domingo, 9 de agosto de 2015
CAPITULO 99
Jaqueline no pudo sacar de su cabeza lo sucedido con su amiga el día anterior, por eso en cuanto dejó a su hija en la escuela y cumplió con su rutina de ejercicios de todos los días, se dirigió hasta el departamento de Paula. Esperaba encontrarla más calmada y poder indagar un poco más sobre el vínculo que unía a su amiga y representada, con el actor italiano Pedro Alfonso.
Nadie le podía sacar de la cabeza que ese par habían tenido algo en el pasado, y por las reacciones de ella y también las de él, había sido mucho más que una aventura de verano, ahora la gran interrogante que ocupaba los pensamientos de la rubia era. ¿Qué había sucedido para que la historia acabara? Y sobre todo ¿Por qué Pau nunca habló de eso?
Ni siquiera con ella que era su confidente.
Inés, el ama de llaves de Paula, la recibió con una sonrisa amable invitándola a pasar e informándole que ya su amiga se encontraba en el estudio, que había salido muy temprano a correr y desde que regresó se había abocado a su trabajo.
Asintió en silencio mostrándose casual pensando que quizás Rosa no le había comentado nada sobre lo ocurrido el día anterior, y si lo había hecho Inés lo disimulaba muy bien. Disfrutó del café que le sirvió Rosa e intentó relajarse con una conversación amena, ninguna de las dos se atrevió a mencionar nada por encontrarse en presencia del ama de llaves, a la que consideraban una especie de espía de la madre de Paula, después de eso se encaminó al estudio.
—Hola Paula, buenos días ¿cómo te sientes? ¿Descansaste? —saludó a su amiga como lo hacía todos los días, mostrándose completamente normal.
Paula se encontraba de espaldas mirando la hermosa vista de la ciudad de Chicago como habitualmente hacía, absorta en sus pensamientos, pero en cuanto la escuchó se volvió para saludarla y de inmediato pudo comprobar que se notaba distinta, taciturna.
—Hola, la verdad no pude dormir bien… por eso salí temprano a correr, necesitaba distraerme… ¿Tú cómo estás? —inquirió mostrándose casual, pero sin dejar de estar apenada.
—Bien, un tanto ocupada revisando algunas cosas y ayudando a Tiffany con las labores de la escuela, por cierto te envía saludos. Esa niña cada vez se parece más a mí, no deja de hablar, a veces necesito decirle que pare… Mira todo este desastre, ayer me fui sin organizarlo —contestó intentado aligerar la tensión que se sentía en el ambiente, mientras acomodaba su escritorio.
—Lo siento… Jaqueline… yo lo siento tanto, ayer me porté como una verdadera tonta… — esbozó apenada y su voz sonaba ronca, muestra de que se sentía mal o había estado llorando.
—No te preocupes, todo se hará como deseas, esa fue tu principal petición y es mi deber hacer que se cumpla —dijo en tono serio.
Podía entender a su amiga según a la conclusión que había llegado, pero igual le dolió su actitud y sobre todo que la excluyera de su vida de esa manera, sobre todo cuando Paula sabía todo de la de ella.
—Perdóname, no quise gritarte pero es que… no lo entenderías, todo esto es tan complicado y no deseo enfrascarme en ello — dijo rogando porque las cosas terminaran allí.
—¿Qué no entendería Paula? ¿Qué tuviste una relación con ese actor hace tres, cuatro años, no sé, o que siendo tu mejor amiga no me hayas contado nada? —preguntó a quemarropa.
Paula se quedó en silencio, dejando libre un suspiro, cerró los ojos un instante, sintiendo cuán difícil era para ella admitir lo que acababa de mencionar Jaqueline. Se había obligado a callar lo que ocurrió en Florencia, a nadie le mencionó nada, ni siquiera a su hermano Nico con quien tanta confianza tenía, sentía que no era algo por lo cual debía estar orgullosa, se había enredado con un hombre que apenas conocía y había hecho cosas que jamás imaginó, que la hicieron sentir viva y única, pero que su madre le recriminaría hasta el cansancio pues a los ojos de todos solo quedaría como la pobre tonta que se dejó utilizar, por un proclamado Casanova de Roma y no como la mujer que supuestamente inspiró amor.
—Ven, nos sentamos y me cuentas… qué ocurrió y porqué nunca has hablado de esto, claro si lo deseas, igual si no lo haces te comprenderé, pero me gustaría que confiaras en mí, después de todo somos amigas, casi hermanas aunque Di me odie por ello —mencionó intentando darle ánimos y la guió hasta el sillón rojo burdeos junto al ventanal—. Espera… si voy a hacer de psicóloga, es mejor que te recuestes en el diván y yo traslade mi silla hasta aquí — dijo señalando el mueble negro de cuero al otro lado, la castaña dejó ver una sonrisa ante sus palabras y Jaqueline se sintió feliz por ello.— No sé por dónde empezar… —confesó Paula sin mirar a su amiga, después de pasar más de un minuto en silencio.
Se encontraba recostada en el cómodo chaise longue mies van der rohe, en piel oscura y acero ubicado frente a la pared de cristal que le mostraba una hermosa panorámica de la ciudad, su mirada se perdía en la compleja y hermosa estructura que era Chicago. Jaqueline que se hallaba en una silla a juego con el diván donde se encontraba Paula, dejó libre un suspiro que atrajo su atención y le dedicó una sonrisa amable para animarla.
—Creo que por el inicio sería lo mejor. Pero antes respóndeme algo que está a punto de volverme loca ¿Franco Donatti es en realidad Pedro Alfonso? —la interrogó mirándola a los ojos para que su amiga no pudiera rehuirle.
—En gran parte… la única diferencia es que el verdadero es actor y el que yo creé es un enólogo, Pedro era un especialista en vinos, aunque nunca quiso colocarse ese título, pues decía que no había estudiado para ello. Pero no fue mucho el cambio, al igual que Franco habla cuatro idiomas, es un excelente chef y aprendió ese arte de su padre como lo dejé ver en el libro, sentía que debía darle el mérito por ello al señor Flavio, gracias a él disfruté de cenas maravillosas preparadas por su hijo; monta a caballo, canta muy bien, toca el saxo aunque nunca lo escuché porque no lo llevó con él a la Toscana. Decía que todo lo demás que hacía era solo un pasa tiempo, siempre hacía énfasis que había estudiado actuación, que ese medio era su mundo, su vida… todo lo que conocía y donde podía sentirse cómodo —contestó sumiéndose en sus recuerdos.
—¡Dios es todo un prodigio el italiano! Además de hermoso tiene un montón de talentos. Eso significa que son la misma persona, es decir… que Franco no es un personaje ficticio, sino un hombre real al cual conociste en Italia cuando viajaste allá hace cuatro años —concluyó asombrada, ya lo sospechaba, pero todavía así la certeza la golpeó, no esperaba que todo lo que dedujo la noche anterior fuera real—. Espera, tengo otra pregunta. ¿La historia de Franco y Priscila es la tuya con ése hombre? —preguntó con interés.
—Casi cuatro años, lo conocí en junio del 2009, y sí es nuestra historia aunque con algunas variantes, la más grande de ellas es el final por supuesto —respondió sin querer darle mucha importancia.
—¡Oh, Dios! Claro… claro, eso es obvio, pero no entiendo… Si ustedes se amaban como todo parece indicar y como él mismo confesó en esa entrevista ¿qué sucedió para que estén ahora separados? ¿O para que ambos hayan decidido mantener esto como un secreto? Al menos hasta ahora, porque según lo que estuve investigando él nunca había mencionado nada con respecto a la misteriosa mujer que le rompió el corazón… —decía cuando Paula la interrumpió.
—¿Qué yo le rompí el corazón? —inquirió desconcertada y molesta por esa aseveración.
—Bueno eso es lo que dicen en Italia, después de la entrevista muchos medios se lanzaron en una cacería por encontrar a la misteriosa dama y todos te colocaban ese título “La mujer que había roto el corazón del mayor rompecorazones de Italia” no tengo que decirte lo crueles que pueden llegar a ser los medios, algunas mujeres obviamente despechadas se burlaban de la confesión del actor y decían que todos pagan sus deudas tarde o temprano, al parecer el caballero era todo un mujeriego;
cambiaba de novias como cambiaba de camisas, pero desde hace unos meses para acá se ha formalizado y… en fin —Jaqueline se interrumpió pues no sabía cómo tomaría su amiga la noticia de que su ex amante, pareja o novio, la verdad era que no sabía cómo definirlo aún, tuviese una relación de casi un año con una diseñadora de modas.
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