, y sí, me encanta, ha sido el amor de toda mi vida, no pongas esa cara de espanto —le replicó para molestarlo más aún, mientras fingía que su cercanía no la perturbaba, no actuaría como la noche anterior, ese día no.


—Sí, tienes razón, sólo compartimos la misma profesión pero nada más, él está en los cuarenta y tanto y yo apenas tengo veinticinco. ¿Sabes algo? Existe algo más que compartimos…y eso nos dejaría a mano a nosotros dos, de tener que escoger entre Angelina y tú, terminaría quedándome con ella… —puntualizó dejando ver una gran sonrisa cuando el semblante de Paula palideció y después se sonrojó lleno de rabia—. A ver ¿cómo se siente ese golpe en su ego señorita Chaves? —inquirió con sorna mientras sonreía perverso y se acercaba más a ella para intimidarla, debía vengarse.


—¡Idiota! —fue lo único que alcanzó a esbozar.


Ciertamente la había ofendido, aunque ¿qué le importaba a ella si él escogía a Angelina o no? Después de todo le resultaría hasta provechoso, es decir, se libraría de su constante acoso y era eso lo que deseaba… o al menos eso quería creer. Quiso alejarse, darle un empujón por ser tan
estúpido, pero esa no sería la reacción de alguien que deseaba mostrarse indiferente, aunque la enfureció mucho más que él comenzara a reír con desenfado.


—¡Tonta! —contestó Pedro mientras reía.


Ella parpadeó asombrada, él la había insultado, la había… ¿Qué demonios le ocurría? ¿Cómo se atrevía a llamarla tonta? Definitivamente se encontraba fuera de sus cabales no era de caballeros tratar a una mujer así, no era… ella vio como seguía riendo y notó cuán absurda e infantil era toda esta situación, era bochornoso estar discutiendo de esa manera, no logró evitar comenzar a reír contagiada por su entusiasmo, se estaban comportando como unos chiquillos de preparatoria que defienden a sus “ídolos”.


—Ya me siento mejor —susurró Paula para salir del silencio que los había envuelto, estaba pérdida en los ojos de Pedro.


—Lo sé, ya estás contradiciendo todo lo que digo, eres una mala perdedora Paula, jamás das tu brazo a torcer —esbozó él con una sonrisa, sabía que ella había hecho ese comentario para que la soltara, pero él no quería hacerlo, debía, pero no quería.


—¿Qué haces aquí? —preguntó de repente cayendo en cuenta.


—Lo mismo que tú —respondió de manera casual encogiéndose ligeramente de hombros, le regaló una sonrisa y seguía con sus brazos alrededor de ella, complacido con esa cercanía.


—Pero tú no corres, no te he visto hacerlo un solo día desde que llegaste aquí —comentó desconcertada.


—No me había animado a hacerlo, pero para tu información yo también me ejercito Paula —señaló mirándola a los ojos.


—Claro, eso puedo notarlo… —mencionó antes de poder detenerse y después quiso esconderse bajo la tierra, debía hablar para aclararlo—. Es decir, es evidente que te mantienes en forma… es natural debido a tu profesión —acotó intentando parecer indiferente.


—En parte es por mi profesión… pero lo que más me motiva es mi salud, toda mi familia práctica deportes desde siempre, mis tíos, mis primos, mis abuelos —explicó con una sonrisa.


—Ya veo… —esbozó Paula y se mordió ligeramente el labio
inferior cuando recordó la vez que lo vio en el río, de pronto sintió que el aire en torno a ambos se hacía más pesado y caliente—. Está haciendo un poco de calor ¿No? —preguntó posando su mirada en el paisaje pero consciente que él la tenía puesta en ella.


—Sí —contestó Pedro en un susurro, le encantaba verla sonrojarse e intentar disimular la atracción que sentía por él.


—Deberíamos regresar —mencionó ella con la voz ronca, las emociones volvían a causar estragos en su cuerpo.


—¿Por qué tanta prisa? —le cuestionó con una sonrisa traviesa.


Sus manos seguían en la cintura de Paula, así que podía sentir como ella suspiraba, como su cuerpo ganaba calor e incluso esos pequeños temblores que apenas se podían apreciar, ella estaba nerviosa y él se encontraba feliz de ser el responsable. Quería besarla, recorrer con sus labios esa mejilla tersa y sonrojada, llegar hasta el pabellón de su oreja y dejar caer un par de besos allí, seguir por su barbilla, por su garganta y su cuello, escucharla gemir, susurrar su nombre, después seguiría hasta sus senos, lucían tan hermosos.


Las pupilas de Pedro se dilataban siguiendo su recorrido, el deseo y la excitación comenzaban a ganar terreno dentro de su cuerpo, pero la voz de ella lo paró en seco.


—No quiero terminar convertida en una barbacoa y el sol cada vez está más intenso, si tú no deseas hacerlo aún, puedes quedarte, yo sí lo haré - dijo encontrando las palabras para responder y además, el tono adecuado que no demostrara cuanto la estaba afectando él.


Paula se volvió a mirarlo, de nuevo los ojos de Pedro estaban vestidos de esa sombra de deseo que la hacía estremecer, apretó los dientes con fuerza para no jadear, ni suspirar, ni mucho menos esbozar alguna
tontería, se veía tan guapo así concentrado, sus rasgos se hacían más fuertes, más atractivos, tan masculinos que ella tuvo que refrenarse y no lanzarse a besarlo.


—¿Regresamos entonces? —inquirió el actor una vez más, su voz estaba mucho más grave, la veía a los ojos impidiéndole esconderse.


Paula apenas consiguió asentir con la cabeza, su mirada estaba anclada en la de él.


—Bien —esbozó tan bajo que pareció más un murmullo.


Se acercó a Paula con la clara intención de besarla, una vez más ella se mantuvo tal como hiciera la noche anterior, no le rehuyó como la vez de la cascada, él dejó ver una sonrisa al notar cuanto había avanzado, consciente que cada vez estaba más cerca de conseguir lo que deseaba, el marrón de sus ojos era ahora casi miel, hermoso y cálido, esta vez no se alejaría, la besaría.


—¡Oh, Dios! Había olvidado que debía conectarme hoy con mi hermana, debe estar esperando —exclamó de pronto rompiendo el hechizo que se había posado sobre ellos.


Llevó una mano al pecho de Pedro empujándolo un poco, para crear un espacio que le permitiera salir de esa trampa que él había creado, mientras temblaba mitad emoción por haberse vengado y mitad excitación, por lo cerca que estuvo de besarlo.


—¿Qué? —inquirió Pedro completamente desconcertado, no pudo retener a Paula, ella se le había escapado en segundos, mientras pensaba que eso no podía ser posible, debía estar jugando con él, le gustaba llevarlo al límite. ¿Qué le ocurría ahora?


—Mi hermana, Diana… quedamos en chatear hoy, debe estar esperándome, me voy… nos vemos luego Pedro —contestó y comenzó a caminar alejándose de él. La venganza era deliciosa.


—¡Espera! —le exigió sintiéndose turbado y molesto, cuando ella se volvió a mirarlo y pudo notar que estaba controlándose para no sonreír, su molestia se transformó en furia—. Te acompaño —señaló con los dientes apretados, no le daría el gusto de verlo disgustado si ella quería jugar, bien, jugarían.


Paula apresuró el paso, a los pocos minutos su cuerpo se movía con agilidad y precisión mientras trotaba, su cabello también lo hacía de un lado a otro, su cintura mostraba la tensión que sus músculos sufrían ante cada paso firme que daba, su trasero apenas se movía ante su ritmo, el ejercicio de años lo había fortalecido de tal modo que era una verdadera obra de arte.


Al menos eso pensaba Pedro quien se había quedado un poco rezagado para disfrutar de la vista a sus anchas, aún seguía molesto con ella por ser tan cobarde, por no afrontar de una vez por todas que se moría por besarlo, tanto como él se moría por tenerla entre sus brazos, y no parar hasta que se encontrasen desnudos saciando las ganas que los torturaban, que eran igual de intensas en ambos y no iba a descansar hasta conseguirlo.


—¿Fuera de práctica? —preguntó Paula mirándolo por encima del hombro con una sonrisa.


—¿Eso crees? —le contestó con otra interrogante elevando una ceja con arrogancia.


Ella se encogió ligeramente de hombros y el gesto en su cara lo decía todo, dejó ver una sonrisa tan prepotente, que el castaño quiso acortar la distancia entre ambos y darle un buen azote por insultarlo de ese modo, pero contrario a ello solo mostró una sonrisa y apresuró el paso rebasándola con rapidez.


Así es señor Alfonso, no crea que será el único que va a disfrutar de la vista, yo también quiero hacerlo, no sea egoísta y muéstreme que tan en forma está.


Pensó ella con una gran sonrisa mientras lo veía adelantarla,
entregándole una sonrisa sexy y desenfadada, Paula le respondió de igual manera, aprovechando que él había esquivado la mirada.


Se mordió el labio inferior ante el espectáculo que le brindaba el trasero del italiano, enfundado en aquel pantalón deportivo, era sencillamente perfecto, como todo en él. 


Suspiró con satisfacción imaginando cómo sería sentirlo entre sus manos, la imagen la hizo estremecer y bajar el ritmo de su trote.


—Necesito agua —susurró más para ella misma que para él, sin embargo, Pedro la miró por encima del hombro y también comenzó a ir más despacio para no dejarla rezagada.


Paula sacó la botella de su koala y la abrió con rapidez, se la llevó a los labios y dejó que el agua la refrescara, lo requería con urgencia, un gran trago de agua bajó por su garganta mientras evitaba ver a Pedro, elevó la mirada y vio que él la observaba atentamente, también estaba sudado, un poco agotado y se notaba sediento, no supo si deseaba que fuera de agua o de algo más.


—Toma… la necesitas o terminarás deshidratado —mencionó ella extendiéndole la botella notando que él no traía una.


—Gracias —se acercó a Paula aceptándola, primero porque en verdad tenía sed y segundo porque quería de una formar indirecta probar sus labios, aunque fuera por la bendita botella de agua.


Él jaló con sus dientes el dispositivo para que el chorro de agua fuera más abundante, cubrió con sus labios la boquilla y absorbió un gran trago mientras la miraba, vio como Paula inspiró con fuerza y tuvo que esforzarse por no sonreír, alejó la botella de sus labios, elevándola un poco y abrió la boca para que el agua cayera y la llenara, había aprendido de su hermano que de esa manera era mejor, y en realidad era mucho mejor, porque la reacción de Paula fue digna de ser enmarcada.


¡Maldita sea Pedro no hagas eso! ¿Por qué demonios tiene que ser tan sensual y hermoso? Juro que o lo terminó matando por tentarme de esta manera o me muero yo de tanto desearte.


Los pensamientos de Paula eran tan elocuentes como sus reacciones, tuvo que alejar su mirada de la imagen del italiano antes que fuera a salir corriendo para lanzársele encima y besarlo hasta que no quedara cordura en ella, decidió retomar su ritmo de trote dejándolo atrás, pero no había avanzado mucho cuando sintió la mano de Pedro posarse sobre su hombro. Ella se volvió para mirarlo y él le dedicó una sonrisa al tiempo que le entregaba la botella de regreso, intentando que no viera el temblor en sus manos.


Él había notado su reacción y eso lo llenó de felicidad, Paula lo deseaba y aunque se empeñara en intentar ocultarlo cada vez era más evidente, ya no le quedaban dudas de que antes que acabara el verano él tendría a esa mujer en su cama. Lo haría y además lo disfrutaría mucho porque a cada instante que pasaba junto a Paula Chaves se convencía un poco más que ella sería una amante perfecta. Una vez más Pedro se replanteaba la situación y sus deseos hicieron que lanzara al olvido la molestia que lo embargó minutos atrás por ver sus ganas de besarla frustrados.


Después de eso continuaron en silencio hasta llegar a la villa y tras despedirse acordando encontrarse esa noche para continuar con la serie cada uno entró a sus respectivas casas, conscientes que las cosas cada vez se hacían menos fáciles de controlar para ambos.






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