miércoles, 9 de septiembre de 2015
CAPITULO 201
Después de tomar aire levantó la mano para golpear en la madera, no recibió respuesta a su primer llamado así que lo intentó de nuevo, estaba por llamar de nuevo cuando escuchó la voz de su hermana invitándolo a pasar. Sintió su corazón hacer sus latidos más lentos y pesados mientras giraba la perilla, en ese instante se dio cuenta que no sabía qué le diría, así que recurrió a parte de sus cualidades como actor: La improvisación.
—Hola… ¿Puedo pasar? —preguntó asomando medio cuerpo.
—¿Qué sucede? —contestó con una pregunta, de inmediato se puso en guardia pensando que él venía a reclamarle por lo sucedido con su novia, se sentó pegando la espalda en el cabecero de la cama.
—Nada, solo quería saber si te sentías bien, después de la cena desapareciste —contestó entrando y cerró la puerta tras él.
—Fui a la terraza, seguramente tu novia te lo habrá dicho.
—¿Paula? —preguntó jugando a que no sabía nada.
—Sí, y no vengas a decirme que no lo sabías porque estoy segura que ella fue a contarte que la puse en su lugar por querer meterse en mis asuntos —respondió mirándolo de manera desafiante.
—No me ha dicho nada, solo que intentó entablar una conversación contigo —dijo frunciendo el ceño, pues lo que temía había ocurrido.
—¿Una conversación? Yo más bien diría que fue un interrogatorio —señaló mirándolo molesta mientras se cruzaba de brazos. Él sonrió ante ese comentario, su hermana tenía razón, todos los miembros de la familia Chaves eran así, lo que ellos percibían como una simple conversación, terminaba siendo un duro interrogatorio para sus interlocutores, su mirada se encontró con la de Alicia. —¿Cómo la conociste? Porque ya sé que no fue en el casting… sino hace muchos años —indicó relajándose un poco, dejándose ganar por la curiosidad al ver el brillo en la mirada de Pedro.
—Esa es una larga historia… —mencionó lanzando el anzuelo y al ver que Alicia se quedaba en silencio sin dejar de mirarlo continuó—. Pero si deseas escucharla y no tienes sueño puedo contártela.
—Bien —contestó rodándose un poco en la cama para hacerle espacio, no lo invitó a sentarse, pero esperaba que él entendiera. Pedro sintió que la llama de la esperanza se hacía más intensa dentro de su pecho, se acercó para tomar asiento y se quitó los zapatos con los talones, después se movió apoyando su espalda en el cabecero y estiró las piernas sobre la cama, posó su mirada en Alicia sonriéndole.
—La conocí en la Toscana, hace ya cuatro años… —decía como quien inicia un cuento de hadas.
—Espera… ¿Ella es la chica de la que hablaste en la entrevista? —inquirió sorprendida, pues siquiera creía que existiese en realidad.
—Sí, es la misma… la que me enamoró… y también me salvó —respondió sintiendo que la emoción de pronto era reemplazada por el miedo. Había llegado la hora de contarle todo a su hermana, tomó aire para infundirse valor mientras la miraba a los ojos—. Alicia… yo quiero contarte los motivos que me llevaron a ausentarme por tanto tiempo, y comprenderé si después de esto… —su voz se quebró ante el temor, pero la mirada de su hermana le pedía continuar—. Entenderé cualquier decisión que tomes, solo te pido que me escuches hasta el final —dijo mirándola fijamente a los ojos, rogándole con la mirada que le diera una oportunidad para recuperarla. Alicia asintió en silencio mientras dentro de su pecho se expandía una extraña sensación, suspiró esforzándose por no llorar al ver la mirada de su hermano tan turbada, le prometió sin palabras que escucharía todo lo que tenía que decirle, pues deseaba hacerlo de él y no de terceros. Pedro comenzó a relatarle la historia tal cual lo hiciera con Paula años atrás en ese mismo lugar, era asombroso como todo parecía coincidir una vez más y el mismo miedo que lo invadió en aquel entonces ante un posible rechazo por parte de Paula, una vez más latía en su interior, pero esta vez por perder por completo a Alicia, por defraudarla como había hecho años atrás con el resto de su familia. Su hermana mostró muchas de las reacciones que se esperaba, le había prometido escucharlo hasta el final y lo estaba haciendo, pero eso no limitó que le reclamara varias veces su manera de proceder, sobre todo cuando le contó lo del robo del talonario de récipes a su madre, y la vio sorprenderse al saber de las fiestas que llevaba a cabo junto a Stefano.
—Tú estuviste a punto de morir esa noche y yo… —se llevó las manos al rostro para ocultar su vergüenza y también sus lágrimas.
—No te pongas así Alicia, yo merecía aprender la lección… debía reaccionar y parar, lo que me pasó tenía que sucederme. Yo me lo busqué y nadie más tuvo la culpa, ni nuestros padres, ni Lisandro, mucho menos tú hermosa… por favor ya no llores mi niña —mencionó envolviéndola con sus brazos para arrullarla contra su pecho, mientras le besaba el cabello, sintiéndola estremecerse por los sollozos—. Todo está bien ahora, dejé todo eso desde aquella noche… y no me he acercado a ninguna maldita droga desde entonces, no volveré a hacer nada que los dañe Alicia… mírame — ella lo hizo y le siguió—. Te lo prometo.
—No está bien Pepe, nada está bien… ¿Por qué no me dijiste nada? Tenías que habérmelo contado, yo te hubiera ayudado —mencionó con rabia mientras lo miraba a los ojos.
—Porque no quería defraudarte, porque me daba vergüenza —confesó desviándole la mirada.
Ella lo comprendía mejor de lo que podía pensar, pues también había pasado cuatro años de su vida ocultándole a su familia un gran secreto, simplemente porque no podía siquiera imaginar la vergüenza y la decepción que les causaría si llegaban a enterarse. El dolor que había sufrido años atrás regresó derrumbando las presas que lo contenían, no pudo controlar su propio llanto y comenzó a llorar aferrada a su hermano, justo como quiso hacer en ese entonces, pero él no estuvo.
—Yo te necesité tanto Pedro —esbozó entre sollozos.
—Lo sé mi niña… lo sé… —susurraba acariciándole el cabello.
—No, no lo sabes… no tienes ni idea lo que viví cuando tú no estuviste. Nadie lo sabe —señaló intentando ponerse de pie pero él la detuvo y eso la hizo sentir acorralada.
—¿De qué hablas Alicia? —inquirió él presintiendo que había algo más detrás de sus palabras y su actitud. Ella se quedó en silencio mientras gruesas lágrimas bajaban por sus mejillas, al tiempo que su corazón latía como un ave salvaje que es enjaulada y no lograba dar con su voz para responder a la pregunta de Pedro, todo el miedo por verse descubierta la golpeó de pronto.
—Alicia por favor háblame, dime qué te sucedió cuando yo estuve en la villa de los Codazzi —le exigió sintiendo sus latidos acelerados.
—Por favor Pepe… no vayas a juzgarme, ya lo he hecho hasta el cansancio yo misma —rogó mostrándose como la niña que él dejó cuatro años atrás antes de tener que internarse en la Toscana.
—Hermosa yo no voy a juzgarte… ¡Por Dios Alicia! Mira todo lo que acabo de contarte y tú aún sigues aquí… ¿Cómo puedes creer que me atreveré a ser tu juez, cuando tú no lo has sido conmigo? —preguntó mirándola a los ojos, limpiándole las lágrimas con sus pulgares.
—Es que yo fui tan estúpida —esbozó rehuyéndole la mirada.
—¿Y acaso yo no lo fui? No creo que haya existido alguien más imbécil que yo, no solo dejé que Stefano me llenara de porquerías, sino que además le permití que me robara y estuve a punto de morir —indicó buscando su mirada—. Alicia por favor confía en mí, lo que sea que tengas que contarme te prometo que lo entenderé —dijo mirándola.
Ella sintió de pronto que podía hacerlo, que Pedro la comprendería y la ayudaría a llevar esa carga tan pensada, apretó las manos de su hermano para sentir a través de ese toque la fortaleza de la cual carecía en ese momento, lo miró a los ojos pidiéndole que la escuchara, él asintió y ella comenzó.
—Cuando entré al último año de la preparatoria, el chico que siempre me había gustado comenzó a acercarse a mí, yo me sentía tan feliz —mencionó mostrando una mueca de sonrisa, suspiró para continuar con su mirada puesta en la unión de sus manos—. Nos hicimos novios y yo sentía que era la envidia de todas las chicas de la escuela, porque el joven más apuesto estaba enamorado de mí — esbozó dejando escapar una lágrima, tomó aire para seguir—. Además tú eras mi hermano y eso hacía que todos quisieran ser mis amigos y tenerme cerca, me hacían sentir tan ridículamente importante —agregó mirándolo.
—Sé lo que es eso… y ese chico ¿tiene nombre? —preguntó dejando salir ese sentido de hermano protector que sentía hacia ella.
—Tiene… pero no te lo diré. Es lo mejor Pedro —contestó manteniéndole la mirada, él asintió y ella prosiguió—. Él era mayor que yo por dos años y ya tenía cierta experiencia, así que nuestra relación cada vez se fue haciendo más intensa —esa última palabra la susurró sin mirarlo, sintió de inmediato cómo su hermano se tensaba.
—Alicia tú eras apenas una niña, tenías quince años… —decía cuando ella lo interrumpió.
—Acababa de cumplir dieciséis, recuerda que cumplo casi tres meses antes que tú —le recordó, él frunció el ceño pero no dijo nada más—. Igual tienes razón… era muy niña para darme cuenta de algunas cosas.
Pedro esperaba que su hermana le dijera que descubrió al chico engañándola con alguna de las falsas amigas, que esa edad nunca falta y que eso hizo que se despertara en ella, el rechazo que sentía por los hombres. Aunque muchas pasaban por situaciones así y las superaban sin tanto rencor, pero tratándose de mujeres jamás se sabía, tal vez para Alicia que siempre había sido criada dentro de un mundo rosa, un evento como ese podía trastocarla más que a otras chicas.
Ella sentía que debía decirle todo de una vez, que entre más vueltas le diera a eso le resultaría más difícil, pero no era fácil contarle a su hermano mayor lo que hizo, sobre todo cuando no había logrado ni siquiera abrirse con su madre y decírselo, tomó aire mientras buscaba las palabras para retribuir la confianza que Pedro le había brindado.
—Él llevaba dos meses insistiendo para que… estuviéramos juntos, yo sentía miedo y muchas dudas, pero lo quería, de eso era lo único que estaba completamente segura, así que acepté entregarme a él —se detuvo al sentir que Pedro se había tensado tanto que parecía una piedra, ella buscó su mirada pidiéndole comprensión—. Por favor Pepe, no esperarías que a esta edad siguiera siendo virgen —esbozó defendiéndose de esa mirada acusadora que él mostraba.
—A esta edad no, pero a los dieciséis esperaba que sí… sin embargo prometí no juzgarte, no soy quién para ello. Continúa por favor Alicia… Espera ¿dónde y cuándo fue? —la interrogó y su voz exigía una respuesta, no cedería como lo hizo con lo del nombre del chico. Si ese imbécil se había llevado a su hermana a algún basurero o la había obligado, podía jurar que lo encontraría y le daría la paliza de su vida, porque Alicia era su princesa y lo mínimo que deseaba para ella era que hubiera sido tratada como tal.
—Ambos éramos menores de edad y no podías ir a ningún hotel, así que pensamos en hacerlo en la casa de nuestros padres… —la mirada asombrada de Pedro la hizo apresurarse—. No irrespeté la casa de papá y mamá no me mires así… fue durante el viaje que hicimos a las ruinas de Pompeya, nos escapamos a medianoche de los profesores —esbozó bajando la mirada, sintiéndose muy avergonzada.
—¡Malditos viajes de escuela! —exclamó molestándose, pero al ver la actitud de su hermana recapacitó, suspiró llenándose de paciencia—. Alicia mírame… —le tomó el mentón para hacer que lo viese a los ojos y después habló—. Confieso que era algo que no me esperaba, pero tampoco es un pecado lo que hiciste, me hubiera gustado que esperases un poco más, no te lo negaré. Sin embargo, fue tu decisión y nosotros no podemos hacer nada, solo respetarla… es lo que siempre nos han dicho nuestros padres —decía cuando lo interrumpió negando con la cabeza.
—Es que no todo terminó allí… lo peor vino después —mencionó sintiendo de nuevo la rabia y el dolor regresar a ella.
—¿A qué te refieres con eso? —inquirió, aunque sospechaba que era lo que había pensado, el chico la engañó con otra.
—Cuando regresé a la casa y me enteré que no estabas me sentí un tanto aliviada, si tú estabas de viaje no notarías lo que había sucedido, siempre he sentido que tienes el poder de ver a través de mí como si fuera un cristal —contestó y al ver que él sonreía sintió la necesidad de acercarse más a su hermano, le tomó la mano entrelazando sus dedos.
Pedro sentía que había recuperado casi del todo a Alicia, pero aún dentro de él latía esa sensación de zozobra que no lograba dominar, quizás esa manera de contarle a cuenta gotas lo que le había sucedido lo tenía en ese estado de tensión, pero intentó relajarse por ella.
—Seguramente lo habría notado… o quizás no, ni siquiera me di cuenta de que estabas enamorada —indicó frunciendo el ceño.
—Sabía que Lisandro y tú se pondrían como locos si se los decía, así que preferí callar, no te imaginas cuánto me arrepiento de ello —dijo y detuvo sus palabras para sumirse un instante en sus pensamientos, inhaló decidida a acabar con eso—. Después de tres semanas comencé a sentirme extraña y pensé que era todo el estrés de los exámenes, así que no le presté atención, pero cuando se lo conté a una amiga me dijo que si estaba usando protección… —Pedro cortó sus palabras.
—Ustedes tomaron precauciones ¿no es así?—preguntó mirándola a los ojos y cuando la vio negar fue como si lo patearan en el pecho— ¡Mierda Paula! —Pedro la miró sin poder creer lo que su hermana le estaba diciendo, sentía demasiada presión en el pecho— ¿Cuántas veces nuestra madre habló de eso con nosotros? Incluso papá que le costaba más tratar esos temas nos advertía que debíamos ser cuidadosos —expuso sintiéndose en verdad molesto.
—Lo sé… Pepe lo sé… pero él me dijo que la primera vez no ocurría nada, que sería más fácil para mí si no usaba preservativo y que él estaría atento —respondió sintiendo la cara prendida del sonrojo.
—¡Pues el muy miserable te mintió! —se quedó callado, intentó controlarse cuando la vio temblar, las palabras hervían junto a la rabia en su interior—. Sigue ¿qué pasó luego? —le exigió, había decidido buscar a ese malnacido aunque le llevara años dar con él.
—Quise hablar con mamá pero ella estaba demasiado preocupada por ti, sentía que no era el momento adecuado y no estaba segura de nada, mi amiga logró sobornar a la empleada de una farmacia para que le vendiera un test de embarazo y pude hacerme la prueba —su voz se quebró impidiéndole continuar, mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas, sintiendo que revivía el mismo terror de antes.
—¿Dio positivo? —inquirió Pedro con la respiración acelerada, aunque era más una afirmación por el tono de su voz. Ella asintió en silencio sollozando, su llanto se hizo más amargo y doloroso al tiempo que sentía que el pecho se le abría en dos, intentó limpiarse las lágrimas que le nublaban la visión pero más salían, no se atrevía ni siquiera a elevar el rostro para ver a su hermano.
Pedro se levantó alejándose de ella para no lastimarla con la ira que corría por sus venas, no se sentía furioso con ella porque Alicia no había sido culpable de nada, solo de creer en una basura que la ilusionó. Apenas podía procesar la idea de que su hermana estuvo embarazada con apenas dieciséis años, y que nadie nunca se dio cuenta de ello, porque de haberlo hecho él se habría enterado, su madre no le ocultaría algo así, eso despertó un gran temor en su pecho y la miró.
—¿Fuiste a hablar con él? —preguntó desde la distancia donde se encontraba. La vio asentir mientras intentaba contener el llanto—¿Te dijo que no lo tuvieras? —inquirió, aunque ya sospechaba la respuesta.
—No… —esbozó con la voz ronca mientras negaba con la cabeza—. Me dijo que no era posible porque él había sido muy cuidadoso, que estaba mintiendo y que él no se haría responsable de nada porque no era su problema, que me las arreglara como pudiera —contestó sin mirarlo.
—¡Maldito miserable! Claro que era responsable, ¿o acaso tú te embarazaste sola? Él también participó y debía responder —indicó caminando para drenar le furia que sentía quemándole el pecho.
—Yo le exigí que me ayudara, que no podía hacerme cargo sola de un bebé y me dijo que seguramente no tendría problemas porque tú me ayudarías y te encargarías de todo. Incluso que de esa manera aprenderías a no jugar con las hermanas de los demás… —mencionó ella sintiendo la misma rabia e impotencia de ese entonces.
—¿Qué quiso decir con eso? —cuestionó mirándola.
—Según él tú le habías hecho lo mismo a su hermana, la habías ilusionado y después la dejaste botada. Me puse furiosa y le grité que estaba mintiendo. Entonces comenzó a decirme que tantas cosas de ti, yo no quería seguir escuchándolo, así que me le lancé encima para pegarle, él se defendió y me empujó… —vio palidecer a Pedro y apresuró sus palabras—. Mi amiga corrió y me sujetó antes de que cayera al piso, él me miró furioso porque le lastimé la cara, me dijo que no volviera a buscarlo.
—¿Perdiste al bebe por lo que él te hizo? —preguntó acercándose de nuevo a su hermana al verla tan desolada.
—No, pero cada día me sentía peor, no quería comer porque todo me daba asco, y no quería que nuestros padres sospecharan si me veían con náuseas… le decía a mamá que comía en el instituto cuando me preguntaba —respondió con la piernas recogidas contra su pecho.
—Tenías que haberle dicho a mamá, tenías que haber ido a un médico Alicia… —decía cuando ella lo detuvo mirándolo con rabia. —Intenté hacerlo, cuando te llamaba y te pedía que volvieras era porque te necesitaba conmigo… porque necesitaba de mi hermano, de ese que era mi cómplice, mi amigo… tenía la estúpida esperanza de que tú me entenderías y me apoyarías —decía llorando con desesperación.
—Princesa yo… hubiera querido estar contigo… pero no podía, te lo acabo de contar; tú lo sabes Alicia y claro que te hubiera apoyado —dijo aunque sabía que eso no lo justificaba, ahora sabía dónde había fallado.
—Pues muchas gracias por la intención Pedro, pero eso ahora no me vale de nada y créeme no te culpo, sé que no era tu problema tampoco, sé que era solo mío. ¿Y quieres que te diga por qué no se lo dije a mamá? —preguntó mirándolo dejando ver su dolor y su rabia, no esperó que él respondiera—. Porque cada vez que me llenaba de valor para contárselos, la encontraba llorando o triste por tu culpa y cuando le preguntaba lo único que me decía era “Alicia tú eres muy pequeña para comprenderlo” siempre fue así, siempre me trataron como una niña, me sobreprotegieron… pero no me prepararon para poder defenderme de malnacidos como Cesare… —se interrumpió cerrando los ojos en cuanto ese maldito nombre salió de sus labios.
—Alicia… —Pedro intentó acercársele para reconfortarla.
—¡No! —exclamó adoptando una posición defensiva—. Ya no vale de nada que intentes reparar el daño que él me causó, el que yo misma me causé… ya nada será igual Pedro. Lo que digas o hagas ahora no me traerá de vuelta a mi bebé… ése que a pesar de todo había comenzado a querer, el mismo que perdí una maldita madrugada y que ni siquiera supe cómo… —esbozó llorando mientras todo su cuerpo temblaba y sentía que debía continuar—. Yo solo… me levanté porque sentía que me dolía, fui al baño, me senté en el escusado y de pronto… no lo sé, el dolor se hizo más fuerte… era insoportable, mordí una toalla para no gritar, todo pasó muy rápido fue como si algo se desprendiera dentro de mí… y no pude retenerlo —un sollozo rompió su voz. A él no le importó si ella intentaba rechazarlo de nuevo, pero necesitaba abrazarla, no podía verla sufrir de esa manera sin hacer nada, para su alivio Alicia se aferró a su cuerpo y él la envolvió protegiéndola, pensaba que lo que le había pasado con la sobredosis, había sido algo traumático siendo ya un hombre de veintiséis años, pero eso no era nada comparado a lo que tuvo que vivir su hermana siendo una niña.
—No llores… princesa no llores… —decía arrullándola. —Intenté aferrarme a él Pedro… y en mi desespero cerré las piernas pero el dolor era demasiado, quise llamar a mamá y recordé que ellos habían viajado a donde los abuelos.
Estaba sola con los empleados… en un instante no sé cómo, accioné la palanca y cuando abrí las piernas lo único que vi fue sangre, me dejé caer a un lado para meter la mano sin importarme nada, lo único que quería era no perderlo… pero fue muy tarde… ni siquiera pude verlo Pepe… no pude, no supe cómo era… yo no pude… —comenzó a llorar sintiendo esa sensación de pérdida y vacío que la había torturado por años, y hundió el rostro en el pecho de su hermano al tiempo que los sollozos hacían convulsionar su cuerpo, azotada por el dolor del alma que era más fuerte que el físico.
Pedro no sabía cómo alejar tanto sufrimiento en Alicia, no sabía cómo hacer para no verla romperse ante sus ojos, sentía tanta angustia y rencor dentro de su pecho, saber que no estuvo allí para ella cuando más lo necesitó. Su hermana lo odiaba y tenía todo el derecho de hacerlo, porque no solo le había fallado al no volver cuando se lo pidió, sino también al haber alimentado el resentimiento en el que le hizo eso, aunque no lo justificaba porque había sido un maldito cobarde.
El cúmulo de emociones que lo llenaban era tan poderoso, que ni siquiera lograba encontrar su voz para pedirle que no siguiera llorando, solo podía abrazarla con fuerza y pegarla a su pecho, sintiéndola como la primera vez que se lastimó las rodillas por caerse de una bicicleta, solo tenía cinco años. En ese momento se veía igual de frágil o tal vez más. Minutos después él se encontraba recostado en el cabecero de la cama y la tenía a ella con la cabeza apoyada sobre su pecho, ya no lloraba como minutos atrás, pero seguía haciéndolo en silencio pues sus lágrimas aún le mojaban la camisa, él le acariciaba y besaba el cabello, luchando porque su llanto fuese aún más silencioso. Alicia le terminó de contar que su mejor amiga fue quien la ayudó, la atendió cuando ella se negó a ir a un hospital, lo que más temía era que los doctores pensaran que se lo había hecho, que ella había matado a su bebé. Y que cuando sus padres regresaron ya lo peor había pasado, así que ella les ocultó todo.
—Mi bebé se fue como si nunca hubiera existido… me negué a volver a hablar de eso con Laura y ella lo entendió. Él se fue a la universidad en otro país, no volví a saber de su vida… hasta hace un año cuando me enteré que había tenido un accidente esquiando y se rompió la columna… pero eso no me alegró, ni me causó alivio. Sencillamente no sentí nada… desde que mi bebé se fue ya no sentía nada —comentó con la mirada perdida, solo escuchando los latidos de Pedro.
Quizás ella no sentía nada al enterarse de lo ocurrido a ese miserable, pero para él había sido el cobro de la justicia divina a lo que había hecho, porque algo así no podía quedar impune, ningún hombre que se portara de esa manera podía ir por la vida como si nada, merecía un castigo. Negar a un hijo era negarse a sí mismo, era el peor acto de egoísmo y cobardía, incluso él que durante años amó tanto su independencia, si hubiera vivido una situación como esa habría asumido las consecuencias, porque no se trataba solo de ser responsable, sino de ser un hombre.
—Cuando cumplí la mayoría de edad… una de las primeras cosas que hice fue hacer una cita con una ginecóloga, quería… necesitaba saber porqué lo había perdido, si había sido mi culpa — mencionó consciente que él también se sentía culpable.
Había vivido demasiado tiempo con ese sentimiento en ella para no reconocerlo en su hermano, pero él no era responsable de nada. Ni siquiera de no haber estado a su lado porque no sabía lo que le ocurría, así como ella tampoco supo lo que le sucedió a él.
—¿Qué te dijo? —preguntó con la voz grave, mirándola fijamente.
—No me dio una respuesta concreta… solo me dijo que a esa edad quizás mi matriz no estaba preparada para albergar una vida. Que suele suceder con mucha frecuencia… —respondió manteniéndole la mirada y de nuevo sus ojos se llenaron de lágrimas—. Después le pregunté si eso me afectaría para tener bebés más adelante y me dijo que no lo sabía, que no podía saberlo hasta que estuviera embarazada de nuevo pero que siempre existían tratamientos y métodos, que además yo era una mujer sana y joven —agregó dejando libre su llanto.
—Alicia tú vas a poder tener bebés, no uno… vas a tener varios. Princesa puedes jurar que así será, aunque tengamos que… —decía con determinación, cuando ella lo detuvo negando con la cabeza.
—Pedro… aunque mi cuerpo no sea el problema ¿dime cómo haré para confiar en otro hombre? ¿Cómo haré para superar este miedo de que me usen y me dejen? —preguntó con un hilo de voz.
—Eso no sucederá de nuevo porque tú no lo permitirás Alicia, antes eras una niña sin experiencia y ese maldito pudo engañarte, pero ahora eres una mujer que aprendió la lección; además yo estaré siempre junto a ti, quiero que me dejes ser tu amigo de nuevo, que confíes en mí… Alicia perdóname por no haber estado a tu lado, por haberme robado toda la atención de mis padres durante años… no fue mi intención, nunca quise que Lisandro y tú fueran relegados por mi culpa —dijo con sinceridad.
—Tú también debes hacerlo conmigo Pedro, yo fui demasiado dura contigo y no tenías culpa de nada Pedro… a todos los traté tan mal, me llené de amargura —expresó avergonzada.
—Olvidemos todo eso princesa, prometamos que dejaremos detrás las culpas y aprovechemos esta oportunidad que la vida nos brinda ¿Qué dices? —inquirió con una sonrisa mientras la miraba a los ojos.
—Lo prometo —dijo con la vista fija en los ojos de su hermano. Y después de tantas lágrimas, pudo sonreír.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario