martes, 11 de agosto de 2015
CAPITULO 105
Roma, Italia – Marzo 2013.
Cuando la familia Alfonso en pleno llegó hasta el Aeropuerto Internacional Fiumicino, éste se encontraba colmado de personas que iban de un lugar a otro a un ritmo acelerado, típico de los días entre semana, en su mayoría los pasajeros eran ejecutivos, empresarios o funcionarios públicos, que debían cumplir con algún compromiso fuera del país; por el contrario la terminal de vuelos nacionales casi siempre lucía desierta dado que resultaba mucho más económico y rápido desplazarse en tren a otras ciudades del país que hacerlo por medio aéreo, los únicos que se veían en ésta habían tenido que hacerlo casi siempre por obligación o por esnobismo.
Pedro siempre que podía lo hacía conduciendo, esa era una actividad que disfrutaba mucho y más que cansarlo como muchos pensarían, terminaba relajado después de un largo viaje, se tomaba su tiempo para detenerse cuantas veces quisiera y donde quisiera, sin tener que depender de los
demás. Eso para él era lo más importante, ser independiente, desde que conoció siendo un chico apenas, el verdadero sentido de poder tomar sus propias decisiones y marcar su camino, no quiso que nadie más lo hiciera por él y eso incluía casi todos los aspectos de su vida, tanto laboral como personal. Miraba a través de los inmensos ventanales la fila de aviones ubicados en la pista, a la espera de su hora de salida; su madre lo guiaba del brazo por la terminal y tras ellos su padre y hermana los seguían.
—Bueno madre, creo que de aquí no me perderé, ya puede dejarme caminar solo, me hace sentir como un niño de cinco años —le dijo a su progenitora observando cómo varias mujeres los miraban y sonreían ante el cuadro.
—Pepe no seas tan hosco, ya sé que no eres un niño de cinco años, qué no daría yo por tenerte así otra vez, pero has crecido lo sé y demasiado rápido para mi mala suerte, sin embargo, no puedes privar a una madre de querer consentir a su hijo de vez en cuando —indicó con una sonrisa, al notar las miradas y los gestos que hacían las mujeres, que la veían pasar con su hijo de ganchete.
—Sobre todo si se trata madre de hacerlo con tu hijo más consentido ¿no es así? —inquirió Alicia con ese sarcasmo que la caracterizaba, mientras miraba con rabia a las mujeres que la ignoraban a ella y a su padre como siempre.
Alicia había cambiado mucho desde que dejó la preparatoria, se había vuelto muy retraída y obstinada, siempre parecía estar enfadada con todo, con sus padres, sus hermanos, sus vecinos; en realidad parecía estar molesta con el mundo en general y no perdía ocasiones para dejarles sentir a todos el desagradable sabor de la amargura que la embargaba, apenas contaba con un par de amigas y después de su novio de adolescencia no había tenido ningún otro. Eso no les extrañaba a sus allegados pues con el carácter que se traía no había un solo chico que se acercara a ella atraído por su belleza, pero que no saliera despavorido apenas interactuaban.
—Alicia ese comentario no viene al caso, sabes que adoro a todos mis hijos por igual, no hago distinciones entre ninguno de los tres, pero deseo estar estos últimos minutos más cerca de Pepe, hacerle saber que cuenta con todo nuestro apoyo en esta nueva etapa de su vida… —decía cuando el castaño la detuvo.
—Madre tampoco me voy para siempre o al fin del mundo, si las cosas no resultan estaré de regreso en una semana… —hablaba pero no pudo continuar.
—Resultarán, de eso no te queden dudas, sabes bien que no existe nadie más perfecto que tú para meterse en la piel de Franco Donatti —le aseguró la dama mirándolo a los ojos.
—¡Exacto hermanito! No lo dudes, después de todo eres o eras muy parecido al protagonista de la estúpida novelita rosa, si has perdido práctica seguramente no te costará nada volver a ser un miserable arrogante que jugaba con todos. —esbozó haciendo gala de toda su amargura.
—Alicia…—la reprendió su padre de manera discreta pero firme, no le gustaba esa actitud de la chica.
—Déjela padre, al fin y al cabo mi hermana tiene razón, no soy un ejemplo a seguir, aunque cada día me esmero por reparar lo que les hice pasar, lamento que ella siga estancada en su amargura y su odio hacia mí. —mencionó Pedro mirando los ojos de su hermana que mostraban ese resentimiento.
—Ella no te odia… —exponía Amelia, pero la mirada de su hija la desmintió, sin embargo, se esforzó por salvar la situación, dejó libre un suspiro y se acercó a su hija —. Alicia en la vida las personas se equivocan, comenten errores, pero tienen el poder de repararlos, todos tenemos la oportunidad de recompensar a quienes lastimamos en el pasado, a sanar las heridas que causamos, tu hermano lo tiene, lo merece y ni tú ni nadie tiene el derecho a negárselo porque no estarías actuando de manera correcta, recuerda que nadie es perfecto princesa…—decía intentando hacerla entrar en razón.
—Créame madre eso lo tengo muy claro, nadie en este mundo es perfecto y le aseguro que yo menos que los demás, sé que tampoco tengo excusas pero al menos tengo la valentía de asumirlo, así que no pierda su tiempo con discursos, ya bastante hice con venir hasta aquí y actuar como si fuésemos la familia feliz. —señaló con desdén.
—Alicia Alfonso haz el favor de no expresarte así con tu madre, ella solo intenta hacerte ver que estás equivocada y que tu hermano no merece que te muestres tan hosca con él ¿acaso es mucho pedir que seas amable una vez en la vida? De verdad no comprendo tu manera de proceder, antes adorabas a Pedro y de la noche a la mañana comenzaste a odiarlo a muerte, también dejaste de ser esa chica dulce y alegre que era la luz de nuestra casa… siendo sincero dudo que todo ello tenga que ver con lo que ocurrió años atrás. —le cuestionó su padre mirándola fijamente.
—Papá tampoco juegues al extraordinario abogado conmigo, no estamos en un juicio y yo no soy una acusada que deba responder a tus interrogatorios, mejor vayamos de una vez a la puerta de embarque y terminemos con esta farsa. —contestó escudándose en el sarcasmo una vez más.
—¡Ya tuve suficiente! Si quieres irte puedes hacerlo, por mí no te detengas, pero te prohíbo que le hables a nuestros padres de esa manera, ¿quién te has creído? Apenas eres una chiquilla que no conoce nada de la vida y piensas que puedes andar por allí dando lecciones de moral, pues te equivocas, solo eres una niña caprichosa que busca llamar la atención, si tienes algo que reprocharme hazlo de una vez, sácalo, continúa con tu vida y déjanos a los demás hacerlo también.
Nadie tiene la culpa de tus problemas, nadie tiene la culpa que no desees hablar de éstos, que todo en tu vida sea un misterio, somos una familia y buscamos apoyarnos unos a otros, nuestros padres hacen lo mejor que pueden y ni tú ni Lisandro o yo tenemos derecho a reprocharles nada, así que ahora mismo le pides disculpas a ambos —le exigió mirándola con severidad.
—El equivocado eres tú, que crees que puedes darme órdenes, yo hago lo que quiera y digo lo que quiera, después de todo, tú comenzaste a hacerlo cuando tenías menos edad que yo. Ya soy una mujer adulta y no la niña a la que todo el mundo puede reprender a su antojo, si tengo problemas es asunto mío, si todo en mi vida es un misterio también es algo mío, no te gusta que se entrometan en tu vida, entonces no lo hagas en la mía… —decía mirándolo con rabia cuando otra voz tras ella la detuvo.
—Aquí estamos de nuevo, a ver ¿por qué round vamos? Creo que ya llevan varios y yo me he perdido la mitad de la pelea —indicó Lisandro tomándose las cosas a la ligera, en lugar de poner mala cara como todos los demás.
—Deja de lado los chistes en éste momento Lisandro, esto ya está pasando de castaño a oscuro y antes que esta escena pase a primera plana de los diarios de mañana lo mejor será que ambos se controlen, Alicia tienes razón eres una mujer adulta y puedes mantener tus cosas en privado si así lo deseas, pero no se te olvide que mientras dependas de nosotros debes respetar nuestras opiniones y decisiones te guste o no. Hemos decidido despedir a tu hermano hoy juntos como la familia que somos, hacerle sentir todo nuestro apoyo en este nuevo proyecto que emprende y como te dije antes te guste o no tú eres parte de esta familia y le debes consideración y respeto —sentenció Fernando Alfonso mirando a su hija con semblante serio.
—Perfecto empecemos entonces con el teatro, a ver hermanito ¿estás nervioso? ¿Emocionado? ¿De verdad crees que tienes chance para obtener el papel de Franco Donatti? ¿Si logras hacerlo, nos librarás de tu presencia por varios meses? Incluso podrían ser años en caso que decidas irte a América ¿verdad? —preguntó haciendo gala del sarcasmo.
—Definitivamente tú no tienes arreglo Alicia, no te imaginas cuánto me entristece ver lo amargada que te has puesto, una chica tan hermosa e inteligente —esbozó su madre con tristeza.
—Quizás si utilizara algo de esa belleza e inteligencia que posee para conseguir novio dejaría de ser tan amargada —acotó de manera casual el mayor de los hermanos.
—Tan ocurrente como siempre Lisandro, pero créeme es precisamente por mi inteligencia que no busco a ningún hombre, sobre todo porque la mayoría son igual a ustedes dos, ya me cansé de ésta conversación voy a buscar algo de tomar mientras anuncian el vuelo que se llevará a nuestro querido Pedro, al encuentro con su destino como la gran estrella… por cierto hermanito ¿deseas algo de beber? Con gusto te lo traeré —indicó con una gran sonrisa a todas luces fingida, mientras acomodaba sus anteojos.
—No gracias, una de las peores maneras de morir es envenenado por arsénico o cianuro —dijo en tono serio.
Ella solo dejó que su sonrisa se hiciera más amplia, pero esta vez no era fingida sino de satisfacción, después de eso le hizo una leve reverencia haciendo más evidente su burla y salió del lugar con paso seguro y la barbilla elevada en esa actitud que desbordaba arrogancia, mientras escuchaba los suspiros de sus padres.
—La verdad no entiendo porqué Alicia ha cambiado tanto, con el tiempo parece que las cosas empeoran, no le presté mucha atención cuando todo inició y no se imaginan cuánto me lamento por ello, ahora siento que no puedo controlarla, se me ha salido de las manos —se lamentó Amelia sintiendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Cálmate mujer, no eres la responsable del comportamiento de esta niña, es solo la edad, ya verás que en cuanto madure actuará de otra manera, se pone celosa de la atención que le brindas a Pedro y es lógico, siendo la única hembra piensa que todo el mundo debe desvivirse solo por ella, además que pasó mucho tiempo arreglándoselas sola cuando… —Fernando hablaba intentando darle una excusa al comportamiento de su hija, pero de pronto casi trae al presente un asunto que se prometieron olvidar—. Bueno no viene al caso ahora, ella debe dejar atrás el pasado como hicimos todos, tenemos que darle su espacio, ya aprenderá por sí sola, nuestro deber es guiarla y prepararla para lo que la vida le ponga en el camino, pero no podemos hacer más allá de ello, si seguimos intentando arreglar las cosas por ella jamás crecerá y no llegará a ser una mujer responsable — explicó con ese tono pausado y sabio que poseía.
—Mi padre tiene razón, lo mejor es darle su tiempo, no se preocupe por mí madre, en el fondo sé que Alicia no me odia, solo está resentida y está en su derecho, no la pasó nada bien cuando me fui, yo era su amigo, su compañero, su cómplice y la abandoné de un día para otro, en su lugar… quizás yo también me odiaría —mencionó Pedro acercándose a su madre para rodearla con un brazo y consolarla.
—Creo que nos hemos puesto muy emotivos —dijo Lisandro con una sonrisa y le acarició la mejilla a su progenitora para secar una lágrima—. No llore madre, ya Alicia entrará en cintura y si no, nada más déjemela a mí y verá cómo se la pongo derechita, pero algo me dice que no es solo eso lo que la tiene así, tampoco sufra por éste bueno para nada, lo está poniendo en buenas manos… — decía cuando su hermano lo interrumpió.
—Sí, sobre todo las tuyas, hablando de eso, ¿qué haces así vestido? Este mes no tenías asignado vuelos internacionales hasta donde supe —Pedro interrogó a su hermano elevando una ceja.
—¿Qué crees que hago? La verdad es que me gusta mucho el uniforme y además, atrae muchas miradas femeninas —contestó con una sonrisa —. Te voy a llevar a América, me aseguraré que llegues con bien al país de las estrellas —agregó sonriendo ante la mirada de asombro de su hermano.
—¿Serás mi niñera? —preguntó entre molesto y pasmado.
—¡No! Jamás vuelvas a usar ese término para referirte a mí, yo solo seré el piloto que comande el avión hasta L.A… Como dicen los americanos. Bueno y también el que te traiga de regreso cuando acaben las audiciones, si no lo hago nuestra madre no dejará de molestarme por ello —explicó mirándolo.
—¡Lisandro! —le reprochó la dama por dejarla en evidencia.
—Madre dígame que no estoy en lo cierto —le pidió.
—Bueno… sí, me sentiré más tranquila si eres el que lleva a Pepe hasta América, pero no fue mi idea, no me responsabilices a mí por ello —señaló paseando su mirada por cada uno de los hombres.
—Bien lo admito fue mi idea, pero no voy en plan de niñera, solo quiero asegurarme que llegues con bien al encuentro con tu destino —mencionó dándole un carácter teatral a las últimas palabras, las mismas que utilizara Alicia.
El joven dejó ver una sonrisa ante la broma de su hermano, pero si supieran los dos que justamente a eso iba, o al menos a buscar reunirse con quien quería que fuera su destino, su compañera, su mujer. Desde que Romina salió de su departamento la idea de recuperar a Paula y plantearse una vida con ella ya no se veía tan lejana. Era un hombre libre y podía luchar sin miramientos por la mujer que amaba, aunque era consciente que ella estaba con alguien más en esos momentos, eso no representaría un obstáculo para él, se esforzaría por reconquistarla, por demostrarle que estaban destinados a estar juntos, y que podían hacer que las cosas fueran como antes, en ese tiempo en el cual fueron tan felices.
Minutos después llegó Lucca y fue recibido por todos los miembros de la familia, que ya se encontraba reunida frente a las puertas de embarque, Lisandro apenas intercambió algunas palabras con el caballero para después salir a prepararse junto al resto de la tripulación; como era de esperarse Amelia le encargó a su gran amigo que cuidara mucho de su hijo, incluso se vio tentada a pedirle que le contara con detalles todo lo que sucediera durante las audiciones, pero desistió al ver que dejaría al joven en evidencia y no quería revelar a nadie el secreto que Pepe le había confiado.
Su padre solo le dedicó algunas palabras, no debía darle un sermón para que Pedro comprendiese lo que esperaba de él, le dio un gran abrazo confirmándole con éste que podía confiar en él; después de eso Pedro se acercó hasta su hermana que miraba por el gran ventanal el avión de Alitalia donde ya se encontraba Lisandro revisando que todo estuviera en orden.
—Alicia… —la llamó y la vio sobresaltarse, no lo había sentido llegar hasta ella, se volvió a mirarlo sin decir nada, pero su semblante no era el mismo de minutos atrás, se le notaba taciturna, él se aclaró la garganta y continuó—. No quiero irme de esta manera, no quiero que nos quedemos peleados, por favor podrías… —estaba por pedirle algo cuando ella lo detuvo.
—No tenemos que hacer una escena Pedro, tampoco es que te vas para siempre, en unas semanas a lo mucho, estarás de regreso —comentó simulando que se encontraba fastidiada.
—Es probable, pero también puede ocurrir lo contrario, y al fin te librarás de mí como tanto deseas —mencionó mirándola a los ojos.
—¿Por qué dices eso? Aún si llegas a quedarte con el papel las grabaciones no empiezan todavía y la película se rodará en Toscana, lo que inevitablemente y para mi fastidio te traerá de regreso a Italia —resumió intentando mostrarse indiferente.
—O puede que decida quedarme en América —acotó sin énfasis.
Ella se volvió a mirarlo sorprendida, la apatía de minutos atrás había desaparecido de su actitud y ahora toda su atención estaba puesta en Pedro, seguía en silencio pero su mirada le hacíacientos de preguntas, aunque luchó no pudo evitar esbozar una de esas que la atormentaban.
—¿Eres capaz de hacer algo así? Irte de nuevo y dejarnos a todos como hiciste años atrás… ¿Lo harías Pedro? —inquirió mirándolo llena de dolor y rabia.
—Lo que hice, años atrás debía hacerlo Alicia, créeme no fue mi intención herir a nadie y menos a ti, sabes que te adoro aunque me odies… —decía cuando ella habló.
—Yo no te odio… es decir, ya no es igual que antes… pero tampoco te odio, solo no me pidas que vuelva a confiar en ti o que me muestre como tiempo atrás, ya no soy la misma Pedro — esbozó regresando la mirada al ventanal.
—Ninguno de los dos lo somos, pero me duele mucho que tu cambio haya sido para peor, daría lo que fuera por tener de nuevo a aquella chiquilla que eras Alicia y no la mujer amargada y hosca en la cual te has convertido, pero igual no puedo dejarte de querer, tenlo presente siempre… ahora, me voy ya están llamando para el vuelo —pronunció queriendo tener algo más para eliminar esa brecha que existía entre los dos, pero no sabía cómo.
—Debes irte, que te vaya bien… suerte —esbozó ella menos huraña que antes, pero no se volvió a mirarlo.
—Gracias… —contestó y estaba por irse cuando se acercó de nuevo a ella armándose de valor —. Ven aquí —dijo y la amarró en un abrazo muy estrecho.
Alicia se tensó en un principio y no compartió el abrazo, pero después de unos segundos se rindió al cariño que su hermano le entregaba, lo envolvió con sus brazos y se elevó un poco para hacer la unión más cercana apoyando su barbilla en el hombro de él, Pedro era mucho más alto que ella, pero igual se propuso alcanzarlo como hacía tiempo atrás cuando apenas era una chica.
Él al ver que ella al fin cedía le acarició la espalda con ternura y dejó ver una sonrisa, se sentía feliz al tenerla de nuevo así, aunque fuera solo un instante. Alicia sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y un cúmulo de emociones recorrían su pecho, lo extrañaba, de verdad extrañaba muchísimo a Pedro, quería volver a tener la unión que tiempo atrás tuvieron pero las cosas ya no eran iguales, ella jamás volvería a ser quien fue y lo que más la alejaba de su hermano era que todas sus frustraciones estaban de una u otra forma relacionadas con él, por lo tanto no podía, aunque quisiera, reparar el puente que los unía a ambos tiempo atrás, ese se había roto para siempre y ya nada haría que se restableciera de nuevo.
—Te dije que no quería una escena —susurró ella con la voz ronca por las lágrimas que colmaban su garganta.
—Lo siento, todo estará bien y te prometo que cuando regrese lucharé por recuperarte a ti también princesa, volveremos a ser los hermanos inseparables, Alicia cuídate mucho por favor, te quiero — esbozó dándole un beso en la frente.
Ella se alejó de él asintiendo en silencio, no podía hablar, su voz había desaparecido, se volvió hacia el ventanal y lo sintió alejarse, después de eso dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas, liberó un suspiro trémulo y cerró los ojos para contener la avalancha que crecía a cada minuto en su
pecho.
Pedro llegó hasta la puerta de embarque donde lo esperaba su madre, quien lo abrazó llena de emoción y con lágrimas en los ojos por la escena que acababa de presenciar entre sus dos hijos, le besó varias veces la mejilla.
—Sabes que ella te quiere muchísimo, solo que está… como dice tu padre atravesando una etapa difícil, pero confío en que volverá a ser la chica que antes fue, te prometo que intentaré acercarme más a ella y tratar de entender porqué actúa de esa manera — le aseguró mirándolo a los ojos.
—No debe prometerme nada madre, usted hace lo que puede y no quiero que se exponga a malos ratos con Alicia por mi causa, descuide presiento que las cosas irán mejorando de a poco, solo debemos darle tiempo… bueno ahora debo irme o Lisandro vendrá a buscarme de las orejas — mencionó sonriendo para ocultar su nerviosismo.
—Tienes razón esta es la tercera llamada, ya Lucca se fue hace unos minutos, Pepe yo… quisiera decirte tantas cosas, darte toda la confianza y la seguridad que necesitas para enfrentar lo que te espera en América, pero no encuentro las palabras… es tan complicado cuando se trata de mis hijos, con mis paciente siempre parezco tener las adecuadas pero cuando se refiere a ustedes… —decía llena de nervios y él la detuvo.
—No tiene nada que decir, ya me ha ayudado bastante, sin su apoyo jamás me hubiera animado, solo deséeme suerte —le pidió.
—Suerte… mucha suerte mi cielo y confía en tus sentimientos, no vayas a rendirte si ves que las cosas se ponen difíciles, ella te ama… lo sé, créeme ella aún te ama y si te dio la oportunidad de acercarte de nuevo es porque desea tenerte en su vida una vez más, recuerda eso cuando la tengas frente a ti —pronunció con la mirada brillante y una gran sonrisa, después de eso le dio otro abrazo.
“Se le agradece al señor pasajero, Pedro Alfonso, abordar el vuelo con destino a Los Ángeles, que no esperaremos toda la vida por usted, madre ya déjelo subir al avión”
La voz de Lisandro retumbó en el pasillo de embarque provocando las risas de la familia del chico y el personal de la aerolínea, haciendo que él se sonrojase levemente y jurara en pensamientos que lo golpearía en cuanto pusiera un pie en América, se acercó a su madre una vez más y le dio un beso en la mejilla, después abrazó a su padre y por último posó su mirada un instante en Alicia que observaba el avión, dejó libre un suspiro y se encaminó por el pasillo donde ya lo esperaban las aeromozas junto a su hermano quien mostraba una gran sonrisa.
—Vamos, pareces un niño en su primer día de colegio —esbozó mirándolo a los ojos y notando que ciertamente Pedro parecía nervioso—. Llegarás sano y salvo a Los Angeles, y estoy seguro que cuando regresemos tendré que llamarte Franco Donatti —dijo en voz baja para no alertar a la tripulación.
Sabía que los productores eran muy celosos con sus proyectos y más los americanos, pero sobre todo Pedro quien odiaba que la gente se enterara de sus participaciones antes que estas estuvieran confirmadas de manera oficial. Pedro dejó ver una sonrisa de medio lado y asintió en silencio, para después encaminarse hasta su asiento en primera clase donde ya lo espera su agente.
—¿Listo para conquistar Hollywood? —preguntó Lucca con una sonrisa cuando el castaño se acomodó en su asiento.
—Listo —le dijo con seguridad.
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