Roma, Italia – Marzo 2013.
Pedro regresó a su casa después de una tarde junto a viejos amigos del medio con los cuales siempre compartía, a quienes de vez en cuando le pedía consejos, se podía decir que eran veteranos en ese mundo y aunque el más joven le llevaba unos diez años, eso no representaba una brecha entre ellos, pues él había iniciado su carrera junto a muchos y eran como sus mentores. Ellos le habían brindado su apoyo desde el mismo momento en el cual se paró ante una cámara y años después sembraron en él la confianza para retomar su carrera.
Se encontraba sumido en sus pensamientos cuando giró la llave en la cerradura y abrió la puerta de su departamento, con movimientos mecánicos se despojó de la chaqueta de piel negra que llevaba y la colocó en el perchero, sus ojos captaron los sobres encima de la mesa junto a éste. Cuando salió temprano a casa de sus padres aún no había llegado nada interesante, pero si Isabella los había dejado allí era porque seguramente había recibido algo más, de inmediato la revisó, pero lo único nuevo que encontró fue una invitación al próximo festival de cine de la ciudad.
—¡Demonios! ¿Acaso no piensas escribir? ¿No piensas responder a las señales que te estoy enviando? Deberías al menos tener la valentía de escribir para rechazarme, para decirme que me aleje de tu vida y no vuelva jamás a intentar ponerme en contacto contigo —esbozó lanzando los papeles sobre la mesa de nuevo.
Se encaminó hasta su habitación sintiendo que la irritación y la ansiedad que le producía el silencio de Paula comenzaban a volverse insoportables. A esas alturas ya las personas
encargadas del casting de Rendición deberían haberse puesto en contacto con él, según tenía entendido por las averiguaciones que Lucca realizó, el mismo empezaba dentro de una semana, tomando en cuenta que él debía trasladarse hasta Los Ángeles, lo más lógico era que le avisaran con tiempo para preparar su viaje… ¿O quizás pensaban que él estaba a su completa disposición y tenía todo el tiempo del mundo para esperar a que ellos se dignaran a ponerse en contacto? Pensaba mientras abría el grifo para llenar la bañera y se desvestía.
—Estoy haciendo lo que juré que jamás haría y ahora vienes tú y te haces la indiferente, como si no fuese difícil para mí dar éste paso, me pediste un salto de fe Paula y lo estoy dando, pero a ti no parece importarte… ¿En verdad me olvidaste? ¿Lograste hacer lo que yo no he podido en todos estos años? —se preguntó en voz alta sintiendo un incómodo nudo que le cerraba la garganta.
Dejó libre un suspiro lento y pesado, cerró la llave al ver que la tina se encontraba ya llena, se cubrió con una toalla y salió del baño hacia el salón, se dirigió directamente hasta el bar y tomó una botella de vodka del pequeño congelador empotrado en éste, la misma se encontraba helada, tomó un vaso del mismo lugar, los mantenía fríos para no alterar la temperatura del licor, lo llenó para luego beberlo de un solo trago, estremeciéndose un poco ante la intensidad del licor que sentía esparciéndose por su pecho, tomó el control de mando de la música y aunque la canción que había comenzado a sonar era lo último que esperaba, no podía culpar a Steve Tyler de haber escogido un momento más adecuado para echarle sal a sus heridas.
Antes de conocer a Paula pensaba que esa banda de rock era una más, como cualquier otra, en cuanto a gustos se inclinaba más por Rolling Stone, Metallica, Guns´N Roses… de ésta última había escogido su antiguo himno, ese que le dedicaba a todas las chicas con las cuales salía, una vez que se aburría de ellas, preparaba todo el escenario y su actuación siempre comenzaba con la misma frase:
“Tenemos que hablar” la hacía sonar tan solemne y sincera que la mayoría de ellas comenzaban a temblar e incluso a llorar en cuanto la escuchaban. Y al final siempre cerraba parafraseando Don´t Cry, diciéndoles que él no era el indicado para ellas, que merecían algo mejor, alguien que las hiciese felices y estuviese dispuesto a dejarlo todo por ellas, era obvio que él no lo estaba, así que sus ex novias siempre terminaban con el corazón destrozado y odiándolo.
Paula no parafraseó ninguna canción antes de abandonarlo, pero sí había dejado muchas que minaban sus vanos intentos por olvidarla reduciéndolos a cenizas, pero era su culpa, él se había vuelto un estúpido masoquista y después que ella se fue intentó tantas formas de retenerla a su lado, en sus recuerdos. Guardaba sus libros como si fueran tesoros, buscó su música favorita, e incluso llegó a ése lugar y recreó en el los mismos rincones que le recordaran a las casas que ocuparon aquel verano. Llenó una vez más su vaso y antes de llevárselo a los labios cerró los ojos trayendo a su mente la imagen de Paula, esa sonrisa tan hermosa que aún hoy lo hacía suspirar y lo mantenía enamorado, abrió los ojos que lucían un azul más oscuro.
—A su salud señorita Chaves—esbozó y después bebió el contenido de su vaso por completo.
Siempre se prometía que no volvería a tomar un solo trago en nombre de Paula, pero nunca lo conseguía y aunque nunca había vuelto a emborracharse como aquélla vez en la que le confesó a su madre que una arrogante, malcriada, orgullosa, alegre, inteligente y bellísima mujer, le había destrozado el corazón después de dejarlo en la Toscana, sin siquiera decirle que ella se marchaba amándolo también, que aunque se iba jamás olvidaría todo lo que vivieron en esos meses juntos porque para ella fueron igual de maravillosos.
“Usted me envió aquí para evitar que las drogas acabaran con mi vida, para que no cayera en un abismo y terminara perdiéndome… me liberó de aquella adicción y yo de estúpido me volví dependiente de otra ¡ahora soy adicto a ella! mamá no puedo estar sin Paula… la necesito, necesito que esté aquí, que me abrace y me bese… que me sonría. Ya su olor no está en las sábanas, se ha esfumado y tengo miedo de perder también sus recuerdos… la quiero mamá, la quiero conmigo.”
Las palabras que le dijo a su madre en ese entonces seguían repitiéndose en su cabeza, nunca se había sentido tan expuesto como lo estuvo ésa noche, ni había sentido que dependía tanto de alguien como lo hizo de Paula, y tuvo suerte que fue su madre quien escuchó todo lo que tenía que decir, viajó hasta Toscana y lo rescató del estado en el cual lo había dejado Paula, fue a ella a quien le confesó aquello que no mencionó tiempo atrás por imbécil.
Una vez más las penas regresaban para hacer de las suyas y sentía que necesitaba que el alcohol ahogara eso que crecía en su interior; la tensión de no recibir una respuesta por parte de la mujer que amaba lo estaba torturando, llenándolo de dudas y miedos, luchó contra éstos porque no podía permitir que ganaran terreno, no esta vez, no si quería recuperarla y darle nuevamente sentido a su vida, elevó el control de mando y repitió la canción, que sonase anteriormente.
—Bueno señor Tyler si me voy a emborrachar en honor a su famosa fanática, que sea en su compañía —mencionó encaminándose al baño, llevando la botella y una hielera que había preparado.
Mientras en los altavoces que se encontraban por cada rincón de la casa, la voz líder de Aerosmith se dejaba escuchar, acompañada ahora de la grave y maravillosa voz de Pedro, cuyo acento italiano le daba un toque mucho más atrayente a la misma.
I close my eyes and see you lying in my bed
And I still dream of that day
What could have been love
Should have been the only thing that was ever meant to be
Didn’t know, couldn’t see what was right in front of me…
I still wonder where you are
Are you too far from turning back?
You were slipping through my hands and
I didn't understand
Después de una hora, varias canciones de Aerosmith y otros
tantos tragos de vodka, Pedro comenzaba a sentirse realmente aletargado, se sumergía en el agua a minutos y se quedaba allí hasta que el aire en sus pulmones casi desaparecía por completo y lo obligaba a salir a la superficie, mientras a su cabeza llegaban cientos de recuerdos que movían sus sentimientos como esos troncos caídos que se encuentran en la orilla de alguna playa y son arrastrados por las olas a su antojo, sin esfuerzo.
Cerró los ojos trayendo una vez más la imagen de Paula a su mente, deseando tenerla allí como la tuvo años atrás, desnuda, hermosa, perfecta, entregada a sus caricias, a sus besos, temblando y gimiendo ante cada invasión que él hacía en su interior, la hizo suya tantas veces, pero no fueron las suficientes para aplacar su necesidad, porque no había logrado saciarse de ella, por el contrario cada vez que la tenía entre sus brazos sentía que la deseaba más.
Unas manos se deslizaron por su pecho hasta llegar a sus hombros, una caricia lenta y sensual que lo hizo estremecerse ligeramente, después de eso unos labios se posaron sobre los suyos y en medio de la neblina que el alcohol había creado en su mente comenzó a dejarse llevar, se irguió un poco tomando por asalto a la mujer que lo besaba, devolviéndole el gesto con urgencia e intensidad, cerrando sus manos en el delgado cuello.
Sabía que no era ella, lo supo en cuánto esas manos rozaron la piel de su pecho, lo confirmó cuándo esos labios se posaron sobre los suyos y después se abrieron para dar paso a un beso apasionado, pero carente de la magia que Paula le había entregado. Sin embargo, no cesó en sus avances, la atrajo más hacia él y le mordió ligeramente los labios, los recuerdos de la escritora habían despertado el deseo de su cuerpo y necesitaba dejarlo salir a como diese lugar, mejor hacerlo en el cuerpo de una mujer que masturbándose.
—Pepe…Pedro… no… espera… ¡Espera! ¡Vas a arruinar mi conjunto! —exclamó Romina separándose de él.
—Te necesito… ahora —demandó con urgencia sin más explicación, sin disculparse por casi meterla junto a él en la bañera.
—Sí, ya lo noté —susurró la rubia con una sonrisa, desviando su mirada al sur de la cintura del chico—. Pero al menos déjame quitarme la ropa, este traje me costó muchísimo y el dinero no sería el problema. Claro si me sobrase, sino que es además un diseño exclusivo —explicó colocándose de pie para despojarse de los zapatos, mientras se quitaba la chaqueta y después llevaba sus manos hasta la cremallera de la falda.
—Te compraré otro que cueste tres veces más —esbozó el castaño y su tono de voz mostraba los estragos hechos por la bebida.
—¿Has estado tomando? —inquirió deteniéndose en los botones de su blusa mientras sus ojos se topaban con la botella casi vacía, el vaso y la hielera cerca de la bañera.
—Solo un poco —contestó con media sonrisa.
—¿Solo un poco? Pues no lo parece… sabes que odio el licor, odio ese olor tan espantoso que tienen los borrachos, por no decir lo lastres que se vuelven. La próxima vez que decidas tomar recuerda que tienes una novia alérgica a todo eso y quizás seas más consciente, ahora sal de allí te vas a resfriar —le ordenó en tono serio.
—Tampoco es para tanto Romina, nunca tomo y hoy se me dio por beber unas cuantas copas, pero no soy un alcohólico no tienes por qué hablarme de esa manera, sé controlarme… mejor quítate esa ropa y ven aquí conmigo —le pidió intentando obviar su actitud.
—¡Estás loco si crees que me meteré al agua que debe estar helada! Además que arruinaría mi peinado, esta noche tengo una cena con gente muy importante y debo estar presentable, en realidad solo venía a preguntarte si te gustaría acompañarme… ¿Sabes? De vez en cuando es bueno que las personas vean a mi novio junto a mí y no solo sepan que estamos juntos por una que otra nota de prensa —le reprochó tendiéndole una mano para ayudarlo a salir.
—Pero supongo que no vas a querer que tu novio borracho te acompañe, no entiendo a veces cuál es tu afán por hacer tantas apariciones en público, ya todo el mundo en Italia te conoce, sino por tu participación en el programa de modas, lo hacen como mi novia. ¿Para qué hacerte más publicidad? —inquirió fastidiado.
—No es para hacerme publicidad… bueno no del todo, solo deseo que sepan que estamos bien, que nos amamos y que somos muy felices juntos… acallar los rumores que a veces corren por allí — dijo en un tono más sumiso mientras lo rodeaba con sus brazos.
Pedro quiso poner los ojos en blanco pero era consciente que eso sería algo de muy mal gusto, pensaba refutarle a su novia el estado en el cual se encontraba pero su cuerpo lo delató cuando tuvo que sostenerse de Romina para no caer, un fuerte mareo se apoderó de su cabeza y lo obligó a cerrar los ojos mientras tomaba aire despacio, mientras maldecía al vodka, a Aerosmith y sus estúpidas canciones corta venas.
Romina lo observó con reproche pero mantuvo sus brazos alrededor de la cintura de Pedro, podía sentir el aliento tibio y dulzón que dejaba el licor, suspiró y después contuvo la respiración para estabilizar un poco a su novio, odiaba a los borrachos, le daban asco. Su ex pareja lo había sido y vaya si la pasó mal con él, se había prometido jamás volver a salir con un hombre así.
Desde hacía unos meses había comenzado a comportarse de manera extraña, cada vez se distanciaba de ella un poco más, siempre se excusaba en el trabajo, que no quería limitarla, que si debía viajar con frecuencia que lo hiciera, que no se preocupara por él. Todo eso se le hizo muy extraño e incluso llegó a pensar en la existencia de otra mujer, pero siendo Pedro quien era le resultaba muy difícil tener una aventura y que media Italia no se enterase al instante, así que después de hacer algunas averiguaciones de manera sutil, claro está, para evitar habladurías, se convenció que no se trataba de eso, quizás tenía razón y todo era por la presión a la cual se encontraban ambos sometidos por sus trabajos.
Él hundió su cara en el cuello de la chica, no encontró el perfume que tanto ansiaba y eso le dolió hasta el punto que sus ojos se llenaron de lágrimas, los cerró para que no salieran dejándolo en evidencia, estrechó a Romina con fuerza entre sus brazos y después depositó un par de besos en el cuello y el hombro, su piel era suave y cálida, la presión de sus senos desnudos contra su pecho le hicieron sentir de nuevo la necesidad de saciar sus ansias en el cuerpo de una mujer, aunque no fuese aquella que deseaba en realidad, aunque después de eso quedase con la sensación de que algo faltaba, que estaba vacío.
—Pepe… mejor vamos para que te acuestes, estás muy tomado —indicó moviéndose para verlo a los ojos.
—No, estoy bien… estoy perfectamente, ven… vayamos a la cama —le pidió tomándola de la mano.
—Pedro pero estás todo mojado, déjame buscar una toalla para que te seques, vas a terminar resfriándote… —decía cuando él la levantó del suelo y la depositó en la cama.
—No soy un niño de cinco años que pueda enfermarse por un poco de aire fresco… a veces hablas demasiado Romina —dijo tendiéndose a su lado, mientras llevaba una de sus manos al broche del ligero y con agilidad lo soltaba.
—¡Oye! Y tú a veces eres un mandón insoportable —expuso riendo, mientras acercaba sus piernas para que él tuviese un trabajo más fácil quitándole las medias.
Pedro se tensó un momento ante ese comentario, pero de inmediato buscó la boca de su novia para besarla con premura, necesitaba perderse en ella y olvidarse de aquélla que lo había rechazado, la misma que ahora ni siquiera se dignaba a responderle.
Sus labios abandonaron los de la chica para posarse en el cuello solo unos segundos, después siguió hasta posarse en los senos turgentes y firmes, pero sentía que estaba succionando la mamila de un biberón y no un pezón de verdad, no uno como los de… ¡Paula Chaves salte de mi cabeza ahora mismo! ¡Por Dios déjame en paz mujer! No puedo seguir comparando, esto es absurdo… es ridículo.
Sus pensamientos vagaban de un lado a otro, mientras sus labios y lenguas intentaban excitar a la mujer tendida a su lado, llevó sus manos hasta la rodilla femenina e intentó enfocarse en ella, acariciarlas sin hacer comparaciones pero falló desastrosamente.
Desde que se separó de Paula no le había costado tanto tener sexo con otra mujer, muestra de ello fue que después de aquella dolorosa despedida se lanzó a satisfacer sus necesidades en el cuerpo de la primera mujer que encontrase a su disposición en cuanto regresó a Roma, quería demostrarse que la americana no lo había trastocado tan profundamente como su corazón le advertía, en un principio lo conseguía, podía responder y disfrutar de los encuentros con otras mujeres, pero con el tiempo terminó por aceptar que jamás volvería a volar o a sentirse tan pleno como lo hiciera junto a Paula.
De ese modo llegó a Romina, su actual novia era hermosa, inteligente y luchadora… no era perfecta, en lo absoluto y a veces tenía cosas que lo exasperaban, pero lo que más influenciaba para que se mantuviese junto a ella era que no se parecía en nada a Paula y si quería de verdad superar el recuerdo de la escritora, debía irse por lo opuesto, no buscar semejanzas como hizo en un principio pues eso no lo ayudaba en nada, por el contrario lo empeoraba todo.
—Pedro… mi amor, ¿qué sucede? Te noto extraño —esbozó colocando una mano en la mejilla de él para hacer que la viera a la cara—. Es como si no estuvieses aquí, no te siento conmigo… últimamente has estado tan lejano y sinceramente empiezas a asustarme, necesito que hablemos —pidió mirándolo a los ojos.
—¿De qué quieres hablar Romina? Me dices que me sientes lejano y estoy intentando acercarme a ti pero no me dejas… la verdad no comprendo lo que deseas —contestó tendiéndose de espaldas sobre la cama y clavando su mirada en el techo.
—Deseo tenerte como antes… Pepe, desde hace meses pareces otro, no sé cómo explicarlo pero siempre estás distraído, hace semanas que no estamos juntos, siempre estás cansado, trabajando en algo, ocupado y no tienes tiempo para mí, cosa que la verdad no entiendo pues hace mucho que no tienes proyectos en puertas… solo la estúpida idea esa de participar en las audiciones de la adaptación de Rendición, cosa con la cual sabes no estoy de acuerdo, pero fue tu decisión y la respeto…—decía cuando él la detuvo.
—Más vale que lo hagas porque yo no interfiero en tu trabajo y espero que tú tampoco lo hagas con el mío, es una decisión tomada así que nada me hará cambiar de parecer y en cuanto a lo de mi actitud… bueno, no sé a lo que te refieres, pero no he sido el único ausente Romina y si sientes que esto ha cambiado quizás tengas razón, en ese caso lo mejor sería hacer algo al respecto ¿no te parece? —inquirió pensando que justo ahora ella le estaba dando pie para terminar con la relación, no quería hacerle daño, pero tampoco podía seguir en la misma situación y menos si pensaba recuperar a Paula, debía ser honesto.
—Pedro Alfonso te prohíbo que vengas a reprocharme nada —indicó irguiéndose sobre la cama y mirándolo con rabia —. Sabes perfectamente que yo he dado mucho por esta relación, que me he esmerado en hacer que las cosas entre los dos funcionen, no tengo que recordarte lo complicado que ha sido para mí tener que lidiar con todas tus ex amantes, ni con la prensa o con tu familia que me sigue mirando como si fuese “Poca cosa para el Rey de Roma” Por no mencionar la humillación que sufrí meses atrás por tu extraordinaria confesión acerca de aquella mujer que amaste. Si alguien ha entregado todo por esta relación he sido yo y si en las últimas semanas no he estado tan pendiente de ti como tiempo atrás, no ha sido con la intensión de hacerte a un lado, es solo que necesito dedicarle tiempo a mi carrera también, no puedo vivir bajo tu sombra toda la vida —expuso en un tono que dejaba ver su rabia.
—A ver… yo no te estoy reprochando nada y no tienes porqué sacar a relucir tu lista interminable de sacrificios, tú sabías quién era yo y todo lo que acarreaba estar a mi lado, en ningún momento me mostré ante ti como un santo o te prometí que cambiaría de la noche a la mañana, no puedo borrar mi pasado y recuerdo que te dije que mientras estuviese a tu lado te sería sincero e intentaría darte lo mismo que me das. No pretendo que dejes de lado tu vida ni tus cosas por complacerme a mí, no soy un miserable egoísta y si sientes que en éste punto las cosas ya no son lo que esperabas, pues estás en absoluta libertad de hacer lo que mejor te plazca, por mí no te detengas —mencionó colocándose de pie y tomando un pantalón de su armario para vestirse.
—¿Qué significa todo esto Pedro? Explícame porque la verdad no comprendo, hace unos minutos estabas deseoso de tener sexo conmigo y ahora me dices que me largue de tu vida. ¿Es eso? —preguntó perpleja y molesta al mismo tiempo.
Él se quedó en silencio sintiéndose mal, le había dicho que sería sincero, pero no estaba actuando así, por el contrario se estaba excusando en esa discusión que era demasiado tonta para dar por terminada una relación de más de un año, esa no era la manera de librarse de Romina para ir en busca de Paula. Se volvió dándole la espalda no soportaba cómo la mirada de ella lo taladraba, estaba seguro que terminaría dándose cuenta de la verdad si seguía observándolo así y no quería lastimarla.
—¡Maldita sea Pedro mírame a los ojos! —le exigió colocándose delante de él —¿Estás terminando conmigo? —le preguntó una vez más y estaba a punto de llorar.
—Sí —esbozó con firmeza mirándola a los ojos.
Ella dejó libre un jadeo sintiendo como si él la hubiese golpeado, lo veía sin poder creer lo que había escuchado, se alejó al sentir el peso de esa verdad en la mirada azul, en su cabeza las imágenes de sus encuentros en los últimos días se agolparon dándole más contundencia a la respuesta de su novio, conocía a Pedro lo bastante bien para saber cuándo hablaba en serio y cuándo no.
—¿A qué viene todo esto? Y no digas que… que son cosas que suceden o alguno de los discursos baratos que usabas con tus ex, a mí no me vengas con esa sarta de estupideces que empiezan con “No eres tú, soy yo” porque te juro que haré tal escándalo que tus vecinos deberán llamar a la policía, a mí me miras a la cara y me dices qué es lo que ocurre —exigió temblando de rabia, pero mostrándose tan calmada como le era posible, se alejó de él pues sentía que sus latidos iban en aumento a cada instante y podía terminar golpeándolo.
—¿Qué quieres escuchar Romina? —preguntó mirándola.
—La verdad y la quiero ahora, no soy una niña con la que puedas jugar Pedro, no puedes decirme de un momento a otro que te has cansado de mí, de todo esto y que quieres que acabe, debiste saberlo desde la primera vez que me metiste a tu cama, yo no soy de las que se conformen con las sobras de otras, tampoco de las que se queden de brazos cruzados sin hacer nada, yo lucho por lo mío y tú eres mío, así que ahora mismo me dices toda la verdad —contestó y su tono de voz era frío y contenido.
Ayyyyyyyyyyy, x favor que se encuentren de una vez, no aguanto más Carme, pensá en mi salud x favor, acelerá los trámites jajajaja.
ResponderEliminarJajaja yo no tengo la culpa!!!
EliminarJajaja yo no tengo la culpa!!!
EliminarMuy buenos capítulos! No veo la hora de ese reencuentro! Menos mal que Pedro terminó con Romina! Ahora le falta a Pau tomar esa decisión!
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