miércoles, 22 de julio de 2015
CAPITULO 42
Con el corazón latiéndole muy de prisa y conteniendo la respiración, Paula solo podía ser consciente de Pedro, de su exquisito peso sobre su cuerpo y lo agradable que le resultaba, pues en lugar de sentirse oprimida se sentía protegida, abrigada por el calor que de éste brotaba, el mismo que aumentaba el suyo. Suspiró cuando sintió una de las manos del actor deslizarse con suavidad por su costado, creando una maravillosa caricia aun sobre la tela de la camisa que llevaba puesta.
La mirada de Pedro abandonó los ojos de Paula y bajó hasta
esos labios rosados y llenos que se habían adueñado de sus pensamientos desde hacía semanas, queriendo beberse el suspiro que ella había liberado se acercó un poco más mientras le acariciaba la cintura, se detuvo sobre sus costillas cuando sintió que estaban a punto de finalizar para darle paso a su seno izquierdo, sintió con claridad el movimiento que ella hizo al tomar aire y la aproximó más a él, buscó los ojos de ella de nuevo descubriendo que el deseo se había instalado en la mirada café, con un gesto estudiado ignoró el pecho de Paula y llevó su caricia hasta el hombro de la chica, deslizando sus dedos después por la base del cuello.
Ya no podía continuar, sentía que no podía seguir resistiendo lo que hacía espirales en su interior, que no podía seguir negándose lo que deseaba, hasta ese momento se había mantenido inmóvil, con sus brazos tendidos a ambos lados de su cuerpo, una imperiosa necesidad de tocarlo la invadió. Paula elevó una de sus manos y la apoyó en la parte baja de la espalda de Pedro, no lo acarició, sólo la posó en ese lugar sintiendo el calor que traspasaba la delgada tela de su camiseta, él la recompensó acariciando con su pulgar la piel de su garganta, ella no pudo más que cerrar los ojos y suspirar al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás exponiéndola para él.
Los dedos de Pedro se deleitaron en ese lugar que tanto había deseado tocar, pero quería más así que con lentitud recorrió la línea del mentón de Paula, imaginando lo que se sentiría hacerlo con sus labios, era tan suave, toda su piel era como el terciopelo, sus dedos se deslizaban con tanta facilidad que no recordaba si otra mujer en su pasado le entregó esa misma sensación, todo parecía nuevo y mejor con ella, sus caricias llegaron hasta los labios de Paula, la punta de su pulgar apenas rozó el inferior que tembló y se abrió de inmediato creando un pequeño espacio entre ambos, eso fue su perdición, supo que no existiría nada que le impidiera besar esta vez a la mujer entre sus brazos, que al fin saciaría esos deseos que lo enloquecían.
Paula pudo sentir como el tibio aliento de Pedro se estrellaba
contra sus labios, mezclándose con el suyo, embriagándola, podía jurar que incluso alcanzaba a saborear las notas de las ciruelas que él había comido minutos atrás, eso la hizo abrir la boca, deseando tener un poco más se humedeció con la punta de la lengua los labios, en medio de las sensaciones que le nublaban la razón, pudo escuchar que él gemía y la excitación se disparó dentro de ella con una velocidad asombrosa, animada deslizó su mano en una caricia lenta por la espalda de Pedro hasta posarla en su omoplato y su otra mano se animó viajando al pecho del
chico, sintiendo como se apreciaba el ritmo de su respiración en el movimiento acompasado que poseía, y los latidos de su corazón.
—Mírame —le pidió Pedro en un susurro y su voz grave delató el estado de sus emociones.
Ella ni siquiera había notado que continuaba con los ojos cerrados, se había concentrado en sus demás sentidos, mientras apreciaba como su cuerpo parecía flotar junto al de él, abrió los ojos despacio y la imagen de Pedro, hermoso y seductor le robó el poco aliento que aún conservaba, fijó su mirada en los iris azules que tenían el brillo y el tono más hermoso que había distinguido en ellos.
—Eres preciosa —esbozó con una sonrisa y con absoluta sinceridad, mientras deslizaba sus dedos por la mejilla de ella.
Las palabras de Pedro hicieron que el corazón de Paula se
hinchara lleno de emoción al percibir verdad en ellas, sabía que era una mujer dentro de los parámetros que muchos consideraban de belleza, desde pequeña había sido consciente de ello y de adolescente cautivó las miradas de muchos de sus compañeros de clases, no había nada de especial en que alguien le dijera que era hermosa, no hasta ese momento, no hasta que lo hizo él y todo su mundo pareció brillar con una luz diferente, sintió como si fuera la primera vez que lo escuchaba, como si viniendo de él tuviera un significado distinto.
Le regaló una sonrisa de esas que podían enamorar a cualquier hombre, la que sabía, tuvieron poder sobre los afortunados a los cuales la había entregado, una sonrisa coqueta y espontánea que iluminó su mirada.
Pedro no fue la excepción pudo ver como el brillo en sus ojos se hacía más intenso y en sus labios un gesto parecido al de ella se dibujaba, una sonrisa igual de cálida y hermosa, Paula liberó un suspiro y esa fue su respuesta a la petición en la mirada de él.
El tiempo de esperar por algo que ambos habían deseado desde hacía mucho había llegado a su final, sus labios se unieron en un primer toque suave y cálido, pero con una fuerza que los hizo estremecer, que hizo estallar esa nueva emoción que les colmaba el pecho, él acunó el rostro de ella entre sus manos y Paula llevó las suyas a la espalda de Pedro en una caricia lenta e íntima, mientras una mezcla de nervios y excitación la recorrían entera, su instinto clamaba por más de eso que él le entregaba y ella se lanzó a buscarlo separando sus labios devolvió el roce haciéndolo con la punta de su lengua que tímida se ofrecía a él.
Pedro aceptó la invitación de ella gustoso, abrió más su boca y su lengua salió al encuentro de la de Paula, ahogando el gemido que ella soltó cuando sintió como él entraba en su boca, como rozaba con lentitud sus labios y lengua al mismo tiempo, como sus alientos se volvían uno sólo, compartiendo la misma humedad y calidez que de sus bocas brotaban,
degustando dos sabores que eran distintos pero igual de excitantes para ambos. Cada roce, cada gemido y jadeo iban aumentando el calor que cubría sus cuerpos y enrojecía sus pieles, mientras sus manos ávidas por expresar mediante caricias lo que sentían se movían con soltura en cada espacio que tocaban.
Paula paseaba sus manos por la cabellera castaña, sintiendo la suavidad y lo delgado de ésta, deleitándose en aquello que había soñado hacer desde hacía mucho, gimiendo sin poder controlar las sensaciones que el beso iba creando en su interior y bullían con una energía que estaba a punto de desbordarla, no quería analizar que había de diferente en Pedro a los otros hombres que la besaron antes, sólo deseaba sentir, seguir disfrutando de su lengua tibia, suave y pesada que danzaba sobre la suya, entorno a la suya, que la invitaba a seguirlo en cada paso, a entregarle lo mismo sin restricciones, sólo quería que la siguiera besando, que sus manos no abandonaran su cuerpo, que eso no terminara nunca.
Él no recordaba cuando había sido la última vez que besó a una mujer de esa manera, con un deseo tan poderoso que le exigía más a cada momento, Paula estaba provocando sensaciones en él que creía olvidadas, esa necesidad de no querer acabar nunca un beso, la que sintió cuando apenas era un chico y daba sus primeros pasos en esos terrenos, pero ahora contando con la experiencia de haber besado muchas bocas, todo le resultaba más excitante y placentero, su lengua se paseaba con maestría por el interior de la boca de Paula, sus labios presionaban y succionaban los de ella, mientras sus dedos se deslizaban por las mejillas y los pómulos de la chica, viajando hasta el sedoso cabello del cual brotaba ese exquisito olor que tanto le gustaba y se había convertido en su favorito en los últimos días.
Ambos se encontraban tan sumidos en disfrutar de las sensaciones que los embargaban que no se percataron del viento frío que comenzaba a envolverlos, confundiendo los temblores que les producían las corrientes de aire con los que les provocaban ese beso que deseaban seguir prologando, sus respiraciones agitadas por la falta de oxígeno no eran motivo suficiente para separarse, sólo por momentos sus bocas lo hacían pero continuaban en contacto con sus leguas o sus labios que se brindaban toques suaves, húmedos y sensuales que iban avivando la hoguera en su interior.
A lo lejos un relámpago surcó el cielo gris iluminándolo sólo un instante y después retumbo en todo el lugar, pero ellos apenas si lograron ser conscientes de éste, sus manos habían viajado a otros rumbos en sus cuerpos y la pasión los tenía cautivos del cúmulo de sensaciones que los recorrían, mientras sus labios y lenguas seguían esa entrega cargada de intensidad, que a cada minuto los acercaba más al borde de una situación que quizás no podrían controlar.
Sus cuerpos vibraban ante cada roce, Paula se movía debajo de Pedro deseando estar lo más cerca de él que pudiera, mientras él buscaba casi fundirse en ella, abriéndose espacio entre sus piernas, gimiendo de placer al sentir la suavidad y la tibieza que le brindaba estar justo allí, disfrutando de los jadeos que ella liberaba al sentir la dureza de su erección que no se esmeraba en disimular, por el contrario, quería que ella sintiera lo que había provocado en él, le imprimía a sus caderas un movimiento cadencioso que se había convertido en la más exquisita de las torturas para ambos.
Una humedad proveniente del exterior comenzó a bañarlos,
estrellándose helada e invasiva contra sus cuerpos calientes que temblaron ante el choque, pero no consiguieron reaccionar y separarse. La lluvia que se apoderó del lugar de manera intempestiva, apenas si fue percibida por los jóvenes que seguían en medio del beso, hasta que las gotas pesadas y dispersas se convirtieron en un diluvio.
—¡Esto no puede ser! —exclamó Pedro con la voz rasposa y ahogada por la falta de aire.
—¿Está lloviendo? —preguntó Paula aún envuelta en las
sensaciones del beso, sintió como él hundía el rostro en su cuello liberando un suspiro que le hizo cosquillas, una sonrisa se dibujó en sus labios y el agua comenzó a golpear su cara, se sentía maravillosamente bien, completamente relajada, pero de inmediato recordó donde se encontraban
—¡Pedro nos vamos a mojar! —esbozó moviéndose debajo de él para intentar incorporarse.
—Ya lo hicimos… —decía él mirándola a los ojos mientras le entregaba una sonrisa, feliz de verla así.
—¡Sí, pero las cosas! Debemos recoger todo esto… ¡El libro! —su voz hubiera sido un grito si tuviera el aire suficiente para serlo, todavía no se había recuperado del todo de los besos compartidos.
—¡Demonios! —exclamó él levantándose con la rapidez que pudo, sentía su cuerpo laxo, como si hubiera dejado muchas energías en ese beso, que la verdad, le pareció muy corto para ponerlo así.
Paula también se incorporó y tomó la manta para envolver el bolso de lona donde se encontraba su iPod, dando gracias que éste tenía un forro impermeable y no debía preocuparse por él, tomó el libro que Pedro le entregó, lo sacudió un poco y después lo guardó, mientras él tomaba la cesta y la cava térmica en una mano, recogió las sandalias de Paula y se las extendió, después hizo lo mismo con la suyas, paseó su mirada por el lugar comprobando que no se les quedara nada, vio que ella se disponía a salir corriendo, pero antes que pudiera dar un par de pasos él se acercó, llevó la mano que tenía menos ocupada a la parte de atrás de la cintura de Paula y la atrajo de nuevo plantándole un beso en los labios.
Ella se sorprendió pero no lo rechazó, por el contrario abrió su boca para que Pedro tuviera más acceso a la misma, de nuevo el roce de sus lenguas la hizo gemir y esa vez ponerse de puntillas para poder disfrutar con mayor comodidad, pero antes que pudieran dejarse llevar de nuevo por la pasión que los envolvió minutos atrás, el sonido de un nuevo trueno los hizo conscientes de la realidad, un par de toques de labios finalizó el beso, se entregaron sonrisas cargadas de complicidad, él le quitó las sandalias y las acomodó junto a las suyas en la cesta, para tener la libertad de tomarle la mano y de ese modo salieron corriendo en dirección a la villa.
Cuando al fin estuvieron cerca de las casas que ocupaban, se encontraban empapados y jadeantes por el esfuerzo de bajar la pendiente corriendo, procurando tener cuidado de no tropezar y rodar cuesta abajo, también por tener que luchar contra el fuerte viento que acompañaba a la lluvia, primero divisaron la de Pedro pues era la que más cerca se
encontraba, él no permitió que Paula se soltara de su agarre, pudo sentir como ella se tensaba, pero aun así la llevó consigo, dedicándole una mirada que la llenara de seguridad; sabía que todo lo ocurrido había menguado un poco el deseo que embargaba sus cuerpos, pero no lo había
extinguido, al menos no para él que ahora más que nunca deseaba tenerla cerca.
—Entremos a mi casa Paula —le pidió apretando la unión de sus manos, rozó con suavidad el dorso de la de ella con su pulgar.
Ella no logró ni siquiera asentir, se encontraba demasiado turbada por todas las emociones que giraban en espirales dentro de su cuerpo, por las sensaciones que aunado al temporal que los envolvía le impedía pensar con claridad, sólo se dejó llevar por él sin querer ser completamente consciente de lo significaba y a lo que accedía entrando a la casa que ocupaba Pedro, después de la escena de minutos atrás y de cómo ambos se habían dejado llevar.
Él giró la perilla de la puerta de la cocina que daba al jardín, no acostumbraba a pasarle llave, no tenía nada que ocultar, al menos no de las personas que aquí se encontraban, entraron chorreando agua y temblando de frío, él se acercó a la mesa y dejo allí las cosas que llevaba, luego caminó hasta ella y le ayudó con la manta y el bolso, intentó mirarla a los
ojos, pero Paula tenía la cabeza gacha y estrujaba con fuerza la tela de su camisa para retirarle el agua.
—Creo que es mejor si te la quitas… —sugirió mientras él se despojaba de su camiseta, quedando sólo con el pantalón estilo cargo que le llegaba a las pantorrillas.
Ella elevó la mirada sorprendida ante sus palabras, sabía que era lo más lógico y que su consejo quizás no tendría una doble intención, al menos eso pensó por el tono de su voz, pero la sola idea de quitársela y quedar en brasier frente a él la hacía temblar, quizás no tanto como lo hizo verlo a él con el torso desnudo, no sabía cómo explicarlo, pero había algo hermoso y perturbador en ver a Pedro así, su cuerpo tenía el poder de calentarle la piel en cuestión de segundos. Lo vio extender la camiseta en el espaldar de una silla después de exprimirla en el lavaplatos, se sacudió el cabello con las manos para retirar el exceso de agua y sólo esa imagen hizo que el deseo resurgiera en ella con poderío, se mordió el labio inferior controlando sus impulsos de tocarlo y cuestionándose si debía seguir su ejemplo o no, después de todo no llevaba una ropa interior muy reveladora y él ya la había visto en traje de baño, que era básicamente lo mismo.
¡Paula te has vuelto loca! Estás evaluando desnudarte frente a él! ¿sabes lo que sucederá si haces algo como eso? ¿Lo sabes?
Sí. Lo sabía, lo sabía muy bien y estaba planteándose hasta donde estaría dispuesta a llegar, si en verdad deseaba continuar con lo que había empezado junto a Pedro en la colina, lo deseaba, de eso no le quedaban dudas el sentimiento era demasiado contundente para seguir negándolo. Sin embargo, había algo que le impedía entregarse por completo, una extraña sensación que le oprimía el pecho y la bloqueaba, la forma en como había regresado a la realidad había sido muy abrupta y la tenía confundida.
—¿Necesitas que te ayude? —inquirió Pedro en tono sugerente mientras se acercaba a ella y le posaba las manos en las caderas para pegarla a su cuerpo.
—No… —esbozó en medio de un jadeo al sentir la corriente que la atravesó cuando sus cuerpos se encontraron de nuevo, verlo y tenerlo tan cerca era demasiado abrumador, negó con la cabeza para ordenar sus ideas —. Estoy bien… no es necesario, esta tela seca rápido —dio la excusa más
estúpida que podía en un momento como ése, cerró los ojos y tembló cuando Pedro deslizó sus manos hasta los botones inferiores de su camisa.
—No me gustaría que te resfriaras Paula —susurró soltando uno de los botones, dejando su aliento en la mejilla de ella.
El mismo cedió con facilidad y él continuó con el siguiente, la camisa de lino crudo se había pegado al cuerpo de Paula y el tono verde agua se había transparentado permitiéndole apreciar la piel de la chica y el brasier que cubría sus senos, su mirada se fijó en ellos al tiempo que se prometía que esa vez no se limitaría en tocarlos, deseaba hacerlo tanto como deseaba besarla de nuevo.
Los dedos de Pedro la torturaban rozando su piel a medida que abría su camisa, era una sensación tan dulce y maravillosa que aunque quisiera, no podía reunir toda la fuerza de voluntad que necesitaba para alejarse de él, sintiéndose aprisionada entre la pared a su espalda y el torso desnudo, el aire a cada minuto se volvía más denso y caliente, mientras el aroma que brotaba de los poros de él la estaba embriagando, su mirada seguía el movimiento de esas manos que tanto le gustaban, eran perfectas, y aunque lo intentaba no podía disimular el ritmo de sus pechos, su respiración agitada por la carrera ahora se encontraba acelerada de nuevo por su cercanía, cerró los ojos cuando el último botón saltó del ojal y liberó un suspiro cuando la tela comenzó a desprenderse de su cuerpo, lo escuchó gemir y eso hizo que los músculos de su intimidad se contrajeran.
Pedro recorría con su mirada las hermosas y perfectas colinas que eran los senos de Paula, aún no los veía en una desnudez total pero lo que le dejaba ver el brasier había hecho que su miembro se tensara aún más, el deseo por acariciarlos lo estaba volviendo loco, las transparencias del encaje verde agua los hacían lucir tan sensuales y provocativos que incluso su boca se hizo agua, se pasó la lengua por los labios y despacio acercó su mano hasta el derecho, deslizó primero un par de dedos por la curva donde nacía hasta llegar al centro, en ese espacio donde los dos se unían, la sintió temblar al tiempo que sus oídos eran deleitados al escuchar un jadeo.
—La lluvia… —Paula intentó retomar su cordura, probando con decir algo que los distrajese, estaba al borde del abismo y si no detenía todo en ese preciso instante no podría más adelante, respiró profundamente —. Todo fue tan de repente… salió de la nada, este clima está muy loco ¿no crees? —preguntó intentando atraer su atención, aunque no deseaba que dejara de tocarla.
—Lo está… y además es un desgraciado inoportuno o quizás debería agradecerle pues nos trajo de regreso y siendo sinceros necesitaba volver… —se detuvo posando su mirada en los labios de ella y una sonrisa se adueñó de los suyos—. Igual no le perdono que nos haya lanzado este baño de agua fría, aunque a fin de cuentas no ha cambiado nada. ¿Verdad? — inquirió rodeándole la cintura con las manos para elevarla y apoyarla en la pared mientras creaba con su propio cuerpo un soporte.
Se ubicó en medio de las piernas de Paula una vez más y sin darle tiempo a reaccionar atrapó su boca en un beso voraz y absoluto, aprovechando el jadeo que ella liberó para ubicarse con su lengua dentro de la boca de la chica, de inmediato el baile que llevaban minutos atrás continuó.
Pedro pudo sentir como ella se relajada de nuevo después
de pasada la primera impresión de su asalto, sus manos se aferraban a él para tener mejor equilibrio y sus piernas lo envolvían, haciendo la unión más estrecha.
Paula se sumergió en el placer que Pedro le provocaba, quería acallar a su consciencia que le decía que eso no estaba bien, que debía detenerse, que ella no era de las mujeres que se dejara llevar por las ganas, que se entregaba a un hombre sin pensar en las consecuencias, quería que
la voz de su madre reprochándole lo que estaba haciendo la dejara en paz.
Subió sus manos hasta el cuello de él y lo sostuvo mientras era ella quien le saqueaba la boca, quien lo besaba con desesperación y anhelo, sintió como la caricia de Pedro ascendió por sus costados y se apoderó de
sus senos.
Él ahogó un gemido de satisfacción dentro de la boca de Paula, mientras su lengua se hundía aún más en ella y sus manos en la suavidad de sus senos, ambas abarcaban a la perfección el par de pechos más hermosos que hubiera tocado hasta ahora, había estado con muchas mujeres y había comprobado que los senos en general eran bastante parecidos, pero de nuevo Paula le hacía sentir que todo era distinto, sus dedos se hundieron en la tierna piel nívea y ella se alejó de su boca liberando un gemido, con los ojos cerrados y el rostro sonrojado lucía mucho más hermosa de lo que llegó a imaginar.
Sintiendo como el placer hacía espirales en su interior ya no podía más que rendirse, apoyó su cabeza en la pared tras ella y arqueó la espalda para que Pedro tuviera más libertad, mientras sus manos descendían por los hombros suaves y cálidos que mostraban la tensión por mantenerla en vilo. Él una vez más le dejaba ver que a pesar de no ser una mujer liviana, podía sostenerla sin ningún tipo de problema, abrió los ojos encontrándose con el hombre más hermoso y sensual que hubiera visto en su vida.
Dejó libre un jadeo cuando él estrujó sus senos con fuerza pero sin llegar a ser rudo, el dolor fue delicioso y fluyó a través de su cuerpo como electricidad, él tenía la mirada fija en sus pechos, parecía hipnotizado por el movimiento de éstos y su boca entre abierta dejaba ver la punta de su
lengua, esa que ella deseaba devorar.
—Pedro… —susurró, sintió que algo en su interior se derretía y una cálida humedad la invadió ante esa imagen.
Su voz era ronca y sensual, casi una súplica y sólo escucharla decir su nombre lo había llevado al borde del delirio, movió sus caderas pegando su pelvis a la de ella para hacerla consciente de lo que estaba provocando en él, de esa erección que estaba tan tensa que dolía, la sintió temblar y lo hizo de nuevo, gruñendo cuando Paula hundió las manos en su cabello.
Eso captó su atención que se encontraba toda concentrada en el ritmo de su respiración que movía sus senos, ella apoyó una mano en su nuca y se lanzó hacia él para envolverlo con sus brazos, primero en un abrazo, después comenzó a apretar su espalda con fuerza, casi sentía como le clavaba los dedos en la piel, hundió el rostro en su cuello y acercó sus caderas haciendo el roce más estrecho, él gimió y ella lo acompañó.
Ella deseaba más de eso que él le brindaba, nunca había deseado a un hombre con tanta fuerza, con tanta desesperación. Siempre imaginó que de llegar a ese punto las cosas serían de cierto modo muy satisfactorias, porque él le gustaba más de lo que le gustó algún otro en el pasado, pero ni en sueños llegó a creer que sería tan extraordinario, que su cuerpo se sentiría tan vivo, que vibraría ante cada roce por más mínimo que fuera, nunca había estado tan excitada, tan húmeda y tan sensible a cada estímulo.
Le dio un par de besos en el cuello, disfrutando de hacer eso que muchas veces imaginó, su piel era suave y cálida y su olor era tan exquisito y masculino, ella suspiró y le dio un par de besos más, lo sintió temblar y eso le gustó mucho, la hizo sentir poderosa.
Mostró una sonrisa traviesa animándose a jugar un poco más, dibujó con sus labios un camino en la perfecta mandíbula que la llevó hasta la boca de él, que la miraba embelesado y deseoso de probar la suya de nuevo, no lo hizo esperar, abrió su boca dándole un sutil vistazo de su lengua y despacio la acercó, invitándolo a tomarla.
Pedro sentía que se estaba volviendo loco de tanto deseo, una de sus manos abandonó el seno de Paula y subió hasta el cuello de ella envolviéndolo en un gesto posesivo para apoderarse de su boca y desahogar las ganas que lo torturaban, el baile de sus lenguas fue rudo y sensual, provocativo y tan excitante que después de unos minutos debieron separarse para tomar aire, él acarició el labio inferior de Paula con su lengua al notar que se había pintado de carmesí y estaba ligeramente hinchado.
Grande fue su sorpresa cuando ella en lugar de hacer lo mismo le regaló una sonrisa cargada de malicia y le mordió ligeramente el suyo, el delicioso dolor que eso le provocó se esparció por todo su cuerpo y terminó concentrándose en su punto más sensible en ese momento, supo entonces que debía llevársela arriba, que debía tenerla en su habitación, en su cama, tenerla desnuda debajo de él.
—Paula… —susurró mirándola a los ojos.
Ella le soltó el labio e hizo lo mismo que él segundos atrás, aliviando la marca que sus dientes habían dejado, Pedro no pudo evitar gruñir intentando controlar a la fiera dentro de él que le exigía tomarla allí mismo, sobre la mesa, sin importarle una mierda el preservativo, cerró los ojos ante esa imagen y negó con la cabeza para ordenar sus pensamientos, inhaló profundamente.
—Me estás volviendo loco… —confesó y después abrió los ojos encontrándose con la mirada de Paula que estaba bañada por una luz especial, ella no le respondió y él se arriesgó a continuar—. Te deseo y no pienso seguir negándolo, me gústate desde la primera vez que te vi, con tu pose altanera y tu afán de creerte la dueña de la verdad… por retarme como lo hiciste… —ella no lo dejó continuar.
—Pedro… mi cabeza es un desastre en estos momentos… y la verdad no sé si mañana o pasado me reproche esto que estoy haciendo, pero lo único que sé es que ahora mismo te deseo y me rindo, no puedo tampoco seguir negándolo… —esbozó mirándolo a los ojos y después esquivó la mirada azul.
—Me aseguraré que no sea así, no te vas a arrepentir de esto nunca Paula… no te arrepentirás de nada —mencionó con convicción atrapando su mirada con la de ella, después de eso la besó con ternura, sin la prisa de minutos atrás, quería hacer que ella confiara en él, terminó el beso y la miró a los ojos de nuevo—. Déjame hacerte mía… te necesito Paula, te necesito —pronunció con la voz cargada de deseo y urgencia, una mezcla que lo recorría.
Ella asintió en silencio mientras le entregaba una sonrisa tímida, sus mejillas se habían sonrojado, lo podía adivinar por el calor que cubrió su rostro, el mismo que le bañó toda la piel, lo abrazó buscando sus labios de nuevo, emocionada sintió como Pedro la separaba de la pared y la llevaba aún en brazos fuera de ese lugar, despojándola en el camino de su camisa que lanzó en la escalera, sin dejar de besarla un sólo instante.
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