martes, 25 de agosto de 2015

CAPITULO 153





Ignacio se encontraba en el sillón de cuero de su elegante oficina, mientras giraba en sus manos el trago de whisky que se había servido hacía cerca de una hora. No era muy dado a la bebida y solo tenía el bar allí por puro protocolo para algún cliente importante, sugerencia de su padre que deseaba heredarle prácticamente la vida para que él la amoldara a la suya.


—Adelante —mencionó al escuchar el suave golpe en la puerta.


Una rubia alta y delgada, con hermosos ojos topacio entró a la oficina mostrando el andar seguro de quien conoce perfectamente ese lugar, llevaba puesto un elegante modelo ejecutivo de pantalón y blazer blanco Calvin Klein, se paró frente a él y lo miró con desaprobación.


—¿Por qué no le respondes las llamadas a Paula? —demandó abriendo su chaqueta y sentándose en la silla frente al escritorio.


—¿Quién te dijo eso? —se tensó y contestó con una interrogante.


—Se lo acabo de escuchar a tu asistente —respondió quitándole el vaso de whisky de la mano y le dio un sorbo saboreándolo lentamente.


—Eso no es de tu incumbencia Julianne —dijo quitándole el vaso.


—Tu padre tiene un gusto excelente para los whiskies… y tienes razón no es mi asunto, solo lo escuché por casualidad. Al parecer hay problemas en el paraíso, digo para que te estés escondiendo de miss perfección —agregó mirándolo con diversión.


—Deja de referirte a mi novia de esa manera, ella tiene su nombre.


—¡Claro! La famosa Paula Chaves, imposible olvidarlo cuando todo el mundo no hace más que hablar de ella y su famoso librito, que ahora, para agravar mi úlcera llevarán al cine — pronunció y elevó una ceja al ver el gesto de desagrado en el rostro de Ignacio—. Suponía que estarías feliz, como no haces nada más que decirle a todos lo maravillosa y talentosa que es tu novia — señaló con sorna.


—¿Acaso no tienes nada que hacer en tu oficina? —preguntó para no echarla directamente. Su colega era igual de excelente para los negocios, como para ser una verdadera molestia.


—No, ya quedé libre, pues resulta que yo sí me la pasé en reuniones todo el día mientras tú estabas aquí lamentándote por… —estaba por decir cuando se sobresaltó al sentir el golpe de Ignacio sobre la mesa.


—¡Ya basta! No voy a permitir que te sigas metiendo en mi vida ni que sigas criticando a mi novia, lo que suceda entre Paula y yo es asunto nuestro, así que sal de aquí y déjame solo — exigió mirándola.


—¡Perfecto! Tampoco es que seas tan importante como para dedicarte mi tiempo, tengo mejores cosas en las cuales ocuparme que verte aquí una vez más derrotado —dijo colocándose de pie, se irguió mostrando toda su altura y se alejó, pero antes de salir se volvió a mirarlo manteniendo la barra de acero de la puerta en su mano—. ¿Sabes cuál es tu problema Ignacio? —preguntó mirándolo con rabia.


Él se mantuvo en silencio pues no le daría el gusto de caer en sus provocaciones, solo la miró con seriedad esperando que entendiera que no le importaba su opinión y la quería fuera de ese lugar.


—Que idealizas a las mujeres… te empeñas en buscar figuras que puedan deslumbrarte y mantengan tu atención, en buscar perfección y en el momento que alguna falla pierdes todo interés, terminas aburriéndote, es por eso que buscas estrellas. Actrices, cantantes, modelos… creí que habías superado esa etapa con Olga, pero entonces llegó Paula Chaves y allí estabas tú de nuevo maravillado ante la inteligencia y el carisma de la escritora… Te confieso que pensé que tal vez con ella lograrías lo que quieres, pero viéndote ahora me doy cuenta que vas rumbo al mismo desfiladero —mencionó dejando libre esa verdad que se había guardado por mucho tiempo.


—Tú no sabes nada de mi vida Julianne —esbozó con rabia, más hacia él mismo que a la mujer que le estaba diciendo esas dolorosas verdades en su cara, esas que se negaba a reconocerse incluso a él mismo.


—Te equivocas, sé más de lo que puedas pensar… —dijo sin poder ocultar su tristeza por ver lo ciego que Ignacio estaba y salió.


Él se quedó mirando la puerta ébano sin saber cómo interpretar esas palabras de Julianne, era una mujer sarcástica no sabía cuándo hablaba en serio y cuándo no. 


Además las cosas entre los dos nunca habían pasado más allá de las ocasiones en que tuvieron sexo, primero llevado por sus deseos de adolescente y después por los despechos que sufrió.








CAPITULO 152




Al día siguiente cuando despertó estaba sola, Ignacio se había marchado sin despedirse, ni dejarle una nota como acostumbraba hacer cuando se iba y ella quedaba dormida, de inmediato supo que las cosas habían cambiado entre los dos, aunque él se haya mostrado casual ante su actitud de la noche anterior eso no la salvaba de que su novio haya sacado sus propias conclusiones al verla así.


Lo único que rogaba era que por lo menos no fuera a relacionar su depresión con Pedro porque estaba segura que si llegaba a buscarlo para exigirle una explicación, él podía decirle toda la verdad en venganza por su rechazo.


No tenía apetito, pero aun así desayunó prácticamente obligada por Rosa y después de eso se internó en su estudio, revisaba su celular cada cinco minutos a la espera de algún mensaje de Ignacio, le preocupaba mucho su silencio. Estaba por hacer una zanja en el piso si seguía caminando de un lugar a otro, pero no podía quedarse sentada como si su mundo no se estuviera cayendo, incluso se sintió tentaba a ir hasta la torre Howard Woodrow para buscarlo, pero le pareció arriesgado.


—Buenos días Pau… ¿Cómo amaneces? Te ves… —Jaqueline entró al estudio con una gran sonrisa, saludándola como siempre, pero en cuanto vio el semblante de su amiga supo que algo andaba mal.


—Hola, no es necesario que me lo digas sé que me veo fatal —dijo mostrando una mueca de desagrado, pues ya había visto los estragos de la noche anterior en su rostro esa mañana.


—¿Qué sucedió? Me voy un fin de semana Paula y te encuentro de esta manera —esbozó preocupada acercándose a ella.


Pedro está aquí —decía pero la rubia no la dejó continuar.


—¡Aquí! Es decir… ¿En tu departamento? —inquirió entre emocionada y sorprendida.


—¡No! Claro que no, está aquí en Chicago… en realidad se está quedando en la torre, en los pisos del hotel —contestó con desgano.


—¡Vaya! El hombre es impresionante… seguirte hasta aquí, buscar tu dirección —pronunciaba intentando no mostrarse muy entusiasmada.


—Aún no sé cómo se enteró, quizás por algún portal de internet o por la gente de producción, el caso es que se presentó el domingo junto a Diana, al parecer se encontraron por “casualidad” en el vestíbulo —dijo.


—Yo creo en las casualidades, pero definitivamente no en ésta… ¿No habrá sido Di quien le dio tu dirección? —preguntó mirándola.


—No, no creo… igual ya no importa, seguramente se habrá marchado o lo hará pronto — respondió bajando la mirada al sentir una punzada de dolor en su pecho.


—¿Qué te hizo? —la interrogó sin poder esconder su molestia.


—No tiene caso Jackie… ya todo terminó, en realidad acabó desde el día en que dejé la Toscana, debo hacerme a esa idea y continuar con mi vida hasta ahora… el problema es que no sé qué sucederá con Ignacio después de lo de anoche —contestó conteniendo su llanto.


—¡Oh, por Dios! No me digas que se enteró de todo… que Franco Donatti es en realidad Pedro y Rendición es el romance que ustedes dos tuvieron años atrás —lanzó todo en una avalancha.


—No, tengo que agradecer que eso no haya ocurrido, o al menos eso creo… es que yo, fui tan estúpida Jaqueline, anoche me encontraba muy mal por la discusión que tuve con Pedro, fui a buscarlo a su habitación para exigirle que se alejará de Di porque la estaba usando a ella para acercarse a mí, pero ya sabes cómo es mi hermana, intenté persuadirla y perdí el tiempo, estaba empeñada en salir con él —pronunció caminando hacia el love seat blanco junto a la biblioteca.


—Querrás decir en acostarse con él —murmuró.


—Jackie, por favor… —la reprendió Paula.


—¿Qué? Por favor Pau, ambas sabemos lo liberal que es Diana, rompió el record de aventuras de tus dos hermanos juntos, tan solo tiene veintitrés años, pero te aseguro que ya ha tenido más sexo que yo en mis treinta —acotó tomando asiento junto a ella.


—Bueno, pero el culpable de esta situación es Pedro y no ella. Fui ayer para pedirle que terminara con este juego pero… —se interrumpió sonrojándose y desvió la mirada.


—¿Pero? —inquirió Jaqueline buscando sus ojos.


—No sé cómo demonios terminamos tumbados en el sofá besándonos —decía un tanto avergonzada.


—¡Tuviste sexo con él! —no era una pregunta, era una afirmación y la nota de felicidad en su voz no se pudo ocultar.


—¡No! Y no veo porqué tenga que alegrarte que algo así suceda, se supone que eres amiga de Ignacio —le reprochó pues le dolió lo rápido que había llegado a esa conclusión, ella sabía que odiaba las traiciones.


—Lo sé, lo siento es solo que… Paula aunque tú te empeñes en negarlo aún sigues enamorada de Pedro Alfonso, y sí puede que yo aprecie mucho a Ignacio, pero te quiero más a ti, por lo tanto todo aquello que a ti te haga feliz a mí también y sé que estar junto al italiano te hará feliz — explicó mirándola a los ojos.


—La felicidad que me puede dar Pedro es demasiado efímera Jackie, ayer me quedó muy claro y la verdad ya estoy cansada.


—Pau… mira, es lógico que ustedes tengan discusiones y terminen hiriéndose, ambos tienen demasiado guardado dentro de sus corazones, han pasado cuatro años llenándose de dudas y fantasmas, eso no es fácil de borrar en un par de semanas… solo necesitan un poco de tiempo para que las aguas regresen a su cauce, pero más que nada hablar con la verdad —dijo tomándole una mano mientras le sonreía.


—Ya no hay vuelta atrás Jaqueline, él esperaba que yo dejara todo de lado y me lanzara a sus brazos, que terminara con Ignacio… se enfureció porque recibí su llamada, me exigía que le contara todo. Yo no puedo hacer eso Jackie, no puedo lastimar a Ignacio de esa manera, no se lo merece — dijo con una mezcla de rabia y dolor.


—Al parecer la paciencia y la sutileza no son cualidades del señor Alfonso, tienes razón él debe ser consciente que tu relación con Ignacio no se puede acabar de la noche a la mañana, si de verdad desea recuperarte debe empezar por conquistarte de nuevo, no estar presionándote —comentó Jaqueline mirándola.


—Él sabe que odio que lo hagan, siempre se lo decía… pero es tan ¡Obstinado! Y ayer lo hizo tanto que terminé por quebrarme, ya no deseo verlo ni saber nada más, si toma la decisión de renunciar al papel será lo mejor, después de todo sería un infierno para mí enfrentarme a una situación como esa —mencionó y aunque ella en el fondo se sentía feliz de que él haya obtenido el papel, no sabía hasta dónde podría soportar tenerlo cerca de nuevo, ya que si se quedaba sería inevitable.


De esa manera continuaron con la conversación,Paula puso al día a Jaqueline de todo lo que había acontecido, desde la llegada de Pedro a ese lugar junto a Diana, su encuentro con Ignacio, el almuerzo en casa de sus padres y la incómoda situación con Nicolas, que para su mala suerte Jaqueline le terminó casi confirmando que ciertamente él debía saber algo, su hermano siempre había sido muy intuitivo y después de su ingreso a la academia militar mucho más.


Así llegó hasta la discusión del día anterior y apenas comenzó a decirle todas las palabras que mencionó Pedro las emociones la desbordaron uno vez más al recordar la actitud de él, no lograba entender aún porqué la trató así si se suponía que deseaba recuperarla. Terminó siendo consolada por Jaqueline una vez más que se quedó junto a ella e intentó animarla cuando la invitó a responder los miles de mensajes de sus seguidores, y aunque renuente en un principio porque la mayoría estaban relacionados con Pedro no le quedó más que hacerlo.


Algo que la preocupó pero no se lo hizo saber a Jaqueline porque sabía que ella sería la primera en poner el grito al cielo, era que todos sus lectores esperaban que estuviera en el rodaje de la película, al parecer confiaban más en ella que en el propio director, pero ya había decido que no iría, aunque debía notificar al equipo de producción del cambio pues ellos saldrían en cinco días.


Al caer la tarde ya no soportaba más la incertidumbre con relación a Ignacio, así que tomó su teléfono y marcó a su móvil, pero la llamada fue desviada al buzón de mensajes, lo intentó un par de veces obteniendo el mismo resultado, así que se decidió a llamar a su oficina. Su asistente le informó que había estado todo el día ocupado en reuniones y quizás por ello no la había llamado, pero que ella gustosamente le daría su mensaje en cuanto estuviera desocupado.


Paula se sintió bastante desconcertada por esa respuesta, Ignacio siempre tenía tiempo para una llamada o al menos un mensaje al día para ella, además que dejar su apartamento esa mañana sin avisar no era nada habitual en él. Se acercó al ventanal recordando lo que había sucedió la noche anterior y su angustia cada vez que se daba cuenta de lo evidente que había sido, tanto que él no quiso que ella le contara nada.


Quizás ya lo sabía todo, a lo mejor había llegado por sí solo a la conclusión y estaba tan decepcionado que no quería hablar con ella. Se llevó las manos al rostro para cubrir su vergüenza, lo de ellos no debía acabar así, aun podían luchar por su relación.


—No te sigas engañando Paula… y no sigas haciéndolo con él. Tienes que ser sincera y contarle todo, quizás si lo haces pueden encontrar una solución, pero debes decirle toda la verdad — se dijo.








CAPITULO 151



El ascensor se encontraba solo pero ella se obligó a controlarse, no podía seguir llorando así, no podía seguir dando espectáculos tan patéticos cada vez que Pedro se le diese por trastocar su mundo, debía aprender a hacerse inmune a él y justo en ese momento tomó una decisión. No viajaría con el equipo de producción a Italia, no regresaría a ese lugar ni se expondría a la espantosa tortura de verlo revivir toda su historia con otra mujer, si aún existía algo entre los dos acababa de morir.


—Rosa, me duele la cabeza voy a descansar… por favor, que nadie me moleste, ni siquiera mi madre si llama —dijo sin mirar a la mujer.


Entró a su habitación y se dirigió hasta su armario para cambiarse de ropa, cuando se miró en el espejo comenzó a llorar de nuevo ante la imagen que daba y el recuerdo de los besos de Pedrose dejó caer en el diván de cuero rojo que tenía allí, dejó su llanto correr con absoluta libertad, ya no le importaba si alguien la veía o escuchaba, estaba cansada de fingir, de controlarse, de todo.


Dos horas después se encontraba tan encogida que daba la impresión de ser un ovillo al borde de su cama, había logrado cambiarse de ropa, llevaba un pijama de seda rosa de pantalón y camisa.


Hacía años que no lloraba con tanta desolación, ni siquiera cuando se enteró que él planeaba buscarla, ese dolor era mucho mayor al que sintió incluso en aquel momento que sufrió años atrás, cuando meses después de su separación con Pedro, sin recibir una señal de él, supo que lo de ellos no tendría vuelta atrás. Comenzó a escribir Rendición para darle a su historia ese final feliz, ese donde Franco llegaba al aeropuerto desesperado y le rogaba a Priscila que no lo abandonara, porque sencillamente no tendría la vida que deseaba sin ella a su lado, ese mismo donde ella renunció a todo por él, cuando se arriesgó a poner su vida en manos del hombre que le había enseñado a amar, que la había hecho inmensamente feliz.


—¡Maldita sea! Ya basta… deja de dolerme Pedro, déjame en paz, no puedo soportarlo más, no puedo —esbozó en medio de un llanto amargo que la hacía estremecer.


Hundió su rostro entre las almohadas mientras sentía que el dolor en su pecho la estaba matando, se abrazó a sí misma con fuerza y cerró los ojos para intentar detener las lágrimas, pero éstas la rebasaron humedeciendo la impecable almohada blanca.


Minutos después parecía que había agotado la fuente de sus lágrimas pues ya no lloraba más, se encontraba entumecida, vacía y sentía que ya nada le importaba, le dolía demasiado afrontar que ese amor que pensó que sería para siempre había acabado, lo deseó tantas veces, creyendo que eso la
liberaría, pero solo hizo que todo fuera mucho peor porque en lugar de alivio le había dejado desolación y amargura.


Sintió que abrían la puerta muy despacio, cerró los ojos y fingió que estaba dormida para que quien fuera se marchara y la dejara en paz, no quería ver a nadie, que se dieran cuenta de su estado.


—Paula… amor, ¿te sientes mal?


La voz de Ignacio la hizo tensarse hasta el punto de sentir que su cuerpo dolía, apretó aún más los ojos y rogó que su respiración no se descontrolara dejándola al descubierto delante de él. Sintió el peso de su novio cuando subió a la cama y sus ojos se llenaron de lágrimas, no quería que él estuviera allí en ese momento, los labios de Ignacio le rozaron la mejilla hasta llegar a la sien y después bajó para depositar un beso en su hombro, no pudo controlar el temblor que la recorrió cuando reforzó sus barreras para evitar llorar de nuevo.


—Yo estoy aquí y voy a cuidar de ti princesa —susurró en el oído de Paula al sentirla estremecerse y repitió ese beso en el hombro.


Eso fue todo lo que ella pudo soportar, se rindió ante lo que sentía y dejó que el llanto se liberara, intentó hacerlo en silencio, pero un sollozo se atravesó en su garganta y la estaba ahogando así que no le quedó más que soltarlo, percibió que él se tensaba a su espalda y buscó la mano que había apoyado en su cintura para llevársela a los labios, dejó caer una lluvia de besos en el dorso.


Ignacio se quedó en silencio ante ese gesto de ella, aunque tenía cientos de preguntas torturándolo era mucho mayor su miedo, quería saber el motivo que tenía a Paula de esa manera, pero al mismo tiempo le aterraban las respuestas que ella pudiera darle. La vio sufrir en silencio mientras sentía que a él también se le estaba derrumbando el mundo.



La abrazó con fuerza pegándola a su pecho, sintiéndola tan pequeña y frágil como nunca la había visto, eso lo llenó de dolor porque algo le decía que nada de lo que él hiciera lograría alejar la pena de ella, hundió el rostro en el cabello de Paula y la amarró en un abrazo sintiéndose angustiado, desesperado por quedarse así junto a la mujer que amaba, que lo era todo para él, conteniendo las lágrimas y su propia derrota para no hacerla sentir mal, porque sabía que Paula se le estaba escapando y que sin importar lo que él hiciera ya no podría retenerla más a su lado.


Toda su vulnerabilidad quedó expuesta ante Ignacio, no podía dejar de llorar ni de temblar mientras él intentaba envolverla con su cuerpo para hacerla sentir segura, para protegerla.


En ese momento ya no pudo seguir cegándose ante su verdad, Ignacio era un hombre maravilloso que estaba dispuesto a poner el mundo a sus pies, hacer todo lo que estuviera a su alcance para verla feliz, pero ella no lograría entregarse como él merecía, no lo haría por la sencilla razón que todavía seguía enamorada de Pedro y aunque se esforzase en ir contra la corriente no podía luchar contra su corazón, contra ella misma.


Quedarse junto a Ignacio sería hacerle daño y engañarlo, se decía que deseaba cuidar de él, pero de todas las personas a su alrededor la que más heridas podía causarle era ella, debía tomar una decisión, tenía que hacerlo aunque le doliera, porque sabía que le iba a doler demasiado dejar ir la que podía ser su única tabla de salvación.


—Ignacio… —ella se volvió lentamente para mirarlo.


Se sentía avergonzada al mostrarse tan afectada delante de él, aún su rostro mostraba la humedad de las lágrimas sabía que su nariz y sus ojos debían estar enrojecidos e hinchados de tanto llorar, bajó la mirada un instante, pero después la elevó buscando la de Ignacio, debía actuar en ese momento
que había reunido el valor para hacerlo.


—No, no digas nada Paula —susurró acariciándole las mejillas.


Se sentía temeroso de lo que ella pudiera decirle y más al ver la determinación en los hermosos ojos ámbar, que se encontraban opacos por las lágrimas derramadas. Le dolió mucho ver los estragos del dolor en Paula y no quiso saber nada, le dio un beso en la frente primero y después fue secando con sus labios los rastros de la humedad que habían dejado el llanto, la escuchó dejar libre un suspiro que más le sonó a lamento y eso lo hirió en lo más profundo de su pecho.


—Duerme… ya mañana hablaremos, me quedaré contigo —dijo dedicándole una sonrisa, aunque no podía ocultar la tristeza de su mirada.


Se separó despacio de ella después de darle un beso en la frente y un toque en los labios. Se quitó la corbata dejándola en la mesa de noche y se abrió dos botones de su camisa de lino, también se recogió las mangas, también se quitó los zapatos y los calcetines.


—Vas a dormir incómodo… en el armario hay varios pijamas tuyos, deberías cambiarte —sugirió Paula más por costumbre que por algo práctico, intentó levantarse para buscar una.


—No te preocupes, estoy bien así Pau, ven aquí y déjame dormirte —le pidió tendiéndose de nuevo en la cama mientras se tocaba el pecho.


Paula no dijo nada más y de inmediato se tendió a su lado apoyando su cabeza en el pecho de Ignacio, escuchaba el latido acompasado de su corazón mientras sentía los dedos de él deslizarse por su cabello y acariciar con suavidad su nuca, comenzó a sentir los párpados pesados, los cerró
sintiéndose en verdad agotada, poco a poco se dejó llevar al mundo de los sueños y no supo en qué momento terminó por quedarse dormida en los brazos de su novio.