lunes, 10 de agosto de 2015
CAPITULO 102
Pedro se sentía acorralado, decir la verdad era quizás lo más sencillo, ser sincero con Romina como le había prometido, pero no podía adivinar cómo reaccionaría ella ante esa verdad, además.
¿Qué podía decirle? “Sigo enamorado de aquella misteriosa mujer que tanto odias y tengo la ligera sospecha que ella también me ama, así que voy tras ella para rogarle por una nueva oportunidad”
Bueno esa era la verdad, pero sonaba tan patética que incluso reconocerla a sí mismo le resultaba vergonzoso, qué decir de ponerla en palabras y confesarla a Romina, sabía perfectamente quién era su… quién era ella. Si las demás se burlaban de su dolor, la diseñadora haría que toda Italia también lo hiciese, lo expondría ante todos como un estúpido romántico que aún cree en el amor eterno, haría de su vida personal un circo y quizás todo valiese la pena si lograba recuperar a Paula, porque sabía que ella lo ayudaría a superar cualquier adversidad, pero sin tenerla a su lado, sin tener siquiera la certeza de un encuentro con la escritora, quedaría humillado delante de todos ¿Entonces que debía decirle a Romina?
Se preguntaba mirándola a los ojos, viendo cómo la paciencia en la mirada celeste disminuía y era remplazada por la ira, se llenó de valor irguiéndose, dejó libre un suspiro y se disponía a abrir la boca cuando su teléfono celular sonó.
La rubia le advirtió con la mirada que no se le ocurriese
tomarlo, pero Pedro desacató cualquier orden, había visto en esa llamada su salvación, al menos momentánea, pero no solo eso, los latidos de su corazón se habían triplicado, una extraña sensación se esparció por todo su pecho llenándolo de una emoción que no sabía cómo explicar y que nada tenía que ver con el enfrentamiento que le esperaba, acortó la distancia y lo tomó antes que Romina lo hiciera, adivinó las intenciones de ella de lanzarlo contra la pared.
Ella se tragó el repertorio de palabras nada decentes que llegó hasta su cabeza, debía mantener la compostura, si se trataba de algún amigo de Pedro y comenzaba a discutir podía llegar a la conclusión del conflicto que tenían, si por el contrario era la madre de éste, pues… estaba segura que doña Amelia llegaría en un santiamén para salvar a su “pequeño hijo” de las garras de la malvada bruja, sabía que la mujer la odiaba, que la menospreciaba y la consideraba descerebrada y poca cosa para su famoso hijo.
Así que llenándose de paciencia y respirando despacio se dio la vuelta y caminó alejándose un par de pasos del lugar donde el actor se encontraba, sintiendo que la sangre en sus venas empezaba a enfriarse y eso tal vez no era muy bueno, necesitaba su furia para enfrentar a su novio y sacarle toda la verdad de lo que ocurría.
Pedro esperó a que ella se tranquilizara y consciente que no haría ningún espectáculo miró en su móvil el nombre de quien hacía la llamada, dejó libre un suspiro de alivio al ver que se trataba de su manager y pensó que debía ser algo de rutina.
—Hola Lucca… ¿Cómo anda todo?
—Pedro, todo bien aunque un poco ocupado, te llamaba precisamente por eso, empieza a hacer tus maletas, salimos dentro de tres días para Los Angeles.
Pedro sintió que todo su mundo se tambaleaba, algo dentro de su pecho hizo explosión y casi quiso gritar de felicidad, cerró los ojos y lo primero que llegó a su mente fue la imagen de Paula, no le importaba nada quedarse con el papel protagónico, lo que realmente deseaba era tener la oportunidad de acercarse a ella y comprobar por él mismo que seguía amándolo, ver aquello que tiempo atrás no hizo porque fue un estúpido ciego.
—¿Pedro? ¿Pedro me escuchaste? ¿Estás ahí?
Inquirió la voz al otro lado con un toque de preocupación.
—¡Sí! Sí, aquí estoy Lucca… disculpa estaba un poco distraído, cuéntame todo por favor, ¿cuándo recibiste la noticia y quién la envió? —preguntó sin poder ocultar la sonrisa que afloró en sus labios, ni el brillo que cubrió su mirada.
Sabía que Paula en persona no le escribiría para convocarlo a las audiciones, pero le animaba tan solo imaginarse que ella estaba al tanto que se había propuesto como candidato y que eso significaba un futuro encuentro entre ambos, después de casi cuatro años.
—Lo recibí esta mañana pero quise confirmar la información y darles una respuesta afirmativa antes de avisarte, perdona que lo haya hecho pero supongo que tú no tendrás ninguna objeción. ¿O me equivoco?
Preguntó una vez más Lucca con su tono impersonal de siempre.
—No, hiciste bien, sabes que ahora mismo este proyecto ocupa toda mi atención y me alegra saber que las cosas están saliendo como esperábamos, hoy mismo preparo las maletas y le aviso a mis padres… y… ¿Entonces fue la gente de The Planet la que te envió la respuesta a mi petición? — lo interrogó de nuevo intentando sonar casual, no quería delatarse y menos teniendo a Romina a unos pasos.
—Sí, fueron ellos, me hicieron saber que estarían encantados de tenerte en las audiciones de Los Angeles, que muestras mucho potencial y te acercas a las características que piden para interpretar a Franco Donatti, solo restaba ver tu desempeño del personaje y tu interacción con las actrices aspirantes al rol de la protagonista, ya sabes cosas de rutina
Contestó Lucca, disimulaba pero podía sentir la ansiedad de Pedro incluso a través de la línea, confirmando de esa manera aún más sus sospechas, de que el joven iba detrás de algo más que el protagónico de esa película.
—Por supuesto, bueno no hay problema les demostraré que soy el indicado, solo necesito estar allá para que se convenzan, gracias por avisarme Lucca, cualquier novedad por favor no dudes en llamarme, estaré atento, nos vemos —dijo sin poder ocultar su desilusión al no escuchar a su amigo nombrar a Paula.
—No te preocupes yo me haré cargo de todo, y puedes dar casi por seguro que ese papel será tuyo ahora que he leído el libro lo doy por sentado. Igual no está de más que te prepares un poco, aún tenemos un par de días para organizar los pendientes aquí en Roma, mientras tú concéntrate en esto, descansa hijo, nos vemos mañana —mencionó para despedirse y después colgó.
Pedro se quedó unos segundos mirando la pantalla del móvil hasta que se apagó quedando completamente negra, su alegría no se había esfumado, pero no la sentía de la misma manera en la cual la había percibido en principio, no escuchar nada relacionado con Paula lo había decepcionado, esperaba alguna acotación proveniente de ella, no sabía a ciencia cierta cómo explicarlo, pero deseaba que al menos Lucca mencionara que ella había sido quien había votado a favor para que lo llamase o que la autora se había sentido complacida por su postulación y que estaba ansiosa por tenerlo en las audiciones, después de todo ellos habían acabado como amigos o eso recordaba él, además que fue ella quien le insistió para que probara suerte en Hollywood y qué mejor que hacerlo de su mano, en una película basada en su obra, una que además no era otra que su historia, Paula debería estar feliz.
—¿Piensas quedarte toda la vida cavilando sobre el porqué los americanos te aceptaron para hacer el estúpido casting o me dirás de una vez por todas qué demonios ocurre contigo? —le preguntó Romina en un tono bastante grosero.
—Ya no soporto seguir en esta situación, no aguanto que siempre estés menospreciando lo que hago, en esa eterna lucha de querer ser mejor que todo el mundo, en tu empeño por surgir sin importarte a quién pises y dejes atrás para hacerlo, eres una mujer mezquina y arrogante Romina, intenté… te juro que intenté enfocarme en lo bueno que tienes, sin importar lo poco que era, pensé que cuando la fama se esfumara de tu cabeza y te dejara ver más allá cambiarías, de verdad creí que encontrarías un equilibrio en tu vida y empezarías a darle el justo valor a las cosas. Pero nada de eso ha sucedido, sigues empeñada en querer resaltar a como dé lugar, restregarles a los demás en la cara
que eres excepcional, que tienes todo lo que ellos desearon y perdieron en tus manos porque eres mejor, te pavoneas de haber conseguido surgir y en hacerlos sentir mediocres… —decía cuando fue cortado por una sonora carcajada de la rubia.
—¡No lo puedo creer! Discúlpame pero no he escuchado bien… Tú, Pedro Alfonso, acusándome a mí de ser arrogante, mezquina y sobre todo que quiero siempre resaltar, me das risa de verdad, tus excusas son tan baratas que no sé si ponerme a llorar o a reír. Le puedes vender a todos la imagen del hombre maduro y cambiado, pero no a mí, el tipo de persona como nosotros no cambia Pedro, seremos iguales hasta el día que muramos, muestra de ello es lo que le acabas de decir a Lucca, aseguraste que conseguirías el sobre valorado papel de Franco Donatti, menospreciando por anticipado el desempeño que puedan tener los demás actores, eso querido es lo mismo que hago yo, sé quién soy, sé cuánto valgo y si eso te molesta entonces deberías odiarte todos los días cuando te ves en el espejo porque tú y yo somos iguales —dijo de manera triunfal mientras lo miraba a los ojos.
—No Romina, no lo somos, en realidad nuestras visiones de la vida son completamente opuestas y creía que eso precisamente era lo que me hacía falta para mantener una relación de pareja, estaba equivocado, yo no soy lo que tú quieres y tú no eres lo que yo quiero, siento tener que decírtelo de esta manera pero es la verdad, me pediste que fuese sincero, bueno allí lo tienes… —esbozó sintiendo que un peso lo abandonaba, vio que ella se preparaba para contraatacar pero él no la dejó —. En cuanto a lo que le acabo de decir a Lucca, me da igual si obtengo el papel o no, pero sé que lo haré y no tiene nada que ver con el desempeño de los demás actores, puede que ellos sean muy buenos en lo que hacen, pero yo soy Franco Donatti. Querías explicaciones allí las tienes, saca tus propias conclusiones ahora, pero te advierto que cualquier cosa que intentes hacer para difamarme o a alguien más, te pesará, sabes de lo que hablo y que no me ando con juegos —mencionó con determinación.
—No me amenaces Pedro Alfonso porque no sabes de lo que soy capaz, conmigo no juegas. Ve a tu maldito casting y pierde el tiempo como sé que sucederá, ellos jamás elegirán a un completo desconocido, y tú aquí eres un rey pero allá no eres nadie, así que ten en cuenta que cuando regreses y me busques para pedirme perdón por esto que estás haciendo ahora, puede que sea muy tarde, no te la pondré fácil eso te lo aseguro —dijo desbordando rabia y dolor.
Romina al ver que él no decía nada sintió la ira apoderarse de ella y caminó hacia el baño para recoger las prendas que habían quedado esparcidas en éste, con rapidez se vistió de nuevo quedando lo más presentable que podía, se paró delante de Pedro, a la espera de que dijese algo, pero él se mantuvo en silencio.
—Te vas a arrepentir de esto, nadie me humilla de esta manera, ni siquiera tú Pedro Alfonso—espetó con rabia y salió de allí.
Pedro mantuvo sus ojos en la puerta por donde había desaparecido Romina, ese carácter indomable lo había cautivado en un principio, pero después que vio lo que le había mostrado solo fue una fachada, le había montado una trampa para atraparlo y luego todo cambió. Así que estaba seguro no la echaría de menos y tampoco le preocupaban sus amenazas, después de todo no había sido la única en declararle la guerra cuando él decidía terminar una relación.
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