martes, 14 de julio de 2015
CAPITULO 13
Después de un par de horas se encontraban en la terraza, ella había preparado su té especial, canela, limón y miel, para aliviar la tristeza de él, siempre lo hacía con todos sus hijos desde que eran niños. Continuaron con la conversación y para no llegar a otro momento triste ella lo sorprendió leyéndose unos pasajes del libro donde sus desplantes y malcriadeces hacían rabiar a Priscila, nombre del personaje femenino, hasta ponerla roja.
De pronto su hijo estuvo riendo con la mirada brillante y ella era feliz de nuevo, sonreía alegre al leer que sus enseñanzas sobre poesía habían creado ese puente que los fue acercando y se irguió orgullosa.
—Eso debes agradecérmelo, la poesía siempre ha unido corazones y los suyos no escaparon de esa magia que posee, de verdad es una historia maravillosa, la leí completa en tres días. Me molestaba cuándo debía dejarla de lado para atender a algún paciente —confesó con una sonrisa y de pronto se sonrojó—. Bueno también lo hice con esa rapidez porque me salté algunas escenas… sobre todo de la mitad en adelante, cuando ustedes… bueno esas partes, ya sabes —esbozó en un murmullo sin mirarlo.
—¡Oh, por favor madre! —exclamó Pedro colocándose de pie sintiéndose como un chico de quince años, demasiado avergonzado para verla a la cara.
—¡No lo hice! —le aseguró sintiéndose igual de apenada que él—. Cuándo notaba el rumbo que estaban tomando las cosas, saltaba varias páginas y después me enfocaba de nuevo en lo demás. Supongo que debido a eso me he perdido gran parte de la historia… es decir, lo que hablaban, como exponían sus sentimientos en ésos instantes tan íntimos, muchas veces son donde nos encontramos más abiertos a mostrar la verdad y la intensidad de lo que sentimos…—decía con tono soñador mientras recordaba.
—No se preocupe, no se perdió de mucho era poco lo que hablábamos, ahora por favor dejemos el tema de lado, ha hecho que mis mejillas se tiñeran como si viviéramos en Los Alpes —le pidió Pedro tomando asiento de nuevo.
Ella le dedicó una sonrisa divertida al ver que ciertamente sus mejillas habían adquirido un hermoso tono rosa, llevó la mano hasta una y la acarició con ternura, Pedro la tomó y le dio un beso, en ese gesto le agradecía ese amor incondicional que a pesar de todo, siempre le mostraba.
Escucharon el timbre de la entrada principal, era sábado y las señoras que trabajaban para su hijo no se encontraban, así que él tuvo que ir a abrir.
Cuándo regreso lo hizo en compañía de Romina Ciccone, la novia de Pedro desde hacía ocho meses.
Ella no dejo que el conflicto que había tenido con él meses atrás los separara, después de unos días de mucho pensarlo comprendió que había exagerado, y que no era la primera vez que se enfrentaba a alguna novia del pasado de Pedro. Por el contrario ése había sido el percance menos relevante por decirlo de alguna manera; aunque ello no evitó que los
medios y muchos de sus conocidos le hicieran la vida una pesadilla durante varias semanas, había decidido afrontarlo con entereza y retomar su relación con Pedro, no dejaría que un fantasma del pasado le arruinase la felicidad de la cual disfrutaba junto al castaño y menos la posibilidad de atrapar al hombre más apuesto, famoso y talentoso de toda Italia.
—¡Suegra! Que emoción verla aquí, tenía casi un mes sin verla, es que el ingrato de su hijo nunca me lleva a visitarla. ¿Cómo ha estado? —la saludó con la misma efusividad de siempre, demasiado exagerada para el gusto de Amelia.
—Romina, es un gusto verte, todo ha estado muy bien ¿tú, cómo te encuentras? —respondió en tono formal.
—De maravilla, con muchísimo trabajo pero eso es extraordinario, la próxima semana tengo una reunión con unas personas que están organizando un desfile en París, sólo estaré como invitada, no voy a participar. Pero esto me brindara la oportunidad de conocer a muchas personas del medio, si todo sale bien estaría viajando a la ciudad luz en un mes aproximadamente —contestó con una amplia sonrisa y se volvió para mirar a Pedro tomándole la mano—. Amor espero que no me vayas a extrañar mucho —dijo haciendo un puchero.
Amelia pensó que era el colmo de la arrogancia pero no hizo ningún comentario, sólo se limitó a sonreír. La chica siguió parloteado sobre su trabajo y todas las cosas que haría, nombraba a personas que eran unos completos desconocidos para la mujer y su hijo, pero que por cortesía
asentían y mostraban interés. Después de unos minutos la madre de Pedro miró su reloj y se dio cuenta que estaba pronto a oscurecer, el tiempo se le había pasado volando.
—Yo tengo que retirarme, no había notado lo tarde que es…—decía tomando el libro a su lado en el sillón, para guardarlo de nuevo en su cartera, lo trataba como si fuera un tesoro.
—Doña Amelia. ¿No me diga que usted también ha caído en esta moda? —inquirió asombrada observándolo —Creo que no conozco mujer en Roma que no haya leído el famoso libro, a donde quiera que una voltea están hablando de él. Pero le confieso que usted era a la última mujer imaginaba dejándose atrapar por los extraordinarios dotes del famoso
Franco —dijo mirándola aún perpleja.
—No veo por qué te asombra tanto querida, como has dicho todo el mundo habla del libro, en lo particular me parece interesante y la historia de amor es muy hermosa —esbozó en tono cortante.
—No, es que no lo digo por nada malo, es sólo que no pensé que usted se fuera a interesar por algo de ese estilo, yo también lo leí por supuesto. Era horrible encontrarme en medio de una conversación sin tener nada que opinar y bueno, puedo decir que me gustó en términos generales, la verdad es que encontré la historia un poco sosa, la protagonista es demasiado condescendiente con el tal Franco, él tiene sus habilidades claro está, pero a momentos actuaba como un chiquillo inmaduro y eso a mi parecer le restaba carácter al personaje, hoy en día una mujer necesita de un hombre que la represente, que la haga sentir segura y valorada, a nuestra edad y en estos tiempos no estamos para jueguitos como los que plantea el personaje masculino —decía con esa postura tan despectiva que mostraba siempre, como si ella fuese más importante que todo el mundo, imponer su voluntad, esa era su especialidad.
Mientras que Amelia le dirigía miradas a su hijo intentando comprender como Pedro había llegado a involucrarse con alguien como ella. Era hermosa, pero dentro de cánones generales, nada extraordinario, no percibía nada especial que hubiese cautivado a Pepe, eso la intrigaba porque creía que la etapa donde él basada todas sus relaciones en el plano físico había pasado, a menos que estuviese cayendo de nuevo en eso.
Pedro evitaba mirarla a los ojos quizás para esconderle lo que realmente sentía por Romina o para evitar que ella viera que sus comentarios le dolían, después de todo a quien estaba tratando de infantil y patán era a él y ambos lo sabían. Podía ver como tensaba la mandíbula o suprimía esa sonrisa de medio lado que muchos consideraban odiosa y arrogante en él. Ella se devanaba los sesos, quería entenderlo, no sabía si se estaba burlando de su novia o sólo estaba dejando que la amargura lo llenara de nuevo ante sus palabras.
La verdad era que Pedro estaba muy divertido, pero más al ver el enfado de su madre, como defendía lo que para ella era su historia de amor.
No le importaba lo que Romina pensaba del personaje de Rendición, después de todo ese hombre ya no existía, el joven inmaduro y sarcástico se había quedado en la Toscana o quizás se había ido tras aquella extraordinaria mujer que le había mostrado un mundo nuevo. Aunque eso último era poco probable pues de haber sido así ella no hubiera hecho su vida de nuevo y él sabía que lo había conseguido, se le veía en paz y feliz, incluso debía tener a alguien más a su lado.
—La verdad yo le hubiera puesto las cartas sobre la mesa desde mucho antes, no me hubiese dejado dominar de esa manera. Porque seguramente usted estará de acuerdo conmigo en esto, una mujer debe darse su puesto y dejarle en claro al hombre que tiene tanto derecho como él a opinar, pero ella siempre se callaba todo y por eso casi lo pierde, solo que al final ocurre la milagrosa reconciliación y él se da cuenta lo idiota que fue — hablaba la rubia completamente inocente de la verdad.
—El amor a veces necesita de esas dificultades para saber hasta dónde puede llegar y todo lo que es capaz de soportar, eso lo fortalece. En resumen yo lo sigo considerando hermoso —dijo la mujer colocándose de pie, para anunciar su partida.
—Bueno yo agradezco no tener que verme en una situación así, sé que nunca pasaré por algo parecido, mi Pedro es perfecto —mencionó con una gran sonrisa acariciando la mejilla de su novio —Pero ya que le gustó tanto debe estar feliz al saber que la autora ha vendido los derechos a The Planet Studios y planean hacer la película, según tengo entendido hasta han abierto el casting, planean comenzar a rodar a principios de la próxima primavera, un amigo me contó que estaban buscando las locaciones en Toscana para esas fechas —informó dejando a sus acompañantes en shock.
—¿Estás segura de ello Romina? —preguntó Pedro con la voz ronca y su mirada se desvió sólo un segundo a su madre.
—Por supuesto amor, todo el mundo habla de ello, al parecer la autora está metida en todo esto y dijo que debía ser locaciones reales. Imagino que a los actores que seleccionen tendrán un negocio redondo, el libro fue el más vendido del año pasado y se mantiene este año entre la lista de los más solicitados, se espera que con la película ocurra lo mismo, es una verdadera lástima que yo no sea actriz —dijo riendo y algo extrañada al ver las reacciones de ambos.
Amelia estaba conteniendo sus ganas de levantarse, y hacer que Romina cerrara su boca parlanchina. Agarrar a Pedro por los hombros y sacudirlo hasta hacerlo reaccionar, esa era su oportunidad para reencontrarse con Paula, era el momento perfecto para hacer lo que tuviera que hacer.
Pedro se había aislado por completo de ese instante, la voz de su novia le sonaba lejana y sobre todo extraña; ni siquiera lograba ser consciente de las miradas que le dedicaba su madre y parecían querer decirle cientos de cosas. Él sólo pensaba en algo, o a decir verdad en alguien. La imagen de Paula se instaló en su cabeza y fue como si su corazón comenzara a latir con mayor fuerza, había pasado más de tres años luchando contra sus deseos de buscarla, pero en ese momento comprendió que sin importar cuanto de su parte pusiera para mantenerse en su posición ya estaba derrotado.
Buscarla ya no se trataba nada más de acercarse a ella para satisfacer su curiosidad y saber si aún la seguía amando o si los sentimientos en ella eran igual de fuertes que los suyos. Ir hasta América era también arriesgarse tal vez a comprobar que todo no había sido más que una ilusión que él se creó por haber estado sólo y necesitado de comprensión, por haberla visto a ella como a su única salvación en medio de la tempestad que azotó su vida tres años atrás. Ya no se trataba de un deseo sino de una necesidad, necesitaba con urgencia ver a Paula de nuevo y que el destino decidiera si eso era para bien o para mal.
—Aunque no tanto supongo, jamás me teñiría el cabello de castaño, no me queda, una sola vez lo hice y dure una semana encerrada en mi casa sin mirarme al espejo, hasta que pude teñirlo de nuevo. —agregó intentando comprender el repentino silencio.
—Tendrá un éxito seguro si dejan que la autora esté presente durante el rodaje y colabore con la adaptación del guión, espero que escuchen su opinión pues nadie conoce mejor la obra que quien la escribe. Nos acabas de dar una excelente noticia Romina, no te imaginas cuan feliz me siento de saber que posiblemente Paula Chaves se traslade hasta el país para mostrarle al mundo las bellezas que poseen los paisajes de Toscana.— mencionó Amelia con la mirada brillante y la voz cargada de esperanza.
La reacción de su hijo no le dejaba lugar a dudas, quería que ese encuentro se diese, quería verla de nuevo, sólo rogaba que esa vez las cosas fuesen como debieron ser tres años atrás.
La mente de Pedro trabajaba con rapidez, evaluando cientos de posibilidades, al tiempo que un miedo atroz se apoderaba de su pecho, estaba seguro de lo que deseaba y también lo que arriesgaba, pero siempre se había caracterizado por ser impulsivo, había tomado decisiones en su vida que la transformaron, quizás era tiempo de hacerlo de nuevo.
—Dices que han abierto casting, supongo que éste lo están llevando a cabo en Los Angeles ¿no es así? —interrogó él a Romina una vez más sin mirarla a los ojos.
La rubia asintió en silencio mientras lo observaba con detenimiento, no comprendía el cambio de su novio, podía entender que su suegra estuviese brincando de la felicidad por ver en la pantalla grande la estúpida novelita, pero Pedro no era de los que se dejaba deslumbrar por noticias como ésa pero de un momento a otro había cambiado, lucía absorto. Era como si su cuerpo estuviese en ese lugar pero su mente no y un incómodo peso se alojó en su estómago, provocándole un presentimiento que no le gusto para nada.
Pedro le dirigió una mirada a su madre, apenas un vistazo, ella lo conocía tan bien que supo lo que eso significaba y asintió en silencio animándolo, entregándole una sonrisa radiante. Él respondió con el mismo gesto, pero menos efusivo, la verdad era que tenía una mezcla de sentimientos en su interior luchando entre sí. Sabía que debía tomar una decisión, respiró profundamente armándose de valor y después de eso salió casi corriendo al interior de su departamento, tomó su celular y marcó el número de su representante mientras su corazón latía como un caballo desbocado.
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