lunes, 10 de agosto de 2015
CAPITULO 104
Ella agradeció el beso pues no podía responder a las palabras de Ignacio de la misma manera, quería hacerlo, en verdad quería pero no podía, siempre se había sentido limitada a la hora de demostrar sus emociones, se bloqueaba cuando un hombre le mostraba sus sentimientos de esa manera, era como si ella no quisiese mostrarse tan expuesta, podía responder a los besos y a las caricias, podía entregarse, pero su voz nunca lograba expresar un amor absoluto como el que le ofrecía Ignacio, incluso con Pedro fue de esa manera y cuando se dio cuenta de lo que era el amor se sentía tan dolida y decepcionada del italiano, que prefirió nunca haber experimentado ese sentimiento.
Ignacio acariciaba con su lengua el interior de la boca de su novia, mientras sus manos se abrían en la delgada espalda para abarcar más y atraerla a su cuerpo haciendo ese encuentro más íntimo, deslizó una hasta la parte baja de la misma, rozando el nacimiento de su trasero en una caricia lenta, pero con la presión exacta para provocar el gemido que ella le entregó y él ahogó con su lengua, se inclinó hacia adelante para hacer que sus pelvis entraran en contacto, adoraba tener el cuerpo de Paula de esa manera y sentirla tan suya, solo suya, abandonó los labios y hundió su rostro en el cuello, aspirando profundamente el delicioso perfume a flores.
—Soy tuyo Paula… sabes que te amo, sabes que todo lo que tengo te pertenece y que solo quiero entregártelo, hoy… mañana, y siempre… siempre princesa —susurró deslizando sus labios por el cuello terso y cálido.
Paula se estremeció, más por el sentimiento impreso en las palabras de Ignacio que por sus caricias, sus pensamientos no lograban enfocarse en este momento, no lograba entregarse como deseaba, como el hombre que la tenía entre sus brazos merecía, aunque como mujer reaccionaba a estos estímulos y respondía acariciándolo y besándolo, su mente siempre buscaba la imagen de Pedro, cada vez que llegaba a éste punto la traicionaba trayendo recuerdos de aquél que la excitaba, incluso más que lo que Ignacio le hacía.
Pero no dejaría que esta vez lo hiciera, si se entregaba a Ignacio sería en cuerpo y mente, debía ser consciente que el hombre que tomaba su cuerpo era su novio, que era a él a quien pertenecía de la misma forma que él le aseguraba que era suyo, que lo sería para siempre y no por unas cuantas semanas como lo fue Pedro Alfonso, debía dejarlo ir de una vez por todas y eso debía ser justo en ese momento, esa noche.
—Hazme el amor —le pidió en un susurro, mientras lo miraba a los ojos y le acariciaba el pecho.
Él sonrió ante esa petición, por lo general Paula no tomaba la iniciativa, por el contrario siempre era él quien la persuadía para tener sexo, quien entre besos y caricias le insinuaba sus deseos de pasar la noche con ella, así que verla tan dispuesta lo sorprendió gratamente, se separó un poco de ella para disponerse a salir de allí e ir hasta la habitación tomándola de la mano, pero esta no lo dejó avanzar dos pasos, él se volvió a mirarla para descubrir qué pasaba, vio que ella negaba con la cabeza dejando ver una sonrisa traviesa y sensual ante su desconcierto.
—Quedémonos aquí… hazme tuya aquí —indicó acariciándole el pecho lentamente, hasta llevar la mano al cuello posando su mirada en los labios de su novio.
Se acercó y le dio un beso cargado de intensidad, saqueando la boca de Ignacio como nunca lo había hecho, quería sentirse desinhibida y libre como lo hizo tiempo atrás, sentirse sensual, poderosa, saber que tenía las armas para enloquecer a un hombre como lo hizo con…
¡Basta! ¡Ya Paula concéntrate en Ignacio! Es en tu novio en quien debes pensar, solo en él, date a él por completo, que sea quien te encienda la piel, quien te haga llegar al cielo.
Se dijo en silencio mientras decidía que no debía perder tiempo ni darle oportunidad a sus pensamientos para que cambiaran de dirección, estaba decidida a ganarles la partida. Se dio la vuelta y lanzó al piso todo lo que se encontraba sobre el escritorio sin importarle qué destino tuviesen, para ella que era una maniática del orden esto era casi un sacrilegio, pero había aprendido que hay momentos en los cuales se debe romper el orden de algunas cosas.
Ignacio la observaba realmente sorprendido, nunca había visto a Paula de esa manera, ni siquiera la había imaginado así y la verdad era que no sabía cómo reaccionar, solo podía quedarse allí parado; la vio apoyarse con sus manos en el escritorio y subir hasta quedar sentada al borde de este, después lo jaló por la corbata para acercarlo a ella y encerrarlo entre sus piernas, las mismas que se le mostraron seductoramente cuando la falda que llevaba se subió hasta sus muslos.
—No está participando mucho señor Howard. —dijo al tiempo que le quitaba la corbata, deslizándola y dejándola caer sobre el escritorio, abrió los primeros botones de la camisa del chico para besarle el cuello y subir hasta su oreja, dejando su aliento allí, llevando sus manos hasta los hombros para meterlas bajo el saco y quitárselo también, lo dejó caer al suelo y le regaló una sonrisa.
—Lo siento… es que… ¡Vaya princesa me tienes asombrado! —esbozó acariciándole la cintura y exponiendo un poco más su cuello para que ella tuviese mayor libertad.
—¿Sorprendido para bien o para mal? —inquirió deteniéndose para mirarlo a los ojos.
—¡Para bien! ¡Por supuesto para bien! —contestó de inmediato llevando sus manos hasta el cuello de ella en una caricia tierna y sensual al mismo tiempo —. ¿De verdad deseas que nos quedemos aquí? Es decir… ¿Te sientes cómoda sobre el escritorio? —preguntó recibiendo el toque de labios que Paula le daba y era tan sensual que su cuerpo comenzaba a despertarse, sentía las ganas bullir en su sangre, su respiración se hizo más pesada.
—Estoy perfectamente Ignacio, pero estaría mejor si me besas y me acaricias. —respondió abriéndole la camisa por completo.
Él no esperó a que ella le repitiese la orden, comenzó a besarla con premura y sus manos se deslizaron por los senos de la castaña, para luego pasar a su espalda y bajar hasta la cintura buscando los botones de la falta, los deshojó con lentitud para comenzar a sacar la blusa de esta, pero no se la quitó en un loco arrebato, sino que poco a poco la fue subiendo mientras le acariciaba el torso, siempre se había esmerado en ser tierno y amable con Paula, sabía que era una mujer sensible y delicada, así que la amaría como estaba acostumbrado a hacerlo.
Ella sentía que eso no estaba saliendo como esperaba, necesitaba de la fuerza y la pasión que debe desbordar un momento como ése, quería que fuese loco, erótico, sensual, deseaba sentirse atrevida y deseada, no ser tocada como una muñeca de cristal que podía romperse, enredó sus manos en el cabello de Ignacio para hacer el beso más intenso mientras se movía sobre la madera pulida y lo buscaba.
—Ignacio háblame… bésame, necesito sentirte, apriétame contra ti, no me voy a quebrar… — esbozaba abandonando la boca de él para concentrarse en su cuello y hombros —. Necesito desearte como desee a… —Se interrumpió de golpe, suprimiendo el nombre de Pedro que se quedó atravesado en su garganta.
Sintió como todo lo que había alcanzado sufría un gran bajón, entró en pánico, eso último no debía decirlo en voz alta, creyó que estaba pensando, dándose ánimos y dándoselos a su novio en pensamientos, no era algo que él debía escuchar, pero lo había hecho, eso era obvio por la tensión que lo había invadido.
—¿Qué es lo que necesitas Paula? ¿Cómo quién se supone debo actuar para que me desees? —inquirió con un semblante completamente distinto al de un minuto atrás.
—Ignacio yo… —intentó dar una excusa pero su mente se había quedado en blanco, solo pudo morderse el labio y bajó la mirada, no podía verlo a los ojos, se sentía tan estúpida.
—¿Sabes algo? Creo que ha llegado el momento de que me seas realmente sincera, porque tengo la penosa sensación de que no lo eres Paula… antes no le daba importancia, intentaba comprenderte, pues yo también tenía un pasado escabroso, pero ahora ¡Dios no puedo creer que esto continúe! Por favor mírame a los ojos—le pidió separándose un poco de ella.
Las palabras de su novia le habían bajado la libido en un instante, como si lo hubiesen lanzado al lago Michigan en pleno invierno dejándolo completamente congelado y su actitud solo había empeorado todo, quería que ella le respondiese cualquier tontería, cualquier cosa que lo convenciese que esas palabras no tenían el sentido que él sospechaba. Solo dos veces escuchó a Paula murmurar el nombre de otro hombre mientras dormía con ella, hace mucho tiempo y había dado aquel asunto por terminado, sin hacerle ningún reproche, porque cuando él se aventuró a entablar una relación con ella aún le quedaban vestigios del amor que sentía por su ex mujer, pensó que a estas alturas ambos habían logrado superar a esas personas del pasado, al parecer solo hablaba por él y no por ella.
¿Acaso Paula nunca lo había deseado como hombre? O peor aún… ¿Se había entregado a él pensando en otro, en ese otro del que solo conocía lo que parecía ser un diminutivo del nombre? ¿Era como a ese hombre que necesitaba desearlo? ¿Ése la hacía sentir más que él?
Se preguntó en pensamientos al ver el silencio en ella y cómo sus labios temblaban, como si estuviese reteniendo sus emociones, hace unos minutos parecía una hoguera que lo invitaba a quemarse en ella y ahora se había vuelto un témpano.
—Ignacio… por favor no pienses que… yo no te estoy mintiendo, tú eres mi novio, eres el hombre junto al que he estado durante los últimos dos años, el único con el cual he dormido en este tiempo… soy una estúpida, mi comentario no fue con la intención de herirte… yo… estaba pensando en algo más, ya sabes como es mi cabeza, mi mente nunca descansa… no separo algunas cosas, lo siento en verdad. —hablaba y su tono de voz delataba el nerviosismo que la invadía.
—Soy el único con el cual has estado en estos dos años… en el plano físico, eso me lo puedes asegurar, ¿Pero qué hay de tu cabeza Paula? ¿Puedes asegurarme que solo yo he estado allí? —la cuestionó recordando cómo ella jamás lo había llamado por su nombre cuando hacían el amor, la sospecha lo hirió profundamente.
Paula se quedó en silencio dándole la respuesta a Ignacio, pero no fue solo eso, la verdad la vio en la mirada atormentada que contenía las lágrimas, era obvio que ella se debatía internamente por responder con la verdad o quedarse callada y evitar lastimarlo, pero ya lo había hecho.
Se alejó aún más de ella, tomó primero la corbata que se hallaba sobre el escritorio, después se dobló para recoger su saco y acomodarlo en su ante brazo; podía sentir la mirada de Paula siguiendo cada movimiento.
Sin embargo, en ningún momento habló para detenerlo, posó su mirada solo un instante en ella y después de eso caminó para salir del lugar dejándola sin decir nada más, no hacía falta, cada gesto hablaba por sí solo.
El calor que hasta hacía instantes había colmado el estudio fue remplazado por un frío tan despiadado que caló hasta los huesos de Paula haciéndola estremecer y de inmediato rompió en llanto.
No podía creer que las cosas se le hubiesen salido de las manos de esa manera, ni que hubiese lastimado a Ignacio, se había esforzado tanto tiempo en cuidarlo, en hacerle sentir amado y ahora todo se había derrumbado, y lo peor era que las palabras de él le indicaban, que todo había empezado mucho tiempo atrás y eso la llenó aún más de dolor porque aparentemente todos sus esfuerzos habían sido inútiles.
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Ayyyyyyyy, casi mete la pata Paulita jajajaja. No aguanto más, ya quiero que se reencuentren Pedro y Paula.
ResponderEliminarQue capítulos!!!! Le falló el inconsciente a Pau! Ahora van a estar los 2 solos para cuando se reencuentren??? Genial, aunque me dio pena Ignacio parece bueno, no como la loca de Romina!
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