martes, 14 de julio de 2015

CAPITULO 15





Paula miraba el techo de su habitación mientras las lágrimas que salían de sus ojos rodaban por sus sienes y morían en su espeso cabello castaño. Sentía una presión dentro del pecho que a cada minuto crecía acompañada de la ola de recuerdos que invadían su cabeza, cerró los ojos con fuerza para luchar contra esa sensación pero todo lo que hacía resultaba inútil, no podía alejar sus pensamientos de él.


“Me enamoré”


Escuchaba la voz de Pedro resonar una y otra vez en su cabeza, mientras su corazón mantenía ese latido lento y doloroso, se llevó las manos al rostro para ahogar sus sollozos, sintiendo como su cuerpo se estremecía a causa de ellos.


—¿Por qué ahora? ¿Por qué justo ahora que he decidido sacarte de mi vida llegas y me volteas el mundo a tu antojo? —cuestionaba en voz alta, llena de dolor y rabia—. Me ha costado tanto dejarte en el pasado Pedro, conservar lo nuestro como un sueño hermoso y lejano. Pero nada más, no puede existir nada más… ya nos sucedió, ya lo vivimos y entendimos que no estábamos destinados a estar juntos… ¿Qué ganas con todo esto? ¿Qué buscas? Si las cosas quedaron claras entre los dos… si ambos acordábamos seguir con nuestras vidas y lo hicimos, estamos bien. ¿Para qué volver? ¿Para qué encontrarnos de nuevo? —Paula hacía esas preguntas como si él estuviese allí presente, quería respuestas, necesitaba respuestas.


Tú deseabas verlo, por eso hiciste todo eso, por eso escribiste su historia.


Esas palabras invadieron sus pensamientos y al mismo tiempo un escalofrío le recorrió el cuerpo, llenándola de miedo. Era su consciencia que le mostraba su realidad, una que se había empeñado en disfrazar, pero que ya no podía seguir haciendo y debía afrontarla, debía admitir que era ella quien se negaba a dejar ir el recuerdo de Pedro porque lo seguía amando.


Esa sería la noche más larga de su vida, estaba segura de ello cuando los recuerdos comenzaron a llegarle en bandadas, cuando todo un torbellino de emociones la asaltaban sin darle tregua y allí, en medio de la soledad y el frío de su habitación se rindió a seguir luchando contra cada una de esas remembranzas a las cuales le había cerrado la puerta un par de años atrás, ya no tenía caso mantener al margen un pasado que no había logrado superar y mucho menos cuando éste ahora se le venía encima adueñándose de su presente.


Se envolvió entre las cobijas intentando que éstas alejaran el aire helado que envolvía su cuerpo, el mismo que no provenía del exterior sino de muy dentro de ella, de lo profundo de su corazón. Mientras las lágrimas la desbordaban sin el mayor esfuerzo, de nada le valía respirar profundamente y cerrar sus ojos para calmarse, para retener su llanto, tampoco que se tapase la boca intentando ahogar los sollozos, éstos salían con fuerza reventando las barreras que les imponía y también haciendo que el dolor en su pecho fuera agudo, insoportable; sabía que esa avalancha era imparable, había estado conteniéndola por demasiado tiempo y en ese momento que el muro se había roto la arrastraba a su antojo, sin contemplaciones.


—Quieres volverme loca… eso es lo que quieres ¿Es eso PedroVenir hasta aquí y voltearme el mundo al revés otra vez ¿qué es lo que buscas? ¿Qué? —preguntaba en medio del llanto amargo que a cada instante ganaba intensidad.


Lanzó las sábanas lejos de ella en un arranque de rabia e impotencia, se colocó de pie y buscó en su armario el cofre donde escondía las fotos del italiano, volcó todo el contenido sobre la cama, se dejó caer al borde de la misma, buscó una al azar con toda la intención de romperla, pero cuando le dio la vuelta para verla por última vez, la sonrisa más hermosa que hubiera visto en su vida y ese par de ojos que la habían enamorado años atrás le impidieron hacerlo.


Contrario a ello no pudo más que romper a llorar y llevarla hasta su pecho, apretarla con fuerza contra éste al tiempo que los deseos de tenerlo allí junto a ella y abrazarlo igual como hacía con la fotografía la torturaba, pues sólo su mente podía regresar en el tiempo, pero ellos no y fue así como empezó a recordar la historia que vivió en Toscana con Pedro Alfonso.






CAPITULO 14




Chicago, USA. Febrero 2013.


Paula se encontraba repasando la última revisión del guión adaptado que le había hecho llegar Patricia Jitrik, quien junto a ella era la encargada de escribirlo, el mismo era el patrón que los actores debían seguir bajo las órdenes del director, Thomas Whitman. Todo el personal de producción había sido seleccionado y para su satisfacción era de primera línea, nada más el señor Whitman había sino nominado a los premios de la academia tres veces y se había llevado una estatuilla, era uno de sus favoritos y al ser un talento joven le brindaba a ella el beneficio de opinar con libertad sobre el rodaje de la cinta, incluso se habían reunido en varias ocasiones y la química entre ambos había sido increíble.


Así como con Patricia y también con Marcus Stevenson, productor escogido por The Planet, hasta el momento no habían escatimado en esfuerzos para mostrar una producción de calidad, la diseñadora que estaría a cargo del vestuario había recibido varios reconocimientos por la industria de la moda y su hermana Diana, junto a otro fotógrafo italiano que aún no conocía, también estarían.


Una de las personas que más animada la tenía era el compositor, adoraba el trabajo de James Newman, era sofisticado, sutil e innovador, con un gusto tan ecléctico como el suyo, así que trabajar junto a él también sería maravilloso, la semana pasada cuando se reunieron le emocionó ver que muchos de los nombres de la lista de cantantes que James proponía habían pasado por su cabeza mientras escribía. Cinco de ellos estarían a cargo de las melodías principales, dos debían ser italianos para ganarse a ese público que era tan exigente, y los otros de cualquier país de habla inglesa, las demás melodías serían compuestas por él mismo.


Sin embargo, aún faltaba lo principal de la película: Los actores. El casting se había abierto y muchos nombres surcaban la web posicionándose en el gusto de los fans como sus favoritos, algunos incluso se habían mostrado interesados en representar a los protagonistas del libro, sobre todo los caballeros al saber la legión de fanáticas que el papel les otorgaría de llegar a conseguirlo, por no decir del privilegio que sería trabajar con una producción como la que The Planet había reunido.


Paula no se había animado a mostrar preferencia por ninguno de los actores o las actrices que se planteaban, para ella tanto Franco como Priscila ya tenían rostro. 


Evidentemente no podía mencionar aquello, sobre todo porque sería un absurdo proponerse como la protagonista, ella no era actriz y aunque él si fuera actor, sabía que jamás se enteraría de eso y de hacerlo no acudiría; se lo había dejado muy claro cuando ella le planteó mudarse a su país.


Tampoco deseaba revivir aquella vieja historia que más bien buscaba olvidar, pero el destino parecía empeñado en no permitírselo. El tiro le había salido por la culata y en lugar de cerrar ese capítulo en su vida, todo apuntaba a que lo abriría una vez más. Se llenaba de temor de sólo imaginar a otras personas actuando como tiempo atrás lo hicieran Pedro y ella; sus palabras, sus acciones, se había limitado muy poco
en lo que sucedió en Toscana, lo había escrito casi todo, incluso los encuentros íntimos fueron plasmados con tal detalle y belleza, como los recordaba.


Debía armarse de valor y aceptar que después de todo, su historia siempre había sido una película, cuestión de tiempo y que terminaría al igual que ésta, solo que la suya duró tres meses y no las dos horas que quizás duraría la cinta. 


Aunque la grabación tendría un lapso de seis meses y eso lo complicaba todo, el doble del tiempo, el mismo que ella debía pasar en la Toscana, tan cerca de él.


—¡No puedo creerlo! ¡Pau tienes que ver esto!


La voz de Jaqueline la había regresado de golpe de sus pensamientos, dejó caer la pluma que tenía entre los dedos al suelo sobresaltándose, la miró con reproche pero ella ni siquiera le prestó atención, estaba observando algo en su portátil.


—¡Pau! ¿Acaso no me escuchas? Te he dicho que tienes que venir a ver esto, es uno de los actores que envió su ficha para hacer el casting, lo busqué en la web para conocer un poco más de su trabajo pues es la primera vez que lo veo en mi vida y me ha dejado sin habla —decía emocionada.


—Eso en tu caso es asombroso, debe ser muy bueno, así que confío en tu buen gusto, yo estoy ocupada revisando el guion, debemos entregarlo en dos días a Thomas para que lo haga llegar a los actores que estarán en el casting —contestó enfocándose de nuevo.


—¡Chaves a veces eres insoportable! No puedo entender cuál es tu negativa a dar tu visto bueno a uno de los actores, es tu personaje, no existe nadie que lo conozca mejor que tú, fue tu mente la que lo creó y son tus ojos los que debe darle un rostro o al menos encontrarle uno entre los candidatos —indicó un poco molesta.


—Y lo haré, cuando estemos en L.A. la próxima semana y ellos tengan el guión en sus manos, no puedo seleccionar a uno sin saber si puede o no representar a Franco o a Priscila y su rostro solamente no me dará esa respuesta, te aseguro que no estoy siendo caprichosa sino profesional —se defendió, pero en el fondo sabía porque lo hacía, sólo que no podía admitirlo.


—Como quieras, mientras yo sigo deleitándome con este extraordinario ejemplar masculino, tenía años sin toparme con uno así o mejor dicho, creo que nunca lo he hecho… hasta ahora porque seguramente estará en el casting la próxima semana y me encantará decirte cuando lo veamos: “Ves, te dije que era el perfecto Franco Donatti.” —esbozó con una sonrisa.


Paula pensó que estaba exagerando como siempre y se concentró de nuevo en su trabajo, pero las últimas palabras de su amiga le habían dejado una extraña sensación en el pecho, su corazón comenzó a palpitar más de prisa y se vio tentada a colocarse de pie y acompañar a Jaqueline. No lo
hizo, sabía que terminaría llevándose una gran desilusión, así que prefirió permanecer donde se encontraba.


La rubia suspiraba y sonreía como una adolescente enamorada, evitando de ese modo que Paula lograra abocarse completamente a su labor, ella dejó libre un suspiro, estaba a punto de colocarse de pie y salir de allí para tomar un poco de aire en la terraza cuando la voz de Jaqueline la detuvo.


—Sonrisa espectacular, ojos azules maravillosos, un cuerpo de infarto, cabello castaño, piel blanca… —enumeraba en voz alta y después dejó escapar un chillido— ¡Sí! Un inglés fluido y perfecto, pero con ese toque que estamos buscando, eres todo lo que necesitamos guapo. Estoy empezando a sospechar que este hombre no puede ser real, debe ser algún tipo de experimento genético o algo así, es que es demasiado… ¡Hermoso! —dijo elevando la mirada de la pantalla un segundo y posándola en su amiga que repentinamente se había puesto pálida, pero ella estaba tan entusiasmada que apenas se percató de eso—. Si no quieres verlo, al menos escúchalo para que te lleves una mega sorpresa, después de todo no necesitas leer, lo entenderás —agregó quitando sus auriculares de la máquina y elevando el volumen para que la castaña lo escuchase con
claridad.


El cuerpo de Paula se convirtió en una masa trémula sólo segundos después de que la voz grave y fluida del actor llenase el lugar, no necesitaba verlo para saber de quien se trataba, cerró los ojos con fuerza y luchó por mantenerse calmada, pero cada palabra que entraba a sus oídos iba tocando fibras dentro de su ser que hacía mucho tiempo no vibraban de esa manera, una mezcla de miedo, dolor y alegría se apoderó de su cuerpo.


Deseaba colocarse de pie y verlo, había pasado tanto desde que no lo hacía, desde que decidiese abrir su corazón a Ignacio. No le parecía honesto seguir pegada a la imagen de otro hombre estando con su actual pareja, se sentía mal, como si lo estuviera engañando, por ello se negó rotundamente a buscar algún tipo de información relacionada con él, sabía que había seguido con su vida, había regresado a su mundo y tal como le anunciase lo había conquistado de nuevo, sin mayor esfuerzo, el éxito era una constante para él.


Sus piernas siguieron las ordenes de su corazón, se apoyaron un instante, dudando si eso era correcto o no, perdió la batalla en segundos y su cuerpo terminó irguiéndose, con pasos temblorosos se fue acercando hasta el otro lado del lugar, allí donde Jaqueline había colocado su sitio de trabajo, unos seis metros las separaban a ambas, los mismos que se le hicieron interminables. Al fin lo consiguió y cuando lo hizo agradeció que su amiga estuviera totalmente hechizada por la imagen del hombre en el vídeo.


Sintió un fuerte estremecimiento recorrerla, todo a su alrededor pareció esfumarse y solo podía ser consciente de él, de su maravillosa voz, de sus ojos, sus sonrisas, sus manos, sus gestos, todo lo abarcaba él; quiso extender su mano y tocarlo, sin importarle que fuese una pantalla la que recibiese su caricia, deseaba hacerlo, pero se obligó a no caer así. No podía, no en ese instante, ni nunca; sintió miedo, mucho miedo y también deseo, todo ese deseo que se había mantenido dormido estaba corriendo como un río crecido por sus venas, no sabía cuál de los dos sentimientos era más grande.


—Ven, siéntate Pau, tienes que verlo mejor… es perfecto, te lo digo en serio —esbozo Jaqueline sacándola de sus pensamientos.


Como una autómata ella se dejó guiar sin apartar la mirada de él, se sentó junto a su amiga frente al monitor y sus ojos seguían cada movimiento que hacía, podía escucharlo, pero no lograba concentrarse en lo que decía, solo lo veía y cientos de recuerdos llegaban a su cabeza como olas, una tras otra golpeándola.


Cada sonrisa de él era como un destello que la iluminaba, llenándola de una reconfortante sensación, pero también de nostalgia, sus ojos se llenaron de lágrimas sin siquiera darse cuenta, mientras su corazón mantenía el latido fuerte y constante dentro de su pecho, como si estuviese feliz al verlo nuevamente.


De pronto las palabras de la presentadora captaron su atención, la mujer había empezado a hablar de un hecho en específico que había atravesado él años atrás y ella supo de inmediato a que se refería: cuando abandonó los escenarios. 


Pudo ver como él se tensaba al abordar ese tema, su lenguaje corporal lo delataba.


Sin embargo, continúo y respondió a las preguntas. Paula pensó que no revelaría nada más acerca de eso y se sintió a salvo. ¿De qué? Aun no sabía, pero estaba a salvo, su alivio sólo duró minutos, de pronto todo el panorama cambió y él estaba confesando…


“Me enamoré…


Paula sintió algo quebrarse dentro de ella y cerró los ojos sólo un instante, sin percatarse siquiera de la lágrima que había rodado por su mejilla, su corazón duplicó sus latidos y el temblor se hizo más intenso cuando las siguientes palabras de él calaron en sus oídos


…Fue un gran amor, que me salvó, me mostró un mundo diferente y me hizo ver que también formaba parte de éste… que podía ser común y disfrutar de las cosas sencillas, me encantaría pensar que yo signifiqué lo mismo para esa persona…


La poderosa mezcla de sentimientos que la embargó apenas la dejaba pensar, no sabía si gritar de felicidad o de rabia, sentía dolor y frustración, después de todo ese tiempo, de tantas noches en vela llorando y preguntándose ¿qué había significado ella para él?


Yo no me atreví nunca a decirle que la amaba y jamás supe si ella me quería de igual manera, quizás fue lo mejor, algunos sueños siempre serán mejores siendo sueños, que cuándo son llevados a la realidad; sin embargo, le agradezco cada instante que me dio y todo lo que hizo por mí”


Esa vez la ira le ganó a cualquier otro sentimiento y Paula se colocó de pie rápidamente tumbando sin poder evitarlo la silla donde se encontraba, se alejó arrancando su mirada de él.


¡Jamás supo que yo lo amaba! ¡Que descarado eres! 


Siempre lo fuiste, y yo una estúpida que se cegó ante tus encantos, que se dejó envolver estando en tu terreno de juego, me enamoré de ti estúpido, me enamoré perdidamente. ¿Acaso no fue evidente? ¿No pudiste verlo en mis ojos, sentirlo en mis besos? “Le agradezco cada instante que me dio y todo lo que hizo por mí” seguramente estabas hablando de la cantidad exorbitante de veces que me llevaste a la cama… ¿Qué digo cama? Si me llevaste a donde te dio la gana y ¡Sí! Admito que yo también lo disfruté…
¡Muchísimo! Pero cuando te pedí más huiste como un cobarde, me rechazaste y ahora vienes con ¡Me enamoré! ¡Hipócrita! ¡Miserable hipócrita!


Pensaba temblando de rabia, se sentía profundamente dolida.


—Paula… ¿Qué te ocurre? ¿Por qué te has puesto así? —inquirió Jaqueline mirándola desconcertada.


Se colocó de pie, pensando que quizás su amiga se había impresionado al igual que ella. Es que podía jurar que si Franco no fuese un personaje ficticio, diría que era ese hombre, dejó ver una sonrisa animándose nuevamente y se acercó a ella con la carpeta que contenía el material de actor.


—Bueno tengo que admitir que puede resultar impresionante, es decir, es italiano, más propiamente de Roma, idéntico físicamente a como describes a Franco y además ahora resulta que el caballero fue víctima de un amor frustrado, un detalle bastante romántico si lo tomamos en cuenta, ése sería un maravilloso aporte para que nutriese al personaje… —no pudo continuar.


—¡Ya basta! —exclamó Paula con voz trémula, se volvió y miró a Jaqueline, sus ojos estaban llenos de lágrimas—. No puede ser él, no quiero que sea él… ¡Recházalo! Dile a Martha Wilson que no lo acepto, hay decenas de actores, que se busquen otro, no quiero que Pedro Alfonso esté dentro de la película ¡¿Entendido?! —indicó determinante.


Jaqueline la miraba como si se hubiera vuelto loca o se hubiese convertido en otra persona, eso la hizo sentir culpable, le había gritado y nada de eso era su culpa, jamás habían tenido una discusión que las llevara a tratarse de ese modo, todo eso era por él, la descontrolaba, la hacía actuar equivocadamente, no lo quería cerca, la sola idea que algo así sucediera la aterraba.


No supo cómo reparar el daño y optó por salir de allí antes que fuera a empeorar las cosas, sin darle tiempo a su amiga de detenerla casi corrió atravesando el lugar, giró con rapidez el pomo de la puerta y salió dejándola abierta tras ella.


Por su parte la rubia seguía sin entender que había sucedido, todo iba bien hasta hacía momentos y de pronto Paula había actuado como nunca antes, la desconocía por completo. Su amiga era una persona tan calmada, que muchas veces pensó que no tenía la misma capacidad para expresar sus emociones como lo hacían la mayoría, incluso llegó a pensar que tenía más de inglés que Ignacio o el padre de su flamante novio.


—¡Pau, espera! —gritó y salió tras ella, alcanzó a verla cuando entraba a su habitación y sin perder tiempo se dirigió a ésta—Paula abre la puerta por favor, déjame saber qué te sucede —pidió y su voz mostraba la preocupación que sentía.


—Todo está bien Jaqueline… solo estoy cansada…—decía pero la rubia la detuvo.


—¿Cansada? Yo te he visto muerta de cansancio y créeme nunca has actuado así, no me iré a ningún lado hasta que me dejes entrar y me digas por qué actuaste de este modo —indicó con determinación.


—Estoy bien, solo necesito estar sola… por favor— Pidió.


Había comenzado a llorar y lo último que deseaba era que su amiga la viera en ese estado, que descubriera todo y se diera cuenta de lo estúpida que había sido años atrás, de lo ilusa y fácil que fue, de cómo se dejó engatusar por las habilidades de Pedro, hasta terminar enamorándose como una tonta niña inexperta, sabía que se lo reprocharía hasta el cansancio.


—Tú estás bien y yo soy china ¡Por favor! Como si no te conociera. ¿Acaso no somos amigas? ¿No hemos confiado la una en la otra durante años? —preguntó sin moverse de la puerta.


—Sabes que sí, pero ahora deseo estar sola… me siento agotada, mañana podemos volver a lo que estábamos haciendo y hablamos si lo deseas, pero en este momento lo único que quiero es dormir un rato —contestó y su voz cada vez mostraba más la ronquera propia de las personas cuando lloran.


Jaqueline dejó libre un suspiro cargado de frustración y cerró los ojos para armarse de paciencia y no lanzar abajo la puerta, tendría que ser idiota para no darse cuenta que algo había afectado a Paula y ese algo estaba relacionado con el actor italiano.


—¿Sucede algo Jaqueline? —la interrogó Rosa al verla delante de la puerta de su patrona.


—No… bueno, sí, es que no lo sé —confesó sintiéndose tonta, respiró y procedió a explicarse con la mujer—.Verás Rosa, estaba en el estudio junto a Pau como siempre ella metida en sus cosas y yo me había dado a la tarea de revisar el material enviado por la productora sobre los actores que se habían postulado para el casting —hablaba en tono bajo para que su amiga no escuchase, la mujer asintió y ella continuó—. Entre éstos encuentro a un actor italiano, bellísimo el condenado, es más diría que demasiado para ser real. La cuestión es que yo quedé embobada con él, le insistí a Paula para que lo viera alegando que era el perfecto Franco Donatti. Al fin ella accedió, se acercó y se sentó junto a mí, todo iba bien mientras veíamos una entrevista, pero de repente él comienza a hablar de una etapa de su vida donde se tuvo que alejar de los escenarios… algo relacionado con un tiempo que estuvo en Florencia y en el cual conoció a una chica… —ella se interrumpió de golpe.


Se volvió a mirar a la mujer a su lado con los ojos a punto de salirse de sus órbitas y salió corriendo hacia el estudio de nuevo. Entró con rapidez y puso a reproducir el vídeo adelantándolo y buscando la parte exacta donde el italiano hablaba de lo que al parecer había sido lo más relevante de la entrevista. Rosa había llegado instantes después llevada por la curiosidad y se apostó junto a la rubia, en cuando vio al hombre en el vídeo dejó libre un jadeo lleno de sorpresa y se llevó una mano al pecho.


— ¿Qué ocurre? —la interrogó de inmediato Jaqueline al ver su reacción, su sexto sentido se había activado.


—No es nada… es que, sí se parece mucho a la descripción que hace Paula de su personaje —respondió lo primero que se le vino a la cabeza para salir del paso.


La verdad era que había reconocido al hombre en ese vídeo, era el mismo que salía en las fotografías que Paula tenía escondidas bajo llave en su armario, aquellas que ella una vez vio por casualidad, un día que estaba limpiando y sin querer había dejado caer el cofre donde las tenía guardadas que se abrió mostrándolas. Ella nunca escuchó a Paula hablar de ese hombre y tampoco le preguntó por él, no le parecía correcto, pues por algo las tenía en aquel lugar tan alto y apartado, donde nadie las encontrara.


Jaqueline se concentró en estudiar cada gesto y palabra del italiano, podía ver cierta tensión en él a medida que la entrevistadora lo acorralaba, para que le diese más información sobre esa etapa que al parecer había sido un misterio para todos. Al fin llegó el momento de su confesión pero fue muy poco lo que la rubia logró conseguir de la misma, en ningún momento nombró a la chica, ni su nacionalidad o hizo alguna descripción.


“Ella estaba pasando por una situación similar”


Si trasladaba eso a Paula no cuadraba mucho, su amiga nunca se vio en una situación de exceso de fama, la única vez que se tomó un tiempo fue para vacacionar por Europa, viajó por un montón de ciudades y ni una sola vez mencionó que hubiera conocido a algún chico… aunque donde mayor tiempo pasó fue en Italia, no recordaba bien, pero casi podía jurar que había sido…


—Ross… ¿Recuerdas en qué ciudad de Italia Pau pasó aquellas vacaciones hace tres años? —preguntó uniendo cabos.


—No lo recuerdo bien Jaqueline… creo que fue en Florencia, a las afuera de la ciudad… en la región de Toscana, yo apenas empecé a trabajar con Paula a su regreso, sólo me enteré por comentarios hecho por su hermana —contestó dirigiendo sus pensamientos al mismo punto que la rubia.


—¿Puede esto ser posible? Es decir… ¿Pudiera ser que Paula y este hombre se hayan conocido hace tres años y hayan tenido una relación? — inquirió mirando fijamente la pantalla.


La mujer a su lado sintió como su corazón daba un pequeño brinco, afirmando ante aquella interrogante, pero lo disimuló encogiéndose ligeramente de hombros, ella no debía hablar de un tema que quizás su patrona había decidido dejar en el pasado por fuertes motivos, la señorita Chaves era bastante reservada en ese aspecto y nadie estaba en posición de cuestionarla por ello.


—Por la reacción de mi amiga puedo casi asegurarlo, pero al parecer las cosas no quedaron muy bien, para que ella se haya puesto como lo hizo… no sé, esto no me encaja, además ese silencio que ha mantenido Pau con relación a todo esto… ¿Estás segura que a ti no te ha comentado nada Rosa? —la mujer se había convertido en una detective, necesitaba respuestas.


—No, no lo ha hecho Jaqueline y creo que es mejor que dejemos las cosas como están, ya viste como se puso Pau… —decía cuando la rubia la detuvo.


—Precisamente por ello deseo saber qué sucedió exactamente, ese hombre se ha mostrado interesado en estar en la película de Rendición, ha enviado su ficha para que lo coloquemos dentro de los aspirantes al papel de Franco y algo me dice que su interés va más allá de obtener el protagónico, si conoce a Paula y está haciendo todo esto es porque quiere verla de nuevo… quiere… ¿Qué sé yo? Un reencuentro o algo por el estilo, ahora la pregunta sería ¿con qué intenciones? ¿Qué busca con ello?


—Jaqueline yo te aconsejaría que dejases de hacer conjeturas a diestra y siniestra, lo mejor será esperar… si la gente de producción ha dado su visto bueno al actor, serán ellos los encargados de entrevistarse con él, no es necesario que Paula lo vea… ¿O, sí?


—Ella estará presente en el casting, será quien tenga la última palabra, por lo tanto quiera o no lo verá, si él viene a la prueba ese encuentro será inevitable —contestó con preocupación.


—¿Y no pueden hacer algo? En el caso que lo que pensamos sea verdad y este hombre venga a perturbar a Paula… ¿Existe la posibilidad de impedir que algo así suceda? —Rosa comenzaba a mostrar la misma angustia de la rubia.


—Sí, por supuesto que existe… la cuestión es que me siento atada de manos, hasta ahora es el actor con mayor parecido que he visto, además que habla el inglés de manera fluida, con el acento italiano que buscamos, tiene tanto de Franco, sus gestos… sus sonrisas… la gente de producción van a querer verlo en el casting, no se lo perderían por nada del mundo, yo estando en sus pies no lo haría… ¡Ay Rosa! empiezo a creer que el famoso experto en vinos no es un personaje ficticio —comentó masajeándose las sienes, sentía que un fuerte dolor comenzaba a invadir su cabeza.


—No lo es… es decir, bueno no sé, como dices el parecido es asombroso… en verdad es muy guapo, si en algún momento tengo que colocarle rostro a Franco Donatti será el de ese hombre. Pero a lo mejor estamos inventándonos historias sin sentido, creo que por ahora debemos dejar el tema de lado, dudo que Paula salga de su habitación y aclare todas nuestras dudas, así que no ganamos nada con estar aquí especulando… mi consejo es que la dejemos descansar hoy… ya mañana ella nos dirá algo —indicó en tono casual.


—Tienes razón, yo también me siento agotada… cientos de ideas dan vueltas en mi cabeza y unas son más descabelladas que otras, las respuestas a todas éstas preguntas las tiene Pau y sólo ella debe dárnoslas, aunque dudo que pueda dejar de pensar en ello, por lo pronto lo intentaré… de todas formas me llevaré esta carpeta y seguiré investigando más sobre el misterioso Pedro Alfonso —esbozó tomando su bolso, guardando la información y terminó por colocarse de pie—Por favor Rosa
si notas algo extraño en Paula me llamas de inmediato, no sé, que se quede allí por mucho tiempo, que haga algo fuera de lo habitual… cualquier cosa me avisas de inmediato. Es la primera vez que la veo actuar así y me preocupa. —indicó caminando con la mujer hacia la salida.


—No te alarmes Jaqueline… cualquier cosa me comunico contigo, pero sigo pensando que lo mejor es dejarla sola, ya descubriremos lo que sucedió. —mencionó abriendo la puerta para despedirla.


Jaqueline se fue sintiendo que muchas cosas quedaban flotando en el aire, no le gustaba esa sensación de estar a la deriva y tratándose de su amiga mucho menos, con Pau todo era seguro y hasta previsible, todo a excepción de esto y por supuesto que se sentía intrigada, estaba segura que había algo y aunque todo apuntaba hacia una sola dirección ella quería tener las pruebas en la mano, como buena abogada que era no se dejaba llevar solo por las apariencias o conjeturas sin fundamento, aunque la actitud de Paula vaya que le daba base a sus especulaciones.


Rosa se había quedado igual de preocupada que la rubia, menos intrigada ciertamente, porque ella tenía mayor información, pero no estaría en lo correcto si le contaba esto a Jaqueline, si llegaba a enterarse de algo debía ser por su patrona, por nadie más. Su mirada se enfocó unos minutos en el pasillo que daba a las habitaciones, dudando si debía ir a ver como estaba la chica o dejarla sola, optó por la segunda pues era a todas luces lo que esta deseaba, estar sola.









CAPITULO 13




Después de un par de horas se encontraban en la terraza, ella había preparado su té especial, canela, limón y miel, para aliviar la tristeza de él, siempre lo hacía con todos sus hijos desde que eran niños. Continuaron con la conversación y para no llegar a otro momento triste ella lo sorprendió leyéndose unos pasajes del libro donde sus desplantes y malcriadeces hacían rabiar a Priscila, nombre del personaje femenino, hasta ponerla roja.


De pronto su hijo estuvo riendo con la mirada brillante y ella era feliz de nuevo, sonreía alegre al leer que sus enseñanzas sobre poesía habían creado ese puente que los fue acercando y se irguió orgullosa.


—Eso debes agradecérmelo, la poesía siempre ha unido corazones y los suyos no escaparon de esa magia que posee, de verdad es una historia maravillosa, la leí completa en tres días. Me molestaba cuándo debía dejarla de lado para atender a algún paciente —confesó con una sonrisa y de pronto se sonrojó—. Bueno también lo hice con esa rapidez porque me salté algunas escenas… sobre todo de la mitad en adelante, cuando ustedes… bueno esas partes, ya sabes —esbozó en un murmullo sin mirarlo.


—¡Oh, por favor madre! —exclamó Pedro colocándose de pie sintiéndose como un chico de quince años, demasiado avergonzado para verla a la cara.


—¡No lo hice! —le aseguró sintiéndose igual de apenada que él—. Cuándo notaba el rumbo que estaban tomando las cosas, saltaba varias páginas y después me enfocaba de nuevo en lo demás. Supongo que debido a eso me he perdido gran parte de la historia… es decir, lo que hablaban, como exponían sus sentimientos en ésos instantes tan íntimos, muchas veces son donde nos encontramos más abiertos a mostrar la verdad y la intensidad de lo que sentimos…—decía con tono soñador mientras recordaba.


—No se preocupe, no se perdió de mucho era poco lo que hablábamos, ahora por favor dejemos el tema de lado, ha hecho que mis mejillas se tiñeran como si viviéramos en Los Alpes —le pidió Pedro tomando asiento de nuevo.


Ella le dedicó una sonrisa divertida al ver que ciertamente sus mejillas habían adquirido un hermoso tono rosa, llevó la mano hasta una y la acarició con ternura, Pedro la tomó y le dio un beso, en ese gesto le agradecía ese amor incondicional que a pesar de todo, siempre le mostraba.


Escucharon el timbre de la entrada principal, era sábado y las señoras que trabajaban para su hijo no se encontraban, así que él tuvo que ir a abrir.


Cuándo regreso lo hizo en compañía de Romina Ciccone, la novia de Pedro desde hacía ocho meses.


Ella no dejo que el conflicto que había tenido con él meses atrás los separara, después de unos días de mucho pensarlo comprendió que había exagerado, y que no era la primera vez que se enfrentaba a alguna novia del pasado de Pedro. Por el contrario ése había sido el percance menos relevante por decirlo de alguna manera; aunque ello no evitó que los
medios y muchos de sus conocidos le hicieran la vida una pesadilla durante varias semanas, había decidido afrontarlo con entereza y retomar su relación con Pedro, no dejaría que un fantasma del pasado le arruinase la felicidad de la cual disfrutaba junto al castaño y menos la posibilidad de atrapar al hombre más apuesto, famoso y talentoso de toda Italia.


—¡Suegra! Que emoción verla aquí, tenía casi un mes sin verla, es que el ingrato de su hijo nunca me lleva a visitarla. ¿Cómo ha estado? —la saludó con la misma efusividad de siempre, demasiado exagerada para el gusto de Amelia.


—Romina, es un gusto verte, todo ha estado muy bien ¿tú, cómo te encuentras? —respondió en tono formal.


—De maravilla, con muchísimo trabajo pero eso es extraordinario, la próxima semana tengo una reunión con unas personas que están organizando un desfile en París, sólo estaré como invitada, no voy a participar. Pero esto me brindara la oportunidad de conocer a muchas personas del medio, si todo sale bien estaría viajando a la ciudad luz en un mes aproximadamente —contestó con una amplia sonrisa y se volvió para mirar a Pedro tomándole la mano—. Amor espero que no me vayas a extrañar mucho —dijo haciendo un puchero.


Amelia pensó que era el colmo de la arrogancia pero no hizo ningún comentario, sólo se limitó a sonreír. La chica siguió parloteado sobre su trabajo y todas las cosas que haría, nombraba a personas que eran unos completos desconocidos para la mujer y su hijo, pero que por cortesía
asentían y mostraban interés. Después de unos minutos la madre de Pedro miró su reloj y se dio cuenta que estaba pronto a oscurecer, el tiempo se le había pasado volando.


—Yo tengo que retirarme, no había notado lo tarde que es…—decía tomando el libro a su lado en el sillón, para guardarlo de nuevo en su cartera, lo trataba como si fuera un tesoro.


—Doña Amelia. ¿No me diga que usted también ha caído en esta moda? —inquirió asombrada observándolo —Creo que no conozco mujer en Roma que no haya leído el famoso libro, a donde quiera que una voltea están hablando de él. Pero le confieso que usted era a la última mujer imaginaba dejándose atrapar por los extraordinarios dotes del famoso
Franco —dijo mirándola aún perpleja.


—No veo por qué te asombra tanto querida, como has dicho todo el mundo habla del libro, en lo particular me parece interesante y la historia de amor es muy hermosa —esbozó en tono cortante.


—No, es que no lo digo por nada malo, es sólo que no pensé que usted se fuera a interesar por algo de ese estilo, yo también lo leí por supuesto. Era horrible encontrarme en medio de una conversación sin tener nada que opinar y bueno, puedo decir que me gustó en términos generales, la verdad es que encontré la historia un poco sosa, la protagonista es demasiado condescendiente con el tal Franco, él tiene sus habilidades claro está, pero a momentos actuaba como un chiquillo inmaduro y eso a mi parecer le restaba carácter al personaje, hoy en día una mujer necesita de un hombre que la represente, que la haga sentir segura y valorada, a nuestra edad y en estos tiempos no estamos para jueguitos como los que plantea el personaje masculino —decía con esa postura tan despectiva que mostraba siempre, como si ella fuese más importante que todo el mundo, imponer su voluntad, esa era su especialidad.


Mientras que Amelia le dirigía miradas a su hijo intentando comprender como Pedro había llegado a involucrarse con alguien como ella. Era hermosa, pero dentro de cánones generales, nada extraordinario, no percibía nada especial que hubiese cautivado a Pepe, eso la intrigaba porque creía que la etapa donde él basada todas sus relaciones en el plano físico había pasado, a menos que estuviese cayendo de nuevo en eso.


Pedro evitaba mirarla a los ojos quizás para esconderle lo que realmente sentía por Romina o para evitar que ella viera que sus comentarios le dolían, después de todo a quien estaba tratando de infantil y patán era a él y ambos lo sabían. Podía ver como tensaba la mandíbula o suprimía esa sonrisa de medio lado que muchos consideraban odiosa y arrogante en él. Ella se devanaba los sesos, quería entenderlo, no sabía si se estaba burlando de su novia o sólo estaba dejando que la amargura lo llenara de nuevo ante sus palabras.


La verdad era que Pedro estaba muy divertido, pero más al ver el enfado de su madre, como defendía lo que para ella era su historia de amor.


No le importaba lo que Romina pensaba del personaje de Rendición, después de todo ese hombre ya no existía, el joven inmaduro y sarcástico se había quedado en la Toscana o quizás se había ido tras aquella extraordinaria mujer que le había mostrado un mundo nuevo. Aunque eso último era poco probable pues de haber sido así ella no hubiera hecho su vida de nuevo y él sabía que lo había conseguido, se le veía en paz y feliz, incluso debía tener a alguien más a su lado.


—La verdad yo le hubiera puesto las cartas sobre la mesa desde mucho antes, no me hubiese dejado dominar de esa manera. Porque seguramente usted estará de acuerdo conmigo en esto, una mujer debe darse su puesto y dejarle en claro al hombre que tiene tanto derecho como él a opinar, pero ella siempre se callaba todo y por eso casi lo pierde, solo que al final ocurre la milagrosa reconciliación y él se da cuenta lo idiota que fue — hablaba la rubia completamente inocente de la verdad.


—El amor a veces necesita de esas dificultades para saber hasta dónde puede llegar y todo lo que es capaz de soportar, eso lo fortalece. En resumen yo lo sigo considerando hermoso —dijo la mujer colocándose de pie, para anunciar su partida.


—Bueno yo agradezco no tener que verme en una situación así, sé que nunca pasaré por algo parecido, mi Pedro es perfecto —mencionó con una gran sonrisa acariciando la mejilla de su novio —Pero ya que le gustó tanto debe estar feliz al saber que la autora ha vendido los derechos a The Planet Studios y planean hacer la película, según tengo entendido hasta han abierto el casting, planean comenzar a rodar a principios de la próxima primavera, un amigo me contó que estaban buscando las locaciones en Toscana para esas fechas —informó dejando a sus acompañantes en shock.


—¿Estás segura de ello Romina? —preguntó Pedro con la voz ronca y su mirada se desvió sólo un segundo a su madre.


—Por supuesto amor, todo el mundo habla de ello, al parecer la autora está metida en todo esto y dijo que debía ser locaciones reales. Imagino que a los actores que seleccionen tendrán un negocio redondo, el libro fue el más vendido del año pasado y se mantiene este año entre la lista de los más solicitados, se espera que con la película ocurra lo mismo, es una verdadera lástima que yo no sea actriz —dijo riendo y algo extrañada al ver las reacciones de ambos.


Amelia estaba conteniendo sus ganas de levantarse, y hacer que Romina cerrara su boca parlanchina. Agarrar a Pedro por los hombros y sacudirlo hasta hacerlo reaccionar, esa era su oportunidad para reencontrarse con Paula, era el momento perfecto para hacer lo que tuviera que hacer.


Pedro se había aislado por completo de ese instante, la voz de su novia le sonaba lejana y sobre todo extraña; ni siquiera lograba ser consciente de las miradas que le dedicaba su madre y parecían querer decirle cientos de cosas. Él sólo pensaba en algo, o a decir verdad en alguien. La imagen de Paula se instaló en su cabeza y fue como si su corazón comenzara a latir con mayor fuerza, había pasado más de tres años luchando contra sus deseos de buscarla, pero en ese momento comprendió que sin importar cuanto de su parte pusiera para mantenerse en su posición ya estaba derrotado.


Buscarla ya no se trataba nada más de acercarse a ella para satisfacer su curiosidad y saber si aún la seguía amando o si los sentimientos en ella eran igual de fuertes que los suyos. Ir hasta América era también arriesgarse tal vez a comprobar que todo no había sido más que una ilusión que él se creó por haber estado sólo y necesitado de comprensión, por haberla visto a ella como a su única salvación en medio de la tempestad que azotó su vida tres años atrás. Ya no se trataba de un deseo sino de una necesidad, necesitaba con urgencia ver a Paula de nuevo y que el destino decidiera si eso era para bien o para mal.


—Aunque no tanto supongo, jamás me teñiría el cabello de castaño, no me queda, una sola vez lo hice y dure una semana encerrada en mi casa sin mirarme al espejo, hasta que pude teñirlo de nuevo. —agregó intentando comprender el repentino silencio.


—Tendrá un éxito seguro si dejan que la autora esté presente durante el rodaje y colabore con la adaptación del guión, espero que escuchen su opinión pues nadie conoce mejor la obra que quien la escribe. Nos acabas de dar una excelente noticia Romina, no te imaginas cuan feliz me siento de saber que posiblemente Paula Chaves se traslade hasta el país para mostrarle al mundo las bellezas que poseen los paisajes de Toscana.— mencionó Amelia con la mirada brillante y la voz cargada de esperanza.


La reacción de su hijo no le dejaba lugar a dudas, quería que ese encuentro se diese, quería verla de nuevo, sólo rogaba que esa vez las cosas fuesen como debieron ser tres años atrás.


La mente de Pedro trabajaba con rapidez, evaluando cientos de posibilidades, al tiempo que un miedo atroz se apoderaba de su pecho, estaba seguro de lo que deseaba y también lo que arriesgaba, pero siempre se había caracterizado por ser impulsivo, había tomado decisiones en su vida que la transformaron, quizás era tiempo de hacerlo de nuevo.


—Dices que han abierto casting, supongo que éste lo están llevando a cabo en Los Angeles ¿no es así? —interrogó él a Romina una vez más sin mirarla a los ojos.


La rubia asintió en silencio mientras lo observaba con detenimiento, no comprendía el cambio de su novio, podía entender que su suegra estuviese brincando de la felicidad por ver en la pantalla grande la estúpida novelita, pero Pedro no era de los que se dejaba deslumbrar por noticias como ésa pero de un momento a otro había cambiado, lucía absorto. Era como si su cuerpo estuviese en ese lugar pero su mente no y un incómodo peso se alojó en su estómago, provocándole un presentimiento que no le gusto para nada.


Pedro le dirigió una mirada a su madre, apenas un vistazo, ella lo conocía tan bien que supo lo que eso significaba y asintió en silencio animándolo, entregándole una sonrisa radiante. Él respondió con el mismo gesto, pero menos efusivo, la verdad era que tenía una mezcla de sentimientos en su interior luchando entre sí. Sabía que debía tomar una decisión, respiró profundamente armándose de valor y después de eso salió casi corriendo al interior de su departamento, tomó su celular y marcó el número de su representante mientras su corazón latía como un caballo desbocado.