viernes, 21 de agosto de 2015

CAPITULO 140




Paula no logró conciliar el sueño en lo que le restó de la noche, en cuanto llegó a su habitación lo primero que hizo fue despojarse de su vestido y de las joyas que llevaba, caminó hasta el baño y mientras se recogía el cabello estudió su reflejo en el espejo, éste le devolvía una 
imagen distinta a la que había mostrado días atrás y eso le provocaba una mezcla de sentimientos que la atormentaban.


La ducha caliente que se dio no logró liberarla de la tensión que sentía, y aunque no deseaba reconocerlo debía admitir que eso quizás se debía a todas las ansias que había despertado Pedro en su cuerpo y se vieron frustradas por la llegada de Guillermo Reynolds. A esas alturas no sabía si la intervención del productor había sido para bien o para mal, pues aunque era consciente que de haber continuado con ese beso no sabría dónde se encontraría en esos momentos, también deseaba creer que ella hubiera tenido la voluntad para resistirse a Pedro y haberle dejado las cosas en claro de una buena vez.


Después de pasar horas y horas dando vueltas en su cama sin poder sacar de su cabeza los recuerdos de ese beso que compartió con Pedro, optó por levantarse cuando vio que la luz del sol comenzaba a inundar la habitación. Tenía algo pendiente y sabía que entre más lo postergase más complicado le resultaría todo, además que no soportaba la tortura de no saber qué estaba pensando él, a lo mejor creía que todo entre ellos volvería a ser como antes, que ese beso lo arreglaría.


—Confieso que me dejé llevar, que tú aún sigues teniendo poder sobre mí, pero no dejaré que me envuelvas como antes, esta vez las cosas no serán iguales Pedro —sentenció mirando por el gran ventanal que le entregaba una panorámica extraordinaria de la ciudad.


Una hora después caminaba por el pasillo que la llevaba a la habitación de su ex amante, apenas se esmeró en su arreglo pues no quería darle la impresión a Pedro que deseaba lucir hermosa para él.


La seguridad que la había acompañado hasta ese lugar se esfumó en cuanto elevó su mano para golpear la hoja de madera, se detuvo a poco centímetros de que sus nudillos chocaran contra ésta, cerró los ojos e intentó calmar el latido de su corazón que se había disparado haciendo respiraciones profundas y cerró los ojos para concentrarse.


—¡Demonios, Paula! Tienes que calmarte… tienes que ser la dueña de la situación y hacer lo que viniste a hacer, nada más. Tú puedes hacerlo, sé que puedes hacerlo —se dijo para infundirse valor mientras abría los ojos nuevamente.


Pedro se encontraba tendido en la inmensa cama en medio de la habitación, aunque tenía los ojos cerrados no dormía, la sonrisa en sus labios delataba que se encontraba despierto y también los sentimientos que lo embargaban. Se sentía algo agotado, pero no deseaba dormir y perder los recuerdos de lo que vivió con Paula horas atrás, le seguía costando asimilar que su reencuentro había sido mucho mejor de lo que había ansiado.


—Siempre me sorprendes preciosa, era cierto que deseaba con todas mis fuerzas tenerte entre mis brazos como te tuve, pero no me espera una respuesta como la que me diste Paula… pensé que estarías más renuente, que me reprocharías el haber venido e incluso que me pedirías que me largara y te dejara en paz. Sin embargo, no hiciste nada de eso, por el contrario me diste una maravillosa bienvenida, me hiciste sentir que esto que sentimos es real y se mantiene en nosotros —se decía en voz alta recordando ese beso que había encendido una hoguera en su pecho y había colmado de placer todo su cuerpo despertando una vez más su deseo más profundo.


Escuchó un par de golpes que le sonaron muy lejos de allí, no quería salir de ese estado de ensueño en el cual se encontraba, pero al sentir que los toques se repetían y que además eran en la puerta de su suite se irguió con rapidez. 


El movimiento le provocó un leve mareo del cual se recuperó al instante, buscó su teléfono móvil que se encontraba sobre la mesa de noche, con movimientos ágiles lo desbloqueó para comprobar si tenía alguna notificación.


A decir verdad tenía cientos, pero las fue descartando mientras buscaba la que le interesa y los golpes en la puerta lo hicieron saltar de la cama, parecía estúpido buscando algún mensaje de Paula, cuando probablemente era ella quien se encontraba llamando a su puerta y él la estaba haciendo esperar. Se miró en el espejo y su cara reflejaba cierto cansancio, así que con rapidez se dirigió al baño para lavarla, pasó sus manos por el cabello acomodándolo un poco mientras caminaba con premura para atender a quien lo buscaba, abrió la puerta y era ella.


Se quedó en silencio mirándola, reconociendo en la hermosa mujer ante sus ojos a la chica que lo enamoró años atrás, no lucía elegante y sofisticada como la noche anterior, sino como la Paula que él recordaba, aquella que mostrándosele tan natural como una flor, poseía la misma belleza que lograba atrapar su mirada y hacer que la deseara con una intensidad asombrosa.


—Hola —mencionó al ver que ella no decía nada, solo lo veía.


Paula se había quedado perpleja en un principio y después cautivada por la imagen de Pedro, seguía llevando la ropa de la noche anterior, pero su camisa estaba abierta dejando al descubierto ese extraordinario torso que poseía y puso a temblar sus piernas. No podía despegar su mirada de él, por mucho que una parte de su cerebro le advirtiera que estaba acercándose a un terreno peligro, siguió el camino de vellos que se hacía más espeso debajo del ombligo y se perdía
tras la pretina del pantalón azul oscuro.


Inspiró con fuerza cuando en su mente se dibujó con una perfección asombrosa el miembro de Pedro, y el deseo estalló con fuerza en su interior desbocando los latidos de su corazón, sintió que todos los rincones de su cuerpo eran recorridos por un intenso temblor y supo de inmediato que ir hasta allí no había sido una buena idea, que nada de eso debería estar ocurriendo.


—Necesitamos hablar —se escuchó decir con una voz rasposa que no parecía pertenecerle.


—Por supuesto, pasa —pronunció Pedro abriendo la puerta para invitarla a entrar.


No le había pasado desapercibida la reacción de Paula al verlo así y eso hizo que su cuerpo también despertara, pudo identificar el deseo en ella y aunque intentó disimularlo ya era muy tarde.


Le entregó una gran sonrisa mientras le extendía una mano para hacerla sentir bienvenida y confiada.


—No —esbozó ella negando con la cabeza e ignorando la mano que Pedro le extendía, vio el desconcierto que cubrió el semblante de su ex amante y se apresuró a hablar de nuevo—. Será mejor que hablemos en aquel rincón, lo que he venido a decirte es rápido —indicó mientras se alejaba dándole la espalda.


Se dirigió a un pequeño espacio ubicado al final del pasillo, donde dos sillones blancos separados por una moderna mesa de vidrio y acero que apenas podía con el peso del inmenso florero sobre ella, creaban un ambiente íntimo y acogedor, pero que para él resultó completamente distante y frío, pues era evidente la intención de Paula de mantenerlo lejos de ella.


Él salió sin importarle ir descalzo, pero para complacerla y tener una conversación sin tensiones se abotonó la camisa, la vio sentarse y frotar las palmas de sus manos un par de veces sobre sus rodillas, esa era una clara señal que ella siempre mostraba cuando se sentía nerviosa o preocupada, dejó escapar un suspiro para armarse de paciencia, pues algo le decía que la necesitaría, mientras recordaba las palabras de su madre y su hermano, no debía presionarla porque podía terminar alejándola de él.


—Puedes sentarte por favor —le pidió ella sin mirarlo a la cara.


—Claro —contestó en tono amable y lo hizo sin dejar de mirarla.


Paula tomó aire y se armó de valor para verlo a los ojos, necesitaba mostrarse ante él segura de sí misma, que sus palabras fueran respaldadas por su mirada, sabía que si Pedro la veía dudar comenzaría a intentar convencerla de ceder ante él como lo hizo horas atrás y eso no podía volver a pasar.


—Necesito dejar algunas cosas en claro Pedro… yo, no sé porqué de la noche a la mañana decidiste tragarte todas tus palabras y venir a este lugar que juraste jamás pisar, tampoco me interesa saberlo porque nada de lo que digas o hagas cambiará lo que sucedió hace tres años… pero ha sido tu decisión y la respeto, intentaré apoyarte tanto como me sea posible porque en verdad te deseo lo mejor, pero no me pidas nada más fuera de eso, solo debemos trabajar juntos como un equipo por el bien del proyecto —soltó con rapidez para evitar que las dudas la hicieran perder el valor, respiró profundamente y estaba por ponerse de pie, pensaba que ya lo había dicho todo.


—Espera —pidió él con voz calmada y la tomó del brazo para pedirle que continuara sentada—. Ya tú hablaste ¿puedes dejar que yo también lo haga? —inquirió buscando su mirada.


—Solo perderás tu tiempo —contestó quitando la mano de él que sostenía su brazo pues sentía que la quemaba.


—Es mi tiempo, así que puedo hacer con él lo que se me venga en gana —mencionó sin poder disimular la molestia en su voz.


—También me harás perder el mío y no puedo hacerlo, regresaré esta noche a Chicago, lo que tenía que decirte ya lo dije y no me importa lo que hagas tú con ello —dijo y esa vez él no pudo evitar que se levantara.


—¿Y crees que con decir eso ya se acaba todo? —preguntó con rabia poniéndose de pie él también.


En un movimiento rápido la tomó de la cintura y la arrinconó en un pequeño espacio que los alejaba de la vista de las personas que transitaban por el pasillo, o al menos a ella que era más pequeña.


—¿Qué haces? ¡Suéltame Pedro! —le exigió intentando zafarse.


—Viajé durante doce interminables horas desde Roma hasta aquí, soporté tu indiferencia en las audiciones y esperé una semana para hablar contigo, así que lo quieras o no, me vas a escuchar — sentenció mirándola a los ojos con fiereza sujetándola para que no se escapara.


—No puedes obligarme a hacer algo que no quiero ¡quítame las manos de encima! —decía mientras forcejeaba con él—. Pedro Alfonso suéltame en éste preciso instante o de lo contrario —lo amenazaba sintiéndose sofocada por su poderosa presencia.


—¿O de lo contrario? —inquirió elevando una ceja con arrogancia y se acercó más, dejando sus labios a un suspiro de los de Paula.


Ese intercambio de palabras trajo el recuerdo del día cuando se conocieron, fue como si algo dentro de sus pechos se iluminara y la emoción estalló haciéndolos temblar. 


Pedro supo de inmediato que el destino los había reunido en ese lugar con un propósito, que se enamoraran, tal como lo hicieron pues habían nacido para estar juntos, si antes había tenido dudas sobre su deseo de pasar su vida al lado de Paula, justo en ese instante acababan de esfumarse.


Ella no pudo ocultarle el temblor que la recorrió y sintió cómo se ahogaba en su océano favorito, en ese par de ojos azules que seguían siendo su más hermosa perdición, lo vio acercarse a ella con toda la intención de besarla, tuvo una lucha feroz que duró apenas unos segundos entre su razón y su corazón que pujaban cada uno para su lado, pero al fin logró esbozar una palabra.


—Gritaré —dijo mirando fijamente los labios de Pedro.


—Hazlo —la retó mostrando ese gesto tan provocador que se dibujaba en sus labios y disfrutó de ver cómo los de ella temblaban.


Paula intentó decir algo pero solo logró separar sus labios y eso fue todo lo que él necesitó para dejar libre sus deseos, se adueñó de esa boca que era una de sus más grandes debilidades, sus labios presionaron los de Paula justo el espacio de tiempo suficiente para evitar que ella los cerrara y entró con su lengua deslizándose en ese húmedo y cálido paraíso que era la boca de la mujer que amaba.


Ella gimió sintiendo como todo su cuerpo se tensaba primero y después se relajaba contra la pared a su espalda, él seguía manteniendo sus brazos encerrados por lo que no podía tocarlo como tanto deseaba, así que le hizo saber que necesitaba hacerlo cuando se puso de puntillas para participar más del beso. No dejaba de asombrarla ver cómo Pedro podía dominarla de esa manera y con solo un roce de sus labios despertar todos su deseos.


Él le soltó los brazos pero no se alejó de ella, lo hizo para llevar sus manos hasta el rostro de Paula y acunarlo mientras la seguía besando, sintió cómo ella lo abrazaba pegándolo a su cuerpo suave y cálido que le daba la bienvenida, la sensación fue exquisita animándolo a prologar aún más el beso. Un minuto después apenas tenía oxígeno para respirar, todo lo había dejado en esa caricia que compartía con ella, sintió la necesidad en Paula por tomar aire también y se separó apoyando su frente contra la de ella.


—Dime que esto que sentimos no es real, que este deseo que nos está quemando por dentro es algo que me estoy inventando Paula… ¡Mujer no me pidas que no te desee como lo hago!


Pedro —susurró ella viendo cómo la angustia transformaba su hermoso rostro y eso le dolió.


—Paula me estoy muriendo por tenerte, siento como si fueran siglos desde la última vez que te tuve entre mis brazos, desnuda y completamente entregada a mí… y sé que me deseas también, danos una oportunidad —pidió mirándola a los ojos mientras sentía su corazón abierto de par en par a la espera de una respuesta.


—No puedo darte lo que me pides… Pedro, yo soy una mujer comprometida —mencionó luchando por no llorar.


—¡Por Dios Paula no mientas! Si es así ¿Dónde estaba él anoche? ¿Por qué no vino a éste viaje contigo? —la interrogó molesto y dolido por su negativa, le estaba rogando y a ella no le importaba.


—Ignacio tiene cosas que atender, otros compromisos y no tiene que vivir todo el tiempo encima de mí como una sombra —contestó y la rabia se apoderó de ella al recordar a la novia de Pedro, él aquí pidiéndole una oportunidad, pero ¿qué había de esa mujer?, aprovechó que él no la sujetaba y se alejó dándole la espalda.


—¿Lo amas? —preguntó Pedro en un acto sumamente masoquista, sintiendo que el corazón casi se le detenía.


—Es un hombre maravilloso que me adora y al que no tengo nada que reprocharle —respondió volviendo medio cuerpo para mirarlo.


—¡Por supuesto! Imagino que debe ser tan correcto y perfecto como tú… No tienes nada que reprocharle ¿Eso dices? tal vez sea un santo o un miserable mentiroso que te tiene engañada —decía y el rencor marcaba cada una de sus palabras.


—No te atrevas a juzgarlo porque no lo conocemos y si lo que deseas saber es si lo considero mejor persona que tú ¡Pues sí! Es mejor que tú y me ha dado todo lo que tú me negaste, me dio seguridad, estabilidad, comprensión, cariño… —esbozaba furiosa.


—¿Y te hace sentir más mujer de lo que te hice sentir yo? —preguntó cerrándole la cintura con un brazo para pegarla a su cuerpo, los celos que Paula había despertado en él lo torturaban.


—Yo soy mucho más que un cuerpo para Ignacio.


Se soltó de su agarre con la fuerza que la rabia le daba, la pregunta no solo la hizo sentir ofendida, sino que le dolió profundamente pues a eso se resumía todo lo que Pedro deseaba.


Tenerla de nuevo como el juguete que podía usar para satisfacer sus ansias y nada más, todo eso de venir a buscarla y pedirle una oportunidad no había sido más que una treta. Saber que estuvo a punto de caer la enfureció, salió de allí dejándolo con la palabra en la boca y sin mirarlo.








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