miércoles, 5 de agosto de 2015
CAPITULO 87
La relación entre Pedro y Paula había llegado a un punto que parecía no tener retorno, los silencios que cada vez eran más habituales ya no resultaban cómodos como antes, la tensión hacía el ambiente entre los dos tan pesado que parecían vivir con miedo incluso de hablar, y cada vez que sonaba el teléfono de la casa de ella, que últimamente era con mucha frecuencia, ambos sentían que el aire desaparecía de sus pulmones. Ya Pedro comenzaba a cansarse de esa situación, no había pasado por tanto, meses atrás para volver a tener ese sentimiento de zozobra que lo llenaba de ansiedad, eso era lo peor que podía pasarle y él muy bien lo sabía, fue eso lo que lo llevó a caer en su dependencia.
Estuvo a punto de decirle que tomara sus cosas y se fuera en una de esas tantas ocasiones cuando la llamada que recibió la mantuvo ocupada por una hora. Incluso se sintió tentando a aceptar cualquier cosa que ella le propusiera y ya después verían cómo se las arreglarían para mantener su relación, pero no soportaba ver como Paula luchaba por no mostrarse ansiosa, eso solo la estaba desgastando y lo hacía sentir un miserable por ser el culpable que ella se mantuviera allí.
Pero entonces llegaban esos momentos perfectos cuando se olvidaban de todo, esos donde la pasión alejaba de ellos todo el miedo y las dudas que los azotaban, cuando reían viendo una película, cuando cocinaban juntos o la veía cabalgar tan hermosa y libre sobre Misterio, le había perdido de tal manera el miedo que ahora se lanzaba velozmente a través de las llanuras sin tener que llevarlo junto a ella, con la simple convicción de saber que su caballo nunca le haría algo que la lastimara.
Había cambiado tanto en los últimos meses, ya no era aquella mujer rígida que parecía estar siempre llevando el uniforme de la guardia real inglesa, había logrado descubrir a una Paula maravillosa que lo tenía cautivado, una que la incertidumbre de lo que podía pasar entre los dos o con su carrera le estaba arrebatando, y eso lo enfurecía más que nada en el mundo, al punto que a veces él mismo se portaba como un miserable y un estúpido cuando le discutía por cualquier tontería, no sabía cómo manejar la situación, se le estaba escapando de la manos.
Y el punto de quiebre llegó esa mañana de principios de septiembre cuando Paula en vista de su inminente separación, decidió que debían hacer algo, había llegado el momento de tomar una decisión así que se arriesgó, terminaban de desayunar y ella se encargaba de los platos mientras él organizaba la nevera.
—Pedro… ayer estuve pensando que quizás nos hemos cegado demasiado y hemos ignorando un montón de posibilidades, no necesariamente tendríamos que separarnos… es decir, tú tienes una profesión que puedes desarrollar en mi país, seguramente con tu talento y experiencia lograrías encontrar una oportunidad en alguna película o serie de televisión… yo tengo algunos amigos que nos podrían ayudar… —decía sin mirarlo directamente y solo probaba con la esperanza que él se mostrara interesado en su idea.
—Detente Paula, no sigas porque no estoy en lo más mínimo interesado en algo como eso… toda mi vida he trabajado aquí y pienso seguir haciéndolo, no me iré a América a trabajar de chofer o de repartidor de pizzas a la espera que alguien tenga la amabilidad de fijarse en mí, y me ofrezca un papel en alguna estúpida película cómica o en alguna serie barata de adolescentes —mencionó colocándose de pie pues se había agachado para acomodar las verduras en la última gaveta.
—Nadie ha dicho que algo así vaya a suceder… ¿Por qué tienes que mostrarte de esa manera siempre que te ofrezco una salida? Te digo que tengo algunos amigos en el medio y ellos pueden ayudarte… Douglas, mi editor conoce a medio mundo en Broadway, solo bastaría con que le hablara de ti para que te encuentre una cita con algún director o productor… tendrías que asistir a algunos casting y ya, eso no se llevaría más que un par de meses y no creo que te veas en la necesidad de buscar otro trabajo mientras ocurre, sé que tienes los medios para mantenerte y si las cosas se complican me tendrás a mí para ayudarte, viviremos juntos y yo podría encargarme de todo hasta que encuentres algo que te haga sentir cómodo —dejó de hablar cuando vio que él se alejaba sin decirle nada y se disponía a salir de la cocina.
Él no podía creer que ella se ofreciera a mantenerlo y conseguirle trabajo hablando con sus amigos, dejarlos delante de todos con la imagen del gigoló que se encontró en Italia y busca sacar provecho de ella, un perfecto desconocido en América que se colgará de la fama de la genial Paula Chaves. Eso dirán sus colegas y compañeros de trabajo, no quería ni pensar lo que diría su familia pues si era tan conservadora, estricta y distinguida como ella se la mostraba, ellos sencillamente lo rechazarían de entrada.
¿Para qué deseaba Paula llevarlo con ella a América, para humillarlo delante de todos? Si las cosas iban a ser de esa
manera él prefería que todo se acabara en ese preciso instante.
—¿Puedes al menos esperar o decirme algo? —inquirió Paula que había salido de la cocina y lo seguía.
Se encontraban en medio del patio que compartían sus casas y él caminaba sin intención de detenerse, así que ella corrió y lo tomó del brazo para hacer que le prestara atención, pero en cuanto sus ojos se encontraron con los de Pedro se encogió ante la mirada que él le dedicaba, el rencor que veía en ellos casi la abofeteó.
—¿Qué me vas a explicar Paula? Que deseas que me vaya contigo para tener un títere al cual puedas manejar a tu antojo o una conquista que mostrarle a todos ¿sabes qué? No, muchas gracias pero declino tu ofrecimiento, hace años que renuncié a ser el trofeo de las mujeres de Italia y no pienso convertirme en el tuyo… —decía con rabia.
—¿De qué diablos hablas Pedro? —preguntó desconcertada
mirándolo a los ojos, mientras sentía que él se estaba convirtiendo en un extraño frente a los suyos.
—Hablo de lo que es evidente Paula, no pienso ir a ningún lado, no pienso presentarme ante tus amigos y tu familia como el italiano que vas a mantener y a encontrarle trabajo a cambio de tener sexo contigo, no lo hice antes y no lo pienso hacer ahora… me acuesto contigo porque me gustas y te deseo pero los demás no creerán eso, ellos pensarán que lo hago para que me abras todas las puertas en América y así me consigas el maldito mejor protagónico de mi vida mi respuesta sigue siendo la misma ¡No! —gritó sintiendo la ira correr desbocada por su cuerpo.
—Yo no estoy… ¡No te estoy persuadiendo de nada! Es solo una sugerencia y si crees que hago todo esto nada más para tenerte a mi lado como el novio a cual deseo lucir te equivocas. Lo hago porque me pareció una buena idea, yo no necesito rogarle a nadie para que esté a mi lado y mucho menos a alguien que me conoce tan poco —mencionó furiosa y sobre todo dolida.
—Bueno si crees que yo te conozco poco, tú no me conoces en lo absoluto… ¿Cómo se te ocurre decir que me vas a mantener mientras encuentro un trabajo? A estas alturas no dejaría ni que mis padres lo hicieran, mucho menos aceptaría que lo hicieras tú… —no pudo continuar porque Paula lo detuvo.
—Pedro solo fue una manera de decirlo, ya sé que no tendré que hacerlo porque tú lograrás conseguir todo por tus propios medios, yo sólo te estoy ofreciendo mi apoyo y aun así si llega a darse el caso que deba ayudarte lo haría sin dudarlo y sin pretensiones de ningún tipo…
—¡Me ofendiste y lo sigues haciendo Paula! —exclamó y la rabia endurecía sus hermosos rasgos.
—¡Pues tú también lo haces! O acaso piensas que no me duele que insinúes que voy a darte todo esto a cambio de que te acuestes conmigo ¿crees que no me ofende eso Pedro? —preguntó mirándolo con resentimiento, sintiendo como las lágrimas amenazaban con desbordarla.
—Yo solo estoy haciendo evidente lo que sucederá si me llego a ir contigo y sigo cada uno de tus planes, te digo lo que la gente no te dirá a la cara pero a tus espaldas hablarán y créeme esto será lo más decente que digan. Paula he estado por muchos años en este medio y es igual en Nueva York, en Los Angeles o aquí, las personas no verán que nos gustamos y que estamos juntos porque así lo deseamos, ellos dirán que yo me estoy aprovechando de ti y que a cambio de mis favores tú haces todo lo que te pida, yo no te estoy ofendiendo tú sola lo estás haciendo ya al pretender que vayamos y le demos esa imagen a todos —mencionó en un tono más calmado para hacerla caer en cuenta de su error.
—Se supone que no te importa lo que las personas piensan de ti… — decía cuando Pedro la interrumpió.
—No me importa aquí porque ya todo el mundo me conoce y puedo demostrarles con rapidez que están equivocados, pero allá es distinto y además no se trata solo de mí, también estás tú implicada en todo esto… ¿Qué dirá tu familia cuando nos vea llegar juntos y se entere de lo que planeas hacer? —preguntó mirándola a los ojos.
La interrogante hizo que Paula se tensará de inmediato y se
replanteara todo lo que había pensado y dicho hasta el momento, no se le había pasado por la cabeza la reacción que tendría su familia si llegaba junto a Pedro a América y les decía que se iría a vivir con él. No podía hablar de boda porque él no le había insinuado nada y ella tampoco se sentía preparada para adquirir un compromiso como ese, así que lo suyo sería simplemente un concubinato y su madre moriría ante la mera mención, su padre se sentiría decepcionado e incluso sus hermanos varones se opondrían probablemente a ello.
—Allí está la respuesta Paula, lo que propones es una completa locura, sería más fácil si en lugar de ello tú vienes a vivir a Italia, pero no te pediré eso porque sería muy egoísta de mi parte, se trata de un cambio muy brusco y creo que ninguno de los dos está preparado para dar un paso así, lo mejor que podemos hacer es dejar todo como habíamos acordado — señaló sintiéndose dolido al ver las dudas en la mirada de ella que le dejaban ver, que ciertamente él no tenía cabida en su vida.
Una vez más Pedro la alejaba de él y la hería diciéndole que su relación no tenía futuro, ella estaba luchando por aferrarse y a él parecía no importarle. Algo le decía que incluso estaba deseando que se fuera de una vez por todas para poder regresar a Roma y retomar la vida a la cual estaba acostumbrado y no esa tonta rutina que llevaba con ella.
—No aceptas porque tienes miedo… tienes miedo de ser alguien desconocido, de no tener cientos de fanáticas que te adulen y verte expuesto ante una crítica mucho más despiadada que la que estás acostumbrado a enfrentar aquí, y no aceptas porque no deseas estar conmigo, ya te cansaste de todo esto… ¡Bien, entonces esto se acabó! Yo tampoco pienso estar junto a alguien que se da por vencido de buenas a primera. Necesito a alguien a mi lado esté dispuesto a apostarlo todo y tú no eres ese hombre Pedro, que triste es darme cuenta tan tarde — lanzó todo su dolor y su rencor afuera, quería lastimarlo y que sintiera lo mismo que ella sentía, aunque dudaba que siquiera le importara.
Una vez más la decepción reflejada en la mirada de una persona que le importaba le provocaba una herida y una muy profunda además, le mantuvo la mirada a Paula, sentía tanta rabia al ver lo equivocado que había estado con respecto a ella y decepción también, pues si él la había defraudado, no podía decir que la mujer que tenía ante sus ojos fuera aquella que lo conquistó y lo hizo sentir tan vivo.
—Tú me llamas cobarde… ¿Quién es la que vive bajo la falda de su madre? ¿Quién es la que no tiene una vida propia porque se la pasa todo el tiempo complaciendo a los demás? No vengas a hablarme de cobardía Paula, no cuando tú llevas todas las de perder —esbozó con sorna.
—No te atrevas a juzgarme ni a decirme la manera en la cual debo vivir, no lo hagas porque no me conoces, el hecho que me haya acostado contigo no te da poder para que me dictes lo que debo hacer… en mi vida mando yo y no le he permitido nunca a ningún hombre que me diga que hacer, créeme tú no serás el primero Pedro Alfonso—todo el dolor se transformó en furia dentro de Paula.
—¿Y tú sí tienes el derecho de hacerlo conmigo? Tú puedes decirme a dónde ir y qué hacer ¡No me jodas Paula! —exclamó mirándola con rabia, no pudo seguir conteniéndose.
Ella retrocedió abriendo mucho los ojos pues jamás pensó que Pedro la trataría de esa manera, él siempre había sido un caballero y en ese momento sencillamente no lo reconocía. Sintió algo dentro de su pecho quebrarse a la mitad y el dolor que eso le provocó fue el más grande que hubiera sentido en su vida, sin embargo no se mostró destrozada ante él, se irguió todo lo que alcanzaba su altura y le mantuvo la mirada, esa vez no había dolor, ni rencor, su mirada solo dejaba ver la gran decepción que la embargaba por la actitud de Pedro.
—Solo te diré algo más, no me busques ni intentes hablarme de nuevo, así te evitas que te siga jodiendo y me ahorras a mí la penosa situación de seguir creyendo en algo que no vale la pena —sentenció con toda la rabia que corría a través de su cuerpo y le dio la espalda dejándolo allí con la palabra en la boca.
Pedro intentó decirle algo pero supo que no tendría sentido nada de lo que hiciera o dijera, había mandado a la mierda toda su relación con Paula, había sido un imbécil y un patán al tratarla de esa manera, ella solo buscaba una solución y él de nuevo se cerraba ante cualquier posibilidad, no sabía por qué demonios había actuado así. Seguía parado en medio del jardín viendo la puerta de la cocina de Paula, esa por donde ella había desaparecido, cerró los ojos y se llevó la mano al cabello para estrujarlo con fuerza y descargar en éste y en su nuca parte de la frustración que sentía.
—¡Maldita sea Pedro! Esta vez sí lo jodiste todo.
Abrió los ojos y fijó una vez más la mirada en la hoja de madera pintada de blanco, aunque sus pies deseaban llevarlo a hasta la casa de Paula, su sentido común le decía que no era el momento, y además no tenía las palabras para reparar el daño que le había causado a la mujer que se había marchado dejándolo con esa culpa tan pesada en el pecho. Giró para continuar con su camino y llegar hasta su casa, debían darse un tiempo, eso era lo mejor en ese momento, dejar que las cosas se calmaran y ya después
intentaría reconciliarse con Paula.
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